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viernes, 7 de agosto de 2020

LA CIUDANÍA COMO CONSTRUCCIÓN HISTÓRICO— SOCIAL

Por el Dr. Julio R. Otaño
LA CIUDANÍA COMO CONSTRUCCIÓN HISTÓRICO— SOCIAL
La ciudadanía como construcción histórico- social y su variabilidad
En principio es preciso señalar que lo que se entiende por ciudadanía y por ciudadano ha variado a través de la historia y entre las distintas formaciones sociales, puesto que se trata de un concepto que se encuentra relacionado a las distintas formas de organización humana, y las mismas se van transformando a lo largo del tiempo.   Conviene tener presente que no hay una sola ciudadanía; ésta cambia según las épocas, los países y las tradiciones, y sobre todo, no es homogénea y abarca varias dimensiones más o menos contradictorias entre sí.  La ciudadanía es una construcción histórico-social, y si pretendemos conocer de qué se trata la ciudadanía deberemos enfocarnos en una sociedad determinada y estudiar cuáles son las concepciones o sentidos dominantes que se sostienen acerca de la misma, y cuáles son las prácticas que responden a éstas concepciones.  Podemos interpretar, que el mismo Aristóteles ya nos señalaba en su “Política” la variabilidad de este concepto al afirmar:
Pues a menudo se discute sobre el ciudadano y en efecto no todos están de acuerdo en quién es ciudadano. El que es ciudadano en una democracia con frecuencia no es ciudadano en una oligarquía

Psicología: Diferencias y similitudes entre Platón y Aristóteles
Estos aspectos nos dejan pensar cuan dependientes son las prácticas y las concepciones acerca de la ciudadanía y la organización social, de las condiciones históricas de una formación social determinada. Pensamos que las ideas de ciudadanía y de ciudadano son una construcción social que se van formando y reformando al calor de los complejos procesos de estructuración social.
Como bien señala Oszlak:
La formación del Estado es un aspecto constitutivo del proceso de construcción social. De un proceso en el cual se van definiendo los diferentes planos y componentes que estructuran la vida social organizada. En conjunto, estos planos conforman un cierto orden cuya especificidad depende de circunstancias históricas complejas...
Por supuesto que estos procesos no son lineales, ni se hallan determinados de forma absoluta, ya que, como en toda actividad humana, la voluntad y la acción del hombre tienen un papel innovador, pero siempre en alguna medida condicionado por éstas complejas variables. Esto explica las grandes diferencias que existen entre lo que se entiende por ciudadanía en el presente y lo que se entendía por la misma en la antigüedad, así como las disputas entre distintos sectores sociales y políticos para imponer sus propios modelos de ciudadano.
Si la ciudadanía es algo que remite a un proceso histórico, siempre vamos a estar hablando de una construcción de ciudadanía y de que haya también una reconstrucción constante de esa ciudadanía. En ningún momento la ciudadanía puede pensarse como algo por fuera de las relaciones históricas.

La ciudadanía en la historia occidental  Resulta difícil identificar qué significaba ser ciudadano para culturas muy distantes a la nuestra: 
El ciudadano griego:En principio, el origen del concepto de ciudadanía se remonta a la antigua Grecia. En efecto, los griegos estaban organizados en lo que conocemos como ciudades-estado o “polis”, las que tenían un modo de producción esclavista basado en la agricultura, y donde una pequeña porción de los hombres que habitaban estas ciudades poseían los atributos de un ciudadano, exceptuando a los esclavos y a los extranjeros.  A tal punto era de esta manera, que aquel que no se interesaba por los asuntos de la ciudad era mal considerado.  El Estado no admitía que el individuo se mostrase indiferente a los intereses generales, y no permitía que el filósofo o el hombre entregado al estudio hiciese vida aparte, porque tenía obligación de ir a votar en la Asamblea y de ser magistrado cuando le tocase en suerte; Quien quería mantenerse indiferente la ley dictaba la pena de destierro y confiscación de bienes.
La formación de la polis griega - Escuelapedia - Recursos Educativos
El ciudadano romano En el caso de Roma, la ciudadanía va a tener muchos puntos en común en relación a la concepción de los griegos, puesto que los romanos van a tomar muchas de las instituciones de éstos.   Sin embargo, poseer la ciudadanía plena implicaba tener los más amplios derechos entre los que se destacaba poder ocuparse de la res pública, de la cosa pública.   Sólo los ciudadanos plenos podían desempeñar cargos públicos políticos o religiosos. Significó la res pública como cosa común o de todos: estructura política y jurídica que pertenece al pueblo, a la comunidad.Con Roma, la política y el estado encuentran su sitio en el derecho público, en tanto el hombre halla el suyo en el derecho privado.  En la antigua Roma, los candidatos no podían celebrar mítines propagandísticos, pues se trataba de un privilegio exclusivamente reservado a los magistrados en activo.  
Con este panorama, el foro se convertía en el único lugar donde los candidatos podían intercambiar palabras y solicitar personalmente el voto a los ciudadanos. Ante la imposibilidad de celebrar mítines, la propaganda electoral era uno de los recursos más comunes entre los candidatos para convencer al electorado indeciso. Abundaron los grafitos y las pintadas en las que se alababa la honestidad del candidato –también fueron bastante frecuentes los casos en los que se atacaba y perjudicaba seriamente la honorabilidad– y no su preparación para el cargo al que aspiraba. Ante la ausencia de espacios públicos especialmente reservados para la propaganda electoral, eran los propietarios de cada casa los que autorizaban e incluso pintaban en sus fachadas las proclamas a favor de su candidato preferido. La mayoría de las pintadas electorales, en gran medida documentadas en las ruinas de Pompeya, emplearon fórmulas muy sencillas para conseguir el voto. En ellas aparecía el nombre del candidato que se debía elegir, acompañado de alguna expresión que alababa su honestidad y virtud.  La información aportada por las inscripciones electorales permite confirmar a ciencia cierta que existían empresas que contaban con personal especializado en realizar las pintadas. Una vez redactado el mensaje electoral, el blanqueador, preparaba debidamente la superficie de la pared donde iría escrito el mensaje dándole una capa de pintura blanca. Seguidamente, el letrista escribía el texto con grandes letras de color rojo. Como norma general, las pintadas electorales se hacían de noche, por lo que era necesaria la presencia de un farolero que, a la vez que vigilaba para que nadie interrumpiera el trabajo, sujetaba la lámpara y la escalera para facilitar el trabajo.  Ser ciudadano romano comprendía los siguientes derechos, entre otros que se adquirieron a lo largo de los siglos: Iussuffragiorum: Derecho a voto en las asambleas, etc.Iushonorum: El derecho a postularse y ser electo. Iuscommercii: El derecho a efectuar contratos legales y tener propiedades.  Iusconnubii: El derecho a contraer matrimonio con otro ciudadano romano, a tener los derechos de pater familias y a que los hijos de tales matrimonios fueran considerados ciudadanos de Roma.  A partir de la decadencia del imperio romano, y hasta el surgimiento del capitalismo y la Revolución Francesa, la ciudadanía como categoría política, va a perder fuerza.
Los rostra en el Foro Romano. | Roma antigua, Historia de roma,  Arquitectura romana
El ciudadano en la edad Moderna: revolución industrial y capitalismo
Con la formación de los Estados nacionales europeos surge con fuerza nuevamente el concepto de ciudadano.  A partir de la revolución industrial, y en el contexto de las profundas transformaciones que se suceden en Europa con el desarrollo del capitalismo, y las transformaciones sociales y políticas que conlleva, se van estructurando las modernas naciones europeas, que sostienen la fe en el progreso, la ciencia y la razón.
Estos Estados buscan homogeneizar y preparar un modelo de ciudadano, entre otras condiciones necesarias para alcanzar el mentado progreso, por lo cual ponen un especial énfasis en la educación de la población.  Así el Estado se hace cargo de la educación apartando a la Iglesia y surgen los programas de enseñanza basados en la unificación del idioma, el conocimiento de la geografía nacional y de la historia heroica del país.
Se desarrolla en este contexto, vinculado a la disputa de la clase burguesa con la aristocracia, un modelo de ciudadano liberal, que reivindica la igualdad jurídica y los derechos individuales en el marco de cada nación en desarrollo. 
En ese sentido, fuera uno, ciudadano de Venecia, Florencia, Francia o Estados Unidos, la ciudadanía se basa en un vínculo de fidelidad a la nación, y ya no sólo en una fidelidad directa y personal al soberano como ocurría en la sociedad feudal. Consideradas desde esa óptica, las democracias han sido nacionales, y los ciudadanos han sido ante todo patriotas
La escuela fue la que desempeñó este papel político:  La enseñanza se encarga de esa necesidad imponiendo un único idioma por todo el territorio de la República, convirtiendo la falta de ortografía en una especie de falta moral. La escuela republicana enseña la historia y la geografía de la nación.   Esa historia muestra que un país es una larga gestación en la que participaron todos los reyes, héroes y hombres ilustres. En la escuela, la historia es ante todo un relato del que todos los niños deben sentirse herederos. La geografía cumple idéntico cometido; hay que conocer el territorio y estar dispuesto a defender su suelo sagrado.
Las grandes obras de la cultura son también parte de la conciencia nacional
Pero también es el momento de la IDEOLOGÍA LIBERAL: existe un área o espacio jurídico reservado a los individuos, en la que la acción estatal no puede penetrar :la libertad individual, la libertad de expresión, los derechos políticos, la propiedad privada, la inviolabilidad del domicilio y la correspondencia, la libertad de trabajo comercio e industria, etc.
Esa es la premisa ideológica del liberalismo que acuña el término ciudadano, y el ámbito de la «ciudadanía», señalando aquella esfera «individual» respecto de la cual el Poder no tiene injerencia.  Liberalismo, Contractualismo, Estado de Derecho y División de Poderes van a cobrar forma en los Estados Nacionales de la Modernidad, conformando lo que se denomina la Revolución Burguesa de la política, cuyos máximos exponentes son la Revolución Francesa y la Constitución Norteamericana

