El Tata Sierra a quien le rindo
vasallaje intelectual y con el que me he sentido ligado desde mi juventud a su magisterio
católico, hispánico y nacionalista, en el enriquecedor y caudaloso cauce de la tradición
argentina. Me place frente a ustedes afirmar,
y a en retiro efectivo del magisterio, que el más antiguo de mis alumnos, como el
último de ellos, en todas mis cátedras superiores de Historia Argentina y Americana,
al cabo de 54 años de docencia, ha tenido como bibliografía obligatoria al silenciado
arquetipo de la Hispanidad: Don Vicente Sierra Como miembro de la Junta de Historia
Eclesiástica Argentina, del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan
Manuel de Rosas, y como viejo docente de Historia en la Universidad del Salvador
,instituciones en las que se destacaron sus aportes historiográficos, enaltecido
participo hoy aquí, brindándoles mis aproximaciones a su personalidad y algunas confidencias personales
sobre el querido e inolvidable maestro. Mis
palabras vienen pues a confiar en altavoz, ante amigos comprometidos con la Fe cristiana
y el honor patrio, el justo reconocimiento a quien los sirviera con insobornable
lealtad.
Vicente Dionisio Sierra, porteño de vida y muerte, nació
en esta ciudad que hoy pese a seguir siendo nuestra Capital Federal no es conocida
ya como de la “Santísima Trinidad y puerto
de Santa María del Buen Ayre”, sino como Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el 9 de
enero de 1893, y murió en ella, treinta y cinco años atrás, a los 89 años de edad,
el 29 de julio de 1982. Sus padres eran Vicente
Sierra y Francisca Quintana, su esposa María Luisa Larotonda, su hija, María Luisa,
y el domicilio último donde lo visitábamos: Billinghurst al 1700.-
Tiempo ha dejé inconcluso un trabajo que me encomendara oportunamente la
Fundación Nuestra Historia, sobre la Bibliografía de Vicente Sierra, tarea que inicié,
cuando en ocasión del Quinto Centenario, le hicimos un homenaje en el muy querido
Instituto de Cultura Hispánica, dirigido entonces por el Dr. Ángel Centeno. Mis
manuscritos de entonces no los he hallado más, dado mi Archivo-Biblioteca anárquico
y mis limitaciones temporales de siempre, pero recuerdo que abandoné aquel esfuerzo,
un poco por las tareas docentes, entonces multiplicadas y por la numerosa cantidad
de contribuciones que hasta con seudónimos
Sierra había efectuado como articulista, en infinidad de medios, a la vez que como
conferencista y expositor en cursos y seminarios en cenáculos diversos.
Lo recopilado ocupaba muchas
carillas pero toda labor inconclusa es inútil, y está destinada desgraciadamente
a perecer. En las biografías sumarias expuestas en la publicación de la Galería
de Directores de la Biblioteca Nacional leemos: 1973-1976: “ VicenteD.Sierra(1893-1982),
historiador y autor de una vasta historia de la Argentina, escrita desde una perspectiva
católica y revisionista, fue director del Instituto de Investigaciones Históricas
de la UBA durante la primera presidencia de Perón; en el transcurso de su tercer
gobierno, fue designado como Director de la Biblioteca Nacional en reemplazo de
Jorge Luis Borges”. En otra apostilla de autor desconocido, señalando su procedencia
ideológica juvenil se destaca fuera militante socialista, autor de la mejor biografía
del líder de ese partido, Juan B. Justo. Norberto Galasso, en su trabajo De la Historia
Oficial al Revisionismo Rosista, le dedica a nuestro protagonista breve líneas:
“Se trata de otra importante figura de aquel revisionismo. De posición marcadamente
católica, Sierra rechaza la leyenda negra de la colonización española, pero, llevado
de su fervor religioso, cae en el error simétrico idealizándola en el “Sentido
misión al de la conquista. ”Lo califica sencillamente de historiador laborioso.
