Rosas

Rosas

lunes, 31 de julio de 2023

El asesinato de Rucci: la reacción de Perón y el intento por culpar al ERP

 Por Adrián Pignatelli

El 25 de septiembre de 1973, el entonces Secretario General de la CGT fue acribillado a balazos por Montoneros. Osvaldo Agosto, quien fue uno de sus colaboradores más estrechos, relata cómo fue aquella jornada, otro capítulo de la historia violenta de la Argentina
Era cerca del mediodía de ese martes 25 de septiembre de 1973. En la antecocina del departamento del fondo de la calle Avellaneda 2953, en Flores, José Ignacio Rucci, 49 años, tomaba unos mates que le cebaba su esposa Nélida Blanca Vaglio, conocida por todos como Coca. Rucci hablaba con Osvaldo Agosto, su jefe de prensa, que había llegado a las 10.
El secretario general de la CGT, el más fiel y fanático peronista de Perón, debía grabar un mensaje en Canal 13 con motivo de las elecciones presidenciales, donde un aluvión de votos había consagrado la fórmula Perón-Perón dos días atrás. Discutía los últimos retoques con Agosto.
En el mensaje, el líder sindical -que había sido uno de los impulsores del regreso de Juan Domingo Perón al país- llamaba a la reconciliación. “Ahora el fragor de las luchas ha pasado a convertirse en historia. La realidad de nuestros días es la unión, el trabajo y la paz”, recalcaba quien al pie de la escalerilla del avión, fue el que sostuvo el paraguas que protegía de la lluvia a su líder, cuando volvió luego de 17 años de exilio.
Rucci, con el paraguas en alto, protege al líder de su movimiento, que regresaba de un exilio de 17 años.  Agosto tenía entonces 34 años. Era peronista desde chiquito, desde que tenía memoria. Tal vez desde que le acercó una carta a Evita en un acto en una cancha de fútbol. En la Escuela de Comercio Carlos Pellegrini desplegó su militancia como delegado de la Unión de Estudiantes Secundarios, hasta que llegó la Revolución Libertadora y entonces, de un día para el otro, lo pasaron del turno mañana al de la noche y debió esconder las estampitas de Evita y cuidarse ante quién mencionaba a Perón.  En los 60 había conocido al General en su exilio madrileño, donde viajó después del sonado caso que protagonizó al robar el sable corvo del Libertador y del Restaurador, que se exhibía en el Museo Histórico Nacional. “¿Me trajo el sable, Agosto?”, bromeó Perón cuando lo recibió en Puerta de Hierro.   Ahora, a Agosto le preocupaba la seguridad de Rucci, jefe máximo de la CGT desde el 4 de julio de 1970 y reelecto en 1972. La lista de sindicalistas que habían caído por la vía violenta en el país era importante: el 14 de mayo de 1966, en una confitería céntrica de Avellaneda había sido acribillado Rosendo García, de la UOM; el 30 de junio de 1969 Augusto Timoteo Vandor, también de la UOM, quien había osado enfrentarlo a Perón, había sido ametrallado en su propio despacho; el 27 de agosto de 1970, el auto donde iba José Alonso, secretario de la Federación Obrera Nacional de la Industria del Vestido, fue emboscado en Santos Dumont y Zapata y muerto a balazos. También engrosarían la lista de sindicalistas asesinados Marcelino Mansilla, Dirck Henry Kloosterman y Julián Moreno.
Rucci tenía una enorme influencia y predicamento en las entrañas del poder peronista, tironeado por los ultras de la derecha y de la izquierda; confiaba que con Perón en el poder, todo se encaminaría. De todas maneras, era consciente del peligro. “Yo sé que estoy sentenciado; que quede claro que si me pasa algo, son los inmundos bolches, los troskistas”, advertía. Pero también debía mirar a los que se decían compañeros. Los montoneros, en un acto en el barrio de Saavedra del 26 de julio de 1973, en conmemoración del fallecimiento de Eva Perón, cantaron “Rucci, traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor”.   Agosto y Rucci sentían afecto mutuo. Solían compartir asados cada uno con sus familias, y las cargadas por el fútbol eran recurrentes: Agosto era de River y Rucci de San Lorenzo  Hacía unos años que Agosto trabajaba en una agencia de publicidad, que usualmente era contratada por varios gremios. Uno de sus primeros trabajos fue en la campaña a gobernador de Andrés Framini-Francisco Anglada, en los comicios bonaerenses del 18 de marzo de 1962. No le gusta tanto que lo describan como jefe de prensa, dice que ese es un término que se puso de moda recientemente, que en aquel tiempo había un equipo que hacía todo. “Eran otros tiempos”, resume a sus 81 años.
 acompañó a Rucci a Canal 11 a participar del debate con Agustín Tosco, que se hizo en el programa Las dos campanas, que conducía un joven Gerardo Sofovich. “Fue espectacular”, recordó. Ambos dirigentes -uno que era la imagen del sindicalismo tradicional frente a otro más combativo, protagonista del Cordobazo- hacía tiempo que polemizaban a través de declaraciones públicas y solicitadas. Esa mañana, su jefe de prensa trató de persuadirlo de que cambiase su custodia. Si hasta la noche anterior, cuando Agosto salía tarde del edificio de la CGT, los sorprendió un auto que pasó a toda velocidad disparando al aire. Los guardaespaldas que acompañaban a sol y sombra a Rucci eran gente de confianza del sindicato, pero carecían de ese profesionalismo que se necesitaba por los momentos de tanta violencia que se vivían. Y le sugirió rodearse de efectivos de la policía. El sindicalista no quiso saber nada. "¡Dejate de joder!, lo cortó. Desconfiaba de esa policía y descontaba que cuando Perón fuese presidente, todo cambiaría.
JEl mensaje que grabaría también incluiría: “Sólo por ignorancia o mala fe se pueden exigir soluciones inmediatas para problemas que fueron profundizados durante tantos años; no se puede apelar a la violencia rayana en lo criminal, en un clima de amplias libertades e igualdad de posibilidades; no se puede seguir abrigando ambiciones y privilegios, creando condiciones injustas, burlando las leyes, impidiendo o saboteando la consolidación de un proceso que ha sido aprobado por la mayoría del país.” Mientras se ponía el saco, Rucci le dijo a su chofer Abraham Tito Muñoz que se preparase y a Agosto, que fuera saliendo y que subiera al primer auto, que él lo seguiría a Canal 13. Se entretuvo un par de minutos respondiendo una llamada de la secretaria de Lorenzo Miguel, que necesitaba verlo urgente. Dijo que iría luego del canal.  Una explosión. Es lo que recuerda Agosto de aquel instante. Ya estaba en la calle, por subir al auto. La siguiente imagen que quedó grabada en su memoria fue a Rucci, que yacía tirado en la vereda, muerto. De nada sirvió que estuviera rodeado de 13 guardaespaldas.
Perón almorzaba en la residencia de Gaspar Campos con el general Miguel Angel Iñíguez, jefe de la Policía Federal, cuando se enteró. Dicen que fue un duro golpe para él y no quiso salir a hacer declaraciones a los periodistas.  Rucci fue velado en la CGT. En la mañana del 26, el presidente electo asistió acompañado por Isabel. “Esos balazos fueron para mí, me cortaron las patas”, y sintetizó el vínculo que lo unía con el dirigente muerto: “Me mataron a un hijo”.  
¿Quién fue?
Hubo una marcada intención del justicialismo en vincular al Ejército Revolucionario del Pueblo como responsable del atentado, aunque sonaba extraño ya que esa organización terrorista no tomaba como blanco a los sindicalistas. Igualmente, el jefe de la policía anunció que “el ERP se atribuía la responsabilidad del crimen”, y que la noticia se había recibido telefónicamente en una comisaría.  La versión se cayó cuando el diario El Mundo y el noticiero de Canal 9 difundieron un comunicado del ERP desvinculándose del hecho. Ambos medios fueron castigados "por divulgar parcialmente un comunicado de la organización declarada ilícita por el decreto 1474/73 (firmado el día anterior del asesinato). El gobierno, a cargo de Raúl Lastiri -yerno de José López Rega- mandó clausurar a El Mundo y suspendió por 48 horas las emisiones del canal.
Cuando los representantes de la juventud no fueron al velatorio -a pesar del pedido expreso de Perón- enseguida se entendió quiénes habían sido los autores. Montoneros asumiría la responsabilidad, hasta le había puesto nombre a la acción criminal “Operación Traviata”, en referencia a la reconocidísima publicidad de la galletita, “la de los 23 agujeritos”.   El 26, a las 2 de la tarde, mientras el cortejo fúnebre con los restos de Rucci estaba a la altura del Congreso- sonó el portero eléctrico en el departamento de Blanco Encalada 3422 donde vivía el militante de Tendencia Revolucionaria Enrique Grynberg, 34 años, dos hijos. Cuando abrió la puerta, acompañado de un chico de 5 años, cuatro jóvenes le dispararon a quemarropa siete disparos de calibre 22 que terminaron con su vida. Los atacantes se llevaron al chico y escaparon en un Rambler azul. Cuando se dieron cuenta que la criatura no era hijo de la víctima, lo soltaron. Grynberg era dirigente del Ateneo Evita de la Juventud Peronista y miembro del Consejo de la Juventud Peronista en zona norte.  Muchos leyeron esta muerte como el inicio de la venganza por lo de Rucci.  Agosto continuó un tiempo más en la agencia de publicidad y después se desempeñó en el área del menor y la familia, en el ministerio de Bienestar Social. Con el golpe del 24 de marzo de 1976 se exilió en España y meses después, cuando tuvo la seguridad de que no era buscado, volvió en secreto al país.  Aún se lamenta de que su jefe no hubiera seguido su consejo.  Rucci es otro de los muertos de un país donde, bajo lemas como “la liberación o dependencia” o “Perón o muerte” una generación murió y mató sin sentido.
Fuentes: Osvaldo Agosto; Revista Redacción; La voluntad, de Eduardo Anguita y Martín Caparrós; 1973, el regreso del general, de Julio Bárbaro

