Rosas

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lunes, 28 de febrero de 2022

"Los funerales de la Argentina federal"

 Por Pepe Muñoz Azpiri

        "Como órgano del pueblo y de la multitud popular, el caudillo es del tipo opuesto al militar, que es por esencia órgano del gobierno, de quien siempre depende.

            El caudillo supone la democracia, es decir, que no hay caudillo popular sino donde el pueblo es soberano, mientras que el militar es de todos los gobiernos, y especialmente del despótico y monárquico. 

 

            El caudillaje que apareció en América con la democracia, no puede ser denigrado por los que se dicen partidarios de la democracia, sin el más torpe contrasentido (...)"

 

                                                                                   Juan Bautista Alberdi

 

Desde la aparición en el escenario universal de nuestra nación como nación independiente, coexisten dos proyectos de país antagónicos. Tanto en el plano político como económico, dos realidades se enfrentaron sangrientamente. Esta contradicción subsiste hasta el día de hoy. "La división argentina, no es política, es geográfica, no son dos partidos, son dos países" reflexionó amargamente el tucumano Juan Bautista Alberdi, al analizar el federalismo de los caudillos y la política unitaria de los grupos portuarios.

            Buenos Aires desarrolló un modelo hegemónico, basado en una burguesía mercantil, con el propósito de establecer un modelo librecambista que favoreciera su crecimiento económico. Su sustento ideológico era el racionalismo de la ilustración, las "luces" de la "civilización" que llegaban de Europa, a las cuales el país debía amoldarse. Esta teoría ahistórica del "progreso indefinido" fue impuesta al resto del país mediante bayonetas y expediciones punitivas. Se pretendió encajonar a la Argentina es esquema teóricos importados "en la filosofía sensualista de Condillac - decía José María Rosa - la ética utilitaria de Bentham, el liberalismo constitucional de Constant" como si la realidad histórica de un país se desarrollara en base a postulados predeterminados.

            Este fue un esquema de país, el puerto importador de manufacturas y la pampa productora de materia prima. La "granja próspera", la factoría "elegante" para la cual el resto del país no importaba

            La otra realidad fue el país real, el interior, cuyo incipiente desarrollo artesanal ya sufría la retracción económica producida por la apertura a las mercaderías británicas decretada por la administración borbónica.

            Su concepción de nacionalidad era telúrica, basada en el arraigo a la tradición de las antiguas comunas castellanas (Patria es el lugar donde se nace) y, en consecuencia, diametralmente opuesta a las concepciones intelectuales de los cenáculos portuarios.

            "El tema del espacio fue siempre vital para los federales. Parecían condicionados por definiciones geopolíticas precisas, - comenta Marcelo R. Lascano - animados por la previsión enunciada por Montesquieu. El espacio es destino, según el pensador, luego el alma de una nación cambia en la misma proporción en que su extensión aumenta o disminuye, en que se ensanchan o se estrechan sus fronteras"

            La rapidez con que, después de Caseros, se aprueban los tratados suscriptos el 10 de julio de 1853 con Gran Bretaña y Francia sobre libre navegación de los ríos demuestra, inobjetablemente, que el espacio para los unitarios jamás constituyó una prioridad nacional, como lo fueron las definiciones estratégicas de Chile y Brasil para circunscribir la cuestión a la región.

            En 1835, tres caudillos se destacaban en el país: Facundo Quiroga, asentado en el Norte y Cuyo, Estanislao López en el Litoral y Córdoba y Juan Manuel de Rosas en la provincia de Buenos Aires.

            Tanto Rosas como Quiroga y López representaban la oposición al "progreso", no por la supuesta barbarie con la que los estigmatizó Sarmiento, sino porque advertían que tras el romanticismo de los salones literarios y las declamaciones de los apologistas del libre cambio, se agazapaba la injerencia de los intereses foráneos.  trascendía el marco de la patria chica y se insertaba en un contexto continental. La concepción política de los caudillos (que en carácter de tal constituían la expresión máxima de la democracia) trascendía el marco de la patria chica y se insertaba en el contexto continental. Al igual que José de San Martín, se llamaban a sí mismos "americanos" pues subsistía en ellos el espíritu de unidad de la antigua anfictionía hispánica.

            Lejos de lo que la falsificación histórica del liberalismo ha difundido, el período de la Confederación Argentina constituyó no solo un proyecto de desarrollo (Ley de Aduanas de 1835, Banco de la Provincia de Buenos Aires, Ley Agraria, desarrollo de manufacturas, etc.) sino también de afianzamiento de la unidad nacional y desarrollo de la cultura. Al respecto, basta la lectura de la "Carta de la Hacienda e Figueroa" del propio Rosas y los trabajos del maestro Fermín Chávez sobre la cultura durante el predominio federal.

            Al contrario, la enunciación y los métodos de los partidarios del iluminismo adquiría, a veces, visos de ingenuidad y desconocimiento de la realidad americana y en otras oportunidades se revestía de racismo y metodologías terroristas que hubieran espantado a os mismos protagonistas de la Revolución Francesa. Un testigo de la época, refiriéndose a Sarmiento lo describe diametralmente diferente al retrato de la mitología liberal:

             "El Sr. Sarmiento, que tanto se jacta de imitar a los norteamericanos, parece inspirarse más bien en las ideas de Rosseau que de Jefferson: Es partidario de la intolerancia política, es un inquisidor, un Robespierre, un Torquemada político. Es Un civilizador a cañonazos bayonetazos" ( Alejo Peyret, "Cartas sobre la intervención a la provincia de Entre Ríos", publicadas con el seudónimo "Un extranjero". Buenos Aires.1873).

            El 3 de febrero de 1852, con la derrota nacional de Caseros, se derrumbó el gran proyecto de la Confederación. El aparato político forjado por Juan Manuel de Rosas, bajo la advocación del federalismo, que había constituído la génesis de un Estado Nacional es desmantelado por constitucionalistas exasperados que ya habían colaborado con las intervenciones anglo-francesas desde Montevideo. Paradójicamente, el mal llamado "Período de organización nacional" se transforma en el de la desorganización nacional. Nuevamente Buenos Aires por un lado y el resto del país por el otro, la tajante opción de civilización o barbarie creada por Sarmiento impedía establecer un diálogo entre provincianos y porteños.

            Bartolomé Mitre - hombre clave del unitarismo en la década del 60 - tras la defección de Urquiza en Pavón, asume las riendas del país. Su gobierno se caracterizará por el absoluto control de nuestra política exterior por parte del Imperio Británico, por el brutal sometimiento y represión en las provincias y por la cruenta guerra de la Triple Alianza.

            El aislamiento del Paraguay, iniciado por Gaspar Rodríguez de Francia y continuado hasta Francisco Solano López había evolucionado a un estado autártiquico que transformó a la nación guaraní en generadora de manufacturas y bienes artesanales.

            El Paraguay construyó arsenales y astilleros, flotas fluviales y de ultramar, telégrafos, fábricas de pólvora, papel. loza, azufre y tintes. Estableció fundiciones en Ibicuy para el tratamiento de carbón de madera y mineral de hierro. Desarrolló el primer ferrocarril de América del Sur. Alcanzó un alto grado de alfabetización y monopolizó en manos del Estado el comercio exterior. Es decir, estableció un modelo de nación independiente, absolutamente inverso al nos impuso posteriormente la celebrada generación de 1880. En consecuencia, y más allá de su cuestionable autoritarismo y sistema dictatorial, la dirección elegida en el terreno económico constituía un ejemplo peligroso de imitar por las naciones vecinas. Su proceso de desarrollo independiente desarticulaba la política comercial británica, que necesitaba imperiosamente de mercados externos para colocar los excedentes del maquinismo industrial. Sin la existencia de la India y de las naciones hispanoamericanas como mercados de consumo, el desarrollo capitalista de Inglaterra hubiera sido imposible.

            Mitre, fiel representante de los intereses británicos, elaboró una política de provocaciones que culminó en la guerra del Paraguay. No tuvo escrúpulos en declarar públicamente sus razones:

             "Cuando nuestros guerreros vuelvan de su larga y gloriosa campaña, a recibir la merecida ovación que el pueblo les consagre, podrá el comercio ver inscriptos en sus banderas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado para mayor felicidad de los hombres"

 

Miles de argentinos regaron de sangre las trincheras y los esteros paraguayos para que los obreros de Manchester y Liverpool no perdieran sus fuentes de trabajo, al igual que hace cuarenta años los soldados se congelaban en las turberas de Malvinas mientras los representantes de la Trilateral Commission regían el destino económico del país.

En nombre de la civilización; Brasil, con sus cuatro millones de  esclavos y la Argentina, que degollaba a las montoneras en las provincias, arrasaron con el último proyecto americano de envergadura. Semejante crimen histórico, en el que los "voluntarios" debían ser enviados engrillados al frente de batalla, fue resistido por los últimos representantes de la Argentina Federal: Ángel Vicente Peñaloza - el Chacho - Felipe Varela y Ricardo López Jordán.

            Es inexacto que redujeron el país a mezquinas concepciones localistas. Estos caudillos se levantaron por la unidad nacional y americana, no contra ella. Constituyeron el último resplandor de la memoria orgánica de la América Hispana otrora unida y ya descuartizada. Sus manifiestos aún resultan proféticos.; Felipe Varela, en 1863, durante la inauguración de la Sociedad de la Unión Americana en Sucre, proclamó:

 

            "¡Si, señores! Ambas aves cuentan numerosas victorias, ambas son el emblema de la gloria, pero hay una diferencia. Cuantas veces el águila imperial remontándose a las alturas, ha tendido la vista sobre el hemisferio, ha sido solo para divisar donde hay un pueblo indefenso que desgarrar. Al contrario, cuantas veces el cóndor republicano, desde las cumbres de Los Andes ha tendido su vista sobre el continente, solo ha sido para ver donde hay un pueblo oprimido que liberar. El águila es el representante del pasado y el cóndor es del presente y el provenir; aquel anuncia conquistas, éste libertad. El águila representa la usurpación y el cóndor el derecho".

 

            ¿Era este el pensamiento de la anarquía y el atraso? ¿Era éste el testimonio de la barbarie? Tal vez, si consideramos que en los países periféricos determinados conceptos deben considerarse a la inversa del significado que le atribuyen las usinas centrales que las emiten. La "barbarie montonera se transformó posteriormente en la "chusma radical" y el "aluvión zoológico" peronista. Alem fue "el hijo del mazorquero", Yrigoyen el paladín de la chusma y Perón el "tirano depuesto", el "gran corruptor", categorías que en el leguaje político de la oligarquía se aplican a quienes representan las luchas de los pueblos por su autoconciencia.

