Rosas

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viernes, 10 de junio de 2022

La muerte de C. Alejandro Heredia ¿Robles? ¿Avellaneda? ¿Ibarra?

Por Martiniano El Inmortal
Nació en Tucumán en 1788. Fue una de las figuras más cultas del federalismo del interior, doctor en derecho por la Universidad de Córdoba, que conocía literatura clásica y hablaba el latín. Fue él quien le enseñó los primeros rudimentos del latín a su protegido Juan Bautista Alberdi.   Como militar, se distinguió en las batallas de Tucumán (1812) y Salta (1813), con el grado de teniente, y después en la acción de Sipe Sipe (1815). En el ejército del Norte alcanzó el grado de coronel, y figuró entre los protagonistas de la histórica sublevación de Arequito (1820), que dio por tierra con el proyecto de monarquia del Directorio. Luego de este hecho se dirigió a Salta, para ponerse a las órdenes de Güemes, en guerra con los godos.Alejandro Heredia es una gran figura. Ocupa un sitio muy destacado entre los gobernantes del interior durante la época de Rosas. Además, fue hombre de cultura y de ideas independientes, dentro de sus simpatías por la Confederación.  En 1806, logró por concurso una cátedra de latín en la Universidad de Córdoba. Después, los imperativos de la Revolución lo alejaron a él —como a tantos otros— de la cátedra. 
Su actuación fue destacada en ambas batallas, y mereció recomendaciones de Belgrano y de Rondeau, respectivamente. En 1816 era ya teniente coronel cuando el Congreso de Tucumán lo designó Comisionado con motivo de una Revolución ocurrida en La Rioja. En 1820 era coronel en el Regimiento que mandaba Paz en el Ejército del Norte, y tuvo intervención en la aún hoy discutida Sublevación de Arequito (Heredia pensaba, como los del Norte, en la necesidad de defender las fronteras amenazadas). Posteriormente, fue Diputado por Tucumán al Congreso General Constituyente reunido en Buenos Aires en 1824 (si bien ya no era Diputado cuando se dictó la Constitución unitaria de 1826). Y en 1831 fue Diputado ante la Junta de Representantes de Salta, como una consecuencia del reciente triunfo de Quiroga sobre Lamadrid en el Campo de Ciudadela. Al amparo de la hegemonía de Quiroga en el Norte, sube la importancia política de Heredia. 1832 es un año decisivo en su vida política, ya que ese año fue elegido Gobernador de Tucumán. Y en el cargo se mantendrá, a través de elecciones sucesivas, hasta el momento de su muerte. El gobierno o, mejor, los gobiernos de Heredia se caracterizaron por su irradiación e influencia en casi todo el Norte. En el ámbito provincial, por una serie de iniciativas fecundas, particularmente de carácter cultural, pero no menos por sus gestiones administrativas, jurídicas, etcétera. Una idea que singulariza a Heredia (y que le da curiosa individualidad entre los gobernantes de la Confederación, al mismo tiempo que perturba a hombres como Rosas e Ibarra) es la idea de la "Fusión de los partidos". En Heredia, tal intención no se reducía a simples palabras, sino que tomaban estado activo en su conocida protección a jóvenes capaces, aunque éstos no simpatizaran abiertamente con la causa de la "federación" (Alberdi, Marco Avellaneda, Marcos Paz y muchos otros, son testimonios fehacientes de lo que digo). En 1837, la guerra de la Confederación con Bolivia obliga a Heredia a dirigir las fuerzas argentinas contra el General Santa Cruz. Y, en fin, terminada sin pena ni gloria la lucha, el 12 de noviembre de 1838, en Tucumán, Heredia encontró la muerte, asesinado por una partida de sus propios soldados.
