Rosas

Rosas

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Eduarda Damasia Mansilla, la hija del Héroe de Obligado

Por el Prof. Jbismarck
 Eduarda Damasia Mansilla Ortiz de Rozas fue la segunda hija del matrimonio formado por el general Lucio Norberto Mansilla (1792-1871) y doña Agustina Ortiz de Rozas (1816-1898). Nació en la ciudad de Buenos Aires el 11 de diciembre de 1834 y falleció, en la misma ciudad, el 20 de diciembre de 1892.  En 1855 se casa con Manuel Rafael García Aguirre (1826-1887), quien desarrolló una destacada carrera diplomática. Construyeron un proyecto familiar que años más tarde, y por la profesión del esposo, los llevaría a otras latitudes. Conocer, someramente, el periplo y las vicisitudes que la familia vivió a partir de 1861 es fundamental por lo que significó para Eduarda Mansilla el contacto con otros ámbitos sociales y culturales. Gran parte de su producción literaria y periodística estará signada por estas experiencias.  Comisionado por el Presidente Santiago Derqui para estudiar los Tribunales Federales de los Estados Unidos. Esto motiva que el matrimonio, que ya había tenido a sus primeros dos hijos –Eduarda Nicolasa, a la que familiarmente llamaban Eda (1855-1945) y Manuel José (1859-1910) –, tenga que partir del país.  Bartolomé Mitre fue designar a García como Secretario de la Legación Argentina en Francia, Italia y España; allí traban amistad con el Ministro Plenipotenciario Mariano Balcarce y su esposa, Mercedes de San Martín y Escalada; relación que será evocada por Eduarda Mansilla en su artículo “Desde la Patria” (El Nacional, 26 de mayo de 1880). Este nuevo destino determina que durante esos años viajen, en especial, a París, Florencia y Madrid. En los escritos periodísticos de Eduarda, el ámbito parisino será el más evocado. 
 Agustina Ortiz de Rozas de Mansilla con su hija Eduarda Mansilla.
Domingo Faustino Sarmiento designa a Manuel Rafael García, en octubre de 1868, Ministro Plenipotenciario ante los Estados Unidos de Norteamérica, con residencia en Washington.  Esto ocasiona un nuevo desplazamiento de la familia, que ya contaba con otros dos nuevos integrantes, Rafael (1865-1894) y Daniel (1866-1957). Una de las primeras tareas que realiza García, junto con la ayuda de Mary Peabody Mann, por decisión del presidente y del Ministro de Educación Nicolás Avellaneda, es la selección de maestras que luego viajan a la Argentina, base del sistema educativo argentino. También en esta actividad tendrá un rol importante Eduarda Mansilla.  Eduardo Antonio (1871-1930),nace en Washington, el 7 de enero y 2 años más tarde en París, nace Carlos (1875-1944), el último de los hijos del matrimonio. García, en su extensa carrera diplomática ocupa, en 1886, el cargo de ministro plenipotenciario ante el Imperio Austro-Húngaro, con sede en Viena, donde fallece.  En cuanto a Eduarda, habría regresado a Europa desde Buenos Aires hacia finales de 1885 o comienzos de 1886. Acompaña a su esposo en sus últimos momentos y queda luego con su hijo Daniel, que había seguido la carrera diplomática.

Resultado de imagen para eduarda mansillaEn 1890 regresa definitivamente a la Argentina, donde fallece el 20 de diciembre de 1892. Un dato relevante en lo familiar es que por pedido de Manuel Rafael y de Eduarda, los hijos del matrimonio llevaron el apellido García-Mansilla unido por un guión, que simbolizó el deseo de consolidar la hermandad entre los argentinos.  
Eduarda Mansilla, comienza su labor literaria, en el año de 1860, en el que escribe sus dos primeras novelas: El médico de San Luis, publicada en formato libro, y Lucía. Novela sacada de la Historia Argentina, editada en el Folletín del diario La Tribuna. Aunque en ese mismo año se publicó también como libro, no volvió a reeditarse hasta 1882, con el título Lucía Miranda.  Su siguiente novela, Pablo ou La vie dans les Pampas, escrita en francés –que la convirtió en la primera escritora argentina en emplear esa lengua para su producción narrativa– vio la luz en el folletín de L’Artiste, en 1868; se publicó como libro al año siguiente, y se conoció en nuestro país entre el 28 y 29 de noviembre (número único) y el 30 de diciembre de 1870, en veinte entregas, gracias a la traducción de su hermano Lucio V. Mansilla, aparecida en el folletín de La Tribuna con el título de Pablo o la vida en las pampas. El escribir en francés, algo no frecuente en la época, es ejemplo de un nuevo paradigma literario, basado en la pluriculturalidad y el plurilingüismo, que la posiciona, al decir de Steiner (1971), como una escritora extraterritorial: ello implica tomar distancia de la propia cultura, pero en el caso de Eduarda no significa un desarraigo ya que la temática de la novela gira en torno a la problemática política entre unitarios y federales, en un espacio exótico para la cultura europea, la pampa argentina. Después de esta publicación, su actividad literaria continúa en Europa, desde donde envía varios trabajos para la revista literaria argentina La Ondina del Plata.

