Rosas

Rosas

jueves, 7 de julio de 2011

Martín Miguel de Güemes

Por Andrés Mendieta

“- ¡Escápate Martín, por la puerta falsa! –le dijo su hermana Macacha, siempre cautelosa e imaginativa. “- ¿Y la escolta?” le observó Güemes afectado en su honestidad y lealtad hacia sus gauchos. “- ¡No, no puedo yo huir abandonando la escolta; sería una cobardía!”. Y arrojándose sobre el caballo inició una rápida carrera alcanzado por su custodia. Según la historiografía era ya como la medianoche; noche tenebrosa y fría de aquel aciago 7 de junio de 1821.
Algunos vecinos aseguraban que habían escuchado un insólito ruido acompasado que, sin lugar a dudas, provenían de un grupo de personas que caminaban sigilosamente rumbo a la plaza principal. Ese ruido no era nada más ni nada menos que el producido por ojotas que calzaban los milicianos que habían invadido la ciudad al mando del coronel José María Valdez, más conocido como “Barbarucho”, el Bárbaro. Valdez hasta antes de defender la guerra se dedicaba al comercio de las mulas y al contrabando, oficio que le permitió conocer los múltiples senderos de la cordillera.
Martín Miguel de Güemes, gobernador de Salta y general en jefe del Ejército Expedicionario al Perú (así designado por San Martín en junta de generales y reconocido por todas las provincias), desde esa funesta noche en que fue herido de muerte su vida comenzó a arder como una llama votiva, agitada por el espíritu puro de la libertad y encendida por el amor ante la imagen de la patria. Patria y libertad, dos términos inseparables como el fuego y la luz; como el heroísmo y la gloria. De él nos queda su hombría como reflejo incomprensible que todo lo penetra y lo santifica.
Contrariamente a una vieja tradición oral creada perversamente por sus adversarios políticos, en el sentido que nuestro héroe se encontraba en una residencia que no era la suya, está debidamente documentado que en aquella circunstancia se hallaba en la vivienda de su hermana Magdalena “Macacha” Güemes de Tejada, ubicada al lado de su casa-habitación y que fuera oportunamente la sede de la Tesorería Real (del Yoncci -hoy España 730-, solar donde funciona el Instituto Güemesiano de Salta).
Para no ser alcanzado por los efectivos de Valdez tomó la calle de la Amargura (Balcarce) y al llegar al Tagarete de Tineo (avenida Belgrano) se encontró con una línea de fusileros del rey llegando a enfrentarla en medio de una granizada de proyectiles que llegaron a herirlo mortalmente y a sí, regando con sangre almácigos de vida a una nueva república galopó hacia la Cañada del a Orqueta (o Horqueta) acompañado por sus Infernales y por el presbítero Francisco de Paula Fernández -quién asistió a Güemes hasta su muerte.
El “Barbarucho” habiéndose enterado que Güemes había sido herido designó como gobernador interino de la provincia al coronel Tomás Archondo –reconocido enemigo y calumniador de Güemes- quien, entre otras medidas, dispuso hacer oficiar una misa en acción de gracias “por la gloriosa ocupación de la ciudad”; la iluminación por tres días consecutivos de la ciudad amenazando de muerte a los vecinos que no cumplieran con el mandato. Mientras tanto hacía su entrada triunfal el general Olañeta.
Con este atentado se concretaba una ansiada aspiración de quienes venían trabajando bajo el nombre de Patria Nueva cuyo núcleo que sin renunciar a sus principios patrióticos estaban identificados con la política centralista de Buenos Aires e inconscientemente hiriendo por la espalda la empresa liberadora de San Martín y la pérdida definitiva de las provincias del Alto Perú (Bolivia), que habrían de ser liberadas y erigidas en Estado independiente por Bolívar y Sucre.
Las exigencias de la guerra apremiaron a Güemes designar un gobernador sustituto recayendo tal nominación en José Ignacio Gorriti, elección que contó con el voto favorable del Cabildo y, posteriormente, en una sesión extraordinaria el alto cuerpo tomó conocimiento los impedimentos que sufría Felipe Ibarra y el gobernador de Santiago del Estero, Alejandro Heredia, por parte del mandatario tucumano Bernabé Aráoz para colaborar con el Ejército de Observación que debía partir hacia el Perú. Esta ayuda consistía en dinero y materiales para al regimiento de Güemes.
la campaña contra el gobernador de Tucumán se hizo Insalvable cuando éste arremetió a Santiago derrotando Ibarra a Aráoz en las mismas puertas de San Miguel. El sagaz gobernador tucumano aprovechó una circunstancial ausencia de Güemes para confundir a Heredia en negociaciones para batirlo en la sorpresa de Marlopa (3-4-21). El inesperado descalabro precipitó la confabulación en Salta, mientras el jefe realista Pedro Antonio de Olañeta acometió de nuevo, para usufructuar los conflictos en el campo patriota. Pero una emboscada espléndida de José Ignacio Gorriti aprisiona en Humahuaca la avanzada de Olañeta (30-4-21), forzándolo a retroceder hasta Mojos, población ubicada en el actual territorio de Bolivia.
