Rosas

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jueves, 7 de marzo de 2013

DON ADEODATO DE GONDRA.

Por Prudencio Martínez Zuviría
Hace unos años en medio de una investigación que estaba realizando y a raíz de algo que había leído, me había quedado pensando en todos aquellos federales rosistas que habían traicionado al Restaurador de las Leyes el antiguo Gobernador de Buenos Aires y representante de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina D.Juan Manuel de Rozas.

Me vinieron a la mente varios personajes y es bueno que la posteridad y todos aquellos que investigamos la vida del Restaurador y sus dos gobiernos, también sepamos quienes de los suyos no quisieron o no se animaron a acompañar en la caída y en la desgracia a aquel que con tanto fervor habían acompañado, me refiero a D.Juan Manuel de Rozas y a todos sus antiguos amigos rosistas.

En este trabajo que relata la vida de don Adeodato de Gondra, que encontré en mi biblioteca en una vieja revista del primer Instituto de Investigación Histórica Juan Manuel de Rosas del año 1946, en su sección Bibliografía hay un trabajo comentando el libro escrito por el nieto de don Adeodato de Gondra, don Luis Roque Gondra, como una honrosa defensa a la querida memoria de su abuelo.
Este trabajo es muy interesante por que nos informa más sobre la vida de don Adeodato de Gondra, por que nos muestra cabalmente la personalidad de aquel que no dudó en cambiar de bando cuando apenas habían dejado de tronar los últimos cañones de Caseros.
Quiero rendirle homenaje sincero a la querida memoria de todos aquellos federales que supieron ser leales a Rozas y a la antigua Confederación Argentina.luego de la traición en los campos de Morón el 3 de febrero de 1852.

DE LA TIRANIA A LA LIBERTAD:
VIDA DEL DR. ADEODATO DE GONDRA.
Por LUIS ROQUE GONDA (Editorial Claridad).

