Rosas

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sábado, 2 de marzo de 2019

Los que pintaron a Rosas: Carlos Morel y Fernando García del Molino


Por el Prof. Jbismarck     Cuando en junio de 1837 Marcos Sastre dejó inaugurado el histórico Salón Literario, que agrupó a la Nueva Generación, llamó la atención sobre la presencia de jóvenes de un talento prodigioso que estaban haciendo progresos admirables en el arte de la pintura, y dio los nombres de Marcelino Saint Arroman, de Fernando García del Molino, de Carlos Morel y de Antonio Somellera. Y en verdad que sus palabras constituyeron una verdadera predicción: un descubrimiento anticipado de la creación estética nacional que pronto formalizarían los pinceles de Carlos Morel y de Fernando García del Molino, que ya por entonces habían comenzado una tarea en común, la de miniaturistas.




El primero de ellos, Carlos Morel, nació en Buenos Aires en 1813, en el hogar que habían formado José María Morel, oriundo de Galicia, y Juliana Miró. En 1827 comenzó sus estudios en la Escuela de Dibujo de la Universidad, donde enseñaban Guth y Caccianiga, y de la que egresó en 1830 con la calificación de sobresaliente. Tiempo después, con su condiscípulo Fernando García del Molino, hacia 1833, inició su labor de miniaturista que le valdria la mención hecha por Marcos Sastre dos años más tarde, de la que ya hicimos referencia. Retratos al óleo, escenas de guerra y cuadros de costumbres integrarían su obra posterior: en 1839 pinta a Patricio Peralta Ramos y a Macedonia Escardó, y al año siguiente, a Florencio Escardó.
Hacia 1840 ejecutó su obra quizá más importante: Combate de caballería del ejercito de Rosas, primera tela de tendencia romántica pintada en el país, según el crítico Romualdo Brughetti. Ya por entonces había dibujado ocho láminas para la llamada Serie Grande de Gregorio Ibarra, editada en 1839, en las que refleja escenas de gauchos y orilleros. Así como el saboyano Pellegrini documentó el salón y la vida urbana,  Morel se singularizó por "quedarse en las orillas", como anota José Luis Lanuza con razón. El pintor federal se confirmó luego en Carga de caballería del ejército federal, Mercado de carretas en la plaza Monserrat, Payada en una pulpería, Caballería gaucha o La Montonera, Carreta en viaje y Calle Larga de Barracas. La composición litográfica titulada La media caña, que integró la Serie Grande de Ibarra, refleja fielmente una de las danzas típicas de la Federación.  El brigadier general Juan Manuel de Rosas aparece en diversos retratos litográficos de Morel; uno de ellos, en colores e impreso en la Litografía de las Artes, se conserva en el Museo Histórico Nacional. Junto con su amigo García del Molino firman dos retratos en miniatura de pulcra terminación: Don Juan Manuel y Doña Encarnación, vistos de perfil.  El primero de los retratos reza: Morel y García. El segundo: Adhesión de F. García y C. Morel.
Entre las litografías propiamente federales de este artista se cuentan las de Felipe Arana, Mariano Medrano, Vicente López y Manuel Insiarte. También pintó en miniaturas al general José Félix Aldao y a su mujer Romana. Sin olvidarnos del general Justo José de Urquiza y del doctor Gómez de Fonseca.   En 1842 Morel se trasladó al Brasil, donde permaneció hasta 1844, año en que regresó a Buenos Aires, para publicar al siguiente el famoso álbum Usos y costumbres del Río de la Plata, por la Litografía de las Artes. Sobre esta colección dice Brughetti que su autor "supo aliar el dibujo y las delicadas gradaciones del claroscuro al darnos animadas escenas de paisanos  entregados a la danza o reunidos en torno del asado, con sus carretas y sus tropas; y con idéntica fruición se expresa en las escenas de las lavanderas, el tambo, el lazo, el camino, el campo o en Caballería, Coraceros y El ombú". Parece ser que sus últimas pinturas fueron Combate en los bajos de Arreguí, Calle Larga de Barracas y algunos lienzos de teínas religiosos realizados hacia el año 1870. Carlos Morel murió en Quilmes, en 1894, a los ochenta y dos años de edad, oscuramente; y se ha repetido, sin testimonios convincentes, que hacía tiempo había perdido la razón. Desde luego, por culpa de Rosas, que hizo fusilar a su cuñado Julián Dupuy.



Fernando García del Molino, a quien José León Pagano llama "el pintor de la Federación", nació en Santiago de Chile el 13 de marzo de 1813 y vino al país siendo todavía un párvulo: sus padres, Agustín García del Molino, español, y Carmen de la Torre, chilena, lo trajeron cuando sólo contaba seis años de edad. Ya mayor, se nacionalizó argentino. Por eso, a él y a Carlos Morel podemos considerarlos entre los primeros maestros de la pintura argentina, como miniaturistas, dibujantes y pintores al óleo.
Se sabe que estudió dibujo en la escuela dependiente de la Universidad y que hacia 1838 era ya conocido como famoso retratista. Según propia declaración, inscrita en un óleo existente en el Convento de San Francisco de Buenos Aires, "no estudió con ningún maestro". Entre 1833 y 1852 pintó a las principales figuras del régimen rosista y del federalismo: don Juan Manuel y doña Encarnación, Manuelita, Agustina Rozas de Mansilla (óleo inconcluso), el Jefe de Policía don Juan Moreno, el general José Félix Aldao, don Martín Pereyra y Esnaola (con su hijo Martín Pereyra Iraola), su amigo Carlos Morel, el coronel Ramón Maza, el coronel Joaquín Hidalgo, la cuñada del dictador doña María Josefa Ezcurra. Dibujó a Rosas viejo, de perfil, en una pieza plenamente lograda que se conserva en el Museo Histórico Nacional.
García del Molino fue fervoroso federal y trató de cerca a las principales personalidades que rodearon al dictador. La Gaceta Mercantil del l" de setiembre de 1851 registró su juramento conjunto de "sacrificar sus vidas, haberes y fama", con Juan P. Esnaola, Gregorio Ibarra y otros, en aras de la independencia de la patria bajo la dirección de don Juan Manuel. Lucio V. Mansilla recuerda que el pintor vivió en la casa de su abuela paterna, sita en Alsina y Tacuari, y comenta: "Fernando García, casi centenario ahora, federal, el hombre con los dientes más lindos que he visto, blancos y lucidos como perlas, sanos, fuertes, tal cual su existencia, cuyo norte fue la consecuencia y la probidad. Pintor de mérito, sólo le faltó escuela para no pasar como uno de tantos. Teniendo como tenia cultura intelectual, habría hecho algo más que retratos parecidos; habría creado y perfeccionado sus procedimientos estudiando los de los maestros inmortales".
García del Molino murió en 1899, y una revista porteña, que dio su nota necrológica y una fotografía, señaló que muchos habían olvidado quién era ese artista al que se debía la "galería de caudillos" existente en nuestro Museo Histórico Nacional.

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