Rosas

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viernes, 30 de septiembre de 2022

150 años de la publicación de El gaucho Martín Fierro

 Por el Prof. Jbismarck

A un siglo y medio de la publicación de la primera parte del Martín Fierro, de José Hernández, hacemos una reflexión sobre el autor y su obra.  “Aquí me pongo a cantar/ al compás de la vigüela” tal vez sean los versos más famosos de la literatura de esta parte de la región. Son las primeras palabras que nos acercan a un momento de la vida del gaucho payador Martín. Obligado a incorporarse al ejército por parte de quienes lo menospreciaban al igual que a los indios, este gaucho se torna víctima de la opresión y la injusticia, y huye para convertirse en un matrero fuera de la ley.

Se trata de la primera parte de El gaucho Martín Fierro, cuyo autor José Hernández, –escritor, político y quien participó militarmente en distintos momentos para defender sus ideales– ganó una enorme popularidad con la edición de aquel poema, en 1872. Siete años después, en 1879, Hernández publicó la segunda y última parte del poema: La vuelta de Martín Fierro, en la que el gaucho protagonista retorna a aquella sociedad, y en la que se reencuentra con sus hijos y otros personajes, para dar otro giro interesante en su existencia.   Si bien ya había otros escritores que dieron comienzo al género de la literatura gauchesca, como Bartolomé Hidalgo, Hilario Ascasubi o Estanislao del Campo, fue la obra de Hernández la que logró posicionarse en la cumbre de la literatura argentina y la cual, este 2022, cumple 150 años de su publicación. En sus páginas, el autor expresó la vida del gaucho en el país, su estilo de vida, sus costumbres y su más profunda cosmovisión, inmortalizándola con notables versos que se perpetuaron a lo largo y ancho de la región hispanoamericana.

“Me he esforzado, sin presumir haberlo conseguido en presentar un tipo que personificara el carácter de nuestros gauchos, concentrando el modo de ser, de sentir, de pensar y de expresarse que les es peculiar, dotándolo con todos los juegos de su imaginación llena de imágenes y de colorido, con todos los arranques de su altivez, inmoderados hasta el crimen, y con todos los impulsos y arrebatos, hijos de una naturaleza que la educación no ha pulido y suavizado. Cuantos conozcan con propiedad el original podrán juzgar si hay o no semejanza en la copia”, explica José Hernández en una carta dirigida a José Zoilo Míguens, un hacendado y político del Partido Autonomista de Buenos Aires, la cual incluyó a modo de prólogo en la primera edición del poemario.
Sin embargo, luego de un siglo y medio de múltiples relecturas e, incluso, reescrituras –entre ellas, desde cuentos como “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”, de Jorge Luis Borges, a otros textos y novelas como El Martín Fierro ordenado alfabéticamente (2007), de Pablo Katchadjian; 

En una suerte de prólogo, Hernández dice que intentó personificar el carácter de los gauchos y, sin dudas, moldeó ese imaginario colectivo de la figura gauchesca. -En la “Carta a Zoilo Miguens”, que funciona como prólogo de El gaucho Martín Fierro (la Ida, como se la conoce), Hernández señala que siguió “fielmente” las costumbres del gaucho, las aventuras propias de ese tipo de vida, y que “imitó” su modo de hablar, su estilo, sus reflexiones. Por un lado, entonces, Hernández ofreció a través de una ficción, una imagen del gaucho en la que el gauchaje pudo reconocerse y a la vez fue reconocido; y por otro lado, eso mismo es lo que hizo posible que esa imagen moldeara el imaginario colectivo del gaucho,  y seguir analizando la eficacia de una construcción que respondía a un gaucho particular (el gaucho de la campaña aproximadamente entre 1850 y 1860) y que, sin embargo, se convirtió en un arquetipo nacional. Esa operación de esencialización que realizó la crítica, especialmente en las primeras décadas del siglo XX, es lo que hay que desmontar, para recuperar, sin esa carga ideológica, un texto maravilloso que narra la vida llena de desventuras de un gaucho de ficción con el nombre de Martín Fierro.
Creemos que hay que revisar definitivamente la relación entre el gaucho, Martín Fierro y la argentinidad. En todo caso, es fundamental, ¡y apasionante!, ver cómo se tramó esa relación, cuál fue la operación ideológico cultural, primero, y político estatal, después, que cristalizó la argentinidad en la figura de un gaucho. Esa operación fue llevada a cabo entre el Centenario y finales de la década del 30, cuando, como sabemos, tanto el gaucho como su vida se habían transformado casi por completo, integrado sobre todo como peón u obrero al mundo del trabajo, con los cambios abruptos que eso implicó. De todos modos, si hablamos de caracterìsticas del gaucho y de símbolo de argentinidad, creo que se debe al prinicipio romántico (o tardoromántico de los 70 o neoromántico de 1910) de búsqueda de color local, de pintoresquismo, de aquello que le otorgue a “lo argentino” un toque de originalidad. En ese sentido, el gaucho y la gauchesca hernandiana se convirtieron en lo original argentino, eso que parece enorgullecer porque no se encuentra en otro lado, eso mismo que Borges cuestiona rotundamente en “El escritor argentino y la tradición”. Podría decirse que sin la lengua gaucha que asume Hernández al escribir el poema, sin esa “imitación” del habla y del estilo el Martín Fierro no hubiera sido condensador de color local; en esa invención genial se concentra el futuro nacional y canónico del texto. Por supuesto, para reivindicar la figura del gaucho reponiendo las condiciones históricas y polìticas en las que vivió en la segunda mitad del siglo XIX no es preciso llevar a cabo ninguna romantización ni idealización. Igualmente, subrayar la fuerza literaria del Martín Fierro, su increíble politicidad estética, no tendria por qué implicar que lo pensemos como símbolo de lo argentino.

El potencial contemporáneo del Martín Fierro es enorme y diverso, y se aleja de las reelaboraciones de corte literario, como las que hace Borges en sus cuentos para reactualizar, creo, su politicidad. Así como Hernández inventó una forma original para la literatura argentina, así también las lecturas actuales aprovecharon nuevas zonas de experimentación. Pienso en El Martín Fierro ordenado alfabéticamente de Pablo Katchadjan y en cómo, a partir de un texto que inventó una forma original para la literatura argentina se buscan nuevas zonas de experimentación formal (el orden alfabético) que subraya de entrada y de un modo impensado la denuncia polìtica y social
Seguramente hay toda una producción oral en diferentes regiones, que en muchos casos aparece musicalmente.