MARCO AVELLANEDA Y LA MUERTE DE HEREDIA Los comentarios determinados por la muerte de Heredia pueden servir de ejemplo para mostrar cómo la pasión política suele desvariar y cómo la bandería suele acomodar los sucesos a determinados puntos de vista. Claro que si en los momentos cercanos al hecho la actitud no se justifica, cabe por lo menos una explicación. Lo que ya resulta realmente insostenible es que hoy, a más de cien años del suceso, cierta historiografía repita, sin mayor análisis, determinados alegatos, acusaciones y vituperios. La muerte de Heredia se nos aparece, a la distancia, terrible y misteriosa. Muerte en un ámbito solitario, sobre un fondo rústico, verde y húmedo a la vez. El asesinato del "indio" Heredia constiuye aún un apasionante caso "policial", y lo de policial creo que, sin quitar jerarquía al hecho histórico, sirve para revelar las extrañas resonancias que rodean al hecho. Pero vayamos por parte. En la mañana del día 12 de noviembre de 1938, Alejandro Heredia, Gobernador de Tucumán, fue asesinado en Lules, cerca de la capital, cuando en una galera se dirigía a su finca de Arcadia, acompañado de su hijo. Heredia fue muerto por una partida dirigida por Gabino Robles y completada por los oficiales Juan de Dios Paliza, Vicente Neirot, José Hermenegildo Casas y Gregorio Uriarte Una breve acotación. Posiblemente por la coincidencia de la galera, la partida, la emboscada, etc., Juan María Gutiérrez, al conocer el episodio, lo calificó de Nueva Barranco Yaco 2. Y la coincidencia es más llamativa si tenemos en cuenta la amistad que había unido en vida a Quiroga y Heredia. Por otro lado, no era esa la primera vez que se conspiraba o se atentaba contra la vida de Heredia, aunque fue ésta —claro está— la circunstancia fatal. Con respecto al autor material de la muerte de Heredia, no cabe duda (puesto que múltiples testimonios lo refirman) que el ejecutor principal fue Gabino Robles, el jefe de la partida. Robles era comandante en el ejército de Heredia. Había sido abofeteado por el Gobernador en Salta, y desde ese momento juró matar a quien así lo lo había agraviado. Robles se presentó siempre como único matador. Reparemos, con todo, que el cadáver de Heredia ofrecía varios "balazos y lanzadas", tal como atestiguó Manuel de Yrigoyen, Oficial Mayor de Relaciones Exteriores, el día 14 de noviembre. Manuel de Yrigoyen atribuye el crimen, en ese primer momento, a los cinco oficiales de la partida Teniendo en cuenta la disímil jerarquía de las personas, una venganza personal pareció bien pronto motivo poco consistente para apoyar en él el asesinato. La posterior actuación de Marco Avellaneda, las acusaciones de Ibarra y, más adelante, las contingencias de La Liga del Norte, hicieron que, sobre todo, en el bando rival, creciera la sospecha de que Marco Avellaneda había sido el instigador de la muerte de Heredia. Pero la pasión partidaria y el ardor de la lucha no se contentaba sólo con eso. El interés estaba en mostrar que Marco Avellaneda era, no ya el instigador, sino el "autor" material. Saldías dio posteriormente una versión semejante, recogida —según decía— de labios del propio Robles. Durante su •permanencia en Salta, embriagado según era su costumbre, dio de bofetones al comandante don Gabino Bobles. Este devoró la afrenta, pero juró vengarla. Apenas regresó a Tucumán, Bobles se afilió entre los adversarios del Gobernador. Una noche hubo de sacrificar a Heredia en el teatro a no haber intervenido varias personas que probablemente no conceptuaron oportuno el momento para llevar las cosas a tal extremo. Por las referencias que me hizo el mismo Robles en Tucumán, tengo para mí que, a partir de tal noche, este hombre desgraciado fue el brazo que hicieron suyo los revolucionarios para realizar lo que venían persiguiendo. Todos los antecedentes de este episodio ruidoso lo ponen así de manifiesto. El 12 de noviembre de 1838, Heredia se dirigía en su galera a su hacienda La Arcadia, acompañado de su hijo.  