fuente infobae

Bartolomé Hidalgo, el Patriarca de la gauchesca

Por Adrián Martínez

En el Oeste está el agite En los albores del siglo XIX, los vecinos del caserío de lo que actualmente es Loma Verde en el partido de Morón, Provincia de Buenos Aires, cruzaban por sus calles fangosas a una extraña figura ataviada con un gastado traje oscuro, vendiendo su propia producción de cuadernos de cielitos y diálogos patrióticos. Lo que no habrían de imaginar, es que este hombre barbado, de rostro enjuto y recio, ojos profundos y prominentes y melena aplastada por el chambergo, quedaría en la historia como el padre del género gauchesco en el Río de la Plata. Había llegado a esas lomadas del oeste de Buenos Aires, buscando algo de alivio para sus pulmones obturados por la tuberculosis. Sin embargo, a pesar de esta grave afección, hizo su mejor producción literaria a este lado del Río de la Plata, en los últimos años de su existencia. A propósito del cielito como género musical Dice el profesor Gabriel Bujan: "El cielito además de ser una composición poética, es música, es una danza, un baile tradicional que se bailaba en grupos de parejas. No sabemos cómo sonaban los cielitos que componía Bartolomé Hidalgo, porque nadie escribió una partitura, pero hoy se sabe que tiene tres tiempos del que se puede llegar a hacer una adaptación lo más cercana posible".
La garra charrúa Había nacido en Montevideo en 1788, cuando todavía esa ciudad formaba parte del Virreinato del Río de la Plata. Su educación inicial pudo efectuarse en razón de que los jesuitas se ocupaban de los niños de escasos o nulos recursos materiales. Perdió a su padre tempranamente, por lo que quedó a cargo de su madre y sus hermanas. Para esto tuvo que aprender múltiples oficios: fue barbero, empleado de comercio en la tienda de los Artigas y perito contable, entre otros.
En su juventud, sufrió los mismos designios que los de sus compatriotas orientales tras las Invasiones Inglesas y la Revolución de Mayo, entre ellos la irrupción del General Lecor, militar y administrador colonial portugués, lo que le sirvió para forjar su espíritu patriótico. Hidalgo fue parte de las formaciones de la Banda Oriental, que resistieron heroicamente el embate británico en El Cardal; participó de la asonada contra el ejército Imperial en la rebelión del arroyo Asencio de 1811. Después del armisticio firmado por el gobierno argentino de Buenos Aires con el Virrey de Elío, tuvo una destacada actuación en el Éxodo Oriental (la "redota") liderado por José G. de Artigas, en el cual con más de diez mil compatriotas, cruzaron el Río Uruguay hacia la actual ciudad de Concordia en Entre Ríos. […] Orientales, la Patria peligra; reunidos al Salto volad. Libertad entonad en la marcha Y al regreso decid libertad.[…] Ejerció cargos oficiales como Administrador de Correos y Secretario del Cabildo; fue Ministro Interino de Hacienda y Director de la Casa de Comedias en 1816. 
Iniciadas las campañas libertadoras en el sur de América, resultó un entusiasta narrador de las hazañas de los ejércitos sanmartinianos de Chile y del Perú: 
Cielito patriótico - que compuso un gaucho para cantar la acción de Maipú - [... ] Cielo, cielito que sí, cielito de Chacabuco, si Marcó perdió el envite Osorio no ganó el truco. En el paraje mentado que llaman Cancha Rayada, el general San Martín. llegó con la grande armada. De noche avanzaron ellos y allá tuvieron sus tratos; compraron barato, es cierto, ¡qué malo es comprar barato! Se reúnen los dispersos y marchan las divisiones, y ya andaban los paisanos con muy malas intenciones. Al fin el cinco de abril se vieron las dos armadas en el arroyo Maipú, que hace como una quebrada. Cielito, cielo que no, cielito digo que sí, párese mi Don Osorio que allá va ya San Martín. Quedó el campo enteramente por nuestros americanos, y Chile libre quedó para siempre de tiranos [...] 
Borges, siempre Borges Jorge L. Borges se refirió a sus aportes al género de la gauchesca, en su conferencia de 1945 en el Paraninfo de la Universidad de Montevideo: [...] el iniciador, el Adán, es Bartolomé Hidalgo, montevideano. Sus diálogos, ahora, lindan con el olvido y con la injusticia; su paradójica gloria radica en esa dilatada y diversa superación filial: Hidalgo sobrevive en los otros, Hidalgo es, de algún modo, los otros; Bartolomé Hidalgo, empero, descubrió la entonación del gaucho; y eso es mucho [...]. 
Diálogo patriótico interesante entre Jacinto Chano, capataz de una estancia en las Islas del Tordillo, y el gaucho de la Guardia del Monte Dice A. J. Pérez: [...] En este poema Hidalgo, que vivía en Buenos Aires desde hacía tres años, expresa su disconformidad con el gobierno porteño. En esos momentos gobernaba Martín Rodríguez, y Bernardino Rivadavia era su ministro de Gobierno. Tanto Rodríguez como Rivadavia eran poco populares en las provincias del interior [...] [...] En diez años que llevamos de nuestra revolución por sacudir las cadenas de Fernando el baladrón ¿qué ventaja hemos sacado? Las diré con su perdón. Robarnos unos a otros, aumentar la desunión, querer todos gobernar, y de facción en facción andar sin saber que andamos: resultando en conclusión que hasta el nombre de paisano parece de mal sabor, y en su lugar yo no veo sino un eterno rencor y una tropilla de pobres, que metida en un rincón canta al son de su miseria; ¡no es la miseria mal son! [...] La incursión en la narrativa: 
Sentimientos de un patriota y Relación que hace el gaucho Ramón Contreras a Jacinto Chano de todo lo que vio en las fiestas mayas de Buenos Aires del año 1822 [... ] ¡Ah fiestas lindas, amigo! No he visto en los otros años Funciones más mandadoras, Y mire que no lo engaño. El 24 a la noche Como es costumbre empezaron. Yo vi unas grandes columnas En coronas rematando Y ramos llenos de flores Puestos a modo de lazos. Las luces como aguacero Colgadas entre los arcos, El cabildo, la pirami La recoba y otros lados, Y luego la versería ¡Ah cosa linda! un paisano Me los estuvo leyendo Pero ¡ah poeta cristiano, Qué décimas y qué trobos![...] Con su pretendida rehabilitación, Hidalgo aparecería como un abanderado en la lucha contra el borbón Fernando VII. Le dedicó todo tipo de chanzas y sátiras en rechazo al Manifiesto de 1820, bajándole el precio al monarca como hizo en: 
"Un Gaucho en la Guardia del Monte": [...] El otro día un amigo, hombre de letras por cierto, del rey Fernando a nosotros me leyó un gran Manifiesto. Dice en él que es nuestro padre y que lo reconozcamos, que nos mantendrá en su gracia siempre que nos sometamos. Cielito, cielo que sí, este Rey es medio zonzo y en lugar de D. Fernando debiera llamarse Alonso. Después que por todas partes lo sacamos apagando, ahora el Rey con mucho modo de humilde la viene echando Cielo, los Reyes de España ¡la p... que eran traviesos) Nos cristianaban al grito y nos robaban los pesos [...] 
El Facundo y una sociología de la fusión de géneros. El Cantor. [...] la guitarra es el instrumento popular de los españoles, y que es común en América. En Buenos Aires, sobre todo, está todavía muy vivo el tipo popular español, el majo. Descúbresele en el compadrito de la ciudad y en el gaucho de la campaña. El jaleo español vive en el cielito los dedos sirven de castañuelas.[…] […] El cantor no tiene residencia fija: su morada está donde la noche lo sorprende; su fortuna, en sus versos y en su voz. Dondequiera que el cielito enreda sus parejas sin tasa, dondequiera que se apura una copa de vino, el cantor tiene su lugar preferente, su parte escogida en el festín […] 
Algunas consideraciones sobre el autor y los años de lucha independentista: Al pueblo fogueado en el proceso iniciado en mayo de 1810, le estaba faltando el eco de una voz surgida de su mismo seno que formulara los avances y retrocesos de aquella Revolución que empezaba. Y sucedió que la encontró en la pluma de don Bartolomé Hidalgo, que con su poesía hizo las veces de cronista de masas en la consolidación de los cimientos de la Patria en formación. Difundió en su propio lenguaje lo que “el pueblo necesitaba saber” con sus cantos de la Patria recién nacida y sus denuncias a una dirigencia que jugaba a enquistarse en los despojos del régimen depuesto. Esa simbiosis surgida en ambas orillas del Río de la Plata, le dio entidad al gauchaje en la confirmación de una identidad de sujeto político emergente, forjado al calor de las luchas por la independencia. Así, la voz que no tenía cabida en los doctos salones literarios, podía acceder a su propio inventario en medio de los sacrificios y escaseces que suponían la construcción de una Patria soberana. 
A modo de homenaje poético A Bartolomé Hidalgo (Fragmento) Por Ruben Sada [... ] Sigue cantando, poeta, en las márgenes del Plata, que al final, de eso se trata, de llegar bien a la meta. Desde tu guitarra inquieta sube un canto libertario, valiente gaucho templario cántale a tu gesta onírica y que el sable de tu lírica derrote a todo adversario [...] 
Fuentes consultadas: 1) Los poetas gauchescos del siglo XIX. Conferencia de Jorge L. Borges. Montevideo. 1945 2) Cielitos y diálogos patrióticos Bartolomé Hidalgo. Capítulo Biblioteca Argentina Fundamental 3) Un gaucho en la Guardia del Monte 4) Cielitos de Castelar. Documental Biblioteca Popular 9 de Julio. 5) Facundo. Civilización y Barbarie. Domingo F. Sarmiento. 6) Blog de Rubén Sada 2.020 7) Bartolomé Hidalgo y la Patria. Alberto J. Perez 2021

