Rosas

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miércoles, 16 de abril de 2014

¿Quería Alemania la guerra? La Verdadera Historia

  Por Luis Alfredo Andregnette Capurro

  Cada vez son menos los que mantienen en su retina el relámpago inicial de la que fue la más grande de las explosiones, ahora conocida como la Segunda Guerra Mundial. Aunque tal vez deberíamos llamarla la segunda etapa de la primera conflagración estallada en agosto de 1914. Cuando el 11 de noviembre de 1918 delegados del Kaiser y de la República Francesa firmaban en Compeigne el Armisticio con la condición de que la paz iba a ser lograda en un lapso de 36 días pensaban seriamente en un final del conflicto sin Vencidos ni Vencedores. Pero “el bloqueo de los aliados en todo su rigor” (Churchill dixit) y la situación interna de Alemania, en donde el accionar bolchevique campeaba, impidieron el lapso fijado.
  El 28 de junio de 1919 forzada por el chantaje y el hambre Alemania finalmente rubricaba en el Palacio de Versailles los tratados que en los siguientes dos decenios sería el origen de la Guerra estallada en septiembre de 1939.
  Poco después se imponían a los demás vencidos los “diktats” que debieron rubricar Hungría, Turquía, Austria y Bulgaria en Sevres, Trianon, Saint Germain, y Neully. Europa se convertía en una inmensa bomba de tiempo. Alemania era despojada de la Cuenca de Sarre con hierro y carbón, en tanto la producción iba hacia Francia.
  El Imperio de los Hohenzollern (desposeído de 90.000 kilómetros cuadrados) hubi de ceder Etupen y Malmedy a Bélgica y las Provincias de Alsacia y Lorena a Francia. En el norte Alemania hubo de renunciar a parte de Schlewig a manos de Dinamarca (que había sido neutral en la guerra) en tanto en el Este, el territorio de Memel, en el extremo norte de Prusia Oriental, quedó bajo la jurisdicción de la Sociedad de las Naciones. La Renania fue ocupada militarmente y el rico territorio del Rhür quedó colocado bajo jurisdicción francesa.
  Se creaban nuevos Estados que encerraban grupos étnicos que rechazaban la nueva situación. Aquí van algunos ejemplos. Checoeslovaquia fue un invento versallesco y francosoviético, que apuntaba al corazón de Alemania y contra todo derecho incluía Eslovaquia. A ese extraño engendro se le regalaban la región de los Sudetes, que alojaba a más de tres millones de alemanes. Polonia era restaurada con numerosas regiones alemanas como la carbonífera Posen con Silesia, porciones de Prusia con centenares de miles de tudescos y Danzig, que fuera ciudad alemana por siglos, se “estatuía Libre”.
  La maravillosa construcción de la Cristiandad Medieval: el Sacro Imperio Romano y Germánico que se mantenía como la Monaquía Dual Austro-Húngara, piedra fundamental en la defensa de Europa, fue desmembrada, En los tratados de Saint-Germain con Austria y del Trianon con Hungría, los 2 millones fueron repartidos entre siete estados. Sólo seis millones quedaron contenidos en la nueva Austria y ocho millones en Hungría, mientras una tercera parte de la población magyar quedaba fuera de sus fronteras en los territorios de Transilvania y Bucovina, de los que Rumania se había apoderado.
  Desconociendo sus propios principios y promesas, los políticos democráticos de la Sociedad de la Naciones sacaron de sus galeras una coneja: Yugoeslavia. Ella englobó Serbia y las regiones de Montenegro, Croacia, Eslovenia, Bosnia y Herzegovina. Con ello el Estado “de los eslavos del Sur” lograba realizar el antiguo ensueño serbio de dominar el litoral del Mar Adriático. El nuevo conglomerado, junto con Checoslovaquia y Rumania, constituyeron un factor más de discordancia.
 Alemania fue despojada de sus territorios extracontinentales a favor de Francia e Inglaterra aún cuando todavía resonaban las palabras del Premier Lord Asquith, quien había afirmado que “ni su nación ni Francia hacían una guerra de anexiones”.
  Para refrendar lo señalado también se incorporaron los territorios del viejo Imperio Turco en África y el Oriente Medio. El problema de Ucrania (aún no resuelto) poseyó y posee una gran complejidad, ya que es zona territorial habitada por rutenos que se extiende a lo largo de Rusia europea meridional, Polonia Oriental y la antigua Checoeslovaquia oriental. Ucrania se constituyó en Estado Independiente en 1921, pero fue reconquistada en 1923 por las hordas bolcheviques de León Davidovich Bronstein (a) Trostsky, para ser parte de la U.R.S.S.


