Rosas

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viernes, 3 de febrero de 2012

Rosas, Urquiza y el drama de Caseros

Por Arturo Jauretche

El revisionismo histórico se ha particularizado en un momento de la historia argentina: el que va del año veinte a Caseros, aunque cada vez se extienda más, hacia atrás y hacia adelante. Su pivote ha sido la discusión de la figura de don Juan Manuel de Rosas y su momento. Explicaremos que no podía ser de otra manera porque es figura clave; tan clave, que la falsificación de la historia hubo de hacerse tomándolo como pivote a la inversa. Nada se puede entender sobre esa época ni lo que ocurrió más adelante, sino se trata de entender lo que significó Rosas.
La Patria Grande resurge por la aparición, en Buenos Aires, de una tendencia opuesta a los directoriales y unitarios, cuya expresión política es Rosas. Esta tendencia, que no se divorcia del pasado hispanoamericano, tiene la concepción política de la Patria Grande, es celosa del mantenimiento de la extensión, y si bien representa las tendencias predominantes del puerto, comprende la necesidad de una conciliación con los intereses del interior y representa los primeros pasos industrializados del país, en la economía precapitalista del saladero, que es propia.
La necesidad de mantener la aduana para conservar el poder unificador que exigía la permanente guerra internacional, como garantía del orden en peligro, es cosa que se olvida. Se le impuso cualquiera fueran sus puntos de vista teóricos. Anótese en cambio la ley de aduanas que significó la defensa de la industria del interior, que reverdeció bajo su influencia, restableciendo el trabajo estable y organizado en las provincias. Se pretende reeditar un viejo argumento falsificador, presentando a Rosas como a un unitario vestido de colorado, para lo que es necesario aceptar que los cándidos federales se engañaban. Por el contrario éstos eran políticos realistas; tal vez para ellos Rosas no fuera lo más federal pero era lo más aproximado a un federal que podía dar Buenos Aires, pues la opción eran los rivadavianos y sus continuadores. Es cierto que un antirrosista, Don Pedro Ferré, intelectualmente era el federal más profundo, pero éste, en los hechos, actuó siempre a favor de los unitarios, y en política son los hechos y no las ideas abstractas, los que valen.
En 1838, el primer ministro británico, Lord Palmerston, al constatar la insistencia de Rosas en el proteccionismo, “comunicó al ministro británico que no hiciera uso del derecho de protesta formalmente, pero que deseaba que el ministro aleccionara al Gobierno de Buenos Aires sobre las virtudes del libre comercio y la locura de los altos impuestos aduaneros, y que le señalara los perniciosos efectos sobre el comercio del país que con tanta seguridad se seguirían de aquellos”. “No hay duda –sostiene Vivian Trías– de que la virazón en la política aduanera de Rosas influyó en el cambio operado en las relaciones con Gran Bretaña”. En noviembre de 1845 una flota anglo francesa compuesta por 22 barcos de guerra, equipados con la tecnología militar más avanzada de la época, penetró en el Río de la Plata. El objetivo anglo francés era claro: imponer el libre comercio. Los objetivos de la política exterior inglesa consistían en: a) asegurar en la Cuenca del Plata un mercado para sus exportaciones y para sus créditos e inversiones; b) abrir la navegación de los ríos interiores; y c) crear un nuevo estado tapón conformado por las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones. La guerra que se desató entonces, de la cual la Confederación Argentina resultó victoriosa, fue calificada por el general José de San Martín la “Segunda Guerra de Independencia”.
El gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, que había logrado resistir con éxito la invasión anglo francesa, cayó el 3 febrero de 1852 en la batalla de Caseros. El gobernador de Entre Ríos, jefe del ejército de vanguardia que la Confederación Argentina había preparado para la Guerra contra el Brasil, luego de entrar en tratos con la diplomacia brasileña, decidió marchar sobre Buenos Aires y no contra Río de Janeiro.   

