Rosas

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viernes, 30 de abril de 2021

Uno de los Coroneles uruguayos de Mitre: Ambrosio Sandes

Por El Prof. Jbismarck

En la lucha contra el Chacho —el general Angel Vicente Peñaloza— se hizo famoso Ambrosio Sandes, coronel de nacionalidad uruguaya, de tanto valor como ferocidad. Había nacido en el departamento de Soriano (Uruguay). Cuando joven, combatió en su país a las órdenes del general Venancio Flores. En 1853 era comandante militar y jefe político en el departamento de Paysandú. En 1859, ya en Buenos Aires, se incorporó a las fuerzas de Mitre que lucharon en Cepeda, dándosele de alta con el grado de teniente coronel del Regimiento 19 de Caballería. En 1860 guareció, en la provincia de Buenos Aires, el fuerte de Azul. Peleó también en Pavón (1861). Destacado para operar contra Peñaloza (1861) consiguió derrotarlo en la Aguadita de los Valdeses. El 12 de enero, herido por un paisano, con una grave puñalada en el costado derecho, de la que, sin embargo, se recuperó. Arredondo, comenta un historiador, “llegó a Chilecito en momentos en que Sandes libraba contra Peñaloza, el 20 de mayo de 1863, el porfiado combate de Lomas Blancas, en la Costa Alta de Los Llanos, donde concurrieron 1.500 montoneros mandados por sus mejores cabecillas. Por esta causa, la lucha fue tan encarnizada como sangrienta... Sandes fue herido de lanza en un muslo, en combate singular con un oscuro soldado, cediendo a su natural arrojo. La crueldad de este miembro del Ejército Porteño, no tenía límites, después de la victoria de su ejército en Las Aguaditas, en marzo de 1862, enfurecido por la muerte de un ayudante, asesinó a siete oficiales; Enfurecido, hizo matar a todos los prisioneros e incendiar sus cadáveres, este hecho es recordado en las llanuras riojanas como la "Carbonera de Sandes". En 1863 Sarmiento, por orden del presidente Mitre, es nombrado director de la guerra contra el caudillo Ángel “Chacho” Peñaloza, y el prócer de la educación argentina tuvo a sus órdenes al sicario Sandes,  y por orden de Sarmiento asesinó  a todos los prisioneros de guerra; aunque Sandes, al menos, perdonó a algunos gauchos, por mero capricho.  Sarmiento, al escribir la biografía de su amigo Antonino Aberastain, describe a Sandes como hombre de cierta fortuna, que pelea por pura pasión: “Sandes pelea por amor del arte puramente. pelea con sus armas, caballos y gentes; pues al ofrecer sus servicios poco antes de la batalla de Pavón, dejando su estancia al Sud, trajo a su sueldo veintiséis hombres que continúan a su servicio...”

Las heridas de Ambrosio Sandes y su verdaderamente prodigiosa capacidad de recuperarse, son descriptas así: “Sandes completó en la vanguardia que estaba sobre el Carcarañá cuarenta y nueve heridas, de puñal, de lanza, de sable, de bayoneta y de bala. Su retrato, desnudo el busto, reproducido por la biografía, es el más extraño museo de la variedad de cicatrices que pueden dilacerar la piel humana. Tiénelas en cruz, paralelas, redondas, angulares y de todas las formas, como arabescos. A esta especie de atracción fatídica que ejerce sobre el hierro v el plomo su naturaleza responde con una facultad de reparación que es tan maravillosa como el número de sus heridas. Estas se curan a si mismas, se cierran y cicatrizan a los tres o cuatro dias con lo que puede recibir hoy un balazo v pasado'mañana una cuchillada. Ha estado agusanado y tirado por muerto en los campos por muchos días; se ha recogido él mismo las entrañas derramadas, entrándolas en su herida, y seguido su camino. Después de Cepeda, un asesino, al volver de una esquina, le hundió en el pulmón un estoque dejándole la punta clavada. Sandes fue a una visita, y como hubiese extraños, aguardó que se despidiesen para hablar del caso, y mostrar la cuarta de hierro que llevaba en el cuerpo. Su mujer notó una mancha de sangre en su vestido. “No es nada, le decía para tranquilizarla, son dos balas que me han metido, pero no me incomodan..."  Atemorizaba a sus soldados diciéndoles, con su voz estridente, con su frase rápida, atropellándose y repitiendo las palabras, lo que muestra una fuerte excitación nerviosa: “Vamos, muchachos, pongan la cara alegre, Un hombre asustado, hasta las mujeres lo desprecian! ¡Mato al que dé vuelta !”,y esta afirmación iba acentuada con el blandir de una aguda lanza, con moharra estrecha como la lengua de una víbora, sobre una media luna igualmente cortante. La verdad es que los soldados que lo han visto pelear, que lo ven, cuando el enemigo no está a su alcance, contraer los labios y agitarse con el ansia de devorarles, acaban por tener miedo de este torbellino de sangre, de este leopardo que se lanza sobre quien se presentara, no importa el número, pródigo ce su sangre y codicioso de la ajena, y abandonando casi siempre su cuerpo al enemigo, como si creyese perder en defenderlo el tiempo precioso que es escaso para arrancar la vida a cuantos se presentan; su estatura gigantesca, su tipo árabe, fuerte y muscular, no dañan a la elegancia varonil de su porte”.

Sandes murió de una neumonía, el 5 de setiembre de 1863, a las ocho menos cuarto de la noche. Sobrevivió poco, pues, al asesinato del Chacho. Estaba casado en primeras nupcias con Marcelina Fleytas, con la que tuvo un hijo que murió tuberculoso, en Montevideo. Al enviudar, casó en segundas nupcias, en Córdoba, con Antonia Freytes, de la que tuvo una hija, Isabel Mercedes Do- naida, que alcanzó la ancianidad.

Es considerado el más sanguinario de los oficiales del ejército argentino. Sus soldados le temían porque era muy cruel con los enemigos y también con sus subordinados. Su cuerpo robusto estaba lleno de cicatrices que mostraban su valor y su indiferencia por el dolor, que contribuía a su crueldad.

Sarmiento entre otras cosas ha dicho de Sandes: “Pródigo en la sangre, no había de mostrarse económico de la ajena, y su odio y desprecio por el gaucho, de que él era un tipo elevado, le hacía, como es la idea del montonero argentino, propender al exterminio.” Según Norberto Galasso durante el gobierno de Bartolomé Mitre, en nuestro país murieron 60.000 argentinos en manos del Ejército Porteño. 

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