Las otras tablas de sangre

Por: Alberto Ezcurra Medrano
En 1826 se designó presidente a Rivadavia, se decretó el cese de la provincia de Buenos Aires y se sancionó la constitución unitaria. El triunfo rivadaviano fué amplio, pero breve, y su juicio lo hace acertadamente González Calderón en los siguientes términos:
“Hay que decir, respecto de la actuación del señor Rivadavia y del Congreso Constituyente de 1826, que arrastraron a la nación a la más espantosa guerra civil, cuya consecuencia fue la dictadura sangrienta. ¿Que se equivocaron de buena fe? ¿Que el país no estaba preparado para practicar las instituciones teóricamente buenas que pretendieron establecer? No se trata de eso cuando hay que discernir la responsabilidad de nuestros antepasados por los acontecimientos o por los hechos que su conducta ocasionó si se equivocaron; debe pensarse, lógicamente, que carecieron de la visión genial del verdadero estadista; si concibieron instituciones inadaptables a la idiosincrasia del país, debe creerse, con fundamente que no tuvieron conciencia de lo que sus deberes les exigían. Faltáronles a Rivadavia y al lucido círculo que lo rodeaba esa visión nítida y exacta que caracteriza a los grandes hombres de Estado y también el necesario dominio de las condiciones en que debían legislar. Cuando desaparecieron de las elevadas esferas oficiales, todo el edificio que se propusieron construir se deshizo estrepitosamente, porque sus cimientos sólo se habían apoyado en el terreno peligroso de las utopías políticas.”
Antes de dictar la constitución de 1826, los unitarios trataron de preparar el terreno para su aceptación unitarizando por la fuerza algunas provincias. Tal fue la misión de Lamadrid, “gobernador intruso” de Tucumán, como lo reconoce Zinny, y agente político de la mayoría del Congreso, como dice González Calderón. Para cumplir el fin que se había propuesto, Lamadrid inició una sangrienta campaña, teniendo por aliados a Arenales en Salta y a Gutiérrez en Catamarca. Utilizó en ella un grupo de desertores del ejército de Sucre, conocidos entonces bajo el epíteto de “colombianos”, que a las órdenes del coronel Domingo López Matute se habían puesto a su servicio. La actuación de estos hombres en la batalla de Rincón fué cruel y sanguinaria, y después de la derrota invadieron a Santiago del Estero cometiendo allí una larga serie de incendios, degüellos y atrocidades de toda índole.  “La bandera -comenta Bernardo Frías- cargó con el fruto de la máquina de que se servía, y, ya en aquel año tan atrasado a Rosas, hemos leído en papeles de la fecha, salidos del rincón lejano de Catamarca, aquello de salvajes unitarios.” 
Terminada la guerra con el Brasil, los unitarios, que no habían aprendido nada con el fracaso de su tentativa de 1826, procuraron imponerse por la fuerza y volvieron a encender la guerra civil. Lavalle asumió la dictadura y fusiló a Dorrego y a todos los oficiales tomados prisioneros en Navarro y Las Palmitas.  Paul Groussac, historiador netamente antirrosista, comenta así este gobierno: “A la víctima ilustre de Navarro siguieron muchas otras, y la sentencia que precedió a las ejecuciones de Mesa, Manrique, Cano y otros prisioneros de guerra no borra su iniquidad. Mientras los diarios de Lavalle pisoteaban el cadáver de Dorrego y ultrajaban odiosamente a sus amigos, los redactores de La Gaceta Mercantil eran llevados a un pontón, por un acróstico . Se deportaba a los generales Balcarce, Martínez, Iriarte; a los ciudadanos Anchorena, Aguirre, García Zúñiga, Wright, etcétera, por delitos de opinión. El Pampero denunciaba al gobierno y, en su defecto, a los furores de la plebe del arrabal, las propiedades de Rosas y demás . Y luego añade Groussac el siguiente resumen y comentario: “Delaciones, adulaciones, destierros, fusilamientos de adversarios, conato de despojo, distribución de los dineros públicos entre los amigos de la causa; se ve que Lavalle en materia de abusos -y aparte de su número y tamaño-, poco dejaba que innovar al sucesor. Sin comparar, pues, la inconsciencia del uno a la perversidad del otro, ni una dictadura de seis meses a una tiranía de veinte años, queda explicado el doble fenómeno del despotismo creciente, por desarrollo natural, al par que el de su impresión decreciente en las almas pasivas, de muy antes desmoralizadas por la semejanza de los actos, fuera cual fuera la diferencia de las personas.” 
Dejando a un lado las sutiles diferenciaciones entre inconsciencia y perversidad, dictadura y tiranía, según se trate de Lavalle o de Rosas, nos parece ridículo pretender que en veinte años se hubiesen cometido menos atrocidades que en seis meses. Sería preciso ver lo que habría hechos Lavalle si hubiera tenido que gobernar veinte años en las circunstancias en que gobernó Rosas. Y si nos atenemos estrictamente a comparar los seis meses que gobernó Lavalle con seis meses tomados al azar en el gobierno de Rosas, no creemos que el primero salga muy favorecido.
“El año de gobierno de los unitarios militares -dice Eliseo F. Lestrade- se caracteriza, para la demografía, como el año aciago, pues no se vuelve a producir en lo sucesivo el hecho de morir mayor número que el de nacidos.” En efecto, en 1829 mueren en la ciudad de Buenos Aires 883 personas más de las que nacen; mientras que en 1840 y 1842, los años trágicos de la dictadura rosista, el aumento vegetativo de la población es de 1.180 y 730 almas, respectivamente. 
Si esto ocurría en la ciudad, la campaña bonaerense no era más favorecida. El coronel Estomba, hombre cuya exaltación concluyó en locura, y que había sido enviado por Lavalle para unitarizar la provincia, la recorría fusilando federales. Acerca de sus procedimientos nos ilustra Manuel Bilbao cuando dice que dicho coronel “recorría la campaña dominado de un furor tal que las ejecuciones las ordenaba a cañón, poniendo a las víctimas en la boca de las piezas y disparando con ellas.”  Así murió Segura, mayordomo de la estancia “Las Víboras”, de los Anchorena, “por el delito de ignorar la situación de cierta partida federal.” A otros ciudadanos, por el mismo delito, los mata a hachazos por sus propias manos.
El fusilamiento a cañón, por otra parte, no era procedimiento exclusivo de Estomba. He ahí el caso, referido por Arnold y otros, y citado por Gálvez, del coronel Juan Apóstol Martínez, quien “hace atar a la boca de un cañón a un paisano, que muere hecho pedazos, y cavar sus propias fosas a varios prisioneros.” 
“Las tropas mandadas por Rauch -dice más adelante Gálvez- matan a los hombres que encuentran en las calles de los pueblitos. Calcúlese que más de mil hombres aparecen asesinados. Sólo en el caserío llamado dejan siete fusilados. En la ciudad, en una tienda de la Recova, un oficial unitario desenvuelve un papel y, sacando una oreja humana, dice que es del manco Castro, y que tendrán igual suerte las de otros federales. A una criatura de siete años la matan porque lleva una divisa”.
Y a todo esto, el “sanguinario” Rosas aun no gobernaba.

