Rosas

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miércoles, 30 de octubre de 2013

Los ex combatientes: ¿héroes o chicos de la guerra?

Por Fernando Cangiano

El autor de esta nota empuñó las armas contra el invasor británico en Puerto Argentino. A su regreso del frente de batalla, colaboró con el Centro de ex Soldados Combatientes y con la Federación de Veteranos de Guerra, de la que fue uno de sus fundadores. Su condición de psicólogo le permitió brindar apoyo a los camaradas afectados por las secuelas de la guerra. En abril de 1992 escribió en la revista Noticias y expuso en el programa Hora Clave, de Mariano Grondona, su convicción de que la causa dé los mayores problemas que afrontan los ex combatientes no residen tanto en la guerra misma como en el vaciamiento de sentido de que fuera objeto y en la política desmalvinizadora implementada desde junio de 1982 hasta nuestros días. En la nota que sigue reitera que los ex combatientes no fueron chicos engañados sino que son héroes de la Patria y que en ese punto está la clave tanto de su salud psíquica como de la recuperación de la dignidad nacional.
Tras la derrota militar de Malvinas, el sistema colonial se lanzó presuroso a corroer aquella colosal voluntad patriótica brotada espontáneamente en las jornadas de abril/mayo de 1982, después de largos años de horror y silencio.  Para ello empleó toda su artillería: políticos genuflexos, renegados intelectuales (isi eran de izquierda, tanto mejor!), periodistas venales, pacifistas vegetarianos y hasta ilustres pensadores del estilo de un Sábato o de un Borges, cuyo abnegado humanismo estaba fuera de toda discusión.[1] El objetivo era claro y los medios enormes. No había micrófono o pluma que no estuviera al alcance de quienes repetían machaconamente sobre la perversidad intrínseca a todo hombre de armas, descubrimiento súbito éste, que curiosamente coincidía con el viraje de los fusiles que dejaban de apuntar hacia dentro como hasta entonces, para hacerlo hacia afuera, justamente al corazón de la flota imperialista.
A manera de efecto secundario, tal vez no previsto pero en todo caso inevitable, los ex-combatientes quedaban como residuo en un rincón del escenario. No eran los hombres que combatieron con gallardía, tal como se los denomina en cualquier guerra- (justa o no, y ¡vaya si nos asistía la razón en Malvinas!), en cualquier país con un soplo de dignidad nacional. Eran los chicos de la guerra, los pichi ciegos,[2] es decir víctimas ingenuas, sin identidad, conducidas en estado hipnótico a una contienda que ninguno comprendía y, mucho menos, deseaba.
Todos se sorprendieron cuando la prensa entregó los primeros casos de suicidio o cuando cientos y cientos de veteranos presentaban señales evidentes de patología post-traumática. Pero, ¿podía ser de otra manera? ¿Puede un hombre que vió morir a un camarada, que fue herido o que realizó indecibles sacrificios por una causa que asumía como propia, devenir chico, tolerar la indiferencia social y, lo que es peor, asistir a un fenomenal vaciamiento de sentido que transformaba en un absurdo, en un disparate histórico, lo que creyó una epopeya soberana llamada a inscribirse en las mejores páginas de nuestra lucha por la independencia? Todo sacrificio había sido vano, se decía, y toda muerte INútil. Ciertamente, fue el discurso de la posguerra, de inocultables motivaciones políticas, el que estragó como nadie la salud PSíquica de los veteranos.
Fueron las propias organizaciones de ex-combatientes, y unos pocos más, quienes procuraron dotar nuevamente de significado al hecho de Malvinas. No es casual que todos los grupos, independientemente de su orientación ideológica, reivindiquen el valor histórico de la gesta, emparentándolo al concepto de soberanía y orgullo nacional. Se trata no sólo de una estricta verdad en términos políticos sino también de un evidente mecanismo de defensa de naturaleza psicológica, tal vez no consciente, tendiente a resignificar en héroe al pobre hombrecito construido por la propaganda cipaya y a desmistificar una de las zonceras que por sus efectos resulta particularmente trágica.
En los años que corren, signados por el más primario retroceso a lo individual, resulta casi inconcebible que alguien pueda dar su vida por algo que trascienda sus más inmediatos intereses particulares. Allí están los veteranos de guerra para dar testimonio de lo contrario.
Decía Sartre que un hombre es tal cuando ha encontrado una razón por la cual es capaz de morir. Los ex-combatientes no fueron chicos sino hombres y no son víctimas sino héroes.
Notas:
  1. Decía Sábato en 1978 a una revista alemana: “la inmensa mayoría de los argentinos rogaba casi por favor que las fuerzas armadas tomaran el poder (en 1976)”. Y, saludando la represión de Videla, expresaba: “sin duda alguna, en los últimos meses, en nuestro país, las cosas han mejorado, las bandas terroristas armadas han sido puestas en gran parte bajo control”. Sobre Borges, conocido es el elogio dispensado a Videla (junto a Sábato), a quien denominó “un auténtico caballero”.
  2. Títulos de dos libros de gran difusión durante el alfonsinismo.

1 comentario:

  1. Excelente reflexion!!! No, no, no, ustedes no son "chicos de la guerra", son Heroes, y el mayor orgullo que tiene la Patria!!!
    Sus camaradas caidos estan en la Gloria junto con los caidos en San Lorenzo, Salta, Tucuman, Vilcapugio, Ayohuma, Chacabuco, Maipu, Ituzaingo, Vuelta de Obligado, Quebracho y Curupayti!!!

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