Bueno, aceptémoslo ante tanta omisión desde nuestras propias filas, algo fue al
menos el Tata Sierra, para el polémico publicista de orientación marxista. Pero
bien se señala en el Nº204 de El historiador maldito de mayo de 2004: “que ignorado
y menospreciado por la historiografía oficial, su obra constituye, sin embargo,
un fenomenal aporte al estudio y la interpretación de nuestra historia”. Una digresión
agrego aquí: Aquella individualizada historiografía oficial, nacida de las plumas
liberales hoy merece desafectársela de ser la responsable única de dañar la verdad
histórica. La Historia falsificada como bien la calificara Ernesto Palacio casi
80 años atrás, debiera tener un correlato justiciero: Se construyeron en el lapso
transcurrido, tantas historias oficiales como regímenes hemos concebido. Prosigo
ahora, la cita textual: “Autodidacta ejemplar inició su carrera académica como profesor
en colegios secundarios del Gran Buenos Aires, privilegiando durante muchos años
la tarea docente por sobre otras actividades. Luego, fue convocado para desempeñarse
como director del Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y como profesor de Introducción a la
Historia en la misma Facultad. Además, fue, profesor titular de la cátedra de Historia
de la Ideas Políticas Argentinas en la Facultad de Ciencias Políticas de la USAL,
siendo inicialmente profesor en el Colegio del Salvador. ”En el Quién es Quién en
la Argentina, edición de 1968, se especifica su labor como funcionario público desde
el año 1946 en que se hizo cargo de la Secretaría de Servicios Públicos, Abastecimientos
y Limpieza de la Ciudad de Buenos Aires. Más tarde, fue secretario de la Comisión
de Construcciones Universitarias y después Director Nacional en el Ministerio de
Transporte de la Nación entre 1948 y 1957. Aportemos algunos datos biográficos más.
Entre 1960 y 1966 presidió la Junta de Historia Eclesiástica. Dos palabras para
ese estadio de nuestra JHEA. Del tomo 5° de enero/diciembre de 1961, de su clásica
publicación: Archivum, extraigo,-no sin confesado pudor, la constitución de su Junta
Directiva, y lo hago porque soy actual vocal de la misma en un segundo período y
observo estos nombres: Presidente de Honor Excmo. Sr. Cardenal Antonio Caggiano,
Presidente Vicente D. Sierra, Secretario R .P. Leopoldo J. Palacio, Pro Secretario
Carlos Romero Sosa, Tesorero Prof. Junta de Historia Eclesiástica Argentina Boletín
Digital Número 2-20176 Adolfo Ribera, Director de Publicaciones R.P. Guillermo Furlong
S.J.; Vocales: Mons. José Alumni, Dr. José María Mariluz Urquijo, R.P.Pedro Grenón, Mons. MiguelVergara,
Sr.Enrique Udaondo, Pbro. Federico Compañy, Pbro. Ramón Rosa Olmos, Sr. Guillermo
Gallardo. Dios mío! Que nombres de la intelectualidad católica argentina se aunaban
medio siglo atrás en esta misión. Y no leo
la nómina de todos sus socios porque me empequeñecería aún más. Sierra termina
el 23 de mayo de 1966, pasando a presidir la Junta Don Guillermo Gallardo, ésta
crece en un número significativo de miembros activos y correspondientes en el interior
del país y en el exterior aún denominados socios. Desde el número octavo de Archivum,
la dirección de Publicaciones la comparte el Padre Furlong con el aún llorado Prof. Don Enrique Mayocchi. En la Crónica de ese año Don Guillermo Gallardo
hizo un cálido elogio de sus predecesores en la presidencia: Mons. Fasolino, Tomás
Solari y Vicente D. Sierra. Durante el período presidencial de Sierra, los articulistas
de la Revista, siempre bajo la prolija supervisión del Padre Furlong, fueron entre
otros autores: Pascual Paesa, Cayetano Bruno, Néstor Auza, Manuel Cárdenas, Alfredo Díaz de Molina, Rubén
P. González, Orestes Di Lullo, Guillermo Gallardo, Jorge María Ramallo, Américo Tonda, Nicolás Fasolino, Ludovico García
de Loydi, Pedro Santos Martínez, Emilio Breda, Guillermo Furlong, José Brunet, Raúl
de Labougle y Oscar L.Ensick. El 18 de octubre de 1973, Sierra sucedió a Jorge
Luis Borges en el cargo de Director de la Biblioteca Nacional, que ejerciera hasta
el 4 de marzo de 1976. Fue además miembro del Instituto de Investigaciones Históricas
Juan Manuel de Rosas desde sus inicios, e integró el Consejo Honorario de la Fundación
Nuestra Historia. La Universidad del Salvador le otorgó el título de Dr. en Historia
Honoris Causa y fallecido impuso al Aula Magna del rectorado su nombre. Su bibliografía principal Razones de síntesis
nos llevan a destacar sólo sus principales obras entre las que sobresalen : El sentido misional de la conquista de América (1942) obra
fundamental ésta que casual o causalmente cumple también 75años de existencia, firma
su primera edición Don Vicente en Olivos, febrero del 42. Carlos Ibarguren hace
un breve pero sustantivo prólogo. El ejemplar
que poseo es la 3ª edición y es de septiembre de 1944, en los primeros meses de
ese año había aparecido la 2ª, fue una obra que conmovió entonces y se constituyó
en el pilar del hispanismo lúcido de fuerte cosmovisión católica; Historia de las
ideas políticas en la Argentina (1950); Así se hizo América (1952), que recibiera
el Premio “Reyes Católicos”; Historia de la Argentina (en10 tomos, publicados entre
1956 y 1972), Los Reyes Católicos; En torno a las Bulas Alejandrinas de1493 (1953);
La expansión de la Hispanidad en el s.XV y El hombre argentino y su historia, publicada
en 1966. Merecen también ser recordados, sus trabajos sobre: Las doctrinas sociológicas
de Echeverría; Los jesuitas germanos en la conquista espiritual de Hispano-américa
(1944); El hombre, la sociedad y el estado en la doctrina peronista (1948, y Filiación
ideológica de la Revolución de Mayo (1960).