           

 

 

                                                                                               Pepe Muñoz Azpiri.

 

REPORTAJE AL CONTRALMIRANTE CARLOS ALBERTO CÉSAR BÜSSER COMANDANTE DE LA RECUPERACIÓN DE MALVINAS EL 2 DE ABRIL DE 1982

 Por Enzo Alberto Regali

Contralmirante retirado Carlos Büsser, rosarino, nacido el 10 de enero de 1928. Había sido el jefe del Operativo Rosario, tal el nombre que recibió el plan de recuperación de las irredentas islas.Su departamento en el centro de la ciudad de Buenos Aires era sencillo aunque decorado con buen gusto. Sentados en su living en cómodos sillones y café de por medio conversamos varias horas de las que grabé solo una parte para el libro que no llegó a ver la luz. Su muerte no ha sido objeto de importancia para la prensa. En internet solo unos pocos sitios la reflejan, pero no el establishment mediático oficial u opositor.  ¿Realmente fue una operación que surgió -algunos llegan a decir que luego de la movilización del 30 de marzo de la CGT- producto de la crisis y la decadencia que vivía el gobierno encabezado por el general Leopoldo Galtieri? Su pregunta tiene tres partes, le contesto la última, la movilización de la CGT del 30 de marzo no tuvo nada que ver porque nosotros estábamos marchando hacia Malvinas desde el 28 de marzo al mediodía, así que el 30 de marzo íbamos con la orden de tomar Malvinas si no nos daban contraorden, de manera tal que esa interpretación queda descartada y es absolutamente falsa. Con respecto a la improvisación, Acá de lo que se trata es de que quienes planifican, sepan su profesión y no cometan imprevisiones, yo tuve la suerte de tener subordinados míos que eran tan buenos profesionales que no cometían imprevisiones, entonces funcionó bien la cosa, mérito de ellos, porque fíjese que nosotros el 1º de abril habíamos ido con la suposición que íbamos a llegar por sorpresa y que los íbamos a sorprender a los ingleses, sin embargo el 30 de marzo a la noche supimos que los ingleses estaban organizando la defensa y el 1º de abril a la mañana, en 35 minutos cambiamos el plan, le cambiamos la misión a muchos, cambiamos los objetivos iniciales, la hora y la playa de desembarco, es decir, cambiamos prácticamente toda la operación y la dejamos conceptualmente igual, sin modificar básicamente los conceptos de la operación, cambiamos un montón de cosas, porque improvisamos.

 Fíjese que decidir, frente a la ruptura de la sorpresa, que seguíamos adelante con una operación que nos exigía no causar bajas al enemigo y que era la condición básica para ejecutar la operación. Lo decidimos, yo diría que en el término de 30 segundos, usted me dice ¿fuimos irresponsables? No, lo teníamos pensado de antes y lo único que hicimos ahí fue formalizar la decisión de seguir adelante, creyendo que podíamos conseguir el objetivo de lograr que fuera incruenta, como se consiguió, se ve que acertamos, pero elegimos en pocos segundos, no más de 30 segundos entre que formulamos la pregunta y tomamos la decisión. ¿Cómo se enteran los ingleses que estábamos en marcha o cómo cree usted, al menos que lo hicieron? Yo creo que básicamente fue por la inteligencia del satélite norteamericano, por la información que daba ese satélite, los ingleses no tenían satélite y otro país tampoco y no hubo imprevisión, tuvimos varias cosas que no estaban previstas de antes y que las coordinamos en minutos. 

Ahora hay varios libros que hablan de planes anteriores a 1982 para la recuperación de Malvinas. ¿Fue así? Yo he participado no menos de 4 veces en ejercitaciones de toma de Malvinas y creo que no le podemos hacer creer a ningún país del mundo que nunca habíamos pensado en recuperar Malvinas por la vía militar. Si dijéramos eso ningún país nos creería, ni los ingleses. Usted fue en la operación Rosario que tenía como objetivo tomar Malvinas luego SE vuelve al continente. Sí, el 3 de abril a la tarde yo salí de Malvinas. Bien, al comienzo se tenía pensado dejar un destacamento mínimo. Y quedó un destacamento mínimo. ¿Cuándo cambia esto? ¿A partir de qué hecho analizan cambiar aquel plan? El 3 de abril quedó el regimiento 25 del ejército que eran unos 500 hombres y era muy reducido para un archipiélago que en el sentido Este-Oeste tenía 250 km. de extensión y en el sentido Norte-Sur 150 km. fíjese que era de Este-Oeste como ir de Buenos Aires a Rosario y en el sentido Norte-Sur como ir de Buenos Aires a San Pedro, no es poca cosa. 500 hombres en esa área es muy poquito, casi una fuerza simbólica lo que dejamos. Toda la fuerza de desembarco que recuperó las Malvinas el 2 de abril, el 3 de abril ya no estaba, lo único que quedaba era una parte del estado mayor y yo.  Cambia porque los ingleses informaron el 3 de abril que destacaban la fuerza de tarea con una brigada. El gobierno argentino que quería negociar dijo si mandan una brigada en cuanto llegan recuperan porque el regimiento ese que ha quedado simbólicamente no lo va a poder resistir, entonces mandemos otra brigada para obligarlos a negociar durante un tiempo mayor. Los ingleses sufrieron eso y mandaron una nueva brigada para tener superioridad y nosotros también mandamos otra brigada para provocar demoras y dar lugar a una negociación, ese fue el motivo del reforzamiento de las Islas. Durante la operación muere Capitán de Fragata de Infantería de Marina Pedro E. Giachino… estaba previsto que la operación fuera incruenta. 

¿Qué me puede decir de Giachino? La orden o el requisito político de la operación era que se recuperaran las islas con un resultado incruento en relación con la población civil y todo lo posible con la fuerza militar. Es muy difícil hacer eso, porque cuando se hace una operación militar, se hace con armas y las armas matan, hieren, rompen, destruyen y todo eso, que se quería evitar. Entonces llegamos a la conclusión que lo que había que hacer era conseguir que se rindieran antes de empezar el combate, pero con los ingleses no era fácil, porque ellos no se rinden sino después de haber peleado lo suficiente como para poder demostrar cuando regresan a su país, que pelearon valerosamente. En general, la forma que tienen de demostrar que pelearon valerosamente es causar tantas bajas como sea posible y recibirlas. Y nos causaron bajas. Ellos nos causaron un muerto y dos heridos y a ellos no les causamos heridos ni muerto y no pudieron demostrar que habían peleado valerosamente, pero en el momento que estaban ahí, que decidieron rendirse, tuvieron la sensación que habían satisfecho ese requisito para volver a su país, que es lo que importa en la guerra. Con Giachino pasó lo siguiente, cuando hicimos la modificación del plan, el día anterior una de las modificaciones fue la misión que tenía el grupo del Capitán Giachino, consideramos que la misión inicial que tenía no se podía ejecutar y le asignamos esta nueva misión (El que tenía la misión de capturar al gobernador en el marco de sorpresa era Seineldín, al cual le dimos la misión de despejar la pista que no era tarea inicial de la fuerza de desembarco). Entonces hicimos un reajuste de misiones y a Giachino le asignamos la misión de presionar y capturar al gobernador si era posible. Lo que yo quería era que el gobernador tuviera siempre una presión de ataque que no lo dejara pensar claramente y que lo llevara a decidir la rendición antes de que empezara el combate real generalizado. Yo creo que Giachino entendió muy bien su misión, que era presionar al gobernador. Giachino terminó tirándole a la ventana del despacho del gobernador, con él adentro de su despacho, tirándole a la parte de arriba de la ventana para no herir a nadie y el gobernador terminó tirado debajo de su escritorio, ahí se quedó su voluntad de pelear y tomó la decisión de rendirse. Gracias al empuje y a la presión que le puso el Capitán Giachino y ese es su gran mérito. El mérito de Giachino no es el de haber sido el primer muerto, si es que eso puede considerarse un mérito, es decir, no debe ser recordado Giachino por la circunstancia de ser el primer muerto. Giachino debe ser recordado por ser el que generó la decisión del gobernador inglés de rendirse antes de empezar a pelear. Por eso Giachino debería ser considerado un héroe nacional, un héroe del nivel de Lavalle, Rosales, de esos tipos que peleaban con un coraje inclaudicable. Giachino fue de esos hombres, lamentablemente en esta Argentina un poco tilinga que vivimos todos, lo consideramos el primero que murió y nada más, pero fue mucho más que eso

Sobre la guerra pesan obviamente muchas críticas. Una parte de la sociedad y generalmente cierta intelectualidad desacredita duramente la guerra. Muchos se basan en el informe Rattenbach, pero más allá del informe hay una postura considerando a los hombres que pelearon allí como “los chicos de la guerra”, victimizándolos como “desaparecidos” de la dictadura y a los militares en general mostrando diferentes tipos de “perversiones” durante la guerra ¿cómo fue esto?     Usted siempre hace tres preguntas en una. Yo creo que el informe Rattenbach tiene que empezar diciendo que el general Rattenbach lo firmó expresando su disidencia por la metodología empleada y por el tiempo empleado en hacer el informe. La firma del General Rattenbach dice eso antes de la firma, es decir, no disentía de cualquier cosa sino por la metodología y por el tiempo empleado o le pareció mucho o poco, no aclaró nunca cuál era el motivo pero dice así y eso en general no se habla y yo no vi en el artículo de La Nación (hace mención a un artículo de La Nación en el que habla el hijo del general Rattenbach) que se mencionara esa circunstancia. En relación con lo que dice la intelectualidad es cierto, todos afirman y hablan de los errores estratégicos, nadie dice cuáles son, hablan de los enormes errores, pero nadie dice bien cuáles son los errores. Suele decirse que uno de los errores fue que no supiéramos hacer operaciones conjuntas, eso lo dice Balza, fíjese que él, como artillero, está ignorando que en el grupo de artillería de él, estaba incorporado en el sistema de artillería, la batería de artillería de infantería de marina del batallón 5 y que él con su artillería le dio apoyo al batallón 5, entonces ahí tiene una integración que él la hizo y no se dio cuenta que estaba actuando conjuntamente. La operación del 2 de abril fue ejecutada bajo las órdenes de un General, el General García que era el Comandante en Teatro de Operaciones de Malvinas, que fue a bordo del destructor Santísima Trinidad y que tomó decisiones, por ejemplo el día que cambiamos el plan, lo hicimos junto con el General García al plan y además cuando yo dije creo que el plan todavía lo podíamos ejecutar, yo estaba sentado al lado de él y dijo yo estoy de acuerdo, o sea que estuvo dirigiendo la operación y el General García quedó a cargo de las Islas con gente de la Marina, fíjese que el 2 de abril casi toda la flota estaba subordinada al General García y la fuerza de infantería de Marina que desembarcó lo hizo cumpliendo las órdenes del general García y durante la defensa, el batallón 5 estuvo en el esquema de los regimientos del ejército y los ingenieros anfibios estuvieron en el esquema de los ingenieros del ejército y la artillería antiaérea nuestra estuvo en el esquema de la artillería antiaérea de la fuerza aérea y toda la fuerza que mandamos yo mandé 1569 infantes de marina, que todos estuvieron dentro del esquema de defensa de Malvinas, no éramos rancho aparte. De manera que cuando se habla de que no supimos hacer operaciones conjuntas, alguien tiene que venir a decir cuál operación conjunta no supimos hacer. Cuando se generaliza así, cuando los "intelectualoides" dicen se cometieron errores, no había operación conjunta, digan cuáles eran y vamos a analizarlo