En 1851 Urquiza llega a la conclusión que, con el apoyo en tropas, armas, dinero y logística del imperio del Brasil, estaría en condiciones de eliminar el principal obstáculo para la “alianza” (léase subordinación) con Inglaterra. Ese obstáculo era Rosas. 

Caseros es la victoria de la patria chica, con todo lo que representa desde la desmembración geográfica al sometimiento económico y cultural: la historia oficial ha disminuido su carácter de victoria de un ejército y una política extranjera, la de Brasil. Si para los liberales y unitarios la caída de Rosas y la confederación significaba un cambio institucional y la posibilidad de un nuevo ordenamiento jurídico, para los intereses económicos de Gran Bretaña significó la destrucción de todo freno a su política de libertad de comercio y la creación de las condiciones de producción a que aspiraba. Para Brasil fue cosa fundamental. Derrotado siempre en las batallas navales y terrestres, Brasil tenía conciencia clara de que su marcha hacia el sur y hacia el oeste estaría frenada mientras la política nacional de la Patria Grande subsistiera en el Río de la Plata. Era necesario voltear a Rosas, que la representaba, y sustituirlo en el poder por los ideólogos que odiaban la extensión y que serían los mejores aliados de la política brasileña, destruyendo al mismo tiempo toda perspectiva futura de reintegración al seno común de los países del antiguo virreinato. 
Caseros significa así, en el orden político internacional, la consolidación de la disgregación oriental, altoperuana y paraguaya y las manos libres para su expansión para el Brasil, para su expansión definitiva sobre los países hispanoamericanos limítrofes, de los que la Confederación constituía el antemural. Lo que importa es dejar establecido que en Caseros triunfó la Política Nacional del Brasil por sobre la Política Nacional de los argentinos y que su resultado en la política de la guerra significa el abandono de la línea nacional. Pero lo más grave no consiste en que Caseros sea una victoria brasileña, sino que se la presente como una victoria argentina, porque ese punto de partida falso imposibilita la construcción de un esquema racional de nuestra política exterior y de defensa. 
Así, la revisión histórica se impone como una exigencia lógica para establecer las bases del razonamiento y del punto de apoyo de nuestras acciones. Sabiendo que Caseros es una victoria brasileña y una derrota argentina, la Política Nacional es una, e inversa, ignorándolo.  El debate en torno a la figura del Restaurador debe ser fecundo ,y no producto de la vanidad personal de Historiadores que se apoyan en los caudillos, simplemente por no dar su brazo a torcer respecto de Rosas

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3 comentarios:

  1. La sabia prosa de ese insigne maestro que fue don Arturo Jaretche, lo exime a uno de cualquier comentario; de modo que simplemente pondré un nada original ¡¡¡GENIAL!!!
    Sí me permito una pequeñísima acotación sobre el federalismo mentiroso de Pedro Ferré: este era un "federal" doctrinario, lo que equivale a decir que en realidad no era federal; porque en esta nuestra tierra bendita, la condición de federal está íntimamente concatenada con la de nacional y popular. No puede ser federal un oligarca, por más federalismo que proclame de la boca para afuera o en sesudos escritos. Y Ferré era exactamente eso: un oligarca.
    Y como para muestra basta un botón, y lo bueno si breve, dos veces bueno, consignaré solamente que el "federal" Pedro Ferré (conspicuo integrante de la élite correntina, sectaria, esclavista y vendepatria) tuvo terribles dicterios hacia el mil veces glorioso y federal de veras Andrés Guacurarí y Artigas.

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  2. Brillante apunte, lo sugeri a un amigo que recomiendo, La Roca, que recopila Apuntes y esta en Doc9 su elnace.
    Y amigos, les sugiero que puedan pasan por Doc9 que desde la figura de Martiniano Chilavert, está más análisis de esta fecha 3 de febrero, tanto de 1813, San Lorenzo como de 1852, Caseros.

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  3. Un tirano con todas las letras ese Rosas.

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