Rosas

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sábado, 23 de octubre de 2010

Adolfo Alsina y Leandro Alem

Por René Orsi
Hacia 1868 se reunieron el cálido domingo dos de febrero, cerca de mil quinientos vecinos, convocados por los directivos del Club Libertad y por los editores de La Tribuna, de los hermanos Héctor, Mariano y Rufino Varela. principal medio periodístico, en la época, del partido Autonomista. En tal acto se consagraron los nombres de Domingo F. Sarmiento y Adolfo Alsina, como candidatos a la presidencia y vice de la República. Días más tarde, el Club Argentino, también de filiación alsinista, se pronunció en favor de esa fórmula, que asociaba inteligentemente a un destacado hombre del interior y al más genuino representante del pueblo de Buenos Aires. Un mes después, el estudiante de Derecho Leandro Alem, se apersonó al doctor Alsina, para hacerle saber que había decidido incorporarse orgánicamente al partido Autonomista, y con él un grupo de amigos de la parroquia de Balvanera. El gran caudillo porteño acogió calurosamente la espontánea adhesión del joven héroe de la guerra del Paraguay, pues sabía que, habiéndose alistado en clase de voluntario en uno de los regimientos que accionaría adelante del grueso del ejército, había peleado con denuedo y coraje reconocidos en Estero Bellaco, Tuyutí, Yataytí Corá y Boquerón, hasta que, ya con el grado de capitán, cayó malherido en Curupaytí. A poco andar, Alem fundó un comité de activistas, el Club Igualdad quienes, para fijar la idea principista que los nucleaba, dieron a conocer un manifiesto, a través del cual expresaban “la voluntad incontrastable de defender una hermosísima causa, la causa de la Patria” Al promediar el año 1869, Alem rindió en la Facultad Mayor de Jurisprudencia, de la Universidad de Buenos Aires, la tesis para graduarse de Doctor en Leyes. En las mismas horas, el presidente Sarmiento, por decreto del cinco de junio, lo nombraba Secretario de nuestra Legación en Río de Janeiro. La actuación de Alem en la capital del Imperio se extendió escasamente cuatro meses al ofrecer su renuncia aduciendo razones de salud y urgentes asuntos de familia, “que soy el único que puedo atenderlos”. En la postrimería de 1869 ya estaba de regreso en su tierra pero, al poco tiempo, requerido por el Subsecretario de Relaciones Exteriores, su amigo Norberto Quirno Costa - señalo que la vinculación afectuosa que unía a ambos tenía raíces muy hondas pues este último era sobrino carnal del héroe de Martín García, general Jerónimo Costa, federal neto como el padre de Alem - le pidió que aceptase el cargo de vicecónsul en Asunción del Paraguay, aunque su paso allí también fue breve. Todo hace suponer que Alem no era hombre para estar fuera de la patria. En mayo de 1870 se instaló en Buenos Aires la Convención Constituyente que llevaría a cabo la revisión total del instrumento constitucional que había consagrado a la provincia como un Estado, con el libre ejercicio de su soberanía interior y exterior. Las dos principales divisas políticas, alsinismo y mitrismo, escogieron en todas las secciones electorales a las personalidades más relevantes, siendo tanta la importancia asignada a la asamblea reformadora que los dos conductores partidarios resolvieron intervenir personalmente en la gestación de la nueva carta. Fueron convencionales, pues, Adolfo Alsina, vicepresidente de la república, y Bartolomé Mitre, que dos años antes había dejado la primera magistratura de la nación. Como resultado de los comicios realizados para elegir representantes, el partido Autonomista, que había triunfado fácilmente, obtuvo el doble en cantidad de bancas que las alcanzadas por el mitrismo, debiéndose poner de relieve con palabras de Saldías, que Alsina “con una ecuanimidad digna de un político de alto vuelo, había cavado la fosa en que enterró el pervertido principio del ostracismo y del olvido a que los gobiernos condenaban a sus adversarios, pues se había atraído a las filas del partido autonomista a los hombres principales del partido federal, llevándolos a las bancas legislativas por la fuerza del voto que contaba por entonces”.
El doctor Adolfo Alsina, conductor de una agrupación de definido corte popular - que asentaba su poderío mayoritario en las gentes de los barrios porteños, en los ganaderos de antigua raigambre federal y en el peonaje de la campaña - dio un ejemplo de civismo al llevar como convencionales reformadores, entre otros, a Luis Sáenz Peña, futuro presidente de la república e hijo de uno de los integrantes del alto tribunal de justicia durante los gobiernos de la Confederación hasta Caseros; a Bernardo de Irigoyen, enviado por Rosas como secretario de la legación cerca del gobierno de Chile y elegido después por Urquiza para invitar a los jefes de provincia a suscribir el Acuerdo de San Nicolás; a Lorenzo Torres, antiguo rosista de predicamente y luego hombre de Urquiza; a Adolfo Insiarte, con apellido de larga resonancia federal; a Aristóbulo del Valle, hijo de un coronel de los ejércitos de Rosas, a la sazón diputado nacional, brillante orador y profesor de Derecho Constitucional; a Emilio de Alvear, ex diputado al congreso de Paraná y más tarde ministro del presidente Derquil, a José Tomás Guido, el primer historiador de la vida del coronel Dorrego; a Carlos D*Amico, futuro ministro y enseguida gobernador de Buenos Aires; a Miguel Navarro viola que después escribió una biografía del propio Alsina; a Dardo Rocha, diputado y senador nacional, presidenciable como Bernardo de Irigoyen, progresista gobernador de la provincia y fundador de La Plata; a Octavio Garrigós, diputado naciónal ese mismo año y presidente de la Cámara baja; a Norberto Quirno Costa, más tarde vicepresidente de la república; a Ezequiel N. Paz, que, a poco andar fundaría el diario La Pampa; a Antonio E. Malaver, uno de los más destacados juristas de la época. ministro político, por entonces, del gobierno alsinista de Buenos Aires y profesor más adelante en la cátedra de Procedimientos Judiciales en lo Civil y Comercial; a Vicente Fidel López, el “hermano” del Himno, de tan conocida actuación. como político e historiador y al constitucionalista Luis V. Varela, autor después del Código en lo Contencioso Administrativo. (Acaso Alem no estuvo entre la pléyade de hombres que compusieron la histórica Convención por cuanto en los días de las nominaciones cubría su cargo en el servicio exterior de la nación). Los hombres llevados por Alsina a conformar la asamblea, juntamente con los representantes de la minoría, iniciaron un proceso de modificación institucional en Buenos Aires que se convirtió en la piedra angular de las reformas sustantivas normatizadas en la Constitución de 1873. Alsina (n. 1829) era trece años mayor que Alem (n.1842). Longilíneos ambos, de estatura superior a la normal, aunque no tan altos como Pellegrini. De vigorosa constitución era Alsina y con soltura de movimientos; tenía la tez morena, la cabeza recia, frente despejada, nariz grande, un tanto cyranesca, barba tupida y pelo copioso tirado hacia la nuca; “algo desprolijo en su vestir externo - al decir de Octavio Amadeo -, pero lujoso y pulcro en su ropa blanca”. Alem, como queda dicho, era alto, pero enjuto, y su cabeza, con la cabellera suelta y luenga barba, conferíanle, ya en la madurez, un cierto aire trascendental; sus grandes ojos negros resplandecían de bondad aunque a veces los encendía una furia justa. Como habitualmente, en los avanzados años, vestía de oscuro, con cuidada pulcritud, parecía uno de aquellos gentilhombres pintados por el Greco. A pesar de esa apariencia, no era un solemne al uso; por el contrario, era afable y bromista según el testimonio de Barroetaveña, uno de los seis amigos a quienes convocó a su casa la noche de la muerte; ratificando, además, “que momentos antes de la tragedia nos entretenía con burlas amistosas y familiar conversación”.
Reiterando la tesitura sustentada para la selección de los candidatos a convencionales, Alsina incluyó a Leandro Alem, en 1872, en la nómina de aspirantes a una banca en la Legislatura de Buenos Aires, y, habiendo resultado electo diputado, prestó juramento en abril del mismo año.  Durante su mandato, que expiró en diciembre de 1873, intervino en forma destacada en el recinto y en las comisiones, presentando además varios proyectos de interés general. Refiriéndome a una sola de esas iniciativas, debe saberse que Alem fue el creador de la Cátedra de Procedimientos Judiciales que luego se adicionaría al plan de estudios de la Facultad Mayor de Jurisprudencia, de la Universidad de Buenos Aires (téngase presente que esta alta casa de estudios pertenecía a la provincia de Buenos Aires). La nueva asignatura venía a sustituir a la Academia Teórico-Práctica de Jurisprudencia, nacida en 1814 por decreto del director Posadas.
No pretendo atribuirle a la fundación de esa cátedra de Derecho Procesal una importancia desmesurada; pero tampoco puede entregarse al silencio una propuesta que patentiza la seriedad con que ese legislador, de treinta años de edad, encaraba su vida parlamentaria. El proyecto convirtióse en ley en octubre de 1872.  En marzo de 1873, Alem fue uno de los dirigentes del autonomismo que levantó y sostuvo la candidatura presidencial de Adolfo Alsina. Desde el Electoral que encabezaba, y en coincidencia con los comités conducidos por Carlos Casares y Emilio Conesa se organizó un gran acto de proclamación que se llevó a cabo en el Teatro Variedades, ante la sala repleta. Hablaron Vicente Fidel López, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen, Carlos Pellegrini y el propio Alem. Aparecían enfrentados Mitre y Alsina. Empero, promediando ese año, la mayoría de los gobernadores de las provincias del interior comenzaron a postular a Nicolás Avellaneda, ministro de Sarmiento, asignándole a la proposición el rimbombante título de candidatura nacional. En medio del clima de agresividad creado por los partidarios de aquellas figuras, efectuaron, el domingo Io de febrero de 1874, los comicios convocados para renovar la mitad de la Cámara de Diputados de la Nación. En la provincia de Buenos Aires (cuyo ámbito territorial comprendía la ciudad capital) ganó el alsinismo, componiendo la nómina vencedora Monseñor Federico León Aneiros, arzobispo de Buenos Aires y los doctores Bernardo de Irigoyen, Ezequiel Pereyra, Leandro Alem, Santiago Alcorta y Carlos Salas.
Frente al resultado electoral producido en las restantes provincias, que al parecer consagrarían más tarde la candidatura de Avellaneda, con excepción de La Rioja y Catamarca donde triunfó el autonomismo, Alsina renunció a la postulación presidencial un mes y medio después, anunciando que el Partido Autonomista sustentaría el nombre del abogado tucumano, dando así el primer paso hacia lo que se conocería como la conciliación.  
Avellaneda fue elegido, pues, primer magistrado de la nación, llevando al ministerio de Guerra al doctor Alsina. A partir de ese instante, y sin embargo de un desacuerdo momentáneo por parte de Rocha, del Valle, Alem y otros opositores a la coalición con el avellanedismo, los autonomistas puros cerraron filas en el partido actuando armónicamente.
Así, el flamente gobernador de Buenos Aires, Carlos Casares, nombró ministro de Gobierno a del Valle. A su vez, Alem desde su banca de diputado nacional, acompañó con la palabra y el voto la histórica gestión de Alsina, interviniendo en los debates importantes en tomo a cuestiones relativas al área militar y a temas presupuestarios o de la legislación general.  

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