Hermoso gesto el del Dr.Luis Roque Gondra sacando del piadoso anonimato en que yacía, el recuerdo de su ascendiente don Adeodato de Gondra, para que la dura lección de moral política y de consecuencia cívica que se desprende de su vida pudiera servir de ejemplo a todos quienes anteponen la ambición mezquina y el afán de figurar a otras consideraciones de orden superior.
Don Adeodato de Gondra fue hasta 1851, el prototipo de esos Ministros generales en quienes descansó realmente el peso de la labor administrativa provinciana. Intermediarios lógicos entre los caudillos de prestigio popular y los señores de La sala Legislativa de vieja tradición aristocrática. Los Ministros generales tuvieron a su cargo armonizar una institución con la otra: La republicana de los gobernadores, producto del advenimiento del pueblo al manejo político; con la colonial de la Sala, resabio de los antiguos cabildos vecinales. No fue poco lo que hicieron en esos años fecundos en que se iba formando lentamente la unidad nacional, partiendo de sus naturales bases, que eran las provincias.
Encontramos a Gondra, desde muy joven actuando en la primera fila en los escenarios provincianos. Por recomendación de Facundo Quiroga, va a Santiago del Estero a dar forma burocrática a las patriarcales disposiciones de D.Felipe Ibarra: inteligente y administrativamente honrado, don Adeodato tenía ante sí un magnífico porvenir político, que hubiera cumplido si no lo cegara un afán inmoderado de figurar y el grave defecto de la inconsecuencia . Por eso Ibarra acaba echándolo más o menos del Despacho de Ministro en 1841.
Pronto lo recoge Celedonio Gutierrez en Tucumán, no obstante las indicaciones de Ibarra desfavorables a don Adeodato. Junto a este, Gondra empeña su celo federal en la liquidación de los restos de la Coalición del Norte, y contribuye eficazmente al progreso económico de la provincia logrando bajo la paternal dictadura del general Guitierrez. Pero diez años después le ocurre idéntico percance que con Ibarra, y don Celedonio lo ha de licenciar en 1851 con el “puente de plata” de una misión a Buenos Aires. “para expresar al Ilustre Restaurador, la adhesión más completa y entusiasta de las provincias de Tucumán y Jujuy, a la causa argentina, ante la guerra con el Imperio del Brasil, y la traición del loco, salvaje,etc, de Urquiza.
Para el Doctor Luis Roque Gondra estos tripiezos en la carrera administrativa de su abuelo, deberíase a que “mientras aparentaba colaborar lealmente con los tiranos, en secreto trabajaba para el derrumbe de la tiranía”. Claro es que una afirmación de tanta gravedad va por cuenta exclusiva de su descendiente, cuyo liberalismo al parecer no puede resignarse a que su abuelo hubiera trabajado lealmente por la causa de la tiranía, antes que reaccionario sincero, lo prefiere traidor, todo va en gustos…
Cesante en Tucumán, don Adeodato emprende viaje a Buenos Aires. No lleva solamente sus instrucciones de plenipotenciario, pues en los últimos años de su Ministerio, y ya cuarentón, se ha recibido de abogado, previo el certificado de práctica expedido por la provincia que gobernaba. Con ambos documentos, Gondra se prepara a una brillante carrera en el Buenos Aires de Rosas. Le es necesario para ello ganar a toda costa la gracia del omnipresente Restaurador; pero poseedor –según si nieto y biógrafo- “ del arte de fascinar a los caudillos”, el campo se le hace orégano cuando llega a la Capital en ese último año de la tiranía.
Nada omite en sus propósitos de atraerse la atención de Rosas. Publica una violenta carta contra Urquiza, donde el futuro constituyente del 53 califica de “anárquico y disolvente” el proyecto de “reunir una asamblea de delegados de los pueblos “, expresado por Urquiza como única base de su pronunciamiento. Más tarde lo vemos en las funciones de gala de los teatros pidiendo desde su palco y con estentórea voz, en momentos de comenzar la función, “vivas al gran Rosas” y “mueras al loco, traidor, etc. Urquiza” (ambos episodios constan en los diarios de la época. Ver también “Las vísperas de Caseros “ de A. Capdevila.( Pp. 62 y 108). Encabeza una manifestación de “plenipotenciarios” provinciales que se dirige a Palermo, donde pronuncia un encendido discurso federal “poniéndose a las órdenes del Jefe Ilustre de la Confederación para triunfar o morir” (Ver Archivo Americano, N° 28) y concurre diariamente a los salones de Manuelita, con la esperanza de que el Restaurador advierta su presencia.
Ocurre Caseros y don Adeodato ni triunfa ni muere.
No había nacido para las heroicidades, y a la semana escasa saltaba el cerco de la manera espectacular que tanto le placía. Escribe al “Ilustre general “ vencedor, felicitándolo “por haber sepultado un pasado ignominioso en los campos gloriosos de Morón” y después de llamarle “paladín de la libertad federal “, le ofrece junto a su persona la adhesión de las dos provincias que representaba. “Para ello –dice Ibarguren- sólo tuvo que cambiar el destinatario y variar los adjetivos mal aplicados que llevaban sus instrucciones: vándalo, salvaje y criminal resultó el vencido; y benemérito, ilustre y magnánimo el vencedor”.
(En la penumbra de la historia argentina. P. 131).
