Por John Wight
El
20 de octubre de 2011 el presidente de Libia, Muammar al-Gadafi fue
brutalmente asesinado por una turba de la OTAN respaldada por los
"rebeldes", luego de ser golpeado y violado de la manera más brutal. La
historia hoy no deja ninguna duda de aquel día no sólo asesinaron al
líder libio, sino también a la propia Libia. La
banda que cambió el régimen, dominada por los gobiernos occidentales,
tiene una larga hoja de acusaciones contra de sus integrantes. Desde el
11-S, cuando comenzaron a causar estragos y miseria humana a gran escala
por su determinación de reformar y poseer con opción a compra un mundo
que nunca ha sido de ellos. Afganistán, Irak, Libia, Siria -actualmente
envuelta en un conflicto implacable para su supervivencia como Estado
laico y no sectario- son el miserable legado de naciones que hablan el
lenguaje de la democracia mientras practican la política de dominación.
De
entre las víctimas antes mencionadas del imperialismo occidental hay un
fuerte argumento para afirmar que la destrucción de Libia constituye un
delito especialmente grave. Después de todo, en 2010, el año antes de
que experimentara su "revolución", el Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo consideraba a Libia un país de alto desarrollo en el
Oriente Medio y el Norte de África. En términos concretos, este estatus
traducido lleva a una tasa de alfabetización del 88,4 %, una esperanza
de vida de 74,5 años, igualdad de género y varios indicadores positivos
más. Además, Libia disfrutó de un crecimiento económico del 4,2 % en
2010 y podía presumir de activos en el exterior de más de 150.000
millones de dólares.
Comparen
este registro con la Libia de 2016. De acuerdo con el testimonio
proporcionado en el mes de marzo de este año por el general del ejército
de Estados Unidos David Rodríguez al Comité de Servicios Armados del
Senado de Estados Unidos, Libia es un estado fallido y el general estima
que tomaría "10 años más o menos" lograr estabilidad a largo plazo en
lo que es una "sociedad fracturada".
Actualmente
no existe un solo Gobierno o autoridad en Libia cuyas órdenes se
ejecuten en todo el país. En su lugar, tres autoridades rivalizan para
controlar sus propios feudos. El Gobierno reconocido internacionalmente
es el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNC siglas en inglés), dirigido por
Fayez al-Sarraj, ubicado en la capital, Trípoli. También está el
Gobierno de Salvación Nacional, liderado por Khalifa Ghwell, también
basado en Trípoli. El tercer centro de poder, por su parte, se encuentra
en Tobruk, en el este del país. Está dirigido por un general
antiislamista, Khalifa Haftar, que comanda el Ejército Libio (LNA).
Económicamente los ingresos del petróleo, recurso que aportaba el 90 %
de los ingresos de Gadafi, se ha reducido a la mitad, la violencia se ha
generalizado y desde 2011 el Dáesh ha conseguido hacer pie en Libia,
aunque en los últimos meses la organización terrorista ha estado bajo
una gran presión de las fuerzas del Gobierno de Acuerdo Nacional en su
bastión de Sirte.
El
impacto del caos que se ha apoderado del país desde que Gadafi fue
derrocado y asesinado se puede medir por el torrente de libios que han
intentado el peligroso viaje a través del Mediterráneo con el objetivo
de llegar a Europa. En el proceso miles y miles de personas han
perecido.
La
Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobada en marzo
de 2011, marcó el final de la primavera árabe y el comienzo del invierno
árabe. Las manifestaciones masivas y populares que lograron derrocar al
dictador tunecino Ben Ali y a su homólogo egipcio Hosni Mubarak no se
replicaron en Libia. En cambio en Bengasi, donde se centró el movimiento
anti-Gadafi, predominaban los islamistas. No había ningún movimiento de
masas a escala nacional en Libia como las que atravesaron a Túnez y a
Egipto, así como tampoco había apoyo popular para derrocar ´l Gobierno y
al líder que presidió una sociedad que disfrutó de la más alta calidad
de vida que cualquier otro país en África. No
fueron las fuerzas de la oposición de Bengasi las que vencieron a las
fuerzas leales a Gadafi, sino las fuerzas de la OTAN. De hecho fue en el
momento en que las fuerzas armadas del país se acercaban a Bengasi,
preparadas para aplastar el levantamiento, cuando la OTAN intervino,
basándose en la mentira de la protección de los civiles cuando en
realidad tenía la intención de un cambio de régimen. Para
los ojos de Occidente, el crimen de Gadafi no fue porque él era un
dictador autoritario. ¿Cómo podría haber sido si era un aliado en la
región de Arabia Saudí? Su crimen, que se reveló ante los ojos
occidentales en los correos electrónicos reservados de Clinton, se llevó a cabo porque Gadafi tenía la intención
de establecer una divisa -como moneda de reserva internacional de
África- respaldada por oro para competir con el euro y el dólar. En este
sentido el presidente francés de entonces Nicolas Sarkozy y la
secretaria de estado de EE.UU Hillary Clinton, fueron actores claves en
el impulso para la intervención de la OTAN. El petróleo de Libia también
fue un factor. Los
mensajes de correo electrónico clasificados prueban más allá de toda
duda que lo que ocurrió en Libia fue un monstruoso crimen del cual los
responsables aún tienen que rendir cuentas. Por el contrario, Sarkozy
está ahora en el proceso de preparar otra candidatura como presidente de
Francia, mientras que Hillary Clinton es favorita para ganar la carrera
por la Casa Blanca contra el candidato republicano Donald Trump. De
los dos es Clinton a la que se filmó aplaudiendo y riéndose de la
noticia del asesinato de Muammar Gadafi en 2011. Fue Clinton la que
presionó para la intervención militar que terminó en la destrucción de
Libia. Y es Hillary Clinton quien tiene el descaro de presentarse para
la presidencia de Estados Unidos como una gigante moral en comparación
con su rival.
El pueblo libio bien puede estar en desacuerdo.
*John
Wight es el autor de una políticamente incorrecta e irreverente memoria
de Hollywood "Dreams That Die" publicada por Zero Books. También ha
escrito cinco novelas, que están disponibles como libros electrónicos
como Kindle eBooks. Lo puedes seguir en Twitter en @JohnWight1.
Fuente: Rebelión
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