Por el Prof. Jbismarck
Estamos en 1928,
gran año para el Restaurador, pues en tanto la prensa formula una de sus
periódicas encuestas a su respecto, un gran pulsador de la cuerda popular, don
Alberto Vacarezza, toma su época y su lucha como asunto de uno de sus más
afortunados saínetes.
El autor de Tu
cuna fue un conventillo era rosista. En 1954 le tocó hablar en un acto
auspiciado por la Organización Popular Pro Repatriación de los Restos de Juan
Manuel de Rosas y en su discurso dijo que en su niñez había tenido la fortuna
de que le enseñaran la verdad sobre el personaje y así había llegado a conocer
un Rosas distinto al estereotipado por la leyenda unitaria; un Rosas a quien
gustaban los versos y que los escribía; un Rosas a quien placía jugar y
distraerse con los niños en la intimidad del hogar.
El 16 de Julio de ese año Vacarezza contestó
a una encuesta sobre la Repatriación, iniciada ese día por el diario.
"Crítica". Dijo entonces: "Recuerdo que, cuando era muchacho,
solía ir mucho a mi casa una señora que conoció a Rosas y vivió intensamente su
época. Era ya muy viejita. Un día me encontró leyendo un libro de historia. Lo
hacía en voz alta. La página relataba un episodio rojo de la época rosista.
Doña Gabina escuchó breve instante. Luego exclamó, indignadísima: "Todo
eso que estás leyendo, niño, es mentira. Rosas no fue eso. Nada de eso. Yo lo
conocí personalmente. Tenía el apoyo del pueblo. Se lo quería como a un padre.
Y se lo admiraba por su gesto de haber parado en seco a los ingleses y los
franceses que nos tenían bloqueados ¿Sabés vos que es un bloqueo? Bueno, conviene
que lo sepas. Es impedir que atraquen más barcos en el puerto. Es apoderarse de
todos los productos de la tierra. ¡Es pretender que nos muramos de
hambre!" Impresionado por el relato de doña Gabina, comencé siendo joven a
interesarme por la vida del exilado de Southampton.
Hablé con ella muchas
veces. Pregunté. Leí. Y cada vez lo encontré más criollo. Más nuestro. Entonces
fue cuando consulté a la opinión pública a través de El Cabo Rivero y el
público que asistió a las representaciones de esta obra me dio la respuesta. La
misma que busca ahora "Crítica" con su encuesta.
El pueblo está con
Rosas. Con la justicia que representará la repatriación de sus restos". El cabo Rivero, "saínete porteño
de 1840", lo estrenó la compañía de Enrique Muiño el 8 de marzo de 1928 en
el teatro Buenos Aires. No se trata de un alegato rosísta, sí la obra de
alguien para quien la historia de su patria ,en el período correspondiente al
Dictador, no podía encajar con la versión oficial corriente. En El cabo
Rivero, como en la novela de Martín Coronado La bandera (llevada
luego por su autor al teatro con el título de El sargento Palma) también
hay un unitario que, ante la complicidad de su partido con los interventores y
agresores europeos, en vez de seguir con él resuelve pelear, en vez junto a la
Federación porque cuando la Patria peligra no hay más que un solo partido. Los versos que canta el cabo Rivero en el
saínete homónimo fueron reproducidos más tarde por Vacarezza en su libro Cantos
de la vida y de la tierra, con el título de Canto a Juan Manuel. Son
los siguientes:
¡Juan
Manuel! En tu homenaje
ya
levantan el cordaje
con un son antiguo y fiel
las
guitarras de los hombres,
y
el golpiar de los candombes
te
saluda, Juan Manuel!
Mozas
blancas y morenas
olvidando
sus faenas,
todas
bailan en tu honor.
Hay un tinte
rojo fuerte
y rondando va la muerte
por la casa del traidor.
Unitarios y
extranjeros,
en sus barcos
cañoneros
van llegando a la ciudá,
mas que llegue
lo que llegue
a la sangre que nos riegue
otra sangre se unirá,
serpenteando en
mil arroyos,
y en la tierra
de los criollos,
muerte criolla
encontrará.
¡Juan Manuel! ¡Yo no quería
coloriar esta alegría
que me sangra el corazón!
Pero hay algo en la pelea
que golpea y que golpea
machacando el aldabón.
Buenos
Aires se ha dormido,
Ya
no se oye más el ruido
del
candombe sopipón.
Sólo
el alma está despierta.
Y
cuidando está la puerta
Juan
Manuel con el facón.
Juan Manuel: En tu homenaje
ya rompieron el cordaje
con un son antiguo y fiel
las guitarras de los hombres
y el golpiar de los candombes
te saluda, Juan Manuel!
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