Por el Prof. Jbismarck Cuando en junio de 1837 Marcos Sastre dejó inaugurado el
histórico Salón Literario, que agrupó a la Nueva Generación, llamó la atención
sobre la presencia de jóvenes de un talento prodigioso que estaban haciendo
progresos admirables en el arte de la pintura, y dio los nombres de Marcelino
Saint Arroman, de Fernando García del Molino, de Carlos Morel y de Antonio
Somellera. Y en verdad que sus palabras constituyeron una verdadera predicción:
un descubrimiento anticipado de la creación estética nacional que pronto
formalizarían los pinceles de Carlos Morel y de Fernando García del Molino, que
ya por entonces habían comenzado una tarea en común, la de miniaturistas.
El primero de ellos, Carlos Morel, nació en Buenos Aires en
1813, en el hogar que habían formado José María Morel, oriundo de Galicia, y
Juliana Miró. En 1827 comenzó sus estudios en la Escuela de Dibujo de la
Universidad, donde enseñaban Guth y Caccianiga, y de la que egresó en 1830 con
la calificación de sobresaliente. Tiempo después, con su condiscípulo Fernando
García del Molino, hacia 1833, inició su labor de miniaturista que le valdria
la mención hecha por Marcos Sastre dos años más tarde, de la que ya hicimos
referencia. Retratos al óleo, escenas de guerra y cuadros de costumbres
integrarían su obra posterior: en 1839 pinta a Patricio Peralta Ramos y a
Macedonia Escardó, y al año siguiente, a Florencio Escardó.
Hacia 1840 ejecutó su obra quizá más importante: Combate de
caballería del ejercito de Rosas, primera tela de tendencia romántica pintada
en el país, según el crítico Romualdo Brughetti. Ya por entonces había dibujado
ocho láminas para la llamada Serie Grande de Gregorio Ibarra, editada en 1839,
en las que refleja escenas de gauchos y orilleros. Así como el saboyano
Pellegrini documentó el salón y la vida urbana,
Morel se singularizó por "quedarse en las orillas", como anota
José Luis Lanuza con razón. El pintor federal se confirmó luego en Carga de
caballería del ejército federal, Mercado de carretas en la plaza Monserrat,
Payada en una pulpería, Caballería gaucha o La Montonera, Carreta en viaje y
Calle Larga de Barracas. La composición litográfica titulada La media caña, que
integró la Serie Grande de Ibarra, refleja fielmente una de las danzas típicas
de la Federación. El brigadier general Juan Manuel de Rosas aparece en
diversos retratos litográficos de Morel; uno de ellos, en colores e impreso en
la Litografía de las Artes, se conserva en el Museo Histórico Nacional. Junto
con su amigo García del Molino firman dos retratos en miniatura de pulcra
terminación: Don Juan Manuel y Doña Encarnación, vistos de perfil. El primero de los retratos reza: Morel y
García. El segundo: Adhesión de F. García y C. Morel.
Entre las litografías propiamente federales de este artista
se cuentan las de Felipe Arana, Mariano Medrano, Vicente López y Manuel
Insiarte. También pintó en miniaturas al general José Félix Aldao y a su mujer
Romana. Sin olvidarnos del general Justo José de Urquiza y del doctor Gómez de
Fonseca. En 1842 Morel se trasladó al
Brasil, donde permaneció hasta 1844, año en que regresó a Buenos Aires, para
publicar al siguiente el famoso álbum Usos y costumbres del Río de la Plata,
por la Litografía de las Artes. Sobre esta colección dice Brughetti que su
autor "supo aliar el dibujo y las delicadas gradaciones del claroscuro al
darnos animadas escenas de paisanos entregados
a la danza o reunidos en torno del asado, con sus carretas y sus tropas; y con
idéntica fruición se expresa en las escenas de las lavanderas, el tambo, el
lazo, el camino, el campo o en Caballería, Coraceros y El ombú". Parece
ser que sus últimas pinturas fueron Combate en los bajos de Arreguí, Calle
Larga de Barracas y algunos lienzos de teínas religiosos realizados hacia el
año 1870. Carlos Morel murió en Quilmes, en 1894, a los ochenta y dos años de
edad, oscuramente; y se ha repetido, sin testimonios convincentes, que hacía
tiempo había perdido la razón. Desde luego, por culpa de Rosas, que hizo
fusilar a su cuñado Julián Dupuy.
Fernando García del Molino, a quien José León Pagano llama
"el pintor de la Federación", nació en Santiago de Chile el 13 de
marzo de 1813 y vino al país siendo todavía un párvulo: sus padres, Agustín
García del Molino, español, y Carmen de la Torre, chilena, lo trajeron cuando
sólo contaba seis años de edad. Ya mayor, se nacionalizó argentino. Por eso, a
él y a Carlos Morel podemos considerarlos entre los primeros maestros de la
pintura argentina, como miniaturistas, dibujantes y pintores al óleo.
Se sabe que estudió dibujo en la escuela dependiente de la
Universidad y que hacia 1838 era ya conocido como famoso retratista. Según
propia declaración, inscrita en un óleo existente en el Convento de San
Francisco de Buenos Aires, "no estudió con ningún maestro". Entre
1833 y 1852 pintó a las principales figuras del régimen rosista y del
federalismo: don Juan Manuel y doña Encarnación, Manuelita, Agustina Rozas de
Mansilla (óleo inconcluso), el Jefe de Policía don Juan Moreno, el general José
Félix Aldao, don Martín Pereyra y Esnaola (con su hijo Martín Pereyra Iraola),
su amigo Carlos Morel, el coronel Ramón Maza, el coronel Joaquín Hidalgo, la
cuñada del dictador doña María Josefa Ezcurra. Dibujó a Rosas viejo, de perfil,
en una pieza plenamente lograda que se conserva en el Museo Histórico Nacional.
García del Molino fue fervoroso federal y trató de cerca a
las principales personalidades que rodearon al dictador. La Gaceta Mercantil
del l" de setiembre de 1851 registró su juramento conjunto de "sacrificar
sus vidas, haberes y fama", con Juan P. Esnaola, Gregorio Ibarra y otros,
en aras de la independencia de la patria bajo la dirección de don Juan Manuel.
Lucio V. Mansilla recuerda que el pintor vivió en la casa de su abuela paterna,
sita en Alsina y Tacuari, y comenta: "Fernando García, casi centenario
ahora, federal, el hombre con los dientes más lindos que he visto, blancos y
lucidos como perlas, sanos, fuertes, tal cual su existencia, cuyo norte fue la
consecuencia y la probidad. Pintor de mérito, sólo le faltó escuela para no
pasar como uno de tantos. Teniendo como tenia cultura intelectual, habría hecho
algo más que retratos parecidos; habría creado y perfeccionado sus
procedimientos estudiando los de los maestros inmortales".
García del Molino murió en 1899, y una revista porteña, que
dio su nota necrológica y una fotografía, señaló que muchos habían olvidado
quién era ese artista al que se debía la "galería de caudillos"
existente en nuestro Museo Histórico Nacional.
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