Rosas

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sábado, 31 de diciembre de 2011

Perón: la formación de su pensamiento

por Domingo Arcomano

Sin prisa pero sin pausa, el pensamiento de Juan Domingo Perón va siendo abordado desde distintas perspectivas y profundidades por quienes encuentran en él un hito, un término (como límite) o un obstáculo epistemológico. Este proceso incluye el rescate de fuentes biográficas, documentos desconocidos, impresiones icnológicas que navegan entre la memoria y la transmisión oral, entre otras, para ir conformando el vasto fresco tridimensional de una figura que, por lo polifacética, se antoja a veces inabarcable. La mayor o menor simpatía o animadversión por el personaje es fagocitada por la complejidad de un proceso que lo tuvo como eje articulador: la modernización de la Argentina. En tanto, sus viejos adversarios aún vivos se esterilizan entre viejos rencores, confusión y mala fe o, simple y llanamente, abocados al cultivo voluntario y soez de la ignorancia.
Mientras en el "primer mundo" un libro sobre un muerto ilustre es un aleteo del vuelo de Minerva, un acto de canibalismo literario sobre escombros del pasado, aquí suele ser, aún hoy, un intento fracasado de "ajuste de cuentas" con el personaje en cuestión, fundado la más de las veces en profundo desconocimiento de nuestra propia historia, en el que el ocultamiento o destrucción de fuentes y la colonización de los aparatos educativos no tienen la responsabilidad menor.
En la línea de los pacíficos admiradores del General Perón se inscribe el folleto, muy bien impreso, de Piñeiro Iñiguez. Continuando una línea de interpretación inaugurada por Fermín Chávez, el autor desgrana las fuentes teóricas en las que abrevó Perón y cuya evaluación más destacable es el pragmatismo que presidió su utilización al servicio de la Nación: "Un método argentino para resolver los problemas argentinos". Esto último... algo incomprensible para los asaltantes de la Universidad de 1955 cuyos restos y descendientes se encuentran aún enquistados como un tumor en la Universidad actual.
Pero entremos de lleno en la obra, evaluando lo que a nuestro juicio son sus aciertos y sus errores. En este plano resulta discutible la ambigua afirmación de Piñeiro Iñiguez relativa al acompañamiento de la "tendencia profascista del golpe del 30", por parte de Perón (pág. 22). De su accionar previo y del informe que le dirige a Sarobe ("Algunos apuntes en borrador. Lo que yo vi de la preparación y realización de la Revolución del 6 de setiembre de 1930. Contribución personal a la historia de a revolución" (son solo apuntes, falta redacción) Cap. Perón -Buenos Aires, Enero de 1931) nada surge en ese sentido. El informe por su parte, se configura como el acta de acusación y el documento de ruptura con la doctrina del "estado mayor", tal como creemos haberlo demostrado en "Perón. Guerra y Política-Las fuentes Militares de `Conducción Política´". No obstante lo cual el autor del folleto insiste en esta última línea interpretativa (Perón como "oficial de Estado Mayor") citando, con prevenciones, a dos "historiadores" devaluados: José Luís Romero y el autor norteamericano de lengua española (1) Tulio Halperín Donghi (págs. 40/41), aunque luego matice la "justa caracterización" (sic) que desgranó el primero, incorporando nuestro autor la figura del "intelectual militar" (2) para definir a Perón.
Destacamos como un acierto entre las fuentes mencionadas, la del historiador austriaco del pensamiento hispanoamericano Víctor Frankl, a quien se le debe un importante trabajo sobre la doctrina social de la Iglesia en la década de los 40 del siglo pasado, publicado en la Revista "Universidad" que dirigía el cura Hernán Benítez y de indudable influencia en Perón (vale la pena leer el libro citado por Piñeiro Iñiguez "El Peronismo visto por Víctor Frankl", de Chávez, quien, aunque no cita ese trabajo, nos da una acabada noticia de la importancia del Frankl y de sus vínculos con el peronismo). En relación a este hombre del mundo católico centro-europeo (por resistirse al "anchluss" hitleriano, la anexión de Austria al Reich alemán, debió exiliarse) su afirmación de que Perón habría encarnado una "teología de la revolución", y que Piñeiro Iñiguez pone como antecedente de alguna manera de la "teología de la liberación" latinoamericana, resulta una afirmación excesiva. De aquella "teología de la revolución" , de orígenes medievales, aunque luego la presidieran Francisco de Vitoria y Francisco Suárez, no hay trazas en Perón. Esa teología tiene un marcado acento conservador y empalma más bien, en el s. XIX, con el pensamiento reaccionario español de Vázquez de Mella y Donoso Cortés. Y este "filum" genético tiene bastante poco que ver con la(s) teología(s) de la liberación, inexplicables sin los sucesivos "aggiornamentos" de la Iglesia y las recepciones del marxismo y la revolución cubana por parte de los sacerdotes latinoamericanos. (pág. 32).
Si bien la obra no se presenta como un desarrollo exhaustivo del Perón escritor, resulta destacable, aunque insuficiente, la referencia al Perón historiador y su vínculo con las corrientes historiográficas de la época (fundamentalmente el mitrismo, cuya ejecutoria estaba a cargo entre otros, pero principalmente, de Ricardo Levene). Aquí nos permitimos destacar la sinuosa corriente historiográfica que articulaba desde el Ejército, la doctrina de la "nación en armas", el culto del "héroe (militar, en este caso, el gran capitán) en la historia" y la presencia determinante del pueblo; que se iba desprendiendo del mitrismo oficial pero aún con firmes vínculos con éste (3).
Otro acierto a destacar son los capítulos dedicados al "APRA y el peronismo" y a la Revolución Boliviana de 1943. Las referencias a Haya de la Torre, al Kuomintang (las "tres banderas" de Sun Yat Sen son un no lejano antecedente de las del peronismo), y a figuras como el exiliado nacionalista revolucionario boliviano Carlos Montenegro -quien dirigiera durante el peronismo la Revista "VERDAD para Latinoamérica" (1952-1953)- son fuertes incentivos para profundizar su estudio.
La consideración de lo que el "peronismo no fue" (Cap. XXI), a su vez merece una consideración: sin duda el peronismo no fue un "fascismo" ni ninguna de sus variantes; en ello coincide el autor del folleto. Este dato letal de la realidad, fácil de constatar desde aquí, desde la Argentina, fue la pesadilla -en muchos casos interesada- de la mirada extranjera. Mirada que -en nuestro País de capas medias colonizadas- se instaló firmemente a través de la "docencia" del italiano Gino Germani, un liberal reaccionario, antifascista bastante tonto, que pasa por ser el fundador de la "sociología moderna" en la Argentina (la que perece día a día en la Universidad). Letra más, letra menos sus afirmaciones sobre el peronismo forman parte de los resúmenes denostadores que se reiteran sobre el mismo. Como dato "curioso" cabe señalar que otros despistados calificaron al primer peronismo de "comunista", "ateo" o "pagano" (Julio Meinville). Y, última pero no la peor, se dedicó una abultada tesis universitaria -cabalgando sobre el "tipo ideal" de Max Weber- a demostrar que el peronismo no era fascismo. El disparate es que esto no lo hizo un "scholar" anglosajón, europeo continental o japonés, sino un argentino.
Un último reparo lo hacemos a la concesión periodística de la manipulación de la historia, tan en boga en estos días de la mano de Felipe Pigna, Hugo Chumbita, Pacho O`Donnell y García Hamilton: "la noche más atroz de la dictadura sufrida por los argentinos" en referencia a la dictadura militar de 1976-1983 por parte del autor, omite considerar las masacres en la Provincia de Buenos Aires (1829) perpetradas por el sirviente del imperio británico Juan Lavalle y las del otro sirviente y padre-fundador (del diario "La Nación" y de la Argentina del "centenario"), Bartolomé Mitre, en el Norte del País (1861/1863) y durante la Guerra del Paraguay (1865/1866). Las muertes causadas por estos dos traidores a la patria exceden largamente las provocadas por la mafia cipaya civico-militar de los 70.
La memoria selectiva cuando ella está presidida por la ideología circunstancial, es la primera traición del historiador.
Salvada esta perla negra, creemos que esta obra que reseñamos debe ser leída como un primer paso a su profundización. Es una punta de los varios hilos de Ariadna que nos permiten ingresar al laberinto del peronismo. La voluntad de estudio y la percepción sutil corren por nuestra cuenta. El Minotauro espera.

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