Rosas

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lunes, 4 de abril de 2016

La Batalla de Junín

La batalla duró tres cuartos de hora. Fue breve y silenciosa. No se disparó un solo tiro. “Una batalla sin humo” dirá un historiador. Se inició a las tres de la tarde del 6 de agosto de 1824 y antes de las cuatro el resultado estaba decidido. Los hombres de ambos bandos pelearon como valientes. Las armas fueron el sable, la bayoneta y la lanza. Se dice que todos eran temibles con ellas. El triunfo de Junín preparó el desenlace final de las guerras de la independencia: Ayacucho, cuatro meses después.
Para 1824 la guerra estaba muy lejos de haberse resuelto. La declaración de la independencia en julio de 1821 había sido importante pero por si sola no resolvía la cuestión militar. San Martín se había retirado de Perú y el jefe máximo de los patriotas se llamaba Simón Bolívar. Las tropas realistas en esos momentos duplicaban a las criollas. Fueron sus disensiones internas, las frecuentes deserciones de la tropa y la intuición o presentimiento de que la causa español estaba políticamente derrotada lo que facilitó la victoria final.
No obstante el escenario que se ofrecía para mediados de 1824 no autorizaba a ser demasiado optimista. La batalla de Junín se libró en el lugar que se conoce como la pampa de Junín, muy cerca del lago que lleva el mismo nombre. El lugar no está muy lejos de Lima y se extiende al noroeste del valle de Jauja. Según los geógrafos se levanta a cuatro mil metros sobre el nivel del mar.
Las tropas españolas estaba a cargo del general José de Canterac un bravo y decidido jefe realista que ya le había dado sus buenos dolores de cabeza a San Martín. Bolívar será el jefe de las tropas criollas. En sus filas cabalgan soldados y oficiales argentinos. También peruanos, colombianos y venezolanos. Se trataba de un ejército americano.
Los historiadores indagan acerca de las causas que permitieron que la batalla se desarrollara en absoluto silencio o, por lo menos, sin que se oyeran disparos. No hay una sola respuesta al interrogante, pero la más creíble es la que sostiene que las desinteligencias con la infantería de Sucre en las filas patriotas explican que quienes hayan entrado en combate sean las caballerías de ambos bandos.
Más allá de los datos históricos impresiona la imagen de dos ejércitos lanzados a la carga armados con lanzas y sables. Impresiona la ausencia d estampidos, el ruido acerado de las armas, el jadeo de los combatientes, tal vez los gritos de guerra, esos gritos que dan los soldados para intimidar al enemigo y darse coraje ellos mismos. Un cronista dirá que a la distancia lo que más impresionaba era el silencio. El silencio que hacía más patética la muerte, tal vez más sigilosa.  La batalla es verdad que fue breve, pero al mismo tiempo debe haber sido eterna. Jorge Luis Borges plantea algunas hipótesis. Lo hace, entre otras, cosas porque el héroe de la jornada fue un bisabuelo suyo, el bravo coronel Manuel Isidoro Suárez inmortalizado en tres excelentes poemas que deberían leerse en las escuelas.  La victoria de Junín, las crónicas se la atribuyen a Bolívar. Una verdad a medias y para más de un historiador menos que una verdad a medias. Formalmente él dirigió a las tropas, pero la victoria se obtuvo gracias a un malentendido y una genial desobediencia. Si esto no hubiera ocurrido la suerte de las armas criollas habría sido la derrota. Bolívar no sólo no tuvo mucho que ver con la victoria sino que después se dedicó a intrigar contra los héroes de la batalla. Ciertos protagonismos el niño Simón no los perdonaba.  Se sabe que en un batalla, por lo menos en las batallas del siglo XIX, la elección del campo es tan decisiva como el posicionamiento de las tropas. Estas dos consideraciones parece que no fueron tenidas en cuenta por Bolívar. También se sabe que el despliegue de los soldados es importante. No hace falta ser Aníbal o Napoleón para admitir que las columnas deben desplegarse con amplitud, eludir las encerronas que a veces presenta la geografía. Nada de eso se le ocurrió hacer a Bolívar. Sus infantería estaba mal posicionada, y en el caso de Sucre retrasada. la caballería patriota se encerró a si misma o por lo menos entorpeció sus propios movimientos al ubicarse en una zona pantanosa que dificultaba futuros despliegues.  El que inició la primera carga fue Mariano Necochea. Fue una carga frontal. Seis escuadrones de granaderos lo seguían. Fue un encontronazo duro y sangriento donde las fuerzas criollas no salieron bien paradas. Necochea, un oficial que entonces no tenía treinta años, recibió catorce heridas, fue derribado y tomado prisionero. La misma suerte corrió José Valentín de Olavarría.
Para ese momento la suerte de las armas criollas estaba echada. Bolívar ya se preparaba para escribir el parte de la derrota y sus principales oficiales se esforzaban por transformar la previsible desbandada en una retirada más o menos prolija. En esas circunstancias el azar, la inspiración, o la mezcla de las dos cosas, es el único auxilio que puede asistir a un ejército. El soplo de los dioses en este caso lo rozó al mayor Andrés Rázuri del escuadrón de Húsares. Y es en ese momento en que Isidoro Suárez ingresa por la puerta grande de la historia encabezando una carga de caballería demoledora que habrá de paralizar a los realistas y luego hacerlos huir en desbandada.
Las batallas de entonces tenían esas cosas. En pocos minutos una derrota segura se transforma en una victoria cierta. El balance de la batalla no puede ser más elocuente: más de 250 españoles muertos contra 45 criollos caídos en combate. Suárez no sólo que con su arrojo da vuelta una batalla sino que rescata a Necochea, muy mal herido pero aún con vida.
Como para tener una idea aproximada de cómo en esas batallas los soldados se jugaban la vida, recordemos que Necochea sufrió catorce heridas y no precisamente livianas. Según los informes tenía cuatro sablazos en la cabeza, dos en el brazo izquierdo motivo por el cual debieron amputárselo, dos sablazos en el brazo derecho que le habrán de ocasionar la pérdida de tres dedos, dos heridas en la pierna derecha y dos sablazos en las costillas uno de los cuales le había perforado el pulmón.
A Necochea no le había llegado la hora. Va a morir veinticinco años después habiéndose dado el lujo de participar en esa otra gran batalla nacional que fue la de Ituzaingó. Como Cervantes, podía decir que estaba orgulloso de haber perdido el brazo en la jornada mas gloriosa que no verán estos tiempos ni los venideros. Para no irnos tan lejos, Necochea integrará junto con Paz -su compañero de batalla en Sipe Sipe- la pareja de mancos célebres de nuestra historia. Como se podrá apreciar, la historia argentina también ha tenido sus grandes mancos, me refiero, creo que es innecesario aclararlo a quienes perdieron el brazo en las guerras de la independencia, no a otros que sufrieron desgracias parecidas pero no en batallas donde se jugaba la independencia de la patria.
El otro héroe del Junín, es Olavarría. También se trata de un guerrero de la independencia que peleó al lado de San martín en Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú. Cuatro meses después, el 9 de diciembre de 1824, Olavarría participará en la batalla de Ayacucho, la última gesta patria contra la dominación realista.
Pero los grandes laureles de la jornada se los lleva el bravo coronel Isidoro Suárez. Sobre él las mejores páginas las ha escrito su bisnieto, Jorge Luis Borges. “Página para recordar al general Suárez vencedor de Junín” es un poema bellísimo donde Borges identifica a Junín con la patria, con el símbolo de todas las gestas nobles que hicieron la patria: ” Junín son dos civiles que en una esquina insultan a un tirano”, concluye. Para los curiosos o indiscretos que quieren saber de qué habla Jorge Luis, les recuerdo que el poema está escrito en 1953.
La batalla de Junín fue uno de los últimos enfrentamientos que sostuvieron los ejércitos realistas e independentistas en el proceso de la independencia del Perú el 6 de agosto de 1824.  El Escenario
Mapa de la batalla
La batalla se desarrolló en la pampa de Junín o Meseta de Bombón, situada en el centro del Perú en el actual departamento de Junín a orillas del lago llamado Junín o Chinchaycocha que está situado a 4000 msnm. La planicie está ubicada en la región natural de la puna o altoandina, entre los distritos de Junín, Ondores y Carhuamayo de la región Junín y el distrito de Ninacaca de la región Pasco.

