Por Silvestre Montilla
Ese
gran mártir de América, de los más grandes, Antonio José de Sucre.
Treinta y cinco años tenía el Mariscal Sucre cuando lo mataron.
Hugo Chávez ( Próceres, cuentos del arañero)
El
4 de junio se cumple un nuevo aniversario de uno de los magnicidios más
infames y desventurados de la historia de la independencia
hispanoamericana; el asesinato del mariscal Antonio José de Sucre. Fue
un gran político, estadista y militar venezolano, prócer de la
independencia americana, así como presidente de Bolivia, Gobernador de
Perú, General en Jefe del Ejército de la Gran Colombia y Comandante del
Ejército del Sur. Antonio
José de Sucre nació en Cumaná, el 3 de febrero de 1795, hijo de una
familia acomodada de tradición militar, su padre fue un coronel del
Ejército realista. Sucre, fue un genial estratega que le dio
Independencia a Ecuador, en Pichincha, en cuatro horas de valor
inigualado el 24 de mayo de 1822; y a Perú, en Ayacucho -Rincón de los
Muertos, en lenguaje indígena-, en tres horas de gloria el 9 de
diciembre de 1824, respectivamente.
El glorioso cumanés supo comandar
con brillo y valor, tropas de venezolanos, argentinos, peruanos,
ecuatorianos, bolivianos y chilenos. A
los 22 años era general de brigada, a los 24 General de división y a
los 29 Gran Mariscal. Los suyos fueron 20 años de intensa vida
patriótica y de dominio de los clásicos militares greco-latinos,
Federico II de Prusia, Napoleón y Rousseau, el ideólogo. Participó en 37
encuentros de guerra, 12 batallas, 18 combates y 7 sitios, 22 en
Venezuela, 6 en Ecuador, 5 en Colombia y 4 en Perú. El
6 de agosto de 1825, creó Bolivia y en agosto de 1828 renunció a su
Presidencia vitalicia. Los 28 mil pesos que le donó el Congreso de
Bolivia, los repartió entre los pobres, los huérfanos y las viudas de la
victoria de Ayacucho. En
los tres años y cuatro meses en la Presidencia de Bolivia, Sucre dejó
en la tierra predilecta del Libertador, el glorioso testimonio de un
gobernante brillante e innovador. Después
de que Sucre acudiera en ayuda de la Gran Colombia, invadida por el
peruano nacido en Cuenca, Ecuador, José de la Mar, a quien derrotara en
la Batalla del Portete de Tarqui y tras la firma del tratado de Piura,
marchó a Bogotá en un momento en que la Gran Colombia se encontraba ya
en proceso de desintegración, fundamentalmente por movimientos
separatistas como el de la Cosiata impulsado por paez y la oligarquia de
Venezuela. En
la reforma constitucional de 1830 en la Gran Colombia, sus enemigos
logran poner la norma que para ser presidente o vicepresidente se debían
tener 40 años (Sucre tenía 35). Y también, es muy probable que esto
haya sido la causa de su asesinato. Con Sucre vivo, continuaría la
visión política de Bolívar y la unidad de la Gran Colombia. Simón
Bolívar, el cual describió la grandeza de Sucre con una biografía en la
cual quedan plasmadas citas como ésta:
“El
General Sucre es el Padre de Ayacucho: es el redentor de los hijos del
Sol; es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio
de los Incas. La posteridad representará a Sucre con un pie en el
Pichincha y el otro en el Potosí, llevando en sus manos la cuna de
Manco-Capac y contemplando las cadenas del Perú rotas por su espada”.
El
4 de junio de 1830, día viernes, muy temprano por la mañana, Antonio
José de Sucre toma el camino de su cita final. En el sendero estrecho a
Cabuyal, en las montañas de Berruecos, cuatro asesinos contactados por
José María Obando lo esperaban. Ellos eran: Apolinar Morillo,
venezolano, Andrés Rodríguez y Juan Cruz, peruanos, y Juan Gregorio
Rodríguez, de Tolima, Colombia. Cuando pasa la comitiva, una voz grita:
«¡General Sucre!». El joven General voltea y en el acto suenan los
disparos. Sólo pudo oírsele decir: «¡Ay balazo!». Y cayó muerto el novel
General cumanés, víctima de las intrigas y las ambiciones de las más
rancias oligarquías del continente.
Al
conocer la noticia, Bolívar, lleno de dolor, exclama: «Se ha derramado,
Dios excelso, la sangre del inocente Abel… “La bala que mató a Sucre
mató a Colombia y acabó con mi vida”.
Agregó
el Libertador: “Como soldado fuiste la victoria, como magistrado la
justicia, como vencedor la clemencia y como amigo la lealtad”, para
inmortalizar su nombre y honrar su memoria en la posteridad.
Fue
una macabra conspiración política de gran audacia y magnitud, todavía
en vida de Bolívar, a quien asumían ya sin poder ni salud para vengar su
muerte. Con el asesinato de Sucre, lograron sus detractores lo que no
pudieron materializar ni culminar con éxito 20 meses antes, en el
atentado contra Bolívar en Bogotá, en la fría noche del 25 de septiembre
de 1828. Tres días antes de su muerte, el periódico “El Demócrata” de Bogotá publicó el siguiente artículo:
“Acabamos
de saber con asombro por cartas que hemos recibido por el correo del
Sur, que el general Antonio José de Sucre ha salido de Bogotá… Las
Cartas del Sur aseguran también que ya este general marchaba sobre la
provincia de Pasto para atacarla; pero el valeroso general José María
Obando, amigo y sostenedor firme del Gobierno y de la libertad, corría
igualmente al encuentro de aquel caudillo y en auxilio de los
invencibles pastusos. Puede que Obando haga con Sucre lo que no hicimos
con Bolívar…”
El
asesinato de Sucre fue como una “Crónica de una muerte anunciada”, ya
que el mismo fue planificado y ejecutado en las Montañas de Berruecos-
Arboleda (Nariño) cerca de Nariño el 4 de junio de 1830 con alevosía,
ensañamiento, ventaja y premeditación, allí permaneció su cadáver por
más de 24 horas hasta que los pobladores de las localidades cercanas le
dieran cristiana sepultura. Si el mariscal se hubiese ido por
Buenaventura, allí lo esperaba el general Pedro Murgueitio para darle
muerte; si optaba por la vía de Panamá lo acechaba el general Tomás
Herrera, y desde Neiva lo vigilaba el general José Hilario López.
Sucre,
es uno de los venezolanos más transcendentales que entró en las páginas
de nuestra historia por amor a la libertad, a la Patria y a su pueblo.
También por su probidad, desprendimiento, ecuanimidad y justicia en el
cumplimiento de sus deberes como hombre y como soldado de un ejército
que se echó el miedo a las espaldas para romper las cadenas que oprimían
a nuestra sociedad. Los que ayer asesinaron a Sucre y a Bolívar, son
las mismas oligarquías aristocráticas que hoy conspiran contra nuestras
revoluciones. Derrotar estas viejas oligarquías, hoy hechas mafias es
una de las principales tareas de los Bolivarianos de quienes honramos la
memoria de este Gran Mariscal de libertades con el compromiso de vencer
en la lucha por la emancipación con la segunda y definitiva
independencia.
muy interesante ! lindo blog! Andrea S.
ResponderEliminarMuchas gracias. Andrea
Eliminar