Este notable escritor de profunda
y sincera religiosidad e historiador de fuste, hace años es sujeto de la conspiración
del silencio que afecta también a las más relevantes plumas del revisionismo histórico
tradicional argentino, por su raíz católica e hispánica. Ni se lo estudia, ni se
lo discute. Es otro más de los “desaparecidos” intelectuales. No hay reediciones
de sus obras y está ausente hasta de nuestros mismos círculos universitarios. La
Argentina plural es un engaño y el pensamiento único su amo. Sabido es que esa obra
fundamental de la que escribiera los 10 tomos iniciales, en un proyecto inconcluso
de 12 volúmenes, fue dedicada “A mi Patria”, siendo su primera edición de julio
de 1956, y la segunda que poseo, editada ocho años después en diciembre de 1964,
año en que iniciara mi profesorado en Historia, en el Instituto del Obispado de
Lomas de Zamora, “Pbro. Dr. Antonio Sáenz”, del que fui su director a partir de
1983 hasta2012. En oportunidad que visitara
a Don Vicente en su domicilio, siendo novel profesor con veinticincoaños, acercándole
el trabajo histórico de Oscar Alende, vecino de Banfield y ex gobernador de Buenos
Aires, “Marcha al Sur”, con su dedicatoria personal, llevé mi atesorado y marcado
primer tomo y le pedí la suya. El maestro,
con su bonhomía proverbial, ojeó primero el ejemplar marcado en varios de sus capítulos
sonriendo, y luego confirme, clara y elaborada caligrafía, en tinta azul de lapicera
pluma dejó asentado: A Cárlos (con ese acento decimonónico que sigo usando), Pesado
Palmieri, con el deseo que en su labor pedagógica trabaje para fortalecer la conciencia
histórica de sus alumnos. Con el afecto de Vicente Sierra. Aunque bien se sabe he
sido yo ajeno a todo contagio de materialismo histórico, vaya plusvalía que esas
páginas encierran, para quiénes a mi muerte, no sepan qué hacer con la biblioteca
que les dejo. En cambio, yo rescato en esta jornada de reminiscencias, destacada
sin citaciones de su memorable Prólogo en la referida obra cumbre suya: “Los argentinos de hoy tienen un que hacer que
no es el mismo del pasado; necesitan dominar su historia en función de ese que hacer
con objeto de que les ilumine el futuro, para lo cual han de comprenderla con su
mentalidad actual y no con la de sus compatriotas de ayer“ Hasta ayer eran vitales las fórmulas políticas;
ahora lo vital es fortalecer la nacionalidad. ” “La vida es una unidad(...)No es concebible la auténtica historicidad
sin la temporalidad; lo histórico necesitad el tiempo porque, como hemos dicho,
viene a ser permanencia del pasado en el presente y proyección del presente en el
futuro”. “Confiamos esta obra al amor del pueblo argentino por su pasado, el orgullo
por su presente y a su fe en el porvenir”. En ese primer tomo agradece en especial Sierra
las colaboraciones de Luis Miracle(h), del R.P.Guillermo Furlong, del Dr. Raúl A.
Molina y del Dr. Roberto H. Marfany.