Si bien en teoría la forma política de gobierno de los modernos estados burgueses sería la democracia, y en nombre de la “voluntad popular” se derrocó a la monarquía; en la práctica el resultado fue bien diferente : ni se permitió votar a la mayoría de la población, ni los gobernantes se comportaron de acuerdo a la voluntad popular.
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La gran crítica de Karl  Marx
hacia esa relación «ideológica» es una verdadera revolución teórica y política. Marx propone transformar la «utopía» de «cambiar el mundo» en un proyecto posible y realizable, no a partir de perseguir la justicia en abstracto, sino de descubrir que están dados los elementos concretos que la vuelven posible. Las ideas dominantes en cada época histórica son las de la clase materialmente dominante.
Es decir, la «hegemonía» implica un modelo de «ciudadanía» políticamente correcto.
Es decir, pueden difundir una visión del mundo acorde con la defensa y reproducción de sus intereses, y explicar su propio lugar de privilegio en el reparto social de modo de convertirla, en términos muy generales y abstractos, en la justificación “oficial” del estado de cosas que las coloca como ganadoras en el reparto de bienes materiales y simbólicos
Pero en la medida en que la vivencia cotidiana del orden social le muestra a los perdedores su propia situación desventajosa, es esa misma experiencia “práctica” lo que les otorga la posibilidad de comprender su condición de explotación y, por tanto, de intentar modificarla.
El proceso de comprensión deviene así construcción de ideas y discursos capaces de confrontar con los dominantes en los distintos planos de la realidad social.
Marx habla de «pensamiento único» y hace referencia a una relación de fuerzas sociales expresada en el nivel mundial, que le permite al capitalismo actual presentarse como opción excluyente de organización de la vida humana, y pretender eliminar toda formulación contradictoria y confrontativa que permita siquiera la posibilidad de interrumpir el esquema actual de reparto de poder. 
El capitalismo es además un tipo de sociedad donde predomina la cantidad sobre la cualidad; las mercancías y el capital sobre las personas; el mercado y el intercambio sobre la razón y el amor; el frío interés material sobre la ética y los valores; el cálculo sobre la amistad y el fetiche del dinero sobre los seres humanos. Todo se compra.Todo se vende. ¡Todo tiene un precio!. Cada quien vale según cuanto tenga. El dinero se convierte en el Dios todopoderoso de este tipo de sociedad.
El capitalismo siempre fue así. No es que “ahora funciona mal”.
Pero a partir de la última década del siglo XX, este tipo de organización social ha experimentado una violenta expansión. ¡Se devoró todo el globo!. Aunque desde su origen se estructuró como sistema mundial, a partir de la década del ’90 el mercado mundial arrastró con su corriente todas las sociedades nacionales.La lucha actual de los trabajadores contra los patrones no se origina en “la envidia” o “el resentimiento”. Los trabajadores luchan contra el capitalismo porque la única manera de vivir mejor presupone terminar con este tipo de sociedad Mientras que un obrero logra ascender por ganarse la lotería o porque su hijo se hizo estrella de fútbol o de boxeo; mientras que una empleada logra ascender por casarse con el patrón –estos casos son extraordinariamente raros y excepcionales- millones siguen hundidos en el pantano de la miseria y la explotación. ¡La única salida es colectiva!. No provendrá de las “buenas intenciones” o “los buenos sentimientos” de un patrón “al que le importa su país”. Tampoco dependerá de la suerte individual.
Dependerá de la lucha de clase de los trabajadores de todo el mundo. La lucha contra el capitalismo es una lucha por toda la humanidad SEGÚN MARX.   El poder tiene necesidad de ser justificado y sólo la justificación, cualquiera que ésta sea, hace del poder de mandar un derecho y de la obediencia un deber, lo que equivale a transformar una relación de hecho y de mera fuerza en una relación jurídica.  Esa es la función del pensamiento «unico», del cual es el mejor portador el «ciudadano» abstracto que critica Marx

