Rosas

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sábado, 23 de marzo de 2019

Don Vicente D. Sierra: un paradigma de la Hispanidad

Por Carlos Pesado Palmieri
El Tata Sierra a quien le rindo vasallaje intelectual y con el que me he sentido ligado desde mi juventud a su magisterio católico, hispánico y nacionalista, en el enriquecedor y caudaloso cauce de la tradición argentina.   Me place frente a ustedes afirmar, y a en retiro efectivo del magisterio, que el más antiguo de mis alumnos, como el último de ellos, en todas mis cátedras superiores de Historia Argentina y Americana, al cabo de 54 años de docencia, ha tenido como bibliografía obligatoria al silenciado arquetipo de la Hispanidad: Don Vicente Sierra Como miembro de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina, del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, y como viejo docente de Historia en la Universidad del Salvador ,instituciones en las que se destacaron sus aportes historiográficos, enaltecido participo hoy aquí, brindándoles mis aproximaciones  a su personalidad y algunas confidencias personales sobre el querido e inolvidable maestro.  Mis palabras vienen pues a confiar en altavoz, ante amigos comprometidos con la Fe cristiana y el honor patrio, el justo reconocimiento a quien los sirviera con insobornable lealtad. 
 
Vicente Dionisio Sierra, porteño de vida y muerte, nació en esta ciudad que hoy pese a seguir siendo nuestra Capital Federal no es conocida ya  como de la “Santísima Trinidad y puerto de Santa María del Buen Ayre”, sino como Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el 9 de enero de 1893, y murió en ella, treinta y cinco años atrás, a los 89 años de edad, el 29 de julio de 1982.  Sus padres eran Vicente Sierra y Francisca Quintana, su esposa María Luisa Larotonda, su hija, María Luisa, y el domicilio último donde lo visitábamos: Billinghurst  al 1700.-  Tiempo ha dejé inconcluso un trabajo que me encomendara oportunamente la Fundación Nuestra Historia, sobre la Bibliografía de Vicente Sierra, tarea que inicié, cuando en ocasión del Quinto Centenario, le hicimos un homenaje en el muy querido Instituto de Cultura Hispánica, dirigido entonces por el Dr. Ángel Centeno. Mis manuscritos de entonces no los he hallado más, dado mi Archivo-Biblioteca anárquico y mis limitaciones temporales de siempre, pero recuerdo que abandoné aquel esfuerzo, un poco por las tareas docentes, entonces multiplicadas y por la numerosa cantidad de contribuciones que hasta  con seudónimos Sierra había efectuado como articulista, en infinidad de medios, a la vez que como conferencista y expositor en cursos y seminarios en cenáculos diversos. 