La batalla
El 2 de agosto Simón Bolívar pasó revista a su ejército, compuesto por 7.900 soldados de infantería y 1.000 de caballería, en el llano de Rancas, dirigiéndole estas elocuentes palabras:
¡Soldados! Vais a completar la obra más grande que el cielo ha encomendado a los hombres: la de salvar un mundo entero de la esclavitud.  ¡Soldados! Los enemigos que vais a destruir se jactan de catorce años de triunfos. Ellos, pues serán dignos de medir sus armas con las vuestras que han brillado en mil combates.
¡Soldados! El Perú y la América toda aguardan de vosotros la paz, hija de la victoria, y aún la Europa liberal os contempla con encanto porque la libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del Universo. ¿La burlaréis? No. No. Vosotros sois invencibles.
El entonces brigadier Andrés García Camba diría años más tarde que en Junín la brillante y engreida caballería del ejército real perdió todo el favorable prestigio y la ventajosa reputación que había sabido adquirirse en las gloriosas campañas anteriores.
El Ejército Unido obtuvo una importante victoria. El resultado de esta batalla fue de 254 muertos y heridos y 80 prisioneros para el bando realista y de 148 soldados muertos y heridos (145 según el parte oficial) para el bando independentista y que según parte del general Andrés de Santa Cruz, Jefe del Estado Mayor del Ejército Unido, se encontraban divididos de la siguiente manera:
Granaderos de Colombia: 13 muertos y 26 heridos.
Idem de los Andes: 8 muertos y 17 heridos.
Húsares de Colombia: 2 muertos y 9 heridos.
Primer Regimiento del Perú: 21 muertos y 46 heridos.
Muerto un oficial edecán del general Miller.
Total 45 muertos y 99 heridos.
En reconocimiento a la brillante acción de la caballería peruana, que tuvo el 46.5% de las bajas totales, el general Bolívar le cambió el nombre de Húsares del Perú por el de Húsares de Junín.
Todo el enfrentamiento duró aproximadamente cuarenta y cinco minutos a una altura de 4.100 metros sobre el nivel del mar. El triunfo en la Pampa de Junín haría renacer la moral entre el ejército unido.
 Primera parte de la proclama de Bolívar a los peruanos:
! Peruanos! La campaña que debe completar vuestra libertad ha empezado bajo los auspicios más favorables.El ejército del general Canterac ha recibido en Junín un golpe mortal, habiendo perdido, por consecuencia de este suceso, un tercio de sus fuerzas y toda su moral. Los españoles huyen despavoridos abandonando las más fértiles provincias, mientras el general Olañeta ocupa el Alto Perú con un ejercito verdaderamente patriota y protector de la libertad.
¡Peruanos! Bien pronto visitaremos la cuna del Imperio peruano y el templo del Sol. El Cuzco tendrá en el primer día de su libertad más placer y más gloria que bajo el dorado reino de sus Incas."
Cuartel General del Ejército Unido de Huancayo, 13 de agosto de 1824.

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