Por Roberto Colimodio Galloso
La relación entre ambos jefes
fue áspera ya durante el Cruce. Diversos problemas logísticos se
evidencian en comunicaciones de
solicitud de provisiones para las divisiones respectivas. Pero
enfoquémonos exclusivamente en Chacabuco, donde Soler no participó en
la batalla, excepto en tareas de organización posteriores del Campo de
Marte en las Casas de Chacabuco y órdenes de persecución del enemigo
disperso. Analiza Leopoldo Ornstein que O’Higgins tan pronto como
pudo superar el barranco que motivó sus fracasados avances anteriores
luego del ataque de los granaderos dispersó con los Batallones 7 y 8 al
cuadro que formaron los realistas y los persiguió causando estragos
entre los fugitivos. Con la victoria consumada, San Martín se
ubicó en el centro del campo de batalla donde se reunió con Soler
recién arribado. Obviamente, que el Libertador hubo de explicarle lo
sucedido y las causas de que no se hubiera esperado su llegada. Esto se
infiere porque Soler fue inmediatamente en busca del chileno:
Vicuña
Mackenna publicó en 1860 un manuscrito de O’Higgins donde éste
manifestó: “que llamó su atención un bizarro jinete con el caballo
cubierto de espuma, haciéndole señas con la espada para que se
detuviera. Era el brigadier Soler que venía en su demanda, y sin
saludarle, púsose a apostrofarle de temerario e insubordinado y de
haber comprometido del modo más culpable el éxito de la batalla”. Esto
lo dice el propio O’Higgins quien “le contestó con frialdad, que no
era el momento de entrar en polémicas”.
San Martín, preocupado
por los acontecimientos y las discusiones que siguieron en reunión de
oficiales de esa misma noche, sobre la conveniencia o no de entrar en
Santiago inmediatamente, donde Soler y O’Higgins tenían opiniones
contrarias lo que motivó comentarios irrespetuosos del primero al
chileno sobre los deseos de éste de entrar triunfante a la vanguardia
(puesto que Soler detentaba).
Las circunstancias políticas
exigían que San Martín apoyara al Jefe chileno, por las razones
expresadas anteriormente sobre el futuro de la expedición al Perú. No
podía correrse el riesgo de malograrla, pues el papel del futuro
Director Supremo de Chile era fundamental para ello. Por ello, el Gran
Capitán se vio obligado a “sacrificar” a uno de sus mejores generales
(si no el mejor, como el mismo lo reconoció) separándolo del Ejército
de los Andes.
Fuente: “Los Héroes olvidados de la Cuesta de Chacabuco” de Roberto Colimodio, página 188 y sig.
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