Al Tata Sierra lo había leído
mucho y detenidamente antes de mis estudios sistemáticos de la disciplina. Lo hacíamos, en reunión de amigos de la Juventud
Católica Argentina a fines de la década de los ’50, lectura y discusión de los temas
abordados en su monumental Historia de la Argentina. De aquellos “convivium” en nuestra adolescencia
proviene la adhesión al revisionismo histórico clásico, bien ajeno a las imposturas
de mutantes ideológicos, ajenos al método y a la recta intención. Luego asistimos a varias de sus conferencias y
fuimos inicialmente presentados por un grupo de sus alumnos en el SaLvador. Catolicismo e Hispanidad eran los núcleos fuertes
vinculantes con su magisterio. Mi primera
visita a su domicilio llevándole el libro Marcha al Sur, ya la he relatado. Recuerdo también nítidamente su conferencia en
el Colegio Euskal Echea de Llavallol, cuando presentándole algunos de mis alumnos
que me acompañaban a escucharlo, al querer halagarlo citándolo como un “padre de
la Hispanidad”, nos contestó risueño: “No soy el padre sino el abuelo de la Hispanidad”.
Junto al Dr.MatíasSuárez,al
que reemplacé en su cátedra de Historia de América en la Facultad de Historia y
Letras de la USAL y fui su adjunto en igual materia en la Facultad de Humanidades
de la Universidad Nacional de Mar del Plata, pude años más tarde tratarlo más íntimamente,
y ya fallecido, accedí a leer algunos de los capítulos originales del tomo XI, que
Matías trabajaba y de cuya suerte final, no supe más nada, luego del accidente en que perdiera la vida mi querido colega
y amigo. Me hago un deber recordar aquí las evocaciones sensibles del maestro en
pláticas con su hija María Luisa junto al Dr. Suárez y aquella Comisión de Homenaje
a su figura y trayectoria, que convocara y presidiera el Ministro de Cultura y Educación.
Prof. Antonio Salonia. De aquellos reconocimientos y reuniones recuerdo al menos
un logro perdurable: el primer establecimiento educativo que llevó su nombre fue
un Colegio de enseñanza secundaria ubicado en el Barrio San José del Partido de
Lomas de Zamora. Años después su hija donó
la Biblioteca del querido maestro a la Pontificia Universidad Católica “Santa María
de los Buenos Aires”, cuando aún estábamos en la sede de Bartolomé Mitre, con la
Facultad de Filosofía y Letras y su Biblioteca. E importante legado lo recibió en
nombre de la facultad el profesor del claustro Dr. Juan Carlos Zuretti, quien citó
nuestras palabras “in memoriam”, que pronunciáramos en nombre de la Fundación Nuestra
Historia, en la necrópolis de la Chacarita el 30 de junio de 1982. Fue sin duda
ello, una decisión de sus descendientes. He sido profesor de ambas casas de altos
estudios, pero sabido es la fuerte vinculación que Don Vicente Sierra tenía con
la Universidad del Salvador, que a su fallecimiento, impuso al Aula Magna del Rectorado
su nombre. Razones suficientes hubo, seguramente, para su destino final en la UCA.
Es de lamentar la pobre valoración efectuada por terceros, años más tarde, del rico
repositorio recibido, tanto como la omisión voluntaria de las obras de Vicente Sierra
en varios de los programas analíticos pertinentes de la carrera en esta Casa, tanto
como en la USAL, quizá para confirmar aquel aserto de “nadie es profeta en su tierra”. Don Julio Irazusta fallecía en mayo, ondeando
el pabellón nacional en las Islas y el Tata Sierra moría a fines de julio en medio
de la impotencia y el dolor de la derrota, del escarnio y la vergüenza, precisamente
en el Día de la Cultura Nacional que propiciara Julio César Gancedo en homenaje
a Ricardo Rojas. Termino recordando valoraciones disímiles en nuestra crucificada
Patria a la espera de su Resurrección, de la sociedad reflejada en sus medios de
comunicación. La muerte de Vicente D. Sierra y la de Alcibíades Lappas, historiador
de la Masonería argentina, censadas por los avisos fúnebres de La Nación, de la
familia Mitre. No más de cinco para el primero, y el resto de la página para el
segundo. Ciertamente no estuve en el sepelio de este último, recuerdo en cambio
el medio centenar de argentinos que nos congregamos en la Chacarita donde efectuó
el responso el Padre Sánchez Abelenda, pronunció palabras el Profesor Jorge M. Ramallo
por la Junta de Historia Eclesiástica Argentina, recogidas en Archivum XIV, Buenos
Aires, 1984, e hizo lo propio por la Fundación Nuestra Historia quien les habla,
insertas en Nuestra Historia, Revista de Historia de Occidente, Nº30, de diciembre
de 1982. Con ellas cierro esta corta pero sincera evocación de Don Vicente Sierra,
un paradigma de la Hispanidad. Vicente D. Sierra: in Memoriam Oración fúnebre pronunciada
por el miembro del Consejo Directivo de lo Fundación Nuestro Historia, Prof. Carlos
Pesado Palmieri, en las exequias del Profesor Doctor Vicente D. Sierra, el 30 de
julio de 1982. Venimos a despedir los restos mortales de Don Vicente Sierra en nombre
de la Fundación Nuestro Historia, a cuyo Consejo Honorario perteneciera el maestro
de la Hispanidad, desde los inicios de la institución El pensamiento nacional y
la América católica, última posibilidad de sustantivar a Occidente, han perdido
uno de sus más preclaros hombres. El maestro Sierra fue el argentino que en el campo
historiográfico efectuó los aportes más lúcidos para la afirmación de la personalidad
del mundo hispánico en la cultura occidental. Pensó e hizo la Patria por sobre sus
noches y derrotas, y supo enseñarnos que la Argentina forjada al través de la patria
originante: España, plasmó su identidad nacional con dolorosos sacrificios. Que
conoció la traición; el desarraigo y el egoísmo; que padeció a los débiles y a los
tibios y que supo de odios y venganzas infecundos, y que aún signado su destino
por eventuales vencedores, también supo el carácter nacional, cobijar el llanto
del vencido. Cuando aún el corazón llora ausencias memorables,-noble Julio Irazusta-nos
sorprende su ida para probar, aún más nuestra fortaleza.
El "tata” Sierra cavó los
dentros de nuestra identidad, negada o mancillada; forjó discípulos con la grandeza
del maestro, conocedor que tan sagrado ministerio requiere la colaboración del tiempo
con la heroicidad. Y esa fue su nobleza. Fue un hombre de ejemplo que es de todos
los apostolados, el de mayor fidelidad evangélica
y su conciencia de eternidad le permitió obrar, vocado por la unidad de destino
de nuestro continente cultural, que supo desentrañar en sus esencias constitutivas.
No estuvo tentado por los pecados de esta sociedad de provecho, que algunos todavía
pretenden signarla como arquetípica. Fue protagonista e intérprete de la Argentina
doliente, cuyos estadios históricos analizó con propiedad, seguro, como supo afirmarlo
que “la Historia no es un proceso estático y que las definiciones no son posibles
en las ciencias‘ empíricas como no son en las ideales". Solía repetir que“
podía definirse un triángulo, pero no la Revolución de Mayo. La Teología puede definir,
la Historia no”. Nervio motor y clara inteligencia sumó su infatigable labor intelectual
para el renacimiento del “sentido de una cultura que tiene la categoría de lo humano
porque se fue constituyendo-en el decir de Carlos Pereyra por virtud del esfuerzo,
la sangre y el espíritu de un pueblo, que tuvo a Dios por preocupación esencial
y a la Gracia como el más alto de los dones”. Y lo hizo con esa sencillez ajena
a todo desliz de soberbia, que se enraiza sólo en los grandes espíritus sabedores
del mensaje dorsiano: “Todo pasa, pompas y vanidades, la nombradía como la oscuridad.
Nada quedará de lo que ayer fue la dulzura o el dolor de nuestras horas, su fatiga
o su satisfacción. Una sola cosa nos será contada y es la obra bien hecha. ”Quienes
hoy nos sentimos conmovidos por su temporal alejamiento, damos fe que ha ganado
la paz de su descanso eterno por su Obra Bien Hecha. Deudores de su magisterio y
amistad lo despedimos, hasta que la Voluntad de Dios decida, nuestro postrer y definitivo
encuentro. Posdata Requerido a entregar estas sencillas páginas el año pasado como
introducción a trabajos de Don Vicente a ser nuevamente editados por la Fundación
Hernandarias, y habiendo fallecido unos meses atrás nuestro querido amigo el Prof.
Jorge M. Ramallo, creo justo evocar a ambos con el fragmento final de las palabras
de despedida de este último al gran maestro, que se publicara como anteriormente
hiciera referencia en la Revista Archivum de nuestra Junta de Historia Eclesiástica
Argentina en el año 1984: “Sabemos todos los que aquí estamos y los que forman la
legión de los que piensan como nosotros identificados en igual amor a Dios y a la
Patria, que la pena que hoy nos embarga irá haciéndose respetuoso recuerdo, homenaje
de veneración, afectuosa memoria. Recordaremos siempre a Vicente Sierra con admiración
y reverencia, pero si su obra, como creemos firmemente, no ha pasado en vano, también
la recordará el país, al que dedicó sus afanes con inteligencia, con patriotismo,
con honrado corazón, desentrañando su origen y avizorando su destino, que quiso,
como nosotros, que fuera de grandeza inmarcesible”.
Un fuerte abrazo Carlos que te recuerdo muy bien de cuando fuiste Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNLZ.
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