Por Julio Irazusta
(...) Entregado por Acha al día siguiente de su derrota, Dorrego fue encaminado
hacia Buenos Aires por su entregador.
Antes de llegar a la ciudad escribió al gobernador delegado, Brown, y al ministro
general Díaz Vélez, pidiendo se lo dejase salir al extranjero, bajo fianza.
Pasado el primer instante de malhumor ante la resistencia de Dorrego, Brown volvió
a sentimientos humanitarios de que se apartara momentáneamente e intercedió por
el prisionero, lo mismo que Díaz Vélez. Pero los extremistas velaban. No bien
enterados de la aproximación de Dorrego a la ciudad maniobraron para que se lo
mandase al campamento de Lavalle, y para que éste no retrocediera ante el
compromiso de fusilarlo, como ellos decían tenerlo convenido con el general. El
Tiempo propuso que el vencido de Navarro fuese llevado a ver los cadáveres de
aquellos que había hecho morir dando “intervención a los salvajes del desierto
y acogiéndose a la sombra de un caudillo feroz (Rosas)”.
El ex ministro de Rivadavia, Salvador María del Carril, actuó más
eficazmente, como se desprende de la siguiente carta:
Buenos Aires, 12 de diciembre de 1828
Señor General Don Juan Lavalle
Querido General: Dorrego preso en
poder de Escribano, escribe a Díaz Vélez lo que sigue: “Al fin estoy prisionero
en manos del jefe de este regimiento. Marcho a Buenos Aires y suplico a Vd.
tenga la bondad (...)de verme antes de entrar allí. Haré a Vd., indicaciones
que podrán” contentar y cortar las cuestiones del día y a los que las sostienen.
No olvide Vd., la lenidad que he usado en todo el curso de mi administración,
etc. Ha escrito también a Brown; no sé
qué le dirá. La noticia de la prisión de Dorrego y su aproximación a la ciudad,
ha causado una fuerte emoción; por una parte, se emplean todos los manejos
acostumbrados para que se excuse un escarmiento y las víctimas de Navarro queden (...)sin
venganza. No se sabe bien cuánto puede
hacer el partido de Dorrego en este lance; él se compone de la canalla más desesperada.
Sin embargo, puede anticiparse, que si sus esfuerzos son impotentes para turbar
la tranquilidad pública, son suficientes por lo que he visto, para intimidar o
enternecer a las almas débiles de su ministro y sustituto. El señor Díaz Vélez
había determinado que Dorrego entrase a la ciudad; pero yo, de acuerdo con el
Sr. A. le hemos dicho, que dando ese paso él abusaría de sus facultades, porque es indudable
que la naturaleza misma de tal medida coartaba la facultad de obrar en el caso,
al único hombre que debiera disponer de los destinos de Dorrego, es decir, al
que había cargado sobre sí con la responsabilidad de la revolución; por
consiguiente, que el M. [ministro]debía mandar que lo encaminasen donde está
Vd. Esto se ha determinado y se hace, supongo,
en este momento. Ahora bien, General, prescindamos del corazón en este caso. Un hombre valiente no puede ser vengativo
ni cruel. Yo estoy seguro, que Vd., no es ni lo primero ni lo último. Creo, que Vd., es, además, un
hombre de genio y entonces no puedo figurármelo
sin la firmeza necesaria para prescindir de los sentimientos y considerar
obrando en política, todos los actos de cualesquiera naturaleza que sean, como
medios que conducen o desvían de un fin. Así, considere Vd. la suerte de
Dorrego. Mire Vd., que este país se fatiga, 18 años hace, en revoluciones,
sin que una sola haya producido un escarmiento. Considere Vd., el origen
innoble de esta impureza de nuestra vida histórica y lo encontrará en los
miserables intereses que han movido a los que las han ejecutado. El general
Lavalle no debe parecerse a ninguno de ellos; porque de él esperamos más. En tal caso, la ley es que una revolución
es un juego de azar, en el que se gana hasta la vida de los vencidos cuando se
cree necesario disponer de ella. Haciendo la aplicación de este principio
de una evidencia práctica la cuestión me parece de fácilresolución. Si Vd., general, la aborda así, a sangre fría, la decide;
sino, yo habré importunado a Vd.; habré escrito inútilmente, y lo que es más
sensible, habrá Vd., perdido la ocasión
de cortar la primera cabeza a la hidra y no cortará Vd., las restantes.
