Por el Prof. Jbismarck
Perón era el caudillo del Ejército, con el que la
Iglesia tenía relación desde los años treinta a partir del temor compartido a
la amenaza del comunismo y tanto la doctrina social de la Iglesia como el
peronismo reconocían la realidad de los conflictos sociales y proponían su superación
a través de una conciliación de clases en la que el Estado jugaba un papel
central, en el rol de mediador o implementando una política redistributiva
definida como “justicia social”. Dentro de esta perspectiva, el peronismo podía
ser considerado como una eficaz barrera contra el comunismo. Sin embargo, perón tenia reticencias dentro
de la iglesia ya que distaba de ser el ideal de “militar católico”. Su pública
convivencia con una joven actriz y sobre todo lo que llamaban el excesivo
“obrerismo” . Por eso algunos como el
padre Virgilio Filippo, “cristianizar al
peronismo”.
Si bien continuo enseñándose
religión en las escuelas estatales permanecían contenidos “iluministas” en la
enseñanza de la historia, la literatura, la filosofía que contradecían los
principios religiosos. Además surgen conflictos en torno a la familia como “conceder
a la concubina los derechos previsionales al fallecimiento del titular, o la reforma del Código Civil que reemplazaba
la denominación de “hijos adulterinos e incestuosos” por la de “hijos
naturales” y en la Ley de Equiparación de Hijos Legítimos e Ilegítimos (1952). Cuestiones
como el sufragio femenino y la aparición de organizaciones como el Partido
Peronista Femenino, fueron observadas con creciente desconfianza. Las instituciones caritativas católicas no
podían competir frente a la poderosa Fundación Eva Perón que encima estaba
asociada a una figura para muchos católicos irritante por sus orígenes “ilegítimos”,
su pasado humilde, sus vinculaciones artísticas, su convivencia pública previa al matrimonio
con Perón no eran datos menores. Además, ella había tenia un estilo combativo que contrastaba con
la moderación que correspondían al papel de primera dama. El primer
enfrentamiento abierto entre el gobierno y sectores vinculados a la Iglesia estalló
a raíz de un multitudinario acto que la Escuela Científica Basilio había
organizado en el Luna Park, en octubre de 1950. El acto, convocado bajo la
consigna “Jesús no es Dios” –considerada blasfema por los católicos–, fue
inaugurado por la lectura de un telegrama de adhesión firmado por Perón y su
esposa. acto se vio alterado: jóvenes de la Acción Católica ubicados
estratégicamente en las tribunas y en las inmediaciones del estadio provocaron
un considerable tumulto. En 1954, cuando
el predicador norteamericano Theodore Hicks, que practicaba el “don de la
sanidad” reunía multitudes en estadios deportivos de Buenos Aires. La enfermedad y la muerte de Eva Perón en 1952
acentuó la incorporación de una simbología religiosa: rezar por ella, hacer
peregrinaciones por su salud, escribirle oraciones eran conductas altamente valoradas.
La Acción Católica se transformaba en un actor político, un “partido católico”,
cuyo discurso opositor al peronismo articulaba inquietudes caras a las clases
medias –de las que la mayoría de sus miembros provenía– y altas de la sociedad.
En los primeros días de diciembre de 1954, el ministro de Educación, Méndez San
Martín, suprimía las clases de religión en las escuelas públicas. El 13 de
diciembre e divorcio había quedado incorporado a la legislación argentina. Los actos religiosos debían efectuarse en lugares
cerrados. Indudablemente la Iglesia
quedaba fuera del espacio público. Ya en
1955, mientras los incidentes se sucedían y las campañas de “panfletos”
incentivadas desde las parroquias. El 1º
de mayo, en la celebración del Día del Trabajo frente a una multitud en la Plaza
de Mayo, la cuestión de la reforma constitucional para establecer la separación
de la Iglesia y el Estado –presentada como una solicitud de la CGT la Iglesia
nuevamente quedaba identificada con la “oligarquía”. El 11 de junio debía celebrarse la festividad
de Corpus Christi. Una verdadera multitud –muchos de sospechosa piedad– que
aclamando a “Cristo Rey” desbordó ampliamente la capacidad de la catedral e
incluso de la Plaza de Mayo. Los congregados
se lanzaron por las calles de Buenos Aires, apedrearon sedes de diarios
oficialistas, destrozaron vidrios de edificios públicos, pintaron consignas
como “Muera Perón” y “Viva Cristo Rey” y al llegar frente al Congreso,
arrancaron una placa de homenaje a Eva Perón y arriaron y quemaron la bandera
nacional. Y en la medida en que las demandas católicas
coincidieron (sin ser exactamente idénticas) con la de las Fuerzas Armadas el
conflicto adquirió su forma. En la mañana del 16 de junio de 1955,
efectivos de la marina de guerra y "comandos civiles" intentan sin
éxito copar la Casa Rosada y matar al presidente Juan Perón. El mandatario
busca refugio en el edificio del ministerio de Guerra y se dispone a sofocar la
rebelión. A mediodía, aviones Gloster Meteor de la Armada bombardean y
ametrallan la sede del gobierno y la Plaza de Mayo. Una de las primeras bombas
estalla en el techo de la Casa Rosada. Otra, le pega a un trolebús lleno de
pasajeros y mueren todos. Los aviadores subversivos lanzan nueve toneladas y
media de explosivos. Hay 350 muertos y 2
mil heridos. Setenta y nueve personas quedan lisiadas en forma permanente. Los
agresores huyen hacia Uruguay, donde solicitan asilo político nadie dudó de la complicidad católica.
El golpe fracasó por las descoordinación de las acciones pero su saldo fue una
gran cantidad de muertos y heridos y un estado de estupor generalizado. La
reacción no se hizo esperar y esa misma noche fueron asaltados e incendiados
varios templos del centro de Buenos Aires y la Curia Metropolitana. En un clima
festivo se asaltaron altares, se destruyeron imágenes y archivos y en un juego carnavalesco
los atacantes se vistieron con ropas sacerdotales y remediaron los gestos del
rito. Quienes atacaron las iglesias pudieron moverse libremente en un amplio
radio durante varias horas sin que nadie intentara detenerlos. Pronto se
advirtió la gravedad de las consecuencias. Perón procuró deslindar responsabilidades, atribuyendo
las culpas a los “comunistas”, pero si éstas eran intenciones de poner paños fríos,
ya era demasiado tarde: al día siguiente, la Secretaría de Estado del Vaticano
daba a conocer el decreto de excomunión de Perón. Para los ultracatólicos sólo quedaba el camino
a la revolución. cuya simbología religiosa –los aviones desde Córdoba llegaban
bajo la consigna “Cristo Vence”– superaba ampliamente la de anteriores golpes militares.
Sin embargo, queda una cuestión pendiente. ¿Qué relación puede establecerse
entre el conflicto con la Iglesia y la caída del peronismo? Fue importante, pero
considerarlo como la causa desencadenante de la caída del gobierno de Perón –sin
tener en cuenta, entre otras razones, las debilidades estructurales del
peronismo– resultaría simplista. Pero también resulta indudable que el
protagonismo alcanzado consolidó el papel de la Iglesia católica como un
insoslayable factor de poder en el campo político.
No hay comentarios:
Publicar un comentario