Rosas

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martes, 30 de noviembre de 2010

AMISTADES TIERRA ADENTRO

 Por Ricardo Geraci Del Campo Ríos

El valor que supone la amistad en el entrevero de las cuestiones políticas o militares, es destacable en cualquier época o pueblo que haya sabido desarrollarse bajo estos conceptos.
J.M de Rosas tenía dos lugartenientes, amigos y guerreros leales a los que por distintas cuestiones les escribe y donde queda documentada y expuesta la humanidad de Rosas para con sus pares, más allá de la coyuntura político-militar. Ambos hombres de confianza conocedores del mundo trashumante de la campaña bonaerense.
CARTA AL GENERAL ÁNGEL PACHECO.
Hacia 1842 el Restaurador tenía la salud quebrada, lastimosa, resentida y ello se reflejaba por la intensa actividad desplegada a lo largo de los conflictos que se sucedían. Los médicos le sugerían a don Juan Manuel tomar periodos de descanso una vez cada semana en algún campo. Rosas eligió Palermo de San Benito y desde allí le escribía a su amigo y general Don Ángel Pacheco. Como señala muy oportunamente Julio Irazusta, ambos se conocían desde hace mucho y al principio de tal relación se tuteaban. Cuando la politica unió los caminos y los rangos se diferenciaron de todas maneras la relación tuvo el mismo afecto de siempre.
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Buenos Aires, abril 30 de 1842
Señor Don Ángel Pacheco
Mi querido amigo:
Esta es al solo objeto de saludarte, como Manuelita y Juan, abrazarte y retornarte nuestras íntimas congratulaciones por los
multiplicados gloriosos triunfos de nuestras armas, y castigo del Cielo Santo sobre los salvajes unitarios, empeñándose tanto tan visiblemente Dios Nuestro Señor en proteger la justicia de nuestra causa santa.
Así que me sea posible tendré el gusto de contestar tu muy apreciable correspondencia pendiente.
Lo tengo ahora también en adjuntarte dos cartas de mi señora doña Dolores, y decirte que he sentido el placer de visitarla, y verla muy buena como a todos tus cariñosos hijos. Ha sido la primera visita que he hecho después del fallecimiento de mi amante Encarnación. Los médicos me han obligado a salir del encierro en una vida terrible. Viendo yo mi sangre tan apurada me resolví a tomar en cada semana un día de campo, y descanso. Julio, mi amigo, tu buen hijo nos ha acompañado un día y una noche en Palermo. En ello tuvimos la mayor complacencia. Es un digno hijo tuyo, un ardiente paisano federal. Recibe como siempre mis constantes deseos por tu mejor salud, y el intenso afecto con que soy tu fino atento amigo.
J.M.R.
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CARTA AL CORONEL DON VICENTE GONZÁLEZ
El mismo 30 de abril, el caudillo pampa destina palabras al "Carancho del Monte" refiriendose a la muerte de su esposa, dándole el pésame y recordando su tristeza por la muerte cuatro años antes de su compañera doña Encarnación. Un Rosas íntimo y totalmente honesto con quienes acompañaban su camino.
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Buenos Aires, abril 30 de 1842
Señor Don Vicente González
Mi querido amigo:
Vd. sabe cuanto amaba yo a su buena amiga de Vd. mi cariñosa señora Encarnación. Sabe lo mismo cuanto me ha costado conformarme con la disposición Divina que ordenó nuestra separación en la tierra hasta que nos juntemos en la mansión de los justos, como lo espero de la justicia de Nuetro Redentor. Y yo que sé
lo que importa la pérdida en el mundo de una completa virtuosa compañera, ¿qué podré decir a Vd. al acompañarlo en sus dolorosas circunstancias a sentir la falta de su amante esposa, y mi eterna amiga la señora doña Dolores Omar de Gonzalez, que ha llevado el Señor al descanso eterno al lado de sus escogidos en el Cielo? Dios, mi querido amigo, es infinitamente justo, y el hombre verdaderamente virtuoso, luego conoce la urgente necesidad de conformarse con sus decretos divinos, siempre en su beneficio, por más que algunos nos amarguen en la miseria de la vida. Aunque sin valor para verla en su cruel enfermedad, he senti-
do la intima complacencia de ser su director en su disposición testamentaria. Y en esa parte debe Vd, descansar, lo mismo que respecto de sus funerales... &,& pues que sobre todo he dispuesto y dispondré lo necesario, como el más inmediato amigo de Vd., dando de entenderme y proceder de acuerdo en lo necesario con su apoderado el corredor don Pablo Santillán. La última vez que nos (b) imos y abrazamos con mi señora doña Dolores, hablando sobre el testamento de su amiga y mi amante esposa Encarnación, se lo mostré. Poseida ella entonces del sentimiento del ardor santo de aquella virtud sublime que la inflamaba, me manifestó sus deseos de imitarla. Así, se ha hecho. Ha dejado por albacea, y único heredero a puerta cerrada, a su muy amado esposo el señor don Vicente Gonzalez. A esto es reducido solamente, y vea Vd. ahí en un alma justa, la esencia de la virtud perfecta. No puedo más, mi apreciado amigo: reciba Vd. iguales sentimientos de Manuelita y Juan con el íntimo afecto de su sincero atento amigo.
J.M.R.
Ricardo Geraci
Fuente consultada: Vida Política de J.M de Rosas. Julio Irazusta. Tomo IV Capítulo 51, pag 149, 150, 151.
De allí extraigo las cartas.
Imagenes: casa de Vicente González en San Miguel del Monte.
Pacheco
Rosas.

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