Rosas

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miércoles, 30 de abril de 2014

¿Adónde va el Uruguay? (fragmento)

por Alberto Methol Ferré

Primer epílogo y nueva introducción
El Uruguay el Tiempo
El Uruguay está pasmado, es hoy lo que Azorín: “El gran pasmado”. Sorpresivamente, inesperadamente, a través de lo más esperado (la legislación electoral uruguaya es la más refinada manera que pueda encontrarse en la historia de desviación, de exorcismo del sufragio universal), Herrera y Nardone han terminado con el Régimen. Lo han terminado en su esencia misma, aunque las apariencias se perpetúen, sobrevivan en la retina del alma de cada uruguayo. De sopetón, sin intermediarios, sin mediaciones, el Uruguay saltó del estanque hasta alta mar. La mayoría no sabe aún que está en alta mar. La muerte-vida del estanque se prolonga en la superficie de ondas de un mar de miles de metros de profundidad. Aunque parezca increíble, ha sido a través de Herrera y Nardone, a través de las urnas, a través de los candados del Régimen, que el Uruguay ha redescubierto el tiempo.
Es lo que los uruguayos habíamos olvidado, desde antes de mi niñez, desde la niñez de mi padre, y quizás de mi abuelo. No creíamos ya en el tiempo, no había tiempo para nosotros. El Régimen de Batlle era par todos una imagen de la eternidad si no la eternidad misma. Claro, por supuesto, que no hay eternidad en la historia, no era más que una idolización de lo contingente, un fetichismo que nos contaminaba a todos, al gobierno y al pueblo, a los oficialistas y a los opositores, a la derecha y a la izquierda. Todos habitábamos lo mismo, estábamos en lo mismo. Pero la eternidad en la historia es corrupción, es lo más atroz que pueda sucederle a un hombre y a una sociedad. La eternidad en la historia no puede ser más que estanque, con su fauna distorsionada de insectos empregnándonos el corazón y la cabeza. ¡Qué alivio saber que hay contingencia! ¡Qué descanso saber que hay incertidumbre! ¡Qué sano temor saber que las aguas fluyen! ¡Qué bueno saber que la vida requiere fortaleza, prudencia, audacia!
Quedan sí los empecinados, miles de empecinados, que se aferran a lo que pasó, a lo que se fue. Hay miles y miles que se repitan para salvarse del pasmo: “aquí no pasó nada, aquí no pasa nada, aquí no pasará nada”. Los satisfechos de ayer son los ciegos de hoy. Los opositores satisfechos de ayer son también los ciegos de hoy. El Régimen se ha transmutado en un domingo en el Antiguo Régimen. Por eso en tirios y troyanos sobrevive el Régimen, cuando ya no puede ser, cuando la muerte le ha sobrevenido tranquilamente, sin ruido; es cadáver con millones de células, todavía con vida, que no saben qué ha pasado en la sustancia del cuerpo. Es la larga, imperceptible muerte del espanto.
El Uruguay y el Tiempo. He aquí el gran tema nacional. El drama callado del país por lustros y lustros. Tuvimos, es cierto, hendijas por donde se nos colaba un poco de tiempo, pero parecían cerrarse de inmediato. Pronto eran devoradas por la Identidad total. ¿Cómo podremos salvarnos de la Identidad?, nos preguntamos angustiados una y otra vez. Parecía no haber respuesta. Cuando los amigos de patrias hermanas nos preguntaban acerca de nuestras cosas, no había más que encoger los hombros y contestar: nada.
No es este el momento de discurrir acerca de las razones que hubieron para que tales realidades existieran. Las hay muchas. Se nos vienen a la boca a borbotones, a nosotros lo que estuvimos callados durante años. A nosotros, lo que recién ahora comenzamos a balbucear recargados de una alegría tranquila y sintiendo sobre nuestras cabezas una responsabilidad sin precedentes en nuestra querida aldea uruguaya, en nuestra recorrida comarca uruguaya.¡Qué sabor han tomado las cosas! ¡Que dulce aspereza!
A todos los uruguayos les tenía tomados una pereza estéril, había que pensar a contramano, la facilidad nos eximía de la diferencia específica del hombre con la biología. Hasta el 30 de noviembre de 1958 nos era un esfuerzo pensar, hoy para todos el esfuerzo es dejar de pensar. Allí reside la raíz espiritual de lo que nos ha sucedido hace pocos días.
Hace día el Uruguay se ha encontrado en la historia frente a su Historia. La tiene que retomar de nuevo, rehacerla paso a paso, volvérsela a contar a sí mismo. Porque la no-historia que nos nos han enseñado y de la que eran víctimas los maestros mismos, a la vista está que es inservible, que es mentira, u que hoy es imposible proseguir en la mentira. Porque nunca el Uruguay esperó que semejantes cosas ocurrieran, porque el país entero ha dejado de entender y de entenderse. Pero ya no hay duda que la marea sube en el horizonte, la marea que se vino preparando en el mundo más callado del Uruguay, el rural, el campesino. Ya no hay más rurales a secas en el campo. Hay ruralismo. El campo, el bajo fondo del Uruguay le ha ganado por primera vez la batalla al Uruguay, ha ganado la primera batalla por el Uruguay. Y la marea también la fueron preparando los fenicios que anidaban en Montevideo, la fueron insuflando con su impunidad, con su soberbia. Por eso no es un azar que hoy, la victoria del país esencial está simbolizada en Luis Alberto Herrera, memoria indomable, de 85 años, del viejo Uruguay, y de Benito Nardone, hijo de gringos, superación del gringo en el arraigo nacional, líder rural, líder de lo más memorioso de nuestra historia viviente, la que no entró nunca en los textos. Así tenía que ser y así fue. En adelante comienza la dura historia de un futuro que será, pase lo que pase, nacional, aunque reciba coletazos fuertes y tenga reculadas. Aunque en esa hora las apariencias tengan una fuerza tal como para matar a los hombres, no serán más que lo que son: apariencias. Así, mi parroquia querida, padecida, sufrida, entra en la historia. El Uruguay y el Tiempo. Nuestro gran tema.

5 de diciembre de 1958.

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