JUAN PERÓN Y LEANDRO ALEM, VISIONES SOBRE LA CORRUPCIÓN POLÍTICA EN ARGENTINA

Por Luis Gotte

La corrupción política es un fenómeno que afecta a la calidad de la democracia, a las instituciones y al bienestar de la comunidad nacional. Es un fenómeno político y social, que no puede ser ignorado o naturalizado, sino que debe ser debatido y cuestionado desde una perspectiva política y ética, que promueva la participación y la responsabilidad de los votantes para lidiar contra este flagelo.
En Argentina, ha sido un tema recurrente a lo largo de su historia, y ha generado diversas reacciones y respuestas por parte de las diferentes administraciones políticas, como de las distintas organizaciones sociales. Ahora, cuáles fueron las visiones de los dos líderes políticos que tuvieron una influencia decisiva en la vida política nacional: Leandro Alem y Juan Perón. Ambos enfrentaron el problema de la corrupción desde perspectivas y contextos diferentes, y cómo sus acciones y discursos tuvieron consecuencias e implicancias para la vida política argentina. Tanto el fundador del radicalismo como del peronismo entendieron la gravedad de estos comportamientos y los combatieron: Alem, desde una postura ética y republicana, y Perón, desde su perspectiva de Comunidad Organizada.
Leandro Alem, fundador del primer movimiento de masas y de la Unión Cívica Radical, una doctrina política que se opondrá al régimen liberal, oligárquico y fraudulento, impulsando la ampliación de los derechos políticos. Fue un argentino honesto y austero, que denunció los negociados y las coimas que caracterizaron al gobierno de Juárez Celman, y que participó en varias revoluciones armadas para desterrar las prácticas políticas de una democracia autoritaria. Fue un defensor de la soberanía nacional, oponiéndose a la injerencia de las potencias extranjeras en los asuntos internos de Argentina. Un gran orador, elocuente y de convicciones firmes, que movilizó a las masas urbanas en torno a su proyecto político, americanista, federal y municipalista. Un político idealista que se suicida en 1896, desilusionado por la traición de algunos de sus compañeros de partido, que pactaron con el régimen, abandonando sus principios, convirtiendo al radicalismo en un partido moderado que ya no cuestionará las bases del régimen político sino los mecanismos de incorporación al mismo.
La visión de Alem sobre la corrupción se basaba en una concepción ética y republicana de la política, que valoraba la honestidad, la transparencia, la participación y la representación, considerándola como el principal obstáculo para el progreso y la justicia social, y que debía ser erradicada mediante la reforma institucional y la movilización popular. Alem criticaba la corrupción como una forma de degeneración moral y de traición a la patria, y la atribuía a la ambición y al egoísmo de las oligarquías entronizadas en el poder después de la batalla de Pavón (1861). Alem proponía la corrupción política como una forma de lucha política y de regeneración cívica, y la asume como un compromiso y un sacrificio personal. Contra ella se debe ser intransigente, “que se rompa, pero que no se doble”.
Leandro Alem, quiso hacer de la política una actividad decente y creyó honradamente en que era posible pensar un país más justo y libre, “fue derrotado, y seguramente esperaba esa derrota. Sin embargo, en ningún momento consideró que todo lo que hacía era en vano. Resistió a su destino hasta donde pudo y cuando comprendió que estaba al límite de sus fuerzas saludó a sus amigos y sin decir una palabra, sobrio y discreto como el caballero que siempre fue, subió a un coche tirado por caballos y marchó en silencio a la muerte”, dirá el historiador entrerriano Rogelio Alaniz.
El Gral. Juan Perón, produce el segundo movimiento de masas con su propia herramienta política, el Partido Justicialista. Desde su perspectiva, la corrupción política es un fenómeno que se produce cuando se rompe el equilibrio entre los intereses individuales y los intereses de la comunidad, y cuando se desvirtúa el sentido de la función pública. Perón afirma que la corrupción es el resultado de la falta de una doctrina y de una organización que orienten y regulen la acción política, y que la única forma de combatirla es mediante la participación y la movilización de la comunidad, que debe asumir el rol de sujeto y no de objeto de la política.
Se propone que la comunidad se organice en base a tres elementos fundamentales: la doctrina, la conducción y la organización. La doctrina es el conjunto de principios, valores y fines que guían la acción política, y que se resumen en la consigna de “libertad, independencia y justicia social”. La conducción es el ejercicio de la autoridad y la dirección política, donde debe darse la Unidad de Concepción para la Unidad de Acción. La organización es el mecanismo que permite la coordinación y la articulación de los distintos sectores y actores de la comunidad, y que debe ser flexible, dinámica y eficiente.
Según Perón, la Comunidad Organizada es la forma más alta y perfecta de la democracia, ya que implica la participación activa y consciente de la comunidad en la definición y la realización de su destino, y la armonización de los intereses individuales y colectivos, sin exclusiones ni privilegios. Ella es la expresión de la “tercera posición”, equidistante tanto del liberalismo como del progresismo, y representa el modelo civilizatorio que debe seguir Argentina y la Patria Grande.
En resumen, la corrupción política en nuestra comunidad nacional es un problema que presenta un desafío para nuestra democracia. Como hemos evidenciado, este fenómeno ha generado desconfianza y debilitado nuestras instituciones, en particular al sistema de representación política, llevándonos a un escenario donde se piensa en mesianismos.
Es necesario impulsar medidas concretas para combatir la corrupción política en Argentina, promoviendo la transparencia en la gestión pública y fomentando la participación de las organizaciones intermedias. Asimismo, es fundamental abordar las causas estructurales de la corrupción, controlando las conductas y comportamientos de nuestros representantes.
Debemos actuar con determinación y compromiso para erradicar la corrupción política, fortaleciendo así nuestra democracia y construyendo un país más justo y transparente para todos los argentinos.
“Hay un precepto constitucional que dice que las acciones privadas de los hombres quedan solo reservadas al juicio de Dios. Esto vale para todos, menos para algunos, o menos para alguien…Los que tenemos vida pública, no tenemos derecho a tener vida privada. Esto es doloroso, pero así tiene que ser. Nosotros tenemos que tener la suficiente transparencia para que la gente que nos acompaña, con su voto, con su apoyo, sepa qué somos, cómo somos, no solo en la vida pública, sino también en la relativa intimidad de nuestra vida privada…El hombre público no solo debe ser honesto, sino también parecerlo. La vida pública es una vida muy sacrificada, y el que no esté dispuesto a asumir estos sacrificios, que no se dedique a la cosa pública, que se quede en la esfera privada…el hombre público, y lo sé por experiencia, si no sabe afrontar el juicio de sus pares y de sus compatriotas, también poniendo de relieve cuál es su vida privada, mejor que no dedique a la política”, Antonio Cafiero.