Karl Marx..
Posición de Thomas MarshallUn teórico muy importante que trabajó el tema de la ciudadanía de esta etapa va a ser Thomas H. Marshall, que en 1949 va a realizar una temporización de la ciudadanía como un proceso de:
Adquisición de derechos por el cual, primero se habrían adquirido los derechos civiles, luego los derechos políticos y el siglo XX sería la etapa de ampliación de la ciudadanía hacia los derechos sociales.
 Para este autor la ciudadanía es ―una condición otorgada a aquellos que son miembros plenos de una comunidad. Todos los que poseen la condición son iguales con respecto a los derechos y deberes de que está dotada esa condición.

Ciudadanía como estatus legal: en este caso se refiere esencialmente a los derechos de ciudadanía, y de forma secundaria a los deberes. Ésta es considerada, con razón, la dimensión pasiva de la ciudadanía
Ciudadanía como identidad política: ésta es la dimensión de pertenencia a una comunidad política, típicamente, pero no necesariamente, a un estado-nación o a un estado basado en una comunidad política…
Ciudadanía como participación: se trata de la dimensión activa por excelencia de la ciudadanía, en tanto que concierne a la implicación activa y la participación directa en la vida de la comunidad
Esta idea de ciudadano, que sostenemos fue dominante durante largo tiempo va a
entrar en crisis a nivel global sobre finales del siglo XX y va a ser cuestionada por otros varios modelos de ciudadanía que se propugnan desde diversos sectores. que podemos considerar dominantes y que, si bien pueden tener puntos en común, son bastante diferentes.