Cualquiera puede especular en la historia, pero a veces da la sensación de que a pesar de todo lo que se ha dicho de Malvinas, la guerra estuvo en determinados momentos a punto de ganarse, incluso hay un libro del capitán inglés Julian Thompson que da la sensación de que en determinadas circunstancias, la guerra estaba muy pareja y repentinamente hubo decisiones políticas ¿Usted cree que fue así? ¿Hubo una gran disparidad o en realidad hubo cuestiones, impensadas, de fortuna, o de mala fortuna, en fin, de inteligencia o errores, que como pasa en toda guerra, se gana y se pierde? Hubo otro libro muy interesante que es el libro del Almirante Woodworth que se llama “Los cien días”, en los últimos días de su diario anota, creo, que le quedan 3 buques que andan bien, todos los otros buques de su flota tienen un problema que lo tiene medio mal y se ha dicho con bastante credibilidad, ellos han afirmado que si el 14 de junio no se producía la rendición de los argentinos, los ingleses se iban, Woodworth iba a tomar la decisión de replegarse. Yo creo que no hubiera sido así, ellos hubieran aguantado también, hubieran persistido porque en la guerra gana el que aguanta más, de dos que están agotados y en el límite de sus fuerzas, suele ganar el que aguanta más, no siempre, pero en general suele ser así. Yo creo que especular sobre lo que no pasó, es fácil decirlo, total nadie puede demostrar lo contrario. Creo que la victoria británica fue muy marginal, fue muy estrecha, fue ahí nomás porque cuando los ingleses ganan con amplitud le sacan al enemigo tantas ventajas en el tratado que hacen inmediatamente a continuación de la derrota o de la victoria, le sacan todo, acá no consiguieron un tratado siquiera, ni un tratado ligeramente beneficioso, la Argentina no le firmó nada, el que firmó fue el general Menéndez la rendición de la guarnición que estaba en Puerto Argentino, pero no se vendió la Argentina, el gobierno argentino no accedió a firmar un cese de hostilidades y ellos siguieron armando ese sistema defensivo porque los argentinos no habían declarado el cese de actividades. Ha pasado algo que es poco conocido, la guarnición argentina que se rindió andaba en los 10 ó 12 mil hombres, manejar esa cantidad de prisioneros es algo bastante complejo, entonces devolvieron a todos los soldados y se quedaron con los oficiales como prisioneros hasta que el gobierno argentino declarara el cese de hostilidades y lo dijo la señora Thatcher en el Parlamento, no le estoy diciendo algo que me parece. Dijeron hasta que no declare el cese de hostilidades, los prisioneros argentinos no van a volver, porque el gobierno argentino se había negado a firmar el cese de hostilidades, ni eso nos pudieron arrancar de tan estrecha que fue su victoria, no ganaron por muerte, ganaron ahí nomás y entregaron los prisioneros cuando vieron que se venía un problema mucho peor que no iban a poder manejar y era el desprestigio por usar como rehenes a los prisioneros

Relacionado con lo que hablamos antes respecto del pensamiento de cierta intelectualidad, hay algunas teorías que sostienen: ¿Para qué pelear por Malvinas? ¿Cuál es la importancia de Malvinas? de última son dos islas en el sur desolado. Esto lo dicen palabras más o menos hombres como Vicente Palermo y Carlos Escudé. ¿Cuál es la importancia estratégica de Malvinas?    Yo una vez escuché una comparación que me pareció muy ligada a lo que usted se refiere. Alguien dice decime ¿el dedo chico del pie izquierdo te sirve para algo? Parece que no para mucho, entonces por qué no me lo das, cortátelo y dámelo. Creo que es eso, es un pedazo del territorio argentino, hay una usurpación territorial, nosotros peleamos en la guerra de Malvinas por la integridad de ese territorio y si un Estado Nacional pelea por su territorio, porque tiene mucho, un Estado nacional es un pueblo que vive en un territorio que tiene una estructura de gobierno que hace que ese pueblo pueda convivir y relacionarse con otros pueblos… Las Malvinas están muy próximas a la unión de los dos océanos, Atlántico y Pacífico, la única otra vía que hay para pasar al Pacífico es Panamá o algún otro canal que puedan hacer en algún otro momento. El canal de Panamá es muy vulnerable y tiene dificultades para grandes barcos, lo tienen que ampliar, es un problema complejo, lo que hace que el pasaje del Pacífico al Atlántico y recíprocamente sea un lugar estratégico, es un punto estratégico y las Malvinas están en ese lugar, permite el control cercano de ese pasaje, de manera que tiene importancia estratégica presente o virtualmente futura, de manera que eso no se puede descartar y después aparece la posibilidad de explotación económica, ahí hay 3 elementos que son económicamente relevantes, uno es la pesca, que no es un elemento muy importante, pero por ser renovable, si se lo administra bien puede durar eternamente, aunque no sea una gran riqueza, es una riqueza que puede ser permanente o constante. Hay lo que se llaman nódulos metálicos, es decir bloques metálicos que están en el fondo del océano y que se han detectado y existe una gran dificultad para llegar al fondo y rescatarlos, pero cuando la tecnología resuelva ese problema, hay una riqueza potencial. La otra son los yacimientos de petróleo que se ha dicho que no son económicamente rentables cuando se hizo la exploración, lo cual es cierto, en este momento no son económicamente rentables pero cuando la tecnología avance y los haga más baratos o cuando la escasez de petróleo en el mundo suba el precio del petróleo, van a pasar a ser rentables, de manera tal que ahí hay una gran riqueza potencial que es lo que hace que los ingleses quieran hoy quedarse en las Malvinas. Desde el punto de vista de algunos, Malvinas significó cambios, hubo sectores políticos que antes no podían mantener un diálogo y que a partir de allí lo establecieron. Hubo cambios en las fuerzas armadas fue notorio, porque de haber estado pensando en el año 78 -a escasos 4 años de la recuperación- en una guerra con Chile y esto más allá de lo que Chile hizo después, se pasó a un enfrentamiento con las dos mayores potencias occidentales. Por otra parte la respuesta prácticamente unánime de América con excepción de Chile, cuyo accionar fue ocultado y Colombia que se abstuvo en la OEA junto a los EE. UU. de convocar el TIAR contra Gran Bretaña, todos los países latinoamericanos apoyaron. Para Carlos Busser ¿qué significó esto? ¿fue realmente un cambio? Yo creo que hubo un cambio sustancial, creo que la Argentina nunca había pensado que se iba a atrever a pelear por lo suyo, hacía muchos años que la Argentina no peleaba, yo le diría que la última vez que nos enfrentamos a una pelea internacional, sacando lo de la triple alianza, era en 1845 contra las dos mayores potencias navales del mundo de ese momento, Francia y Gran Bretaña, en la vuelta de Obligado, donde éramos claramente inferiores y donde fuimos derrotados sabiendo que venían fuerzas superiores tecnológicamente. Yo le diría que la diferencia tecnológica que había en la vuelta de Obligado en 1845 era mucho mayor que la diferencia tecnológica que había en 1982 entre los ingleses y nosotros, fíjese que en 1845 vinieron con buques de vapor, lo cual les daba en el río una enorme libertad de maniobra, además la artillería de los buques ingleses y franceses era con cañones de ánima rayada, en lugar de los cañones que se cargaban por la boca y que tiraban balas redondas que eran esferas de acero. Ellos tiraban granadas explosivas con una precisión enorme que es la tecnología de los cañones de hoy, fíjese la diferencia tecnológica enorme que había en 1845 entre la artillería del General Mansilla y la artillería de los buques ingleses y franceses y peleamos contra un enemigo que sabíamos que era superior y que los exiliados argentinos que estaban en connivencia con la escuadra inglesa y francesa en Montevideo, se burlaban y decían cómo nos atrevemos a pelear contra esa superioridad tecnológica. Peleamos y perdimos, pero Liniers cuando peleó en 1806 y 1807 era inferior particularmente en 1807, era inferior al ejército inglés que había desembarcado, pero peleó y ganó, porque cuando usted empieza a pelear no sabe si va a ganar o a perder, el problema es que tenga el coraje de pelear por lo suyo, a veces va a ganar y a veces va a perder, pero eso es otra cosa, porque la lección que queda para todos los que ven la pelea es que usted pelea por lo suyo y que es capaz de defender lo suyo, sino todos saben que usted es un cobarde y todos van a tratar de arrebatarle algo en el futuro

Pero además, políticamente ¿cómo lo ve usted? Suele decirse que las Malvinas fue el pivote que permitió el pasaje a la democracia, es un hecho bisagra en el sentido de que no se pensaba que los argentinos pudiéramos pelear como peleamos, claro que se cometieron errores, pero los ingleses también cometieron errores, podemos buscar la bibliografía inglesa y encontramos los errores que ellos reconocen haber cometido. El problema es que fue una bisagra porque si no hubiera ocurrido la recuperación de las Malvinas, hoy usted y yo no estaríamos hablando de este tema, sería una reivindicación abstracta que estaría archivada por ahí y que de vez en cuando la recordábamos un poco y nada más. Hoy es una guerra donde tenemos hechos heroicos, muertos, una herencia de coraje y de valor que los argentinos tenemos que rescatar. Que no lo estemos haciendo en este momento porque la dirigencia desde el año 82 hasta ahora haya fallado, es otra historia, pero el hecho es que tenemos algo que nos debería incitar a estudiarlo, a ver qué bueno había en todas esas acciones de la guerra. Usted fíjese la hidalguía con que procedieron mis soldados el 2 de abril y que procedieron todos los soldados argentinos que estuvieron en Puerto Argentino y en todas las islas con relación a la población de los soldados ingleses prisioneros, son pocos los ejemplos de un comportamiento tan correcto y tan hidalgo hacia el enemigo vencido y eso no lo rescatamos como valor nuestro, de nuestra sociedad. A veces alguien lo menciona como el coraje de nuestros soldados, pero no de nuestros oficiales y suboficiales, ¿de dónde salían los oficiales y suboficiales si no era de la misma población? ¿O no eran pueblo? ¿O me van a decir que un suboficial y un oficial no son pueblo argentino? 