Lo recopilado ocupaba muchas carillas pero toda labor inconclusa es inútil, y está destinada desgraciadamente a perecer. En las biografías sumarias expuestas en la publicación de la Galería de Directores de la Biblioteca Nacional leemos: 1973-1976: “ VicenteD.Sierra(1893-1982), historiador y autor de una vasta historia de la Argentina, escrita desde una perspectiva católica y revisionista, fue director del Instituto de Investigaciones Históricas de la UBA durante la primera presidencia de Perón; en el transcurso de su tercer gobierno, fue designado como Director de la Biblioteca Nacional en reemplazo de Jorge Luis Borges”. En otra apostilla de autor desconocido, señalando su procedencia ideológica juvenil se destaca fuera militante socialista, autor de la mejor biografía del líder de ese partido, Juan B. Justo. Norberto Galasso, en su trabajo De la Historia Oficial al Revisionismo Rosista, le dedica a nuestro protagonista breve líneas: “Se trata de otra importante figura de aquel revisionismo. De posición marcadamente católica, Sierra rechaza la leyenda negra de la colonización española, pero, llevado de su fervor religioso, cae en el error simétrico idealizándola en el “Sentido misión al de la conquista. ”Lo califica sencillamente de historiador laborioso. Bueno, aceptémoslo ante tanta omisión desde nuestras propias filas, algo fue al menos el Tata Sierra, para el polémico publicista de orientación marxista. Pero bien se señala en el Nº204 de El historiador maldito de mayo de 2004: “que ignorado y menospreciado por la historiografía oficial, su obra constituye, sin embargo, un fenomenal aporte al estudio y la interpretación de nuestra historia”. Una digresión agrego aquí: Aquella individualizada historiografía oficial, nacida de las plumas liberales hoy merece desafectársela de ser la responsable única de dañar la verdad histórica. La Historia falsificada como bien la calificara Ernesto Palacio casi 80 años atrás, debiera tener un correlato justiciero: Se construyeron en el lapso transcurrido, tantas historias oficiales como regímenes hemos concebido. Prosigo ahora, la cita textual: “Autodidacta ejemplar inició su carrera académica como profesor en colegios secundarios del Gran Buenos Aires, privilegiando durante muchos años la tarea docente por sobre otras actividades. Luego, fue convocado para desempeñarse como director del Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y como profesor de Introducción a la Historia en la misma Facultad. Además, fue, profesor titular de la cátedra de Historia de la Ideas Políticas Argentinas en la Facultad de Ciencias Políticas de la USAL, siendo inicialmente profesor en el Colegio del Salvador. ”En el Quién es Quién en la Argentina, edición de 1968, se especifica su labor como funcionario público desde el año 1946 en que se hizo cargo de la Secretaría de Servicios Públicos, Abastecimientos y Limpieza de la Ciudad de Buenos Aires. Más tarde, fue secretario de la Comisión de Construcciones Universitarias y después Director Nacional en el Ministerio de Transporte de la Nación entre 1948 y 1957. Aportemos algunos datos biográficos más. Entre 1960 y 1966 presidió la Junta de Historia Eclesiástica. Dos palabras para ese estadio de nuestra JHEA. Del tomo 5° de enero/diciembre de 1961, de su clásica publicación: Archivum, extraigo,-no sin confesado pudor, la constitución de su Junta Directiva, y lo hago porque soy actual vocal de la misma en un segundo período y observo estos nombres: Presidente de Honor Excmo. Sr. Cardenal Antonio Caggiano, Presidente Vicente D. Sierra, Secretario R .P. Leopoldo J. Palacio, Pro Secretario Carlos Romero Sosa, Tesorero Prof. Junta de Historia Eclesiástica Argentina Boletín Digital Número 2-20176 Adolfo Ribera, Director de Publicaciones R.P. Guillermo Furlong S.J.; Vocales: Mons. José Alumni, Dr. José María Mariluz  Urquijo, R.P.Pedro Grenón, Mons. MiguelVergara, Sr.Enrique Udaondo, Pbro. Federico Compañy, Pbro. Ramón Rosa Olmos, Sr. Guillermo Gallardo. Dios mío! Que nombres de la intelectualidad católica argentina se aunaban medio siglo atrás en esta misión.  Y no leo la nómina de todos sus socios porque me empequeñecería aún más. Sierra termina el 23 de mayo de 1966, pasando a presidir la Junta Don Guillermo Gallardo, ésta crece en un número significativo de miembros activos y correspondientes en el interior del país y en el exterior aún denominados socios. Desde el número octavo de Archivum, la dirección de Publicaciones la comparte el Padre Furlong con el  aún llorado Prof. Don Enrique Mayocchi.   En la Crónica de ese año Don Guillermo Gallardo hizo un cálido elogio de sus predecesores en la presidencia: Mons. Fasolino, Tomás Solari y Vicente D. Sierra. Durante el período presidencial de Sierra, los articulistas de la Revista, siempre bajo la prolija supervisión del Padre Furlong, fueron entre otros autores: Pascual Paesa, Cayetano Bruno, Néstor Auza,  Manuel Cárdenas, Alfredo Díaz de Molina, Rubén P. González, Orestes Di Lullo, Guillermo Gallardo, Jorge María Ramallo,  Américo Tonda, Nicolás Fasolino, Ludovico García de Loydi, Pedro Santos Martínez, Emilio Breda, Guillermo Furlong, José Brunet, Raúl de Labougle y Oscar L.Ensick.   El 18 de octubre de 1973, Sierra sucedió a Jorge Luis Borges en el cargo de Director de la Biblioteca Nacional, que ejerciera hasta el 4 de marzo de 1976. Fue además miembro del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas desde sus inicios, e integró el Consejo Honorario de la Fundación Nuestra Historia. La Universidad del Salvador le otorgó el título de Dr. en Historia Honoris Causa y fallecido impuso al Aula Magna del rectorado su nombre.  Su bibliografía principal Razones de síntesis nos llevan a destacar sólo sus principales obras entre las que sobresalen : El sentido  misional de la conquista de América (1942) obra fundamental ésta que casual o causalmente cumple también 75años de existencia, firma su primera edición Don Vicente en Olivos, febrero del 42. Carlos Ibarguren hace un breve pero sustantivo  prólogo. El ejemplar que poseo es la 3ª edición y es de septiembre de 1944, en los primeros meses de ese año había aparecido la 2ª, fue una obra que conmovió entonces y se constituyó en el pilar del hispanismo lúcido de fuerte cosmovisión católica; Historia de las ideas políticas en la Argentina (1950); Así se hizo América (1952), que recibiera el Premio “Reyes Católicos”; Historia de la Argentina (en10 tomos, publicados entre 1956 y 1972), Los Reyes Católicos; En torno a las Bulas Alejandrinas de1493 (1953); La expansión de la Hispanidad en el s.XV y El hombre argentino y su historia, publicada en 1966. Merecen también ser recordados, sus trabajos sobre: Las doctrinas sociológicas de Echeverría; Los jesuitas germanos en la conquista espiritual de Hispano-américa (1944); El hombre, la sociedad y el estado en la doctrina peronista (1948, y Filiación ideológica de la Revolución de Mayo (1960).