Güemes, en tanto, reconstituyó en Rosario de la Frontera su avanzada bajo las órdenes del coronel Jorge Enrique Vidt (un ex oficial napoleónico) para volver a maniobrar en las afueras de Tucumán. Ante este panorama Bernabé Aráoz dispuso que sus huestes avance hacia el valle de Lerma por la apartada ruta de Las Cuestas, en apoyo de la conspiración que trama la "clase decente" de Salta, como se hacía llamar. Los exiliados salteños, que eran muchos, continuaban complotando desde la capital tucumana hasta lograr que el Cabildo de Salta, el 24 de mayo de 1821, por abrumadora mayoría, destituyó a Güemes, lo despojara de la “ciudadanía" salteña y lo expulsara de la provincia nombrando gobernador a Saturnino Saravia y comandante de armas a Antonio Cornejo.
Güemes al tomar conocimiento de este acto insurgente conocido después como la “Revolución del Comercio” regresó a Salta al frente de veinticinco hombres de escolta y tras de arengar a los soldados que habían sido dispuestos para enfrentarlo estos, depusieron sus armas para ponerse nuevamente bajo las órdenes del prócer salteño. En esta circunstancia Güemes dijo: “Por estar a vuestro lado me odian los decentes; por sacarles cuatro reales para que vosotros defendáis su propia libertad dando la vida por la Patria. Y os odian a vosotros, porque, os ven resueltos a no ser más humillados y esclavizados por ellos. Todos somos libres, tenemos iguales derechos, como hijos de la misma Patria que hemos arrancado del yugo español. ¡Soldados de la Patria, ha llegado el momento de que seáis libres y de que caigan para siempre vuestros opresores!".
Después de esto Güemes recuperó el poder.
Según Luis Güemes en su “Güemes Documentado” (12 tomos y alrededor de 6 mil páginas) dice: “La ciudad estaba prácticamente desierta, pues hasta los culpables de la revolución la habían evacuado, huyendo. Olañeta, después de la derrota sufrida por su vanguardia al mando de Marquiegui en Jujuy y prisión de éste, simuló una retirada a sus antiguos cuarteles de Tupiza a esperar noticias de los complotados que, aunque derrotados, no se consideraron vencidos. Así fue cuando vieron el momento propicio, enviaron un emisario para alertar al general realista, el que despachó un destacamento al mando del coronel José María Valdez (a) “El Barbarucho”, con misión de tomar a Güemes por sorpresa, de acuerdo a un plan premeditado”.
En acto seguido Luis Güemes expresa en el tomo 11, pág. 185, lo que transcribo textualmente: “Don José Manuel García, en uno de los apuntes suyos, entregados personalmente al doctor Domingo Güemes y que obran en nuestro archivo, dice: “El cordobés Benítez [Don Mariano] fue quien trajo a Valdez para sorprender a Güemes, ganándose 5.000 pesos. Valdez se iba ya en retirada con 4.000 hombres. En Tupiza lo alcanzó Benítez. El comercio hizo suscripción para pagar los 5.000 pesos a Benítez”y agrega: “El Barbarucho era español, de buena estatura, colorado, pecoso; se alojó la noche de la sorpresa a Güemes, en la casa de los Gurruchagas”.
Ese fue el precio para definir la vida de un hombre que nació rico para morir pobre por entregar todo por la “gran nación americana”. En aquel amanecer del 17 de junio de 1821 balbuceaban las bocas barbudas de tus gauchos: “El general, don Martín se muere”, “Se está muriendo…”. Y en los oscuros ojos de escapaban lágrimas como gotas de rocío. General: tú no lloraste pero sí sellaste las gargantas de tus gauchos.
En este nuevo aniversario de la muerte del General Don Martín Miguel de Güemes son muchos los que olvidan de su pasión robusta por la patria grande, a la que dedicó sus desvelos y todos sus sacrificios. Sobradamente lo señala en su correspondencia, oficios y proclamas de los que transcribiré sucintamente. “No quiero favores en perjuicio de mi país; éste ha de ser libre a pesar del mundo entero. Nada temo, porque he jurado sostener la independencia americana y sellarla con mi sangre”; “… yo no puedo prescindir del amor a la libertad y del alivio que debo proporcionar a los afligidos hermanos del Perú…”
A los doce días de haber recibido la comunicación del general San Martín, ya tenía dos mil hombres dispuesto a llevar a cabo tan noble proyecto” (1820); “Secuaces de los tiranos: vuestra soberbia os precipita. Advertid que las dieciocho provincias de esta América del Sur que sacuden la opresión, no las podrán ultrajar…” (1815).
Sólo nos queda en estos momentos que al país lo sacude una crisis moral tomemos de ejemplo a este grande de la nacionalidad para que ilumine de esperanza y futuro a todos los argentinos

1 comentario: