Rosas

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martes, 26 de junio de 2018

Perón y la Iglesia


Por el Prof. Jbismarck
Perón era el caudillo del Ejército, con el que la Iglesia tenía relación desde los años treinta a partir del temor compartido a la amenaza del comunismo y tanto la doctrina social de la Iglesia como el peronismo reconocían la realidad de los conflictos sociales y proponían su superación a través de una conciliación de clases en la que el Estado jugaba un papel central, en el rol de mediador o implementando una política redistributiva definida como “justicia social”. Dentro de esta perspectiva, el peronismo podía ser considerado como una eficaz barrera contra el comunismo.  Sin embargo, perón tenia reticencias dentro de la iglesia ya que distaba de ser el ideal de “militar católico”. Su pública convivencia con una joven actriz y sobre todo lo que llamaban el excesivo “obrerismo” .  Por eso algunos como el padre  Virgilio Filippo, “cristianizar al peronismo”. 
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Si bien continuo  enseñándose religión en las escuelas estatales permanecían contenidos “iluministas” en la enseñanza de la historia, la literatura, la filosofía que contradecían los principios religiosos. Además surgen conflictos en torno a la familia como “conceder a la concubina los derechos previsionales al fallecimiento del titular,  o la reforma del Código Civil que reemplazaba la denominación de “hijos adulterinos e incestuosos” por la de “hijos naturales” y en la Ley de Equiparación de Hijos Legítimos e Ilegítimos (1952).   Cuestiones como el sufragio femenino y la aparición de organizaciones como el Partido Peronista Femenino, fueron observadas con creciente desconfianza.  Las instituciones caritativas católicas no podían competir frente a la poderosa Fundación Eva Perón que encima estaba asociada a una figura para muchos católicos irritante por sus orígenes “ilegítimos”, su pasado humilde, sus vinculaciones artísticas,  su convivencia pública previa al matrimonio con Perón no eran datos menores. Además, ella había  tenia un estilo combativo que contrastaba con la moderación que correspondían al papel de primera dama. El primer enfrentamiento abierto entre el gobierno y sectores vinculados a la Iglesia estalló a raíz de un multitudinario acto que la Escuela Científica Basilio había organizado en el Luna Park, en octubre de 1950. El acto, convocado bajo la consigna “Jesús no es Dios” –considerada blasfema por los católicos–, fue inaugurado por la lectura de un telegrama de adhesión firmado por Perón y su esposa. acto se vio alterado: jóvenes de la Acción Católica ubicados estratégicamente en las tribunas y en las inmediaciones del estadio provocaron un considerable tumulto.  En 1954, cuando el predicador norteamericano Theodore Hicks, que practicaba el “don de la sanidad” reunía multitudes en estadios deportivos de Buenos Aires.  La enfermedad y la muerte de Eva Perón en 1952 acentuó la incorporación de una simbología religiosa: rezar por ella, hacer peregrinaciones por su salud, escribirle oraciones eran conductas altamente valoradas. La Acción Católica se transformaba en un actor político, un “partido católico”, cuyo discurso opositor al peronismo articulaba inquietudes caras a las clases medias –de las que la mayoría de sus miembros provenía– y altas de la sociedad. En los primeros días de diciembre de 1954, el ministro de Educación, Méndez San Martín, suprimía las clases de religión en las escuelas públicas. El 13 de diciembre e divorcio había quedado incorporado a la legislación argentina.  Los actos religiosos debían efectuarse en lugares cerrados.  Indudablemente la Iglesia quedaba fuera del espacio público.  Ya en 1955, mientras los incidentes se sucedían y las campañas de “panfletos” incentivadas desde las parroquias.  El 1º de mayo, en la celebración del Día del Trabajo frente a una multitud en la Plaza de Mayo, la cuestión de la reforma constitucional para establecer la separación de la Iglesia y el Estado –presentada como una solicitud de la CGT la Iglesia nuevamente quedaba identificada con la “oligarquía”.  El 11 de junio debía celebrarse la festividad de Corpus Christi. Una verdadera multitud –muchos de sospechosa piedad– que aclamando a “Cristo Rey” desbordó ampliamente la capacidad de la catedral e incluso de la Plaza de Mayo.  Los congregados se lanzaron por las calles de Buenos Aires, apedrearon sedes de diarios oficialistas, destrozaron vidrios de edificios públicos, pintaron consignas como “Muera Perón” y “Viva Cristo Rey” y al llegar frente al Congreso, arrancaron una placa de homenaje a Eva Perón y arriaron y quemaron la bandera nacional.   Y en la medida en que las demandas católicas coincidieron (sin ser exactamente idénticas) con la de las Fuerzas Armadas el conflicto adquirió su forma. En la mañana del 16 de junio de 1955, efectivos de la marina de guerra y "comandos civiles" intentan sin éxito copar la Casa Rosada y matar al presidente Juan Perón. El mandatario busca refugio en el edificio del ministerio de Guerra y se dispone a sofocar la rebelión. A mediodía, aviones Gloster Meteor de la Armada bombardean y ametrallan la sede del gobierno y la Plaza de Mayo. Una de las primeras bombas estalla en el techo de la Casa Rosada. Otra, le pega a un trolebús lleno de pasajeros y mueren todos. Los aviadores subversivos lanzan nueve toneladas y media de explosivos.  Hay 350 muertos y 2 mil heridos. Setenta y nueve personas quedan lisiadas en forma permanente. Los agresores huyen hacia Uruguay, donde solicitan asilo político nadie dudó de la complicidad católica. El golpe fracasó por las descoordinación de las acciones pero su saldo fue una gran cantidad de muertos y heridos y un estado de estupor generalizado. La reacción no se hizo esperar y esa misma noche fueron asaltados e incendiados varios templos del centro de Buenos Aires y la Curia Metropolitana. En un clima festivo se asaltaron altares, se destruyeron imágenes y archivos y en un juego carnavalesco los atacantes se vistieron con ropas sacerdotales y remediaron los gestos del rito. Quienes atacaron las iglesias pudieron moverse libremente en un amplio radio durante varias horas sin que nadie intentara detenerlos. Pronto se advirtió la gravedad de las consecuencias.  Perón procuró deslindar responsabilidades, atribuyendo las culpas a los “comunistas”, pero si éstas eran intenciones de poner paños fríos, ya era demasiado tarde: al día siguiente, la Secretaría de Estado del Vaticano daba a conocer el decreto de excomunión de Perón.  Para los ultracatólicos sólo quedaba el camino a la revolución. cuya simbología religiosa –los aviones desde Córdoba llegaban bajo la consigna “Cristo Vence”– superaba ampliamente la de anteriores golpes militares. Sin embargo, queda una cuestión pendiente. ¿Qué relación puede establecerse entre el conflicto con la Iglesia y la caída del peronismo? Fue importante, pero considerarlo como la causa desencadenante de la caída del gobierno de Perón –sin tener en cuenta, entre otras razones, las debilidades estructurales del peronismo– resultaría simplista. Pero también resulta indudable que el protagonismo alcanzado consolidó el papel de la Iglesia católica como un insoslayable factor de poder en el campo político.

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