Por Cecilia González Espul
SEGUNDA ETAPA (1935-1943) La
conducción de Alvear convirtió al partido radical en un mero organismo para ganar
elecciones. Sólo veía la realidad del país a través del cumplimiento o no
del sufragio universal, era una cuestión que tenía sólo en cuenta el funcionamiento
político formal, pero dejando de lado las cuestiones económicas y sociales, y
no tomando conciencia de la incidencia de factores externos como el del imperialismo.
Para Alvear, como para los hombres del régimen, no había que oponerse a los
grandes poderes internacionales, negando a los argentinos la posibilidad de una
independencia económica. Por ello la
participación en los gobiernos del régimen, no sólo significó la convalidación
del fraude, como el de Fresco en Buenos Aires, sino también la complicidad con
todas las leyes de entrega y negociados que se realizaron. Pacto Roca-Runciman.
Creación del Banco Central, la Chade, negociados de los frigoríficos ingleses
denunciados por Lisandro de la Torre. De las tierras de El Palomar, de la corporación
del transporte, política petrolera que abandonó la defensa de nacionalización
y monopolio del Estado del petróleo por formas de explotación mixta. Ingreso a
la Liga de las naciones.
Alvear
creía que no se podía gobernar el país sin la aquiescencia de los grandes poderes
internacionales, sin ver la acción corruptora que ejercían en defensa de sus
intereses y en detrimento de los nacionales. En ello coincidía con el ministro
de la Concordancia Pinedo que decía: "Somos pequeños satélites en la órbita
de las grandes naciones mundiales." Al respecto sostiene John W. Cooke en
"Apuntes para la militancia": "El radicalismo claudicó ante la
invasión imperialista por dos razones: en parte, porque los defensores del
interés británico escalaron posiciones y fueron copando los altos organismos
partidarios; pero esto fue posible, en gran medida, porque el partido no tenía
conciencia del problema imperialista (no tenía conciencia siquiera de que era
un problema). Constantemente los ingleses extendían su control en los puntos
clave de la economía: el radicalismo no alertó a la opinión, no se escandalizó,
no vio que la Nación estaba siendo desgarrada. Los grupos entreguistas se encumbraron
e impusieron una línea cada vez de mayor acuerdo con el gobierno
conservador: había reacción interna contra el contubernio" y contra
algunos casos flagrantes de participación en escándalos notorios, pero
enjuiciados como transgresiones éticas y principistas, no como atentados contra
la soberanía del país." Esta
coparticipación con el régimen recibió muchas críticas de los viejos yrigoyenistas
que fueron siendo desplazados del partido. Ricardo Rojas y Adolfo Güemes
declinaron sus candidaturas a diputados por estas razones. En el caso de Hortencio
Quijano, vemos que como delegado por Corrientes ante el Comité Nacional del
partido, tuvo decidida participación en el mantenimiento de una postura
intransigente, cuando ya habían claudicado la mayoría de las otras provincias.
