Rosas

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viernes, 3 de agosto de 2018

FRACASO DE LOS EXTREMISMOS Y APARECE JUAN D. PERÓN


POR VICENTE D. SIERRA
 Nos hemos referido al hecho singular de que el Partido Socialista sólo alcanzara alguna significación electoral en Buenos Aires -ciudad portuaria y, por consiguiente, de constitución mental más meteca que el resto del país- y cabe agregar que el movimiento comunista no ha logrado significación alguna, fuera de su influencia sobre reducidos grupos extranjeros y semi intelectuales. Y es que se trata de doctrinas extremistas extrañas al ser nacional y, sobre todo, a los valores históricos del mismo. Tienen éstos hechos singulares gran significación en la historia de las ideas, políticas. Por de pronto constituyen una confirmación más de la inconsciencia de la interpretación marxista de la historia, pues no debe escapar el hecho de que el socialismo y el comunismo también han fracasado, en su labor expansionista, en los Estados Unidos, nación de tal desarrollo industrial y capitalístico que, en ella, como en ninguna otra, se han dado las condiciones mínimas necesarias para, según Marx, pasar al régimen socialista; lo cual ha ocurrido, en cambio, en dos de las naciones capitalísticamente más atrasadas: Rusia y China. 
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 A comienzos del siglo, un destacado miembro del socialismo belga -Henry de Man-al confesar su desilusión ante las comprobaciones que demostraban la endeblés filosófica y científica del  marxismo, advertía que el capitalismo americano no había nacido de la depauperación de las masas, como el europeo; siendo fruto de la colonización individual, de manera que no tuvo la necesidad de adaptarse a formas tradicionales de la estratificación social del feudalismo y del monarquismo, pudiendo, por el contrario, desarrollarse, desde el primer momento, en un ambiente de igualdad política y moral. Si esta observación de Henry de Man es exacta, no loes menos que el desarrollo del capitalismo en los pueblos hispanoamericanos, además de no alcanzar el grado de desarrollo logrado por los Estados Unidos, tuvo lugar en un ambiente de igualdad moral tan extraordinaria que nunca, bajo ningún punto de visto, la acción de los obreros en defensa de sus intereses adquirió caracteres que pudieran considerarse como de lucha de clases. En lo que a la Argentina se refiere, la igualdad política y moral –herencia irrenunciable de su formación religiosa- constituye un fundamento jurídico vinculado a la realidad del sentimiento nacional.  Las consecuencias de semejante manera de ser se reflejan en la historia de los movimientos extremistas. Ante todo se trata de movimientos de imitación, importados del exterior por inmigrantes europeos.  Si advertimos el proceso de las luchas sindicales en la Argentina comprendemos que no se lucha contra el capitalismo porque gana mucho, sino porque utiliza sus riquezas de tal manera que las transforma en instrumento de dominación, lo que choca contra el sentido de la igualdad jurídica y moral que nos viene por la historia, y no admite que exista poder material alguno que coloque a nadie en condiciones jurídicas inferiores. El trabajador hoy, como el gaucho de las montoneras ayer, cuando, se levanta con sus caudillos contra la burguesía mercantil que todo lo quiere dominar con un sentimiento de superioridad que carece de sentido cristiano, responden a intereses de clase no a lucha de clases, pues ni el obrero está contra el capitalista ni el gaucho contra el burgués, sino que ambos están contra el uso que ambos quieren hacer del predominio social que estiman haber conquistado. Por eso las masas argentinas no siguen al Partido Socialista en su crítica a la sociedad capitalista, y la literatura marxista de Juan B. Justo no logra nuevos afiliados, pero la realidad obliga a su Partido a aburguesarse en un conjunto de administradores de bienes comunales, con visión reducida, de tipo municipal, ante los problemas nacionales, que de vuelco en vuelco, termina defendiendo puntos de vista ultra conservadores con un apego a los principios más puros de la Economía Política liberal-capitalista que podría resultar cómico, sino fuera, como es, ridículo. Por su parte, el comunismo, con el pretexto de la táctica oportunista, se sostiene hasta con la proclamación permanente de un patriotismo que llega a manifestaciones de tipo normalista y realiza todas las muecas necesarias a fin de disimular que se trata de un grupo que obedece ordenes de Moscú, y hacer creer a MOSCU que, en el país, significa algo más que el analfabetismo filosófico y científico de algunos dirigentes que presumen de poseer una definida y clara posición científica y filosófica.  Si ambos movimientos han tenido, en determinadas circunstancias, algo que pudiera hacer caer en error sobre su fortaleza, ha sido consecuencia del endiosamiento del proletariado en que cayeran los ideólogos políticos de la propia burguesía, frente al éxito que el socialismo obtenía con su crítica al capitalismo. Los errores del sistema fueron puestos al descubierto ,como es notorio, por pensadores socialistas, lo que les dotó de un arma de extraordinaria eficiencia dialéctica, frente a la cual, el liberalismo no encontró otra salida que mimetizarse de más obrerista que nadie. Con lo que se creó el mito obrerista, sin lograrse, en América, los triunfos de Europa, por la sencilla razón de que en nuestro continente, existen proletarios pero no se han dado las condiciones para afirmar que existe un proletariado, es decir, una clase permanente y hereditaria, como diría de Man, de inferioridad social.  