Por Carlos Pistelli
Quienes
me leen seguido saben que no soy muy dado a hablar de política presente
porque me revientan nuestros representantes actuales. Pero, como el
bicho pica, a veces debo dejar de lado mi retraimiento y recordar que
fui un militante político y, por sobre todo, soy un ciudadano. Intentaré
abordar estas elecciones pasadas como lo que intento ser: un
historiador.
La
ratificación del PRO en las elecciones denominadas de medio término
sorprendieron a más de uno: En parte, porque nadie le daba un céntimo al
Presidente como líder político, menospreciándolo; porque se pensó (y
con esto, escapo a mi visión del tema, ya expresado por otra parte), que
el caso de Santiago Maldonado pegaría en el electorado; y porque no se
termina de valorar del todo, esa fortaleza que tiene el gobierno en la
protección mediática de sus actos. Dicho esto,
cabe referir que como historiador intento abstraerme de las opiniones
vertidas cualesquiera y por cualesquiera fueran, para poder llegar
bastante limpio a las investigaciones, lecturas, etc. Eso que se llama
honestidad intelectual, pero, fundamentalmente, el intento de escribir
historia aún contra mi opinión primaria de lo que estoy relatando.
Quitarme el prejuicio, y mi posicionamiento político. Sería muy difícil
escribir sobre el General Roca si me dejase llevar por eso que les digo..
Tres disparadores quisiera referir en estos apuntes al voleo que escribo:
El primero
de ellos consiste en referir que el PRO es un partido moderno que surge
de la eclosión política del 2001. Se termina ese más mítico que real
bipartidismo radical-peronista, y el PRO se presenta como una expresión
moderna de representatividad y con un discurso sesgado que golpea a la
política clásica desde esa mirada “antipolítica” que conjura que todo
‘político es corrupto’. Mucha gente compra ese verso, aunque tiene
bastante asidero en la realidad. Y es la primera vez que un Partido que
representa intereses identificados con las dicatduras del siglo pasado,
gana en forma honesta las elecciones. Esa
modernidad que encuentra el PRO, dentro de la llamada “posverdad”, es un
baluarte que han establecido para intentar perdurar un poco más que los
4 años de mandato constitucional. Comiendo, en la vieja clientela
electoral gorila que identificaba a la UCR; Y creciendo, desde el Puerto
hacia el resto del páis. Es
interesante remarcar, otro dato de la construcción PRO, que difiere de
las construcciones radicales y peronistas. En los primeros, la mayoría
de sus dirigentes y militantes, aún antes de Franja Morada, provenían
del mundo universitario; Así como en el peronismo, del mundo trabajador,
y no es menor el dato que Perón tuvo una brillante carrera militar.
Ellos construyen a sus dirigentes, y militantes, desde otra óptica,
novedosa, que abarca una heterogeneidad que se homogeneidiza detrás del
liderazgo absoluto de McCree. Es un abanico amplio, desde CEOs de
corporaciones, a gente del mundo artístico y deportivo, que les picó el
vicio de lo público, como de mucha gente “común”: El segundo verso, el
de la gente común.
Pero a su
vez, el PRO, como heredero de la UCR y los gobiernos dictatoriales, ha
roto con el machismo de esas fuerzas. Nómbreme a los máximos referentes
radicales de su historia, y no hay ninguna mujer: El PRO ha encontrado,
en la hoy alicaída Gabriela Micheti (¡a dios gracias!), y en María
Eugenia Vidal, referencias electorales que lo han puesto en la pole
position de la política vernácula. Y ese es un dato, no menor. ¿Se
siente identificadas las mujeres con el PRO, cuyas banderas feministas
dejan que desear?, ¿O no?. La cuestión es que han conquistado triunfos
electorales en donde antes todo era color peruca.
Nota al pie:
Eso no quita una cosa: Que el PRO cohesionó un electorado que le
permite ser la primer minoría, ante un peronismo desunido. En su apogeo,
el 54% de Cristina de 2011, no difiere en nada a la sumatoria de los
candidatos del domingo pasado: Ella (37%) + Massa (11%), + Florencio
(4%). Es el PJ el que le ha cedido en bandeja la oportunidad, y hay que
decirlo.
Pero a los
historiadores nunca se nos escapa, como así a muchos analistas, cómo el
mundo y América incide en el interior argentino. Los cambios de época
funcionan, como fichas de dominó que van cayendo y reconfiguran los
mapas políticos. Si en los ’90, el neoliberalismo impregnó América, con
el Cailos; Lacalle-Sanguinetti-Battle; Collor de Melo-Iramar-Cardozo;
Fujimori; la Venezuela pre chavista, etc; y en la década pasada América
siguió la extraordinaria impronta de Chávez…
Nota al pie:
Ud puede gustar, o no, de don Hugo, pero el cambio de época lo marca su
llegada al gobierno de Caracas. La capacidad, el olfato, y el carisma
de Chávez, hizo de Venezuela, un país siempre segundón en el continente,
aún con Bolívar, en un referente ineludible de la discusión política.
No por nada hablamos de las cuestiones que suceden en el país hermano,
como si en otros países de América no pasaran cosas similares a las de
Venezuela. Chávez, se abocó a ubicarse en un centro político, que ningún
dirigente venezolano jamás pudo conseguir, ni siquiera Bolívar.
Esa impronta
chavista, que corrió por América bajo la definición “populista”,
perduró casi diez años, un poco más, y con su muerte, esa antorcha se
detuvo. No son menores las repercusiones que generaron su ausencia.
Hoy América
vive signos de cambios, dentro de una paridad equilibrada: Perviven
Maduro y Evo, conviviendo con McCree y Temer (tema el brasileño central
por la separación escandalosa de Dilma), y países que están cohabitando
en ese equilibrio.
¿Y el
mundo?. En el mundo siempre hay cambios, y la llegada de Donald Trump
cerrando EEUU al mundo comercial, para intentar abocarse a reconstruir
la industria yanqui, dejan a McCree ante una interesante disyuntiva:
Seguirá su instinto ideológico/político, el de recostar en EEUU aunque
nos la pongan doblada; O, algo de la experiencia empresarial pragmática
que pudo departirle el truhán del padre, lo lleve a darse cuenta, que
América, Argentina dentro de ella, debe ir a Oriente: Debe ir, a China y
a la India. ¿Sabrá el Presidente aprovechar oportunidades históricas?,
¿O quedará como un pasajero transitorio, de un cargo suponen, eterno?.
El mitrismo, ha regresado, y con todo, ¿para quedarse?.
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