¿Entonces, qué gloria puede recogerse en este campo desolado por estas
fieras?... Nada queda en la República
para un hombre de corazón.
Salvador María del Carril
Es el hipnotizador asesino ante el sujeto que le va a servir de
instrumento criminal. Nada falta en la escena. Las bocanadas de incienso
envuelven a la pobre víctima destinada a convertirse en verdugo. El artero
embaucador echa el resto con sus juegos de manos, sus bolas de cristal, sus
palabras prestigiosas. Su conocimiento del sujeto es maravilloso. Para matar
los últimos reflejos de la salud, en el organismo moral cuyos repliegues no
tienen secreto para él, no confía en un trabajo sencillo de embaucamiento.
Continúa ejerciendo sus malas artes hasta saber a ciencia cierta que su
instrumento le ha obedecido.
Buenos Aires, 14 de diciembre de 1828
Señor Don Juan Lavalle
Mi querido general:
He escrito a Vd., dos cartas y siempre en el último minuto de la
despedida de los conductores... La prisión de Dorrego, es una circunstancia
desagradable, lo conozco; ella lo pone a Vd., en un conflicto difícil.
Cualquiera que sea el partido que Vd., tome, lo deja en una posición espinosa y
delicada; no quiero ocultárselo. La disimulación en este caso después de ser
injuriosa, sería perfectamente inútil al objeto que me propongo. Hablo de la fusilación de Dorrego: hemos estado de acuerdo en ella
antes de ahora. Ha llegado el momento de ejecutarla, y Vd., que va a
hacerse responsable de la sangre de un hombre, puede sin inconsecuencia, variar
un acuerdo que le impone obligaciones, que a nadie debe Vd., ceder la facultad
de pesar y distinguir. Dejando a Vd.,
pues, general, toda la integridad de su libre albedrío... Hecho el prolijo
examen de su posición, estoy seguro, que sin otro consejero que su genio, no
fluctuará mucho tiempo sin decidirse por los deberes que ella le impone a mi modo
de ver... Siempre, siempre los estorbos que interrumpen la carrera de los que aspiran
a distinguirse, son obstáculos que una vez quitados, todos sienten que cada uno
podría hacerlo y que uno solo sin embargo adivinó. Siempre, siempre son o el nudo
gordiano que Alejandro desata con el alfanje, o el huevo que Colón para por la
punta, quebrándolo. Esta es una consideración muy triste, que aflige por el honor de la humanidad; pero, ¿quién tiene la culpa si los hombres son
generalmente imbéciles ... Hace 18 años que estamos en revolución y en
anarquía. Si estos diez y ocho años se dividen en tantos períodos, cuantas
revoluciones sucesivas han tenido lugar en ellos, no verá Vd., en cada una de
esas épocas sino la influencia más o menos prolongada según haya sido su
duración, del partido o del hombre que ejecutó la última revolución para subir
al poder. ¿Cuál ha sido el objeto de todos, hombres o partidos de los que han
figurado en este certamen? Mantenerse en el poder que habían conquistado. Buen
deseo: porque un poder permanente, sólido y respetable por largo tiempo, es lo
que en todo el universo se llama, si no un perfecto orden social, según los
teóricos, al menos un buen orden social, según los hombres sensatos de todo el
mundo. ¿Cuáles son los medios de que se han valido nuestros hombres o nuestros
partidos, para llegar a aquel fin bueno en si mismo? Exclusivamente, unos, de
la novedad de las ideas y de las formas; otros, de la capitulación con los
vicios dominantes, o más propiamente de la repartición y de la dependencia del
poder. Si una carta permitiera los detalles, que me veo forzado a evitar, yo
haría ver, que desde el pacto social hasta la idea de la federación de 1827,