Sigue concurriendo diariamente a Palermo, donde el novel libertador ha establecido su residencia. Allí –según el biógrafo- “tiene ocasión de emplear sus artes de fascinación” con Urquiza. Y cuando los viejos federales –Arana, Anchorena, Guido- llenos de dignidad y reserva acuden al llamado de Urquiza, se encuentran a don. Adeodato de Gondra, muy rígida la noble faz, haciendo poco menos que los honores de dueño de casa y hablando muy suelto de tiranía y libertad.
Escribe a su provincia diciendo que ahora ha comprendido –después de la derrota-“todo lo falso del gobierno de Rosas “. Como el gentil de Evangelio quema lo que había adorado, pero mejor adorar lo que antes quemara. Y ni por un momento deja de concurrir diariamente a los besamanos de Palermo “aconsejando- según su nieto- las decisiones que debería tomar Urquiza”, el cual mantenía “importantes entrevistas”.
Sumisión tan completa ha de ser premiada por el libertador, con un acta de Diputado Constituyente por San Luis, provincia que muy posiblemente Gondra no conocía ni en el mapa. Cerrando pues una curiosa carrera interprovincial, el antiguo Ministro en Santiago del Estero y Tucumán, y plenipotenciario de Jujuy, lograba en Buenos Aires una banca puntana para ir a Santa Fe, por mediación del gobernador de Entre Rios.
No cayó muy bien este nombramiento entre los demás diputados constituyentes. Lavaysse se lamenta “tener que suscribir mi nombre puro y honrado, con el de Adeodato de Gondra, avechucho tan desacreditado “ (G.Taboada “Los Taboada”, I, 152). En el viaje del “Countess of Londsdle “, sus compañeros del séquito de Urquiza lo han de tratar fríamente. Y una vez en la ciudad –como cuenta Sarmiento (“La Crónica “ 1853)- “no lo invitaban a bailar ni convites” y le hacían bromas saladas del calibre de ”tomar las iniciales de Gondra para dirigir diatribas”.(“ Obras ”XV,256). Aunque Luis Roque considera que estas afirmaciones “carecen de fundamento“ por que Sarmiento “no es un historiador veraz” a su juicio.
Todo el pasado federal de Gondra salió a relucir en las antesalas del Congreso Constituyente. Andaba por ahí copia de un decreto suyo no autorizado a “quitar la vida a los autores, cómplices y encubridores del asesinato de Heredia, donde quiera que se encuentren” hecho a propósito para legalizar la ejecución de Marco Avellaneda en Tucumán. Y circulaba copia de una carta suya al Carancho del Monte informándole “que las cabezas de Avellaneda y Casas estaban colgadas en la plaza de Tucumán como enemigos de Dios y de los hombres” (ambas reprod. por Zunny ”Historia de los gobernadores” . II. 541). Para peor el ahora poderoso clan santafesino de los Cullen, tenía
siempre presente que Gondra era el Ministro de Ibarra en momentos en que el jefe de la familia salía de Santiago del Estero en viaje hacia la muerte, remachada a los pies una barra de grillos.
Poco a poco la escasa cordialidad se va transformando en desaires y provocaciones, que el estoico don Adeodato tiene que aguantar con resignada paciencia. ¿Por qué, pensaría Gondra, se le imputaba a él sólo un rosismo que, quien más, quien menos, habían acabado todos por aceptar? En los escaños del Congreso se sentaba Del Campillo, funcionario y legislador rosista en Córdoba; Lavaysse, cura de Tulumba nombrado por “la tiranía”, y agente electoral de López-Quebracho; Zenteno, ministro general de Navarro en Catamarca; Gorostiaga, redactor el 3 de febrero del diario oficial rosista. Es cierto que Seguí, entusiasta rosista hasta 1851, habíase bañado en el Jordán purificador al redactar el pronunciamiento, que Regis Martínez o Ruperto Pérez, antiguos poetas federales, habían encontrado su camino de Damasco en la ruta del Palacio San José; que Leiva viejo enemigo personal de Rosas, era Juez de Primera Instancia en Entre Ríos antes del pronunciamiento;, que los unitarios “Zavalía y Zuviría”, no obstante su participación en la coalición del norte, vivían tranquilamente en Tucumán y Salta respectivamente al tiempo de Caseros, y el último se dirigía a Rosas llamándolo “jefe excelso que preside los destinos de la Confederación” (Arch. Americano” N° 25, p.47). ¿por qué Gondra solo era culpable?.
Es cierto que don. Juan Manuel –última consecuencia con sus enemigos- habíase marchado a Inglaterra reclamando la responsabilidad exclusiva de sus veinte años de gobierno. Es cierto que sus anchas espaldas se prestaban admirablemente para descargar las culpas propias y correr aliviados hacia los nuevos horizontes. ¡Si el propio Urquiza llevaba embarcado a cuenta del viajero del “Conflict ” su buen cargamento de pecados federales! ¿Por qué entonces a don Adeodato se le hacían cargos por esas cosas ocurridas antes del 3 de febrero?
“Siempre la oveja mas ruín es la que rompe el corral “ y la grave falta de Gondra fue exclusivamente su rápida conversión de la tiranía a la libertad. Si consecuente con los hombres y las ideas que cayeron en Caseros se hubiera llamado a un discreto silencio en las horas que siguieron a la derrota, hubiera merecido –como Felipe Arana-, o el general Guido y tantos más –el respeto de los triunfadores, o hubiera llegado a desempeñar un papel lúcido en la política argentina como Bernardo de Irigoyen, o continuado tranquilamente su vida profesional y social como Lorenzo Torres. Ninguno de ellos renegó del vencido para congraciarse con el vencedor. Don Adeodato, al fin y al cabo, ya no era un muchacho como Rufino de Elizalde, a quien podría perdonársele algunos pecadillos rosistas atendiendo lo ruidoso de su conversión.
