Por Prudencio Martínez Zuviría
Querido Juan Manuel, en el día en que se cumplen 137 años de tu entrada al cielo, te recuerdo con cariño y veneración por todo lo que le has dado a nuestra querida Patria.
La patria, la tierra en que naciste y en la que descansan tus venerados y queridos restos, a pesar del mal augurio de aquel pésimo poeta unitario, siempre te recuerda.
El cielo pampeano y los verdes campos, no se olvidan de vos mi querido Restaurador, lo mismo que cuando eras Gobernador de Buenos Aires y Jefe Supremo de la Confederación Argentina.
Nuestra patria no te olvida, los hombres como vos no se olvidan, se recuerdan y se viven, con la esperanza siempre puesta en el horizonte de una Argentina mejor, como vos la soñaste y por la cual vos luchaste.
En este día te recuerdo en mi oración al Buen Dios Nuestro Señor y a su dulce y querida Madre, mi querido Juan Manuel.
Tu misma sangre te rinde hoy este querido homenaje.
Brigadier General don Juan Manuel de Rozas. Presente por Dios y por la Patria.
BRIGADIER GENERAL DON JUAN MANUEL DE ROZAS
1877 – 14 DE MARZO – 2014
Vivió librado al trabajo diario en su retiro de Sothampton; en vida modestísima, frugal y severa; resignado con suerte, sin hacer vanos alardes, pero con indómito orgullo hasta el fin de sus días. Muy pocos extraños sorprendieron su soledad; que sólo sus íntimos lo alegraban con su presencia. Y la montaña informe del tiempo que solo vierte nieve en la cabeza y plomo en las piernas, parecía que no lo abrumaba a Rozas. Octogenario, sano y activo, se ganaba su pan de cada día. Pero éste se hacía cada día más difícil. Sus ganancias las había insumido en el ensanche de su establecimiento o en mejoras de la localidad.
A su costa se acababa de construir un templo católico y una escuela. Algunos compatriotas amigos le tenían asignada una anualidad que lo ayudaba a vivir. Pero esta ayuda estaba de suyo sujeta a contingencias tan factibles como su pobreza que arreciaría. Algunos de estos ecos se registran en las cartas con que respondía las atenciones de los que lo favorecían, Y como si se culpase de ver su situación peor de lo que ella era, cuando él se sentía con fuerza y disposiciones para el trabajo., en su último tiempo redobló su actividad, atacando personalmente faenas rudas y pesadas y dirigiendo al mismo tiempo el movimiento en todos y en cada uno de los detalles de su establecimiento.
En este sentido ni perdía momento, ni lo contenía la hora ni el tiempo por malo que fuese. El invierno en Inglaterra es singularmente cruel. El sol, como en letargo estupendo, apenas vierte a intervalos su amorosa esencia en el seno de la tierra. Los vapores acuosos de la atmósfera se dilatan como arabescos sobre un inconmensurable manto gris que vela el azul del cielo. Las tardes abaten el espíritu a través de una semi claridad tejida de hilos de nieve sutil que penetra hasta los huesos.
Pero nada de ello podría contener al octogenario; que más inclemente que el tiempo era su suerte. Si alguno de su servicio se refería al frío que lo había tomado fuera, Rozas se decía que ello era prenda ganada para el verano, bien que la tarea fuese siempre la misma.
Una tarde del mes de marzo de 1877 que regresara más temprano que de costumbre, tuvo que montar nuevamente a caballo para ir a ver cómo se encerraban unos animales. Cuando volvió a casa empezó a toser.
Esa noche tuvo fiebre. Su amigo el Doctor Wibbling constató una congestión en los pulmones, gravísima en su edad. Su amorosa hija se trasladó inmediatamente a su lado. Al día siguiente, esto es el 13 de marzo, aumentó la tos, espectoró bastante sangre y lo acometió sin cesar la fatiga.
En la mañana del 14 de marzo su hija le preguntó cómo se sentía:
Rozas la miró tiernamente.. No sé niña, le dijo y murió..
Conforme en un todo a lo que dispuso Rozas, su cadáver fue transportado de su chacra de Swathling a la capilla católica de Southampton, y al día siguiente conducido sin pompa alguna al cementerio de esa ciudad.
El féretro de roble , llevaba en su parte anterior, y como trofeo, una bandera Argentina y el sable que el general San Martín usó en sus campañas de la Independencia de América y que regaló al general Rozas.
Un solo coche acompañaba al féretro.
La prensa de Inglaterra y Francia se ocupó de la muerte de Rozas
Fte: Adolfo Saldías. HISTORIA DE ROZAS Y DE SU ÉPOCA. T° III. Biblioteca Sudamericana. Félix Lajouane. Editor. Preú 51.
Buenos Aires. 1887.
CARTA DE DOÑA MANUELITA ROZAS A SU MARIDO MÁXIMO TERRERO, FECHADA EN LONDRES EL 16 DE MARZO DE 1877, ANUNCIANDOLE LA TRISTE NOTICIA DE LA MUERTE DE SU PADRE EL BRIGADIER GENERAL DON JUAN MANUEL DE ROZAS.
Southampton, marzo 16 de 1877
Cuando recibas ésta estarás ya impuesto de que mi pobre y desgraciado padre nos dejó por mejor vida el miércoles 14 del corriente.