La ciudadanía en la Argentina
Con respecto a nuestro país, esta concepción proveniente de Europa acerca de la ciudadanía ejerció una gran influencia.
Argentina vivió un proceso análogo al de los Estados nacionales europeos por el cual fue constituyéndose como un Estado-nación independiente.
Varios autores coinciden en señalar como a fines del siglo XIX, el período en el cual se logra consolidar un Estado nacional, luego del triunfo de la oligarquía porteña sobre el interior del país.
Esto respondía a las necesidades de las elites dominantes que amparadas por los contextos internacionales requerían de condiciones adecuadas para el desarrollo económico de la nueva nación latinoamericana.
Tales condiciones tenían que ver -como acertadamente señala Ozslak- con que Con mercados muy localizados, población generalmente escasa, rutas intransitables, anarquía monetaria, inexistencia de un mercado financiero y vastos territorios bajo control indígena o de caudillos locales, las iniciativas veían comprometidas sus posibilidades de realización.
Para los sectores económicos dominantes que encontraban en la apertura hacia el exterior creciente terreno de convergencia para la homogeneización de sus intereses, la superación de tales restricciones pasaba por la institución de un orden estable y la promoción de un conjunto de actividades destinadas a favorecer el proceso de acumulación. “Orden y progreso”, la clásica fórmula del credo positivista, condensaba así las preocupaciones centrales de una época.  En este contexto, en 1860 entra en vigencia la Constitución Nacional (que ya regía desde 1853 en el interior del país), con la jura de la misma por parte de Buenos Aires, y se promueve la inmigración externa bajo la premisa alberdiana de “Gobernar es poblar”
Las oleadas inmigratorias europeas se suceden entre fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX a tal punto que significó en términos demográficos que la población argentina se duplicara cada veinte años.  
Ahora bien, era necesario lograr la homogeneización cultural de los inmigrantes, y con este fin Argentina instrumentó una política de educación e inserción forzosa, basada en la obligatoriedad de la enseñanza primaria a partir de 1884 con la famosa ley 1420, la inculcación de la épica y los símbolos nacionales elaborados por la corriente historiográfica de Bartolomé Mitre (la llamada “Historia Oficial”), y la conscripción forzosa durante un año en el ejército a partir de 1902.
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Con estas medidas se buscaba dar forma a lo que, los sectores dominantes entendían, debía ser el ciudadano de la nueva nación argentina. Con un sistema político restringido, en el que la integración política de los inmigrantes era reducida, donde eran pocos los extranjeros que estaban en condiciones de votar, donde la educación media y universitaria estaba destinada a una elite con futuro de gobierno, y la educación primaria formaba en aspectos básicos del trabajo del campo y la casa.
Como afirma Oscar Terán ―para 1895 en Buenos Aires, de los 216.000 varones solo 42.000 eran argentinos nativos, de los cuales a su vez votaron en las elecciones de 1896 poco más del 25%.Centralmente entonces, la concepción dominante acerca de la ciudadanía durante esta etapa tuvo que ver con los caracteres que señaláramos antes de estatus legal que asigna derechos y obligaciones.
Con el tiempo, y la eficaz tarea homogeneizadora de la escuela se va a configurar una identidad política y una relación de pertenencia con el país, (aún para aquellos que siendo inmigrantes van a asumir a este país como su segunda patria), y esto va a influir en el avance de la participación política en los asuntos que conciernen a la Argentina.
Los extranjeros se van a organizar sindicalmente y así es como surgen los primeros sindicatos y la primera central sindical estable, la Federación Obrera Argentina (FOA) impulsada por anarquistas y socialistas. Asimismo, no es casualidad que en 1891 se funda la Unión Cívica Radical y en 1896 el Partido Socialista, que pueden considerarse como los primeros partidos políticos que se abren a una masiva participación de los inmigrantes, de los sectores medios y de los trabajadores.

Durante el siglo XX, la participación y el interés por los asuntos públicos del país irá creciendo con la incorporación primero de los inmigrantes, luego de las mujeres (sobre todo a través del primer voto femenino en 1951), y finalmente con la participación masiva por parte de los jóvenes, en especial a partir de la década del sesenta.
Empero, a partir del primer gobierno peronista (1945) se construye en Argentina un Estado benefactor, que va a ejercer su influencia sobre las concepciones de la ciudadanía, especialmente por la incorporación masiva de los derechos sociales en la agenda política y la reivindicación del pueblo y los trabajadores como sujetos políticos.
Esto configurará un especial sentido del ciudadano como actor político y social, con un sentido colectivo respecto a la solución de sus problemas y con un rol activo en la comunidad.
Consideramos que estas concepciones de la ciudadanía, asociadas a la pertenencia a un Estado-nación, a un status portador de derechos y obligaciones que tienen distintos grados de desarrollo y amplitud; y a la importancia de la participación política a través de diferentes medios, si bien no fueron las únicas que existieron en la Argentina, tuvieron un fuerte consenso y fueron las preeminentes, por lo menos hasta fines de la década de los ochenta, momento en el cual afloran crisis que se venían incubando desde la dictadura iniciada en 1976.