Al llegar a la altura de Lules salieron de una emboscada los comandantes Gabino Robles, Juan de Dios Paliza, Vicente Neyrot, Gregorio üriarte y el teniente José Casas, montado en el propio caballo que le prestó él día anterior don Marco Avellaneda [se refiere a la Declaración de Metán]. Heredia sacó la cabeza por la portezuela de la galera y con voz angustiosa le preguntó al primero que se le adelantó: ¿Qué hay, Robles? Todo lo que üd, pida le daré...—Hay los bofetones de Salta, y sólo quiero tu vida, tirano, repuso Robles descerrajándole tres tiros [Beferencia de don Gabino Bobles]. Inmediatamente Robles se dirigió a la ciudad con sus compañeros. En el tránsito encontró a don Marco Avellaneda y a don Lucas Zaváleta, y alargándole la mano aquél gritó: ;Ta sucumbió el tirano! (Ver ADOLFO SALDÍAS, Historia de la Confederación Argentina, III, Buenos Aires, 1911, págs. 55-56). Marco Avellaneda (cuando se defiende de Ibarra) no era necesario esperar a su famosa Confesión de Metán para que sus enemigos encontraran en él rastros de culpabilidad. En efecto, es sabido que un documento comunmente utilizado para ligarlo al crimen es la Confesión de Metán, del 3 de octubre de 1841, hecha por Avellaneda ante Mariano Maza en momentos previos a su degüello.  Ahora bien, ¿qué afirmó en esa declaración Marco Avellaneda?  En relación al episodio que nos ocupa, es decir, la muerte de Heredia, leemos lo siguiente: que había conocido a Heredia y que éste fue asesinado por Gabino Robles, Juan de Dios Paliza, Vicente Neirot, un  Uriarte y un Casas..., y que pensaba que el asesinato no había sido más que una venganza personal que, al mismo tiempo, esperaba encontrar también eco favorable en el pueblo de Tucumán. Al preguntársele con qué fin el teniente Casas llevaba un caballo rosillo propiedad de Avellaneda, éste había respondido que, en efecto, Casas, el día anterior -al hecho, le había pedido un caballo para realizar un paseo hasta Los Lules. Por último, Avellaneda se refirió a su encuentro casual con los asesinos el mismo día del hecho, cuando iba hacia El Manantial acompañado de su pariente Lucas Zavaleta. Gabino Robles se había declarado allí como único autor (Robles le dijo que él, con sus propias manos, había asesinado al Gobernador Heredia...) En fin, Avellaneda se refiere a unas apremiadas palabras de aprobación.
Esto es lo fundamental de la declaración, vinculada al episodio de la muerte de Heredia, sin quitar ni agregar nada a lo que realmente interesa, vale decir, al hecho en sí, circunstancias y autor o autores. La declaración se publicó en La gaceta mercantil de Buenos Aires, del 2 de noviembre de 1841. Veamos ahora derivaciones pintorescas (y, algunas, increíbles) de esta confesión. En primer lugar, veamos cómo sintetizó Adolfo Saldías los párrafos publicados en LA GACETA MERCANTIL:
Interrogado respecto del asesinato del general Heredia, refirió igualmente los detalles que sabía, confesando que había prestado su caballo al teniente Casas, uno de los asesinos; que encontrándose con éstos en seguida del asesinato había aplaudido su conducta, y que a solicitud de los mismos había convocado la legislatura para que ésta nombrase el gobernador reemplazante de aquel General...
Que Avellaneda tuvo participación en el asesinato de Heredia y que como uno de los jefes de la Coalisión del Norte habíase envuelto en el torbellino sangriento de la época, sublevando contra sí las iras de sus enemigos que lo acusaban de crueldades y fusilamientos análogos a los que él les echaba en cara, eran hechos ciertos y conocidos tanto de los unitarios como de los federales.. Y da la casualidad de que para salirle al encuentro en el camino donde se consumó el crimen, Robles va en un caballo de Avellaneda...
Es sugestivo que el comandante Gabino Robles montara un caballo de Marco Avellaneda...Pedro Ramos, edecán de Rosas, sostiene que la muerte de Heredia fue para Tucumán el comienzo de una época de anarquía, cuyo desenlace, por las personas que podían prevalecer, no prometía nada favorable para Rosas. Lo mismo podemos decir en relación a Salta, cuyo gobernador era Felipe Heredia, hermano de Alejandro. En fin, la situación de Catamarca, protegida por el gobernador de Tucumán.