hay una serie de ideas que a su vez han tenido la novedad de su lado y han sido
empleadas como medios de gobierno por los mismos; hasta la palabra principios
ha tenido su época, y no la menos larga ni la menos brillante; pero hoy empieza
o ha concluido con la secta, la apostasía que se hacía de ella. Asimismo haría
ver que todas las logias desde la de D. Carlos Alvear; que todos los gobiernos
personales, partiendo o llegando rápidamente
hasta el de Pueyrredón que fue el más bien organizado de esta clase,
deteniéndonos en el de Dorrego y pasando en revista los de todos los caciques,
han sido y son el sistema práctico de las capitulaciones con los vicios
dominantes; o con más claridad, el sistema de hacer
depender el poder, dividiéndolo entre todos aquellos que loexplotan y ayudan a conservarlo...La debilidad es el fondo de
cualesquiera de los dos arbitrios, que se han practicado hasta aquí y quedan
indicados. El 1º recibiendo su fuerza de lasilusiones y del engaño, es esencialmente flaco. El 2º es debilísimo de
suyo, y absurdo también porque degrada la autoridad. El poder es necesario para
apartar los obstáculos que los hombres encontrarían en vivir juntos y no podrá
llenar sus funciones sin la independencia conveniente (...)El poder viene de la necesidad en las sociedades humanas; es
establecido y divinizado según la moda de los tiempos por la costumbre de
sometérsele y por la voluntad fuerte del que lo ejerce, encaminando a los hombres a su bienestar, que es la tranquilidad
pública, y a su prosperidad que es el libre ejercicio de sus facultades
inocentes. La energía es necesaria en la ocasión, o como el ensayo de
conformidad de nuestros caracteres como por este, y así es que un nuevo modo de
gobierno, o como un instrumento absolutamente necesario siempre. Entre los que
han combatido por el poder ninguno ha sido sacrificado hasta ahora entre
nosotros; no por esto han dejado de morir muchos. El campo de Navarro está
sembrado de cadáveres; pero así un loco y un poltrón pueden ser perturbadores
impunemente. Los Anchorena desde su casa y Dorrego exponiéndose en una batalla a una
suerte entre 99. Así ha acontecido durante el fatigante período de nuestra
revolución... Así las debilidades de los que gobiernan, que dejándonos de
teorías, causan la ruina de nuestra patria, por el largo período de 18 años,
que se fatiga en las convulsiones de una anarquía estacionaria. Este hecho
desagradable no tiene otra causa asignable. ¿Quién ejerció la autoridad dignamente? ¿Quién
sacrificó el momento al porvenir? ¿Cuál de los innumerables con pretensiones de
héroes, sintió en su corazón la noble osadía de vivir acabando el trabajo
comenzado y de morir a la heroica siendo necesario?...Querido general: yo sé muy bien que no necesita consejeros el que ha
sabido llegar a necesitarlos o al puesto en donde parece que se necesitan; no
escribo a Vd. por convencerlo ni por disuadirlo, porque en tal situación todo
lo que no se hace por inspiraciones felices, no se hace. El genio de las
circunstancias, ve y ejecuta...En otra carta, he dicho a Vd. que todas las
cuestiones se decidieron el 9 de diciembre. Créame Vd., todo está decidido.
Pero al mismo tiempo, como le dirá a V. el señor Gelly, que todos esperamos de
Vd. una obra completa; lo que quiere decir, que todos esperamos que Vd., fije
la cuestión, y nos dé con el poder de su brazo, una República de cuya
existencia no se dispute más. De tal manera lo espero yo, especialmente cuanto
que estoy convencido, que si este resultado no nos viene de la omnipotencia de la espada, la omnipotencia
de Dios mismo, no se dignará hacerlo. Salvador
María del Carril.