Luis Gotte

Schliemann, el alemán que hace 150 años descubrió Troya

Desde su infancia, el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann estaba obsesionado con el mito de la antigua Troya. Hace 150 años comenzaron las excavaciones de la ciudad que, hoy día, sigue fascinando a muchas personas.
Una armada griega navegó hacia el este para liberar a Helena, la mujer más hermosa del mundo, que había sido secuestrada y llevada a Troya. Tras diez años de sitio, la ciudad pudo ser conquistada con ayuda de un truco: los guerreros griegos se escondieron en el interior de un enorme caballo de madera, que los habitantes de Troya introdujeron en su ciudad, ignorando el contenido en el cuerpo del animal. Esto fue el principio de su fin.  La Ilíada, la obra literaria en la que el poeta griego Homero cuenta esta historia de la Antigüedad, ha fascinado a generaciones, manteniendo vivo el mito de la ciudad perdida: "A pesar de su ubicación geográfica en Asia Menor, Troya marca el principio de la historia europea", dice Ernst Baltrusch, historiador de la Universidad Libre de Berlín, 
El relato de Troya también fascinó a Heinrich Schliemann. A sus siete años de edad, se interesó sobre todo por una imagen de la ciudad en llamas que encontró en un libro de historia universal para niños. En aquel entonces, no podía imaginarse que la muralla ya no pudiera existir. Fue así como decidió excavar Troya. Durante más de 40 años no desistió de su plan, hasta que, finalmente, comenzó a excavar la antigua ciudad el 9 de abril de 1870.
Heinrich Schliemann vivió de 1822 a 1890.Imagen: picture-alliance/Bildagentur-online/Sunny Celeste
Hombre de negocios, buscador de oro y arqueólogo Schliemann, hijo de un cura protestante, creció en el este de Alemania, junto con ocho hermanos. Tras una formación comercial, el destino lo llevó a Ámsterdam, donde empezó a trabajar en una oficina de comercio. Gracias a su talento para aprender idiomas, en tan solo un año aprendió a hablar holandés, español, italiano, portugués y, más tarde, también ruso. Haciendo hábil uso de sus conocimientos en idiomas, Schliemann se mudó a Rusia donde generó una fortuna en el negocio de materias primas para fabricar municiones. En París, estudió latín y griego antiguo. En 1868, un viaje de estudios lo llevó a Ítaca, donde llevó a cabo excavaciones en busca del Palacio de Ulises. De ahí viajó al mar de Mármara.
En busca de Troya con la Ilíada en manos Schliemann fue un soñador porque viajó por Turquía en búsqueda de Troya, basándose para ello en la Ilíada de Homero. Pero también fue un genio, puesto que, a finales del siglo XIX, inventó métodos de investigación que se siguen usando hoy día.
No obstante, sigue siendo una figura controvertida, muchos lo ven como un aventurero y no como un arqueólogo. Después de todo, no le importaba agregar a sus apuntes historias inventadas. "Hoy día, cualquier arqueólogo advertiría de tomar a Schliemann como ejemplo, puesto que no siguió los estándares arqueológicos de su tiempo", opina el historiador Ernst Baltrusch.
Además, muchos investigadores, como su principal competidor, Ernst Curtius, criticaron que en sus excavaciones destruyera importantes huellas de asentamientos. En Inglaterra, en cambio, fue celebrado como el heroico descubridor de la mítica Troya.
El sitio arqueológico de Troya en la colina Hisarlik es uno de los aproximadamente 30,000 sitios arqueológicos en Turquía.
Guerra troyana: ¿mito o realidad?
Hasta hoy, no se ha podido comprobar la veracidad de la guerra troyana, como la describe Homero. Baltrusch cuenta que Schliemann interpretó la Ilíada al pie de la letra y aprendió griego antiguo para buscar Troya guiándose por el libro. Nunca dudó de la existencia de la guerra troyana.  En 1872, el arqueólogo alemán, de 49 años, descubrió bajo un cerro en la región de Troas, en el actual noroeste de Turquía, los presuntos restos de Troya. Estaba convencido de haber encontrado la muralla de la antigua ciudad.   Uno de sus hallazgos más importantes, en 1873, fue el llamado "Tesoro de Príamo". Tras sacarlo ilegalmente del país, Schliemann se lo regaló a los alemanes. Sin embargo, en el caos de la Segunda Guerra Mundial, el tesoro cayó en manos de los rusos, y, hoy día, se expone en el Museo Puschkin en Moscú.
Lamentablemente Schliemann se equivocó, puesto que el supuesto "Tesoro de Príamo" pertenece, en realidad, a una civilización desconocida, cerca de 1.250 años más antigua que Troya.
Pese a sus estimaciones falsas, Heinrich Schliemann, que murió el 26 de diciembre de 1890 en Nápoles, sigue siendo venerado en todo el mundo. "Independientemente de sus métodos arqueológicos, Schlieman siempre será relacionado con el nombre de Troya", dice el historiador Ernst Baltrusch. "Por sus trabajos en Troya, es seguramente uno de los arqueólogos más conocidos". (vt/few)

Micenas....polis griega en Asia Menor

En la época de la guerra de Troya ciudades griegas como Argos, Pilos y Micenas traficaban por todo el Mediterráneo y se relacionaban en pie de igualdad con los grandes soberanos del próximo oriente.  Puerta de los Leones. La entrada monumental a la fortaleza de Micenas fue erigida hacia 1250 a.C., y debe su nombre al relieve de leones rampantes, de tres metros de alto.  Las murallas de Micenas encerraban, para los griegos de la Antigüedad, el violento destino de sangre del señor de guerreros Agamenón. Según la leyenda, transmitida primero por Homero y luego por los poetas trágicos, el rey que había enviado mil naves por mar contra la poderosa ciudad de Troya había perecido a su vuelta a Micenas víctima de una conspiración urdida por su primo y su propia esposa, convertidos en amantes.    Agamenón es el representante mítico de una generación de señores de la guerra que en torno a 1500 a.C., en el cénit de la Edad del Bronce, desplegaron su dominio sobre las llanuras situadas a los pies de sus fortalezas y en los confines del Mediterráneo.  Los griegos de la Antigüedad no dudaban de que Micenas era la fortaleza de Agamenón y cuyos destinos estuvieron marcados por la tragedia. En fechas tan tardías como el siglo II a.C., el infatigable viajero Pausanias creyó localizar en las ruinas de Micenas las tumbas de todos los protagonistas del drama: Atreo, su hijo Agamenón, Clitemnestra, Egisto... Siglos después, los arqueólogos encontraron en las líneas de Pausanias la excusa para emprender en Micenas las excavaciones que devolvieran a los viejos guerreros homéricos al terreno de la historia. Sin embargo, su esfuerzo fue en vano. Sería un arqueólogo amateur, Enrique Schliemann, quien en 1876 inició sus excavaciones en el interior de los muros de la ciudad fortificada (no en el exterior, como habían hecho sus predecesores) y allí, junto a la puerta de los Leones, el monumento más antiguo de Europa, halló unas tumbas con los restos de diecinueve adultos y dos niños, junto con toda suerte de armas de bronce, joyas de oro, vasijas y tres soberbias máscaras mortuorias de oro, pertenecientes, sin duda, a quienes cerca de tres mil años atrás habían manejado las riendas de Micenas.    Schliemann estaba convencido, según anunció triunfalmente, de que había descubierto el tesoro de los míticos Atridas. Pero se equivocaba: las fechas de las tumbas eran anteriores en tres siglos a la época en la que los antiguos griegos databan la guerra de Troya. En realidad, lo que Schliemann había descubierto bajo una de aquellas máscaras era una civilización entera de la Edad del Bronce que, desde mediados del segundo milenio hasta poco antes de su final, allá por el siglo XII a.C., se había adueñado del Mediterráneo oriental desde sus poderosos centros de poder situados en territorio griego.   En efecto, en torno a 1500 a.C., en el Peloponeso y otras áreas de Grecia continental se produjo un aumento de la población, así como una expansión hacia el exterior y un crecimiento general de la economía. Ello fortaleció el poder económico y político de los caudillos griegos de la Edad del Bronce radicados en la zona, que pasaron de ser meros conductores de tropas a formar una élite de reyes guerreros que al morir se hacían enterrar con sus codiciadas armas y tesoros. Es más que probable que donde primero se hicieron sentir estos cambios fuera en Micenas, un centro de poder situado en la encrucijada de una ruta que unía el Egeo con el golfo de Corinto.  Electra y Orestes, hijos de Agamenón, rey de Micenas. Relieve del siglo V a.C. Museo Kanellopoulos, Atenas.  Pero Micenas no fue la única: en Argos, Atenas o Tebas se constituyeron igualmente comunidades independientes que gravitaban en torno a ciudadelas fortificadas gobernadas por un rey. Los palacios de todas estas ciudades ejercían su poder sobre un amplio territorio circundante, como parecen apuntar las grandes distancias existentes entre ellos. Aunque, en términos generales, las relaciones entre las distintas fortalezas debieron ser estables, es obvio que las murallas ciclópeas que las defendían –construidas por los Cíclopes, los gigantes que forjaron el rayo de Zeus– presuponen la existencia de hostilidades entre los diversos centros de poder. En este sentido puede recordarse el mito griego que refiere el asedio de la famosa ciudad de Tebas por parte de siete guerreros venidos de Argos, el corazón del mundo micénico. istoria, bien conocida a partir de la tragedia de Esquilo titulada Los siete contra Tebas, narra cómo los hermanos Eteocles y Polinices, maldecidos por su padre Edipo, decidieron alternarse en el trono de Tebas para conjurar la maldición de su progenitor.  Volviendo a las tumbas que descubrió Schliemann, es especialmente interesante observar que los objetos que allí se encontraron habían sido fabricados por artesanos cretenses. En torno a 1500 a.C., la isla de Creta era la sede de una civilización  que aventajaba notablemente a la que estaba cobrando forma en el continente, y que se había erigido en dueña del Mediterráneo gracias al poder de su flota. En Grecia, las dinastías gobernantes de Pilos, Tirinto, Argos o Micenas fijaban su mirada en su refinado estilo de vida y reclamaban los servicios de los artistas isleños. Sin embargo, un inquietante dato en el que coinciden los estudiosos apunta a que los tesoros de las tumbas micénicas no eran el fruto de un cordial intercambio entre potencias vecinas, sino el botín procedente de incursiones llevadas a cabo en suelo cretense, si es que no habían sido fabricados en suelo griego por artesanos conducidos hasta allí como prisioneros.

