Rosas

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miércoles, 3 de mayo de 2017

Acho Manzi nos habla de su padre el Gran Homero.

Homero Luis Manzione, tal su nombre completo, había nacido el 6 de marzo de 1933 en Boedo, fruto del matrimonio entre el autor de Malena y Casilda Iñíguez Vildósola. Heredó la vocación poética de su padre y ya a los 15 años había escrito junto a él la letra de El último organito.   “Mi composición inicial se tituló Rey del bosque, un fox trot que me lo grabó la Jazz Santa Anita. Le siguió otro fox trot, Ceniza al viento que, como el anterior, también hice en letra y música. Poco después, en 1948, me pasé a las filas del tango y compuse El último organito, que firmé simplemente como Acho, como a todas mis piezas iniciales. Luego de la muerte de mi padre, comencé a usar el Manzi”. Acho Manzi falleció en el año 2013 a los 80 años y nos dejó recuerdos de ese gran intelectual Argentino a quién llamaba Papá:
Homero murió cuando su hijo tenía 17 años, y desde entonces Acho dedicó sus esfuerzos a mantener viva la memoria de su padre. En 1954 le compuso un poema que años más tarde, con música de su amigo el Tata Cedrón, se convertiría en un tango, titulado justamente Padre: Si ayer tan sólo fuiste, un gigante bueno y triste.../Qué garras despiadadas te arrancaron de mí./ Te fuiste en un instante que mi alma te alcanzaba.../ Y te necesitaba para poder seguir./ Recuerdo el día triste, más triste que ninguno.../ Me llamaste a tu lado para decirme adiós./ Pusiste en mis manos, tu nombre con mi nombre.../ Me hablaste de hombre a hombre, detrás de un lagrimón./Padre que me ha abandonado/ Y que el tiempo ha llevado/Muy lejos de mí.../ Te necesito a mi lado,/ Preciso el consejo/ Que nunca te oí.../ Sé que serías mi amigo,/ Y más dulce testigo/ De lo que viví.../ Sé que preciso tu mano,/ En el largo camino/ Que se abre ante mí.../ Tus manos se hacen largas, tus ojos se hacen sombra.../ Y nunca claudicaste tu forma de vivir./ A veces me sorprende la gente que te nombra.../ Nunca te resignaste por tener que partir./ Tus horas son mis horas, son parte del destino.../ Tu lucha sin banderas me ha dejado un confín,/ De gente que te escucha, de juventud, de amigos/ De un mundo sin olvido, de un mundo para mí...
Poeta, tuerca, inventor, sobreviviente de un cáncer y radioaficionado nacido en Boedo, vivió en el barrio de Sur, calle Garay 3471 y luego se mudó  dos cuadras, a la calle Oro, para estar cerca del hipódromo de Palermo...
Homero Luis Manzione pasó mas de tres lustros en los Estados Unidos, aligerado del titulo de "Acho Manzi, el hijo de Homero Manzi, el autor de Sur" con el que todo porteño que se precie siente la necesidad de identificarlo en la vida publica, en el café o en el banco.
Cuando era un fornido jovencito de bachillerato, escoltó más de una vez a su padre -debilitado por el cáncer- a estudios de filmación y salas de conferencia. Actividades que el poeta parecía multiplicar desesperadamente, apremiado por el acecho de la muerte. Tenía diecisiete años aquel día de 1951 en que Homero, el robusto Barbeta, demacrado hasta lo irreconocible, dejó de vivir.
La primera y única colaboración de Acho como músico con su padre es el tango El último organito (cuya autoría, repetidamente discutida y atribuida alternativamente a Nelly Omar y a Aníbal Troilo, ratifica)
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Algunos años más tarde, en los '60, pleno imperio del Club del Clan, Manzi hijo logró asomar como autor de tangos, de los que solían destacarse sus rasgos “de actualidad”, en especial con una serie de obras como letrista en colaboración con el músico Roberto Pansera. Después, huyéndole al peso de ser el hijo de Homero Manzi, prefirió el anonimato de una vida aventurera en los Estados Unidos. Lejos, se guardó los recuerdos de la vida y de la época del viejo - que en su memoria tienen el encanto y también la vaguedad de la infancia -, y el sueño  de ser poeta.

Pero la experiencia de enfrentar él mismo un diagnóstico de cáncer cambió definitivamente sus planes. Ahora se reparte entre la recopilación de la obra integral de Homero, el desarrollo de su propia obra como letrista en colaboración con el músico Juan Tata  Cederrón, y la organización de su regreso.  Acho revivió paso por paso, mentalmente, todo  el proceso de la enfermedad de su padre, que empezó a sus 14 años. Eso fue muy doloroso para él. Aunque durante buena parte de ese tiempo estuvo pupilo en el colegio San José, los fines de semana se quedaba en su casa. Él veía salir a su madre en silencio del dormitorio, con las bandejas de las curaciones, y a él, seguramente esas imágenes no se le borran.