Posteriormente, con la transición a la democracia, se produce el cambio de régimen político, la constitución del modelo representativo y el dificultoso ensamble entre políticas de ajuste y democracia durante el gobierno radical (1983-1989).
En este período se produce la eclosión de la crisis del Estado de bienestar con las hiperinflaciones de 1989.
Es decir que, a partir de la década del noventa, en el llamado período neoliberal, en Argentina se producen grandes transformaciones, bajo las que o como resultado de las cuales se modifican las concepciones acerca de la ciudadanía.
Surgen otras manifestaciones de la misma, con el consiguiente avance del pensamiento neoliberal con su confianza ciega en el mercado y el desprestigio de la acción del Estado.

A partir del año 1990 esa idea de ciudadanía, pensar en un modelo social, un modelo de integración, un modelo de reconocimiento de la solidaridad, no en términos caritativos, sino en términos de reconocimiento de interdependencias y de lo que debía ser el Estado para ellos, fue dejado de lado por un modelo individualista, por un modelo de ciudadanía consumista o ciudadanía de un modelo participativo pero muy fragmentario, de fragmentación del espacio social y urbano.   Esto lleva a Landau a hablar de ciudadanía resignada, ciudadanía individualista y ciudadanía ausente.
Ideas como la necesidad de acotar a un Estado que estaría sobredimensionado, y de confiarle sus tareas a sectores económicos que resultarían más eficientes, los planteamientos individualistas que venían desde tiempo atrás como el “sálvese el que pueda”, el “no te metás”, y el conocido “algo habrán hecho”, y el gran desprestigio en el que se va a sumir la actividad política, sobre todo debido a la corrupción de sus actores; van a configurar este cuadro de situación que respecto a la ciudadanía implicará que ésta encuentre otras expresiones muy variadas como la participación en pequeñas organizaciones no gubernamentales (ONG´S), aparentemente más probas y   eficientes;  la resignación ante este presente y a lo sumo la participación a través del voto, la ciudadanía apolítica o escéptica; y también, algunos sectores que resistiéndose a este modelo plantearon la necesidad de un pensamiento y una solución colectiva para sus problemas y que configuraron movimientos sociales sobre fines de la década de los noventa.   
Spots presidenciales Carlos Menem [1989] – argentoria
Así va a haber autores que ante el fenómeno de la exclusión social, van a hablar de ciudadanía formal y ciudadanía sustancial, para explicar las situaciones por las cuales hay personas que poseen el estatus jurídico de ciudadanos pero no gozan de los derechos efectivamente.    Mientras que, por otro lado, ya no se va a ubicar a la ciudadanía sólo en el contexto de un Estado-nación, sino que se va a empezar a hablar de ciudadanía trasnacional, supra-nacional. 
Por lo general, algunos sectores de la izquierda, afirman la necesidad de la “participación popular”, mientras que sectores políticos conservadores sostienen la importancia de la “cultura cívica” mayormente entendida como respeto a las instituciones vigentes y participación a través del voto, pero rara vez este tema asoma claramente como un problema central de un proyecto político.