Así en los comicios de marzo de 1938 para elegir diputados en 13 provincias,
Corrientes fue la única, ante lo inevitable del fraude, en negarse a
concurrir a las elecciones, la única en continuar con la abstención electoral. Hubo sin embargo muchos radicales que
formaron grupos opositores a la conducción alvearista, pero el que más se
destacó fue el de Forja, Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina,
que se constituyó en junio de 1935, bajo la dirección del doctor Luis Dellepiane,
y que integraron entre otros Arturo Jauretche, Gabriel del Mazo, Homero Manzi,
Atilio García Mellid, Oscar Cuzzani, Conrado Míguez, René Orsi. Su primer manifiesto del 2 de septiembre de
1935 denunciaba que se había impuesto en la República " una tiranía
económica en beneficio de capitalistas extranjeros, a quienes se les había
acordado derechos y bienes de la Nación Argentina, y acusó a las autoridades
del radicalismo por mantener en silencio estos graves problemas, por el
abandono de la intransigencia histórica con que sostuvo la soberanía popular
contra la dominación de las compañías explotadoras extranjeras y contra la
dominación política de las oligarquías internas que sirven a aquellas
organizaciones". "Hoy el
Radicalismo está sumido en la arrebatiña en que algunos de sus representantes
subalternizan sus esfuerzos, a la vez que procuran corromper a la juventud
radical, sustituyendo en su mente todo ideal de redención nacional por la
esperanza de enriquecimiento personal a cualquier precio." Para pertenecer
a Forja había que ser afiliado radical. En 1940 se derogó esta condición, y la entidad
entró en crisis. Algunos radicales como Dellepiane aun confiaban en que se
podía cambiar el partido luchando desde adentro. Sin embargo su influjo en la formación
de una conciencia nacional antiimperialista fue enorme. Con la llegada
del peronismo se disolvió, y la mayoría de sus miembros apoyaron este movimiento. El levantamiento de la abstención ocurrió cuando aun no había concluido
el gobierno de Justo. La consecuencia fue el logro de bancas en la legislatura
y en el Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires, donde obtuvieron una representación
mayoritaria. En 1936 dichos concejales votaron favorablemente junto a los
conservadores el proyecto por el que se legitimaban los abusos y transgresiones
cometidas por la CHADE, compañía inglesa de electricidad, y se prorrogaba por 25 años más la concesión. Alvear ordenó votar favorablemente. La
Compañía sobornó a los concejales para que votaran a su favor. La campaña
electoral del radicalismo y la construcción de la Casa Radical se financió con
dineros provenientes de la coima. Alvear protegió a los concejales chadistas y
no se opuso a que fueran promovidos a jerarquías políticas superiores. Mientras tanto las mafias, el juego, la
prostitución y la inmoralidad se enseñoreaban en las grandes ciudades del país.
En las elecciones de 1938 triunfó la fórmula de la Concordancia, Roberto M.
Ortiz- Ramón Castillo, el primero radical antipersonalista, abogado de las
empresas británicas, el segundo conservador, en comicios fraudulentos, como los
ocurridos en las elecciones a diputados en las provincias, donde participaron
los radicales, avalando el fraude. La única provincia que se mantuvo en la
abstención electoral fue Corrientes. Su delegado ante la Convención radical era
Hortencio Quijano. Pero no sólo
cometieron fraude los conservadores, la corrupción había llegado también al
seno del partido, produciéndose el fraude en las elecciones internas del
partido radical de la capital federal. Era la "trenza radical" que se beneficiaba con la obtención de canonjías y puestos públicos en la Municipalidad. Dos fueron las cuestiones que ocuparon a los líderes radicales durante
el gobierno de Ortiz. La primera consistía en la posibilidad que había abierto Ortiz
de restablecer la normalidad electoral. Que lo llevó a intervenir la provincia
de Buenos Aires, gobernada por Fresco, ejemplo del fraude más desembozado.
Por
lo tanto era preferible esperar a las elecciones generales de mayo de 1940 y
postergar todo debate ideológico y todo tipo de lucha, para concentrarse
solamente en la obtención de todos aquellos cargos que les dejara el
fraude, ante la creencia de un cambio que se produciría desde las esferas del poder. El otro tema se refiere al estallido de la segunda guerra mundial en
1939, que dividió al país en aliadófilos y germanófilos, siendo los partidarios
de la neutralidad, posición ya sostenida por Yrigoyen en la primera guerra, considerados
como partidarios de Alemania, y acusados de nazis. Alvear, como no podía ser de
otra manera, era apasionadamente aliadófilo. Esta posibilidad que el abogado de las empresas británicas Ortiz ofrecía a los radicales está
también ligada a las conveniencias de Inglaterra. Sostiene Félix Luna: "Inglaterra busca fortalecer
los lazos con Argentina proveedora de trigo y carnes. Conviene un gobierno legal y no sostenido por
el fraude, y un gobierno radical no resultaba peligroso a los intereses
británicos." Pero para desdicha de
las ilusiones de Alvear, Ortiz enfermó
gravemente, era diabético, y tuvo que pedir licencia, y posteriormente
renunciar al cargo de presidente, falleciendo al poco tiempo, siendo
reemplazado por el conservador Castillo. Las cosas cambiaron. Con Castillo se volvió al fraude, cometido a favor de los conservadores
en Santa Fe a fines de 1940, en Mendoza, a principios de 1941, y en
Buenos Aires en diciembre de 1941. A pesar de estos hechos y a pesar de
las voces de protesta dentro del partido continuó la colaboración radical con
el oficialismo en la tarea parlamentaria. Pero los concejales implicados en el
caso de la Chade fueron absueltos. En el negociado de la venta de las tierras
de El Palomar tres legisladores radicales fueron cómplices, uno se suicida.