¡Cuál es mi amargura tú lo alcanzarás, pues sabes cuánto le amaba, y haber ocurrido esta desgracia en tu ausencia hace mi situación doblemente dolorosa! Es realmente terrible que tan pronto como nos hemos separado, desgracia semejante haya venido a aumentar el pesar de estar tan lejos uno del otro, pero queda seguro, no me abandona la energía tan necesaria en estos momentos que tanta cosa hay que disponer y atender, todo con mi consentimiento, y que sobrellevo tan severa prueba con religiosa resignación acompañándome el consuelo de haber estado a su lado en sus últimos días, sin separarme de él.
El lunes 12 fui llamada por el doctor Wibblin, quien me pedía venir sin demora. El telegrama me llegó a las cinco y media y yo estuve aquí a las diez y media, acompañada por Elizabeth. El doctor me esperaba para explicarme el estado del pobre tatita. Sin desesperar del caso, me aseguró ser muy grave, pues que, siendo una fuerte congestión al pulmón, en su avanzada edad era de temerse que le faltase la fuerza, una vez debilitado el sistema. Al día siguiente (martes) el pulso había bajado de 120 a 100 pulsaciones, pero la tos y la fatiga le molestaban mucho, a más de sufrir un fuerte dolor en el pulmón derecho. Este desapareció completamente en la tarde… La expectoración, cada vez que tosía, era con sangre, y éste, para mí, era un síntoma terrible, como también la fatiga. Esa noche del martes supliqué al doctor hablarme sin ocultarme nada, si él lo creía en peligro inmediato; me contestó que no me ocultaba su gravedad y que temía no pudiera levantarse más, pero que no creía el peligro inmediato, ni ser necesario consultar otros médicos, y como su cabeza estaba tan despejada y con una fuerza de espíritu que ocultaba su sufrimiento, embromando con el doctor, hasta la noche misma del martes, en que hablábamos, víspera de su muerte. El doctor, como yo, convinimos no ser prudente ni necesario todavía hacer venir al sacerdote, pues su presencia pudiera hacerle creer estar próximo su fin y que esperaríamos hasta ver cómo seguía el miércoles.
Esa noche estuve con él hasta las dos de la mañana con Kate, pues Mary Ann me reemplazaba con Alice haciendo turnos para no fatigarnos. Antes de retirarme, estuvo haciendo varias preguntas, entre otras cuándo recibiría tu carta de San Vicente y me recomendó irme a acostar, para que viniera a reponer a Mary en la mañana. Todo esto, Máximo, dicho con fatiga, pero con tanto despejo que, cuando lo recuerdo, creo soñarlo!
Cuando a las seis de la mañana entró Alice a llamarme porque Mary Ann creía al general muy malo, salté de la cama, y cuando me allegué a él lo besé tantas veces como tú sabes lo hacía siempre, y al besarle la mano la sentí ya fría. Le pregunté “¿cómo te va tatita?; su contestación fue, mirándome con la mayor ternura: “no se, niña”. Salí del cuarto para decir que inmediatamente fueran por el médico y el confesor; sólo tardaría un minuto, pues Atche estaba en el corredor; cuando entré al cuarto había dejado de existir!!! Así, tú ves, Máximo mío, que sus últimas palabras y miradas fueron para mí, para su hija tan amante y afectuosa. Con esta última demostración está compensado mi cariño y constante devoción. ¡Ah, Máximo, que falta me haces! ¡Si tú estuvieras aquí yo sólo me ocuparía de llorar mi pérdida, pero no te tengo, y es preciso que yo tome tu lugar, lo que hago con una fuerza de espíritu que a mi misma me sorprende, desde que he estado acostumbrada que, en mis trabajos y los de mi padre, tú hicieras todo por nosotros! Pero Dios Todopoderoso, al mismo tiempo que nos da los sufrimientos, nos acuerda fuerza y conformidad para sobrellevarlos. ¡Te aseguro que ha muerto como un justo! ¡No ha tenido agonía, exhaló su alma tan luego que me dirigió su última mirada! ¡Ni un quejido, ni un ronquido, ni más que entregar quietamente su alma grande al Divino Creador! ¡Que El lo tenga en su santa gracia! ¡Mary estaba a su lado cuando murió, y esta pobre mujer se ha conducido con él, hasta su última hora, con la fidelidad que tú conoces siempre le ha servido! ¡Pobre tatita, estuvo tan feliz cuando me vio llegar el lunes! Las dos muchachas están desoladas.
Madre e hija demuestran el cariño que tenían a su patrón. Tus predicciones y las mías se cumplieron desgraciadamente, cuando le decíamos a tatita que esas salidas con humedad en el rigor del frío le habían de traer una pulmonía. Pero su pasión por el campo ha abreviado sus días, pues por su fortaleza pudo vivir muchos años más.
En uno de los días de frío espantoso que hemos tenido, anduvo afuera, como de costumbre, hasta tarde; le tomó un resfrío y las consecuencias tú las sabes. ¡Pobre tatita! Estoy cierta que tu le sentirás como a tu mismo padre, pues tus bondades para él bien probaban cuánto le amabas! A Rodrigo que ruegue a Dios por el alma de su abuelito, que tanta predilección hacía de él, y que no le escribo porque no me siento con fuerzas, ni tengo más tiempo que el que te dedico.
