Rosas

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domingo, 31 de enero de 2016

Ramón S. Castillo (20-10-1873/ 12-10-1944)

Por Miguel Angel Scenna
Menudo, pequeño, de ademanes reposados y hablar pausado, cabellos blancos como nieve, Castillo tenía el aspecto del jurista y profesor que en verdad era. Típico provinciano, procedía de una antigua familia catamarqueña que vivía pobre y dignamente. De sus primeros años de estrechez económica y del ejemplo familiar, le quedó una austeridad de costumbres y una sobriedad personal que no habría de perder jamás.

Tras brillantes estudios de abogacía, inició una carrera forense que lo llevó de “meritorio” en los tribunales porteños a juez en varias localidades bonaerenses, juez de Comercio en la Capital Federal, vocal en la Cámara Apelaciones en lo Criminal y Correccional primero y luego en la Comercial, al tiempo que desarrollaba una fecunda labor docente de más de veinte años en las Universidades de Buenos Aires y La Plata, donde ganó el incondicional respeto de los alumnos por su calidad de hombre y maestro.  De esa etapa de su vida quedó el Tratado de Derecho Comercial, verdadero clásico en el tema, magníficamente escrito y elaborado.  Pasados los cincuenta años de edad, todo parecía indicar que culminaría su vida apaciblemente jubilado, rodeado de general consideración, en la penumbra del semianonimato.  Aunque conservador y adversario del radicalismo nunca se había metido en política militante y es posible que jamás pensara hacerlo. Pero sobrevino la revolución del treinta y a Uriburu le recomendaron este profesor y jurisconsulto de excelentes antecedentes, que indudablemente prestigiaría al movimiento. Y el general lo mandó de interventor a Tucumán.  Castillo tenía 57 años cuando inicia inapropiadamente, una carrera que lo llevaría a los más altos honores. Primero al Senado, donde cumplió una destacada actuación.  Después Justo lo llamó como ministro de Instrucción Pública, para luego entregarle la cartera de Interior, cuando llegó la hora de las fórmulas presidenciales, su prestigio y la fuerza de los conservadores lo llevaron a segundo término de la fórmula que encabezó el antipersonalista Roberto M. Ortiz.  Nunca se llevó bien con el presidente, Había un abismo ente ambos, que se ensanchó cuando Ortiz quiso reimplantar la “pureza del sufragio”.   Para Castillo, el regreso de los radicales implicaba un verdadero desastre nacional. Entonces, jugó la suerte a través de la salud de Ortiz, que debió delegar el mando en el vice. En ejercicio de la presidencia, Castillo mostró nuevas facetas de su carácter.  El aspecto reposado y los modales suaves escondían un carácter firme, duro, autoritario. La ruptura con Ortíz fue total e irreversible, pero el enfermo mandatario ya no habría de volver y Castillo quedó como titular de la primera magistratura. Conservador convencido Don Ramón jamás estuvo mezclado con los negociados que matizaron la Década Infame, ni fue abogado de empresas extranjeras, ni estuvo ligado al capital foráneo. Su honestidad era plena, cabal, limpia. Como su nacionalismo, esencial, robusto, inconmovible. Y por eso su gobierno fue francamente nacional. 
Mantuvo la neutralidad argentina contra todas las presiones, inició el proceso de nacionalizaciones, dio un vigoroso impulso a la Marina Mercante del Estado. Pero su apego al liberalismo en el que se había educado lo perdió políticamente.   No comprendió que su poder estaba manchado de ilegitimidad, puesto que no provenía del consenso popular sino de la imposición del fraude.  No alcanzó a ver el aparato político en que se sustentaba, la Concordancia, era más una ficción que una realidad, y que en último término. El arbitro de su poder era el Ejército.  Un Ejército que ya toleraría más faudes. Ese fue el error de Castillo. Cuandi quiso imponer sucesor por fraude el ejército lo desalojó del poder y asumió directamente el gobierno. Ya depuesto, fue tratado con una consideración y el respeto que, como persona merecía. Falleció en el silencio del retiro en 1944, a los 70 años de edad

1 comentario:

  1. Un hombre de bien, que en otras circunstancias podria haber sido un gran presidente!

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