Resultado de imagen para eduarda mansillaSe sospecha que uno de los objetivos que se había propuesto Mansilla al volver a suelo argentino era reunir su producción literaria, lo que se concretó en esos años al editarse las siguientes obras: en narrativa breve, Cuentos entre ellos figuran “La jaulita dorada”, relato publicado en La Ondina del Plata, en noviembre de 1879, y “La Pascua”, texto escrito originalmente para el diario La Tribuna y allí publicado el 24 de diciembre de 1879. Años después aparece una segunda colección de relatos, Creaciones (1883)7, volumen en el que recobra dos cuentos aparecidos en La Ondina del Plata que habían sido publicados antes de su regreso: “El ramito de romero”, de 1877, y “Kate”, de 1877, y añade otro texto escrito en diciembre de 1879, para el folletín de El Nacional: “Dos cuerpos para un alma”.  Por los comentarios aparecidos en distintos diarios se sabe de la existencia de otras dos obras, Los Carpani (1883) y Ajenas culpas (1883); no obstante estos datos, no hay referencias a su edición.
En 1882, publica un texto de gran valor por la ductilidad de la narradora para tratar temas de la vida cotidiana. Se trata de Recuerdos de viaje, en el que recobra parte de las experiencias vividas en los Estados Unidos, de sumo interés por las apreciaciones que realiza en torno a las costumbres en ese país, así como sobre las representaciones de los sujetos que conforman esa sociedad.
La última novela editada de la autora es Un amor (1885), se trata de un texto breve en el que se destaca la situación de la protagonista, escindida entre dos amores, uno americano y otro europeo.
Por los comentarios aparecidos en la prensa, en El Nacional del 8 de agosto de 1885, se pudo saber que estaba escribiendo una nueva novela, La Trágica y la Gran Señora, aunque se adelantaba que por encontrarse afectada de la vista no podía continuar con su redacción.
En síntesis, cuatro novelas, diecisiete cuentos en dos colecciones, tres obras de teatro (aunque una sola se conserva publicada) y un libro de relatos de viaje constituyen el legado literario hasta ahora recuperado de la autora.  Los viajes y el conocimiento que demuestra haber aprehendido de las sociedades norteamericana y europea, gracias al manejo del idioma inglés y francés, son puntos de inflexión que determinaron la producción literaria y periodística de la autora. La curiosidad, la descripción de las ciudades y las costumbres de quienes las habitan –desde lo cotidiano hasta una salida al teatro o a la Ópera–, el análisis de las tradiciones, la religión, la educación, la arquitectura, la música y los encuentros sociales le permitieron realizar agudos comentarios sobre esos entornos desde un óptica personal y transcultural.
Otro de los aspectos que puede rastrearse en el periodismo de Mansilla es la presencia de marcas de clase social y de género. Bourdieu (1995) afirma que las prácticas culturales están vinculadas con la estratificación social, con el habitus que caracteriza a una clase o grupo social en relación con otros con los que no comparte las mismas condiciones sociales. Los miembros de una misma clase actúan de manera semejante: “el habitus funciona como la materialización de la memoria colectiva que reproduce en los sucesores lo que se adquirió de los antecesores”. Sin embargo, Eduarda Mansilla rompe con los parámetros de su clase, se muestra mucho más cercana a la problemática de quienes estaban excluidos del sistema social, como se evidencia en su crónica “Una limosna”   Otro aspecto se relaciona con la presencia explícita o implícita de la familia, en especial la de los padres ya que son ellos quienes han dado origen a esa historia de vida. En los artículos de la periodista prima la figura del padre, Lucio Norberto Mansilla, quien desde muy joven había sobresalido por su valor en combate. El rol político de su padre y algunos hitos de su carrera marcaron el futuro de la familia Mansilla, entre ellos, su destacada actuación bajo las órdenes de Santiago de Liniers al momento de repeler las invasiones inglesas de 1806, y luego, su participación en la lucha contra los portugueses que habían invadido el territorio patrio, en esa oportunidad sirviendo en el ejército comandado por el general José de Artigas.  