por Jaime González Polero
Allí, donde están ahora las
vías del ferrocarril y la estación San Andrés, estaban los cuarteles de Santos
Lugares, conocidos como La
Crujía. Sobre este nombre se han tejido numerosas leyendas,
llegándose a decir que provenía del "crujir de los huesos de los
condenados a ser torturados". La realidad es otra muy distinta.
Allá por fines del siglo XVIII llegaron a esas tierras unos religiosos
franciscanos quienes establecieron una misión bautizando el lugar con el nombre
de “Santos Lugares de Jerusalem” ya que uno de sus fines era recoger limosnas
para Tierra Santa. En la esquina sudeste de lo que hoy es Ayacucho y La Crujía edificaron su
convento y su capillita. Precisamente “los tránsitos o claustros en que están
los cuartos o celdas de los conventos…” reciben el nombre de “crujía”
(Diccionario de la Real
Academia Española). Por ello pronto se conoció al sitio como
“La Crujía”, o
como dice Bilbao: “Las Crujías”.
Estos padres erigieron más tarde una capilla en el sitio en el cual se alza
actualmente la Catedral
de San Martín e instalaron un caserío hasta con edificio comunal, esto fue la
base de la actual ciudad. Estas tierras de “La Crujía
de los Franciscanos” tenía su entrada por Ayacucho y 3 de Febrero y estaban
aproximadamente delimitadas por las vías del ferrocarril, Av. 3 de Febrero,
Ruta 8 y Av. Brigadier Gral Juan Manuel de Rosas (Camino de Cintura). Con motivo del decreto confiscatorio de 1822 de las propiedades de la iglesia
del gobernador Martín Rodríguez, esas tierras pasaron a ser propiedad del estado. Al asumir el
brigadier general Rosas el gobierno de la provincia de Buenos
Aires, se instalaron en él en 1838 los cuarteles conocidos como de “Santos
Lugares” o también de “La Crujía”.
Residían allí tropas del ejército, siendo asimismo prisión militar; pero este
destino no fue obra de Rosas, ya que fue allí donde tuvo su campamento en 1820
el Regimiento de Chacareros. Posteriormente asentaron tropas en diferentes
oportunidades. El jefe Nominalde los Santos Lugares era el General Agustín Pinedo pero real el sargento mayor Antonino Reyes. También
tenía un capellán, el padre Pascual Rivas.
El cuartel está descrito por Bilbao como una construcción baja con frente al
oeste –sobre la actual Ayacucho, y era la vieja “Crujía” de los franciscanos
modificada-; tenía un arco de ladrillos que coronaban su entrada central la
cual se cerraba con un portón de rejas. Sobre esta entrada había una pequeña
espadaña donde una vez estuvieron las campanas de los franciscanos. El edificio
era grande, con un gran patio cuadrado al cual daban oficinas y cuadras de
tropas. Detrás otro patio y otro cuerpo con cuadras también y con el depósito
de municiones. Esto ocupaba la manzana La Crujía, Ayacucho, Libertad y Río Bamba. Sobre el
patio principal, a la derecha la antigua Capilla. Estaba todo rodeado de montes
de talas, sauces y frutales en los cuales, solían acampar las tropas que no
cabían en las cuadras. Según Manuel Bilbao: “a unas dos cuadras al
norte...Rosas edificó su casa... cuadrada, de unos doce metros de lado, con
cuatro habitaciones divididas en su interior por dos tabiques cerrados en el
mismo centro…. con un portón de entrada frente al norte”.
Julio A. Luque Lagleyze aclara que “esta descripción es cierta sólo en parte,
ya que aunque casi no se conozca el hecho, la casa de Rosas en Santos Lugares
está aún en pie y pudimos visitarla personalmente. No está a dos cuadras a
norte sino a escasos cien metros del noreste, en la actual calle Diego Pombo
410 oculta apenas por una densa vegetación. Su planta no es cuadrada sino un
rectángulo de unos 20
metros por 12, con su eje mayor de sureste a noroeste,
esto es, oblicua respecto a la calle. El frente está no hacia el norte sino al
suroeste. Desde allí salía una calle de ombúes que iba hasta 3 de Febrero y San
Lorenzo, el último de los cuales, en La Crujía y Pilar fue derribado en la década de los
’60 para erigir un edificio intrascendente; con él cayó el último testigo de
una época. La planta del edificio, hoy modificada por algunas paredes que
subdividen su salón y por el cierre del patio de su entrada principal, puede
reconocerse, sin embargo, por el espesor de los antiguos muros (65 centímetros).
Algunas de sus ventanas conservan rejas de ese tiempo. Delante de lo que fue el
frente –hoy el fondo- y a un lado hay unas construcciones de ladrillo
-¿caballerizas, o quizás, la vieja cocina?- donde se ven aún los ladrillotes de
la época. Frente a ella, también en Pombo, en lo que era el fondo, hay otra
construcción de suroeste a noreste, que podría haber sido para la servidumbre,
huéspedes u oficiales de jerarquía. Debajo de una pieza lateral de la que fuera casa de don Juan Manuel está aún el
viejo sótano. Las leyendas hablan de túneles que iban de La Crujía a la casa y de ésta
a la otra construcción, lo cual no pudimos confirmar y, además, lo consideramos
superfluo”. En otro edificio de la calle Pombo es descrito por Bilbao como “un
rancho de material sólidamente construido, de más de sesenta metros de largo,
que era el depósito de los equipos militares…”. En verdad la construcción es
muy superior a la de un simple “rancho”. Dícese que de esta casa de Santos
Lugares salió don Juan Manuel para la batalla de Caseros. Las familias de los soldados del campamento, los abastecedores y demás dependientes dieron impulso al caserío inicial de los franciscanos, siendo el origen del crecimiento de la actual localidad de San Martín. Por San Lorenzo – San Miguel – Warnes – Canning las tropas llegaban a Palermo; por 3 de Febrero derecho, por un camino que destruyeron los loteos por Villa Bosch, pero que se encuentra a la altura de Pontevedra, iban hacia la Guardia del Monte. Desde 1853 y hasta 1857 funcionó allí la primera escuela de varones del pueblo, a cargo del maestro Diego Pombo. A principio del Siglo XX la adquiere la familia Comastri para utilizarla como casa de familia hasta 1993 cuando la compra el Intendente Municipal Antonio Libonatti para que funcione allí el Museo Histórico Regional Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas.
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