Carta de Amor de Frida Khalo a Diego Rivera (meses antes de su muerte)

México, 1953
Sr. mío Don Diego:
Escribo esto desde el cuarto de un hospital y en la antesala del quirófano. Intentan apresurarme pero yo estoy resuelta a terminar esta carta, no quiero dejar nada a medias y menos ahora que sé lo que planean, quieren herirme el orgullo cortándome una pata… Cuando me dijeron que habrían de amputarme la pierna no me afectó como todos creían, NO, yo ya era una mujer incompleta cuando le perdí, otra vez, por enésima vez quizás y aún así sobreviví. No me aterra el dolor y lo sabes, es casi una condición inmanente a mi ser, aunque si te confieso que sufrí, y sufrí mucho, la vez, todas las veces que me pusiste el cuerno, no sólo con mi hermana sino con otras tantas mujeres. ¿Cómo cayeron en tus enredos? Tú piensas que me encabroné por lo de Cristina pero hoy he de confesarte que no fue por ella, fue por ti y por mí, primero por mí porque nunca he podido entender ¿qué buscabas, qué buscas, qué te dan y qué te dieron ellas que yo no te di? Porque no nos hagamos pendejos Diego, yo todo lo humanamente posible te lo di y lo sabemos, ahora bien, cómo carajos le haces para conquistar a tanta mujer si estás tan feo hijo de la chingada. Bueno el motivo de esta carta no es para reprocharte más de lo que ya nos hemos reprochado en esta y quién sabe cuántas pinches vidas más, es sólo que van a cortarme una pierna (al fin se salió con la suya la condenada). Te dije que yo ya me hacía incompleta de tiempo atrás, pero ¿qué puta necesidad de que la gente lo supiera? Y ahora ya ves, mi fragmentación estará a la vista de todos, de ti.
Por eso antes que te vayan con el chisme te lo digo yo «personalmente», disculpa que no me pare en tu casa para decírtelo de frente pero en éstas instancias y condiciones ya no me han dejado salir de la habitación ni para ir al baño. No pretendo causarte lástima, a ti ni a nadie, tampoco quiero que te sientas culpable de nada, te escribo para decirte que te libero de mí, vamos, te «amputo» de mí, sé feliz y no me busques jamás. No quiero volver a saber de ti ni que tú sepas de mí, si de algo quiero tener el gusto antes de morir es de no volver a ver tu horrible y bastarda cara de malnacido rondar por mi jardín. Es todo, ya puedo ir tranquila a que me mochen en paz. Se despide quien le ama con vehemente locura,
                                                   Su Frida.»
Carta de Frida Kahlo a Diego Rivera

María Rosa Lojo: "A los artistas nos gusta ensoñar"