El doctor Wibblin es mi paño de lágrimas en estos momentos en que necesitaba una persona, a quien encargar las diligencias del funeral. Kate, con Manuel, fueron a ver al Undertarker, al padre y demás, y todo está arreglado para que tenga lugar el martes 20 y como el pobre tatita ordenara en su testamento que sólo se diga en su funeral una misa rezada, y que sus restos sean conducidos a su última morada sin pompa ni apariencias, y que el coche fúnebre sea seguido por un fúnebre con tres o cuatro personas, los preparativos no tienen mucho que arreglar y su voluntad será cumplida, y en éste último irán el doctor, Manuel y el sacerdote, y tal vez venga el esposo de Eduardita García, pues he tenido un telegrama preguntándome cuándo tendría lugar el funeral, porque quiere asistir a él. Eduarda me ha dirigido otro, diciéndome pone a mi disposición dos mil francos, si necesito dinero. Esto es un consuelo en mi aflicción.
Por supuesto que se lo he agradecido, contestando que, si necesito algo, a ella mejor que a nadie recurriría, pero que, al presente, no lo necesito.
También ordena tatita que su cadáver sea enterrado dos días después de su muerte, pero esto ha sido imposible cumplirlo, pues el undertarker dijo que no tenía tiempo, porque siendo el pobre tatita tan alto era preciso hacer el cajón y el de plomo, donde está ya hoy colocado, mañana vendrá el de caoba, decente solamente, y aunque deseaba fuese el funeral el lunes, no puede ser, por ser día de San José, y así será el martes 20. ¡Dios nuestro Señor le acuerde descanso eterno!
En fin, no serán las cosas dispuestas como si tú estuvieras ocupado de ellas, pero haremos cuanto podamos, yo por llenar mi deber filial y el doctor el tan sagrado de amistad. Pobre Manuel no sabe lo que le pasa, ni cómo complacerme y consolarme. Tuya
Manuela de Rosas de Terrero
ROZAS EN EL DESTIERRO
Copia y traducción de una Crónica de un diario ingles el “The Hmpshire Advertiser” de Southampton correspondientes al sábado 17 de marzo de 1877 y del miércoles 21 de marzo de 1877, en los que se informa el fallecimiento y funeral del General Don Juan Manuel de Rosas. Este documento realizado en Southampton por Liborio Justo hijo del Presidente Agustín P. Justo y que fue de su pertenencia lleva fecha diciembre de 1930.
Con motivo de su estadía en Inglaterra, Liborio Justo decide viajar a Southapton para visitar el cementerio donde descansaban los restos del General Juan Manuel de Rosas, su espiritu curioso e inquieto lo llevo a investigar y encontrar este diario de la época, lo copia y traduce.
THE HAMPSHIRE ADVERTISE – SOUTHAMPTON – SATURDAY MARCH 17 1877 -
MUERTE DEL GENERAL ROSAS.
Su excelencia General Juan Manuel de Rosas, ex Gobernador y Dictador de la Confederación Argentina, murió a las 7 del miércoles, en su casa-quinta en Swathling alrededor de tres millas de Southamton. Había nacido el 30 de marzo de 1793 y por consiguiente dentro de una semana hubiera alcanzado los 84 años de edad. El fallecido que había residido en y cerca de Southamton en los últimos 25 años, fue atacado por una inflamación a los pulmones el sábado pasado después de haberse expuesto imprudentemente a la inclemencia del tiempo y, no obstante lo sabia y constante atención del Dr. John Wiblin, F.R.C.S., quien había sido su medico y amigo confidencial durante todo el periodo de su residencia en este país, sucumbió al ataque a la hora nombrada. Doña Manuelita de Rosas de Terrero, la devota hija y compañera del ex Gobernador, llego de Londres el lunes y estuvo en constante cuidado de su padre durante sus últimas horas. Su esposo, Don Máximo Terrero dejo Southampton hace apenas unas semanas el 24 de febrero, en el vapor “Minho” de la Royal Mail Company, para Buenos Ayres, con documentos auténticos y todo lo necesario para recuperar las propiedades de su esposa y las del General las cuales ellos heredaron. El difunto tenía un hijo (Coronel Rosas) quien en un tiempo residió en Southampton y que murió en Buenos Ayres hace algunos años. Tenia también una hija (Doña Manuelita de Rosas de Terrero) y esta señora tiene dos hijos de 18 y 20 años respectivamente, el mayor de los cuales ha completado el miércoles sus exámenes en la Escuela de Minas de Londres. El General Rosas fue derrocado de la dictadura el 3 de Febrero de 1852, por un ejercito bajo la dirección del General Urquiza; Su ejercito fue completamente derrotado, y el general y su hija Manuelita tuvieron que refugiarse en la ciudad de Palermo de donde escaparon durante la noche llegando a bordo del H.M.S. “Locust” en seguridad, y al día siguiente fueron transbordados al H.M.S. “Centaur”, Almirante Henderson, Se dijo entonces que se trasladaría a los Estados Unidos, pero el General Rosas llego a este país en el mes de abril siguiente habiendo sido traído en un barco de guerra ingles comandado por el capitán Day miembro de una familia de Souuthanpton. Cuando llego a esta ciudad el general tomo departamento en el Windsor Hotel hasta que pudo obtener una residencia conveniente. Esta fue encontrada en Rocketone-place, Carlton-terrace, donde residió por muchos años. Mientras estuvo en la ciudad el general acostumbraba a cabalgar por las calles casi diariamente en un hermoso caballo negro y su majestuosa forma y porte militar, junto con los arneses de su cabalgadura, siempre atraía mucha atención y admiración. Más tarde se traslado a la quinta en que ha permanecido hasta su muerte. Este