Para nosotros, la experiencia liberal termina, en el campo político argentino, en 1930, con un notorio fracaso para resolver los problemas vitales del hombre argentino. Es ese un año de crisis del capitalismo internacional. En lo sucesivo, con más o menos acierto y eficacia, el Estado se ve obligado a intervenir para poner algún orden en el mercado, todo lo cual determina .una crisis del pensamiento político argentino, el cual, unido estrechamente al del viejo mundo, procura fórmulas salvadoras por imitación. Nace entonces el movimiento nacionalista y no se desarrolla el socialismo ni el comunismo porque ninguno de ellos está en condiciones de comprender lo que comprenden algunos pensadores jóvenes del nacionalismo, o sea, que el problema a resolver no es una cuestión de sistema económico o de formas de gobierno, sino .de sentido de la vida. Es el nacionalismo quien comprende quela fuente de los males consiste en una deformación tal de lo que debe entenderse por naturaleza humana, que lo esencial es comenzar por restablecer la verdad objetiva. Con lo cual, la cuestión se trueca en un problema de orden religioso, puesto que al serlo de orden moral no tiene soluciones si se prescinde de la posición del ser en el cosmos.  Mas, paralelo a este nacionalismo y, a veces, confundiéndose con él, se desarrolla un movimiento de masas jóvenes que, por las circunstancias internacionales, unido a la conciencia de que es necesaria una transformación integral del estado, cae, por imitación, en formas extremistas de tendencia totalitaria, lo que detiene el desarrollo del nacionalismo como fuerza política, puesto que el totalitarismo constituye un sistema fundamentalmente extraño a la moral histórica, católica e hispana de nuestro pueblo. Por otra parte, el elemento pensante del movimiento no ha logrado elaborar una posición totalmente concreta, porque su misión no pudo ser, en esa primera etapa, sino esencialmente crítica. Es tal la deformación mental en que el liberalismo ha forjado al hombre argentino que, antes y sobretodo, como labor previa, fue necesario desbrozar la maleza para forjar una nueva conciencia de lo nacional. Y es esa labor, paciente y silenciosa, ignoradas por la gran prensa, despreciada por los intelectuales consagrados en las academias, en la universidad y en los altos cenáculos literarios, la que logra, a pesar de toda, abrir brechas tan profundas en las fortificaciones del régimen vigente que no es extraño, sino para los incapaces de comprender el proceso de la historia, todo lo que ocurre en la Argentina, después de 1943.  Es el nacionalismo quien plantea en el país que el móvil esencial del movimiento obrero es una cuestión de dignidad tanto, como una cuestión de interés. El gran problema es salvar los escollos sin los riesgos que los mismos involucran, pues el liberalismo ha forjado un espíritu de hostilidad al trabajo, en virtud del cual, el atender los intereses de los trabajadores mediante un mejoramiento de la vida material agudiza el mal. Lo que no es una cuestión estrictamente moral, que quiere decir que, la meta a alcanzar, no puede ser otra que la que permita conservar y restituir al trabajador el placer del trabajo.  Es el nacionalismo el que advierte que en las luchas políticas argentinas hay una lucha social y, a veces, una lucha religiosa, que si bien la depauperación de las masas señala que se trata de una cuestión vinculada a la economía, lo cual, al final de cuentas puede ser salvado por el liberalismo en un momento de inteligencia, la cuestión de fondo es de orden ético. Entra en juego algo que el socialismo ni el comunismo advierten, y es que se trata, también, de un problema de dignidad humana. Cuando, después de la revolución de 1943, el general Perón entra a actuar, lo comprende perfectamente. Es el viejo problema argentino, el que, quiso resolver Rosas y no pudo o no supo hacerlo, que consiste en la urgencia de elevar a la plebe, elevar a la masa para que sea pueblo. Es un problema de transformar en emergidos a los sumergidos, lo cual no es simple tarea de la economía, ni puede ser resultado exclusivo de un sistema económico, sino en cuanto el mismo responda a determinada orientación de tipo moral. Porque la economía por si misma no tenderá, bajo cualquier régimen, a otra cosa que a la riqueza, con prescindencia de los hombres. Por eso el socialismo, que abre brecha en el país en cuanto plantea el problema del proletariado, no atrae a las masas, porque su posición materialista no ofrece soluciones ni surge del análisis del trabajo nacional sino del estudie del nacimiento de la gran industria inglesa, fenómeno local, que engañó a Marx en cuanto a la posibilidad de que tuviera un sentido universal. El extremismo de la lucha de clases, manejado posteriormente -cuando el socialismo argentino lo dejó de lado- por el comunismo, sólo prende en europeos con no mucha residencia en el país y en intelectuales jóvenes, de pocas lecturas, aunque alientes para negar todas las ideas y filosofías que no conocen directamente en sus fuentes. Por eso también, cuando Perón se pone al frente de las masas argentinas, estas intuyen más que comprenden que están en juego sus intereses de clase, pero que éstas no son sólo materiales, aunque lo material tenga, que predominar, necesariamente, en la primera etapa de la obra que la revolución de 1943 va a emprender para destruir el equívoco liberal y, a aventar del todo a los extremismos de izquierda o de derecha que, por ser movimientos de imitación, nada tienen que ver con la verdad de las cuestiones que plantea el ser mismo de la Nación 

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