Rosas

Rosas

viernes, 27 de julio de 2018

Julio A. Roca según Alfredo Terzaga

Por Francisco Taiana
Este autor de origen cordobés y de temprana influencia marxista, se estructura su trabajo a partir de 1940 con el teórico trotskista antinacional Héctor Raurich, cuyas enseñanzas tiempo después abandona. Más tarde, Terzaga acompañará críticamente al gobierno de Perón,afiliándose al partido oficialista, sin ser ideológicamente peronista. Este gesto no resultaparticularmente excepcional al considerarse que dos corrientes de la naciente Izquierda Nacional –el grupo “Frente Obrero” de Aurelio Narvaja y el grupo “Octubre” de Ramos- habían brindadosu apoyo al peronismo. 
Resultado de imagen para alfredo terzaga
A pesar de ello y manteniendo su independencia teórica, Terzaga funda en 1947 la revista Crisis  Debido a su larga relación con Ramos y a través de éste, Terzaga seliga aún más estrechamente a la militancia de la izquierda nacional y al PSIN (Partido Socialista de la Izquierda Nacional), en la década de 1960 Después del golpe de estado de Juan Carlos Onganía en 1966, este autor comienza a interesarse cada vez más en la época del roquismo ycomienza el extenso trabajo encaminado a la elaboración de una biografía del general tucumano. Además de ser, probablemente, la producción más extensa y específica sobre Roca del revisionismo histórico, el texto tiene además la peculiaridad de adentrarse en la geopolítica, permitida por la visión dialéctica que el materialismo histórico le proporciona a la visión de Terzaga.  Lastimosamente, la obra de Terzaga quedaría inconclusa al fallecer en 1974, al igual que Jauretche, Hernández Arregui y el General. Perón  Terzaga realiza un recuento de las complejas relaciones familiares de Roca, en particular de su línea materna, los Paz. En el mismo, se destaca a Juan Bautista de Paz Concebat yFigueroa, presidente del Cabildo tucumano de 1810 y amigo del caudillo federal Alejandro Heredia, y de sus hijos, Gregorio, general de Rosas y Marcos, quien sufriría una “conversión de Ferrero, federal tucumano a rosista bonaerense” antes de desembocar finalmente en vicepresidente de Mitre. Este recuento es utilizado por Terzaga para argumentar el carácter federal de la familia Paz a la cual se integraría el “unitario” (las comillas son del autor) José Segundo Roca al contraer matrimonio con Agustina Paz. En su narración acerca de la vida del padre del futuro presidente, Terzaga se detiene especialmente en el episodio del desplazamiento del traslado de José Segundo hacia fines de la década de 1830 a la provincia de Buenos Aires. Sobre este punto, el autor rebate la afirmación de Leopoldo Lugones en su Historia de Roca que califica el destino de Roca padre en Buenos Aires como “confinamiento” o “prisión”. Según Terzaga, esto constituye un mito, que sostiene que fue la voluntad del gobernador de Buenos Aires la principal causa de la salida de Roca de Tucumán. Por el contrario, el autor liga la relocalización de Roca padre a Buenos Aires más bien al asesinato de su protector Alejandro Heredia en noviembre de 1838 y presenta el nacimiento de algunos de los hijos de Roca, como Celedonio y Marcos, por esos años como muestra de la falta de rigor impuesto por el supuesto “destierro” (este argumento se vería reforzado por el hecho de que Tucumán pasaría rápidamente a manos del bando liberal opositor a Heredia que acabaría por integrar a la provincia a la alianza antirrosista conocida como la Coalición del Norte en 1840.  En función de ilustrar la relación de José Segundo con Rosas, el autor cita una carta del primero a su cuñado Gregorio Paz de enero de 1843 en la que no solo hace referencia al gobernador como “nuestro Ilustre Restaurador de las Leyes” sino que además hace muestras de su devoción almismo, afirmando su voluntad de combatir al Gral. Ángel Vicente Peñaloza, al cual se refiere como el “salvaje unitario Chacho”. 