Bueno, pero le doy un dato que es interesante y altamente positivo. La nueva Ley de Educación en su artículo 92 establece como eje curricular obligatorio y principal dentro de la educación Argentina, el estudio del MERCOSUR y las Malvinas y los derechos soberanos sobre ellas. Claro, pero ojo, hay que ver qué se les enseña a los chicos, si como dicen algunos funcionarios argentinos, la guerra por Malvinas fue una guerra ilegítima y les vamos a enseñar eso a los chicos, vamos a distorsionar el espíritu de esa ley, ojo que las leyes suelen ser mal ejecutadas por los ejecutantes. Entonces hay que tener mucho cuidado porque el mensaje que se está mandando, yo he leído o me he enterado de alguna disposición de algún ministerio que dice más o menos textualmente así: este año se cumplen los 25 años del 14 de junio. Usted imagínese un ministerio que va a conmemorar o festejar los 25 años del 14 de junio, la rendición. Eso es lo que esos funcionarios rescatan de toda la guerra de Malvinas, el día de la rendición. Deben festejarlo me imagino yo. Pero en realidad más allá de eso, el solo hecho de que la ley esté poniendo la exigencia, cosa que hasta el momento no se había hecho… La constitución también lo dice… expresa un concepto parecido, pero que esté en la ley me parece bárbaro. Empezar a hablar del tema es empezar a hablar en todos los sentidos. Sí, yo creo que sí, es lamentable que hayamos esperado 25 años, porque… ¿cuándo salió la ley de educación? Pero antes ni siquiera se aceptaba hablar del tema y se escondía, hoy creo que se ha dado un paso Sí, es un paso que hay que complementarlo e implementarlo con la previsión de material a los maestros para que puedan enseñar la verdad y no una cosa distorsionada. Si a los maestros les proveemos películas donde solo se destaque la cobardía, el miedo o los sufrimientos de los soldados y no los hechos heroicos que hubo, creo que le damos una mala información al maestro, estamos conspirando contra la buena idea o el buen espíritu de esa ley. ¿Cómo ve usted el futuro de Malvinas? Yo creo que a largo plazo, si nosotros tenemos habilidad, las vamos a recuperar, pero tenemos que ser un pueblo hábil y creíble en un sentido, que cuando decimos que las Malvinas son argentinas, creíbles de que vamos a tratar de recuperarlas, no que estamos blableteando que las vamos a recuperar. No hace mucho un inglés decía que si nosotros no hubiéramos desarmado las fuerzas armadas, si hubiéramos mantenido una amenaza potencial por la capacidad de hacer una nueva operación, probablemente ya las hubieran entregado, ya hubieran arreglado. Yo creo que ahí hay un problema, nosotros no solo no tenemos la capacidad sino que lo declaramos y como torpeza es incalificable. Yo le decía recién que en las Malvinas hay una riqueza potencial que es el petróleo que creo que es lo que incita o impulsa a Gran Bretaña a quedarse. Para los ingleses el gasto y el esfuerzo defensivo que hacen, porque no creen que nosotros seamos tontos de por vida, creen que alguna vez alguien se puede dar cuenta de que estamos tan cerca que con un manotazo las podemos recuperar, entonces están obligados a mantener el esfuerzo defensivo y en ese marco ellos gastan mucho anualmente y no saben hasta cuándo, hasta que tengan que extraer el petróleo pero ese día va a ser más grande el gasto defensivo, gastan 100 millones de libras anuales, que parece poco dentro del gran presupuesto que tiene Gran Bretaña, pero para los ingleses son 100 millones de libras y si pueden evitar gastarlo, lo van a evitar, esa es la idea, no es el porcentaje del gasto de defensa, entonces tienen ese problema. El otro problema es que si por arte de magia mañana los ingleses nos devolvieran las Malvinas, el mar adyacente, nos devolvieran todo y dijeran que se van, la Argentina hoy por hoy no tiene ni capacidad tecnológica para hacer la explotación ni los capitales. No tenemos empresa petrolera argentina que lo pueda hacer ni el capital para invertir. Entonces necesariamente si quisiéramos explotarlas mañana como dueños, tendríamos que caer en una concesión a alguien y probablemente debamos hacer una concesión a una empresa inglesa. Arreglemos políticamente para hacernos socios y entonces pidamos la devolución de la soberanía que es lo que nos interesa y asociémonos con quienes inexorablemente nos vamos a tener que asociar. Yo creo que ahí hay un amplio campo para negociar por un lado el reconocimiento de la soberanía que a los ingleses, si se les mantiene el negocio van a entrar en negociación. Tenemos un ejemplo muy claro en Hong Kong, la isla de Hong Kong dentro de la Bahía de Hong Kong, fue concedida a perpetuidad por el gobierno chino a Gran Bretaña en 1843 y las tierras adyacentes de la bahía se las dieron con una concesión precaria que vencía en 1997. Entonces cuando terminó la guerra de Malvinas en 1982, la señora Thatcher fue a Pekín a arreglar el futuro de la colonia, el gobierno chino dijo que quería que en el 97 le devolvieran todo, entonces ella dijo no, es una concesión a perpetuidad para el gobierno británico Pero fue hecho por un gobierno débil y corrupto y no lo reconocemos dijeron los chinos y entonces la señora Thatcher, entre China y nosotros hay una diferencia potencial, pero arregló, le devolvió toda la colonia al gobierno Chino con el compromiso por el gobierno chino durante 50 años de mantener la misma situación económica y jurídica que tenía la colonia, es decir los chinos inventaron el slogan un país, dos sistemas, el país es China con dos sistemas, el comunismo en toda China y en Hong Kong el capitalismo, eso fue lo que consiguió la señora Tatcher y en el libro de ella, que son sus memorias que se llama Mis años de Downing Street, ella dice y con eso aseguramos la prosperidad de la colonia. Fíjese que lo que le importaba era la prosperidad de la colonia, no le preguntó a los 6 millones de chinos que vivían en Hong Kong si querían pasar a China o quedar del lado británico, no hubo autodeterminación, decidieron asegurar la prosperidad de la colonia. Yo creo que si en las Malvinas le aseguráramos la prosperidad del negocio, probablemente recuperaríamos las Malvinas con una negociación, que hay que ser hábiles, que hay que ser duros negociadores, que sepan y sobre todo negociadores que tengan conocimiento y sobre todo que tengan patriotismo, que sean argentinos. El día que tengamos eso probablemente las vamos a recuperar. 