Los tesoros de Creta. Piezas como esta cabeza de toro con cuernos y roseta de oro, hallada en una tumba de Micenas, dan fe de la relación entre Creta y Micenas en el siglo XVI a.C.
Los micénicos debieron de aprovechar también la catástrofe que supuso para Creta la explosión del volcán de Tera en torno a 1500 a.C. El maremoto o tsunami consiguiente provocó la destrucción de la flota minoica y el colapso de sus centros de poder, incluidos los magníficos puertos de Festos y Cnosos, dejando al alcance de los príncipes micénicos un botín demasiado apetecible como para dejarlo escapar. Fue entonces cuando los señores de la guerra micénicos, guiados por su empuje guerrero, y aprovechando el profundo conocimiento que tenían de Creta y sus defensas, conquistaron la isla y colocaron al frente de los palacios a sus propios gobernantes.  La conquista de Creta consolidó la cada vez más intensa presencia de las ciudades micénicas en el Mediterráneo oriental, donde sus comerciantes desarrollaban una intensa actividad mercantil. A finales del siglo XV a.C., los micénicos controlaban la ruta marina del metal, desde Oriente hasta Occidente. Al mismo tiempo, desde sus fortalezas enviaban al exterior productos agrícolas y manufacturas, y recibían las materias primas necesarias para el trabajo de los metales, así como marfil, especias y ámbar, obtenidas a menudo a través de varias colonias que los micénicos fundaron en lugares estratégicos. A esta actividad comercial se añadían expediciones guerreras, con un objetivo más crudo: la rapiña, fuente inagotable de riqueza para los belicosos príncipes micénicos.  La huella del comercio micénico está presente en todo el Próximo Oriente y a lo largo del Mediterráneo, incluso más allá de las zonas frecuentadas por los expertos marinos cretenses. Su paso por Sicilia y la Italia meridional está bien atestiguado gracias a los hallazgos de cerámica micénica. Por su parte, Cerdeña tuvo especial importancia debido a sus minas de cobre, material que les llevó a las costas de la península Ibérica; allí, en los yacimientos de Cuesta del Negro (Córdoba) y El Oficio (Almería) se han localizado cuentas de pasta de vidrio, piezas de fayenza y puntas de jabalina de factura claramente micénica. Los micénicos llegaron incluso a trabar un contacto fluido con Europa septentrional y central (principalmente Cornualles y tal vez Bohemia), con el fin de obtener estaño, producto vital para la fabricación del bronce.
Por otra parte, se ha demostrado la existencia de colonias micénicas estables en varias islas del Egeo, así como un contacto permanente con enclaves de Egipto (como un yacimiento vecino a El Fayum), Siria, Levante y Anatolia. A este respecto, nuestros conocimientos relativos al tráfico comercial se basan fundamentalmente en los tres pecios de la Edad del Bronce localizados en el cabo Gelidonia, Uluburun e Iria, en las costas de Turquía. Si bien ninguno de ellos tiene visos de ser una nave micénica, no cabe duda de que los tres estaban implicados en el comercio con el mundo micénico.
Caza del jabalí en un fresco procedente del palacio micénico de Tirino, Museo Arqueológico de Atenas.
de todos ellos el pecio que ha aportado una información más reveladora es el de Uluburun, donde el grueso del cargamento que se ha preservado consistía fundamentalmente en materias primas, en particular metales (unos trescientos lingotes de cobre de 25 kilos cada uno), pero también vidrio, maderas y resinas. Entre los artículos de lujo destacan unos lingotes de vidrio de azul obsidiana que, procedentes de Egipto, tenían como destino los talleres micénicos; o las cargas de marfil de elefante e hipopótamo, material empleado en la fabricación de cascos. Las ánforas contenían, asimismo, productos muy apreciados en los intercambios entre principados y ciudades-estado de Siria y Egipto, como piñones de aceituna, semillas de vid, coriandro y granada, y olorosa resina de terebinto.  Pero los contactos de las ciudades micénicas no eran sólo comerciales, sino también políticos. Los grandes puertos orientales de Egipto y el Levante, como la deslumbrante Ugarit (en Siria), recibieron las embajadas de los príncipes –a la vez guerreros y comerciantes– de Micenas.  En los archivos encontrados en las ruinas de Hattusa, la antigua capital hitita, se hace constante referencia a un poder militar llamado Ahhiyawa, término que se puede poner fácilmente en relación con los akhaioi o «aqueos», que es el nombre con que Homero denominaba a los griegos micénicos que atacaron Troya. Existen misivas en las que el tabarna (rey) de los hititas saluda a su «hermano» el rey de Ahhiyawa, lo que en el lenguaje diplomático de la época equivalía a reconocerlo como a un igual con el que se intercambiaban regalos para estrechar lazos de amistad. Y no era, desde luego, algo insólito que los griegos enviaran a sus hijos al país de Hatti para recibir adiestramiento en el manejo del carro de combate, elemento que los príncipes micénicos usaron para aumentar su prestigio personal como atestigua un famoso fresco hallado en Pilos o los versos de homero, que llama a Néstor –precisamente el soberano de Pilos– «señor de carros de guerra».
Los reyes de Micenas se enterraron siempre con sus tesoros y posesiones más queridas.
De forma sorprendente, a finales del siglo XII a.C., las poderosas ciudades-fortaleza micénicas quedaron reducidas a cenizas y escombros. Aunque los estudiosos aún no han sido capaces de determinar cómo ocurrió, se ha recurrido normalmente al comodín de la «invasión doria» para explicar el derrumbe de esta espléndida civilización de la Edad del Bronce. Pero aunque nunca lleguemos a saber con certeza las causas de un final tan demoledor y rotundo, lo que sí podemos asegurar es que la fama y el prestigio de sus príncipes traspasaron la marea de los siglos, y cuando los poetas griegos echaron su vista atrás contemplaron a los viejos guerreros micénicos combatiendo junto a los dioses.
bibliografia
histiria national geografick

sábado, 29 de julio de 2023

"Acción de Perdriel" Dr. Julio R. Otaño en "Sueño de Patriotas"

 Invitado nuevamente al programa histórico-cultural conducido por el "Tamborcito de Tacuarí" y Mari, su mamá.  Un honor como siempre.