Escritora, amante de la historia e investigadora del Conicet. Sus libros se leen en Castelar, España y Tailandia, entre otros países. "Lo que me motiva a escribir y leer es una gran curiosidad por la vida"-  sobre la obra de Borges, Sábato y hasta, y principalmente, Lucio V. Mansilla y su hermana Eduarda, la vecina explicó qué la llevó a escribir y qué disfruta de cada aventura en la que la sumerge el desarrollo de cada una de sus novelas.  Doctora en Filosofía y Letras, recibida en la UBA, Investigadora Principal del Conicet y profesora de la Universidad del Salvador, reparte sus días entre las investigaciones históricas y literarias y la producción de nuevas historias. 
‘La princesa federal’; ‘Canción perdida en Buenos Aires al Oeste’; ‘La pasión de los nómades’;  ‘Una mujer de fin de siglo’, ‘Las Libres del Sur’; ‘Finisterre’; ‘Árbol de familia’; ‘Todos éramos hijos’, son los títulos de algunas de sus obras de ficción. Se complementan con ‘La barbarie en la narrativa argentina’; ‘Cuentistas argentinos de fin de siglo’; ‘Sábato: en busca del original perdido’, ‘Los gallegos en el imaginario argentino’; ‘Diario de viaje a Oriente (1850-51) y otras crónicas del viaje oriental de Lucio V. Mansilla’; 
Con una mirada especial sobre una época apasionada de la historia argentina, aquella que enfrentó a unitarios y federales, con Juan Manuel de Rosas y Lucio Mansilla como personajes clave, sus libros se basan en datos históricos para, a través de la ficción, disparar historias propias de la época y el contexto temporal desde una nueva perspectiva.
Su vínculo con los libros, con la lectura y luego la escritura, nació en su infancia y gracias al apoyo de su familia, a los relatos de sus familiares. Asegura que el primer paso es leer: “Primero se nace lector, es lo básico. Pero no solo se trata de leer signos escritos, sino también de escuchar a otros leer y contar, literatura oral: es lo primero que reciben los chicos. Yo tuve mucha afinidad con mi abuela materna, ella fue la primera en contarme historias. También cantaba, coplas españolas, zarzuelas, y narraba, por las noches, historias de familia. Mi mamá era muy aficionada a la lectura, había tenido una pequeña librería en Madrid. Recibí los libros como legado, y aprendí a leer antes de ir a la escuela, estimulada por lo que escuchaba, por el interés de los relatos, quería saber qué decían los libros. Mi abuela me enseñó a leer antes que la escuela”.  Paralelamente comenzó a escribir, de manera casi natural o sin darse cuenta: “en la primaria ocupaba ese papel. Sos el nene (o la nena) que escribe los poemas para los aniversarios patrios o te piden que redactes algo sobre algún suceso. Me gustaba, tenía facilidad para hacerlo. En la adolescencia empecé a escribir poesía”.  Esta correlación entre la lectura y la escritura se fue despertando de la mano de los libros que le disparaban aún mayor curiosidad. “El primer cuento que leí sola, siendo muy chiquita, fue ‘Nubecita el chanchito distraído’. Después me enteré de que era una historia de Oesterheld.  A todos los artistas nos gusta ensoñar, mirar para adentro y a veces nos movemos torpemente en lo cotidiano porque miramos las cosas de otra manera”.
“Después leí todo tipo de libros. No me hicieron leer literatura para niños. Leí ‘El Quijote’ entero y ‘Las mil y una noches’, recuerdo haberlos leído a los 12 años, esto no quiere decir que entendiera todo lo que decían, pero tampoco es necesario. Esas experiencias tempranas sirven para abrirte la cabeza, te presentan un camino abierto que quizás no podés recorrer completo pero te dejan la semilla. Por eso no me gustan ciertas corrientes pedagógicas que insisten en darles a leer a los niños especialmente lo que los conecta con su mundo cotidiano, porque el libro le permite al niño imaginar un mundo diferente, viajar sin moverse, pensar otras cosas. Después, el primer libro de literatura argentina fuera de la escuela, fue un texto de Lucio V. Mansilla, pero no ‘Una excursión a los indios ranqueles’, sino ‘Los siete platos del arroz con leche’. En ese texto aparecía su viaje, su tío Juan Manuel de Rosas, la Argentina criolla, Palermo, Manuelita. Son personajes que me quedaron en la memoria y después terminé escribiendo novelas enteras sobre ellos. La semilla la sembró a los 14 años ese texto de Mansilla, que me pareció algo cercano pero también exótico. Eso no se leía en la escuela, no era una Argentina habitual ni “oficial”. Ese primer contacto con una parte de la historia argentina y con las descripciones de época de Mansilla dejó su marca en el estilo y vocación de Lojo. “ ‘La pasión de los nómades’ nació de mi interés en este escritor. Para escribir mi novela hice su viaje a los ranqueles, recorriendo con mi familia los mismos lugares en un Mercedes 53, que lo tenemos todavía. Pasamos por todos los puntos clave donde anduvo él para llegar a las tolderías. Publiqué sobre esta experiencia en la revista Ciencia Hoy en Clarín (el artículo se llama ‘Extrañas vacaciones: mi excursión a los indios ranqueles’) , y en otros medios también, pero menciono estos porque son accesibles en la web. Fuimos a Rio Cuarto, fuimos a Villa Sarmiento, donde estaba el Fuerte Sarmiento. Que es el primer lugar del campo de donde sale Mansilla. Baja desde Río Cuarto y para en el recién creado Fuerte Sarmiento. Y después el viaje transcurre por Córdoba, por el oeste de San Luis y el norte de La Pampa, hasta llegar a Leuvucó, donde estaba el cacique Mariano Rosas.  Fuimos a lagunas, lagunas muy chatas, que en realidad eran casi bañados, no lagunas profundas, mis hijos esperaban ver otra cosa, tal como en la pampa húmeda. También esperaban ver ranqueles, cosa que no ocurrió. Pero quizá, sobre todo, porque muchos pobladores de la zona no se reconocían como descendientes de aborígenes. Se habla mucho de la Conquista del Desierto y del exterminio físico, pero mucho menos de la desaparición simbólica, de la borradura y la mutilación de la memoria que viene después”.  Su casa es su refugio. A medida que avanza la nota, las referencias a sus libros la llevan a mostrar su biblioteca en donde sus obras conviven con aquellos ejemplares de escritos clásicos, y no tanto, que atesora. Allí, en su Castelar y la casa de su infancia, también se dedica a escribir. “Trabajo todos los días, investigo, escribo ensayo y ficción, que suele estar enlazada con mi trabajo profesional cuando se trata de ficción histórica. Hice el doctorado en letras y me especialicé en la investigación sobre literatura argentina. Y ahora estoy dirigiendo dos colecciones de literatura nacional. Una de ellas es una colección de ediciones críticas de literatura crítica argentina (EALA), en la editorial Corregidor.  Cada uno de estos trabajos académicos demanda alrededor de cinco años de investigación y esfuerzo, en los que se busca el material original, se consiguen las autorizaciones de reproducción (cuando se trata de manuscritos), se investiga y se escribe. Entre sus tantos estudios, los últimos de María Rosa Lojo apuntan a la identidad de los argentinos, a la historia argentina reciente, desde las inmigraciones, en donde destaca la gallega que sin embargo, asegura, está invisibilizada (como matriz cultural) y denigrada, así cómo se ocultó la cultura de los aborígenes en los tiempos de Mansilla. Estos trabajos se complementan con las ficciones, también atravesadas por la Historia: “Los trabajos de ficción siempre nacen de compromisos muy apasionados, son trabajos que realizo en paralelo a los trabajos profesionales, pero con la misma profesionalidad, aunque la ficción no sea para mí un medio económico de vida. En general han requerido todos una investigación muy prolongada porque siempre pongo en diálogo la historia y la literatura. La novela ‘Finisterre’ me llevó muchos años, tanto como mi tesis de doctorado. En ella hablo de las guerras de frontera de la pampa central, durante el siglo XIX, centrándome sobre todo en la perspectiva de las mujeres, y pongo en paralelo varios mundos (España, Argentina, Inglaterra) y varios tiempos. Si bien el registro novelístico es distinto al de una tesis me llevó mucha preparación. También ‘Las libres del sur’, que es sobre la juventud de Victoria Ocampo y el despertar femenino de la época. Mujeres como ella, de clase alta, habían sido educadas para vivir puertas para adentro pero se inclinan hacia el mundo intelectual y eso provoca todo tipo de conflictos y también hace estallar contradicciones en ellas mismas. Otro que me llevó menos tiempo pero que escribí toda mi vida es ‘Árbol de familia’, un libro hecho de memorias de dos ramas familiares y dos mundos: España y América.  Pero nada superará a su "PRINCESA FEDERAL": En 1893 Gabriel Victorica, joven médico de familia federal, llega a Europa con un cuaderno punzó para entrevistar en su exilio londinense a una legendaria y ya anciana Manuela Rosas, que irá evocando para él sombras y esplendores.
El otro lado de su historia se oculta bajo las tapas rojas de ese cuaderno donde Pedro de Angelis, erudito napolitano al servicio de Rosas, ha escrito sus más secretos pensamientos sobre el Gobernador y la 'Niña'. ¿Ha sido Manuela víctima o cómplice de su padre, hada compasiva o hábil política? El lector tiene la última palabra.
Desde 1998 La princesa federal se ha instalado, en la crítica y el público, como una obra clave para la comprensión de este verdadero mito del imaginario nacional, más allá de los clichés y las fáciles antinomias.Luminosas y a veces contrapuestas surgen a través de las voces las imágenes de un pasado perdido: Manuela, que maneja a los hombres y a los caballos con segura y discreta eficacia; un Rosas cáustico y un Quiroga mundano; doña Encarnación Escurra, sus celos y funerales; el fusilamiento de Camila O’Gorman; la cándida figura de Eugenia Castro; la corte de Palermo y los juegos de la diplomacia y el erotismo.  ¿Quién era y qué quería Manuela Rosas? ¿Fue víctima o cómplice de su padre? ¿Qué significa el poder para las mujeres? María Rosa Lojo, escritora e investigadora de excepción, plantea estas preguntas en una novela de prosa deslumbrante que descubre, con lirismo e ironía, los conflictos y contradicciones de nuestra historia a través de las pasiones de sus protagonistas”.
  