Imposible comentar debidamente, en el espacio de que se dispone en una publicación
de esta especie, las dos cartas de Carril. Dejemos de lado la habilidad que en
ambas se exhibe para convertir la adulación en una obra de arte; para instigar el
crimen desligándose de toda responsabilidad; para despertar en el instrumento
instigado la ambición de ser el único responsable. El objeto de las extensas
transcripciones es mostrar el pensamiento político de los autores de la revolución
de diciembre, su brutal concepción de la fuerza como única base posible de un gobierno estable, su
maquiavelismo inculto y trasnochado. Téngase
en cuenta que don Salvador María del Carril preconizaba iniciar la era de la
violencia, mientras Rosas la emplearía poco después para responder a las que habían
cometido los decembrinos por persuasión de aquél; sólo así se podrá deslindar
responsabilidades en los excesos de nuestra historia. En 1828, un partido
entero, que se pretende haber sido fundador de un Estado de derecho, estableció
la teoría del imperio absoluto de la fuerza, y desató en el país una ola de
violencia que arrebató de entre sus filas el mayor número de víctimas. Se ha debido olvidar esa
circunstancia decisiva para arrojar una condenación sin atenuantes sobre el
hombre que se vio obligado a manejar aquella violencia, y que en ningún momento
teorizó su empleo con la crudeza y el cinismo del prócer unitario. Pero
volvamos a los antecedentes de la ejecución de Dorrego. Carril no fue su único
instigador, Juan Cruz Varela se había en ese sentido adelantado a su correligionario,
como se verá por la siguiente carta:
Diciembre 12 de 1828 10 de la noche
Señor Don Juan Lavalle
Mi general:
Por supuesto que ya sabe Vd., que Dorrego ha caído preso: en este
momento están en consulta el Ministro y Brown sobre si lo harán venir o no a
Buenos Aires. Vd. sabe si yo y mil otros están comprometidos en un asunto de
que va la suerte del país; en un movimiento que puede importar mucho o nada,
según se manejan los resultados. Después de la sangre que se ha derramado en
Navarro, el proceso del que la ha hecho correr, está formado: ésta es la
opinión de todos sus amigos de Vd.; esto
será lo que decida de la revolución; sobre todo, si andamos a medias... En fin,
Vd., piense que 200 y más muertos y 500 heridos deben hacer entender a Vd. cuál
es su deber. Se ha resuelto en este momento, que el coronel Dorrego sea
remitido al cuartel general de Vd. Estará allí de mañana a pasado: este pueblo
espera todo de Vd., y Vd., debe darle todo.
Cartas como éstas se rompen, y en circunstancias como las presentes se dispensan
estas confianzas a los que Vd. , sabe que no lo engañan, como su atento amigo y
servidor
Q. S. M. B.
Juan Cruz Varela.
Entretanto, Brown y Díaz Vélez habían escrito a Lavalle intercediendo
por la vida del prisionero que le remitían. El primero dice ser de opinión que
se le acepte la fianza ofrecida; el segundo: “
Yo estoy persuadido, mi amigo, que Dorrego no debe morir”. En vano. La
opinión de los extremistas debía prevalecer. Lavalle contestaría a Brown hasta
con palabras de Carril: “Yo, mi respetado General, en la posición en que estoy
colocado, no debo tener corazón”. ¡Desdichado!
Se privaba de lo único que tenía, y cuyos impulsos nobles le habrían impedido cometer
el acto imperdonable, para hacer el político de cabeza fría con las ideas sugeridas
por irresponsables presuntuosos. Estos no habían dado toda su medida en la
instigación al crimen. Se superarían en el comentario de la ejecución. El
periodista Varela acometió en su hoja El Tiempo, la tarea de justificar la ejecución
de Dorrego con razones deducidas de los hechos posteriores a la revolución de
diciembre, pese a tener la conciencia de que la ejecución se decretó antes de aquella.
El político Del Carril fue más lejos. Escribió esta carta:
Buenos Aires, 15 de diciembre de 1828
Señor General Don Juan Lavalle
Mi querido general:
Hemos sabido la fusilación
de Dorrego. Este hecho abre en el país una nueva era... Me tomo la libertad de
prevenirle, que es conveniente recoja Vd., una acta del consejo verbal que debe
haber precedido a la fusilación. Un instrumento de esta clase, redactado con destreza,
será un documento histórico muy importante para su vida póstuma. El señor Gelly
se portará bien en esto: qué lo firmen todos los jefes y que aparezca Vd., confirmándolo...Todo
lo demás que se piensa aquí, es, que sin cuidarse de la Junta de R se disponga de todo para marchar
sobre Córdoba y Santa Fe a un tiempo, El Sr. D. J. A. (¿Julián Agüero?) y Don
B. R. (¿Bernardino Rivadavia?) son de esta opinión y creen, que lo que se ha
hecho, no se completa sino se hace triunfar en todas las partes la causa de la
civilización contra el salvajismo. Esta es la opinión uniforme de Buenos Aires.