lugar llamado quinta de Burgués-street, de una extensión de 300 o 400 acres rentado al difunto Mr. Jhon Fleming, de Stonchan Park, y en el invirtió mucho dinero, encontrando su mayor diversión y placer en cuidarla personalmente. El general había estado enfermo de gota por algunos años pero se lo podía ver constantemente cabalgando por los campos y su mayor satisfacción parecía ser montar a caballo y dar ordenes a los que el ocupaba. Su pasión de comando era tan grande que a nadie le era permitido hablar una palabra excepto para dar a comprender que había entendido una orden dada o para hacer preguntas. El general Rosas siempre pago a los empleados y peones de su quinta alrededor de un tercio más de los salarios corrientes en el distrito pero tenía la peculiaridad de tomarlos únicamente día por día. Cada hombre era pagado diariamente e informado si se le necesitaba o no al día siguiente. Este aspecto extraño de su carácter surgía de una determinación de no encontrase atado nunca por compromisos permanentes pero en el resultado los hombres se encontraban en empleo regular y pocos cambios eran hechos. Tan estrictamente disciplinarios fueron sus hábitos que el tiempo de trabajo de cada hombre era calculado hora por hora. Tenía siempre un sereno especialmente empleado invierno y verano para que tocase cada media hora durante la noche una gran campana colocada bajo la ventana de su dormitorio. Fue siempre una característica del fallecido pagar bien el trabajo que contrataba, pero era rígido en controlar que el trabajo se cumpliera. El general Rosas huyo de su país sin nada en forma de propiedad, pero poco tiempo después de su huida, el general Urquiza, uno de los generales de Rosas y quien habiase vuelto traidor el mismo en el curso del tiempo, sitio con éxito la cuidad de Buenos Ayers y levanto entonces la confiscación sobre las propiedades de Rosas lo cual le permitió al refugiado obtener por la venta de una de sus estancias libras 16.000 o libras 20.000. Urquiza fue subsiguientemente expulsado de Buenos Ayres a las provincias y las propiedades del general Rosas fueron nuevamente confiscadas. Su mano fue en general extendida a todos los que estuvieron en contacto con el, y sus actos de generosidad fueron ilimitados mientras duro su fortuna. En los últimos años de su vida el ex Gobernador dependía enteramente de los amigos de su familia y del esposo de su hija. Por muchos años el general Rosas y el difunto Lord Palmerston cambiaron visitas frecuentemente en Rockatone-place, en la quinta de Swathling y en el “manor” de Broadlands, y la más amistosa correspondencia fue mantenida entre ellos. Por voluntad del difunto general sus estados y propiedades en la Confederación Argentina han sido dejadas a su hija y su yerno, quienes son también los ejecutores de su última voluntad y testamento. El muerto era católico romano. Su funeral será estrictamente privado, tendrá lugar en el Cementerio de Southampton en el próximo martes habiendo sido confiados los arreglos pertinentes a los Sres. Hayes e hijo, de la calle Hign.
The Hampshire Advertisr” Southampton, Wednesday March 21, 1877
FUNERAL DEL GENERAL ROSAS
El funeral de Su Excelencia General Juan Manuel de Rosas, ex Gobernador y Dictador de la Confederación Argentina, cuya muerte es su casa-quinta de Swarthling, el miércoles pasado, fue anunciada en le Advertiser del sábado, tuvo lugar ayer (martes) sus restos habiendo, sido enterrados en una bóveda en el Cementerio de Southamton. El difunto era católico romano y el lunes a la tarde entre las 7 las 8, el féretro fue trasladado de la casa-quinta a la Capilla Católica de la calle Bugle, Southampton donde se verificaron las ceremonias usuales de la Iglesia Romana y donde permaneció hasta ayer por la mañana. Al rededor de las 11 se celebro un servicio completo, conducido por el Rev. Padre Gabriel, en ausencia del Rev. Padre Mount, el párroco, quien se encuentra actualmente en el Continente. A la conclusión del servicio, el cual fue de carácter más impresionante, el féretro (cubierto con un paño negro con una gran cruz blanca) fue colocado a una carroza tirada por cuatro caballos con mantas de terciopelo. El resto del cortejo consistía en dos coches fúnebres y el carruaje del Dr. Wiblin, F.R.C.S., quien había sido el médico y amigo confidencial del General en todo el periodo de su residencia en este país. En el primer coche iba el Barón de Lagatinerie (Capitán de Estado Mayor, Agregado al Estado Mayor General del 2° Cuerpo de Ejercito, Amiens, y sobrino del fallecido), Sr. Manuel Terrero (nieto del fallecido) y el Rev. Padre Gabriel. En el segundo coche iban los sirvientes del difunto general y de la Sra. Terrero y en el carruaje del Dr. Wiblin, este y Mr Fleming, procurador de Londres. El servicio en el cementerio fue muy corto y como el funeral era de naturaleza estrictamente privada, la concurrencia a la tumba no fue tan numerosa como sin duda hubiera sido de otra manera. El féretro era de roble ingles, lustre francés y con esplendidos ornamentos de bronce. En la tapa llevaba una placa de bronce con la siguiente inscripción hermosamente iluminada
Juan Manuel de Rosas
Born 30th March 1793
Died 14th March 1877
Los arreglos del funeral fueron confiados a los Sres. E.Mayer e Hijo de la calle High y conducidos bajo vigilancia personal de una forma enteramente satisfactoria.
Fte: Documento que pertenece a la colección del Señor Diego Lo Tártaro.
