Por Enrique Oliva
Vale la pena agregar algunas consideraciones más a la justa apreciación de Marx sobre las crisis del capitalismo tal como se evidenció en 1929 y en la actualidad. En mi nota del 22 de este mes de marzo del 2008, transcribía unas líneas por él escritas en 1867 en su obra El Capital. Al respecto es de recordar que Marx murió en 1883. Es decir, 46 años antes de la crisis de 1929.
Es sabido que Marx popularizó la expresión alemana “lumpen”, incorporada al diccionario de la Real Academia Española, definiéndola como “capa social más baja sin conciencia de clase”. El término lo usó contra México, al justificar la invasión y anexión a sangre y fuego de la mitad de su territorio a mediados del siglo XIX por parte de EEUU.
Es que Marx estaba convencido, e insistía vehementemente en ello, que la revolución de clases comenzaría en un país industrial avanzado, dando por probables a Inglaterra, Alemania o Estados Unidos. No creía en la capacidad revolucionaria de pueblos mayoritarios de lumpenproletarios. Por eso cuando unos socialistas le hablaron de intentarlo en Rusia, consideró la idea disparatada.
Creo necesario pensar que esta crisis actual puede llegar, como abundan las opiniones en esa dirección, a provocar el comienzo del fin del capitalismo salvaje. El desempleo y hambre genera, como lo vemos en la historia del siglo pasado, convulsiones caóticas que pueden llevar al poder a oportunistas con fuerzas políticas minoritarias pero con el dominio de las calles. Eso se dio con la revolución rusa y el nazismo germano, que sin contar ninguno de ellos con mayoría para llegar por vía eleccionaria al gobierno, tanto los bolcheviques como los nazis lo lograron. ¿O NO?
El caso Juan Perón: Sin especulación política alguna, me atrevo a arriesgar el ridículo ante la tilinguería reinante, por recordar cómo y porqué el General Juan Perón fue plebiscitado por tercera vez presidente, hasta con votos de ex enemigos acérrimos: por ser el único político estimado con influencia real y capacidad de lograr un mínimo de orden para encaminar al país con la consigna popular de “ni yanquis ni marxistas, peronistas”. Además, Perón poseía la autoría de las tres banderas que siguen significando toda una genial síntesis de política nacional expresada en seis palabras: soberanía política, independencia económica, justicia social. Desgraciadamente la muerte se lo impidió y volvimos a las desuniones. Pero sigue vivo su ejemplo, dejando la opción inevitable de que “el siglo XXI nos encontrará unidos o dominados”. ¡No queda tiempo para vacilaciones!
Interrogantes para un futuro cercano
¿A nadie se le ocurre que pueda repetirse en este siglo, o mañana o pasado, porque al punto determinante del inicio de las revoluciones no se les puede dar fecha precisa?
¿Es descabellado suponer la repetición de que, una situación caótica generada en un gran país industrializado desemboque en una crisis a nivel planetario? ¿Estamos los argentinos preparados para unirnos entre nosotros con un mínimo de políticas de estado para salir lo mejor librados posible de los males que afectarán al mundo, convenciéndonos que nuestra vía es la Patria Grande Suramericana que soñaron San Martín y Bolívar? Esta posibilidad se hace más creíble por la carencia en estos momentos dramáticos de verdaderos estadistas a niveles internacionales, con el agravante de poseer cabezas nucleares. La caída de un dólar sin respaldo por el exceso de emisión descontrolada, con masiva desocupación, carencia de techos familiares, saqueos de hambrientos y encima discriminaciones raciales ¿no crearían el momento sorpresa de una revolución surgida de las calles, o una alteración caótica en algún país altamente industrializado, como pensaba Marx?
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