Lucio N. Mansilla fue, además, un importante político, gobernador de Entre Ríos en 1821 y  representante por esa provincia, al finalizar su mandato, en la Convención Constituyente; posteriormente fue diputado por la provincia de La Rioja. Viudo, contrajo segundas nupcias con doña Agustina Ortiz de Rozas, hermana menor de Juan Manuel de Rosas. Es recordado por sus hijos y por los argentinos por su actuación como comandante de las fuerzas defensoras de la Confederación Argentina, en la batalla de la Vuelta de Obligado, el 20 noviembre de 1845, acción heroica en la que fue herido. La memoria de Eduarda rescata aquellas acciones para traerlas al presente y asíponer énfasis en los valores, en la defensa de las tradiciones y en la conducta cívica de su padre y de los valientes soldados que dieron la vida por la patria.Es de destacar que la figura del Libertador es una de las más evocadas en sus escritos, así se observa en la crónica “Desde la Patria” . En ella el «yo» evoca el pasado y se remonta al momento en que su esposo, Manuel García, había sido designado, en 1863, secretario de la Legación Argentina en Francia, Italia y España. Este hecho factual permite ubicar en ese año el episodio que es evocado en el artículo de 1880, el de su presente. A partir de esa rememoración plantea a los lectores el tema de la identidad nacional. Los protagonistas son los dos matrimonios jóvenes, que se conocen en aquel ámbito –el formado por Eduarda Mansilla y Manuel Rafael García, y el de Mercedes de San Martín y Escalada y Mariano Balcarce–, que luego cultivarán una entrañable amistad.   Otra referencia al general San Martín se encuentra en “Una limosna”. En esa crónica Mansilla describe las situaciones que observa a la salida de la Catedral cuando un soldado le pide una ayuda; esa escena vivida en el presente actúa como disparador de sus recuerdos, al evocar la figura de un soldado negro del ejército de San Martín al que había dado una limosna, en el mismo lugar, cuando era una niña. Se trata de un texto de opinión en el que reflexiona sobre el merecido lugar que debía ocupar don José Francisco de San Martín en el panteón nacional.  Mansilla se ocupa de recrear la atmósfera que se vivía y utiliza su memoria, aflora al recordar su propia historia familiar que la retrotrae a los recuerdos de la infancia, para subrayar la relación que su padre, Lucio Norberto, había establecido con el militar al participar en el Ejército de los Andes, así como el reconocimiento que el líder le había brindado por su accionar en los enfrentamientos de Chacabuco y Talcahuano: “Aquel suntuoso carro contenía los despojos mortales del héroe por excelencia, del guerrero que en mis tempranos años aprendí a respetar y admirar, sentada en las rodillas de mi padre, su compañero de armas”. En segundo término, y desde el presente de la enunciación, la cronista puntualiza otro dato que le incumbe directamente: su hijo, “mi Manuel amado, rodeado ya del prestijio del militar afortunado” , es uno de los destacados oficiales del Villarino, la nave que ha custodiado los restos del prócer en su viaje desde Francia hacia la Argentina. Las dos referencias a elementos biográficos permiten recuperar el «yo» de Eduarda y observarla como protagonista de los sucesos narrados, a la par que analizar la manera en que, al recobrar parte de su historia familiar –de la niñez y del presente– reconstruye su propia identidad.
El patriotismo es exaltado no solo en la figura de San Martín sino que la autora, hace referencia a otros anónimos héroes argentinos, soldados marginados que, tras dejar su vida en el campo de batalla, habían caído en el olvido, sin reconocimiento ni riquezas, como lo sintetiza al decir: “Pobre como un guerrero de la Independencia. Esta triste verdad no necesita de prueba, es un hecho de todos conocidos” . Pasa así de lo individual a lo colectivo; arma una red de relaciones que equipara la función del prócer y de las instituciones que representaba a la del conjunto de soldados que defendieron la patria.  Como representante de la cultura letrada porteña, Eduarda Mansilla, tras largos años de ausencia de la Argentina, se inserta en la prensa periódica para hacer conocer y difundir sus opiniones sobre muy variadas temáticas.  En ellas da muestras de su confianza en la fuerza de la justicia, la democracia, la verdad, la libertad, la generosidad, el honor, el patriotismo, el amor, la caridad, la sensibilidad, la tolerancia, la templanza y la unión de los argentinos.

1 comentario: