Por: Enrique Manson
Hubiera cumplido 86 años. Porque el 13 de julio de 1924 en El Pueblito, caserío del departamento de Nogoyá, nació Benito Enrique o Benito Anacleto Chávez Giménez. ( Benito Enrique fue el nombre con que su padre lo anotó en la Alcaldía local, pero fue cristianado como Benito Anacleto). Desde la cuna, rozaba la clandestinidad del matrero. Con el tiempo se lo conocería como Fermín, nombre que apareció cuando ya era un joven crecido. ¿Por que Benito y por que Enrique? Don Eleuterio y Doña Gregoria eran criollos creyentes, y es posible imaginar la selección de santos de fechas cercanas de julio, San Benito y San Enrique.
El Pueblito es un paraje en el que su padre tenía un boliche, trabajaba como peluquero, y fabricaba escobas de palma. Benito se crió como un gurí criollo, escuchando sentencias morales de Eleuterio: Moral es la ley y la costumbre que debe guiar al hombre para obrar y hacer el bien. El peluquero también hablaba a sus hijos y a los gurises vecinos de Don Hipólito Yrigoyen, aquel caudillo a quien no habían visto personalmente, pero que había conquistado sus corazones. Doña Gregoria, a su vez, lo llevaba en sus recorridas por el campo en las que el futuro Fermín se fue identificando con el paisaje.
En la escuela primaria aparecieron diferencias con su casa. Las maestras enseñaban un pasado que no era el que había conocido en su hogar, donde se veneraba a Don Ricardo López Jordán. El prócer entrerriano era el Libertador, Don Justo José de Urquiza, precisamente “asesinado” por los “bárbaros” jordanistas. La contradicción se grabó en su memoria y lo llevaría a incursionar en las artes de Clío.
También fue importante Fray Reginaldo Saldaña y Retamar, sacerdote dominicano, historiador y misionero. Era nogoyaense y supuso en Benito un destino monacal. Terminado cuarto grado, último de la escuela del Pueblito, el fraile lo llevó a Córdoba. Allí estudió Humanidades en el Colegio Apostólico de la orden. Siguió el noviciado en el Convento de Santo Domingo, cerca de los restos de Belgrano y de las banderas inglesas de 1806 y 1807. Aprendió Filosofía, y desde 1944 Teología y Derecho Canónico, en el Colegio Internacional Dominicano del Cuzco. Fue en la capital de los incas donde oyó, por onda corta, una noticia que le despertaría una vocación más fuerte: la pueblada del 17 de octubre.
Ya había nacido su inclinación literaria. En marzo de 1941 el diario porteño Crisol publicó su poema Paisaje del Plueblito, que en julio salió en un periódico de Nogoyá. Ya lo tironeaba la política. Habían caído en tierra fértil las charlas con nacionalistas que visitaban el convento y, sobre todo, quedó cautivado por un coronel que conoció el 20 de junio de 1943 en la calle Victoria, frente a la Plaza de Mayo.
Aún novicio, en el nogoyaense El Parque publicó El general Perón y el derecho de gentes, en 1946. Ese año apareció en Tacuara de Buenos Aires A Darwin Passaponti, dedicado al mártir del 17 de octubre. En octubre recibió la dispensa que lo volvió a la vida civil.
De nuevo en Buenos Aires empezó a escribir en Tribuna y asistió a la Fiesta de la Poesía donde oyó recitar a Neruda, Guillén, León Felipe y Rafael Alberti.
Trabajó en el área de Cultura de Poder Ejecutivo, colaboró con la CGT , y continuó en el periodismo, sin abandonar su actividad literaria. En 1950 publicó, con Leonardo Castellani, una antología de la poesía lírica argentina. Ese año se iniciaron las reuniones de la Peña de Eva Perón, donde se escucharon poesías suyas. Allí conoció a la mujer de la que diría, en un libro de los ’90, Eva Perón no es un mito.
La revolución de 1955 lo llevó a vivir la política como lucha. Su acercamiento a la investigación histórica no fue poco riguroso. Ya viejo se enorgullecía al afirmar que en su Vida de López Jordán no había dato que no estuviera basada en documentos. A la del caudillo entrerriano, siguió la biografía de un intelectual que, como él, defendía sus verdades arriesgando el pellejo: José Hernández. Luego seguiría la Vida del Chacho.
Al mismo tiempo se sumó a la resistencia peronista, listo a la hora del combate, aunque remiso a la de los honores, ocupó puestos de riesgo y ganó la confianza personal de Perón. La ojeriza de López Rega lo excluyó del primer retorno “peroniano”. No ocurriría lo mismo con el segundo y definitivo. Fermín contaba del viaje de regreso que tenía buena orientación en el aire, y notó que el avión cambiaba su rumbo para aterrizar en Morón. Tardo en enterarse de los acontecimientos que habían obligado al cambio.