Resultado de imagen para terzaga roca julio  Resultado de imagen para terzaga roca julio
En la visión del autor, la argentina post-Caseros estaría marcada por el enfrentamiento del interior, federal por naturaleza a pesar militancias ocasionales en el bando “unitario” (comillas del autor), en oposición a la provincia de Buenos Aires que continuaría siendo, en su esencia, unitaria. Los provincianos, en consecuencia,  se alinearían detrás del caudillo entrerriano Justo José de Urquiza, al ver en él la oportunidad de llevar a cabo el postergado programa federal. Eneste esquema, José segundo vería ligados a la Confederación la causa de su provincia y el destino de sus hijos. En base a ello, Terzaga encuentra la explicación del envió de tres de los hijos (entre los que se destaca Julio Argentino) de José Segundo al Colegio de Concepción del Uruguay, en Entre Ríos, donde gobernaba el vencedor de Caseros   El Colegio de Concepción del Uruguay, al concentrar jóvenes de distintos y variados rincones del país bajo un mismo techo y sometiéndolos a una misma formación, habría establecido los cimientos de una incipiente conciencia nacional, contrarrestando los efectos de años de aislamiento provinciano. Según la visión del autor, de entre esta generación de alumnos es que saldría un elenco que, años más tarde, llevaría a cabo la “revancha de Pavón” contra el centralismo porteño. Otro punto destacado de la influencia del Colegio sería el hecho de haber sido un ambiente en el cual los alumnos se familiarizaron con las obras de Alberdi. Otro hecho que Terzaga destaca como prueba del carácter nacional es la exitosa participación que tuvieron algunos alumnos en 1852 como milicias comandadas por el caudillo federal Ricardo López Jordán contra las fuerzas invasivas del correntino Madariaga, al servicio de Buenos Aires. El valor que el autor le adjudica al periodo que el joven Roca pasó en Entre Ríos deriva también de las experiencias a las que pudo acceder el futuro presidente por fuera de los claustros escolares. Terzaga hace especial mención a las guardias que rutinariamente debía realizar en el Palacio San José, la residencia de Urquiza. Difiriendo nuevamente con respecto al relato de Lugones, el autor sitúa el primer encuentro del joven Roca con el indio dentro del contexto de una embajada presidida por Manuel Namuncura, en 1859. En cuanto a la Batalla de Cepeda, el autor no sólo destaca la participación del joven oficial sino que además se detiene en un acontecimiento bibliográficamente obscuro ocurrido en esa contienda: la captura por parte de las fuerzas porteñas del joven Roca. Si bien afirma que ningún autor anterior que haya tratado el tema lo menciona, por otro lado señala la falta de evidencia documental del suceso. La certeza del autor acerca de la veracidad del suceso parte de dos pilares centrales. El primero consiste en la réplica que le haría el oficial uruguayo José Miguel Arredondo en las vísperas de la batalla de Santa Rosa, en el contexto de la así llamada Revolución de l874. El 4 de diciembre de ese año, el entonces coronel Roca le haría llegar a su antiguo jefe una notificación de la rendición de Mitre junto con una exhortación para deponer las armas. Frente a este mensaje, Arredondo contesta “no recibo consejos de un prisionero de Cepeda”. La segunda evidencia presentada se halla en una carta pública de Sarmiento del año1886 en la que recuerda que Roca fue hecho prisionero en la batalla de Pavón, equivocándose, según el autor en el nombre de la batalla pero no en lo “sustancial. En función de reforzar la idea del compromiso partidario del joven Roca, el autor hace especial mención de una sanción disciplinaria impuesta al mismo por Urquiza en marzo de 1860. La impermeabilidad de la conducta del joven oficial frente a este hecho, al que se le suma la posterior prisión de su tío en Córdoba, es presentada por Terzaga como muestra de su “fidelidad federal”, en su accionar posterior en la Batalla de Pavón. La derrota sufrida por la Confederación Argentina tuvo, entre sus muchas repercusiones, la consecuencia de enviar al por entonces teniente Roca a reconstruir su vida en Buenos Aires. Frente a las críticas de diversos autores que ven en esta mudanza de Roca una defección, Terzaga relativiza el accionar del oficial que