En 1882, nuestro “prócer” asume el más alto grado de la Masonería en la Argentina. Para Sarmiento –el “ídolo” escolar de mi infancia-, estimulado con semejante título directivo: “…ya la ambigüedad no cabe y por más que él se aferre a sostener que no es ni contrario ni enemigo de la Iglesia Católica, sus actos lo van a demostrar claramente como un enemigo encarnizado de la fe de sus mayores ¿Es la masonería la que exige esta actitud? ¿La asume él, Sarmiento, por obediencia a esta institución? Sarmiento, que jamás perteneció a ningún partido, porque él, como realmente lo ha sostenido siempre ha sido en todo momento DON YO, ¿ahora es carne y alma de la masonería y obedece como fiel hijo de ella a sus mandatos? ¿O es que ese sentimiento en contra de la iglesia católica ha venido incubando desde su juventud y ahora hace eclosión al mismo tiempo, que se lo ordena la logia? Sea lo que fuere, el caso es que ahora, sin cortapisa y sin reticencias, Sarmiento, a la luz del día es un encarnizado enemigo de la Iglesia Católica. Y es a partir de este año de 1882 en que él consagra los más de sus esfuerzos a esa lucha. Toda otra actividad suya hasta el día de su muerte carece de mayor relieve. Como ya lo hemos reseñado, desde “El nacional”, diario que él dirigía, atiza el fuego contra los católicos del Congreso Pedagógico presidido por el masón prominente Onesimo Leguizamón. Desligase (Sarmiento) de toda actividad política y personal, y se dedica exclusivamente a la campaña anti-católica; ya no está en “maestro” ni en político, ahora está en masón. Se da al cumplimiento de esa misión, su misión (yo diría que desde ese momento no es Sarmiento el gran “maestro” como se nos ha enseñado en el colegio, sino más bien el “EL GRAN MAESTRE”).
La masonería, institución internacional, tiene tentáculos en todos los países del mundo, así como los tiene en Uruguay, o los tenía; país que por ser fronterizo con el nuestro conviene unirlo en la campaña anti-católica. Por eso, la masonería organiza en Montevideo un acto con la invitación especial de Sarmiento, quien tendrá a su cargo el discurso central. Y así ocurre. Lo invita la escuela de artes y oficios de Montevideo para que presida los exámenes. Sarmiento pronuncia un discurso que quiere ser especializado y no lo logra, se deshace en vulgaridades y gestos un tanto grotescos; pero es que la masonería sabe lo que hace y tiene oculto el verdadero espectáculo, el que se da enseguida; y es una invitación a pronunciar una conferencia en la escuela Normal de mujeres. Este es el verdadero motivo de la invitación y Sarmiento la aprovecha, pues, para cumplir con su misión a saber: un bárbaro (porque bárbaro es) ataque a la enseñanza religiosa y a las hermanas religiosas educacionistas como las de la Santa Unión del Sagrado Corazón. Ahora bien, en 1883, año de esta conferencia de Sarmiento, es el año de la cúspide, de la parábola que el liberalismo traza en su lucha contra todo lo que formó la educación tradicional de la sociedad cristiana, católica por antonomasia. Al decir liberalismos decimos masonería. Pero es también la época en que la Iglesia Católica, acosada en todas partes por la masonería, retempla su vigor y sale a la palestra en defensa de sus principios evangélicos. Es época de misiones educacionales; de propagación de la fe por medio de las congregaciones de la Santa Unión, de las hermanas del Huerto, de la Misericordia, de los hermanos de las escuelas Cristianas, de los Salesianos, etc. Hombres y mujeres, hermanos y hermanas cuya misión inmediata en la vida de evangelización es la educación de la niñez y la juventud según la sagrada doctrina moral y divina de Cristo. De Francia, de España y de Italia sobre todo, salen continuamente estas misiones hacia todo el mundo, una de cuyas partes es nuestro país. La masonería argentina nota enseguida esta expansión de la educación religiosa y les sale al cruce. Tal el verdadero motivo de Sarmiento en Montevideo. Da su conferencia en la escuela Normal de mujeres. ¿Y de que ha de hablar un maestro de maestros, el educador de América, en un acto de tal naturaleza? Pues, ¿De métodos pedagógicos, de didáctica, de metodología? Pues no, Sarmiento no ha de hablar de nada de eso. Primero porque de eso no entiende nada. Y segundo, porque su misión verdadera no es esa, sino la de combatir la enseñanza religiosa católica. Y como no es capaz de hacerlo en forma elevada, con sabiduría, lo hará como es su estilo: chabacanamente, en forma gruesa y hasta soez, concretándose a un ataque inconcebible por lo insultante contra las hermanas religiosas educacionistas. Y así dice que -ahora vienen las comillas, que es lo interesante-: “Se están introduciendo de Europa compañías de mujeres,(“compañías de mujeres” ¿Qué les parece?, como si se tratara de un negocio ilícito de tratantes de blancas), las hermanas de las congregaciones religiosas, para explotar comercialmente el ramo de la educación. Mi deber es indicar ese peligro que amenaza esterilizar las escuelas normales. Estas congregaciones docentes son la filoxera de la religión y el cardo negro de la pampa que es necesario extirpar. ¿Qué vienen a enseñar a nuestras niñas esas figuras desapacibles, hermanas de caras feas, aldeanas y labriegas en sus tierras? ¿Qué pueden enseñarles a nuestras niñas estas ignorantes? Así se mata la civilización. Aquellas formas de mortajas no pueden servir para educar damas y señoritas. –Continua Sarmiento- vienen de todos los rincones de Europa donde están barriendo y echando a la calle las basuras. Las hermanas que van llegando han dejado de embrutecer chicuelas en las aldeas de Francia y vienen ahora a cumplir esta triste misión entre nosotros. (Bueno, este es el prócer argentino de los liberales, ahora el “gran” Sarmiento). Otra vez escribe: “¿Dónde está el criadero de estos enjambres de abejas machorras, las hermanas educacionistas que vienen a comerse la miel de la enseñanza? Y continúa: “…banda de mujeres emigrantes confabuladas que se apoderan de todas nuestras mujeres. En Francia les han quitado la enseñanza porque no valían nada fuera de bordar escapularios. Recuas de mujeres contratadas en Europa, hermandades de extranjeros, de machos y especuladores tonsurados y de hembras neutras. Todas estas comunidades deben ser desconocidas por el Congreso y alejadas de la educación, porque en diez años más estarán en su poder todas las escuelas del país. Hermanas y hermanos emigrantes, lavanderas y mozas de labor, enganchadas en Irlanda para venir a enseñar a nuestras hijas lo que no saben, en lugar de ser mucamas, para lo que tampoco sirven gran cosa. Las hermanas son intrusas, falsarias, mujeres colectadas en Europa a pretexto de religión, para ganar plata en América.” Estas arremetidas de Sarmiento en contra de todo lo que fuese culto católico, no eran acciones aisladas y de francotiradores. Al contrario, obedecían a un PLAN MASÓNICO bien organizado y bien meditado. Era la preparación del clima psicológico para el gran ataque que bien pronto se llevaría contra la enseñanza religiosa, y el medio de probar cuanta era la fuerza católica con la que se iba a tener que combatir. Cada ataque de Sarmiento era contestado por el diario “La Unión” de los católicos: escribían en ese diario: Estrada, Goyena, Frias, Achaval, Lamarca, y otros de la misma altura intelectual. Frecuente se hacían reuniones católicas las que eran tenidas en cuenta por los liberales masones para calcular el caudal cualitativo y cuantitativo del adversario.
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