Rosas defiénde al finado Heredia de las acusaciones de Ibárra. En lo que se refiere a los unitarios tucumanos, sólo menciona concretamente a ese don Salustiano Zavália. Heredia era aliado del Restaurador y su alianza se extendía, a través de su poderío, a gran parte del norte argentino. La muerte de Heredia, a fines de 1838, trajo un vuelco político inmediato en algunas de dichas provincias perdiendo Tucumán su hegemonía. En esta se designa gobernador a don Bernabé Piedrabuena, que no era rosista. El gobernador de Salta, Felipe Heredia, hermano de Alejandro, ante el alzamiento de algunos jefes departamentales, tiene que resignar el poder en una Comisión Gubernativa, hasta que se nombra mandatario legítimo a don Manuel Solá, primo de Piedrabuena. Y en Jujuy se depone al gobernador don Pablo Alemán, ahijado de Heredia... Sólo don José Cubas, tachado antes de poco federal, sigue gobernando en Catamarca; como en La Rioja, el general Brizuela, su dueño y señor. No hablemos de Santiago... isla política donde —igual que el coyuyo—reinaba imperturbable e inconmovible don Felipe Ibarra, "bombero" de Rosas en el Norte". Escribe Ibarra al Gobernador de Catamarca, José Cubas: Con el amigo Recalde he hablado bastante sobre la perniciosa influencia que puede ejercer en Ud. el malvado Marco Avellaneda, hijo de esa provincia y vecino de Tucumán. Este descarado aspirante, a quien el público acusa de ser el principal autor del horrendo asesinato de Heredia, sólo trata de enredar estos pueblos unos con otros...La carta de Avellaneda a Cubas tiene como fecha el 4 de mayo de 1839. Marco Avellaneda: ibarra Me llama el asesino de Heredia. Le agradezco esta calumnia. Soy bastante republicano para desdeñar la gloria de Bruto... Los que en nuestro siglo han escrito sobre el tiranicidio no han vivido en nuestros países ni han sufrido el yugo de los Quiroga y de los Heredias. No han vivido en un país desmoralizado y sin virtudes públicas, donde una revolución era tan necesaria y justa como imposible. Pero, lo repito, yo no estoy obligado a contestar a una acusación tan calumniosa como vaga. Si se hubiesen citado hechos, si se hubiesen presentado las pruebas, yo las habría refutado. Yo habría confundido a mis calumniadores; pero hubiera empezado protestando que estaba lejos de considerar culpables a los heroicos tiranicidas, que han salvado a mi patria de la más bárbara expresión que se haya conocido jamás.
Un año después (el 30 de mayo de 1840) el hecho de que Marco Avellaneda, como presidente de la Sala de Representantes de Tucumán comunique al Gobernador que la Legislatura ha votado el sobreseimiento de los autores y cómplices del homicidio perpetrado en la persona del ex Gobernador Alejandro Heredia. Confirma la posibilidad que significó la muerte de Heredia para luchar abiertamente contra Rosas y para contribuir a la organización general de la República. No olvidemos que estaba ya en marcha la Liga del Norte y que un episodio como el que cito era la natural consecuencia de afirmaciones y proclamas del momento
En conclusión, y para apoyarme en el dato firme, el asesino concreto de Heredia fue Gabino Robles. Con la complicidad de la partida que él dirigía. La razón fundamental que lo impulsó al crimen parece haber sido una venganza personal. Sin descartar que intereses políticos, al tanto del resentimiento de Robles y sus deseos de venganza, actuaran para decidir el hecho ¿Qué intereses políticos? los de Marco avellaneda y la Coalición del Norte , por fin, la auténtica historia.
Ernesto Palacio: "El mártir de Metán es ejecutado, no por su actividad revolucionaria, sino por su participación en el asesinato de Heredia, según consta en el proceso que expresamente le hizo instruir el general Oribe..." (La verdadera historia de la Coalición del Norte, en Estudios, de Buenos Aires, 1940, n» 350, págs. 123-124).
BIBLIOGRAFÍA:
BUSANICHE JOSÉ LUIS #HISTORIA ARGENTINA"
GALASSO NORBERTO "HISTORIA ARGENTINA"
MENDEZ AVELLANEDA TIBURCIO "EL MARTIR DE METÁN"
PALACIO ERNESTO "HISTORIA ARGENTINA"
SALDÍAS ADOLFO "HISTORIA DE LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA"
SIERRA VICENTE D. "HISTORIA DE LA ARGENTINA"

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