El general Lavalle, dicen todos, con todo el valor, la constancia y el carácter
necesario, organizando la República, está destinado a ser su primera reputación, su primer héroe...
Salvador María del Carril Aquí vemos aparecer la antítesis sobre civilización y barbarie en su
forma prístina, de la “civilización contra el salvajismo”. Y es el momento
oportuno para comprenderla en su verdadero significado, que no tiene nada que
ver con un criterio filosófico acerca de los conceptos opuestos en la
antitética fórmula. En efecto, en esta carta, como en las anteriores, vemos a
del Carril razonar como un salvaje que no respeta ninguna ley divina ni humana,
que no cree en el derecho ni por asomo, sino en la fuerza bruta aplicada sin discriminación de
oportunidad ni de justicia, que aconseja fríamente falsificar una sentencia de
muerte que no ha precedido la ejecución; que después de precipitar al crimen a
otro, rehuyendo él mismo toda responsabilidad, quiere salvar la de su
instrumento y le insinúa imitarlo, arrojar todo el peso de la culpa sobre
nuevos inocentes. Y sin embargo lo vemos también invocar la defensa de la
civilización. Como no creía en nada tenía que llegar a identificar la civilización con su persona. En otra
carta sobre el mismo asunto, Carril decía:
Buenos Aires, 20 de diciembre de 1828
Señor General Don Juan Lavalle
Mi querido General:
Aleccionado muy especialmente a Vd., y sin perder de vista la utilidad
del momento, no me ha sido posible dejar de insistir, con alguna tenacidad
sobre este punto, de que se ha prescindido ya general y fácilmente. Por lo
demás, querido General, incrédulo como soy de la imparcialidad que se atribuye
a la Posteridad; persuadido como estoy, de que esta gratuita atribución no es
más que un consuelo engañoso de la inocencia, o una lisonja que se hace
nuestro amor propio, o nuestro miedo; cierto como estoy, por último, por el
testimonio que me da toda la historia, de que la posteridad consagra y recibe las disposiciones del fuerte o del
impostor que venció, sedujo y sobrevinieron, y que sofoca los reclamos y las
protestas del débil que sucumbió y del hombre sincero que no fue creído; juro y
protesto que colocado en un puesto elevado como Vd., no dejaría de hacer nada de útil por vanos temores. Al objeto: y si para llevar siendo digno de
un alma noble, es necesario envolver la impostura con los pasaportes de la
verdad, se embrolla; y si es necesario mentir
a la posteridad, se miente y se engaña a los vivos y a los muertos según dice Maquiavelo verdad es, que así se
puede hacer el bien y el mal; pero es por lo mismo que hay tan poco grande entre las dos líneas. Los hombres son generalmente
gobernados por las ilusiones, como las llamas de los indios, por hilos
colorados. General, a Vd. no le gusta fingir, ni a mí tampoco, y creo por ningún
punto se aproxima tanto la conformidad de nuestros caracteres como por éste, y
así es que Ud. fusilando a Dorrego y yo escribiendo, decimos verdades que aunque nos pueden acreditar de verídicos, no querríamos que
se nos aplicasen ¡voto a Dios de ninguna manera...Si Vd. pudiera en un instante volar al
Salto, Areco, Rojas, San Nicolás y Luján dar la mano a todos los paisanos y
rascarles la espalda con el lomo del cuchillo, haría Vd. una gran cosa; pero si
Vd. pudiera multiplicándose, estar en la capital, haría una cosa soberana. Es
necesario que vuele, que quiera Vd. que se le haga una entrada bulliciosa y
militar; porque la imaginación móvil de este pueblo, necesita ser distraída de
la muerte de Dorrego, y para esto basta bulla, ruido, cohetes, música y
cañonazos. Por otra parte el gobierno necesita ya más regularidad y las ranas
empiezan a treparse sobre el Rey de palo o el frasco de esencia popular, como dice el Ministro (por Brown), empieza a disiparse...Mucha
gentuza a las honras de Dorrego; litografías de sus cartas y retratos; luego se
trovará la carta del Desgraciado en las pulperías, como las de todos los desgraciados
que se cantan en las tabernas. Esto es bueno; porque así el padre de los pobres
será payado con el capitán Juan Quiroga y los demás forajidos de su calaña.