Vivió los agitados días de la tercera presidencia, y tuvo a su cargo la redacción del comunicado oficial de la muerte de Perón. Tras el golpe de marzo de 1976, cuando algunos académicos se entrevistaban con el dictador Videla o trabajaban en el diario del hampón Massera, retomó las costumbres clandestinas y comenzó la publicación de un periódico de salida incierta, irregular distribución y nombre elocuente: Pueblo Entero. En él colaboraban muchos grandes de la cultura peronistas, que serían recordados en su Alpargatas y Libros de 2003. Al recomenzar la actividad política, apoyó la candidatura presidencial de Antonio Cafiero, y dirigió la revista Movimiento. En su primera tapa, titulada Todos unidos triunfaremos, aparecían las caras de las principales figuras del peronismo.
Luego de la primera derrota electoral peronista, se volcó a la producción intelectual. Sin embargo, no estuvo ajeno a los hechos políticos, y acompañó a José María Rosa en el apoyo a la aprobación del acuerdo por el Canal Beagle. En 1986 fue uno de los principales animadores del homenaje a los 80 años de su “paisano, el gaucho Pepe de la parroquia de Catedral al Norte”, a quien le dedicó versos que firmaba “El gaucho Fermín de la parroquia de la Concepción ”.
Luego llegó la victoria electoral del candidato arribado de las faldas andinas. Fermín se encolumnó disciplinadamente. No duraron sus esperanzas, y al poco tiempo tomó distancia de un gobierno que, montado en la crisis, desmantelaba lo que quedaba de la obra del primer peronismo. Se había quedado, al decir de muchos, en el ’45. Por eso rechazó ofrecimientos de cargos. En 1993, fue convocado para continuar la Historia Argentina de Pepe Rosa, muerto dos años antes y que había llegado a 1946. Colaboramos en su realización Jorge Sulé, Juan Carlos Cantoni y quien esto escribe. Fueron momentos fecundos y felices.
En 2004, con su gran amigo Ángel Núñez y con el autor de este recuerdo
Volvieron sus ilusiones en 2003, y cuando festejamos sus ochenta años, le preguntaron como lograba mantenerse joven y saludable. Su respuesta –“trabajando”- estaba en los títulos casi cotidianos que salían de su pluma: La vuelta de Don Juan Manuel, Eva Perón no es un mito, De Matreros y Matreras, El Che, Perón y León Felipe, Diez hijos de Evita y hasta su insólito Pueri peronisti, versión en latín de la “marchita”, que mostraba su sentido del humor, tapado por su pudor de gaucho.
Sus últimas obras: Civilización y Barbarie en la Cultura , Historicismo e Iluminismo, La Reconstrucción de la Conciencia Nacional , Pero esto tiene otra llave, lo ubican entre los grandes intérpretes de nuestra cultura y nuestra identidad. El gaucho poeta volvió en su Otra vuelta con Martín Fierro, y en la monumental Historia y Antología de la Poesía Gauchesca de 2004, con estudios de Guillermo Ara, José Gabriel, Ángel Núñez y Aurora Venturini. Tuve el honor de escribir, junto a él, los cuatro tomos finales de la Historia , que llegan a 2001.
Recibió premios, menos sin duda de los que merecía: Consagración Nacional, la Orden Pampa , el Jauretche del Instituto Jauretche de Merlo, y el que recordaba con ironía: Mayores ilustres. Fue ciudadano ilustre de Nogoyá y de Buenos Aires, y profesor en las universidades de Buenos Aires y de Lomas de Zamora.
Nos habíamos acostumbrado a almorzar con él en un modesto restaurante de su barrio de San Telmo. Y nos dejó un 28 de mayo. Pudimos cumplir con su voluntad: dejar sus restos en El Pueblito, donde en el jardín de la iglesia, al son de chamarritas de gauchos jordanistas, oye el canto de los pájaros y siestea a la sombra de una tipa.
Extraordinario historiador y maestro. Muy buena nota
ResponderEliminarObjetable articulo. Hace consideraciones politicas que estan fuera del tema historico. Ya sabemos bien quien es el autor.
ResponderEliminarConoci a Fermín Chávez siendo un adolescente de 16 años....lo segui a él y a otro maestro: Pepe Rosa en 4 o 5 conferencias..algunas tuvieron el prólogo de Jorge Perrone o de jaime González Polero. Dejó mas de veinte libros fundamentales para el revisionismo y se bancó ser excluido de Cátedras Universitarias por esos que hoy dia lo siguen agraviando y que están agazapados para volver. Además de todo esto fue un hombre sencillo, humilde, siempre dispuesto a enseñar y aclarar. Creo que la nota hace referencia a ESTE MAESTRO INMORTAL (mas allá de consideraciones políticas como las denomina Martin Toro, que en mi opinión son ultrasecundarias...) a quien queremos y extrañamos. Fermín Chávez gracias por todo y descanse en Paz.
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