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Este notable escritor de profunda y sincera religiosidad e historiador de fuste, hace años es sujeto de la conspiración del silencio que afecta también a las más relevantes plumas del revisionismo histórico tradicional argentino, por su raíz católica e hispánica. Ni se lo estudia, ni se lo discute. Es otro más de los “desaparecidos” intelectuales. No hay reediciones de sus obras y está ausente hasta de nuestros mismos círculos universitarios. La Argentina plural es un engaño y el pensamiento único su amo. Sabido es que esa obra fundamental de la que escribiera los 10 tomos iniciales, en un proyecto inconcluso de 12 volúmenes, fue dedicada “A mi Patria”, siendo su primera edición de julio de 1956, y la segunda que poseo, editada ocho años después en diciembre de 1964, año en que iniciara mi profesorado en Historia, en el Instituto del Obispado de Lomas de Zamora, “Pbro. Dr. Antonio Sáenz”, del que fui su director a partir de 1983 hasta2012.   En oportunidad que visitara a Don Vicente en su domicilio, siendo novel profesor con veinticincoaños, acercándole el trabajo histórico de Oscar Alende, vecino de Banfield y ex gobernador de Buenos Aires, “Marcha al Sur”, con su dedicatoria personal, llevé mi atesorado y marcado primer tomo y le pedí la suya.  El maestro, con su bonhomía proverbial, ojeó primero el ejemplar marcado en varios de sus capítulos sonriendo, y luego confirme, clara y elaborada caligrafía, en tinta azul de lapicera pluma dejó asentado: A Cárlos (con ese acento decimonónico que sigo usando), Pesado Palmieri, con el deseo que en su labor pedagógica trabaje para fortalecer la conciencia histórica de sus alumnos. Con el afecto de Vicente Sierra. Aunque bien se sabe he sido yo ajeno a todo contagio de materialismo histórico, vaya plusvalía que esas páginas encierran, para quiénes a mi muerte, no sepan qué hacer con la biblioteca que les dejo. En cambio, yo rescato en esta jornada de reminiscencias, destacada sin citaciones de su memorable Prólogo en la referida obra cumbre suya: “Los argentinos de hoy tienen un que hacer que no es el mismo del pasado; necesitan dominar su historia en función de ese que hacer con objeto de que les ilumine el futuro, para lo cual han de comprenderla con su mentalidad actual y no con la de sus compatriotas de ayer“   Hasta ayer eran vitales las fórmulas políticas; ahora lo vital es fortalecer la nacionalidad. ” “La vida es una unidad(...)No es concebible la auténtica historicidad sin la temporalidad; lo histórico necesitad el tiempo porque, como hemos dicho, viene a ser permanencia del pasado en el presente y proyección del presente en el futuro”. “Confiamos esta obra al amor del pueblo argentino por su pasado, el orgullo por su presente y a su fe en el porvenir”.  En ese primer tomo agradece en especial Sierra las colaboraciones de Luis Miracle(h), del R.P.Guillermo Furlong, del Dr. Raúl A. Molina y del Dr. Roberto H. Marfany.   