Con una pluma incansable y muchos proyectos laborales aún en desarrollo, la vecina de mayor proyección internacional seguirá escribiendo. “Lo que me motiva a escribir y leer es una gran curiosidad por la vida, por el conocimiento, el conocimiento de mí misma, de los demás. El deseo de descubrir quiénes somos, qué hacemos en el mundo. La fascinación por las posibilidades de la cultura humana en la Historia. Los seres humanos son tan parecidos y a la vez tan distintos, pueden hacer tantas cosas que no imaginamos. Cada uno es un misterio, esa es mi motivación”, finalizó María Rosa Lojo.

José Hernández (1834-1886)

Por el Dr. Julio R. Otaño
Hoy conmemoramos un nuevo aniversario del fallecimiento de nuestro “vecino” más notable José Hernández escritor, senador, taquígrafo, militar, periodista y sobre todo político. quién nació en la “chacra de Pueyrredón” propiedad de su tía Victoria Pueyrredón, el 10 de noviembre de 1834. Su madre pertenecía a una familia de filiación unitaria, el padre, en cambio, era un militante del partido Federal, al igual que sus hermanos Eugenio y Juan José Hernández, este último muerto durante la batalla de Caseros. Quedó al cuidado de su tía Victoria, llamada "mamá Totó", pero debió emigrar por razones políticas y José fue dejado al cuidado de su abuelo paterno, José Gregorio Hernández Plata. Fallece su madre siendo un niño y al poco tiempo se siente afectado por una dolencia física y su padre lo llevó a Sierra de los padres donde trabajaba como mayordomo en las estancias de Rosas. A los 12 años, Hernández entra en contacto directo con el gaucho y con sus tareas de todos los días, en una época caracterizada por la intensa actividad de los saladeros. Así recogió una visión acabada y de primera mano de la realidad del hombre de la campaña "Ha sido una suerte para la literatura argentina esta enfermedad del niño José Hernández. Sin ella, el muchacho habría seguido estudios en la ciudad. Habría sido médico o abogado, o se hubiera dedicado al periodismo y escrito versos sin importancia. El país habría perdido al mayor de sus poetas y al más típico y genial de sus libros. Dijo Manuel Gálvez. Fue siempre Federal y luego de la caída de Rosas debió emigrar como tantos miles al interior. José Hernández se radicó en Paraná, testigos describen sencillo y conservador, corpulento, vigoroso, atezado, de pelo lacio, de voz potente, probada en las faenas del campo y en las de la ciudad, ágil de cuerpo y de ingenio. Allí se casó con Carolina González del Solar. Meses después Hernández funda y redacta El Argentino, su primer periódico, seguirán muchos más. . 
Hernández critica el asesinato del Gral Peñaloza y luego junto con su hermano Rafael se oponen a la guerra fratricida contra el Paraguay, a la par de otros intelectuales como Olegario V. Andrade, Carlos Guido Spano, Miguel Navarro Viola, Aurelio Palacios y Juan B. Alberdi. El 11 de abril de 1870 estalla en Entre Ríos una revolución encabezado por el general Ricardo López Jordán y Hernández se incorporó a las filas del ejército jordanista, y derrotado, debe emigrar a Brasil. Amparado en una amnistía de Sarmiento (quien había puesto precio a su cabeza, vivo o muerto) regresa a Bs As y en el Hotel Argentino escribe: El gaucho Martín Fierro. Testimonio de la heroica época de las masas y las lanzas, era el drama social, la liquidación sangrienta del gauchaje. Estos fueron barridos o expulsados más allá de la línea de fronteras, o sometidos con sus hijos como peones de estancia. La obra comenzó a venderse en las zonas rurales. Era leída en grupo, en fogones o pulperías y su gran éxito se debió a que pintaba con veracidad las vicisitudes del gaucho y los paisanos se reconocían en la desgracia del protagonista. Era Hernández un orador nato, de arrastre popular, tiene su base en los barrios pobres de la ciudad, en los grandes ganaderos de tradición federal de la provincia y en el peonaje bonaerense. En 1879 fue diputado, ese mismo año se conoce “ La vuelta de Martín Fierro”. La gente lo ve pasar por la calle conversando con ese vozarrón y le pone de apodo “Matraca”, que le quedará hasta que lo empiecen a llamar “Martín Fierro”. En 1881 Hernández escribió la Instrucción del Estanciero, y con Dardo Rocha trabajó en el proyecto de fundación de la capital bonaerense. Algunos sostienen que la denominación de "La Plata" estaría también vinculada al segundo apellido de su abuelo. La fundación tuvo lugar el 19 de noviembre de 1882 y se sirvió un asado preparado por Hernández. En 1884 compró una quinta en Belgrano, en donde comenzó a residir. Allí vive con su familia, Carolina y sus 7 hijos. José Hernández falleció el jueves 21 de octubre de 1886 atacado par una afección cardíaca. Cuando murió, como uno de tantos, recibió los discursos de circunstancias; más allá en la pampa el gaucho lo lloró con lágrimas de hombre. Porque a él le debía la reparación histórica, la que no podría ser borrada; la que lo hará eterno, como universal fue la figura que su genio construyó: Martín Fierro. Y nos deja un gran mensaje en épocas de división, de “grieta”, de egoísmo:
“Los hermanos sean unidos porque ésa es la ley primera, tengan unión verdadera, en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de afuera”.

Bibliografia
Chavez Fermín "José Hernandez"
Díaz Araujo Enrique "José Hernandez"
Pérez Amuchástegui "Mentalidades Argentinas"
Rosa José María "Historia Argentina"
Sierra, Vicente D- "Historia Argentina"

El Tte Gral Juan Domingo Perón y el Paraguay

Por Alberto Barriaga
Aunque la contracultura progre-liberal lo oculte, hace157 años que Argentina, Brasil y Uruguay se aliaron poner en marcha una sangrienta, injusta y nefasta contienda. Hoy más que nunca, en el marco de la liberación nacional y la Unidad americana este vergonzoso episodio debe servir de ejemplo para saber qué es lo que NO hay que hacer.
Dice Ricardo de Titto, en su libro “Los hechos Que Cambiaron La Historia Argentina en el Siglo XIX”, “Sea por vergüenza histórica o por un ocultamiento deliberado, esta página [la guerra de la Triple Alianza] que enluta la memoria argentina y la deja en terrible deuda con un país hermano, es para muchos una gran incógnita. Se puede argumentar que la historia siempre es un recorte seleccionado de hechos, pero resulta sospechoso que uno de tal dimensión como la “guerra de la Triple Alianza” haya merecido sólo menciones refractarias y parciales durante décadas de historiografía oficial.
León Pomer en “El Paraguay, víctima del libre cambio” sostiene:
“La guerra del Paraguay significó para el país guaraní su ingreso al mercado mundial organizado por las potencias centrales. Caro fue el precio que pagó. El Paraguay perdió el ejercicio autónomo de su voluntad nacional y en consecuencia, se vio impulsado a abandonar un camino de desarrollo absolutamente singular, propio e independiente.”
Y se pregunta entonces ¿qué era el Paraguay antes de 1865 para que tres gobiernos hicieran la guerra unidos, “pagados por una sola bolsa indisimuladamente británica”?.
El general Perón devuelve al Paraguay los trofeos de la Guerra de la Triple Alianza
La guerra de la Triple Alianza fue una contienda que significó una catástrofe para los paraguayos que tuvo terribles consecuencias en cuanto a su desarrollo y el general Perón sentía que, si no se reparaba esa afrenta y no se hacía un histórico reconocimiento al heroico pueblo paraguayo, cualquier política de confraternidad era imposible.
El 14 de agosto de 1954 Perón partió del Aeroparque metropolitano en un Douglas C-4 acompañado por el canciller Jerónimo Remorino y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Aloé y aterrizaron en Clorinda, provincia de Formosa. Desde allí, cruzaron el río Paraguay en el rastreador Murature y fueron recibidos en el Palacio de Gobierno.
Por la noche, en una recepción organizada en su honor, Perón afirmó:
“Nosotros somos hombres humildes, ungidos solamente por la dignidad que caracteriza a los humildes. Por eso comprendemos al Paraguay, por eso sentimos como el Paraguay y por eso pensamos como el Paraguay”.
Al día siguiente, depositó una ofrenda floral en el Panteón de los Héroes y se dirigió al puerto en donde fueron desembarcados los trofeos. Desde allí partió la comitiva encabezada por los presidentes de Argentina y Paraguay seguidos por dos carros blindados que contenían los trofeos y escoltados por una guardia de Granaderos de San Martín y por tropas del regimiento de Acá Carayá. Dijo Perón: “Vengo personalmente a cumplir con el sagrado mandato encomendado por el pueblo argentino de hacer entrega de las reliquias que. Esperamos, sellen para siempre una inquebrantable hermandad entre nuestros pueblos y nuestros países.”
El pueblo paraguayo colmaba las calles de la ciudad viviendo esa jornada de reparación histórica frente a los ojos del mundo, gritando “¡Perón paraguayo!”
Por decreto, se le impuso al general Perón el grado de general de división honoris causa del ejército del Paraguay.
En esa justa devolución de trofeos, banderas, cañones y bayonetas, Perón expresó su decisión de llevar a la práctica su “tercera posición”, contra los imperialismos y por la paz y la amistad entre los pueblos hermanos de Latinoamérica.
Y como si fuera poco, no bien Perón fue Presidente de la Nación Argentina, por tercera vez, viajó a visitar nuevamente el Paraguay en prueba de solidaridad, de buen vecino y de gratitud a ese gran Pueblo paraguayo.
Efectivamente, Perón realizó su último viaje presidencial al Paraguay en junio de 1974, además, como General de División paraguayo . El 1º de julio de ese mismo año fallecía en su patria, dejando un vacío político proporcional al tamaño de su figura.