   El problema de las reparaciones de las situaciones que empeoraron los difíciles decenios que estamos intentando resumir.
  En 1921 la Comisión de Reparaciones fijó el monto que Alemania debía pagar en 137 mil millones de marcos oro. A la negativa alemana de pagar la astronómica cifra se respondió con la amenaza de permanencia de las tropas extranjeras por tiempo indeterminado en la entonces llamada República Alemana de Weimar.
 

  Con cínica franqueza el Presidente Poincaré señaló en conferencia de prensa el 27 de julio de 1922: “Lamentaría sinceramente que Alemania pagara. Prefiero la ocupación y la conquista a embolsar el dinero de las reparaciones…” Como dato curioso de la insanía que pareció haberse apoderado de los dueños de Europa, Peter Kleist señaló, a propósito de las llamadas reparaciones: “La suma de 132.000.000.000 más los cinco mil millones para pagar las deudas de guerra belgas representaba el total de las reservas de oro mundiales”.
  Del caos en que quedó Europa luego de Versalles surgió un instrumento de los centros de poder internacionales: la Sociedad de Naciones con sede en Ginebra. Woodrow Wilson, con dientes de roedor antediluviano, fue el padre putativo de la moderna Babel ginebrina pergeñada en el seno de las logias, y que sólo trajo disensiones y enfrentamientos. Como muy bien señala el historiador inglés J.E.C. Fuller “ésta se convirtió en instrumento autocrático que legalizaba la guerra contra cualquier potencia que amenazase la integridad territorial y la independencia  política de sus miembros declarando ilegal cualquier otra forma de conflicto…” Por entonces la Unión Soviética se consolidaba, con apoyo financiero de la subversión marxileninista.
  El cosmopolitismo materialista del marxismo disolvente removió las fibras más profundas del hombre europeo. La patria no podía dejar de ser la tierra de los antepasados. Y reapareció, con sus caudillos, lo que el mundo llamó Fascismos. Estos movimientos surgieron como protestas, como una rebelión contra el estado de cosas parido en Versalles, y como anhelo de reconstrucción en cada región donde afloraba esa llama de vitalidad.
  Y fueron ejemplos Italia, Alemania, Hungría, Rumania, España, etc. En este sentido, no podemos dejar de citar nuevamente al general J.E.C. Fuller, quien en el tomo III, pág. 414, de “Batallas decisivas del Mundo Occidental” escribe: “Entre estos artistas del poder destacan dos hombres imbuidos de una nueva filosofía: Benito Mussilini y Adolfo Hitler. Ambos desafiaron el mito del hombre económico, factor fundamental del capitalismo socialismo y comunismo, exaltando en su lugar el del hombre heroico. Ellos sostenían que mientras el sistema monetario se basara en el oro las naciones que hicieran acopio del mismo impondrían su voluntad obligando a aceptar préstamos con intereses”.
  La fórmula básica era “la riqueza no es el dinero sino el trabajo”. De ahí se iría a las importaciones por intercambio directo de géneros, con lo que cesaría el préstamos, golpeando ferozmente a los que "detentaban la posesión del oro”. Capitalismo financiero o Sistema de intercambio. He aquí otro factor a tener en cuenta en el estallido bélico inevitable.
  Entumecida Europa con el trágico mecanismo de Versalles y sin voluntades concéntricas – como decía Mussolini – capaces de encontrar un punto para la revisión, el mundo caminaba hacia la guerra.

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