Al Tata Sierra lo había leído mucho y detenidamente antes de mis estudios sistemáticos de la disciplina.  Lo hacíamos, en reunión de amigos de la Juventud Católica Argentina a fines de la década de los ’50, lectura y discusión de los temas abordados en su monumental Historia de la Argentina.  De aquellos “convivium” en nuestra adolescencia proviene la adhesión al revisionismo histórico clásico, bien ajeno a las imposturas de mutantes ideológicos, ajenos al método y a la recta intención.  Luego asistimos a varias de sus conferencias y fuimos inicialmente presentados por un grupo de sus alumnos en el SaLvador.  Catolicismo e Hispanidad eran los núcleos fuertes vinculantes con su magisterio.  Mi primera visita a su domicilio llevándole el libro Marcha al Sur, ya la he relatado.   Recuerdo también nítidamente su conferencia en el Colegio Euskal Echea de Llavallol, cuando presentándole algunos de mis alumnos que me acompañaban a escucharlo, al querer halagarlo citándolo como un “padre de la Hispanidad”, nos contestó risueño: “No soy el padre sino el abuelo de la Hispanidad”.

Junto al Dr.MatíasSuárez,al que reemplacé en su cátedra de Historia de América en la Facultad de Historia y Letras de la USAL y fui su adjunto en igual materia en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata, pude años más tarde tratarlo más íntimamente, y ya fallecido, accedí a leer algunos de los capítulos originales del tomo XI, que Matías trabajaba y de cuya suerte final, no supe más nada, luego del  accidente en que perdiera la vida mi querido colega y amigo. Me hago un deber recordar aquí las evocaciones sensibles del maestro en pláticas con su hija María Luisa junto al Dr. Suárez y aquella Comisión de Homenaje a su figura y trayectoria, que convocara y presidiera el Ministro de Cultura y Educación. Prof. Antonio Salonia. De aquellos reconocimientos y reuniones recuerdo al menos un logro perdurable: el primer establecimiento educativo que llevó su nombre fue un Colegio de enseñanza secundaria ubicado en el Barrio San José del Partido de Lomas de Zamora.   Años después su hija donó la Biblioteca del querido maestro a la Pontificia Universidad Católica “Santa María de los Buenos Aires”, cuando aún estábamos en la sede de Bartolomé Mitre, con la Facultad de Filosofía y Letras y su Biblioteca. E importante legado lo recibió en nombre de la facultad el profesor del claustro Dr. Juan Carlos Zuretti, quien citó nuestras palabras “in memoriam”, que pronunciáramos en nombre de la Fundación Nuestra Historia, en la necrópolis de la Chacarita el 30 de junio de 1982. Fue sin duda ello, una decisión de sus descendientes. He sido profesor de ambas casas de altos estudios, pero sabido es la fuerte vinculación que Don Vicente Sierra tenía con la Universidad del Salvador, que a su fallecimiento, impuso al Aula Magna del Rectorado su nombre. Razones suficientes hubo, seguramente, para su destino final en la UCA. Es de lamentar la pobre valoración efectuada por terceros, años más tarde, del rico repositorio recibido, tanto como la omisión voluntaria de las obras de Vicente Sierra en varios de los programas analíticos pertinentes de la carrera en esta Casa, tanto como en la USAL, quizá para confirmar aquel aserto de “nadie es profeta en su tierra”.  Don Julio Irazusta fallecía en mayo, ondeando el pabellón nacional en las Islas y el Tata Sierra moría a fines de julio en medio de la impotencia y el dolor de la derrota, del escarnio y la vergüenza, precisamente en el Día de la Cultura Nacional que propiciara Julio César Gancedo en homenaje a Ricardo Rojas. Termino recordando valoraciones disímiles en nuestra crucificada Patria a la espera de su Resurrección, de la sociedad reflejada en sus medios de comunicación. La muerte de Vicente D. Sierra y la de Alcibíades Lappas, historiador de la Masonería argentina, censadas por los avisos fúnebres de La Nación, de la familia Mitre. No más de cinco para el primero, y el resto de la página para el segundo. Ciertamente no estuve en el sepelio de este último, recuerdo en cambio el medio centenar de argentinos que nos congregamos en la Chacarita donde efectuó el responso el Padre Sánchez Abelenda, pronunció palabras el Profesor Jorge M. Ramallo por la Junta de Historia Eclesiástica Argentina, recogidas en Archivum XIV, Buenos Aires, 1984, e hizo lo propio por la Fundación Nuestra Historia quien les habla, insertas en Nuestra Historia, Revista de Historia de Occidente, Nº30, de diciembre de 1982. Con ellas cierro esta corta pero sincera evocación de Don Vicente Sierra, un paradigma de la Hispanidad. Vicente D. Sierra: in Memoriam Oración fúnebre pronunciada por el miembro del Consejo Directivo de lo Fundación Nuestro Historia, Prof. Carlos Pesado Palmieri, en las exequias del Profesor Doctor Vicente D. Sierra, el 30 de julio de 1982. Venimos a despedir los restos mortales de Don Vicente Sierra en nombre de la Fundación Nuestro Historia, a cuyo Consejo Honorario perteneciera el maestro de la Hispanidad, desde los inicios de la institución El pensamiento nacional y la América católica, última posibilidad de sustantivar a Occidente, han perdido uno de sus más preclaros hombres. El maestro Sierra fue el argentino que en el campo historiográfico efectuó los aportes más lúcidos para la afirmación de la personalidad del mundo hispánico en la cultura occidental. Pensó e hizo la Patria por sobre      sus noches y derrotas, y supo enseñarnos que la Argentina forjada al través de la patria originante: España, plasmó su identidad nacional con dolorosos sacrificios. Que conoció la traición; el desarraigo y el egoísmo; que padeció a los débiles y a los tibios y que supo de odios y venganzas infecundos, y que aún signado su destino por eventuales vencedores, también supo el carácter nacional, cobijar el llanto del vencido. Cuando aún el corazón llora ausencias memorables,-noble Julio Irazusta-nos sorprende su ida para probar, aún más nuestra fortaleza.

