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viernes, 27 de marzo de 2020

Max Weber y el Estado como monopolio del Poder: tipos de Dominación

Por el Dr. Julio R. Otaño
Max Weber: (Erfurt, Prusia, 1864 - Múnich, Baviera, 1920) Sociólogo alemán. Max Weber era hijo de un jurista y político destacado del Partido Liberal Nacional en la época de Bismarck. Estudió en las universidades de Heidelberg Y Berlín, interesándose especialmente por el Derecho, la Historia y la Economía. Las primeras investigaciones de Max Weber versaron sobre temas económicos, algunas de ellas realizadas por cuenta de los intelectuales reformistas conocidos como «socialistas de cátedra». Desde 1893 fue catedrático en varias universidades alemanas, fundamentalmente en Heidelberg, salvo los años 1898-1906 en que, aquejado de fuertes depresiones, dejó la enseñanza para dedicarse a viajar y a investigar. En 1909 fundó la Asociación Sociológica Alemana.  Fue un gran renovador de las ciencias sociales en varios aspectos, incluyendo la metodología: a diferencia de los precursores de la sociología, Weber comprendió que el método de estas disciplinas no podía ser una mera imitación de los empleados por las ciencias físicas y naturales, dado que en los asuntos sociales intervienen individuos con conciencia, voluntad e intenciones que es preciso comprender. Weber puso los fundamentos del método de trabajo de la sociología moderna, a base de construir modelos teóricos que centren el análisis y la discusión sobre conceptos rigurosos.
El primer fruto de la aplicación de este método fue la obra de Weber sobre La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905); trabajando sobre los tipos ideales del «burgués càpitalista», la «ética protestante» y el «capitalismo industrial», estudió la moral que proponían algunas sectas calvinistas de los siglos XVI y XVII para mostrar que la reforma protestante habría creado en algunos países occidentales una cultura social más favorable al desarrollo económico capitalista que la predominante en los países católicos. Observó que el capitalismo moderno surgió primero en países protestantes, como Inglaterra y los Países Bajos.​ Teniendo en cuenta que el protestante es aquella persona estimulada a trabajar duramente y a practicar la austeridad para mayor gloria de Dios. Sin embargo su análisis se concentra en el calvinismo debido a que la doctrina de la predestinación alienta al creyente a buscar signos de su elección, entre los cuales se destaca el éxito en el trabajo contradiciendo así el análisis marxista.​ Por tal motivo, el trabajo en el mundo material goza para el calvinista de la más alta valoración ética positiva. La posesión de riqueza es algo importante y su acumulación se condena moralmente sobre la medida en que incita al lujo y a la pereza. Los orígenes del espíritu capitalista deben buscarse en aquella ética religiosa que se desarrolló de la forma más precisa en el calvinismo. Weber expone un documento de Benjamín Franklin que resume características del “espíritu”, resume los principios de esa ética o ethos del capitalismo moderno, que viene a decir que la moralidad es útil porque proporciona crédito y éstas con virtudes que benefician solo al individuo.   El hombre no existe para el negocio, sino que el negocio existe para el hombre. El “espíritu” rechaza el reconocimiento social, de la importancia a lo cualitativo y no lo cuantitativo.   Weber reivindicó la importancia de los elementos culturales, religiosos y las mentalidades colectivas en la evolución histórica, rechazando la exclusiva determinación económica defendida por Marx y Engels. Frente a la prioridad de la lucha de clases como motor de la historia en el pensamiento marxista, Weber prestó más atención a la racionalización como clave del desarrollo de la civilización occidental: un proceso guiado por la racionalidad instrumental plasmada en la burocracia.   Todos estos temas aparecen en su obra póstuma Economía y sociedad (1922). Políticamente, Weber fue un liberal democrático y reformista, que contribuyó a fundar el Partido Demócrata Alemán. Criticó los objetivos expansionistas de su país durante la Primera Guerra Mundial (1914-18). Y después de la derrota adquirió influencia política como miembro del comité de expertos que acudió en representación del gobierno alemán a la Conferencia de Paz de París (1918) y como colaborador en la redacción de la Constitución republicana de Weimar (1919).


Estado-dominio-monopolio del poder legítimo
El Estado es aquella comunidad humana en el interior de un determinado territorio que reclama para sí, con éxito, el monopolio de la coacción física.  La política será la aspiración a la participación en el poder: la distribución, conservación o desplazamiento del poder.    Quien hace política aspira a poder.  El Estado es una relación de dominio de hombres sobre hombres apoyado en el medio de la coacción legítima. Para que subsista es necesario que los hombres dominados se sometan a la autoridad de los que dominan.

Motivos de la legitimidad de una dominación hay tres en principio:
1) Dominación tradicional: se obedece por tradición, porque así lo establecen las costumbres de un pueblo. Hay un líder y hay seguidores de ese líder. Entre los seguidores y el líder hay un grupo intermedio que impide que la dominación del líder sobre los seguidores sea tan directa, mediando la relación. Este es el ejemplo de los pueblos antiguos.
2) Dominación carismática: se obedece porque los seguidores ven en el líder a un líder con carisma. La devoción de su séquito se dirige a su persona y cualidades. Es una dominación directa que vincula al líder con los seguidores sin intermediarios. Un ejemplo es el gran demagogo y jefe político de un partido. Es particular de Occidente, el caudillaje político como Juan Manuel de Rosas
3) Dominación racional-legal: se obedece porque así lo dice la ley y los reglamentos (sociedades modernas). La estructura de dominación es mucho más compleja. Quien está en la base de la estructura obedece a su inmediatamente superior y, a la vez, al que está en la cúspide.  Cualquier empresa de dominación necesita por un lado la actitud de obediencia en el comportamiento humano con respecto a quienes se dan por portadores del poder legítimo y, por otro lado, por medio de tal obediencia, la disposición de elementos materiales necesarios para el empleo físico de la coacción, es decir: el cuerpo administrativo personal y los medios materiales de administración.  El desarrollo del Estado se inicia a partir del momento en que se empieza a expropiar por parte del príncipe a aquellos productores de poder administrativo que figuran a su lado.
La Burocracia
El Estado moderno es una asociación de dominio que, en el interior de un territorio, ha tratado con éxito de monopolizar la coerción  física legítima como instrumento de dominio, y reúne a dicho objeto los medios materiales de explotación, habiendo expropiado para ello a todos los funcionarios de la clase autónomos, y colocándose a sí mismo, en lugar de ellos, en la cima suprema.    En el Estado moderno, el verdadero dominio, que consiste en el manejo diario de la administración, se encuentra necesariamente en manos de la burocracia, tanto militar como civil. Se da un progreso hacia el funcionario burocrático. Así es cuando el Estado es un gran Estado de masas.      Funcionarios a sueldo deciden acerca de las necesidades de cada día. También el ejército moderno de masas es un ejército burocrático, y el oficial es una categoría especial de funcionario.    El Estado moderno es una “empresa” con el mismo título que una fábrica: los utensilios, existencias y medios pecuniarios indispensables para la empresa y su existencia económica están concentrados bajo la facultad de disposición del empresario.   El proceso hacia lo burocrático está en la conexión más íntima con el desarrollo capitalista moderno. La empresa capitalista moderna descansa ante todo en el cálculo.   Necesita para su existencia una administración cuyo funcionamiento pueda calcularse racionalmente.

ESTADO Y POLITICA
Hay dos maneras de hacer de la política una profesión.  En efecto, se vive “para” la política o “de” la política.     El que vive “para” la política hace de ella su vida. La distinción se refiere a un aspecto económico: vive “de” la política como profesión el que aspira a hacerse de ella una fuente permanente de ingresos, y vive “para” la política aquel en quien no sucede tal cosa.   Para que, en este sentido, económico alguien pueda vivir “para” la política, ha de ser independiente de los ingresos que la política le pueda reportar.   Sus ingresos deben ser independientes de su trabajo.   Ni el trabajador ni el empresario son sustituibles en tal sentido. La dirección de un Estado o de un partido por personas que viven exclusivamente para la política y no de ella implica necesariamente un reclutamiento de las clases políticamente dominantes.  Esto no significa afirmar que la capa políticamente dominante no trata de aprovechar su dominio político en beneficio de sus intereses económicos privados.   Significa que los políticos profesionales no se ven directamente obligados a buscar para su actividad política una retribución, como ha de hacerlo obviamente el que carece de bienes de fortuna propios. Tampoco significa que los políticos carentes de tales bienes tengan sólo en vista sus intereses privados en la política.   La política puede ser honorífica y practicarse por personas de “independientes”, o sea pudientes, rentistas.   El político profesional que vive “de” la política puede ser un punto “prebendario” (obtiene ingresos por determinadas actividades) o un “funcionario” a sueldo.                  El príncipe, que cada vez quedaba más relegado, trataba de sustraerse al peso creciente de la formación profesional de los funcionarios y de conservar la dirección suprema en sus manos: esta lucha entre el funcionarismo profesional y la autocracia se daba en todas partes.La situación sólo cambió frente a los Parlamentos y a las aspiraciones al poder de los jefes de los partidos.  Los funcionarios tenían interés en que los puestos directivos se proveyeran de sus filas, convirtiéndose así en oportunidad de ascenso.  Y el monarca, por su parte estaba interesado en poder nombrar a los ministros, a su criterio.  Por otra parte, el monarca también necesitaba de una persona individual responsable que respondiera ante el Parlamento, se le enfrentara y negociara con él.   Aquí se desarrolló el “gabinete” con el jefe unitario del Parlamento al a cabeza.  El gabinete necesitaba una guía responsable para todas las decisiones: el jefe de gabinete.  Este sistema ponía a la cabeza del aparato de funcionarios al jefe del partido vencedor, por elección popular directa, ligándolo sólo a la aprobación del Parlamento.  El desarrollo de la política en “empresa” imponía ahora la separación de los funcionarios públicos en dos categorías: los funcionarios profesionales y los funcionarios políticos.    Estos últimos se distinguen porque se les puede transferir y despedir en cualquier momento.  Los funcionarios profesionales no han de hacer política, sino que han de administrar de modo imparcial.  Un funcionario que recibe una orden en su opinión equivocada, puede formular reparos.  Pero si el superior jerárquico la mantiene a pesar de ello, entonces el deber del funcionario está en ejecutarla como si correspondiera a su convicción.  El funcionario está por fuera de la lucha por el poder propio y la responsabilidad personal.

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