Por Martín Graciano Duhalde
El General Lavalle, que había constituido en el tribunal único, supremo e inapelable, luego
de las horas más largas de su vida en que se paseó incesantemente por la sala de El Talar (la
tercera mirando desde el norte), cuando sintió la descarga se sobresaltó. Se tiró sobre un
sillón de Don Juan Pedro Almeyra y le dijo a su edecán Elías: “Amigo mío, acabo de hacer
un sacrificio doloroso que era indispensable...”
Aún la sangre caliente de Dorrego corría por la tierra navarrense cuando Lavalle se sienta
sobre una mesa “ratona” que se conserva en el Museo Histórico Nacional y escribe asumiendo la responsabilidad de lo ocurrido.
“Navarro, diciembre 13 de 1828
Sr. Ministro:
Participo al Gobierno Delegado que el Coronel Manuel Dorrego acaba de ser
fusilado por mi orden, al frente de los regimientos que componen esta división. La historia,
señor Ministro, juzgará imparcialmente si el Coronel Dorrego ha debido o no morir. Si al
sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él, puedo haber estado poseído de
otro sentimiento que el del bien público. Quiera persuadirse el pueblo de buenos Aires que
la muerte del coronel Dorrego es el sacrificio mayor que puedo hacer en su obsequio.
Saludo al señor Ministro con toda atención.
Juan Lavalle.”
Mientras Lavalle escribía el parte al Almirante Brown, a 300 metros suyos el cuerpo de
Manuel Dorrego yacía tirado en el campo.
Hay indicios ciertos que luego de la ejecución,
hubo ensañamiento con el cadáver. Así lo indica el testimonio de la Comisión Oficial, que
por orden de Rosas, ni bien asumió el Gobierno se trasladó de Buenos Aires a Navarro con
el fin de exhumar los restos de Dorrego, tarea que se llevó a cabo el 13 de diciembre de
1829, es decir al año justo de su muerte.
El informe firmado por el camarista don Miguel de Villegas dice en parte:
“ Que encontraron el cadáver entero, a excepción de la cabeza que estaba separada del
cuerpo en parte, y dividida en varios pedazos, con un golpe de fusil al parecer, en el
costado izquierdo del pecho...”
Luego del fusilamiento (si así se lo puede llamar) el acongojado pariente de Manuel
Dorrego, el clérigo Juan José Castañer, se hace cargo del cadáver, ya que ni siquiera se
permitió a los más cercanos deudos llegarse hasta Navarro para ver los restos, no obstante
los ruegos de los familiares que hicieron llegar al Sr. Ministro Díaz Vélez con tal fin.
En
cambio el recinto sagrado de nuestra histórica Parroquia, el mismo día 13, abrió de par en
par sus puertas para recibir el cuerpo del infortunado Gobernador de Buenos Aires. Luego
que fuera velado toda la noche, con la presencia escasa de algunos vecinos asombrados,
que esporádicamente se acercaron al féretro.
El día 14, Manuel Dorrego fue enterrado en el Cementerio de Navarro, que
entonces estaba junto a la Iglesia. El lugar de su sepultura dice el mismo parte de Villegas
que estaba:
” a cinco y media varas de su frente y puerta principal, con la diferencia de dos
tercios en que daba hacia su parte lateral izquierda...”
Concluido el sepelio, el párroco de Navarro, de puño y letra, dejó labrada la siguiente acta
de Defunción, que está guardada como reliquia histórica de gran valor en nuestra iglesia y
dice así:
“ Manuel Dorrego- En el día 14 de diciembre de 1828, yo, el abajo firmado,
teniente cura de esta Capilla de Navarro, sepulté con oficio y misa de cuerpo
presente, todo cantado de primera clase, el cadáver del coronel don Manuel
Dorrego, natural de Buenos Aires, esposo de doña Angela Baudrix. Recibió los
Sacramentos de que doy fé. Firmado: Juan José Castañer.“
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