Rosas

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jueves, 30 de junio de 2016

Güemes en la Calle de la Amargura

Por la Dra. Alicia Poderti

"Una buena muerte honra toda una vida".
Lema del Escudo de Armas de la familia Güemes.

Después del fracaso de la “Revolución del Comercio”, la idea de despojar del poder a Güemes sigue rondando en las mentes de los dirigentes del partido de la “Patria Nueva”. Inserta en esta coyuntura, no resulta desatinada la versión recogida tanto por la historia como por la tradición oral acerca de que fue uno de los miembros de ese núcleo el que guió a la partida realista que asesinó a Güemes. De acuerdo a esta interpretación, Mariano Benítez -uno de los más acérrimos adversarios de Güemes- ganó 5.000 pesos para enseñar al “Barbarucho” Valdez las sendas sinuosas y escondidas del camino de “El Despoblado”, permitiendo que, una vez eliminados los vigías de Güemes, aquél pudiera sorprender al jefe gaucho. De este modo, Valdez penetró sigilosamente en la ciudad, dividiendo su fuerza de 300 hombres hasta bloquear completamente la manzana de la sede de gobierno, en la que se encontraba Güemes (Cfr. Colmenares, 1998: 63-64).
Advertido el general del movimiento realista, partió al galope en medio de una lluvia de balas que le destrozaron la gorra y el uniforme. Al llegar a la esquina de la Amargura (actual calle Balcarce), captó la magnitud de la conjuración e intentó desviar a su escolta hacia el cuartel de El Chamical. Pero en la próxima bocacalle, la doble línea de tiradores del rey logró herirlo. Surcando la noche fría, el general continuó a caballo en dirección al cerro San Bernardo.
Según el historiador Atilio Cornejo, los acontecimientos deben ajustarse a la siguiente cronología: "Recibió Güemes un aviso anónimo de la aproximación realista, pero no le da crédito. Güemes había establecido su cuartel en el campo de Velarde, a una legua al Sur de Salta. El día sábado 7 de junio de 1821, por la noche, vuelve a su casa (...) y en compañía de su hermana Dª. Magdalena Güemes de Tejada, despacha algunos asuntos de trámite. (...) Dª. Magdalena le informó que, por un pastor tenía anuncios de que por las cercanías de los Yacones se había divisado 'como un reflejo de armas', recomendándole vigilancia (...) Su caballo ensillado y una escolta de 50 hombres descansaban en la calle. Al poco rato, manda a su ayudante Mariano Refojos a la Casa de Gobierno (Casa de Graña), a quien, al atravesar la Plaza Mayor (hoy 9 de julio), le dan el ‘quién vive’, a lo que responde: ‘la Patria’. Se oye entonces una descarga que llega a los oídos de Güemes. Éste la atribuye a un nuevo movimiento interno, y montando con su escolta se dirige personalmente al lugar de los tiros. A media cuadra de la Plaza, otro ‘quién vive’ detiene su marcha, a lo que responde con firmeza: ‘la Patria’. (...) La mayor parte de la escolta se desplaza hacia la derecha, y Güemes, con algunos oficiales, dobla hacia la actual calle Balcarce, rumbo a la casa de su hermana Dª. Magdalena Güemes de Tejada (...). Pero al doblar la esquina Balcarce y Belgrano, rumbo al Naciente, buscando quizás la casa de su madre (...) o, con más propiedad, con intención de arribar a su cuartel del Chamical, una nueva descarga lo alcanza, logrando herir a Güemes por la espalda, una bala traidora. Porque fue así, traidora, ya que a Güemes, en buena lid, había que enfrentarlo y herirlo de frente.” (1971: 338-339)
Cornejo –en su doble rol de abogado e historiador- busca testimonios que prueben esta interpretación de los hechos: "Dos testigos de excepción, don Miguel Otero y el coronel don Jorge Enrique Vidt, han narrado la muerte de Güemes. Sus respectivos relatos, calificados y concordantes, arrojan completa luz con respecto a la forma en que Güemes recibió la herida que ocasionó su deceso. La versión que ellos abonan debe ser, a mi juicio, la versión oficial. Sirva ella para falsificar otras exposiciones del mismo acontecimiento lanzadas a rodar alevosamente por los enemigos de Güemes con el menguado fin de desprestigiar su heroica figura no desmentida con su conducta en ningún momento de su vida." (1971: 339).
Además de los testimonios de prueba, el “historiador-juez” Cornejo convoca a otros textos que le permitan legitimar la versión de la muerte heroica, cuya función es la de continuar activando, en el imaginario colectivo, la teoría oficial de los hechos. En este caso, los llamados a atestiguar son Juana Manuela Gorriti y sus Recuerdos de la infancia, Dávalos con su Tierra en armas y el escudo de la familia Güemes (Cfr. Cornejo, 1971: 342-345). A estas construcciones que exaltan la heroicidad del guerrero se agregan otros documentos de mayor espesor historiográfico, como los papeles de archivos o las crónicas y cartas publicadas en periódicos de la época.
Todas estas versiones refuerzan la versión acerca de que Güemes recibió socorro de los lugareños y finalmente fue trasladado en camilla hasta la Cañada de la Horqueta, donde permaneció hasta su muerte. Olañeta, el jefe español, sabía que Güemes estaba herido en medio de un bosque silencioso cercano a la ciudad. Entonces le envió mensajeros para persuadirlo de que aceptara su resguardo, a cambio del reconocimiento del gobierno constitucional de España, oferta que fue totalmente rechazada por Güemes.

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