Por último usted es un marino muy especial, lo conozco hace varios años, después del conflicto, siempre ha tenido una visión muy política, de la negociación, evidentemente para usted la guerra es un segundo plano. La guerra es un instrumento de la política, como decía Carlos Clausewitz … También usted ha hablado y se habla mucho de la malvinización y la desmalvinización y yo sé que usted defiende el concepto de malvinización en contra de la desmalvinización y que empieza cuando los soldados no fueron recibidos como debieron serlo en su momento. Me gustaría que usted expresara, qué se entiende por malvinización, porque he leído algún artículo de mal intencionados en los últimos tiempos que pareciera ser que quien plantea la malvinización de la política exterior, está planteando volver a la guerra o volver a tomar las Islas por la vía militar. Las guerras y la política son en el fondo una gran operación psicológica, donde lo que usted busca es que el enemigo adopte la conducta que usted quiere. Lo hace por medios políticos, por presiones económicas, por un condicionamiento psicológico, lo hace en muchas formas, la última razón es la guerra, el ejercicio de la fuerza para imponer por la fuerza la conducta que uno quiere que adopte el enemigo o el otro país. Esa es la base, es decir, lo que usted está buscando no es vencerlo, destruirlo o matarlo al enemigo, lo que usted busca es que el enemigo adopte la conducta que usted quiere, que se rinda, que se repliegue, que se retire o que deje de atacarlo, lo que usted busca es una conducta en el enemigo y eso es la guerra y es la continuación de una gestión política. El que ataca y el que defiende, cuando no tiene más remedio o cuando está seguro de ganar y es muy difícil estar seguro de ganar, yo creo que en ese marco el proceso de desmalvinización es un proceso que ha buscado quebrar la voluntad nacional, es decir aflojar el factor psicológico del pueblo argentino, para que no quiera recuperar Malvinas, para que no quiera pelear, para que descrea de nuestro derecho y de nuestra capacidad de recuperarla o defenderla. Entonces se nos ha dicho que están ahí, que no valen nada, que cómo vamos a enfrentarnos a las grandes potencias ¡y cuántos hay en el mundo que se han enfrentado a las grandes potencias y han ganado! No hace muchos años hemos visto la guerra de Vietnam, no sé si no estamos viendo la situación en Irak como una situación que las grandes potencias no han podido resolver plenamente a su favor, que está discutible si no se han metido en un pantano, de manera tal que el hecho que estemos enfrentados a las grandes potencias no debería ser una razón que justifique el abandonar nuestra decisión de recuperación. Creo que lo que se busca con la desmalvinización es que descreamos y perdamos nuestra fe y nuestra voluntad de conseguirlas o de recuperarlas. Creo que ahí está la esencia y es una operación psicológica, el desarmarnos espiritualmente, si por el contrario conseguimos malvinizarnos y hacernos espiritualmente fuertes, vamos a estar siempre en actitud de recuperarlas y esa es una hipoteca que no van a poder resistir ni afrontar indefinidamente. En algún momento alguien se las va a sacar por las buenas o por las malas y no estoy promoviendo ir a una guerra, pero ellos tienen que saber que por las buenas o por las malas las van a perder algún día y eso es lo que nosotros tenemos que transmitirles para que los británicos se convenzan de que van a tener que negociar, ese es el proceso contrapuesto de desmalvinización que buscan los ingleses y de malvinización que deberíamos buscar nosotros si fuéramos sensatos. En la desmalvinización hay muchos aspectos culturales, porque ellos han tenido mucha influencia en la cultura argentina. Ellos tienen influencia, tienen medios de comunicación que influyen en la formación espiritual y cultural y nosotros padecemos de una clase dirigente que como decía Jorge Abelardo Ramos alguna vez, en sus recorridas por Argentina había descubierto dos leyes fundamentales en cuanto al patriotismo, que cuanto más lejos estaba del microcentro de Buenos Aires, encontraba más patriotismo, esa era la primera ley. La segunda era mucho más preocupante, cuanto más elevado era el nivel socio-intelectual o socio-cultural de las personas, encontraba menos patriotismo. Un amigo me decía hoy en una observación casi sociológica, que hay a lo mejor dos causas sumamente buenas para los argentinos y en general en los pueblitos más chiquitos existe: una es la de San Martín y su cruce de los Andes y otra es la causa de Malvinas. En todos lados hay una plaza o una escuela que se llama Malvinas Argentinas. Cuando aparecen algunos personajes que hablan que ni siquiera las islas son argentinas, en realidad contrasta con un sentimiento que no se expresa intelectualmente. Yo lo invito a cualquier pueblito del Gran Buenos Aires, Santiago del Estero, Chaco, Jujuy, Santa Cruz, de donde usted quiera y va a encontrar que siempre hay una escuela y una plaza que se llaman Malvinas Argentinas o combatientes de Malvinas, veteranos de Malvinas, porque está en el espíritu de los argentinos, aunque nos quieran hacer creer que no, porque los medios de comunicación no siempre reflejan la verdad. Yo siempre me acuerdo de un veterano del batallón 5 que le iba económicamente bien, era jovencito pero le estaba yendo bien, le estoy hablando del año 84, 85 y un día fue una periodista a hacerle una nota, como había visto que era próspero, le quiso hacer la nota y fue a la casa de este muchacho, entonces le mostró una linda casa, bien puesta, con chicos chiquitos y entonces dijo hablame de la guerra, yo estuve en el batallón 5 y empezó a hablar de lo bien que había peleado, entonces paró la grabación y le dijo no, me tenés que hablar de que pasaste frío, hambre, que te trataron mal, sino no te hago la nota y ahí terminó la nota. Entonces de eso hubo mucho porque lamentablemente los medios de comunicación social son empresas comerciales que necesitan vender o tener rating y es más fácil conseguir rating o vender críticas que vendiendo elogios o reconociendo las cosas buenas, es más fácil vender la cosa baja, criticable. Hubo una gran campaña en ese tiempo, yo no sé si ahora se ve tanto. Bueno, la Ley Nacional de Educación habla de otra cosa, la ley la impulsaron los ex combatientes de Malvinas y muchos gremios, la CGT, es parte de la ley. Claro, hay mucho, usted sabe que usted y yo no tenemos las mismas ideas políticas, pero estamos hablando sintiéndonos los dos del mismo equipo, no tenemos ninguna duda de eso y sin embargo sabemos que políticamente no coincidimos en un montón de cosas, las podemos conversar porque tenemos esto común que es la cuestión Malvinas, usted y yo podríamos hablar de nuestras diferencias políticas o ideológicas y lo haríamos en un nivel de intercambio de ideas o de argumentos y no nos pelearíamos nunca, porque tenemos este vínculo común, las Malvinas es la única cosa que hace que todos seamos un mismo país. Nos acercó mucho América Latina y hay un autor brasileño, Moniz Bandeira, que habla de que los brasileños no solo hicieron de administradores de los intereses de Argentina en Londres, sino que además aportaron aviones de reconocimiento y… él lo dice… corre por su cuenta obviamente, también pilotos. Yo no conozco tantos detalles, pero puedo decir que tuvimos un fraterno apoyo de Brasil, estuvo siempre al lado nuestro, el presidente de Brasil que era el General Figueiredo habló con Reagan, diciéndole que bajara la mano, que la cosa no era como ellos decían o actuaban, nos ayudó siempre, Brasil estuvo estrechamente al lado de Argentina, como Perú, Venezuela y Ecuador. 

¿Hubo algún momento durante las negociaciones diplomáticas -como opinión personal- en que tal vez usted diga “acá podría la Argentina haber aceptado para concluir la guerra de una manera más o menos conveniente”? Yo creo que los ingleses nunca dieron la posibilidad de negociar, tal vez la gestión de mediadora más prolongada fue al del General Haig y ahí está el gran pecado de Estados Unidos. Estados Unidos le dio armamento suficiente para hacer posible la guerra y después para ganarla a alguien que cuando está en condiciones de ganador es implacable y no tiene freno cuando se considera ganador, entonces generó la situación para que Gran Bretaña fuera tan rígido e implacable en la negociación que no fuera posible negociar. Gran Bretaña todo a lo largo del General Haig quiso lo mismo, un régimen transitorio de gobierno, las famosas 3 banderas, que a veces fueron 4, a veces 5 y a veces 3 pero diferentes, es decir no hubo 3 banderas, pero siempre era el régimen transitorio hasta dar tiempo de consultar a los isleños a ver qué querían ser, con lo cual íbamos a la autodeterminación que era inaceptable para nosotros, de manera que con el General Haig no hubo ninguna posibilidad de llegar a un arreglo. Con la negociación de poco tiempo del presidente del Perú, tampoco hubo tiempo y además porque hundieron el Belgrano en el medio, si usted me dice: se pudo seguir negociando a pesar del hundimiento del Belgrano… es posible, pero siempre hubieran puesto el mismo inconveniente y no se hubiera podido llegar a un acuerdo. Después hubo una tercera negociación que fue la del Secretario General de las Naciones Unidas, Pérez de Cuéllar y fue lo mismo, tropezó con que en última instancia Gran Bretaña dijo: estas son mis condiciones y me contestan esta noche y las condiciones eran, vamos a poner un sistema provisional para que se pregunte a los habitantes qué quieren ser y después hacemos lo que digan. Entonces nunca existió, cuando algún diplomático o ex diplomático dice que se pudo haber arreglado en la guerra de Malvinas y que hoy serían nuestras si no hubiera sido por la guerra, lo tiene que justificar porque está mintiendo, no había negociación en curso y durante la guerra nunca hubo una posibilidad de llegar a un arreglo por las Malvinas, salvo que aflojáramos y reconociéramos el derecho de los isleños a autodeterminarse. Finalmente quiere agregar algo o decir algo en relación a esto? Yo creo que la decisión de recuperar Malvinas fue la gran bisagra como decíamos. Hoy el problema de la reivindicación de Malvinas sería como el problema que decimos que la Antártida es Argentina, pero desde el año 1958 las tenemos bajo un paraguas, están todos los países del mundo actuando y trabajando en la Antártida y nosotros en retroceso, porque cada vez tenemos menos bases y hacemos menos cosas, de manera tal que es muy problemático y fíjese que ya nadie habla de la Antártida Argentina, nadie habla que vamos a obtener la soberanía sobre la Antártida, porque los paraguas que se dice que protegen los derechos, se desgastan y empiezan a tener agujeros y entra el agua y al final no sirven para nada. Creo que la guerra por las Malvinas, la recuperación y después la guerra defendiendo la integridad territorial argentina, fue algo que marca una diferencia fundamental. Hoy usted va a escribir este artículo y yo le estoy diciendo esto porque hubo la recuperación en 1982 y porque hubo una guerra en la cual luchamos y perdimos la batalla, pero el espíritu y el ejemplo de que éramos capaces de pelear está vigente.

domingo, 27 de febrero de 2022

Don Emilio Ravignani: intuiciones y apriorismos ideológicos - Perón y el revisionismo (1946-1955)

 Por Antonio Caponnetto

Instalado de algún modo en el panorama historiográfico argentino bien que precaria e imprecisamente al principio el revisionismo comenzó a ser objeto de previsibles críticas. Mesuradas las menos, solapadas algunas (pues sus autores no querían concederle siquiera la entidad de materia discutible), y directas y frontales otras, surgieron en primer lugar del liberalismo, por ser el sector más visiblemente afectado.  Las razones del rechazo variaban en la intensidad y en el estilo, pero convergían y aún hoy convergen en el plano de los presupuestos filosóficos y políticos. Variaban asimismo los recursos y los medios opositores, pero volvían a coincidir en la necesidad de acabar con el naciente y amenazante enemigo.  Todo fue dicho así en contra del revisionismo: patología o pesadilla; rebeldía, improvisación e ignorancia; conspiración fascista encubierta al servicio de oscuras internacionales; movimiento a-científico e indocto, y hasta movilización del resentimiento inmigratorio enfrentado a la tradición nacional. Podríamos constatar aquí cada una de estas opiniones, sin olvidarnos de las más mitigadas que, con el tiempo, consistieron en aceptar la licitud del revisionismo a condición de que lo practicaran los mismos liberales. Bien estaba entonces revisar la historia, pero que otros, es decirlos mismos de siempre, fueran los cuidadosos responsables de tan riesgosa tarea. En manos “ajenas” ya estaba probada la “peligrosidad” del empeño. Si todo se dijo también todo se intentó. Desde la rígida e implacable conspiración de silencio de la que tanto se quejaba Julio Irazusta hasta la discriminación capciosa que impidió a hombres valiosos el acceso a cátedras e instituciones científicas; desde la omisión sistemática de sus obras y de sus autores en todo los niveles de la enseñanza, hasta el hábil montaje de reiteradas sospechas sobre la cordura de sus principales representantes; y en fin, desde la uniformización obligatoria de textos escolares, hasta la sanción de curiosas leyes que castigaban a los “insultadores de próceres”. 
   