Querido Juan Manuel, en el día en que se cumplen 137 años de tu entrada al cielo, te recuerdo con cariño y veneración por todo lo que le has dado a nuestra querida Patria.
La patria, la tierra en que naciste y en la que descansan tus venerados y queridos restos, a pesar del mal augurio de aquel pésimo poeta unitario, siempre te recuerda.
El cielo pampeano y los verdes campos, no se olvidan de vos mi querido Restaurador, lo mismo que cuando eras Gobernador de Buenos Aires y Jefe Supremo de la Confederación Argentina.
Nuestra patria no te olvida, los hombres como vos no se olvidan, se recuerdan y se viven, con la esperanza siempre puesta en el horizonte de una Argentina mejor, como vos la soñaste y por la cual vos luchaste.
En este día te recuerdo en mi oración al Buen Dios Nuestro Señor y a su dulce y querida Madre, mi querido Juan Manuel.
Tu misma sangre te rinde hoy este querido homenaje.
Brigadier General don Juan Manuel de Rozas. Presente por Dios y por la Patria.
BRIGADIER GENERAL DON JUAN MANUEL DE ROZAS
1877 – 14 DE MARZO – 2014
Vivió librado al trabajo diario en su retiro de Sothampton; en vida modestísima, frugal y severa; resignado con suerte, sin hacer vanos alardes, pero con indómito orgullo hasta el fin de sus días. Muy pocos extraños sorprendieron su soledad; que sólo sus íntimos lo alegraban con su presencia. Y la montaña informe del tiempo que solo vierte nieve en la cabeza y plomo en las piernas, parecía que no lo abrumaba a Rozas. Octogenario, sano y activo, se ganaba su pan de cada día. Pero éste se hacía cada día más difícil. Sus ganancias las había insumido en el ensanche de su establecimiento o en mejoras de la localidad.
A su costa se acababa de construir un templo católico y una escuela. Algunos compatriotas amigos le tenían asignada una anualidad que lo ayudaba a vivir. Pero esta ayuda estaba de suyo sujeta a contingencias tan factibles como su pobreza que arreciaría. Algunos de estos ecos se registran en las cartas con que respondía las atenciones de los que lo favorecían, Y como si se culpase de ver su situación peor de lo que ella era, cuando él se sentía con fuerza y disposiciones para el trabajo., en su último tiempo redobló su actividad, atacando personalmente faenas rudas y pesadas y dirigiendo al mismo tiempo el movimiento en todos y en cada uno de los detalles de su establecimiento.
En este sentido ni perdía momento, ni lo contenía la hora ni el tiempo por malo que fuese. El invierno en Inglaterra es singularmente cruel. El sol, como en letargo estupendo, apenas vierte a intervalos su amorosa esencia en el seno de la tierra. Los vapores acuosos de la atmósfera se dilatan como arabescos sobre un inconmensurable manto gris que vela el azul del cielo. Las tardes abaten el espíritu a través de una semi claridad tejida de hilos de nieve sutil que penetra hasta los huesos.
Pero nada de ello podría contener al octogenario; que más inclemente que el tiempo era su suerte. Si alguno de su servicio se refería al frío que lo había tomado fuera, Rozas se decía que ello era prenda ganada para el verano, bien que la tarea fuese siempre la misma.
Una tarde del mes de marzo de 1877 que regresara más temprano que de costumbre, tuvo que montar nuevamente a caballo para ir a ver cómo se encerraban unos animales. Cuando volvió a casa empezó a toser.
Esa noche tuvo fiebre. Su amigo el Doctor Wibbling constató una congestión en los pulmones, gravísima en su edad. Su amorosa hija se trasladó inmediatamente a su lado. Al día siguiente, esto es el 13 de marzo, aumentó la tos, espectoró bastante sangre y lo acometió sin cesar la fatiga.
En la mañana del 14 de marzo su hija le preguntó cómo se sentía:
Rozas la miró tiernamente.. No sé niña, le dijo y murió..
Conforme en un todo a lo que dispuso Rozas, su cadáver fue transportado de su chacra de Swathling a la capilla católica de Southampton, y al día siguiente conducido sin pompa alguna al cementerio de esa ciudad.
El féretro de roble , llevaba en su parte anterior, y como trofeo, una bandera Argentina y el sable que el general San Martín usó en sus campañas de la Independencia de América y que regaló al general Rozas.
Un solo coche acompañaba al féretro.
La prensa de Inglaterra y Francia se ocupó de la muerte de Rozas
Fte: Adolfo Saldías. HISTORIA DE ROZAS Y DE SU ÉPOCA. T° III. Biblioteca Sudamericana. Félix Lajouane. Editor. Preú 51.
Buenos Aires. 1887.
CARTA DE DOÑA MANUELITA ROZAS A SU MARIDO MÁXIMO TERRERO, FECHADA EN LONDRES EL 16 DE MARZO DE 1877, ANUNCIANDOLE LA TRISTE NOTICIA DE LA MUERTE DE SU PADRE EL BRIGADIER GENERAL DON JUAN MANUEL DE ROZAS.
Southampton, marzo 16 de 1877
Cuando recibas ésta estarás ya impuesto de que mi pobre y desgraciado padre nos dejó por mejor vida el miércoles 14 del corriente.
