Fernando del Corro*
Una
burbuja de enormes características provocó la catástrofe de 1929 cuando
todavía el mundo no había alcanzado el actual nivel de integración,
pese a lo cual fueron pocos los países que escaparon a la misma y, entre
ellos, el más importante fue China, la disparadora del proceso que nos
llevó a la actual crisis desatada en 2007, en pleno desarrollo.
El
29 de octubre de 1929 también fue llamado el "martes negro", cuando la
burbuja especulativa de Wall Street estalló de una manera que, aunque
esperada por algunos, sorprendió a los mercados de los Estados Unidos de
América y se trasladó a la periferia, con consecuencias que duraron
varios años.Lo
que pasó el martes 29 de octubre de 1929 había sido anticipado por la
propia bolsa neoyorquina el jueves anterior, el 24 de octubre, cuando se
produjo un colapso que determinó pérdidas por 6.000 millones de dólares
estadounidenses de entonces, cuyo poder de compra es incomparable en
estos tiempos. Se puede calcular en alrededor de 210.000 millones.
Pero
el aviso no fue muy tenido en cuenta. "Todo ha pasado", dijeron
entonces los "analistas de mercados", a pesar de lo cual la tendencia
siguió marcando la debilidad de papeles cuyos valores habían sido
inflados especulativamente en los años previos. Y el martes estalló la
bomba que provocó una pérdida en poco tiempo de u$s 50.000 millones,
unos u$s 1,75 billones de hoy, mientras los accionistas se arrojaban por
las ventanas de Wall Street. Los
papeles habían crecido al margen de los activos que representaban en un
sistema capitalista que había comenzado a alejarse de los principios
liberales de ganancias ligadas a la generación de riqueza, tal como
reclamaban los clásicos comenzando por el escocés Adam Smith, para
reinstalar criterios mercantilistas donde la especulación y las
prácticas monopólicas adquieren preeminencia. China
y un pequeño grupo de, también pequeños países, se salvaron de la
crisis, aunque luego tuvo la propia por otras razones. Fue el club de
las escasas naciones que se habían mantenido fieles al "patrón plata"
que, además, poco después, rápidamente vieron mejorar su situación
cuando el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt,
presionado por los estados productores de ese metal en el país, volvió
al referido "patrón plata". Un tema muy bien estudiado por el economista
monetarista Milton Friedman. Hoy,
ocho décadas y media después de aquellos tiempos y tras el caos
existente en 1949 cuando llegó al gobierno Mao Ze Dong tras desalojar
del poder a su concuñado Jiang Jie Shi (ambos eran yernos de Sun Yi
Xian, el fundador de la República en 1911), hoy ese enorme país asiático
comparte el liderazgo de la economía planetaria medida en poder de
compra. El
otro gran país que se mantuvo al margen fue la ex Unión de las
Repúblicas Socialistas Soviéticas que, conducida por Iosif
Vissarionovich Dzhugashvilli (Stalin) se hallaba en un gran proceso de
desarrollo industrializador en base a las normas establecidas en el
“Plan Quinquenal” de 1928.
Los
EUA pasados tres cuartos de siglo se encontraron en una burbuja
financiera que prenunciaba una crisis recesiva alertada por algunos
economistas como el turco Nouriel Roubini, en 2005; Alan Greenspan, ex
titular de la Reserva Federal de los EUA, o el brasileño Ricardo Amorim,
quién se ha especializado en estudiar el endeudamiento de los
ciudadanos de ese país y su relación con otra burbuja, la inmobiliaria; y
yo mismo, en una nota publicada por Télam a comienzos de marzo de 2007.
El
tema era sencillo: una persona compraba una casa a u$s 100.000 y un
banco le prestaba u$s 90.000. La propiedad pasa a costar 120.000 y
entonces el propietario va otra vez al banco y pide una hipoteca
adicional para, por ejemplo, cambiar de auto. El bien sigue aumentando y
llega a u$s 150.000, entonces el deudor va al banco y requiere más para
hacer un viaje de placer. En consecuencia termina debiendo el 90% pero
de 150.000, bastante más de lo que pagó la casa originalmente.
Ello
se financiaba con bonos del Tesoro estadounidense que compraban otros
países, en primer lugar China que de ese modo financiaba sus propias
exportaciones a ese mercado. Los chinos le vendían a los estadounidenses
y con ese dinero compraban los bonos merced a los cuales se mantenía el
ritmo de alto consumo en la entonces indiscutida primera potencia.
En
1929 también se vivía en la gloria del consumismo de las capas medias.
El capitalismo mundial se había olvidado de la crisis de 1873 desatada
en Viena y cuya expansión mundial llegó también a todo el planeta,
incluida la Argentina con su colapso de 1890 durante la presidencia de
Miguel Angel Juárez Celman, la que tuvo trascendentes repliques en la
región y en la Península Ibérica y que obligó a la intervención de los
gobiernos del Reino Unido, Francia y Rusia.
Había
pasado la guerra con España de 1898 y los EUA ya eran la primera
potencia económica del planeta y su sistema financiero por entonces
competía ventajosamente con el de Londres y la bolsa de Nueva York se
había convertido en el primer centro de especulación por lo que lo del
jueves 24 no generó el alerta merecido y así llegó el colapso del martes
29.
Las
medidas ortodoxas aplicadas fueron empeorando la situación hasta que su
principio de reversión se dio en 1933 de la mano del “New Deal” del
presidente Franklin Delano Roosevelt asesorado por el economista inglés
John Maynard Keynes. Se apoyó a los sectores en problemas, se creó el
Departamento de Trabajo que permitió emplear a unas cuatro millones de
personas, en su mayoría en tareas de baja productividad, y se impulsaron
las empresas estatales de las cuales la más exitosa y trascendente fue
la Autoridad del Valle de Tennesse (TVA), la actual gran generadora de
energía eléctrica y madre del enorme desarrollo económico-social de esa
cuenca fluvial.
La
guerra iniciada en 1939 terminó de solucionar el problema y ser la
madre de los “30 años felices” del capitalismo entre 1945 y 1975, aunque
sólo para los países centrales mientras en la “periferia” se vivían
otros problemas que afectaban a la mayor parte de la población mundial.
Los
viejos romanos decían “historia magistra vitae est”. Los economistas
del primer lustro de nuestro siglo, salvo algunas contadísimas
excepciones, no lo entendieron y así se entró en la tercera gran crisis
del capitalismo, acerca de la cual muchos aún miran para otro lado.
Mientras,
la economía china crecía a un ritmo vertiginoso en términos reales,
pero la volatilidad financiera mundial también creó en el país una
burbuja bursátil expresada en Shanghái. Sobre ella operó el gobierno de
Beijing que, por otra parte, en los últimos años ha hecho esfuerzos por
enfriar el crecimiento, aunque sin poder evitar que éste continuase.
En
esta realidad contemporánea los bancos chinos, en tanto, otorgaban
créditos con mucha facilidad, lo que, entre otras cosas, hizo que 1,3
millones de personas (el uno por mil de la población) se hayan endeudado
con aquellos para dedicarse a realizar inversiones bursátiles
provocando una fuerte suba de las acciones.
De
ahí la importancia de una estrategia asentada en los pactos regionales y
que en el ámbito mundial se apoye en las grandes economías emergentes
de nuestros tiempos como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y
Suráfrica), o el incipiente NAC (Noruega, Australia y Canadá) en un
marco en que el sistema mundo con el dólar estadounidense como gran
referente se desintegra, el euro no alcanza a reemplazarlo y cobran
fuerza otras alternativas monetarias, como las virtuales, y se recupera
ideas de grandes economistas olvidados como el argentino Jean Silvio
Gesell.
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