Y tamaño despropósito del que el imponente liberalismo de nuestros días no quiere acordarse, y del que ni noticia tienen sus jóvenes y exitistas adherentes está minuciosamente documentado y ocurrió bajo gobiernos formalmente democráticos. El revisionismo parecía ser así la frontera de sus declamados principios, en él terminaba la vigencia de las libertades irrestrictas.  Pese a estos rasgos comunes en el decir y en el obrar, es necesario deslindar matices y posiciones. Pues así como caben distingos entre las corrientes  revisionistas sin que todas ellas nos parezcan atinadas hay también, como se verá, una distancia muy grande entre aquellos liberales, que siéndolo inevitablemente en política, columbraron no obstante la necesidad de rescatarla vera historia patria mirando con respeto a quienes se atrevían a ello, y los vulgares impugnadores movidos exclusivamente por un destemplado paroxismo. En unos, el liberalismo con el que se habían formado ideológicamente y por el que optaban en su praxis política personal lograba separarse relativamente de sus análisis históricos, o guardar una prudente distancia a la hora de escudriñar el pasado; en otros era una interferencia enceguecedora y condicionante. Algunos de los primeros llegaron incluso a posiciones similares o análogas a la de los mejores revisionistas; los segundos en cambio, sólo alimentaron su propia cerrilidad y suscitaron una réplica forzadamente sarcástica o panfletaria. Los nombres de José Luis Busaniche y José P. Barreiro bien podrían ilustrar sendas posturas.  Hacia 1927 ya había dictado don Carlos Ibarguren su célebre curso sobre Las Dictaduras Trascendentales, y superado Lugones su extravío socialista, y organizado el Nacionalismo, en gran parte bajo el influjo de aquella notable conversión, sus primeros grupos. Emilio Ravignani publica un breve y armonioso artículo sobre Los estudios históricos en la Argentina. Se queja allí, siguiendo a Orgaz, de la excesiva influencia de las escuelas extranjeras en nuestra propia historiografía, especialmente del “neoidealismo croceano”, de la adhesión casi nobista que tales posiciones han arrancado en cierta intelectualidad vernácula y de “la floración de librejos sobre la época de Rosas, que nada aportan [...] y sólo traducen audacia e ignorancia”.(1) Y pasa a justificar después, ampliamente, “la acción rosista que va de 1829 a 1852” sobre la cual “la pasión partidaria ha impuesto un salto” en el análisis histórico y un “exagerado estigma de barbarie”.(2) Su queja llega al fin a la vigencia de Mitre y de López, aún “no sustituídos”, y se trueca en un reclamo esperanzado de que nuevos rumbos hagan “madurar la obra general y comprensiva de la historia americana y argentina futura”.(3) Ravignani no abandonaba su liberalismo. Cree además erróneamente y lo dice de un modo expreso en el precitado artículo que Rosas había sido un mal necesario, una tesis engendradora de su antítesis, al modo hegeliano, un momento inevitable del devenir histórico.(4) No adhirió tampoco en años posteriores a ninguna iniciativa del revisionismo. Su transfondo político le inspiraba un profundo rechazo y sus manifestaciones más combativas violentaban su sentido de la equidad; y sensibilizado al final en la lucha partidaria contra el peronismo, lo asoció a él equivocadamente, como tantos otros, y le endilgó las acusaciones más duras, más injustas y más imprudentes. Expresión de “la antihistoria”, dio en llamarlo; de “un estudiado ocultamiento de la verdad” y de “una supina ignorancia”, que “signaba un momento aciago de la vida Argentina”, y que era preciso por lo tanto combatir airosamente, “encarrilando nuevamente a la juventud en la senda de la libertad”.(5) El maestro de tantas lecciones sobre la mesura se desjerarquizaba así mismo con tamaña simpleza; el predicador de la equidistancia y de la abstención de toda diatriba y de todo elogio inapropiado, se dejaba ganar por los lugares comunes de cierto periodismo; el académico acostumbrado a los discernimientos sutiles, no hacía aquí el más elemental de ellos, a saber, que de la circunstancial adhesión política de algunos revisionistas al gobierno peronista, no se seguía necesariamente que los principios y los fines de aquella escuela coincidieran con  él y fueran corresponsables de sus desaciertos. También dieron su adhesión Levene y Molinari y alguien supo recordar indiscretamente la de Enrique de Gandía sin que por ello se pueda involucrar a las corrientes historiográficas que representaban. De suyo, en el discutido interregno político que cubre la década 1945-1955, el revisionismo no integró la cultura oficial; no aparece exigido como criterio escolar en las resoluciones ministeriales pertinentes, y hasta se rechazó en n o pocas ocasiones a sus propagandistas y a sus campañas con la entonces frecuente acusación de “piantavotos”. Los diarios del 15 de diciembre de 1945 daban cuenta de unas declaraciones de Perón en contra de aquellos “sujetos irresponsables” que “al grito de ¡Viva Rosas! escudan su indignidad para sembrar la alarma y la confusión en distintos actos cívicos que se desarrollan normalmente”; para rematar sentenciando a continuación que quienes así proceden viven al margen de toda norma democrática “y no pueden integrar las filas de ninguna fuerza política Argentina”.  Estaba claro que el jefe del Movimiento que habría de regir desde entonces y por una década los destinos del país no asumía públicamente ni al revisionismo ni al rosismo; como quedaba igualmente en claro que no secundara sus iniciativas reivindicatorias, cuando ningún espaldarazo oficial se le dió a la Comisión Pro Repatriación de los Restos de Rosas que, presidida por don Carlos Ibarguren, inició una importante recolección de firmas durante 1953. Es que Perón que había sido alumno de Levene en la Escuela Superior de Guerra admiraba la historia mitrista, a la que consideraba una “obra maestra”, y de cuyo autor llegó a decir: “sólo ahora comprendo lo que importa tener un Mitre, capaz de darnos en los episodios medulares de nuestra historia, algo que puede ser norma y pauta para los investigadores del futuro”.(6)  Consecuentemente, Levene ponderaba tanto el punto de vista historiográfico de su antiguo alumno que le solicitó su colaboración para la redacción de varios capítulos en la historia de la Academia, la cual ya le había publicado en 1938 un ensayo sobre La idea estratégica y la idea operativa de San Martín en la Campaña de los Andes. Así, mientras los revisionistas fundaban sus institutos en Santa Fe y en Buenos Aires para oponerse al liberalismo histórico que tenía justamente en la Academia a su principal bastión, Perón colaboraba con la misma y era requerido intelectualmente por su Presidente; y según Pavón Pereyra su biógrafo y apologista, y ligado además a la escuela revisionista solía decir que “le cautivaba la idea de ser el Mitre del presente siglo”.(7) La relación de Perón con los revisionistas consistió en negarlos públicamente en tanto tales, en permitirles que se aproximaran calladamente en la medida que podían sumarse también ellos a la clientela electoral, y cuando muy tardíamente el vínculo se fundó en algunas afinidades intelectuales, sus preferencias inocultables se orientaron hacia el ala socialista y filomarxista de aquella escuela, ya por entonces alejada de sus orígenes fundacionales. Pero en los años de sus primeros gobiernos, no sólo ningún apoyo oficial recibió el revisionismo, sino “todo lo contrario”, según declara el mismo José M. Rosa. Es más, agrega el historiador, “el que después fue vicepresidente Tessaire, que era liberal y antirosista, prohibió a los afiliados peronistas inscribirse en institutos rosistas”, y “también nos perseguía el Ministro del Interior; Borlenghi”.(8) De hecho, en aquellos años, tanto los cargos en la Academia Nacional de Historia como los premios y apoyos oficiales a las producciones historiográficas, no recayeron nunca en destinatarios revisionistas, conservándose cuidadosamente todo el ritual de la efemeridografía liberal. La edición y difusión bibliográfica del revisionismo no contó con sostenimientos de organismo gubernamental alguno, pues Vicente Sierra, Julio Irazusta, Atilio García Mellid, Mario César Gras, Carlos Ibarguren, José María Rosa, Alberto Ezcurra Medrano y Pedro de Paoli, entre otros, publicaron sus obras por sus propios y respectivos medios, mientras con pie e imprenta de Universidades e Institutos Nacionales verían la luz en cambio, trabajos de Barba, Piccirilli y del precitado Levene.(9) Vicente Sierra tal vez uno de los pocos e ilustres revisionistas, de auténtica valía, que quiso confiar en el peronismo pronuncia una conferencia hacia 1949, en la que hace un esfuerzo denodado por convencer al gobierno de que debe asumir los postulados de la escuela revisionista, porque “no creo” dice “que se pueda ser peronista y tener como próceres a los representantes del liberalismo".  Pero toda su disertación, incluyendo la frase precitada, no es sino una sutil queja y un reproche entrelíneas al ver que está ocurriendo exactamente lo contrario. “La Revolución”, advierte, “no puede apoyarse en los mismos juicios históricos en que se apoyaba el régimen derribado [...] el revisionismo es un hecho implícito con la Revolución, aún cuando los propios revolucionarios [...] quieren postergarla [...] por razones de táctica política [...] pero mucho más malas que la de los adversarios”.(10)   Si nuestro movimiento” sigue presionando Sierra “responde a un sentido cristiano y social, no vemos cómo no comprende la importancia que para su futuro tiene el revisar los juicios [...de] la mentalidad histórica individualista de la escuela liberal”; “los requerimientos del presente momento argentino no están satisfechos, no pueden estarlo, con una historiografía en que los hechos vibran satisfaciendo requerimientos de un pasado que este presente repudia”.(11) Pero sus razones y sus pedidos no fueron escuchados. No podían serlo, pues el peronismo no venía a abolirla tradición liberal sino a completarla. Pero el n o advertirlo fue el gran error de Vicente Sierra, por lo demás, preclaro maestro. Al mismo tiempo, si algo surge explícitamente entre las irregulares páginas de los escasos números de la Revista del Instituto Juan Manuel de Rosas aparecidos entonces, es la precariedad extrema de recursos, el constante pedido de auxilio, y la protesta bien que atemperada a veces por la actitud neutra del Régimen, cuando no contrario y hostil a las banderas revisionistas. Es que no podía aceptarse que aquel gobierno, al que querían juzgar popular y nacional, festejase el Centenario del Pronunciamiento de Urquiza y el de la batalla de Caseros, prohibiese a través del Consejo Nacional de Educación que se enseñase el apoyo de San Martín a la política interna de Rosas, desatendiese sus reclamos y sus rectificaciones, y permaneciera ajeno, por ejemplo, a la ridícula campaña oficiosa del Instituto Nacional Sanmartiniano que, en 1950, con ocasión del Año del Libertador, decretara solemnemente la inexistencia de toda amistad entre San Martín y Rosas.(12) “Los hombres de la escuela revisionista” se lee en el Editorial del número correspondiente al año 1948, de aquella publicación que era la encarnación misma de la susodicha escuela “no han tenido en este último tiempo donde exponer sus ideas [...]. Cercados por una inaudita conspiración periodística [...] las actividades de nuestro Instituto fueron cuidadosamente silenciadas [...]. No faltaron zopencos que infiltrados en el partido gobernante y hasta ocupando altas posiciones rentadas, les hicieron el juego, introduciendo un confusionismo pernicioso”; y aunque algunos especulan con la analogía rosismo y peronismo para negar expresión al primero o apoyo al segundo, lo cierto es que tales “similitudes [...] con el pasado régimen rosista [...] son más aparentes que reales”.(13) Lo que prevalece en cambio y es otro lamento constante de los hombres de esta corriente es “la vigencia de un espíritu timorato, que so pretexto de permanecer neutral ante la polémica de revisionistas y antirevisionistas, en rigor, cierra las puertas a las verdades de los primeros para hacerse vehículo y cómplice de las falsedades y los errores sustanciales de los segundos”.(14) “El mundo de funcionarios y de historiadores [liberales] suele ser uno mismo”, sostenía con dureza Roberto de Laferrere en su discurso del 31 de agosto de 1950 pronunciado en una cena de camaradería del instituto Juan  Manuel de Rosas.(15) 
Resultan así completamente falaces, y digámoslo de paso, aquellas palabras del periodista Ginzo que, precisamente hacia la misma fecha sostenía que el revisionismo “se jacta de contar con entusiastas adeptos en el gobierno”, especificando para acentuar todavía más su error que “todo cuanto es, cuanto busca, cuanto dice y cuanto calla” el revisionismo histórico, “está en la actividad del denominado Instituto de Estudios Históricos Juan Manuel de Rosas”.(16) Falacia que repite también Dana Montaño cuando escribe que el antiliberalismo del revisionismo y su “justificación de la primera tiranía”, “explican el apoyo de Perón al mismo”.(17) Una simple información fidedigna sino una mirada más veraz y más limpia les hubiera demostrado exactamente lo contrario, a ellos y a tantísimos otros que repitieron hasta el cansancio semejante lugar común.(18) Se equivocaba, pues, y fieramente, don Emilio Ravignani. Como a casi todos sus pares, la hipótesis de “las dos tiranías” impuesta más tarde con carácter dogmático le obturaría la inteligibilidad del pasado y la severidad interpretativa, resultando además un penoso agravante la analogía rosismo-peronismo que con criterio afirmativo pero igualmente falaz, sostuvieron ya no los liberales sino los mismos partidarios del gobierno justicialista. El paralelo se difundió con más fuerza emocional y proselitista que de índole racional, y como desde Aristóteles se sabe que en toda comparación entre lo bueno y lo malo sufre lo bueno, los hombres como Ravignani no podían deducir la bondad del gobierno cuyo deterioro y caída habían presenciado, sino la perversidad de aquel con que se lo asemejaba y a la vez la de sus fervorosos panegiristas. El revisionismo era, pues, la antihistoria y el encubrimiento de la verdad. Pero volvía a equivocarse. Y si la historia se hubiera impuesto no ya sobre la política que, como se sabe, suele ir legítimamente adjunta sino sobre las pasiones del momento, hubiera advertido que no había una juventud por rescatar de las manos del revisionismo sino de la confusión impuesta por sus oponentes. Y que si la claridad que aquella escuela historiográfica echaba, a través de sus más distinguidos expositores, se hubiese extendido al cuerpo social y al poder político, podrían haberse evitado asimismo todo “momento aciago” y toda pérdida de la libertad. Más allá de estas limitaciones y de estas contradicciones graves, le cabe a Ravignani el mérito de una crítica que, aunque hecha desde el liberalismo, proponía acabar a la vez con esa concepción de la historia como “bien de familia” (de la cual hablaría después alguien tan lejano a él como Jauretche) y “quebrar los moldes hasta ahora establecidos”, para fundar una ciencia del pasado más objetiva y más nacional. No todos los de su condición supieron tener la misma enjundia y el mismo celo”.
NOTAS