tantas veces había catalogado como federal. En primer lugar, el autor no interpreta aquellos eventos como los de un oficial abandonando sus filas sino, más bien, el de un observador que, al contemplar la disolución de la Confederación, ve una dirigencia que al claudica y abandona a aquellos individuos que habían luchado y militado por ella. En segundo lugar, señala que el ingreso de Roca a las filas del ejército comandado por Wenceslao Paunero, ocurrido un año después de Pavón, coincide con la asunción de Marcos Paz como vicepresidente de Mitre. Esto ocurría al tiempo que el coronel José Segundo Roca, con un acentuado resentimiento contra Urquiza, retiraba a sus hijos del Colegio de Concepción y se incorporaba al Estado Mayor de Paunero. Esta contextualización de la situación familiar cuando se contempla, además, con los apenas dieciocho años del teniente Roca en el momento, le sirve a Terzaga para relativizar la capacidad de decisión autónoma del joven oficial frente a las disposiciones patriarcales  A pesar de hacer un extenso y detallado retrato de las campañas mitristas contra las montoneras federales en las que participo Roca, el autor hace una importante diferencia entre el por entonces joven oficial tucumano cuyas demostraciones de coraje resalta y las actitudes y costumbres de sus jefes de “cínica extraversión y gusto por la sangre” Terzaga argumenta además que, si bien Roca habría cumplido su papel dentro de la maquinaria militar a la que pertenecía, ésta no podría ni destacarse particularmente ni ser juzgada en sentido político, a diferencia del caso de sus jefes, como Arredondo o Paunero  En cuanto se refiere a la Guerra del Paraguay, el autor hace hincapié en el efecto transformador de esta guerra tanto en los soldados como individuos como en el ejército en tanto un todo. A la vez que Terzaga argumenta en contra de las tesis que ven en el Ejército Argentino una continuidad desde su independencia hasta la contemporaneidad, subraya la heterogeneidad de clase, ideología y procedencia tanto de oficiales como de soldados durante la contienda, la cual resume al emplear la definición de ese ejército como “la expresión “organizada” (comillas del autor) de la disolución de la vieja sociedad argentina”. Si bien la experiencia común y uniformada de la guerra le habría aportado a esa estructura militar cierta dirección común, esta de ninguna manera habría desactivado los conflictos de la sociedad argentina, que en ese entonces incubarían dentro de las propias fuerzas armadas. Este proceso acabaría por expresarse con un ejército que no solo se tornaría en contra de sus antiguos líderes (principalmente Mitre) sino que también, ante la situación de los partidos políticos nacionales, buscaría suplantarlos, convirtiéndose a sí mismo en partido político con sentido nacional. La imposición de Sarmiento como candidato a la presidencia habría sido su debut en el escenario político nacional  En consecuencia, la posterior participación de Roca en la represión de Felipe Varela en el Norte y el Oeste es vista por el autor como la de un oficial actuando desde la plataforma militar de una organización que se estructuraba como nacional por su constitución, sus mandos y sus funciones. De manera similar es entendida la expedición encabezada por Roca contra Ricardo López Jordán, a pesar de ser descripto como “el último gran caudillo gaucho de la Argentina”  Terzaga traza sus orígenes de la Liga de Gobernadores en lo que define como el “no domeñado sentimiento federal” de las provincias en conjunto con algunos trabajos de Urquiza y sus aliados que posteriormente serian retomados por Avellaneda y luego Roca. La tesis de la participación de viejos federales en el roquismo es reforzada por el autor con ejemplos tales como las buenas relaciones que tejió con los Saa de San Luis cuando era todavía coronel, incorporando al hijo del General Juan Saa a su ejército  El autor también intenta relativizar las teorías que le adjudican la exitosa carrera de Roca a los caprichos del azar, al argumentar que desde temprana edad mostraba “gran previsión y buen sentido”, como lo demostraría en su rechazo a la candidatura de Ministro de Guerra en 1874, cuando contaba con 30 años Respecto de la fracasada revolución mitrista del año 1874, el autor critica el