La voltereta habíale dejado sin amigos en uno y en otro campo, inútilmente quiso desplegar las “artes de fascinación” que Gondra nieto admira en los artilugios de su eminente abuelo. Ni su negra y esmirriada figura, ni sus ojos huidizos, ni mucho menos su enfermizo afán de figurar y adulonerías hacia los poderosos ayudábanle a despertar simpatías.
Don Adeodato poseído ahora de una ardiente fe liberal, encontraba amargo el tránsito, que el 4 de febrero juzgó ilusoriamente tan factible; era el advenedizo para unos, y el renegado para otros. El hombre de Ibarra y Gutiérrez para los del nuevo orden; y el cortesano de Urquiza para los del orden caído.
Cuando bebió hasta lo último el amargo cáliz del boicot general, coronaría su carrera con otra inconsecuencia espectacular, como todos los gestos suyos. En plena revolución de Lagos, presenta al Congreso y defiende en el recinto un proyecto favorable a Buenos Aires, en guerra con Urquiza. Entonces el propio libertador tomará cartas en el asunto ordenando lisa y llanamente la separación de Gondra del Congreso por el procedimiento habitual de no pagarle las dietas ni permitirle crédito en parte alguna. Así en vísperas de pasar a la historia como uno de los autores de la Constitución, se ve obligado a presentar su renuncia. “Don Adeodato de Gondra se ha separado del Congreso –escribe el benévolo padre Lavaysse- ¡Que dicha! ¡Que fortuna!”(“Los Taboada” III, 40).
Corrido de la Confederación, ofrécese al Estado de Buenos Aires, pidiendo quizá el premio a sus servicios porteñistas en el Congreso. En 1857 el gobernador Obligado lo nombra Juez del Crímen en San Nicolás. Pero tan mal efecto produce este Juez a la población, que a los dos meses escasos una pueblada lo echa del despacho a ponchazos y empellones, intentando maniatarlo y enviarlo a Buenos Aires en una ballenera, como recuerda melancólicamente su nieto.
Va siguiendo Gondra su vía crucis dolorosísima. Galgeará algún pleito por los corredores del viejo Cabildo de Buenos Aires, sin encontrar otra cosa que el desprecio federal de chupandinos, y el rencor unitario de pandilleros. Por una cruel paradoja del destino tuvo que llevar su cruz hasta lo último, tal vez por haberla querido arrojar antes que nadie: inútilmente clamaría por su nueva y ardiente fe liberal, execrando la tiranía a la que antes sirviera. “En 1858 –dice el libro que comentamos- era poco menos que insostenible la situación del Dr.Gondra en Buenos Aires… le rondaban y mortificaban de mil maneras, como enjambre de insectos” (P.199).
De Claudicación en claudicación va descendiendo hasta las humillaciones más dolorosas. Intenta inútilmente una reconciliación con Urquiza, cuando vio que de Buenos Aires no podía esperar. La escribe pidiéndole ayuda: “S.E. debe recordar que soy hombre leal” S.E.no recordaría eso precisamente porque no se dignó contestarle. Vuelve a insistir por las dudas: “No sé si la anterior llegó a sus manos”. Definitivo y elocuente silencio de Urquiza (P. 200 y 201).
Amargado, envejecido, enfermo y con una larga familia a cuestas, el otrora poderoso Ministro de Ibarra y Gutiérrez , acaba gestionando un puesto cualquiera, en los tribunales de Corrientes “aunque fuera de ciento cincuenta pesos”. Por empeñosas recomendaciones de Nicolás Calvo, lo nombra el gobernador Pujol. Pero ni siquiera allí lo dejan tranquilo: Los vencedores de Pavón vuelven a arrojarlo a la calle, a proseguir su peregrinación angustiosa. Andará por el Paraguay, por Montevideo, otra vez por Corrientes. Todas las puertas se le cierran.
Finalmente muere aislado y pobrísimo en Buenos Aires, en 1864. Ningún diario dará la noticia de su muerte, no se encontró a nadie –en esos tiempos de fácil locuacidad funeraria- que quisiera hablar ante su tumba. Sus hijos emigraron al Paraguay.
Ochenta años después de éste calvario, el Dr. Luis Roque Gondra nos cuenta el doloroso tránsito de la tiranía a la libertad de su infortunado abuelo. Hermoso ejemplo hemos dicho, que honra el valor y el patriotismo del nieto. Porque valor y patriotismo se requiere en grado heroico para, dejando de lado sentimentalismos familiares, ofrecer la vida de don Adeodato de Gondra a la reflexión de las nuevas generaciones.
Suponemos ése el objeto primordial de la publicación. Otro sería el de recopilar –como apéndice- los trabajos profesionales del Dr.Gondra que según su nieto “es el mejor de los juristas argentinos, superando a Vélez Sarsfield, y tan bueno como Alberdi”. Esta apreciación va también por su cuenta exclusiva; don Adeodato que se recibió de abogado más que cuarentón, alcanzó a producir algunos alegatos y defensas sin mayor pena ni gloria durante su azarosa vida profesional. Que estos escritos forenses, sin otro valor que el curialesco, puedan llamarse piezas jurídicas y darle a su autor un lugar “superior” al de Vélez Sarsfield, y “tan bueno” como el de Alberdi, es comparación harto discutible.
J.M.R.
Fuente: Revista del Instituto de Investigación Histórica Juan Manuel de Rosas. N° 12 Buenos Aires, 1946. BIBLIOGRAFIA. Páginas.94/102.

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