El "tata” Sierra cavó los dentros de nuestra identidad, negada o mancillada; forjó discípulos con la grandeza del maestro, conocedor que tan sagrado ministerio requiere la colaboración del tiempo con la heroicidad. Y esa fue su nobleza. Fue un hombre de ejemplo que es de todos los apostolados, el de mayor fidelidad   evangélica y su conciencia de eternidad le permitió obrar, vocado por la unidad de destino de nuestro continente cultural, que supo desentrañar en sus esencias constitutivas. No estuvo tentado por los pecados de esta sociedad de provecho, que algunos todavía pretenden signarla como arquetípica. Fue protagonista e intérprete de la Argentina doliente, cuyos estadios históricos analizó con propiedad, seguro, como supo afirmarlo que “la Historia no es un proceso estático y que las definiciones no son posibles en las ciencias‘ empíricas como no son en las ideales". Solía repetir que“ podía definirse un triángulo, pero no la Revolución de Mayo. La Teología puede definir, la Historia no”. Nervio motor y clara inteligencia sumó su infatigable labor intelectual para el renacimiento del “sentido de una cultura que tiene la categoría de lo humano porque se fue constituyendo-en el decir de Carlos Pereyra por virtud del esfuerzo, la sangre y el espíritu de un pueblo, que tuvo a Dios por preocupación esencial y a la Gracia como el más alto de los dones”. Y lo hizo con esa sencillez ajena a todo desliz de soberbia, que se enraiza sólo en los grandes espíritus sabedores del mensaje dorsiano: “Todo pasa, pompas y vanidades, la nombradía como la oscuridad. Nada quedará de lo que ayer fue la dulzura o el dolor de nuestras horas, su fatiga o su satisfacción. Una sola cosa nos será contada y es la obra bien hecha. ”Quienes hoy nos sentimos conmovidos por su temporal alejamiento, damos fe que ha ganado la paz de su descanso eterno por su Obra Bien Hecha. Deudores de su magisterio y amistad lo despedimos, hasta que la Voluntad de Dios decida, nuestro postrer y definitivo encuentro. Posdata Requerido a entregar estas sencillas páginas el año pasado como introducción a trabajos de Don Vicente a ser nuevamente editados por la Fundación Hernandarias, y habiendo fallecido unos meses atrás nuestro querido amigo el Prof. Jorge M. Ramallo, creo justo evocar a ambos con el fragmento final de las palabras de despedida de este último al gran maestro, que se publicara como anteriormente hiciera referencia en la Revista Archivum de nuestra Junta de Historia Eclesiástica Argentina en el año 1984: “Sabemos todos los que aquí estamos y los que forman la legión de los que piensan como nosotros identificados en igual amor a Dios y a la Patria, que la pena que hoy nos embarga irá haciéndose respetuoso recuerdo, homenaje de veneración, afectuosa memoria. Recordaremos siempre a Vicente Sierra con admiración y reverencia, pero si su obra, como creemos firmemente, no ha pasado en vano, también la recordará el país, al que dedicó sus afanes con inteligencia, con patriotismo, con honrado corazón, desentrañando su origen y avizorando su destino, que quiso, como nosotros, que fuera de grandeza inmarcesible”.

1 comentario:

  1. Un fuerte abrazo Carlos que te recuerdo muy bien de cuando fuiste Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNLZ.

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