miércoles, 28 de septiembre de 2022

La Batalla de Famaillá

por el general Juan Galo Lavalle
Juan Galo Lavalle (1797-1841)
La batalla de Famaillá fue el último gran combate que dirigió el general Lavalle y su pérdida significo el fin de la Coalición del Norte. El general Paz en sus memorias, cita las cartas que le envió el mismo general Lavalle y que fueron escritas seis días antes de su muerte desde Salta y llegadas por intermedio del contingente correntino que separado de Lavalle, había llegado a Corrientes vía el Chaco. Transcribimos aquí solamente el texto que describe la batalla de Famaillá librado al sur de la ciudad de Tucumán.
Señor general don José María Paz.
Cuartel General en Salta, octubre 3 de 1841.
"Mi querido amigo:
(...) "A las dos de la madrugada del 4 de septiembre, salí de la ciudad (de Tucumán) con mi pequeña fuerza, pasé por el flanco izquierdo del ejército enemigo, y reuniendo en esta marcha mis escuadrones, medio montados y medio a pie, pasé el río de Famaillá, quedé a retaguardia del ejército enemigo, el cual, suponiéndome bastante fuerte para batir a Garzón, que con setecientos hombres, de las tres armas, había quedado a su retaguardia, con su parque y bagajes, retrocedió rápidamente doce leguas. Entonces yo volví por el mismo camino sobre la capital, y pude respirar en cuatro días que el enemigo permaneció inactivo. 
Reunido Garzón, todo el ejército enemigo volvió sobre la capital, por le camino por donde yo había maniobrado. Mis escuadrones estaban ya montados, a caballo por hombre, y había reunido, además, trescientos milicianos del regimiento de la capital. A la aproximación del enemigo, por el camino de arriba, como ya he dicho, tomé yo uno de los dos de abajo, y caí a Monteros, doce leguas al sur de la capital. El enemigo, entonces, dejo en ella una guarnición de doscientos infantes, cuatrocientos hombres de caballería y tres piezas a las órdenes de Garzón, y con el resto de sus fuerzas, volvió a marchar hacía el sur, y campó en la orilla del río Famaillá. Yo mantuve mi campo a seis leguas del enemigo, y reuní entretanto quinientos milicianos más de los de Monteros, y otros departamentos. 
Mi fuerza ascendía entonces a mil trescientos hombres de caballería, y los infantes y cañones referidos. 
Dos días medité profundamente sobre mi situación, y me resolví a atacar al ejército enemigo, siéndome imposible caer sobre la parte más débil en número, que era la guarnición de la ciudad. Las razones porque me decidí a dar esta batalla tan desigual, las expondré si algún día se me hace cargo del resultado.
La batalla de Famaillá, significo el fin de las esperanzas unitarias en el norte argentino.
Durante la noche del 18 al 19 pasé el río de Famaillá, veinte cuadras del campo enemigo, aguas arriba, y dando vuelta sobre mi derecho; amanecí formado en batalla a la espalda del enemigo, y a una distancia de veinte cuadras aproximadamente. El enemigo dio vuelta y me tacó al instante. 
El éxito de la batalla dependía del combate entre mi izquierda y la derecha enemiga. Donde estaba lo selecto de la caballería de ambos. Mi derecha y la izquierda enemiga, compuestas de los santiagueños, esperaban el resultado del combate del ala opuesta, para huir o avanzar. 
La poderosa infantería enemiga estaba contenida y obligada a tenderse en el suelo, por el fuego de nuestros tres cañones, que habían tenido la fortuna de desmontar una pieza de a ocho, la más fuerte del enemigo.
la derecha enemiga atacó mi izquierda; mis primeros escuadrones fueron vencedores, y lancearon por la espalda más de cien enemigos; pero el escuadrón Libertador (compuesto todo de porteños), al que no tocaba sino un esfuerzo muy inferior al que habían hecho los otros escuadrones, huyó a treinta varas del escuadrón enemigo, que le tocó cargar, y la derrota de la izquierda empezó a pronunciarse. 
Lancé entonces mi escolta, que tomaba perfectamente por el flanco izquierdo de la derecha enemiga. En su primer ímpetu arrolló una parte de la fuerza enemiga que perseguía, pero no fue ayudada por los otros escuadrones, que debían haber vuelto caras inmediatamente, y huyó también. Mi derecha, que mandé en el acto cargar a la izquierda enemiga, se disolvió moverse, y entonces los santiagueños avanzaron, porque ya no tenían enemigos al frente
Debe usted inferir lo que harían mis pobres ochenta infantes, cuya mayor parte tenían fusiles descompuestos. 
Huyeron a salvarse en un bosque inmediato. Mis tres piezas fueron tomadas por el enemigo, que no persiguió a nadie, sino a mi sola persona, pues nuestra izquierda había salido del bosque con menos pérdida que el enemigo, el que siempre le respetó aun viéndola dispersa y en fuga.
Se perdió, pues la batalla de Famaillá, y a los once días llegué a esta ciudad, con la mayor parte de mi ala izquierda. Mi ala derecha era toda de tucumanos, que se fueron a sus casas (...)

jueves, 1 de septiembre de 2022

Colón pretendía llegar a catay y cipango...¿donde las ubicaba? Geografía planeada y la realidad....Bulas y Tratados

Por el Prof. Julio R. Otaño
Este mapa pertenece a uno de los mejores historiadores del siglo XX: Francisco Morales Padrón. Francisco Morales Padrón (1924-2010) fue un historiador, investigador y profesor español especializado en el Descubrimiento de América por la Universidad de Sevilla. Entre sus obras con más renombre destacan "Jamaica Española" (1952), "El comercio canario-americano (siglos XVI, XVII, XVIII)" (1995), "Historia de la Conquista de América" (1973), "Sevilla, Canarias y América" (1970) o "Sevilla insólita" (1972), editada hasta siete veces y el ejemplar más vendido del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla. Entre otros cargos, fue Vicedecano y Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla (1962- 1969), Vicedirector de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla (1965-1970), Director del Departamento de Historia de América (1972-1978), Director del Colegio Mayor Universitario "Hernando Colón" (1964-1978) y Director de la fundación Focus-Abengoa (1989-2003). Ha ejercido la docencia en la Universidad de Sevilla, la Escuela Diplomática española, la Universidad de Florencia, la Universidad de Varsovia y la Universidad de San Miguel de Tucumán (Argentina). Ha participado en los Cursos de Verano de la Universidad Menéndez y Pelayo, los de El Escorial, los de la Universidad Hispanoamericana de Santa María de la Rábida, los Cursos de Otoño de la Universidad de Sevilla y los de la Fundación Fundes. Llamado y solicitado por numerosas Universidades, ocupó muchos cargos en la Hispalense además de presidente de la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras, entre otros. Premiado con numerosas condecoraciones que avalaban su trayectoria profesional, recibió la Encomienda Alfonso X el Sabio, la Orden al Mérito Civil Peruano, la Orden Andrés Bello de Venezuela o recientemente la medalla de oro de la Universidad Internacional de la Rábida antes de fallecer. Perteneció a la Reañ Academia de la Historia Española, a las Academias Nacionales de la Historia de Portugal y Argentina, a la Société des Ameticanistes (París) y a varios organismos de México, Honduras, Panamá, Puerto Rico, Venezuela, Brasil, Argentina, Paraguay y Perú. Recientemente se han reeditado numerosos trabajos del profesor loando su obra, además de publicarse dos libros después de su fallecimiento. En Sevilla desde el Ayuntamiento se ha abierto una posibilidad, a petición de la asociación de vecinos del Barrio de santa Cruz que logró reunir 11.000 firmas, para dedicarle una calle en dicho barrio.