Cuando le dieron su diagnostico, lo tomó de tal manera que decidió irse a curar solo. Unos amigos que se iban a España le dejaron una casa enorme en California, en medio del campo. Se llevó sus muebles y su computadora y se puso a pasar los poemas del viejo. Entró en un espinal descendente, buscando un lugar donde hacer pié. Empezó a sentir síntomas físicos que no le gustaban nada.  Pero no estaba en absoluto decidido a tratarse hasta que conoció a Silvia, una licenciada en letras radicada allá, que estaba investigando sobre temas de tango. Se hicieron amigos, y para él fue un encuentro mágico. Ella lo convenció de la necesidad de hacerlo entender

Sobre los vidrios de las ventanas del bar que ocupa la esquina de San Juan y Boedo, luce cuidadosamente pintado el nombre Homero Manzi. El más clásico retrato del autor de Sur, a gran escala, sonríe desde la pared. La búsqueda de parecidos no ofrece obstáculos: Acho tiene la misma barba, su mirada, su nariz. Y la misma sonrisa de la foto cuando sentencia: "Tengo claro que elegí el camino más tortuoso. El camino de escribir siendo el hijo de un monstruo de los tangos".
En algunos de los reportajes hechos a Acho Manzi, él ha narrado anécdotas vividas junto a su padre; a continuación destacaremos algunas de las mismas:
-"En los primeros tiempos escribía sus trabajos en una vieja máquina Royal que luego cambió por una Underwood, relativamente portátil, con su caja negra. Pero en sus viajes usaba una portátil marca Hermes. En esquina, frente a la florería de Pablito, que quedaba en la esquina de avenida Alvear, lo esperaba el taxi de Manolo, un doble faetón Plymouth".
 -"El viejo siempre tenía buen humor y en el barrio todo el mundo lo conocía; era una época en que muy pocos porteños  gastaban barba y su estampa se había hecho popular porque hablaba con todo el mundo desde el balcón. Al diariero le gritaba '¡Señor periodista! Traeme tal o cual revista'. Le hacía bromas al fiambrero, Manuel Fiorito, a quien él llamaba Manuel Guapí, porque le había contado que había viajado a Bariloche y en lugar de mencionar el lago Nahuel Huapi decía que le había impresionado el lago Manuel Guapí. Era amigo de Luis Angiorama, el tintorero, al que también le hablaba desde el balcón. Tampoco le gustaba ir a la peluquería, al principio se hacía cortar el pelo por nuestro portero y después venía una vez por semana Ricardo, que era un peluquero que tenía el negocio, con venta de lotería. El Viejo era Genial."
-"Le gustaba ir al Hipódromo. En las carreras a veces perdía todo: un día volvió sin el auto".
Existe una anécdota narrada por Acho, relativa a los versos para una payada dedicada a Perón, que Homero redactó a pedido de Hugo del Carril, quien cantaría en un almuerzo que se llevó a cabo en la residencia presidencial. -"Hugo le preguntó por teléfono qué podía cantar y el viejo le preparó una letra de payada. Una hora después me pidió que se la alcanzara a Hugo hasta su casa, que quedaba en la esquina de la nuestra".
-"Al mismo almuerzo, pero más tarde llegó Evita. Enterada de la payada le preguntó a Hugo quien la había escrito. Al enterarse de que había sido 'El Barba', le dijo sonriente: ¡Dígale a Manzi que si no me escribe una a mí, me voy a enojar!. Así nació la segunda payada, esta vez dedicada a Eva Duarte".
-"Mi padre ingresó al Instituto del Diagnóstico para ser operado por segunda vez por el doctor Abel Canínico. Estaba en el primer piso del edificio, en plena recuperación. En esos días entró Eva Duarte para ser atendida, alojándose en el segundo piso del mismo sanatorio. Homero hizo comprar una cadena de oro con una medalla de la Virgen y escribió una nota donde decía que se la enviaban las enfermeras del primer piso. Las enfermeras le pidieron a mi abuela Ángela que ella se la entregase a Eva. Evita no creyó que fuera un regalo de las enfermeras, y le dijo a mi abuela '¡Dígale a su hijo que muchas gracias!'".
El hijo de Manzi, Acho, contó que un día había sorprendido a su padre, mirando en el espejo su rostro demacrado mientras decía: "¡Y pensar, Barbeta, que te vas a morir!
-"En la última operación de médula espinal, realizada a propuesta de Matera para quitarle los dolores, Manzi pidió que retrasaran su paso al quirófano, porque tenía un dato en la segunda carrera de San Isidro y no se lo quería perder".
-"Tenía unos dolores espantosos y cuando estaba en casa, alguna vez tuve que ponerle yo mismo una inyección de calmantes, porque no se podía esperar a que llegara la enfermera. Pero en cuanto le hacía un poco de efecto se ponía a trabajar de nuevo”

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