El asesinato de Urquiza: un disparo en el rostro, rematado a cuchilladas en brazos de su esposa y la venganza 20 años después

Por Adrián Pignatelli

Hace 151 años, una partida de 50 hombres lo mató en el Palacio San José. Por tres décadas fue uno de los hombres fuertes de la política argentina. Sus adversarios y viejos aliados acumularon odios y recelos que hicieron eclosión el 11 de abril de 1870  Justo José de Urquiza fue el hombre fuerte del litoral y figura de referencia en la política nacional.  Fue una trágica historia que para muchos tuvo un final casi veinte años después. El 22 de junio de 1889 en Esmeralda al 500, en la ciudad de Buenos Aires, un hombre recibió dos disparos en la cabeza. Los transeúntes lo llevaron aún moribundo a la botica de José Memmier, en la esquina de la calle Tucumán, mientras el agresor era detenido a escasas cuadras. El muerto era Ricardo Ramón López Jordán, el autor intelectual del alzamiento contra Justo José de Urquiza. A dos meses por cumplir 67 años y luego de diez de exilio en Uruguay había sido indultado por el presidente Miguel Juárez Celman, e intentaba recomponer su vida cerca de su esposa e hijos y pretendía ser reincorporado al Ejército y recuperar su jerarquía de general.  Esa mañana, antes del almuerzo, había ido a dar un paseo. A pesar de las amenazas de muerte que había recibido, se había negado a una custodia que le había ofrecido Alberto Capdevila, jefe de la policía. Moriría a manos de Aurelio Casas, de 27 años, quien dijo que así vengaba a su padre, mandado a degollar por su orden. Pero la historia de la venganza no convenció y todas las suposiciones remitieron a lo que había ocurrido 19 años atrás en el Palacio San José, en Entre Ríos, en el trágico atardecer del 11 de abril de 1870.  Ese lunes santo era coronado con una tarde apacible. Justo José de Urquiza, nacido en 1801, gobernador de Entre Ríos, le gustaba sentarse en la galería de su magnífico palacio cerca de donde sus hijas, Dolores, familiarmente llamada “Lola” de 17 y Justa de 15, tomaban lecciones de música en dos pianos a la vez. En otro ambiente, se percibían los juegos de Micaela, Flora y Teresa, otras de sus hijas. Conversaba con su administrador mientras otros empleados y funcionarios de su gobierno trabajaban en ambientes cercanos.   Urquiza se había transformado en el hombre fuerte de la provincia cuando el gobernador Pascual Echagüe había sido derrotado en Caaguazú en noviembre de 1841. Al mes siguiente, fue nombrado en su lugar. Derrotó a Rosas en Caseros y cuando en Pavón dejó el campo libre a Bartolomé Mitre, su prestigio para muchos dejó de ser tal. No lo entendieron cuando apoyó al gobierno en la guerra del Paraguay y los viejos federales se resintieron cuando no movió un dedo en favor de los levantamientos de los caudillos del interior.
El Palacio San José, tal cual se veía en la época en que vivía Urquiza. (Revista San José)  En las elecciones a gobernador de 1864 impuso a José María Domínguez quien venció a Ricardo López Jordán. Este era su amigo, colaborador y además estaban emparentados. Jordán había hecho toda su carrera política y militar a su lado; era visto como un soplo de aire fresco, pero en 1868 por respeto a quien había hecho toda su carrera política y militar bajaría su candidatura cuando Urquiza anunció la suya.  Fue en la estancia que López Jordán tenía en Arroyo Grande donde se armó el golpe. El plan consistía en sorprenderlo en su casa, tomarlo prisionero y luego de obligarlo a renunciar se le ofrecería la opción de retirarse a la vida privada o irse al extranjero. Pero no todos estuvieron de acuerdo: los hermanos Querencio y Robustiano Vera pretendían ir más allá. Jordán alertó: “Quiero que me cuiden a la familia de Urquiza”. 
El ataque estaría al mando del coronel Simón Luengo, apoyado por Robustiano Vera y por José María Mosqueira. También serían de la partida los capitanes Facundo Teco y Angel Alvarez; el teniente Agustín Minuet y otros como Pedro Aramburú y Juan Pirán. Posteriormente se sumarían Ambrosio Luna y Nicomedes Coronel, también conocido como Nico, que era mayordomo de San Pedro, una de las estancias del gobernador.
 Esa tarde su esposa Dolores Costa estaba en el dormitorio amamantando a Cándida. Tenía 36 años y se habían conocido con Justo José por 1851. Ella se fue a vivir a San José, tuvieron dos hijos y en octubre de 1855 decidieron regularizar su situación, celebrada en la capilla del palacio. Aún se comentaba sobre la visita del presidente Domingo Faustino Sarmiento, en un gran gesto de reconciliación de dos personalidades por años enfrentadas. El sanjuanino había llegado en un buque de guerra el 2 de febrero y Urquiza lo esperó en el muelle con diez mil hombres formados, muchos de ellos lucían los uniformes usados en Caseros. Al día siguiente, aniversario de la batalla que desalojó a Rosas del poder, siguieron las celebraciones.  López Jordán no toleró ese acercamiento y Dolores se preocupó por los rumores de que atentarían contra la vida de su marido.  Los atacantes se dividieron en grupos. Unos, al mando del mayor Vera, controlarían al puñado de infantes que ocupaban una barraca; otro, con el capitán Mosqueira al frente tomaría la puerta posterior del palacio y el restante, a cargo del capitán Luengo, ingresaría por el frente. Ese lunes 11 de abril a las 19 horas, el medio centenar de hombres estaba frente al Palacio San José, una construcción que Urquiza había comenzado a levantar en 1848 y que terminaría en 1860. Tenía 38 habitaciones, tres patios, dos grandes jardines, una capilla y hasta un lago artificial. Lo adelantado de la época lo marcaba su sistema de agua corriente y la iluminación generada con gas acetileno. Dicen que los propios lugareños la bautizaron como “palacio” aunque formalmente era la “Posta San José”.  Media hora después se desató el infierno. Los atacantes redujeron a Carlos Anderson, el jefe de la guardia e ingresaron según lo planeado. A los de la casa le habían llamado la atención el ruido de galopes, cada vez más intensos. La alarma cundió cuando se escucharon disparos y gritos. Las últimas luces del atardecer dificultaban distinguir qué era lo que sucedía.  Urquiza se incorporó rápidamente y comenzó a transitar por la galería y comprendió de qué se trataba. “¡Abajo el tirano! ¡Viva el general Ricardo López Jordán!” gritaban los intrusos. El gobernador entró en sus habitaciones y le pidió a su esposa un arma. La mujer le alcanzó un rifle y enseguida lo empezó a cargar. Afuera, en el patio, era todo disparos y más gritos. Dolores, una de sus hijas, ajena a la situación, entró al dormitorio porque Micaela, una de sus hermanas menores, la molestaba y no la dejaba tocar el piano.  Urquiza se asomó a la puerta y disparó. El proyectil le rozó el rostro a Alvarez. Los agresores respondieron el fuego y Urquiza fue impactado por una bala arriba de su labio superior. Lo hizo caer y arrastró a su esposa. El uruguayo Nicomedes Coronel, el primero en entrar, vio a Urquiza aún con vida. Ambas mujeres lo abrazaban. Su hija Dolores, con un espadín, quiso defenderlo. Pero Coronel lo apuñaló cuatro o cinco veces; la autopsia no fue concluyente.
 Su hijita Micaela, aterrorizada, se había escondido debajo del piano y pudo escabullirse cuando uno de los agresores la corrió con su sable. Los agresores quisieron violar a las mujeres pero el propio Luengo lo impidió. Luego, dueños de la situación, obligaron al mucamo que les sirviera comida a sus hombres y abandonaron el palacio.
Fotografía del cadáver de Urquiza, tomada cuando examinaron las heridas recibidas (Revista Caras y Caretas)  Al otro día, por la tarde, López Jordán se enteró del resultado de la operación, que tenía otra fase. Porque mientras asesinaban a Urquiza, habían hecho lo propio con dos de sus hijos en Concordia. Justo Carmelo fue muerto a puñaladas cuando percibió que lo atacaban y Waldino fue lanceado contra el paredón del cementerio. Eran amigos cercanos de López Jordán.  Este se hizo nombrar gobernador por la legislatura y el presidente Sarmiento lo acusó de sedición y envió fuerzas, lo que desencadenó un largo conflicto armado entre el gobierno central y Entre Ríos que terminaría en diciembre de 1876 cuando López Jordán fue capturado. El 12 de agosto de 1879 se fugó de la cárcel de Rosario y se asiló en Uruguay.  Durante el día 12, los restos de Urquiza fueron velados, durante horas de dolor y temor por posibles ataques, en la casa de Ana Urquiza y Benjamín Victorica en Concepción del Uruguay, y al día siguiente se los sepultó en el cementerio local. Por seguridad, su esposa se fue a vivir a Buenos Aires a una casa de dos plantas, en Lavalle al 1500. En San José, su viuda transformó la la habitación de la tragedia en un oratorio, con un altar dedicado a la Virgen del Carmen, del que su marido era devoto; las manchas de sangre que dejó al apoyarse en la puerta fueron conservadas. Hizo grabar una lápida de mármol: “En esta habitación fue asesinado por López Jordán mi malogrado esposo el Capitán General Justo José de Urquiza a la edad de 69 años el día 11 de abril de 1870 a las siete y media de la noche. Su amante esposa le dedica este pequeño recuerdo”.  Por temor a la revancha de los jordanistas, Dolores Costa llevó en secreto el féretro de su marido a una cripta en la Basílica de la Inmaculada Concepción. Recién el 6 de octubre de 1951 se lo halló detrás de un tabique, que simulaba una pared.  La viuda administró los bienes familiares y hasta fundó dos colonias, Caseros y San José. Por eso no extrañó que la esposa de Aurelio Casas, el que había matado a López Jordán en 1889, recibiese setenta mil pesos que recolectó entre familiares y amigos. Casas, condenado a cadena perpetua, fue indultado el 25 de mayo de 1919.  Dolores falleció el 8 de noviembre de 1896, manteniendo el recuerdo vivo de quien, en San José, el odio y la intolerancia habían matado en sus propios brazos: el amor de su vida.   