Los grandes Núcleos de Proyección y Leyes regulando el proceso descubridos-conquistador

Por el Prof. Julio R. Otaño

Este mapa pertenece a uno de los mejores historiadores del siglo XX: Francisco Morales Padrón. Francisco Morales Padrón (1924-2010) fue un historiador, investigador y profesor español especializado en el Descubrimiento de América por la Universidad de Sevilla. Entre sus obras con más renombre destacan "Jamaica Española" (1952), "El comercio canario-americano (siglos XVI, XVII, XVIII)" (1995), "Historia de la Conquista de América" (1973), "Sevilla, Canarias y América" (1970) o "Sevilla insólita" (1972), editada hasta siete veces y el ejemplar más vendido del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla. Entre otros cargos, fue Vicedecano y Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla (1962- 1969), Vicedirector de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla (1965-1970), Director del Departamento de Historia de América (1972-1978), Director del Colegio Mayor Universitario "Hernando Colón" (1964-1978) y Director de la fundación Focus-Abengoa (1989-2003). Ha ejercido la docencia en la Universidad de Sevilla, la Escuela Diplomática española, la Universidad de Florencia, la Universidad de Varsovia y la Universidad de San Miguel de Tucumán (Argentina). Ha participado en los Cursos de Verano de la Universidad Menéndez y Pelayo, los de El Escorial, los de la Universidad Hispanoamericana de Santa María de la Rábida, los Cursos de Otoño de la Universidad de Sevilla y los de la Fundación Fundes. Llamado y solicitado por numerosas Universidades, ocupó muchos cargos en la Hispalense además de presidente de la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras, entre otros. Premiado con numerosas condecoraciones que avalaban su trayectoria profesional, recibió la Encomienda Alfonso X el Sabio, la Orden al Mérito Civil Peruano, la Orden Andrés Bello de Venezuela o recientemente la medalla de oro de la Universidad Internacional de la Rábida antes de fallecer. Perteneció a la Reañ Academia de la Historia Española, a las Academias Nacionales de la Historia de Portugal y Argentina, a la Société des Ameticanistes (París) y a varios organismos de México, Honduras, Panamá, Puerto Rico, Venezuela, Brasil, Argentina, Paraguay y Perú. Recientemente se han reeditado numerosos trabajos del profesor loando su obra, además de publicarse dos libros después de su fallecimiento. En Sevilla desde el Ayuntamiento se ha abierto una posibilidad, a petición de la asociación de vecinos del Barrio de santa Cruz que logró reunir 11.000 firmas, para dedicarle una calle en dicho barrio.





Los Mitos que impulsaron la exploración y conquista del Continente Americano por parte de los Europeos

Por Prof. Julio R. Otaño
Este mapa pertenece a uno de los mejores historiadores del siglo XX: Francisco Morales Padrón. Francisco Morales Padrón (1924-2010) fue un historiador, investigador y profesor español especializado en el Descubrimiento de América por la Universidad de Sevilla.   Entre sus obras con más renombre destacan "Jamaica Española" (1952), "El comercio canario-americano (siglos XVI, XVII, XVIII)" (1995), "Historia de la Conquista de América" (1973), "Sevilla, Canarias y América" (1970) o "Sevilla insólita" (1972), editada hasta siete veces y el ejemplar más vendido del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla.
Entre otros cargos, fue Vicedecano y Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla (1962- 1969), Vicedirector de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla (1965-1970), Director del Departamento de Historia de América (1972-1978), Director del Colegio Mayor Universitario "Hernando Colón" (1964-1978) y Director de la fundación Focus-Abengoa (1989-2003).  Ha ejercido la docencia en la Universidad de Sevilla, la Escuela Diplomática española, la Universidad de Florencia, la Universidad de Varsovia y la Universidad de San Miguel de Tucumán (Argentina). Ha participado en los Cursos de Verano de la Universidad Menéndez y Pelayo, los de El Escorial, los de la Universidad Hispanoamericana de Santa María de la Rábida, los Cursos de Otoño de la Universidad de Sevilla y los de la Fundación Fundes.  Llamado y solicitado por numerosas Universidades, ocupó muchos cargos en la Hispalense además de presidente de la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras, entre otros. Premiado con numerosas condecoraciones que avalaban su trayectoria profesional, recibió la Encomienda Alfonso X el Sabio, la Orden al Mérito Civil Peruano, la Orden Andrés Bello de Venezuela o recientemente la medalla de oro de la Universidad Internacional de la Rábida antes de fallecer.  Perteneció a la Reañ Academia de la Historia Española, a las Academias Nacionales de la Historia de Portugal y Argentina, a la Société des Ameticanistes (París) y a varios organismos de México, Honduras, Panamá, Puerto Rico, Venezuela, Brasil, Argentina, Paraguay y Perú.  Recientemente se han reeditado numerosos trabajos del profesor loando su obra, además de publicarse dos libros después de su fallecimiento. En Sevilla desde el Ayuntamiento se ha abierto una posibilidad, a petición de la asociación de vecinos del Barrio de santa Cruz que logró reunir 11.000 firmas, para dedicarle una calle en dicho barrio.