Escritora, amante de la historia e investigadora del Conicet. Sus libros se leen en Castelar, España y Tailandia, entre otros países. "Lo que me motiva a escribir y leer es una gran curiosidad por la vida"- sobre la obra de Borges, Sábato y hasta, y principalmente, Lucio V. Mansilla y su hermana Eduarda, la vecina explicó qué la llevó a escribir y qué disfruta de cada aventura en la que la sumerge el desarrollo de cada una de sus novelas. Doctora en Filosofía y Letras, recibida en la UBA, Investigadora Principal del Conicet y profesora de la Universidad del Salvador, reparte sus días entre las investigaciones históricas y literarias y la producción de nuevas historias.
‘La princesa federal’; ‘Canción perdida en Buenos Aires al Oeste’; ‘La pasión de los nómades’; ‘Una mujer de fin de siglo’, ‘Las Libres del Sur’; ‘Finisterre’; ‘Árbol de familia’; ‘Todos éramos hijos’, son los títulos de algunas de sus obras de ficción. Se complementan con ‘La barbarie en la narrativa argentina’; ‘Cuentistas argentinos de fin de siglo’; ‘Sábato: en busca del original perdido’, ‘Los gallegos en el imaginario argentino’; ‘Diario de viaje a Oriente (1850-51) y otras crónicas del viaje oriental de Lucio V. Mansilla’;
Con una mirada especial sobre una época apasionada de la historia argentina, aquella que enfrentó a unitarios y federales, con Juan Manuel de Rosas y Lucio Mansilla como personajes clave, sus libros se basan en datos históricos para, a través de la ficción, disparar historias propias de la época y el contexto temporal desde una nueva perspectiva.
Su vínculo con los libros, con la lectura y luego la escritura, nació en su infancia y gracias al apoyo de su familia, a los relatos de sus familiares. Asegura que el primer paso es leer: “Primero se nace lector, es lo básico. Pero no solo se trata de leer signos escritos, sino también de escuchar a otros leer y contar, literatura oral: es lo primero que reciben los chicos. Yo tuve mucha afinidad con mi abuela materna, ella fue la primera en contarme historias. También cantaba, coplas españolas, zarzuelas, y narraba, por las noches, historias de familia. Mi mamá era muy aficionada a la lectura, había tenido una pequeña librería en Madrid. Recibí los libros como legado, y aprendí a leer antes de ir a la escuela, estimulada por lo que escuchaba, por el interés de los relatos, quería saber qué decían los libros. Mi abuela me enseñó a leer antes que la escuela”. Paralelamente comenzó a escribir, de manera casi natural o sin darse cuenta: “en la primaria ocupaba ese papel. Sos el nene (o la nena) que escribe los poemas para los aniversarios patrios o te piden que redactes algo sobre algún suceso. Me gustaba, tenía facilidad para hacerlo. En la adolescencia empecé a escribir poesía”. Esta correlación entre la lectura y la escritura se fue despertando de la mano de los libros que le disparaban aún mayor curiosidad. “El primer cuento que leí sola, siendo muy chiquita, fue ‘Nubecita el chanchito distraído’. Después me enteré de que era una historia de Oesterheld. A todos los artistas nos gusta ensoñar, mirar para adentro y a veces nos movemos torpemente en lo cotidiano porque miramos las cosas de otra manera”.
“Después leí todo tipo de libros. No me hicieron leer literatura para niños. Leí ‘El Quijote’ entero y ‘Las mil y una noches’, recuerdo haberlos leído a los 12 años, esto no quiere decir que entendiera todo lo que decían, pero tampoco es necesario. Esas experiencias tempranas sirven para abrirte la cabeza, te presentan un camino abierto que quizás no podés recorrer completo pero te dejan la semilla. Por eso no me gustan ciertas corrientes pedagógicas que insisten en darles a leer a los niños especialmente lo que los conecta con su mundo cotidiano, porque el libro le permite al niño imaginar un mundo diferente, viajar sin moverse, pensar otras cosas. Después, el primer libro de literatura argentina fuera de la escuela, fue un texto de Lucio V. Mansilla, pero no ‘Una excursión a los indios ranqueles’, sino ‘Los siete platos del arroz con leche’. En ese texto aparecía su viaje, su tío Juan Manuel de Rosas, la Argentina criolla, Palermo, Manuelita. Son personajes que me quedaron en la memoria y después terminé escribiendo novelas enteras sobre ellos. La semilla la sembró a los 14 años ese texto de Mansilla, que me pareció algo cercano pero también exótico. Eso no se leía en la escuela, no era una Argentina habitual ni “oficial”. Ese primer contacto con una parte de la historia argentina y con las descripciones de época de Mansilla dejó su marca en el estilo y vocación de Lojo. “ ‘La pasión de los nómades’ nació de mi interés en este escritor. Para escribir mi novela hice su viaje a los ranqueles, recorriendo con mi familia los mismos lugares en un Mercedes 53, que lo tenemos todavía. Pasamos por todos los puntos clave donde anduvo él para llegar a las tolderías. Publiqué sobre esta experiencia en la revista Ciencia Hoy en Clarín (el artículo se llama ‘Extrañas vacaciones: mi excursión a los indios ranqueles’) , y en otros medios también, pero menciono estos porque son accesibles en la web. Fuimos a Rio Cuarto, fuimos a Villa Sarmiento, donde estaba el Fuerte Sarmiento. Que es el primer lugar del campo de donde sale Mansilla. Baja desde Río Cuarto y para en el recién creado Fuerte Sarmiento. Y después el viaje transcurre por Córdoba, por el oeste de San Luis y el norte de La Pampa, hasta llegar a Leuvucó, donde