miércoles, 19 de julio de 2023

LA MUERTE DEL GENERAL JUAN LAVALLE

Por Sandro Olaza Pallero
El Dr. Ricardo Quirno Lavalle, descendiente del general Juan Galo de Lavalle, pronunció una conferencia sobre la muerte del prócer en el Instituto Popular de Conferencias, en el Salón del diario La Prensa, el 9 de octubre de 1981. En esa ocasión se opuso a la tesis del suicidio de su antepasado esgrimiendo varias razones, entre ellas que no había fuentes documentales o testimoniales que expresaran el suicidio del general:
“Durante 126 años se tuvo por verdad inconcusa, con arreglo a los documentos históricos disponibles, que el Gral. Lavalle había sido muerto por una bala federal, la cual habría atravesado por el ojo de la cerradura o perforado la puerta, cuando, súbitamente, en el año 1967, aparece un opúsculo titulado: “El cóndor ciego”, donde su autor, el Sr. José Maria Rosa, sostiene que el Gral. Lavalle se suicidó. Textualmente dice allí “que Lavalle se eliminó a sí mismo para cumplir su juramento de vencer o morir en la demanda, y no caer vivo en poder del enemigo”.
“La leyenda de su muerte accidental –sigue sosteniéndose en la obra precitada- la crearon sus amigos que se juramentaron en los Tapiales de Castañeda para guardar el secreto de la verdad de su muerte, y todos guardaron celosamente el juramento, y la apoyó con firmeza Juan Manuel de Rosas, amigo de su familia”. Como queda dicho se efectúa, por consiguiente, en “El cóndor ciego”, una triple aseveración: 1°) La de que Lavalle se suicidó; 2°) La de que sus amigos se juramentaron para ocultar la verdad del suicidio; 3°) La de que Juan Manuel de Rosas apoyó la versión de la muerte accidental, y encubrió la del suicidio, por amistad con la familia de Lavalle. No hay más, pues sino que analizar la triple sobredicha aseveración; y proyectamos verificarla a la luz de los preceptos pertenecientes a ciertas y determinadas ciencias que, a buen seguro, nos allanarán la ruta para esclarecer el enigma planteado. Para entrar en materia, conviene dejar registrados algunos hechos incluidos en la psicología que gravitan sustancialmente en este problema. Y a primera vista, el carácter peculiar del Gral. Lavalle, luchador, impulsivo, intrépido, temerario y romántico, rasgos que lo hacían sobremanera poco proclive a confesarse vencido, y a eludir, consecuentemente, la lucha eliminándose por propia mano. De esta suerte, viene a resultar asaz inconcebible la presunción del suicidio, cuando Lavalle era considerado, al unísono, hombre de morir peleando, como lo probó en múltiples batallas, pero señaladamente, en Famaillá, donde conduciendo personalmente a la caballería correntina al combate, expuso su vida una y mil veces. Súmese a esto otro detalle singularmente importante: el hondo sentimiento católico de Lavalle, su acendrada fe, que le vedaba concluyentemente, tomar en sí y por sí, la tremenda determinación, anatomizada por la Iglesia, de quitarse el preciado don de la vida dado por Dios, y que, para un católico, solo Dios puede quitar…¡En esto no hay excepción! Añádase que a la inversa es, igualmente cierta ya que no se conoce ningún escrito, ni unitario ni federal, contemporáneo o algo posterior al suceso, que afirme la realidad del suicidio”.
  
El doctor Quirno Lavalle agrega a su fundamento una fuente científica: la Medicina Legal, donde diferencia el suicidio del homicidio de fuego. "Pero hete aquí que ha llegado hasta nosotros un testimonio más preciso, más fidedigno, y por eso, más valioso: el del doctor Gabriel Cuñado, médico español que había combatido con los ejércitos realistas durante nuestra independencia, y que se había radicado, luego, en Jujuy. Este facultativo entró en la casa por la puerta delantera, y contempló el cadáver tendido en el zaguán. Dejó asentado, antre otros pormenores, "que luego de pisar el umbral de la puerta de calle, notó cerca de ésta tres gotas de sangre y un gran charco de la misma al llegar al arco del zaguán, donde estaba el cadáver en decúbito dorsal, con una herida, al parecer de bala, en la base del esternón. Este testimonio cobra insuitado valor, porque el doctor Cuñado no intervino en las guerra civiles, y por eso, no revistaba ni como unitario ni como federal. Además era médico, y tampoco pudo participar en el supuesto juramento formulado por los amigos de Lavalle, ya que ni conocía a éste ni a sus compañeros. Por esa causa, su referencia -localizando el orificio de entrada del proyectil- posee singular valía, puesto que de ella una inferencia capital puede ser extraída...Procurando suministrar sustento científico a cuanto antecede requerimos la opinión del profesor titular a cargo de la cátedra de Medicina Legal de la Universidad de Buenos Aires médico forense de la Justicia Nacional doctor Víctor Luis Poggi, quien, accediendo con gentileza a nuestro requerimiento, nos informó que nunca hasta hoy en su ya dilatada experiencia, le ha tocado ver un suicida con orificio de entrada del proyectil adosado a la horquilla esternal. En resolución, la situación del orificio de entrada del proyectil que dio muerte a Lavalle se revela incompatible con la presunción del suicidio. Adiciónese a esto otro detalle, igualmente señalado por el profesor Poggi: la particularidad de que todo disparo perpetrado a muy corta distancia -como lo habría sido en este caso, si hubiera ocurrido, efectivamente, suicidio- y aún más con las pólvoras negras, ricas en carbón, azufre y salitre que en esa época se usaban, habría originado, indefectiblemente, un extenso chamuscamiento y tatuaje de la piel circunvecina, contingencia que si hubiera existido, el doctor Cuñado, por ser médico, y por lo llamativo, no hubiera omitido seguramente señalar...Tercera contradicción de El cóndor ciego".
El acta médica de los restos de Lavalle firmada por Juan José Montes de Oca, Francisco Javier Muñiz y Alejandro Araujo en Buenos Aires el 25 de enero de 1861, -cuando retornaron de Potosí- certificó que “el esqueleto contenido era de adulto, y los huesos, deficientes en número, por su longitud, solidez y buena proporción, así como por las asperezas que dieron implantación a los músculos y tendones de ciertas regiones, denotan haber pertenecido a un hombre de alta talla y de fuerte constitución. El cráneo elevado y el ángulo facial de 80 grados; traducen la majestad y la belleza antigua, que tuvo en su cabeza y cara el general Lavalle”.
Según el historiador Julio A. Benencia, el general Lavalle en plena retirada, el 8 de octubre de 1841, acampaba sobre la ciudad de Jujuy llevando unos escasos doscientos hombres, último resto de la Legión Libertadora con la cual había iniciado la campaña de 1840. Enfermo, acompañado de su secretario Félix Frías, el teniente Celedonio Álvarez y ocho hombres de su escolta, se aposentó en una casa de la ciudad que antes había ocupado Elías Bedoya. Poco después se le unía el comandante Lacasa, descansando allí todos hasta las primeras horas de la madrugada del día 9 de octubre. La voz del centinela hizo salir al comandante quien al observar una partida detenida frente al alojamiento, a unas veinte varas, dio orden para el apresto de los suyos. “Lavalle se asomó en ese instante y al entrever el peligro apresuró el de las cabalgaduras, dispuesto a abrirse paso a viva fuerza. Varios tiros partieron del grupo enemigo y el guerrero, respetado por la muerte en cien combates, cayó atravesada la garganta de un balazo”.
El ayudante Pedro Lacasa, dijo que una bala atravesó la garganta de Lavalle poco después que éste ordenara ensillar para abrirse paso frente a las partidas federales: “el tiro de un cobarde al través de una puerta vino a robar a la patria una de sus más bellas esperanzas; no podía ser de otro modo”. Este relato coincide con lo afirmado por el historiador Benencia. La versión oficial de la muerte de Lavalle menciona que fue ultimado después de haber sido intimado a rendirse por las tropas federales: “Corrió este salvaje unitario para adentro de la casa, y en el acto salió el traidor salvaje unitario Lavalle, abrochándose la cartera de la camiseta, y habiéndole gritado el señor comandante Blanco –“Date a preso salvaje unitario y ríndete” cerró dicho salvaje unitario de golpe la puerta, y en el acto mandó el enunciado señor comandante que echasen la puerta, lo que efectuaron los cuatro tiradores a balazos, errando fuego una tercerola de uno de ellos, pero que él tuvo la sin igual gloria de haber dirigido su tiro por la cerradura de la puerta con cuya bala hirió mortalmente al salvaje pegándole por debajo de la barba en el pescuezo” (Clasificación del soldado José Bracho, Santos Lugares de Rosas, 14/XI/1842).
José María Rosa.