1. Emilio Ravignani, Los estudios históricos en la Argentina, en Síntesis, nº 1,

Buenos Aires, 1927, p. 52, 55 y 59.

2. Ibidem, p. 61-62.

3. Ibidem, p. 67.

4. Véase también Emilio Ravignani, Rosas, interpretación real y moderna,

Buenos Aires, Plenamar, 1970.

5. Emilio Ravignani a José P. Barreiro, en José P. Barreiro, El espíritu de Mayo

y el revisionismo histórico, 2º ed., Buenos Aires, Antonio Zamora, 1955, p.

475.

6. Carta de Juan Domingo Perón, Santiago de Chile, 21-08-1936. cit. por

Enrique Pavón Pereyra, Perón (1895-1942), Buenos Aires, Espiño, 1953, p.

153-154. El calificativo de “obra maestra” aplicado a la de Mitre aparece en

otra carta, fechada el 18 de enero de 1950, y que Pavón Pereyra cita en la

obra mencionada, p. 156.

7. Así dice textualmente Pavón Pereyra en su obra precitada, p. 171. Este

autor aporta también los detalles sobre la relación Levene-Perón en su

Perón (1895-1942), cap. VII, Perón y la enseñanza de la historia y cap. VIII,

Perón historiador.

8. Pablo J. Hernández, Conversaciones con José M. Rosa, Buenos Aires,

Colihue-Hachette, 1978, p. 127. Rosa, volcado después a la activa

militancia peronista, cuenta sus propias peripecias de revisionista en esta

época y cómo “fui más bien perjudicado”. Pero con una ubicuidad

desconcertante, disculpa y justifica la marginación en que tuvo Perón a los

nacionalistas, pues “el gobierno del cual era la figura central en esos

momentos, tenía que acercarse a los vencedores de la guerra” (p. 114). Si

este fuera el criterio ético-político adecuado, debería haber visto una grave

improcedencia en Rosas, pues no sólo no proscribió a los patriotas federales

para acercarse a los poderosos imperios vencedores de entonces, sino que

se rodeó de ellos, a contracorriente de los aires ideológicos dominantes en

el resto del mundo.

9. Está pendiente aún una catalogación exhaustiva con los consiguientes

análisis que de ella se sucederían de la bibliografía histórica argentina

correspondiente al período 1945-1955. No obstante, hemos consultado con

provecho el excelente Handbook of Latin American Studies, vol. 12 a 20,

correspondientes a los años 1946-1955, del que se infiere ampliamente la

afirmación que apuntábamos arriba sobre la dirección ideológico-

historiográfica de los apoyos oficiales.

10. Vicente Sierra, Revisionismo Histórico. Conferencia pronunciada en la Liga

de los Derechos del Trabajador el 19 de octubre de 1949, Buenos Aires,

1949, p. 19.

11. Ibidem, p. 19-20.

12. Cfr. La declaración del Consejo Superior del Instituto Nacional

Sanmartiniano, la adhesión de la Academia de la Historia y un Editorial de

La Nación, artículo firmado por La Redacción en la Revista del Instituto

Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas, nº 14, Buenos Aires,

1949, p. 11-20. El sectarismo y la religiosidad laical de los liberales

llegaban aquí a tal extremo que el Director del Instituto Nacional

Sanmartiniano, Julio César Raffo de la Reta, consideraba que todo intento

demostrativo de la amistad San Martín-Rosas debía reprobarse por

perjudicar al procerato del primero y ser un modo de “tomar su santo

nombre en vano”.

13. De nuevo en la lid, en Revista del Instituto Juan Manuel de Rosas de

Investigaciones Históricas, nº 13, Buenos Aires, 1948, p. 3-4.

14. La Información periodística, en Revista del Instituto Juan Manuel de Rosas

de Investigaciones Históricas, nº 15-16, Buenos Aires, 1951, p. 2O1. Los

subrayados son propios en todos los casos que venimos citando.

15. Revista del Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas, nº

15-16, Buenos Aires, 1951, p. 211-212.

16. José Antonio (Tristán) Ginzo, Qué es, qué pretende, qué oculta el llamado

revisionismo histórico. Conferencia pronunciada el 9 de agosto de 1951 bajo

el patrocinio de la Comisión de Cultura del Partido Socialista, y publicada

bajo el mismo título en Buenos Aires, Publicaciones Socialistas nº 4. Editada

también posteriormente con el nombre de En torno a Rosas y el

revisionismo, Buenos Aires, Bases, 1954. Los párrafos aquí citados

corresponden a la primera de las ediciones mencionadas, p. 10 y 23

respectivamente.

17. Salvador Dana Montaño, Tres ensayos de historia de las ideas políticas,

Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1967, p. 89.

18. Ya en un trabajo anterior, Dana Montaño repetía el argumento sin

fundamentación alguna; y acusaba entonces a los revisionistas en

complicidad con “el régimen depuesto” (según el obligado neologismo ad

usum para referirse al peronismo), de “una maquiavélica maniobra [...] de

descrédito de nuestra ley fundamental [...] sin detenerse siquiera ante la

figura prócer de los constituyentes”, etc., etc. Salvador Dana Montaño, La

crisis argentina y la educación común superior, Buenos Aires, Emecé, 1963,

p. 35 y 45.

19. Emilio Ravignani, Ni con Rosas ni contra Rosas, en 32 escritores con Rosas o

contra Rosas, Buenos Aires, Ediciones Federales, 1989, p. 101-106.



sábado, 26 de febrero de 2022

Tulio Halperín Donghi y el Peronismo

 Por Norberto Galasso

Nacido en 1925, egresa de la Universidad con los títulos de abogado y doctor en  filosofía y letras. A los 26 años, publica su primera obra: El pensamiento de  Echeverría.  En 1955, participa de la ola antiperonista y es designado profesor de Introducción a la historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad del Litoral. Poco después, se desempeña como Decano de la Facultad y luego Rector de la Universidad. Entusiasmado con la Revolución Libertadora publica “La historiografía argentina en la hora de la libertad” reproducido, después, en su libro Argentina en el callejón. Luego publica “Del fascismo al peronismo”   Sostiene que Perón impuso la máxima dosis de fascismo posible que la Argentina de  postguerra era capaz de soportar.  Critica también la conquista laboral del sistema de jubilaciones y de las licencias por enfermedades. Plegándose al axima del diputado sanmartino con su “aluvión zoológico”.  Admirador de Mitre lo compara con Perón  “Mitre, el fundador de la Argentina que el peronismo quiso abolir superó los obstáculos para hacer obra eficaz y dirigir la Nación en el sentido que se había propuesto, mientras, en cambio, Perón, no siendo estadista, resultó incapaz de abarcar la realidad en su conjunto y fracasó al apelar a un ideario, el fascismo, ajeno a esa realidad .  En 1958, ya bajo la influencia de la escuela de Los Annales:  instala la llamada “Historia Social” no sólo como alto funcionario universitario sino impulsado como gran intelectual por la señora Ocampo, estanciera y dueña de SUR, la misma que ha lanzado a Borges a la fama europea, empecinada ahora en crear un Borges en el campo de la Historia.  