estaba el cacique Mariano Rosas. Fuimos a lagunas, lagunas muy chatas, que en realidad eran casi bañados, no lagunas profundas, mis hijos esperaban ver otra cosa, tal como en la pampa húmeda. También esperaban ver ranqueles, cosa que no ocurrió. Pero quizá, sobre todo, porque muchos pobladores de la zona no se reconocían como descendientes de aborígenes. Se habla mucho de la Conquista del Desierto y del exterminio físico, pero mucho menos de la desaparición simbólica, de la borradura y la mutilación de la memoria que viene después”. Su casa es su refugio. A medida que avanza la nota, las referencias a sus libros la llevan a mostrar su biblioteca en donde sus obras conviven con aquellos ejemplares de escritos clásicos, y no tanto, que atesora. Allí, en su Castelar y la casa de su infancia, también se dedica a escribir. “Trabajo todos los días, investigo, escribo ensayo y ficción, que suele estar enlazada con mi trabajo profesional cuando se trata de ficción histórica. Hice el doctorado en letras y me especialicé en la investigación sobre literatura argentina. Y ahora estoy dirigiendo dos colecciones de literatura nacional. Una de ellas es una colección de ediciones críticas de literatura crítica argentina (EALA), en la editorial Corregidor. Cada uno de estos trabajos académicos demanda alrededor de cinco años de investigación y esfuerzo, en los que se busca el material original, se consiguen las autorizaciones de reproducción (cuando se trata de manuscritos), se investiga y se escribe. Entre sus tantos estudios, los últimos de María Rosa Lojo apuntan a la identidad de los argentinos, a la historia argentina reciente, desde las inmigraciones, en donde destaca la gallega que sin embargo, asegura, está invisibilizada (como matriz cultural) y denigrada, así cómo se ocultó la cultura de los aborígenes en los tiempos de Mansilla. Estos trabajos se complementan con las ficciones, también atravesadas por la Historia: “Los trabajos de ficción siempre nacen de compromisos muy apasionados, son trabajos que realizo en paralelo a los trabajos profesionales, pero con la misma profesionalidad, aunque la ficción no sea para mí un medio económico de vida. En general han requerido todos una investigación muy prolongada porque siempre pongo en diálogo la historia y la literatura. La novela ‘Finisterre’ me llevó muchos años, tanto como mi tesis de doctorado. En ella hablo de las guerras de frontera de la pampa central, durante el siglo XIX, centrándome sobre todo en la perspectiva de las mujeres, y pongo en paralelo varios mundos (España, Argentina, Inglaterra) y varios tiempos. Si bien el registro novelístico es distinto al de una tesis me llevó mucha preparación. También ‘Las libres del sur’, que es sobre la juventud de Victoria Ocampo y el despertar femenino de la época. Mujeres como ella, de clase alta, habían sido educadas para vivir puertas para adentro pero se inclinan hacia el mundo intelectual y eso provoca todo tipo de conflictos y también hace estallar contradicciones en ellas mismas. Otro que me llevó menos tiempo pero que escribí toda mi vida es ‘Árbol de familia’, un libro hecho de memorias de dos ramas familiares y dos mundos: España y América. Pero nada superará a su "PRINCESA FEDERAL": En 1893 Gabriel Victorica, joven médico de familia federal, llega a Europa con un cuaderno punzó para entrevistar en su exilio londinense a una legendaria y ya anciana Manuela Rosas, que irá evocando para él sombras y esplendores.
El otro lado de su historia se oculta bajo las tapas rojas de ese cuaderno donde Pedro de Angelis, erudito napolitano al servicio de Rosas, ha escrito sus más secretos pensamientos sobre el Gobernador y la 'Niña'. ¿Ha sido Manuela víctima o cómplice de su padre, hada compasiva o hábil política? El lector tiene la última palabra.
Desde 1998 La princesa federal se ha instalado, en la crítica y el público, como una obra clave para la comprensión de este verdadero mito del imaginario nacional, más allá de los clichés y las fáciles antinomias.Luminosas y a veces contrapuestas surgen a través de las voces las imágenes de un pasado perdido: Manuela, que maneja a los hombres y a los caballos con segura y discreta eficacia; un Rosas cáustico y un Quiroga mundano; doña Encarnación Escurra, sus celos y funerales; el fusilamiento de Camila O’Gorman; la cándida figura de Eugenia Castro; la corte de Palermo y los juegos de la diplomacia y el erotismo. ¿Quién era y qué quería Manuela Rosas? ¿Fue víctima o cómplice de su padre? ¿Qué significa el poder para las mujeres? María Rosa Lojo, escritora e investigadora de excepción, plantea estas preguntas en una novela de prosa deslumbrante que descubre, con lirismo e ironía, los conflictos y contradicciones de nuestra historia a través de las pasiones de sus protagonistas”.
Con una pluma incansable y muchos proyectos laborales aún en desarrollo, la vecina de mayor proyección internacional seguirá escribiendo. “Lo que me motiva a escribir y leer es una gran curiosidad por la vida, por el conocimiento, el conocimiento de mí misma, de los demás. El deseo de descubrir quiénes somos, qué hacemos en el mundo. La fascinación por las posibilidades de la cultura humana en la Historia. Los seres humanos son tan parecidos y a la vez tan distintos, pueden hacer tantas cosas que no imaginamos. Cada uno es un misterio, esa es mi motivación”, finalizó María Rosa Lojo.
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