¡Cuál es mi amargura tú lo alcanzarás, pues sabes cuánto le amaba, y haber ocurrido esta desgracia en tu ausencia hace mi situación doblemente dolorosa! Es realmente terrible que tan pronto como nos hemos separado, desgracia semejante haya venido a aumentar el pesar de estar tan lejos uno del otro, pero queda seguro, no me abandona la energía tan necesaria en estos momentos que tanta cosa hay que disponer y atender, todo con mi consentimiento, y que sobrellevo tan severa prueba con religiosa resignación acompañándome el consuelo de haber estado a su lado en sus últimos días, sin separarme de él.
El lunes 12 fui llamada por el doctor Wibblin, quien me pedía venir sin demora. El telegrama me llegó a las cinco y media y yo estuve aquí a las diez y media, acompañada por Elizabeth. El doctor me esperaba para explicarme el estado del pobre tatita. Sin desesperar del caso, me aseguró ser muy grave, pues que, siendo una fuerte congestión al pulmón, en su avanzada edad era de temerse que le faltase la fuerza, una vez debilitado el sistema. Al día siguiente (martes) el pulso había bajado de 120 a 100 pulsaciones, pero la tos y la fatiga le molestaban mucho, a más de sufrir un fuerte dolor en el pulmón derecho. Este desapareció completamente en la tarde… La expectoración, cada vez que tosía, era con sangre, y éste, para mí, era un síntoma terrible, como también la fatiga. Esa noche del martes supliqué al doctor hablarme sin ocultarme nada, si él lo creía en peligro inmediato; me contestó que no me ocultaba su gravedad y que temía no pudiera levantarse más, pero que no creía el peligro inmediato, ni ser necesario consultar otros médicos, y como su cabeza estaba tan despejada y con una fuerza de espíritu que ocultaba su sufrimiento, embromando con el doctor, hasta la noche misma del martes, en que hablábamos, víspera de su muerte. El doctor, como yo, convinimos no ser prudente ni necesario todavía hacer venir al sacerdote, pues su presencia pudiera hacerle creer estar próximo su fin y que esperaríamos hasta ver cómo seguía el miércoles.
Esa noche estuve con él hasta las dos de la mañana con Kate, pues Mary Ann me reemplazaba con Alice haciendo turnos para no fatigarnos. Antes de retirarme, estuvo haciendo varias preguntas, entre otras cuándo recibiría tu carta de San Vicente y me recomendó irme a acostar, para que viniera a reponer a Mary en la mañana. Todo esto, Máximo, dicho con fatiga, pero con tanto despejo que, cuando lo recuerdo, creo soñarlo!
Cuando a las seis de la mañana entró Alice a llamarme porque Mary Ann creía al general muy malo, salté de la cama, y cuando me allegué a él lo besé tantas veces como tú sabes lo hacía siempre, y al besarle la mano la sentí ya fría. Le pregunté “¿cómo te va tatita?; su contestación fue, mirándome con la mayor ternura: “no se, niña”. Salí del cuarto para decir que inmediatamente fueran por el médico y el confesor; sólo tardaría un minuto, pues Atche estaba en el corredor; cuando entré al cuarto había dejado de existir!!! Así, tú ves, Máximo mío, que sus últimas palabras y miradas fueron para mí, para su hija tan amante y afectuosa. Con esta última demostración está compensado mi cariño y constante devoción. ¡Ah, Máximo, que falta me haces! ¡Si tú estuvieras aquí yo sólo me ocuparía de llorar mi pérdida, pero no te tengo, y es preciso que yo tome tu lugar, lo que hago con una fuerza de espíritu que a mi misma me sorprende, desde que he estado acostumbrada que, en mis trabajos y los de mi padre, tú hicieras todo por nosotros! Pero Dios Todopoderoso, al mismo tiempo que nos da los sufrimientos, nos acuerda fuerza y conformidad para sobrellevarlos. ¡Te aseguro que ha muerto como un justo! ¡No ha tenido agonía, exhaló su alma tan luego que me dirigió su última mirada! ¡Ni un quejido, ni un ronquido, ni más que entregar quietamente su alma grande al Divino Creador! ¡Que El lo tenga en su santa gracia! ¡Mary estaba a su lado cuando murió, y esta pobre mujer se ha conducido con él, hasta su última hora, con la fidelidad que tú conoces siempre le ha servido! ¡Pobre tatita, estuvo tan feliz cuando me vio llegar el lunes! Las dos muchachas están desoladas.
Madre e hija demuestran el cariño que tenían a su patrón. Tus predicciones y las mías se cumplieron desgraciadamente, cuando le decíamos a tatita que esas salidas con humedad en el rigor del frío le habían de traer una pulmonía. Pero su pasión por el campo ha abreviado sus días, pues por su fortaleza pudo vivir muchos años más.
En uno de los días de frío espantoso que hemos tenido, anduvo afuera, como de costumbre, hasta tarde; le tomó un resfrío y las consecuencias tú las sabes. ¡Pobre tatita! Estoy cierta que tu le sentirás como a tu mismo padre, pues tus bondades para él bien probaban cuánto le amabas! A Rodrigo que ruegue a Dios por el alma de su abuelito, que tanta predilección hacía de él, y que no le escribo porque no me siento con fuerzas, ni tengo más tiempo que el que te dedico.