El Estado y El Gobierno: DERECHA, IZQUIERDA Y CENTRO
Existen múltiples concepciones del Estado, todas las cuales coinciden al menos en un punto: el mismo debe detentar “el monopolio del ejercicio de la violencia legítima en territorio determinado”.Esta coincidencia en cuanto el monopolio de la coerción legítima corresponde al aparato estatal,  deja traslucir lo que es una de las funciones principales del mismo, y por ende habla de lo que es su naturaleza.Pero más allá de este puntual consenso, existen multiplicidad de concepciones respecto de lo estatal, que no resultan ni más ni menos que un reflejo de los disímiles estratos ideológicos que atraviesan a toda sociedad. Dependiendo de la ubicación ideológica
Una posición de centro tratará de hacer hincapié en el rol que éste desempeña en la realización del bien común, en la administración de justicia, y tenderá a señalar también los peligros de una posible extralimitación del mismo en lo que hace a sus atribuciones.  En este sentido el riesgo que entraña es el de su avance en la esfera de las libertades individuales.  

Una posición de izquierda remarcará el rol del mismo en el dominio de una clase por sobre otra, en como la clase dominante hace aparecer en la figura estatal sus intereses como coincidiendo con los de toda la sociedad, y como en última instancia, el Estado moderno es el “comité de administración de los asuntos de la burguesía”, si parafraseamos a Marx.  Aquí el peligro es actual, no potencial, ya que mediante el aparato estatal se lleva adelante el domino de un determinado grupo social por encima de otro, con lo cual el uso del mismo es instrumental.

Para una posición conservadora o de derecha, el estado representa la forma de administrar los asuntos temporales, y como tal debe ser llevada adelante por un representante de dios en la tierra, o sea el rey, monarca hereditario investido en su lugar por la autoridad divina, que habla por su boca, y por ende, jamás se equivoca. La afirmación del soberano francés Luís XIV, el Rey Sol, de que “el Estado soy yo” ilustra claramente esta posición. Aquí el Estado aparece engarzado en un orden natural de cosas, tal como en el orden feudal. Toda legitimidad, toda razón de ser desciende desde la altura de dios hacia la tierra, por ende el peligro aquí aparece bajo la forma de la ideas que pretenden secularizar el mundo

Gobierno
Como ha quedado expuesto Estado no equivale a gobierno, pues dentro de aquel se encuentra esencialmente la burocracia, que más allá de las coyunturas políticas, permanece en su puesto.  El gobierno de una sociedad puede organizarse de diferentes maneras, pudiéndose establecer una dicotomía entre aquellos que contemplan división de poderes como las repúblicas, y aquellos que concentran todo el poder en la cima, como puede ser una monarquía pura o algún otro tipo de gobierno basado en la decisión de un único líder o un grupo de ellos.
Lo que caracteriza a la república moderna es la división de poderes, es decir que existe en su seno una diferenciación de funciones las cuales conservan la independencia unas de los otras.  Esta división es triple y comprende a la función ejecutiva, legislativa y judicial.  La independencia a la cual aludíamos implica que esos tres poderes deben actuar entre sí como un sistema de frenos y contrapesos, de manera tal que los posibles excesos de alguno de ellos se vean compensados por el límite que a su accionar que ejercen los otros dos.
En el caso del parlamentarismo, el ejecutivo va a ser presidido por un primer ministro, el cual es elegido entre los legisladores y por los legisladores.
En un régimen presidencial el ejecutivo es ocupado por un presidente, el cual es elegido por el voto popular de los ciudadanos sin que intervenga el parlamento.
gobierno y estado no coinciden automáticamente.
La base de esta diferenciación reside en el hecho fundamental de que el estado representa a toda la nación, y el gobierno, si bien debe gobernar para todos los ciudadanos, representa los intereses de una parcialidad, que aunque mayoritaria, hace valer sus intereses por encima de los del resto de la comunidad.
En nuestra república ambas funciones coinciden en la persona del presidente, pero en otros sistemas, como las monarquías parlamentarias, están divididas.
El rey o reina representa a la jefatura de estado y el primer ministro representa la jefatura del gobierno.
Así sucede también en regímenes como el alemán o el francés, en los cuales las figuras del presidente y primer ministro representan la jefatura de estado y gobierno respectivamente, y que están conformadas por personas diferentes con atribuciones diferenciadas.  Por tanto, en buena medida, la legitimidad del gobernante va a descansar en su disposición a cumplir con sus promesas, a la vez que en su voluntad de privilegiar el interés colectivo por encima del particular.

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