Rosas

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viernes, 19 de noviembre de 2010

Parte del general Lavalle sobre la acción de Navarro

Navarro, diciembre 10 de 1828 Sr. Ministro: El 8 llegó nuestra caballería a la inmediación de las Cañuelas, donde supe con certeza que la fuerza del Coronel Dorrego que excedía de mil quinientos hombres, como dije en mi parte de ayer, estaba acampada en la Laguna de Lobos. Deseando resolver la cuestión sin efusión de sangre, envíe al campo del Sr. Dorrego al Sr. Coronel D. Gregorio Aráoz de La Madrid, con la comunicación que acompaño en copia; nuestra caballería marchó a la Capilla Nueva, y siguió la ruta de Lobos; a las ocho de la noche varió de dirección a la derecha y se dirigió a Navarro. La marcha del Coronel Dorrego de Culuculú a Lobos, nos había revelado que quería evitar el combate, manteniendo su comunicación franca con las fuerzas del Norte; y parecía cierto que, amenazado por el camino de Lobos, dirigía su retirada a Navarro; el resultado correspondió al cálculo, y ambos llegamos a este punto con diferencia de una hora. El Coronel Dorrego había acampado tranquilamente, esperando sin duda la noticia de la ocupación de Lobos por nuestra caballería, cuando a las ocho de la mañana de ayer se le presentó el Sr. Coronel Rauch, con algunos descubridores por su flanco izquierdo. 
En estos momentos se me presentó de regreso el sr. Coronel La Madrid, aunque el Sr. Rosas había dado una contestación verbal evasiva, aunque débil. El Coronel Dorrego no podía ya retirarse, y se preparó para el combate, apoyando su izquierda en esta villa, y extendiendo su derecha hacia la casa de Peredo. Nuestra caballería maniobraba en una fila por su poco número, y marchó al ataque dividida en cinco escalones. El Sr. Coronel D. Anacleto Medina, que mandaba el primero, fue herido muy al principio por el fuego de las guerrillas, sucediéndole el Sr. Coronel Rauch, que cargó la extrema izquierda del Sr. Dorrego, arrollando cuanto se le opuso. El Sr. Coronel La Madrid ala cabeza del segundo escalón, y el Sr. Coronel D. Juan Apóstol Martínez, al frente del tercero, cargaron en línea, recibiendo los fuegos de cuatro piezas de batalla, servidas por artilleros veteranos, de las que se apoderaron, despedazando los escuadrones que tuvieron a su frente. El Sr. Coronel vega, que mandaba el cuarto escalón, cargo a su vez con el mismo suceso. Entonces se desprendieron de la extrema derecha de la línea del sr. Dorrego, doscientos indios salvajes, como a envolver nuestra izquierda, pero fueron recibidos y pulverizados por el Sr. Coronel Olavarría, al frente de 100 lanceros del 16. El retroceso de los salvajes completó la derrota de las fuerzas del Sr. Dorrego, que huyeron en todas direcciones, sin que se encontrase un objeto de 50 hombres; hoy habrá dispersos en las dos extremidades de la Provincia, al Sud y al Norte. La anticipación con que dejaron el campo el sr.  Dorrego no le dejó contemplar más de cien víctimas de sus delirios. Hemos tomado además doscientos milicianos, que habían sido desarmados y puestos en libertad. Nuestra pérdida ha consistido en el distinguido capitán Cosio del 3, que murió en la carga de su regimiento, tres individuos de tropa muertos, y veintidós heridos. Recomiendo a la gratitud del gran pueblo de Buenos Aires a los bravos y distinguidos jefes que he mencionado; al Sr. General d. Martín Rodríguez, por la parte que ha tenido en este suceso; a los jefes y oficiales del 1º, teniente coronel Olazábal, mayor Méndez, y capitanes Córdoba, Núñez, Gómez y Méndez; del regimiento 3º, al comandante Quesada y mayor Smith, que condujeron bizarramente sus escuadrones en la carga; al alférez Ferrat, del mismo cuerpo, que se distinguió en las guerrillas; del regimiento 16, al comandante Olmos, herido, al de igual clase Balbastro, al mayor Correa, y a los capitanes Navarro, Frías y Reina; al capitán D. Patricio Maciel del regimiento número 4 de línea, hombre a quien la naturaleza destinó para la guerra; a los Sres. Coroneles Pedernera, Rojas y Bogado; a los mayores Elía, Muñiz y Calderón; a los capitanes Saavedra, Estrada y Paredes, de colorados; y últimamente a todos los oficiales de estos bravos regimientos, cuyos nombres no caben en la estrechez de este parte.
Es inútil por ahora que nuestra caballería se mueva de Navarro, pues no sé que haya treinta hombres reunidos en ninguna parte, pero si algunos discípulos de Artigas quieren empeñarse contra el destino, serán escarmentados tan pronto como aparezcan, pues nuestra caballería no tendrá en adelante los mismo obstáculos que han retardado la operación que ha concluido por falta de caballos. Reitero al Sr. Ministro mi mayor consideración. Juan Lavalle Excmo. Sr. Ministro General, D. José Miguel Díaz Vélez.

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