El doctor Wibblin es mi paño de lágrimas en estos momentos en que necesitaba una persona, a quien encargar las diligencias del funeral. Kate, con Manuel, fueron a ver al Undertarker, al padre y demás, y todo está arreglado para que tenga lugar el martes 20 y como el pobre tatita ordenara en su testamento que sólo se diga en su funeral una misa rezada, y que sus restos sean conducidos a su última morada sin pompa ni apariencias, y que el coche fúnebre sea seguido por un fúnebre con tres o cuatro personas, los preparativos no tienen mucho que arreglar y su voluntad será cumplida, y en éste último irán el doctor, Manuel y el sacerdote, y tal vez venga el esposo de Eduardita García, pues he tenido un telegrama preguntándome cuándo tendría lugar el funeral, porque quiere asistir a él. Eduarda me ha dirigido otro, diciéndome pone a mi disposición dos mil francos, si necesito dinero. Esto es un consuelo en mi aflicción.
Por supuesto que se lo he agradecido, contestando que, si necesito algo, a ella mejor que a nadie recurriría, pero que, al presente, no lo necesito.
También ordena tatita que su cadáver sea enterrado dos días después de su muerte, pero esto ha sido imposible cumplirlo, pues el undertarker dijo que no tenía tiempo, porque siendo el pobre tatita tan alto era preciso hacer el cajón y el de plomo, donde está ya hoy colocado, mañana vendrá el de caoba, decente solamente, y aunque deseaba fuese el funeral el lunes, no puede ser, por ser día de San José, y así será el martes 20. ¡Dios nuestro Señor le acuerde descanso eterno!
En fin, no serán las cosas dispuestas como si tú estuvieras ocupado de ellas, pero haremos cuanto podamos, yo por llenar mi deber filial y el doctor el tan sagrado de amistad. Pobre Manuel no sabe lo que le pasa, ni cómo complacerme y consolarme. Tuya
Manuela de Rosas de Terrero
ROZAS EN EL DESTIERRO
Copia y traducción de una Crónica de un diario ingles el “The Hmpshire Advertiser” de Southampton correspondientes al sábado 17 de marzo de 1877 y del miércoles 21 de marzo de 1877, en los que se informa el fallecimiento y funeral del General Don Juan Manuel de Rosas. Este documento realizado en Southampton por Liborio Justo hijo del Presidente Agustín P. Justo y que fue de su pertenencia lleva fecha diciembre de 1930.
Con motivo de su estadía en Inglaterra, Liborio Justo decide viajar a Southapton para visitar el cementerio donde descansaban los restos del General Juan Manuel de Rosas, su espiritu curioso e inquieto lo llevo a investigar y encontrar este diario de la época, lo copia y traduce.
THE HAMPSHIRE ADVERTISE – SOUTHAMPTON – SATURDAY MARCH 17 1877 -
MUERTE DEL GENERAL ROSAS.
Su excelencia General Juan Manuel de Rosas, ex Gobernador y Dictador de la Confederación Argentina, murió a las 7 del miércoles, en su casa-quinta en Swathling alrededor de tres millas de Southamton. Había nacido el 30 de marzo de 1793 y por consiguiente dentro de una semana hubiera alcanzado los 84 años de edad. El fallecido que había residido en y cerca de Southamton en los últimos 25 años, fue atacado por una inflamación a los pulmones el sábado pasado después de haberse expuesto imprudentemente a la inclemencia del tiempo y, no obstante lo sabia y constante atención del Dr. John Wiblin, F.R.C.S., quien había sido su medico y amigo confidencial durante todo el periodo de su residencia en este país, sucumbió al ataque a la hora nombrada. Doña Manuelita de Rosas de Terrero, la devota hija y compañera del ex Gobernador, llego de Londres el lunes y estuvo en constante cuidado de su padre durante sus últimas horas. Su esposo, Don Máximo Terrero dejo Southampton hace apenas unas semanas el 24 de febrero, en el vapor “Minho” de la Royal Mail Company, para Buenos Ayres, con documentos auténticos y todo lo necesario para recuperar las propiedades de su esposa y las del General las cuales ellos heredaron. El difunto tenía un hijo (Coronel Rosas) quien en un tiempo residió en Southampton y que murió en Buenos Ayres hace algunos años. Tenia también una hija (Doña Manuelita de Rosas de Terrero) y esta señora tiene dos hijos de 18 y 20 años respectivamente, el mayor de los cuales ha completado el miércoles sus exámenes en la Escuela de Minas de Londres. El General Rosas fue derrocado de la dictadura el 3 de Febrero de 1852, por un ejercito bajo la dirección del General Urquiza; Su ejercito fue completamente derrotado, y el general y su hija Manuelita tuvieron que refugiarse en la ciudad de Palermo de donde escaparon durante la noche llegando a bordo del H.M.S. “Locust” en seguridad, y al día siguiente fueron transbordados al H.M.S. “Centaur”, Almirante Henderson, Se dijo entonces que se trasladaría a los Estados Unidos, pero el General Rosas llego a este país en el mes de abril siguiente habiendo sido traído en un barco de guerra ingles comandado por el capitán Day miembro de una familia de Souuthanpton. Cuando llego a esta ciudad el general tomo departamento en el Windsor Hotel hasta que pudo obtener una residencia conveniente. Esta fue encontrada en Rocketone-place, Carlton-terrace, donde residió por muchos años. Mientras estuvo en la ciudad el general acostumbraba a cabalgar por las calles casi diariamente en un hermoso caballo negro y su majestuosa forma y porte militar, junto con los arneses de su cabalgadura, siempre atraía mucha atención y admiración. Más tarde se traslado a la quinta en que ha permanecido hasta su muerte. Este lugar llamado quinta de Burgués-street, de una extensión de 300 o 400 acres