  

Halperín al analizar al peronismo comete errores que llamativamente no han sido detectados.  Muchos de ellos autoproclamados “peronistas” hasta lo consagran como “el mejor historiador argentino” como Felipe Pigna, Brienza o el fallecido González.   Para Halperín el 17 de Octubre estaba previamente organizado y le adjudica a Evita el rol principal en esos sucesos.  Al mismo tiempo excluye a la oligarquía de su acción criminal.   En cuanto al bombardeo a la plaza señala “El 16 de Junio, a la protesta desarmada, siguió la tentativa de golpe militar: una parte de la marina y la aviación se alzó contra el gobierno, bombardeando y ametrallando lugares céntricos de Buenos Aires. Esa noche, sofocado el movimiento, ardieron las iglesias del centro de la ciudad, saqueadas por la muchedumbre e incendiadas por equipos especializados que actuaron con rapidez y eficacia en San  Francisco, en Santo Domingo. El fuego se llevó todo hasta dejar tan sólo el ladrillo calcinado de los muros; las cúpulas levantadas y rotas por la presión de los gases de combustión, dejaron paso a llamaradas gigantescas”.   Pero, ¿y los muertos, Halperín? ¿Los argentinos masacrados por los aviadores de la Libertad?  ¿Y la Plaza de Mayo cubierta de cadáveres? ¿Y los otros muertos, allá en el Bajo, en la tarde, cuando huían los últimos aviones y ametrallaron cerca de la CGT? ¿Dónde están, en su relato?.  Fue uno de los hechos más violentos y trágicos de nuestra historia. El Alte. Isaac F. Rojas, en sus memorias, admite que la primera estimación alcanzaba a un millar de víctimas: 156 muertos y 900 heridos . El historiador Joseph A. Page señala que La Nación, del 17 de Junio, reconoce 355 muertos y más de 600 heridos . Y el periodista Jorge Lozano, en una investigación para la revista Extra, sostiene que, en las inmediaciones de Plaza de Mayo, yacían más de dos mil muertos.   ¿Por qué oculta la tragedia, mi estimado Halperín? El bombardeo de una ciudad abierta, con ómnibus estallando en masas humanas despedazadas, en sangre y horror. Están las imágenes. Luis Gregorich, que no es peronista, las reprodujo en La República Perdida, pero lo que se le ha perdido a Halperín no es la república sino la masacre. Supongo que Victoria Ocampo habrá agradecido esta trapisonda histórica llevada a cabo por el “máximo historiador de la Argentina”, según afirma buena parte de la docencia universitaria. Ahora, uno humildemente pregunta: ¿éste es el criterio científico que la Historia Social pretende insuflar en los estudiantes? Admitamos, sin embargo, que podría no tratarse de una omisión interesada sino que, dado su antiperonismo, Halperín inconscientemente borró el hecho, más preocupado por el escenario dantesco de esa misma noche. Podría también aducirse que el fervor antiperonista se encontraba muy exaltado en 1960 y esto habría obnubilado la visión  penetrante del historiador, impidiéndole observar el espectáculo de horror que mostraba la plaza histórica. Pero, ocurre, que varios años después, Halperín publica La democracia de masas y allí, en la página 83, señala: El 16 de Junio -cinco días después de la desafiante procesión del Corpus- estallaba un alzamiento apoyado sobre todo por la marina de guerra. Luego de horas de combate en torno del edificio del Ministerio de Marina y de un bombardeo y ametrallamiento aéreo del centro de la capital por los revolucionarios, el gobierno pudo sofocar al reducido grupo de insurgentes: esa noche, tras una concentración convocada por la Confederación General del Trabajo cuando aún duraban las acciones aéreas, las iglesias del centro de Buenos Aires, fueron incendiadas; no resulta difícil comprender que, luego de ver caer a su lado a las víctimas del fuego rebelde (aquí aparecen las víctimas, aunque parece referirse a soldados muertos en combate) así, la espontánea cólera de una muchedumbre por otra parte raleada por la prudencia, no basta para explicar la uniforme eficacia que la operación mostró en todas partes.  A partir de aquí, dedica más de diez líneas al tema de los incendios de iglesias, de manera tal que los muertos -aparecidos tangencialmente- tampoco adquieren relevancia, ni la espantosa masacre alcanza a ser percibida por el lector. Cualquier análisis objetivo de este texto inevitablemente concluiría imputando al profesor Halperín una manipulación histórica dirigida a escamotear la gravísima responsabilidad de quienes masacraron por odio de clase, única explicación posible del asesinato en masa.  Pero todavía hay algo más grave en este libro de Halperín que llevaría a suponer una acción premeditada y sistemática por parte del historiador: también excluye de la historia argentina a los 7 muertos y 93 heridos , resultantes del atentado terrorista del 15 de Abril de 1953 y también, como en el caso anterior, se dedica a analizar los incendios nocturnos y las detenciones que devinieron a causa de esa tragedia: Perón es interrumpido por el estallido de varias bombas, la respuesta inmediata es el incendio oficioso de las sedes de los partidos opositores y del Jockey Club, a él siguen detenciones masivas de opositores seleccionados de modo algo errático: la de la señora Victoria Ocampo... Otra vez, Halperín nos oculta los muertos. Otra vez, el lector, el estudiante, el investigador quedan desinformados de que las bombas, colocadas por un grupo de radicales, provocaron muertes y heridas en militantes peronistas que  participaban del acto.  De nuevo Halperín nos informa acerca de los muros calcinados e incluso que doña Victoria Ocampo fue detenida (permaneció treinta días en la cárcel), suceso desgraciado y verdadero padecimiento para una exquisita intelectual como ella pero que -suponemos- ni Halperín ni nadie puede juzgar más importante que la muerte de varias personas.  De esto se concluye que la clase dominante puede reprimir sin vacilaciones mientras haya historiadores del tipo de Halperín, cuyo rigor histórico se aplicará a cualquier tema o suceso salvo cuando sean asesinados los hombres y mujeres del pueblo.  “Los muertos que vos matasteis” -se le podría señalar a la clase dominante- gozan de buena salud en los libros de Halperín. 

    

Respecto a sus trabajos sobre el peronismo (La democracia de masas y La larga agonía del peronismo) ya se ha destacado la perspectiva reaccionaria que prevalece a su análisis. Esta se quiebra insólitamente en el segundo de estos libros donde sostiene, al pasar, que el peronismo fue una revolución social y que ello sólo puede parecer discutible a quienes creían blasfemo dudar que revolución social -y aún revolución- hay una sola: bajo la égida del régimen peronista, todas las relaciones entre los grupos sociales se vieron súbitamente redefinidas y para advertirlo bastaba caminar las calles o subirse a un tranvía. Esta afirmación demuestra -por izquierda- el desconocimiento de Halperín respecto a los procesos de liberación nacional ocurridos en América Latina que quiebran la dependencia respecto al imperialismo, pero que -salvo en el caso cubano- no constituyen revoluciones sociales sino revoluciones nacionales o antiimperialistas producidas en el marco del capitalismo. Por otra parte, inmediatamente desvaloriza su propia calificación al sostener que esa sociedad no tenía modo de perdurar y que ya, hacia 1946/48, Perón sólo se había sumado con muy escaso entusiasmo... a la oleada reformadora y nacionalizadora.   Luego, en varios reportajes, insistirá en descalificar la experiencia peronista -es decir, descalificar esa Revolución Social- pues se realizó sobre bases muy endebles queriendo, construir una sociedad que tenía que durar medio siglo sobre una situación económica favorable que duró tres años

Estas reflexiones acerca del peronismo cierran su círculo cuando Halperín señala poco después: El menemismo es el peronismo que hubiera querido Perón. En el mismo reportaje, reivindica al General Justo y señala que el peronismo apenas modificó en algo lo que Justo había armado.  Halperín va aún más allá en su rol de portavoz de la clase dominante. Así, celebra el triunfo del neoliberalismo económico y brinda por su perennidad: En la medida en que eso (la economía peronista con gran participación del Estado) está siendo demolido, Canning se llamará eternamente Scalabrini Ortiz, pero merecería llamarse Canning.   Halperin como portavoz de la clase dominante -legitimándola con el prestigio que ella misma se ha encargado de construirle- se ratifica en diversos reportajes. En ellos, una y otra vez reaparece el desdén por las masas populares y sus representantes, la glorificación del mitrismo, el escepticismo y el mensaje de resignación ante el neoliberalismo económico y la dependencia, la perennidad del modelo y tantos otros mitos con los cuales la clase dominante intenta someter al resto de la sociedad reasegurando el orden, es decir, sus privilegios. Si Romero (p.) entendía a la historia como una guía para la acción, en Halperín el mensaje se transforma en guía para la resignación: Lo más alarmante es que las soluciones de Reagan o Tatcher no fueron exitosas pero, al parecer, su único mérito es que son las únicas posibles.  Un periodista le pregunta: ¿O sea que el liberalismo no es ni siquiera una elección ideológica?, a lo cual contesta: Simplemente, no hay alternativa.  Asimismo,  cuando se trata de la dependencia, no la niega -como procedía antes la clase dominante- sino que la reconoce pero rechaza toda posibilidad o conveniencia de quebrantarla: No es necesario explicar porqué no hablamos más de dependencia. No porque no crea que haya dependencia sino porque las recetas para escapar de la dependencia resultaron todas malas y quejarse de la dependencia es más o menos como quejarse del régimen de lluvias. De tal manera, los pobres deben convencerse de que siempre serán pobres y los argentinos que siempre seremos dominados. Porque, además, aunque cierta conciencia nacional es necesaria, considerando los usos que la idea de lo nacional tuvo en la Argentina, cuantos crímenes sirvió para justificar, no me parece una desgracia que en este momento se haya mandado a guardar. En la Argentina ha sido más cierto que en cualquier otro lado aquello que decía Samuel Johnson de que el patriotismo es la última excusa de una canalla. De este modo, Halperín es, a la nueva clase dominante, lo que Mitre y sus discípulos fueron a la vieja oligarquía: portavoz ideológico y constructor de un pasado histórico que legitima los intereses del privilegio presente y propende a resguardarlo para el futuro.