Cada vez es mayor el desprestigio del radicalismo bajo la conducción de Alvear.
Y en mayo de 1942 pierde las elecciones en la capital federal a manos del
socialismo. Al poco tiempo muere Alvear, quien abandonando la política
yrigoyenista, convirtió al radicalismo en un partido liberal, pro británico,
envuelto en hechos de corrupción y convalidando el fraude. La jefatura del partido pasó a Gabriel Oddone
de Córdoba, que marcaba la gravitación del radicalismo cordobés bajo el
liderazgo de Amadeo Sabattini, de un tinte más nacional e intransigente, que
había sido gobernador de Córdoba de 1935 a 1940. Aun así para las próximas
elecciones presidenciales surgieron dos posturas: una que propugnaba la unión
con otros partidos para enfrentar al oficialismo, y que no trepidó en propiciar
la mismísima candidatura de Justo, que
en enero de 1943 murió, o la de Ramírez, ministro de Castillo. El
Movimiento de Intransigencia y Renovación surgido en Córdoba y del que
participaba Arturo Frondizi, se opuso a la formación de una Unión Democrática
(alianza con el partido Demócrata Progresista y el partido
Socialista)propiciando la proclamación de una fórmula sólo con radicales. Pero triunfó la postura unionista. En los años anteriores a 1943 llegaron del interior
800.000 personas. Y en ese mismo año el valor de la producción industrial había
superado al de la producción agrícola. Dentro
de este contexto Castillo tomó medidas que tuvieron un tinte nacionalista.
Durante su mandato se adquirieron dieciséis naves italianas, cuatro danesas y
tres alemanas para la marina mercante nacional, fue nacionalizado el puerto de
Rosario y el gas. En la Conferencia de Río de Janeiro de 1942, la
delegación argentina mantuvo la política de neutralidad frente a la guerra
mundial, a pesar de la presión de los Estados Unidos que habiendo entrado en la
guerra después del ataque japonés a Pearl Harbor, buscaba que todos los países
de América rompieran relaciones con las potencias del Eje. Castillo es un caso
que merece un estudio más detenido. Dice
de él Félix Luna: "Procedente de viejas cepas conservadoras, desdeñoso de
la democracia, terco y autoritario, Castillo era un nacionalista intuitivo cuya
política se cifraba en dos claves: mantener la neutralidad y no entregar el poder
a los radicales." Sin embargo Castillo prohijó la candidatura del
conservador salteño Patrón Costas decidido defensor de la causa aliada. En
estas circunstancias se produjo el golpe militar que depuso a Castillo, el 4 de
junio de 1943.- La logia militar GOU (Grupo de Oficiales Unidos) de tinte
nacionalista, de la que formaba parte, el coronel Perón, tuvo una influencia decisiva en la revolución del 43. Dos fueron sus jefes iniciales, uno por dos
días, el general Rawson, y el otro por casi nueve meses, el general Pedro Pablo
Ramírez. Este se vio obligado a abandonar la postura neutralista frente a la
guerra, y decretar la ruptura de relaciones con las potencias del Eje. Falto de
apoyo fue reemplazado por el ministro de Guerra, el general Farrell. La figura más relevante de su
gobierno fue la de Perón como Secretario de Trabajo y Previsión, que reemplazó
al Departamento Nacional del Trabajo, cargo desde el que llevó adelante una legislación
a favor del obrero, y logró unificar la CGT. Fue además ministro de guerra
y vicepresidente. Su política obrera y la acumulación de poder pusieron en su
contra a los partidos tradicionales, radicales, socialistas, conservadores,
comunistas, y a las clases altas, la Bolsa de Comercio, la Unión industrial,
los ganaderos, la prensa, quienes contaron con el apoyo del embajador de Estados
Unidos, Braden y a ciertos grupos en el ejército. Finalmente lo deponen y lo
envían preso a Martín García. Sin embargo dentro del radicalismo yrigoyenistas Perón encontró adeptos,
y el gobierno de Farrell cuando fueron desplazados los nacionalistas más recalcitrantes,
formó un gabinete con hombres de esa corriente. Armando G.Antille, ministro de
Hacienda, Juan I. Cooke, de Relaciones Exteriores y Hortencio Quijano de
Interior, quien reemplazó al general Perlinger opositor de Perón. Fue por el brevísimo tiempo de tres meses, de agosto a octubre de
1945. Esto les valió ser expulsados del partido. Quijano se propuso buscar adeptos radicales
hacia el gobierno de facto, pero sin mucho éxito, pues era un poco un salto al
vacío, y conllevaba el ser considerado traidor por sus correligionarios. Félix
Luna transcribe un discurso de Perón , ya presidente electo, en mayo de 1946,
donde nos relata como inició los contactos con Quijano. "Hace un año y
ocho meses se trataba de dar orientación
política a la revolución. Buscamos darle la orientación del viejo
Partido Radical que se había mantenido puro en los últimos quince años. Así
procuramos formar una fuerza en ese sentido dentro del gabinete, pero debíamos
librar una verdadera batalla dentro del mismo e hicimos luego un acercamiento con
hombres del radicalismo. Comencé a hablar con políticos de nuestro país y,
después de eso, tras muchas conversaciones con los más capacitados, me tocó
elegir al que debía ocupar el Ministerio del Interior. Fue el doctor Quijano, con quien conversé
por tercera vez en el despacho del Ministerio de Guerra. Confieso que no había encontrado político más
identificado con el pensamiento revolucionario." Perón intentó también
atraer a uno de los más relevantes
radicales, el dirigente cordobés y gobernador de esa provincia Amadeo
Sabattini, pero sin éxito. Perón, en una entrevista en el despacho del administrador
de Ferrocarriles del Estado, mayor Juan Cuaranta, le ofrece que el radicalismo
ocupe todos los cuerpos electivos del próximo gobierno, de vicepresidente para
abajo, con la condición que el candidato a presidente fuera propuesto por el ejército. Sabattini quedó en contestar, cosa que no
hizo. Su postura era que el candidato a presidente tenía que salir del
radicalismo. El comentario de Perón ante
sus colaboradores, según cuenta Félix Luna, fue: "¡Este Sabattini no entiende nada y su cerebro cabe en una caja de
fósforos!" Y en un relato de la entrevista sostiene:
...no me pude entender con él: era totalmente impermeable. Era un hombre frío
que no tenía ninguna posibilidad de entrar en una cosa como la nuestra...Él estaba en los viejos
cánones....era un hombre que estaba con las fórmulas viejas; y en primer lugar
él estaba ...¡con Sabattini! Por su parte este admirado dirigente radical por el autor del libro
citado consideraba al gobierno de facto como: "una dictadura fascista
regenteada por los jesuitas eso no lo duda nadie ni lo he dudado desde la
primera hora". Era imposible que ante ese juicio pudiera
acercarse a Perón. Sabattini, consideraba un contubernio una alianza con los
conservadores y más aun con los comunistas.
El aconsejaba la alianza con las otras fuerzas democráticas solamente
para voltear al gobierno militar, paro luego presentarse con banderas y
candidatos propios a las elecciones. Sin embargo a pesar del respeto y
admiración de muchos de su partido no pudo imponer sus ideas. La mesa directiva de la UCR, siguiendo la
tradición alvearista, apoyó la unión con las restantes fuerzas opositoras: los conservadores, los
socialistas, los demócratas progresistas y los comunistas, dando origen más
adelante a la Unión Democrática, que contaba con el público apoyo del embajador
de Estados Unidos, Spruille Braden. Era el contubernio oligárquico-comunista.
De ella dirá Belloni: "olla podrida donde se encontraba de todo, desde las
olímpicas damas de beneficencia hasta embajadores extranjeros." Sin
embargo es interesante conocer cuáles fueron los argumentos de aquellos que se
acercaron a Perón, al que consideraban un continuador de Yrigoyen, ante
la claudicación del partido, que los consideró colaboracionistas y los expulsó. Un miembro de la convención nacional de la
Unión Cívica Radical, el doctor Antonio Lilué, presentó al comité central del
partido un proyecto de declaración el 3 de agosto de 1946, por el cual
sostenía que el partido radical, "demócrata de masas, nacionalista y argentinista,
reafirma los postulados de justicia social, recuperación económica y
soberanía nacional, ante el peligro inminente que representa la conjunción de
las fuerzas reaccionarias, nacionales e imperialistas ... apoya al gobierno del
general Juan D. Perón, en tanto no se desvíe de esos propósitos...No
apoyar la obra de gobierno, por la cual hemos estado luchando durante tantos
años, porque no haya sido efectuada por un gobierno surgido del seno de nuestro
partido, significará haber realizado la mayor traición al pueblo y al
partido." El proyecto no fue
considerado y el autor fue expulsado del partido. Lo mismo le ocurrió a
Quijano, Antille y demás participantes radicales del gobierno revolucionario.
Los sucesos de octubre de 1945, que marcaron el comienzo de una nueva época en
la historia argentina, no son tema de este artículo. Sólo haré referencia a la
actuación que le cupo a Quijano como ministro del Interior en esas cruciales
circunstancias, en las que permaneció en su cargo, mientras otros renunciaban ,
y defendió a Perón todo lo que pudo.
En
la reunión en Campo de Mayo que tuvo el general Farrell con el jefe del regimiento
el general Avalos, y demás oficiales, donde se le exigió el alejamiento de
Perón de todos sus cargos, estaba presente también el ministro Quijano. Este
fue el encargado de comunicar a la prensa lo sucedido, pero presentó los hechos
de tal modo, que la defenestración de Perón quedaba como un espontáneo
renunciamiento con el objeto de facilitar el próximo llamado a elecciones para
el 7 de abril de 1946, con el que se había comprometido el gobierno. Mientras
tanto Sabattini, "el único dirigente opositor que en ese momento entendía
el país", según Félix Luna, llegó a Buenos Aires llamado por el general
Ávalos, en tratativas para formar una eventual fórmula Sabattini-Ávalos,
comprometiéndose a rodear con radicales yrigoyenistas al gobierno de facto, en
caso de que Perón fuera desplazado. Perón había expresado a sus íntimos, según
cuenta Eduardo Colom: "Todo esto es cosa de ese tanito de Villa María...
Lo ha enloquecido a Ávalos. Le prometió la Vicepresidencia y ese irresponsable
ha jugado el destino de la Revolución." Perdió una oportunidad histórica,
como le señalaron oportunamente tanto Frondizi como Jauretche, quienes le
aconsejaron que aceptara el ofrecimiento de Ávalos para evitar que volvieran
los conservadores. Ello se debió a una interpretación equivocada de la
realidad. Pensaba que Perón, ya detenido en Martín García, estaba terminado. La cuestión fue que Sabattini y los que
integraron la Unión Democrática no imaginaron ni comprendieron la significación
del 17 de octubre, y el protagonismo que tuvo un elemento con que los radicales
creían contar, y que a los conservadores no les interesaba contar: el pueblo. Ese pueblo que cambió la historia ese 17 de
octubre de 1945 aclamaba a Perón en la plaza con cánticos fervorosos, y entre
ellos uno también dedicado a nuestro personaje: "¡Perón encontró un
hermano, Hortencio Jota Quiijano!"Ahora había llegado el momento de la
preparación para la lucha electoral, una lucha bastante desigual, teniendo en
cuenta la coalición de fuerzas e intereses que debía enfrentar, a pesar del
apoyo evidente del gobierno de facto. La Unión Democrática con su fórmula de la
bosta, como la llamaban los muchachos peronistas, "Tambo, orín y
mosca", fórmula antipersonalista, tenía como lema de campaña: Democracia
contra nazifascismo, como contrapartida Braden o Perón, cuatro palabras que
sintetizaban dos formas diferentes de comprender la realidad nacional. En octubre de 1945, radicales yrigoyenistas
constituyeron la Junta Reorganizadora de la UCR, con dos delegados por distrito
presidida por Quijano, que luego pasó a denominarse Junta Renovadora. Hubo una
reñida puja entre Antille y Quijano por la postulación a la vicepresidencia de
la que salió triunfante Quijano por aclamación, método según Luna no
reglamentario. Además de los radicales yrigoyenistas, apoyaron a Perón el
Partido Laborista de Cipriano Reyes, del que Perón fue su primer afiliado, los
nacionalistas, los forjistas, y también algunos conservadores y socialistas. Hay en Félix Luna, quien
refleja la actitud de los antiperonistas o gorilas como el mismo reconoce que
fue en su juventud, un juicio no sólo peyorativo sino también erróneo sobre
Hortencio Quiijano. El juicio erróneo, que lleva implícito un tiro por elevación a Perón, es el de considerarlo como un alvearista.
Perón sólo podía tener afinidad con los radicales de tradición yrigoyenista,
como lo fue en realidad Quijano. Su militancia en el radicalismo de Corrientes
fue durante la primera presidencia de Yrigoyen, donde integró la fórmula
radical para gobernador de la provincia que fue vencida. Luna sostiene
erróneamente que era una disidencia antipersonalista, cuando ésta surgió
después, durante la presidencia de Alvear. En ese tiempo Quijano se dedicó a la
actividad privada. Participó nuevamente de la política partidaria, luego de la
caída de Yrigoyen, durante la jefatura de Alvear, pero eso no significa que
fuera antipersonalista o alvearista. Vimos como Corrientes se mantuvo en la
abstención electoral, ya abandonada por el partido, cuando Quijano era delegado
de dicha provincia ante el Comité Nacional.
Por eso consideramos una interpretación falsa o mal intencionada cuando
dice: "...los radicales de la Junta Renovadora...sólo podían aportar la
exaltación de la tradición yrigoyenista, lo que en muchos casos resultaba
insincero como ocurría con Quijano, que siempre fue alvearista." Para
completar su desvalorización de esos radicales que se jugaron por Perón, en un
momento nada fácil, sostiene: "Los nacionalistas podían portar a su
campaña el ingrediente intelectual que no podían darle los caudillejos radicales
de Quijano ni los dirigentes sindicales" . Creo que Félix Luna los subestima.
En febrero de 1946 se realizaron las elecciones y triunfó la fórmula peronista.
Otra visión de Quijano daban los primeros peronistas de entonces. El periódico "Oratoria,
una voz llana y lisa del pueblo que no se vende", vocero del Centro de
Oradores Juan D.Perón", dirigido por Atilio Pingitore, en su N°1 del 4 de junio
de 1946, retrata al vicepresidente de la Nación de la siguiente manera: "Identificado
con la Revolución desde el primer momento,....puso no sólo su energía
extraordinaria al servicio de la "Causa", sino también su lucidez, serenidad,
su inteligencia y hasta vertió en ella toda la magnanimidad de su corazón gaucho
y patriota. Verdadero piloto de
tormenta, como se le dio en llamar, el doctor Quijano ha sido una revelación
para el país. ...Confiémos en él, augurémosle en la nueva etapa de la
Revolución, que el acierto lo premie y lo distinga ante Dios y la Patria."
pág.4 En el ejercicio de la
vicepresidencia presidió la misión especial argentina a la transmisión del
mando presidencial en Chile, donde fue distinguido con la Gran Cruz de la orden
del Mérito de ese país. De acuerdo con la política de Perón de integración
hispanoamericana, se destacó en la profundización de las relaciones con Brasil
para crear el ABC. Como presidente del
senado, en 1947, participó en el juicio político a los jueces de la Suprema
corte de Justicia y en la destitución de los jueces Antonio Sagarna, Benito Nazar Anchorena y Francisco Ramos Mejía, jueces de la oligarquía.
La defensa del juez Sagarna estuvo a cargo de Alfredo Palacios. En un
entredicho con Quijano, éste niega al diputado socialista ingresar al recinto y
lo obliga a presenciar la sesión desde el palco. La oposición buscó siempre ridiculizarlo
y Américo Ghioldi desde el periódico La Vanguardia, lo apodó Jazmín, en alusión
a su nombre de pila. En 1947 le fue encomendada la presidencia de la campaña
contra el agio, la especulación y los precios abusivos. En 1952 integró
nuevamente la fórmula encabezada por Perón, ante el histórico renunciamiento de
Evita, que triunfó en los comicios sobre la fórmula radical Balbín-Frondizi. Pero su salud
estaba peor que la de Eva. Murió poco tiempo antes que ella, a los 68 años, el
3 de abril de 1952. Ocurriendo la paradoja, que le tocara a Evita ocupar su
lugar en las ceremonias de asunción del mando.
En las honras fúnebres el ministro del Interior Angel Borlenghi expresó:
"Con el doctor Quijano parten casi setenta años de argentina vivencia, de
gaucho sentir. De cepa criolla... fiel a su destino de criollo, de hombre
íntimamente ligado por su urdimbre temperamental a las cosas de esta tierra,
que el quería entrañablemente." El presidente del Senado, contraalmirante
Tessaire coincidía al decir: "expresión noble y auténtica de las más puras esencias de
nuestra tierra."
CONCLUSIÓN: La política de
pactos, acuerdos y alianzas ha sido una constante en la historia política
argentina. Uno de los más recordados fue el Acuerdo entre Roca, Mitre y Pellegrini,
el mismo consistía en evitar la lucha electoral repartiéndose los cargos antes
del comicio. Contra esa burla a la voluntad popular se levantó la voz
intransigente de Alem, lo que dio origen a la división de la Unión Cívica y la
creación de la Unión Cívica Radical, en 1892.
Otro hecho semejante fue la alianza de los diputados
"galeritas" o antipersonalistas con los conservadores, en contra de
los personalistas o yrigoyenistas, durante el gobierno de Alvear. Esa alianza
con los hombres del régimen "falaz y descreído", Yrigoyen la denominó
"contubernio". Estos mismos hombres luego de la caída del viejo
líder, se unirán a los conservadores en la llamada Concordancia. Triunfaban
sólo por el fraude o por la abstención del radicalismo tradicional. La
conducción de Alvear eliminó a los seguidores de Yrigoyen del partido, y
abandonó sus principios. Lo importante era ganar elecciones y obtener cargos,
participar del festín en el que se rifaba la patria. No todos los radicales
quisieron formar parte de esa comparsa, algunos pretendieron luchar desde
adentro, y otros fueron expulsados del partido cuando participaron del gobierno
revolucionario del 43, como fue el caso de Quijano, Antille, Cooke(p), quienes
luego ocuparan distintos cargos en el gobierno de Perón. Fueron hombres que no estaban guiados
por intereses personales, por la ambición de los cargos y las prebendas, no
fueron fruto de especulaciones partidarias y componendas, de contubernios como
diría Yrigoyen. En la actualidad no se usa ya la palabra acuerdo, sino
consenso, o concertación plural, pero el tema sigue siendo el mismo: ¿cómo
ganar las elecciones? No se busca someterse a la voluntad soberana, a lo que el
pueblo quiera. Se busca por medios artificiales, por componendas o contubernios
lograr el objetivo que todos los que están en la carrera política quieren: los
cargos y en definitiva el poder. Los discursos de los que tienen posibilidad de
triunfar son intercambiables, por eso pueden formar parte del gobierno, o de
las listas de candidatos, hombres provenientes de diferentes partidos. Muy distinta fue la actitud de hombres como
Hortencio Quijano, que apoyaron la formación de un nuevo partido, o movimiento,
que muy bien puede considerarse la continuación del iniciado por Yrigoyen en
1916, expresión de un nacionalismo popular. La situación actual nos muestra la
disolución de los dos grandes partidos políticos tradicionales: el radicalismo
y el peronismo. Ambos están fragmentados y realizan diferentes alianzas en que
todo está mezclado como el Cambalache de Discépolo, obra que escribió en plena
Década Infame. ¿Quiénes actúan como concordancistas, quiénes cómo alvearistas?
Al que le quepa el sayo que se lo ponga. Pero los argentinos debemos encontrar un
nuevo camino como el que marcó Forja y José Luis Torres en su momento, y que
tuvo en Hortencio Quijano a uno de sus ejecutores.
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