rentado al difunto Mr. Jhon Fleming, de Stonchan Park, y en el invirtió mucho dinero, encontrando su mayor diversión y placer en cuidarla personalmente. El general había estado enfermo de gota por algunos años pero se lo podía ver constantemente cabalgando por los campos y su mayor satisfacción parecía ser montar a caballo y dar ordenes a los que el ocupaba. Su pasión de comando era tan grande que a nadie le era permitido hablar una palabra excepto para dar a comprender que había entendido una orden dada o para hacer preguntas. El general Rosas siempre pago a los empleados y peones de su quinta alrededor de un tercio más de los salarios corrientes en el distrito pero tenía la peculiaridad de tomarlos únicamente día por día. Cada hombre era pagado diariamente e informado si se le necesitaba o no al día siguiente. Este aspecto extraño de su carácter surgía de una determinación de no encontrase atado nunca por compromisos permanentes pero en el resultado los hombres se encontraban en empleo regular y pocos cambios eran hechos. Tan estrictamente disciplinarios fueron sus hábitos que el tiempo de trabajo de cada hombre era calculado hora por hora. Tenía siempre un sereno especialmente empleado invierno y verano para que tocase cada media hora durante la noche una gran campana colocada bajo la ventana de su dormitorio. Fue siempre una característica del fallecido pagar bien el trabajo que contrataba, pero era rígido en controlar que el trabajo se cumpliera. El general Rosas huyo de su país sin nada en forma de propiedad, pero poco tiempo después de su huida, el general Urquiza, uno de los generales de Rosas y quien habiase vuelto traidor el mismo en el curso del tiempo, sitio con éxito la cuidad de Buenos Ayers y levanto entonces la confiscación sobre las propiedades de Rosas lo cual le permitió al refugiado obtener por la venta de una de sus estancias libras 16.000 o libras 20.000. Urquiza fue subsiguientemente expulsado de Buenos Ayres a las provincias y las propiedades del general Rosas fueron nuevamente confiscadas. Su mano fue en general extendida a todos los que estuvieron en contacto con el, y sus actos de generosidad fueron ilimitados mientras duro su fortuna. En los últimos años de su vida el ex Gobernador dependía enteramente de los amigos de su familia y del esposo de su hija. Por muchos años el general Rosas y el difunto Lord Palmerston cambiaron visitas frecuentemente en Rockatone-place, en la quinta de Swathling y en el “manor” de Broadlands, y la más amistosa correspondencia fue mantenida entre ellos. Por voluntad del difunto general sus estados y propiedades en la Confederación Argentina han sido dejadas a su hija y su yerno, quienes son también los ejecutores de su última voluntad y testamento. El muerto era católico romano. Su funeral será estrictamente privado, tendrá lugar en el Cementerio de Southampton en el próximo martes habiendo sido confiados los arreglos pertinentes a los Sres. Hayes e hijo, de la calle Hign.
The Hampshire Advertisr” Southampton, Wednesday March 21, 1877
FUNERAL DEL GENERAL ROSAS
El funeral de Su Excelencia General Juan Manuel de Rosas, ex Gobernador y Dictador de la Confederación Argentina, cuya muerte es su casa-quinta de Swarthling, el miércoles pasado, fue anunciada en le Advertiser del sábado, tuvo lugar ayer (martes) sus restos habiendo, sido enterrados en una bóveda en el Cementerio de Southamton. El difunto era católico romano y el lunes a la tarde entre las 7 las 8, el féretro fue trasladado de la casa-quinta a la Capilla Católica de la calle Bugle, Southampton donde se verificaron las ceremonias usuales de la Iglesia Romana y donde permaneció hasta ayer por la mañana. Al rededor de las 11 se celebro un servicio completo, conducido por el Rev. Padre Gabriel, en ausencia del Rev. Padre Mount, el párroco, quien se encuentra actualmente en el Continente. A la conclusión del servicio, el cual fue de carácter más impresionante, el féretro (cubierto con un paño negro con una gran cruz blanca) fue colocado a una carroza tirada por cuatro caballos con mantas de terciopelo. El resto del cortejo consistía en dos coches fúnebres y el carruaje del Dr. Wiblin, F.R.C.S., quien había sido el médico y amigo confidencial del General en todo el periodo de su residencia en este país. En el primer coche iba el Barón de Lagatinerie (Capitán de Estado Mayor, Agregado al Estado Mayor General del 2° Cuerpo de Ejercito, Amiens, y sobrino del fallecido), Sr. Manuel Terrero (nieto del fallecido) y el Rev. Padre Gabriel. En el segundo coche iban los sirvientes del difunto general y de la Sra. Terrero y en el carruaje del Dr. Wiblin, este y Mr Fleming, procurador de Londres. El servicio en el cementerio fue muy corto y como el funeral era de naturaleza estrictamente privada, la concurrencia a la tumba no fue tan numerosa como sin duda hubiera sido de otra manera. El féretro era de roble ingles, lustre francés y con esplendidos ornamentos de bronce. En la tapa llevaba una placa de bronce con la siguiente inscripción hermosamente iluminada
Juan Manuel de Rosas
Born 30th March 1793
Died 14th March 1877
Los arreglos del funeral fueron confiados a los Sres. E.Mayer e Hijo de la calle High y conducidos bajo vigilancia personal de una forma enteramente satisfactoria.
Fte: Documento que pertenece a la colección del Señor Diego Lo Tártaro.
Felicitaciones al dueño del blog por tan buen articulo, escrito por un nieto del Maestro hugo East.
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