Bibliografía:
Academia Nacional de la Historia, Partes de batalla de las guerras civiles 1840-1852, Buenos Aires, 1977, t. III.
BENENCIA, Julio A., “Los restos del general D. Juan Galo de Lavalle”, en Historia n° 39, Buenos Aires, 1965.
QUIRNO LAVALLE, Ricardo, “La muerte del general Lavalle”, en Publicaciones del Instituto de Estudios Iberoamericanos, Buenos Aires, 1981, vol. II.
QUIRNO LAVALLE, Ricardo, “La muerte del general Lavalle”, en Investigaciones y Ensayos n° 31, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, Julio-Diciembre 1981.

sábado, 15 de julio de 2023

El club que tuvo que cambiar de nombre por el Golpe del ´55 y que hoy protagoniza clásicos de Futsal (Villa Pueyrredón-CABA)

 por ariel borenztein      De raíces peronistas, el club se armó alrededor de los miles de obreros que trabajaban en la textil Grafa. Todo cambió en el 55 y en los 90, cuando se tuvo que reconfigurar al cierre de las fábricas que le daban dinamismo al barrio. Hoy protagoniza el clásico con Pinocho, que acerca a los argentinos al deporte.  Este año, el torneo de Futsal que organiza la Asociación del fútbol Argentino (AFA) tiene como puntero a 17 de Agosto, un clásico equipo conocido por todos los que siguen este deporte. Lo que pocos saben es que hasta el golpe de estado de 1955 se llamaba Club Cultural y Deportivo 17 de Octubre, identidad que los militares obligaron a cambiar.

Franco Plescia tiene 37 años y es el coordinador de la escuelita de futsal en 17 de Agosto. “La gente de mi edad del club no conoce la verdadera historia. Incluso gente más grande que nosotros tampoco la sabe”, se lamenta. Plescia es nieto de Juan Carlos Franzoni, uno de los tres chicos de 17 años que en 1949 formaron un equipo de fútbol al que le pusieron Defensores Argentinos. Al lado de su casa había un baldío que pertenecía a la Corporación de Transporte de la ciudad de Buenos Aires. Otro de los chicos que fundó ese equipo de fútbol, Ángel Santín, convenció a su papá Isaías, miembro de la Confederación General del Trabajo (CGT) y cercano a Evita, de impulsar la construcción de un club en esos terrenos de la calle Albarellos en el barrio de Villa Pueyrredón.  Dos años después, en 1951, se inauguró la sede del primer Club Barrio 17 de Octubre, después modificado a "Club Cultural y Deportivo 17 de Octubre".  "Apenas vino el golpe de estado del 55 cayó una brigada militar a punta de pistola a una reunión de comisión directiva a exigir cambiar el nombre de 17 de Octubre a 17 de Agosto", relata Andrés Sanguinetti, el actual secretario del club, quien cuenta que por mucho tiempo el ejército mandaba granaderos a la institución cada 17 para hacerse presente. "Los fundadores del club siempre nos contaban la verdadera historia del club", destaca el dirigente a quien todos conocen como "el Uru".   Tanto el barrio como el club se armaron alrededor de los miles de obreros que trabajaban en la textil Grafa, que por entonces funcionaba todo el día en tres turnos de ocho horas. Desde los ’90, en que cerró la fábrica, el lugar es ocupado por un hipermercado: originalmente Walmart, en la actualidad Changomas.En tiempos en que el Club se llamaba 17 de Octubre, las familias obreras le daban dinamismo. “Se hacían campeonatos de fútbol en que uno de los organizadores era mi abuelo materno Juan Carlos Franzoni, y el árbitro era mi abuelo paterno Pascual Plescia, que era bombero voluntario”, gráfica Franco. Entre las socias del club estaba Nilda Cabrera, esposa de Juan Carlos Franzoni, abuela de Franco Plescia, que fue enfermera de Evita.  El actual secretario, Andrés Sanguinetti, compara y dice que en aquellos tiempos “era un club para toda la familia. Cada uno tenía su actividad. Había mucha vida social y cultural. Hoy más bien es un club deportivo”.    Sanguinetti lleva 50 de sus casi 60 años de vida en el club, que empezó a frecuentar a diario cuando su familia se mudó a las torres de Albarellos y General Paz, construidas en 1974. Venían de Uruguay “de donde nos tuvimos que escapar porque mamá era delegada gremial en Paylana en Paysandú”, cuenta en la confitería del club en el que todas las tardes combina sus tareas como periodista con las de secretario de 17 de agosto.  Allí entra y saluda su hijo, entrenador de los chicos de básquet de premini, mini, U13 y U15. 17 de Agosto compite en la Federación de Basquet Área Metropolitana de Buenos Aires (FEBAMA).

Franco Plescia está a cargo de la escuelita de futsal que explota de chicos de 5,6 y 7 años. “Entre todas las categorías entre masculino y femenino hay cerca de 500 pibes y pibas en el club”, se enorgullece. Si bien el Futsal hoy es semiprofesional y son muchos los clubes grandes de AFA que participan, el clásico sigue siendo para todo el mundo el de 17 de Agosto versus Pinocho. Un clásico entre barrios separados por la Avenida de los Constituyentes: Villa Pueyrredón y Villa Urquiza.Plescia tiene una lectura del clásico que va más allá. “Nosotros para ellos y otros clubes éramos los negros, los peronchos, los obreros de la Grafa. La pica viene por ahí, más allá de la vecindad”, argumenta.   “En realidad los primeros clásicos eran en el básquet que era el deporte fuerte tanto de Pincho como nuestro. El Mundial de básquet del 50 que ganó Argentina había hecho muy popular a este deporte en los clubes de barrio”, agrega.   En la misma línea, Sanguinetti cuenta que “de los dos gimnasios que tenemos el más grande que históricamente era para el básquet, pero hace más de 20 años que quedó para el futsal”.   El creciente interés por el futsal invita a hacer planes de extensión de la cancha “en la que de locales metemos 400 personas”. Pero Sanguinetti aclara que con la situación inflacionaria actual no ve factible dar el paso. 17 de Agosto tiene en sus vitrinas la Copa de Oro de 2019.  En la pandemia, el hall del club se convirtió en una verdulería “Teníamos que pagar los sueldos a los empleados y nos era imposible. Un directivo, Carlitos Mariani, se iba a las dos de la mañana al Mercado Central. Todos trabajábamos acá de 8 a 20”, recuerda.  Plescia, apenas se salió de la pandemia, tenía que dirigir no sólo la escuelita sino también distintas categorías como la 8,7,6,5 y 4. “Siempre estoy para lo que haya que dar una mano. Estoy en la directiva como vocal. Hice la cartelería del club, acerqué sponsors”, detalla.   El club en la actualidad cuenta con casi mil socios pero la cuota social de 4200 pesos más lo que se cobra por cada actividad específica no alcanza para financiar todas las actividades, entre las que se incluyen natación en pileta climatizada, buceo, taekwondo, karate, pesas, patín y gimnasia deportiva, entre otras.  “Tenemos acuerdos con el área de Educación del gobierno de la ciudad para alquilar el club a escuelas de la zona y también con la Policía de la Ciudad para que los efectivos puedan usar las instalaciones del club. Eso nos permite complementar el financiamiento”, explica Sanguinetti, para quien “muchos nos vinculan por eso con el PRO”.   Además de los convenios con el Estado, el club alquila la cancha a la liga latina de básquet que impulsan residentes venezolanos en Argentina. Más allá del día a día de cualquier club de barrio y de su pelea por quedarse con el campeonato en curso de futsal, el Club 17 de Agosto cuenta con una historia que lo vincula al primer peronismo. El del 17 de octubre