Rosas

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viernes, 8 de abril de 2011

Gibelino de las Pampas

Por Teofano

En estos días se celebra el nacimiento del mayor caudillo que existió en la historia de las Provincias Unidad del Río de la Plata: Don Juan Manuel de Rosas (Buenos Aires, 30 de marzo de 1793 – Southampton, Hampshire, 14 de marzo de 1877).
De su tiempo quedo el recuerdo de un gran defensor de la religión Católica Apostólica Romana, pero con un elemento distintivo: su rechazo al guelfismo, al antiguo partido papal, que propugnaba la separación estricta entre Estado e Iglesia, la doctrina de las dos espadas del Romano Pontífice Gelasio I, que sucesivos gobiernos liberales y pro-masónicos profundizarían generándose una política estatal anticristiana que hasta el presente se vive en la Argentina y en el mundo que ha llevado a gobiernos a retirar las Cruces de lugares "públicos".
La vigilia con la bandera de la Santa Federación y el cuadro del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas
La postura de Don Juan Manuel de Rosas era la gibelina, o sea: la unidad entre Estado e Iglesia, la armonía entre la autoridad temporal y la espiritual. Ciertamente dicha postura era la ideal para los grandes Imperios que reunían pueblos de diferentes etnias y tradiciones culturales. Emperador y Patriarca gobernaban de la mano los destinos de millones. A pesar que la armonía no estaba garantizada, habiendo diferencias en las funciones de cada uno , injerencias jurisdiccionales, administrativas y hasta teológicas, sin embargo, no existía la terrible realidad del presente, donde la pelea persiste entre el poder temporal y espiritual en un grado donde los Estados garantizan a veces conscientemente el ateísmo de sus ciudadanos al no sostener ninguna religión, a quitarle todo espacio de difusión, al convertirla en un simple grupo de presión como cualquier entidad social que busca intereses económicos. El guelfismo triunfo, y paradojalmente, en lugar de fortalecer la Iglesia termina lacerandose por dentro al intentar reconquistar la Sociedad y Estado sumergido en el materialismo ateo.
Durante el periodo del Caudillo Gibelino, Don Juan Manuel de Rosas, hizo que la Confederación Argentina un proyecto no solo soberano, sino también religioso. Durante su periodo se consolida la Santa Federación de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Permite el regreso de la Orden de los Dominicos y Jesuitas que habían sido expulsadas por la Casa Real de los Borbones y por los “iluministas” del partido Unitario que terminaron aliandose con potencias extranjeras para someter a los caudillos de la Santa Federación.
Estas políticas le valieron al “Restaurador de las Leyes” –como se le denomino a Don Juan Manuel- el apoyo del clero católico romano en el país. Para Rosas, la iglesia era una de las más importantes instituciones que garantizaban el orden social y político, y la educación de los ciudadanos tan necesaria para consolidar la Santa Federación. Sin embargo, la orden de los Jesuitas terminó por realizar intrigas contra el proyecto federal, aliándose con sus enemigos: el partido unitario y las potencias extranjeras de Francia e Inglaterra que no gustaban de una nación libre, soberana y católica.
En aquellos tiempos donde existió armonía entre la Iglesia y el Estado, el cuadro del “Restaurador de las Leyes” estaba presente en las Misas, como antiguamente lo eran el de los Emperadores de Bizancio, los Zares de Rusia, los Reyes de España y tantos otros lugares del mundo donde el gibelinismo imperaba.
Rosas asumió la función simbólica del Teocrator al ejercer el derecho de patronato en lo relativo al nombramiento de los sacerdotes, manteniendo a distancia la jurisdicción papal, de forma respetuosa pero marcando su concepción gibelina.
El cuadro del "Restaurador de las Leyes" en la Capilla de Piedra de San Jorge, en el aniversario de su nacimiento.
La Iglesia y sus fieles celebraban en la Misa los triunfos militares de la Santa Federación. La Divisa Rojo punzó brillaba en todos lados, hasta en las imágenes de los Santos.
Durante su gobierno debió afrontar una crisis religiosa donde la sociedad, la Iglesia y hasta sus enemigos esperaron su decisión al respecto: en 1847, el presbítero Ladislao Gutiérrez se fugo junto con la hija de una importante familia patricia porteña, Camila O´Gorman, enamorada del presbítero. Huyeron robando bienes de la Iglesia y terminaron siendo capturados por las fuerzas policiales en la provincia de Corrientes. Llevados cautivos a Buenos Aires, estaba el dilema sobre la resolución del delito moral y legal. Algunos a favor del castigo, otros –los enemigos- burlándose de la afrenta religiosa de los fugitivos. El gobernador de la Provincia de Buenos Aires, con poderes absolutos, responsable de la defensa de la Fe católica en tu tierra, Don Juan Manuel de Rosas, ordenó el fusilamiento de ambos.
Hasta el presente se presenta tal drama como un crimen del “Restaurador de las Leyes”. Nunca se desligo del hecho. Por el contrario, asumió la absoluta responsabilidad del mismo: “Soy, pues, el único responsable de todos mis actos; de los hechos buenos como de los malos; de mis errores y de mis aciertos” (Copia testimoniada por el señor Máximo Terrero y en el archivo de Adolfo Saldías.)
Muchos hipócritas que lo criticaron, terminaron destruyendo el proyecto de la Santa Federación, haciendo ingresar a la Argentina en las tinieblas: sucesivas crisis económicas, sociales y espirituales; destrucción de la soberanía nacional y de la cultura gaucha. El fin de una Argentina libre y profundamente religiosa dio paso a una nación que en el Siglo XXI padece una crisis que a pesar de la anestesia suministrada por los medios de comunicación, esta se sumerge en la ruina.
Este 30 de marzo de 2011, el cuadro del Caudillo Don Juan Manuel de Rosas retorno silenciosamente a un Altar, a la espera que el espíritu gibelino vuelva a soplar sobre las tierras de Argentum.
Xristos Anesti!

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