¡Qué suerte! vivir y morir indignamente y siempre con la canalla...Salvador
María del Carril Esas chocarrerías macabras
arrojan suficiente luz sobre el temperamento profundamente antipopular y
anticristiano de los unitarios. El triunfo había mareado de tal manera a esas
lamentables cabezas que no advertían siquiera los peligros revelados por las expresiones
de su torpe insolencia. Bailaban una danza macabra... sobre un volcán. Y se
creían dueños del porvenir.
Entretanto Rosas se hallaba
en Rosario, donde llegara del modo que nos refiere esta carta:
Hacienda de Rodríguez,
diciembre 12 de 1828
Amigo querido don Estanislao
López
Solo salí de Buenos Aires el día de la sublevación, y a los cuatro días
tuve conmigo dos mil hombres; pero esos mismos grupos de hombres, que por instantes
se me reunían llenos de entusiasmo, causaban un completo desorden, que se aumentaba porque estando conmigo dorrego
yo no podía obrar conforme con mis deseos y con mis opiniones, en el todo o en
la parte principal. Por otra parte, como
el señor gobernador a pesar de lo que trabajaban los enemigos tenía en manos de
éstos todos los principales recursos, que son las armas y el Banco, y la gente
que se me reunía toda, era sin armas y sin moneda, cuando nuestros enemigos
tenían, estas dos poderosas armas en abundancia. En fin, los enemigos nos
estrecharon y obligaron a presentarle acción, y por causa que diré a usted a la vista, la perdimos. Pude haber reunido la gente toda, pero
cansado de sufrir disparates, quise más bien venirme a saber la voluntad del
gobierno de esta provincia y de la Convención. Por esto no quise traer la
gente, ni decirles que venía, y a pesar de esto y de que he procurado venir
escondido, se han venido varios jefes de los regimientos, alguna tropa y
oficiales, y vendrán cuantos se quieran, si se les llama. En esta vez, se ha
uniformado el sistema federal, a mi ver, de un modo sólido absolutamente. Todas
las clases pobres de la ciudad y campaña están en contra de los sublevados, y
mucha parte de los hombres de posibles. Sólo creo que están con ellos los
quebrados y agiotistas que forman esta aristocracia mercantil. Al gobernador le prendieron los Húsares,
siendo el autor de ello el oficial Acha, que es un malvado pero, para mí, la
tropa de los Húsares será nuestra. Los sublevados no cuentan más que con 800
hombres, que es la caballería que vino de la provincia oriental. Nada más, y
nada más, porque, repito que todas las clases pobres de la ciudad y campaña
están contra los sublevados y dispuestas con entusiasmo a castigar el atentado
y sostener las leyes. Lo que interesa sobremanera es el que usted venga para
que hablemos, pues yo, sin saber la voluntad de la provincia de Santa Fe y
Convención, repito que nada quiero resolver, pues respecto de la provincia de
Buenos Aires, ya hice aún más de lo que era posible. Digo que interesa y urge,
porque decida la provincia de Santa Fe y Convención; yo empezaré a trabajar
activamente, antes que desarmen toda la milicia, lo que han de hacer
precipitadamente, luego que sepan que yo he pasado a. esta provincia. Hoy mismo
hay en el Pergamino 240 milicianos bien armados y 2 piezas de artillería. Y como no puedo deliberar, resultará que la
desarmarán. En fin, amigo, por no demorar el chasque, no soy más largo, y van
en desorden estas ideas, pero como nos hemos de ver, dio para entonces decirle
lo mucho que es preciso sepa. Salud
desea a usted su amigo, “Juan Manuel de Rosas”.
(Tomada de Manuel Bilbao, Historia de Rosas, Buenos Aires, 1934)
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