tratamiento del suceso en la historiografía argentina, tanto liberal como revisionista, a las cuales acusa de quitarle la importancia que merece. Frente a definiciones como las de Ernesto Palacio que describen los años entre Caseros y 1874 como los de la “Republica liberal y mercantil”, Terzaga ve en el triunfo del Ejército Nacional (y en las sucesivas derrotas mitristas en el ’80 y en el ’90) la prueba de que la corriente nacional representada por el viejo liberalismo habría encontrado un nuevo camino en el cual afianzarse, a pesar de haber sufrido algunas alteraciones determinadas por las nuevas condiciones político-económicas del país  El autor también hace mención a la anécdota de Carlos D’Amico respeto de la batalla de Santa Rosa, citado anteriormente en el texto de Rosa. Sostiene que, aun concediendo que Roca pudo haber dicho que esté empleó sus cañones contra los combatientes mitristas en retirada para aumentar el número de bajas y la importancia de la batalla, esa actitud no condice con lo que se conoce acerca del personaje. Por otro lado, aduce que de haberlo hecho realmente, no lo habría contado y presenta la posibilidad de que Roca haya querido “hacer gala de cinismo” durante la conversación como una explicación a su parecer viable En el tema de la Conquista del Desierto, Terzaga hace una descripción detallada tanto del plan roquista, como el de su rival, el por entonces Ministro de Guerra Adolfo Alsina. En lo referente al plan de Roca, hace referencia a la percepción del mismo de la comandancia de fronteras como sus “Galias”, es decir, como un paso necesario en su carrera antes de cruzar el Rubicon que supondría el salto a la presidencia. La concepción de Roca del problema es presentada como de una coherente acerca de la expansión y la articulación del espacio nacional, diferente de la bonaerense. Asimismo, Roca habría entendido a la cuestión del indio y la del desierto como un mismo problema, distanciándose de la visión de Alsina, que veía en ambas temas opuestos. En cuanto a las tribus en sí, el autor destaca la exportación de ganado robado a Chile como su principal sustento económico. A su vez describe la cultura indígena en un proceso de significante regresión, a causa de dos elementos que en principio habrían visto como salvadores: el uso del caballo y la posesión de ganado vacuno, los cuales los habrían llevado al saqueo y al nomadismo casi permanente. A esto se le sumaria, además del carácter chileno de los propios araucanos, la protección de importantes sectores de la sociedad chilena que, según el autor, habrían organizado malones y comercio clandestino, otorgado protección oficial y provisto armamento. La política de alianzas entre el gobierno chileno y los jefes tribales encontraría su explicación en las pretensiones de expansión oriental del país vecino, demostrada en declaraciones tales como una fechada de 1876 por la cual buscarían llevar su límite hasta la línea del Rio Negro. Los argumentos anteriores son presentados de manera explícita en el texto en función de enfatizar la problemática de la Conquista del Desierto alrededor de cuestiones de soberanía nacional amenazada  Al llevar a cabo la estrategia de conquista, Roca habría dado un viraje a los supuestos geopolíticos de la época, dándole continuidad real al espacio geográfico y suprimiendo una frontera en la que convivían la disolución de la antigua sociedad criolla y tribus nómades agonizantes y volcadas a la mera depredación. A esto se le agrega el hecho de que habría acabado con el juego triangular de Buenos Aires, el Litoral y el Interior que hasta entonces había dominado la política argentina. Esto le habría permitido la convergencia del Ejército Nacional,la juventud política provinciana y un reducido pero decisivo grupo de autonomistas alsinistas porteños convergiesen, en la fuerza inicial al PAN. Finalmente, el autor vuelve a intentar refutar el papel de la buena fortuna en la consagración de Roca como caudillo nacional al afirmar que fueron las condiciones objetivas de la historia nacional las que lograron formar el carácter político y militar de Roca como una simbiosis que adquiriría una dimensión nacional, un carácter superlativo y una graduación refinadamente equilibrada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario