Rosas

Rosas

martes, 31 de agosto de 2021

La mentalidad política de Bernardino Rivadavia

 Por Vicente D. Sierra

El Rivadavia que retorna en 1822 de Europa no es el mismo que partiera años antes. Le había tocado vivir la caída de Napoleón y la política de las potencias en el Congreso de Viena, Inglaterra, Rusia, Prusia y Austria constituyen los factores más importantes de este congreso, cuya tendencia se marcó por un neto espíritu de reacción, encaminado a dividir entre los vencedores los despojos del vencido, desterrando las doctrinas que afirmaban la soberanía popular y el nuevo espíritu que alentaba a las naciones. La “Santa Alianza” de Rusia, Prusia y Austria, se formaban para evitar el desarrollo de las ideas revolucionarias y, en todas partes, como reacción al fracaso de la república francesa, cunde un sentimiento monarquista apenas contenido en algunos por la convicción de la necesidad de frenar a los Reyes con una constitución. Inglaterra mantiene un espíritu tan reaccionario como el de sus antiguas aliadas, nada más que éstas quieren resucitar las normas del mercantilismo en economía, lo que se opone a la política inglesa de libre cambio, razón más que suficiente para que los británicos no se adhieran a la “Santa Alianza” y, por el contrario, se aíslen, para dedicarse al desarrollo de su comercio exterior que se liga, de manera directa con el fomento de la independencia de las provincias españolas de América, siempre que éstas no resuelvan entregarse a las concepciones republicanas. Entre las panaceas de la hora, la más difundida gira alrededor de la idea de la necesidad de una construcción escrita, que significaba, en el fondo, concesiones del monarca, que el elemento reaccionario pretendía desconocer, y a las cuales buscaban reemplazar por otras más amplias los grupos liberales. Ninguna de las constituciones se fundaba en la teoría de la soberanía popular, de manera que la imitación en que habían caído los dirigentes argentinos les hacía ver como imprescindible un sistema que sólo tenía explicaciones en los estados monárquicos, que salían del absolutismo, o en un país como los Estados Unidos, surgido de un acuerdo jurídico entre las partes contratantes, integradas por grupos ideológica y hasta racialmente distintos. 

En esta encrucijada de opiniones florece la literatura política. Es así como la escuela histórica, en la que se destaca Savigny, se opone a la idea de que el Estado sea una creación artificial y deliberada, para verlo como consecuencia de un proceso histórico, que hace imposible sus modificaciones por el solo imperio de la voluntad. El grupo de los idealistas trascendentales explica al Estado como fruto de la necesidad moral, lo que los conduce a una deificación del mismo que provoca la aniquilación de los derechos individuales. Es una tendencia marcadamente alemana, cuyos representantes son Kant, Fichte y Hegel; mientras otro grupo, que considera al estado como resultado de la voluntad y la personalidad del mismo, recibe un fuerte impulso después de Darwin, con las doctrinas biológicas de la evolución, destacándose en esta corriente Comte, Spencer, Bluntschli y Shaffle.  La reacción contra las doctrinas antireligiosas de la revolución alcanzan un vigoroso empuje de parte de los que afirman que el Estado tiene su origen en Dios y no se deriva de ningún contrato humano. De Maistre, Bonald, Lammenais, en Francia y Stahl, en Alemania, son las figuras más representativas de esta tendencia. Como dice Gettell, todas estas doctrinas confluyen en una orientación conservadora del Estado. Se preocupan del sostenimiento de la autoridad, se oponen a toda reforma, y realzan la importancia de la estabilidad y el orden social.  En realidad, sólo Inglaterra ofrece una tendencia intelectual, en desacuerdo con la tradición del país, integrada por escritores racionalistas en diversos grados, que va desde Hobbes, seguido por Locke, Payne, Hume, Bentham y Mill hasta Bagehot, lo que no quiere decir que su puntos de vista coincidan, aunque todos están de acuerdo en que no basta la permanencia de las formas tradicionales, y en que el gobierno necesita ser justificado en relación a las necesidades humanas que llenan, pues lo contrario equivale a amparar intereses o privilegios siniestros. Pero se da el caso de que en el único país donde los escritores políticos no tienen ninguna influencia es Inglaterra. En efecto todos predican el individualismo en un país unido, como dice J.P. Meyer, “por lazos, STATUS y sentimientos”; todos dijeron que la religión es un mito, en un pueblo que necesitó dar carácter religioso a su actividad comercial para dedicarse a ella; todos afirmaron que la monarquía es una ficción, en un pueblo de profundo y arraigado sentimiento de fidelidad a la realeza; todos se refirieron al contrato social o al interés común como bases de la sociedad, en una dotada de un poderoso sentido nacional de la unidad, “así, agrega Mayer, la pintura del “HOMBRE, ANIMAL POLITICO”, que ofrecen los mismos teóricos políticos británicos, contradice en todos los puntos el animal político británico”, y dice: “El pensamiento democrático de nuestro país ha sido ferozmente semejante al de los negocios, precisamente porque luchaba contra el peso muerto de la tradición y contra un caos de instituciones anacrónicas”. En cambio, influyeron sobre los hombres desprevenidos, sin gran cultura filosófica, como el caso de nuestro Rivadavia, por la sencilla razón de que éste, a semejanza de tantos de ayer como de hoy, no comprendió nunca el contenido efectivo de las instituciones inglesas y creyó que las mismas son representativas de la voluntad popular. El hecho de que Bentham siguiera con interés la actuación gubernamental de Rivadavia en Argentina, se explica perfectamente: era el único discípulo “en serio” que había logrado. Por otra parte, Bentham, que no fue un filósofo ni un hombre de ciencia, sino un publicista que atacaba los males sociales, tarea que lo condujo a formular una teoría del Estado, “como subproducto de su actividad política”, dice Mayer, se hizo demócrata al fracasar sus propuestas de reforma legal; pero no elaboró doctrina alguna fuera del desarrollo de un punto de vista unilateral, lo cual se acomodaba perfectamente a la paupérrima cultura de Rivadavia y explica el favor que prestara a semejante maestro. Para Bentham el Estado obedece, en sus orígenes, a motivos de necesidad. Promover la felicidad es un fin fundamental. Cuando las leyes no realizan ese fin, deben ser substituidas por otras. Para Bentham la humanidad fluctúa entre el placer y el dolor, y siguiendo a Helvecio y Beccaria, dice que la esencia de la felicidad radica en el predominio del placer y en la ausencia del sufrimiento. Se deben crear de tal modo las instituciones, que la actividad social conduzca directamente a la difusión de la más grande felicidad entre los hombres. El “principio de utilidad” rige esa búsqueda de la felicidad. Bentham es contrario a la idea del derecho natural; la ley, según expresa, es una manifestación de la voluntad común en forma de mandato. Frente a la voluntad soberana de la comunidad política en forma de mandato, lo que constituye la autoridad, los derechos naturales de los individuos carecen de validez, pues no poseen derecho alguna legal para oponerse o resistir sus decisiones. Sostiene que la mejor forma de gobierno es la republica con un cuerpo legislativo solamente. El hombre no tiene más derechos que los que le concede la ley y el valor del contenido de ésta en relación con el grado de felicidad a que conduzca a mayor número de hombres.   Rivadavia se deja guiar por estas ideas, y a fuerza de leyes trata de lograr la felicidad de su país, leyes que, por lo mismo deben ser obedecidas sin protestas admisibles. No en balde San Martín dijo que había querido hacer la felicidad del pueblo llenando de leyes el Registro Oficial; de leyes que, por cierto, se destacan por su buena intención tanto como por su fracaso, lo que ha servido a los panegiristas del prócer para agitar el mito de su videncia: “no fue un hombre de su época” afirman, sin comprender que no serlo es, en un político, una falta grave, aunque en un filósofo puede ser un timbre de jerarquía.

¿Dónde fue a buscar Rivadavia el texto de sus leyes? Indiscutiblemente al grupo liberal español surgido de las Cortes de Cádiz, que había hecho el pronunciamiento de 1820 y a determinadas influencias francesas. Entre estas cabe señalar al abate de De Pradt. Si se tiene en cuenta que De Pradt, que había publicado en 1802 su obra “LAS TRES EDADES DE LAS COLONIAS”, donde se planteaba la cuestión de la independencia americana, recién fue conocido en Buenos Aires, por intermedio de Rivadavia, en 1817, agregamos otra prueba demostrativa de lo poco que interesó el problema de la emancipación antes de ese año. Si sumamos que Rivadavia había pertenecido a la corriente del “absolutismo ilustrado”, de lo que le quedan rastros en su autoritarismo -al que fortificó con Bentham- y en su concepción del poder civil, que lo conducen a hacer de la Iglesia un organismo estatal, nos encontramos con el cuadro completo de las ideas políticas de un hombre que no tuvo ninguna, a fuerza de haber resuelto seguir las de los demás. Lo único que no se le ocurre a Rivadavia, y no es un cargo que le corresponda a él solo, pues constituye una desgraciada circunstancia, común a los políticos argentinos hasta nuestros días, es estudiar la realidad argentina en sus fuentes históricas y en su realidad presente, a fin de dotarla de las instituciones propias, requeridas por sus cuestiones y pedidas por los hechos efectivos de sus problemas sociales, económicos, morales y espirituales.  Es notorio que el gobierno de Rodríguez fue un intervalo de paz en la agitada existencia del país desde 1810, y en él vemos a Rivadavia copiar la Magdalena en Paris, al dar fachada a la catedral porteña; imitar con la Sociedad de Beneficencia una institución española conocida; fomentar las sociedades literarias, mientras los indios llegaban a las puertas de Buenos Aires, de manera que si los hombres del interior no salían a luchar contra el malón toda aquella “felicidad” estaba amenazada de ir a terminar en la toldería de algún pampa. Pero Rivadavia nada sabía de eso, pues en Europa… no había encontrado libros sobre el problema del indio. 

HUGO DEL CARRIL (1912-1989)

El 30 de noviembre de 1912 nació en el barrio porteño de Flores, Piero Bruno Hugo Fontana, sus padres eran italianos, Hugo Fontana era pintor y arquitecto nacido en Milán, su madre Orsolina Bertani nació en Regio de Emilia. A los dos años sus padres se separaron y lo entregaron al cuidado de una familia amiga formada por Francisco y Alina Faure, este abandono lo marcó fuertemente por el resto de la vida: “Yo fui abandonado por mis padres cuando tenía dos años y nunca los perdone”. “Me crié de casa en casa, rodando. Pero después cuando mis padres estuvieron mal los cuidé hasta que murieron. Eso sí, jamás fui a visitar su tumba porque nunca los perdoné. Yo soy así”.  De muy joven se inició en la radio como locutor, pero siempre tuvo en claro que su objetivo era ser cantante de tangos. Se esforzó por mejorar su canto estudiando con una soprano, quién le sumó técnica a sus condiciones naturales. En 1929 comenzó en Radio del Pueblo, allí colaboró con los coros de la mayoría de las orquestas que pasaban por la emisora, utilizando diversos nombres artísticos. Posteriormente conformó el dúo Acuña-Del Carril en donde adoptó definitivamente el nombre Hugo del Carril, fue precisamente el otro integrante, Roberto Acuña, quién lo bautizó de esa manera, el dúo duró cuatro años, hasta que se produjo la muerte de Acuña. El director de radio Nacional lo convocó para actuar como solista con el acompañamiento de guitarras. En 1936 grabó para discos Víctor con la orquesta de Tito Ribero, quien luego se convertiría en su director y asesor musical. Ese mismo año participó en la película “Los muchachos de antes no usaban gomina” donde cantó el tango “Tiempos viejos” cuya autoría era del director de la película Manuel Romero, con la música de la orquesta de Francisco Canaro. Alentando por Manuel Romero, que quedó muy conforme con su actuación en esa película, inició una carrera de actor que le permitió obtener una gran repercusión popular. Fue protagonista de grandes películas como "La vuelta de Rocha" (1937), "Tres anclados en París (1938), "Madreselva" (1938), "La vida es un tango (1939), "La vida de Carlos Gardel" (1939), "Gente bien" (1939), "El astro del tango" (1940), "Confesión" ( 1940), "La canción de los barrios" (1941), "En la luz de una estrella" (1941), "Cuando canta el corazón" (1941), "La novela de un joven pobre" (1942), "Amor último modelo" (1942), "Pasión imposible" ( 1943), "La piel de zapa" (1943), "Los dos rivales" (1944), "La cabalgata del circo" (1945), "La cumparsita" (1947), "Pobre mi madre querida" (1948), "El último payador" (1950), "Senda sin culpa" o "A media luz" (1950), "Vida nocturna" (1955), "La Tierra del Fuego se apaga" (1956) y "El último perro" (1956).
 En la filmación de la película “La cabalgata del circo” conoció a María Eva Duarte de quién comentó: “Con ella hablábamos de muchas cosas, pero especialmente de las necesidades de la gente humilde. Ella se sentía predispuesta a esa gente por su origen que jamás negó”. En los años del peronismo el cine fue una de las industrias que más creció, Hugo del Carril declaró al respecto: "Aquella fue una época en la que se dio un fenómeno único, en la que se hicieron las películas más importantes. Y sobre todo no había problemas económicos, porque era un cine popular que encontraba apoyo en el público. Además, como existían férreas restricciones a los filmes extranjeros, la producción tenía la posibilidad de defenderse mucho mejor...".
Pero su éxito como actor no lo alejaron de su vocación y su pasión por el canto, siguió actuando en distintas radios y en los más variados escenarios, que incluyó giras por el Interior del país y otros países de América. Firmó un convenio con el sello Odeón donde grabó canciones que se convirtieron en grandes éxitos. Le puso la voz a títulos inolvidables de nuestra música popular como “Percal”, “Nostalgias”, “Nada más”, “Betinotti”, “Pobre mi madre querida”, “Sosiego en la noche”, “Nubes de humo”, “Buenos Aires”, “Tres esquinas”, entre otros. En 1933 se presentó en el tradicional y prestigioso teatro Solís de Montevideo, luego viajó a Chile y Colombia. Su gira más notoria la realizó en 1941 donde consiguió gran repercusión en Cuba, en este país sus películas eran un éxito y el tango obtenía más repercusión que algunos ritmos caribeños. En 1946 en México protagonizó las películas “Canción desesperada” y “La noche y tú” con singular éxito y donde se lució interpretando temas como “Compadrón”, “Che, papusa, oí” y “Pobre mi madre querida”, tema éste último sobre el que luego se realizaría una película. También incursionó en la dirección cinematográfica, su debut fue con “Historia del 900”(1949), también fue el realizador de "Surcos de sangre" (1950), “El negro que tenía el alma blanca" (1953), “La quintrala”(1955), “Mas allá del olvido”(1956) . Pero su mayor éxito fue “Las aguas bajan turbias”(1952) donde puso en evidencia su compromiso social y político. Según el crítico cinematográfico Fernando Perales “Las aguas bajan turbias” podría ubicarse entre las cinco o diez mejores películas argentinas de todos los tiempos. Se relata la vida de los mensúes, los trabajadores de los yerbatales de la Mesopotamia y la explotación de la que eran víctimas, también se propuso mostrar la importancia de la solidaridad entre los trabajadores que se plasmaba mediante la lucha sindical, única herramienta con que contaban para enfrentar a patrones que eran los amos y señores de la región. Además la película contenía escenas de hondo realismo caracterizadas por un contenido violento que podía molestar a ciertos espectadores más acostumbrados a contenidos mucho más suaves. A pesar que podría decirse que la película tenía un cierto tono partidario al contrastar la situación previa a la llegada del peronismo con esos días de justicia social, Hugo del Carril tuvo problemas con la burocracia peronista, principalmente con el censor Raul Apold que le significaron la exclusión de algunos de sus trabajos, porque esta película se basa en el libro de un escritor con ideas de izquierda, Alfredo Varela, que se encontraba detenido en los días de filmación, Del Carril hizo gestiones ante Perón para que fuera liberado, tratativa que concluyó con éxito. "Las aguas bajan turbias" recibió varios premios como el "Diploma de honor" (Festival de Venecia de 1952), la "Espiga de oro" (Festival Internacional de la Exposición Agrícola de Roma en 1953) y "Mejor película de habla hispana" (Asociación de Críticos de Radio Cine y Teatro del Perú, 1953). Hugo del Carril era un porteño cabal, que a pesar de las múltiples actividades se hacía tiempo para frecuentar la barra del café, donde compartía sueños y proyectos con Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo y Mario Soficci, entre otros. También concurría a las carreras de caballos y era un fumador empedernido. En 1957 sufrió un preinfarto estando en Uruguay producto del consumo de 80 cigarrillos diarios. 
Sus firmes convicciones Fue un cantante y actor que ya había alcanzado el éxito antes de la llegada del peronismo, no necesitaba definirse políticamente, por su fama difícilmente alguien se hubiera animado a molestarlo, si lo hizo fue por una firme convicción que lo impulsaba a defender a los más humildes, siempre mantuvo un espíritu independiente que lo llevó a tener encontronazos con la burocracia, pero sus problemas más graves fueron a partir del 1955 con el golpe de estado. Como hemos visto con otros artistas o intelectuales que adhirieron al peronismo su obra es minimizada o directamente ocultada, esto ocurrió con Hugo del Carril al igual que con Leopoldo Marechal, el caso de Discépolo tal vez sea distinto pues se le reconoció su capacidad pero al precio de mantener en el silencio su apoyo al movimiento popular, se habla de Cambalache pero muy raramente se recuerda su personaje Mordisquito. Además Discépolo murió antes de 1955 por lo que los golpistas no pudieron ejercer la venganza contra su persona. Hugo del Carril entabló una relación de amistad con el Gral. Perón desde el momento que lo conoció, así relataba una de sus anécdotas de los encuentros con el líder: "Un día me llaman para ir a cantar en la Residencia Presidencial. Voy y le digo a Homero Manzi, que ya estaba en sus últimos días: '¿Qué canto, Gordo? No puedo ir a cantarles "Mano a mano"'. Manzi me miró con calma, pidió papel y lápiz y me dijo que esperara un rato. Una hora después me entregó dos milongas, como de catorce pies cada una. La primera se llamaba ´Milonga a Perón´ y la otra, ´Milonga a Evita´. Las canté con el ritmo tradicional de la milonga pampeana. A Perón le corrieron las lágrimas...". 
Pero su asociación indisoluble con el peronismo se dio cuando en 1949 decidió poner su voz a la Marcha Peronista. El pianista Norberto Ramos que integró la orquesta de Florindo Sassone, fue convocado en 1948 por un grupo de obreros gráficos para que le pusiera música a una letra que habían escrito esos trabajadores con el fin de contar con una marcha para el sindicato. Se estrenó el 2 de mayo de 1948 con el título: “Los gráficos peronistas”, nada menos que en el Teatro Colón interpretada por una orquesta sinfónica y el coro estable, en dicha presentación se encontraban presente Perón y Eva, la ejecución provocó un alto impacto entre los presentes. Luego se le cambió la palabra gráficos por muchachos y quedó instaurada como la marcha del movimiento. Rafael Lauría y Oscar Ivanisevich escriben la letra que se conoce en la actualidad. Esta versión no niega que Norberto Ramos haya contribuido con alguna parte de la música, aunque la melodía ya existía anteriormente. Hugo del Carril la grabó en 1949, alguna vez dijo: "Grabé centenares de tangos, pero hasta que me muera me van a recordar por la marchita...". 
Producido el golpe de estado de 1955 estuvo detenido 41 días y luego decidió partir hacia el exilio en México, aún cuando pudo seguir trabajando por su popularidad en aquél país, que siempre fue generoso con los exilados argentinos, vivió ese destierro con mucha tristeza, todo lo que había producido en cuando a música y cine estaba relacionado con su tierra. Algunas de sus películas que se encontraban en la cartelera de los cines argentinos fueron bajadas, la dictadura no quería que quedaran rastros de este extraordinario artista. Retornó al país con el gobierno de Frondizi donde volvió a filmar y desarrolló varios proyectos algunos vinculados con el espectáculo y otros no, montó “La carpa del pueblo” con la finalidad de difundir la música nacional, particularmente el folklore y el tango, pero aclaró que también “música moderna, pero nuestra”.  
En cuanto a su vida sentimental tuvo una relación con la actriz Ana María Lynch con quién filmó en 1941 “En la luz de una estrella”, cuando se separaron, ella se radicó en los Estados Unidos donde siguió actuando. También tuvo una relación con la actriz Gilda Lousek a la que conoció en la filmación de “Una cita con la vida”. En 1959 conoció a una empleada de SADAIC, Violeta Courtois, se casaron en 1971 después de una larga convivencia, tuvieron cuatro hijos Marcela Alejandra, Hugo Miguel, Amorina Eva y Eva Cristina. El padrino de todos ellos fue nada más ni nada menos que el general Perón, que estando en el exilio apelaba a un emisario que lo representaba en las ceremonias de bautismo. También trabajó intensamente en la televisión argentina a su retorno del exilio, en 1962 participa en la miniserie “La Calesita” por Canal 9. El 1963 en el canal 7 fue la figura estelar de “El show de CAP”. Alejandro Romay dueño principal de canal 9 lo convocó en reiteradas oportunidades, se puso en el aire el sainete “El conventillo de la Paloma” donde ocupaba el rol protagónico. En el canal 7 en 1971 protagoniza el programa “Del pueblo” que se basaba en el espectáculo que presentaba en “La carpa del pueblo”. En 1972 en canal 11 participa en el programa “El tango del millón” que producen los hermanos Sofovich. Romay lo vuelve a convocar en 1975 para realizar en el canal 9 una serie de espectaculares. Durante un 1976 protagoniza el afamado ciclo “Grandes Valores del Tango”, pero producido el golpe de estado, en una actitud que lo enaltece, decide dejar la televisión y no participar ni siquiera de reportajes
 A su regreso del exilio protagonizó una larga serie de películas como "Che, Buenos Aires" o "Buenos Aires, Buenos Aires" (1960), "El día que me quieras" (1969), "Viva la vida" (1969), "Amalio Reyes, un hombre" (1970), "La mala vida" (1972), " Siempre fuimos compañeros" (1973) y "El canto cuenta su historia" (1976). También retornó a la dirección cinematográfica con títulos como "Una cita con la vida" (1958), "Las tierras blancas" (1959), "Culpable" (1960), "Amorina" (1961), “Esta tierra es mía" (1961), "La calesita" (1963), " La sentencia" (1964), "Buenas noches, Buenos Aires" (1964) y "Yo maté a Facundo" (1975). En 1962 dirigió dos películas en las que trabajaba Tita Merello, “Amorina” y “Esta tierra es mía”, la actriz y cantante declaró sobre el método de trabajo de Del Carril: “Ni sueñen que es fácil trabajar con él. Hugo es muy exigente. Con el hay que ensayar y ensayar, y solo cuando considera que se ha alcanzado el punto ideal, se pasa a filmar”. 
El 6 de marzo de 1980 debutó en Caño 14 ante un público enfervorizado. Siempre mostró una sensibilidad muy especial, cada vez que se enteraba de que un colega pasaba por un momento difícil se acercaba para ayudarlo si su situación económica se lo permitía, o bien para hacerle llegar una palabra de aliento. En 1982 declaró: “Todas las noches, cuando me acuesto, recorro a mis muertos. La lista es cada vez más larga, pero los voy evocando lentamente. Recuerdo a cada uno de mis viejos amigos y disfruto de nuevo los momentos felices que pasé con ellos. Eso me acerca a Dios, y así, despacito… me quedo dormido”. El 12 de abril de 1986 recibe un duro golpe con la muerte de su esposa Violeta. Ese mismo año fue designado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires en una ceremonia presidida por el intendente radical Julio Cesar Saguier, cuando un grupo intentó entonar la Marcha Peronista, expresó: "Compañeros, sería una falta de respeto para los autoridades que aquí se encuentran presentes". El 16 de enero de 1988 Hugo Del Carril ingresó a la sala de terapia intensiva del Hospital Privado de Mar del Plata con un complejo cuadro de infarto de miocardio. La recuperación fue lenta y progresiva, lo suficiente para asistir a un homenaje que se le realizó al cumplirse 50 años de su primera actuación. El 8 de septiembre de 1988 se realizó el homenaje a Hugo del Carril en el Luna Park, Lionel Godoy fue el encargado de la dirección general y la animación, actuaron entre otros. Nelly Omar, Virginia Luque, Jorge Sobral, Nelly Vazquez, Carlos Acuña, Alberto Castillo, Hugo Marcel, Roberto Goyeneche, Hugo del Carril(h), Nestor Fabian, Leopoldo Federico, Atilio Stampone. Hugo murió el 13 de agosto de 1989 a las 19.40 en el Instituto Cardiovascular de Buenos Aires, a causa de una descompensación cardíaca.
Fue velado en el Salón de los Pasos Perdidos del Concejo Deliberante porteño. Una multitud de admiradores lo despidió. Sus restos descansan junto a los de su esposa Violeta en una bóveda en el cementerio de Olivos. Hugo del Carril tuvo mucho de esos héroes que interpretaba en sus películas, dispuesto a jugarse la vida por el honor y las convicciones, muchos lo quisieron con fervor, unos pocos tal vez lo odiaron pero no a su persona sino por las ideas que nunca dejó de sustentar aún en los momentos más peligrosos. Se comenta que luego del golpe de 1955 un jefe militar lo entrevistó cuando se encontraba detenido, le ofertó no ser molestado y la posibilidad de continuar con su carrera plagada de éxitos a cambio de que realizar unas declaraciones contrarias a Perón, le bastó una palabra para explicarse “¡Jamás!”, tal vez esa sola palabra haga innecesarias todas las demás que debimos utilizar para escribir esta biografía de Hugo del Carril

Artigas y Andresito

 Por el Prof. Jorge Deniri

En investigaciones anteriores, busque reseñar la bruma histórica que rodea la figura de Andresito, salvo el lustro 1815 – 1820, dejar asentado que quien lo incorpora a nuestra Historia es Bartolomé Mitre, el papel de los “Padres fundadores” de la Historia de la actual Provincia de Misiones, en especial Aníbal Cambas y Julio César Sánchez Ratti, y el modo como el peronismo primero y el progresismo luego lo empoderaron para sus propios relatos. También me adentré en las discusiones en torno a la grafía y significado de su nombre, si era un indio o un mestizo y qué relevancia tuvo en ello la fidelidad de sus seguidores. Del mismo modo, hice presente, puesto que desconocemos cómo era en realidad, de qué modos explota la fantasía su presunta imagen, y no menos fantásticamente, cuáles eran sus cualidades, cuán poco sabemos de su vida privada, y que esfuerzos se hicieron para adjudicarle descendientes imposibles en Corrientes.  Ampliando algo, los apologetas, quizá con un punto de anacronismo psicológico, se empeñan en pergeñar un Andresito “culto”, que hablaba varios idiomas, leía y escribía corrientemente, y además contaba con aptitudes musicales de nota. ¿Es así? No podemos saber si hablaba varios idiomas, sólo presumirlo desde luego, y en ese tren habrá champurreado el castellano y el portugués y hablado con mayor solvencia el guaraní como la lingua franca de las milicias que comandaba. Tampoco puede aseverarse que supiera leer y escribir bien. La lectura por razones obvias, y de la escritura, que hay abundantes muestras en el Archivo General de la Provincia, sin ninguna duda muchas son de la pluma de secretarios y sólo la firma es suya, y hay otras, verdaderos galimatías, que me inclino a pensar que le pertenecen. De todas formas, que escribiera bien o mal no le quita ni agrega nada, y según lo que fue su vida no se trata de algo central ni mucho menos. Sí sirve para separar las aguas, porque la “leyenda negra” hacía de ese tipo de cuestiones algo capital para separar la “civilización” de la “barbarie” (después de todo la escritura es lo que tradicionalmente ha separado a la Historia de la Prehistoria), y a la inversa, la leyenda “blanca”, siempre se empeña en descubrir cualidades y calidades en sus héroes, aún donde no las hay. Por lo que hace a sus dotes musicales, ¡bueno!, parece que, como tantos varones de su tiempo, tocaba la guitarra – lo dice Mantilla – y si juzgamos por la versión de Saint Hilaire hablando del amor y habilidad para la musica de los guaraníes en general, cabe suponer que la haya ejecutado bien y hasta con cierto gusto.

Un demérito que no se puede obviar, es el de su alcoholismo. Todos, detractores y apologetas, coinciden – no les quedó más remedio -, en que era un hombre de mala bebida, que cuando estaba tomado repartía azotes y cintarazos a diestra y siniestra. Algo más diré en otras notas, pero sobre esto, me interesa dejar sentado que aún en sus mayores furias, echó mano de los castigos comunes en las reducciones: encepadas, palos laceadas, sableadas y azotes, pero no derramó sangre. En eso la leyenda negra es absolutamente falsa. Hay agredidos y humillados en su “prontuario”, no muertos.

Párrafo seguido, arribamos a la última cuestión de interés que quedó esbozada en las notas anteriores: ¿Qué pasó en los “años en blanco” de los cuales no hay conocimientos apoyados en fuentes fiables. De 1810 a 1815?.

Por principio, descarto que haya acompañado a Manuel Belgrano al sitio de Montevideo, cuando le ordenaron abandonar el Paraguay y conducir sus fuerzas a la Banda Oriental. No hay antecedente alguno, y semeja ser una de esas tinturas sin mayor fundamento con las que los apologetas doran el currículum de quienes exaltan.

Respecto de Artigas, siempre partiendo de hipótesis no comprobadas, y hasta hoy dudosamente comprobables, Andresito habría seguido a Artigas, como blandengue cuando, en disconformidad con el tratado firmado por los porteños con De Elío, abandona el sitio de Montevideo, y marcha hacia el Noroeste, iniciando lo que se conoce como el “Éxodo Oriental”.

Por entonces, - 1811-, siempre sin prueba concreta alguna, se sostiene que Guacurarí habría participado de las acciones en torno a Belén, a orillas del río Arapey, que se halla en manos portuguesas.

En mayo de 1812, la construcción mítica afirma que se habría batido nuevamente bajo el mando de Fernando Otorgués, contra una columna portuguesa que ataca Santo Tomé desde San Borja.

En 1813, nuevas suposiciones refieren a Andresito, combatiendo a órdenes de Artigas en el segundo sitio de Montevideo.

Hacia 1814, se presume que Andresito sirve bajo las órdenes de Blas Basualdo – otro de los Tenientes indios de Artigas - cuando éste ocupa Curuzú Cuatiá, y luego, en las acciones que en proximidades de La Cruz, culminan con la derrota del gobernador porteñista Bernardo Pérez Planes

Esta construcción mítica es especialmente interesante por dos razones. La primera, que Basualdo, quien también es el vencedor de Perugorría, fue uno de los grandes comandantes indios forjados por el artiguismo. Asimismo, es una figura que ha quedado completamente opacada por el relieve alcanzado por su sucesor, y ello nos lleva a la segunda razón: su temprana muerte por enfermedad, es la que abre el camino para la forja histórica de Andresito que así, en 1815, entra concretamente en la Historia, cuando Artigas lo designa Ciudadano Capitán de Blandengues y Comandante General de las Misiones. Por entonces, ya se lo reconoce – al igual que a otros varios jefes indios de distintas etnias -, como hijo adoptivo del Protector de los Pueblos Libres.

¿Qué valor tiene ese estatus? Yo sostengo que no se trata de una relación parental, sino de una herramienta política de Artigas, concedida por él a varios jefes indios para actuar en su nombre, para “sacar chapa”. Un recurso que Artigas conoció y aprendió a valorar para el trato con los indios, en su prolongada estancia entre los Charrúas. Eugenio Gervasio Petit Muñoz, el gran historiador oriental, en su ensayo “Artigas y los indios”, ha desarrollado esa temática.

Es hacia mediados del siglo XX, que este estudioso analiza extensamente la relación de Artigas  con los aborígenes, en una obra donde no falta incluso el tratamiento utópico del tema, imaginando para el gran oriental una ascendencia “de una auténtica princesa inca”, depositada cuando niño en su subconsciente como “una célula de simpatía por el indio”. .

Petit Muñoz también busca explicar las razones y el modo como el Artigas blandengue, apresador y matador de indios, se transfigura en el héroe que toma conciencia de su papel de libertador recién durante la Revolución, mutando su conducta hacia los indios charrúas, minuanes y guaraníes durante el transcurso del éxodo.

Para lo que directamente me interesa asentar, el historiador rescata la notoria proliferación de figuras principales indias que toman el apellido y aún nombres familiares de Artigas – Manuel Artigas, José Artigas – Andrés Artigas -, Lorenzo Artigas, ya a partir de 1811, cuando data el primer acuerdo de Artigas con los charrúas, y sobre la base de las costumbres de éstos, nos habla de un líder que usa el apellido  de Artigas como propio, y se dirige a él como su “padre”.

Hay también otros dos elementos de juicio que solidifican mi aserto: La lectura de la correspondencia entre Artigas y Andesito, en ningún momento muestra el tono paterno – filial de un epistolario padre – hijo. Es más la comunicación entre un superior con su subalterno y viceversa.

Todavía más esclarecedor al respecto me parece que, habiendo sido derrotado y tomado prisionero Andresito, Artigas no hizo nada en favor suyo. Ni para liberarlo ni para hacer menos duro su cautiverio.

Finalmente ¿Cuál fue el valor dado por sus adversarios a Andresito? El gran historiador farroupilha Moacyr Flores, respondiendo una requisitoria mía, en su momento, refiriéndose a él como “Artiginha” (Artiguitas), lo definió claramente como un importante enemigo del Brasil, cuya desaparición produjo grandes beneficios, porque los indios no volvieron a alzarse.

 


Zoom sobre Estanislao López . Presenta Julio R. Otaño



 

Arturo de Carranza entre Goya y el Sargento Cabral

Por Jorge Deniri

Arturo de Carranza un gran historiador, nace en Goya en el año 1922, y muere en Buenos Aires en el año 1996. Cursa sus estudios en el Colegio Nacional General San Martín de la ciudad de Corrientes. En el año 1938 ingresa al Colegio Militar de la Nación. Egresa como subteniente de Artillería en 1941. Presta servicios luego en diferentes destinos de su arma. Como jefe de baterías de artillería a caballo, cañones 7,5 mm y 10,5 mm, destructores de tanques, reconocimiento acústico, e instructor de aspirantes a oficiales de reserva. Aprueba luego el curso de capitanes en la Escuela de Artillería de Córdoba y en la Escuela de Tropas Mecanizadas. En 1954, con el grado de mayor, se acoge a la situación de retiro. En su extensa trayectoria, es miembro de número de distintas instituciones vinculadas al quehacer de la Historia: Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas – del que integra incluso la Comisión, previo haberse desempeñado como miembro correspondiente por las provincias de Entre Ríos y Santa Fe -, Junta de Historia de Corrientes (1967) Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Instituto Belgraniano filial Paraná e Instituto Nacional Sanmartiniano (en cuyo ámbito fallece). También milita en las filas de los Descendientes de Guerreros del Paraguay y de los Guerreros y Próceres de la Independencia. Realiza diferentes viajes de estudios históricos y genealógicos por el litoral, y desarrolla los acuerdos preliminares y el proyecto de creación de la Facultad de Genealogía y Heráldica, tomando como base los planes que impone el Colegio Mayor Marqués de la Ensenada de España. Discípulo de Raúl de Labougle, - quien le hereda su biblioteca y archivo -, agrega la preposición “de” a su apellido, y de resultas del expediente formalizado a partir de sus investigaciones en diferentes parroquias rioplatenses y metropolitanas, es distinguido como Caballero Hijosdalgo por la Junta de Probanzas de la Asociación de Hidalgos a Fuero española, Integrando la delegación de la revista Historia, participa en el IV Congreso Internacional de Historia de América. En sus investigaciones histórico – genealógicas, pesquisa en los archivos generales de la Nación, el Ejército, la Provincia de Corrientes, la Banda Oriental, Provincial y Municipal de Córdoba, Martiniano Leguizamón de Entre Ríos, Etnográfico de Santa Fe, Archivo General de Indias en Sevilla e Histórico Nacional de Madrid. Actualmente, un sitial de la Junta de Historia de la Provincia de Corrientes lleva su nombre. Su objeto de estudio resulta recortado parcialmente por esa actitud discipular, puesto que rescata la vinculación de los linajes correntinos con los guaraníes. También aparece fuertemente influido por su trayectoria de soldado que, como a todos los oficiales del ejército, lo encuadra entre lineamientos patrióticos muy afiatados, especialmente en lo que hace a las figuras de José de San Martín y Manuel Belgrano. A éstos dos, él suma al Brigadier Juan Manuel de Rosas


De esa forma, escribe sobre la Corrientes colonial y la colonia en general, el Padre de la Patria y el Creador de la Bandera, y la época de Rosas. En todos los casos, una de las facetas de los hechos históricos que despierta interés especial en él, es la genealógica. Sobre su objeto, asimismo influye su catolicismo militante, que lo lleva a ser miembro y docente en distintas cofradías.  Sus trabajos se centran sobre episodios y hechos en general puntuales, y no revisten una gran envergadura. Su estilo, meticuloso, detallista, puede calificarse como militar por su precisión y claridad, lo que lo ofrece ameno.  La obra histórica. Según se viene haciendo, se analizan los trabajos considerados capitales del historiador. En Carranza, como correntino afincado en Buenos Aires, la visión desde el puerto ofrece un dejo nostálgico que lo lleva a bucear en el momento colonial, y sus simpatías por Juan Manuel de Rosas lo alejan de la cosmovisión correntina de aquel ayer en que Pedro Ferré encarna las aspiracione federalistas del interior. De suyo que lo ajetreado de su carrera militar, que lo lleva por todo el país sin cubrir nunca un destino en Corrientes, contribuye a distanciarlo, no afectivamente, pero sí en los órdenes que la Tesis viene resaltando, en especial el enfoque y los códigos locales, de su provincia y de su ciudad de origen – Goya -, la cual presenta además sus propias particularidades.  El nombre de Goya. Como sucede con otras poblaciones que desconocen el suyo, el origen del nombre de Goya es, desde larga data, un interrogante fundamental para los historiadores no sólo goyanos, sino correntinos. Ya se ha mencionado que es un tema del que se ocupa Federico Palma, logrando realizar un aporte fundamental al asociarlo a un portugués apellidado Olivera. A mi juicio, las investigaciones de Arturo de Carranza al respecto, son uno de sus aportes principales, fundamentalmente porque realiza descubrimientos documentales que validan de modo total sus afirmaciones, y vienen a completar las investigaciones de Palma. 

Su primera publicación, es un trabajo que se titula “El Puerto que llaman de Goya. Etimología de su nombre “Otro portugués moraba en la jurisdicción de la ciudad, era don Bernardo de Olivera, nacido alrededor de 1710 en Rañados, Consejo de Medas, distrito de Guarda; llegado a estas playas en 1743 y casado con doña Gregoria de Morales y Alegre, el 19 de mayo de 1761, ante los testigos don Diego Sandoval y don Pedro Quintana”. Los datos del enlace de Olivera, tomados del Archivo Parroquial de Saladas (Libro 2 – Folio 78 (v), dan fe por vez primera de la existencia de una “Gregoria” cuyo nombre pudo abreviarse, y que por ser esposa de un portugués, realiza todas las operaciones y lleva adelante todos los actos que a él le están vedados o pueden acarrearle complicaciones, dada la situación existente con los castellanos.  En un momento dado, el historiador abandona su rigurosa pesquisa documental y se interna en el terreno de la especulación para imaginar cómo se habría desarrollado el paraje a influjos de la prolongada residencia de Bernardo Olivera. Luego, pasa a enunciar taxativamente, cuál es a su juicio el origen del nombre de Goya, aseverando que Bernardo Olivera, “Para afirmar su derecho al lugar de su estancia o mejor dicho, el de su mujer como descendiente de conquistadores; y siguiendo una costumbre que aún perdura en los campos litoraleños, le dio nombre a su establecimiento con el apodo de doña Gregoria de Morales, lo cual cundió en el vecindario rural que lentamente empezaba a poblar el paraje de propietarios tan inciertos.” Hace referencia luego, a un acta capitular (21.03.1792) donde, por primera vez se menciona el puerto de Goya, a los hijos de la pareja y a los enlaces que contraen. Igualmente evoca el deceso de “…doña Goya…”, a comienzos del siglo XIX, “…sin haberse percatado que había inmortalizado su nombre…”. No se trata de un mito o una leyenda, sino de una verdad tangible y documentada en los repositorios mencionados.” Poniendo colofón a su escrito, Carranza exalta el “…más puro linaje criollo correntino…” de “…esa dama, doña Gregoria de Morales y Alegre de Olivera…nacida y casada legítimamente, madre y abuela con la bendición de Dios, Nuestro Señor, que nos legara su sencillo y simpático sobrenombre, Goya…”.

Juan Bautista Cabral. En este caso, se trata de un modesto pero meduloso trabajo de tres carillas en una revista de la que sólo se publican unos pocos números, trabajo a través del cual Carranza demuestra, papeles en mano, que Juan Bautista Cabral se incorpora al Regimiento de Granaderos a Caballo, formando parte del contingente que envía en 1812 el Teniente de Gobernador Toribio de Luzuriaga. Edita inclusive un facsímil de la lista original, 217y destaca que, de los 90 hombres que recluta Luzuriaga, sólo 50 ingresan a los Cuarteles del Retiro y que, de esos 50, únicamente 16 son aceptados para ser Granaderos, por no lograr el resto superar los exigentes requisitos que ese Regimiento de élite exige a sus reclutas, entre otras cuestiones: aprobar un examen físico y tener padre y madre conocidos. Sobre esto último Carranza, gran investigador de archivos parroquiales, y en especial el de Saladas, puntualiza que en la ficha de Juan Bautista figuran Francisco Cabral y Carmen Robledo, como padre y madre, nombres que se reiteran en el parte con las bajas del combate de San Lorenzo. Desarrolla también una detallada explicación sobre la genealogía de la familia Cabral. 214 Carranza cita el Legajo Sala IX – 33 – 6 – 7 Expte. 1451. explica luego que Francisco y Carmen, son “indios guaraníes bautizados” al servicio de Luis Cabral él, y de Tomasa Casajús ella. Ambos, reciben sus apellidos de sus patrones, los hombres de los varones y las mujeres de las mujeres, a la usanza de aquel tiempo. Destaca asimismo que, por las Leyes de Indias, a diferencia de los negros, los indios no son esclavos. Una de las cuestiones que a Carranza le interesa clarificar con su trabajo, es que Juan Bautista Cabral es de sangre guaraní – a diferencia de su mentor Labougle, para él ello constituye un timbre de honor -, y no negro. Así, explica que en la zona guaranítica, hay muy pocos africanos, y menos zambos todavía, como consta en los censos de la época.


Fernando García del Molino (Chile 1813 – Buenos Aires 1899)

Por Claudia Bursuk

En épocas donde no existía la fotografía como ahora, y llegando el daguerrotipo a Buenos Aires alrededor de 1943, gracias a Gregorio Ibarra, un federal amigo de Rosas , la pintura de caballete auspició de cronista de la época. A través de la figuración que encontramos en ellas, ya sea con menor o mayor grado de iconicidad, o con pinceladas precisas o libradas a lo emocional, nos llegan escenas que nos muestran costumbres, indumentaria, textiles, paisajes, objetos manufacturados, medios de transportes y detalles que podrían revelar incógnitas si sabemos observar.
Es el retrato, el género preferido por muchos pintores de la primera mitad del SXIX. El de busto, se hace por encargues de políticos, militares, y gente de la alta sociedad. También eran buscados por religiosos. ¿Cuatro mil retratos? Esa es la cantidad que dicen pintó Fernando García del Molino. Arribado a Buenos Aires en su primera infancia, a los veinticinco años de edad ya era un pintor reconocido, junto con su amigo y socio, el artista Carlos Morel.
Las disciplinas que lo identificaron a Del Molino, son el dibujo, la pintura al óleo y la litografía, que es una técnica del grabado en la cual la matriz que se utiliza es la piedra calcárea. De los formatos, son las miniaturas las que se destacan.
Pintor federal, fue el encargado de que nos lleguen hasta nuestros días, las imágenes de Juan Manuel de Rosas, Manuelita Rosas y Encarnación Ezcurra entre otras personalidades de la época del Restaurador, hasta nuestros días. Muchos le sacaron mérito a su labor, porque a pesar de haber estudiado en academia de dibujo dependiente de la Universidad, se lo conocía como autodidacta.
Lucio V. Mansilla opina: "Fernando García, casi centenario ahora, federal, el hombre con los dientes más lindos que he visto, blancos y lucidos como perlas, sanos, fuertes, tal cual su existencia, cuyo norte fue la consecuencia y la probidad. Pintor de mérito, sólo le faltó escuela para no pasar como uno de tantos. Teniendo como tenia cultura intelectual, habría hecho algo más que retratos parecidos; habría creado y perfeccionado sus procedimientos estudiando los de los maestros inmortales".
¿Qué pensaría Norberto, su padre, de éstos dichos? Para mi gusto, me da rechazo que describa al pintor, como si fuera un animal o un esclavo a la venta. Y para contradecirlo un poco y que Don Fernando sea un poco como los “maestros inmortales”, que tanto inspiraron a los que miraban hacia Europa, va este escrito, con la sola pretensión de que se lo recuerde un poco.
C.B 2021

jueves, 12 de agosto de 2021

Juan Manuel de Rosas hablando de los Congresos....

Por el Prof. Jbismarck

El Pacto Federal de 1831 tiene toda la influencia de Don Juan Manuel.  Enviará una carta al Gobernador de Santa Fé Estanislao López convenciéndolo para no constituir un Congreso. Y lo hizo de esta manera: 

Congreso, Congreso, ¡Hasta cuándo tendrá lugar entre nosotros esos delirios con que han logrado llenar nuestras cabezas ciertos hombres que no han pensado sino en esclavizarnos! 

En medio de las grandes revoluciones y aún inmediatamente después de ellas ¿Qué han hecho los congresos de Francia, España, Inglaterra y toda la América?¿Han hecho más que aumentar la masa de combustibles, incendiarlos por todas partes, comprometer los pueblos, dividirlos más y más y anegarlos en sangre? “Desengañémonos todo lo que no se haga pacíficamente por tratados amistosos en que rebose la buena fe, el deseo sincero de la unión y un conocimiento exacto de los intereses generales aplicado con prudencia a las circunstancias particulares, será siempre efímero, nulo para el bien, y sólo propio para multiplicar nuestros males.

El señor Roxas bien dijo, y dijo la verdad, cuando aseguró que él no tenía instrucciones para tratar sobre semejantes puntos; pues procediendo este Gobierno como debía, no podía darle otras que las que le ha dado “¿Qué diría de mí y de la presente Administración esta Provincia, su Legislatura y cuántos lean nuestros papeles públicos, si después de haber anunciado por el conven.° preliminar el objeto preciso del Tratado, saliese presentándoles un Tratado que abrazaba otros mil puntos diferentes? “Dirían que se había querido engañar y sorprender, y que yo me había presentado a esta intriga. Eso sería lo menos que dirían ¿Y cuáles serían las terribles consecuencias que resultarían de esta opinión? Dios lo sabe, los hombres no la podemos calcular. “Es preciso pues mi querido amigo que Ud. ponga mano en esto, y que obre con decisión y firmeza para alejar a los Diputados de tales empeños, que por ahora son imprudentes, inoportunos y muy perjudiciales, porque si esto no se consigue y pronto, el país se pierde para siempre.   “La amistad debe ser ingenua, franca y generosa; pero como su principal base es la buena fe, debe ser intolerante sobre todo cuanto pueda desviarla de su objeto” . 

 Las palabras alusivas impactaron en el general López quien, en una carta, contestó a Rosas mostrándose de acuerdo con los argumentos esgrimidos. Además, el santafesino también intentó convencer a su par correntino expresando que “debemos contentarnos con lo principal aun cuando no consigamos el todo de lo que obedecemos”. Mientras Corrientes y otras provincias reclamaban las pautas para una convocatoria de un Congreso Constituyente, Rosas dilataba la cuestión.

La explícita postura asumida por el gobernador de Buenos Aires estaba argumentada en que las provincias no estaban preparadas aún para constituirse y se debía gozar de una paz generalizadaExisten quienes en la interpretación de la postura de Buenos Aires justifican la decisión de postergar la organización nacional en aquellos años, dando razón a la medida tomada por Juan Manuel de Rosas de oponerse a la convocatoria de un Congreso Nacional. 

Hay que recordar que los Congresos y las Constituciones sancionadas NO TRAJERON NI LA PAZ NI LA UNIDAD DE LOS ARGENTINOS....

domingo, 1 de agosto de 2021

El Trabajo en la Argentina de comienzos del Siglo XX - Juan Bialet Massé y el trabajo de las mujeres.

Por el Prof. Jbismarck

En Argentina, la historia del trabajo no difiere mucho de la historia del trabajo que se puede hacer, en términos del desarrollo de las fuerzas productivas, el perfeccionamiento de los utensilios técnicos, el avance de la ciencia y la técnica como ideología.  Los frutos del trabajo muchas veces se levantan contra el trabajo y parecen dominarlo e incluso relativizarlo.  Cuándo aparece con mucha fuerza la idea del sujeto laboral como centro de la política argentina, y por lo tanto, esa será una idea de la historia misma de la política, y del sindicalismo argentino –cuyo tema evidente es la representación del trabajo en términos de una representación de los sujetos, los trabajadores, obreros o proletarios, nombres diversos para la misma ocupación, pero que son diversos porque están relacionados con distintas visiones ideológicas de lo que es el trabajo.  

En 1903 se proyecta una Ley de Trabajo en Argentina, es la primera con ese nombre en el país y en toda Latinoamérica. Está a cargo de Joaquín V. González y que pertenecía al núcleo de relaciones políticas del presidente de la época, el general Roca. El roquismo en la Argentina es un estilo político que tiene en vista la posibilidad de que el Estado intervenga muy especialmente en ciertas materias de la vida social, que tenga a su cargo cierto poder arbitral, que esté en condiciones de generar ciertos servicios que sólo al Estado le pertenecen. Es conocida la frase del General Roca acerca de que “no se puede rematar la aduana y el telégrafo”, es decir, las comunicaciones y el comercio exterior tendrían que estar en manos del Estado desde el punto de vista del roquismo.  Todo lo que a Roca se le atribuye en términos de la fuerte intervención del Estado (Pigna, Brienza, Bayer, Milcíades Peña etc) es la conquista de tierras con la grave situación que esto produce en los conglomerados indígenas de vastísimas zonas del sur de la Argentina, la entrega de esas tierras a la especulación de todo tipo –origen de la oligarquía, las aristocracias terratenientes del país, que venían de antes pero que se consolidan con la Campaña del desierto  De modo que el Estado es muy activo en incorporar tierras, en producir una unidad territorial creando una clase económica particularizada, privatizadora, origen, en gran medida, de buena parte de las discusiones argentinas de las décadas posteriores; es decir, la gran oligarquía terrateniente –en aquel momento una oligarquía criolla–, internacionalizada a lo largo del siglo XX, es efectivamente hoy una propietaria de tierras, con un modo bastante más difícil de discernir, porque se trata de capitales que trabajan la tierra cuyos orígenes ya se escapan –como las tierras de la Patagonia–.

En ese contexto de comienzos del siglo XX, donde la “cuestión social” es motivo de preocupación de los partidos liberales y tema de varias encíclicas papales, aparece la Ley del Trabajo, que está precedida por una gran investigación social realizada por un especialista en esta cuestión, el ingeniero catalán Bialet Massé quien en sus orígenes tenía simpatía por el anarquismo. De modo que también tenemos acá una situación muy interesante, porque el roquismo –el general Roca especialmente– intenta atraer para el Estado a intelectuales, técnicos de distintas proveniencias. Lo trajo a Lugones, a Ingenieros, trajo también a Bialet Massé que es enviado al interior del país, a Catamarca, San Juan, Chaco, para relevar las condiciones de trabajo de los trabajadores criollos. Y escribe un trabajo muy célebre en la memoria social argentina que se llama Situación de la clase obrera en Argentina. Es una obra muy bien escrita, deliciosa por momentos, muy crítica de las condiciones de trabajo. Además Massé, quien fue un constructor de diques, vinculado al Estado, sin embargo, paradójicamente, no dejó nunca de tener simpatía por el anarquismo. Al mismo tiempo interesado en la iluminación a gas, como Jorge Newbery, es decir, un técnico vinculado al progreso y la modernización con las tecnologías de la época.

Mujeres argentinas del ‘900 “No eran pocas las mujeres que cargaban con el sostén de la familia, con la rudeza de la vida; de aquí que acepten resignadas que se pague su trabajo de manera que sobrepasa la explotación, y con tal de satisfacer las necesidades de los que ama, prescinde de las suyas hasta la desnudez y el hambre (...). La clase más numerosa la constituyen las costureras. Trabajando fuerte, ganan de 80 centavos a un peso por día; las de trabajo superior, de $1,20 hasta un $ 1,40 excepcionalmente. Pero en algunas casas trabajan varias, ayudándose unas a otras, y no puede saberse bien lo que ganan. (...) El ramo de las planchadoras en Tucumán está tan malo como en las otras ciudades del país. Trabajan de 6 de la mañana a 6 de la tarde, teniendo un descanso de media hora para el mate, mañana y tarde, y hora y media al mediodía (...). Otro oficio es el de las lavanderas. Estas son unas desgraciadas: flacas, enjutas, pobres hasta la miseria. Visité algunas lavanderas y planchadoras, y me enteré cómo efectúan estos trabajos de modo primitivo. En una batea, debajo de un árbol o de unas ramas, unos tarros vacíos de petróleo, en los que hacen hervir la ropa, puestos en un fogón, que son tres o cuatro piedras en el suelo.
La mujer del artesano tucumano es la bestia de carga sobre la que pesa toda la familia; ella es la que revendiendo frutas, o amasando, o lavando, o recibiendo pensionistas para darles de comer, consigue economizar unos centavos para vestir a sus hijos y no pocas veces para alimentarlos”.
Fuente: Fragmento del informe de Juan Bialet Massé

Juan Bialet Massé (Mataró –Cataluña, España–, 19 de diciembre de 1846 - Buenos Aires, Argentina, 22 de abril de 1907) fue un médico, abogado, empresario constructor, que residió desde 1873 en Argentina, donde publicaría varias obras sobre medicina, entre otras cosas; además, junto a su socio Félix Funes, construiría un dique en la provincia de Córdoba, que seguiría en servicio hasta 1944.

El capitalismo necesitaba trabajadores que sean de cierto tipo, convertidos en obreros según el clásico proceso de la conversión de los trabajadores previos a este sistema –de origen campesino– al mundo de la fábrica industrial, trabajadores seriales. O como los llamó Marx, trabajadores “parcelarios”, es decir, que hacían una parte del trabajo, mientras la máquina, regulaba la totalidad conceptual del proceso productivo, lo cual convertía a los trabajadores en brazos mecánicos de esas máquinas.

La idea de los positivistas de la época no era esa, puesto que el tratado de las Bases que había escrito Alberdi, en el sentido de que los mejores obreros eran los de la inmigración y, particularmente, los ingleses, había establecido un largo estilo de reflexión. Existía la idea de que había que importar aquellos obreros que habían sido educados por la industrialización inglesa, la cual tenía ya dos o tres siglos –según qué momento se considere como su punto de partida–. Trabajadores producidos por la Revolución Industrial Inglesa, que provenía de fines del siglo XVII, que había estallado en el siglo XVIII, y que formó parte de una gran construcción cultural del mundo moderno que era la idea misma de obrero, es decir, alguien que no tenía los medios de producción, que cumplía horarios rígidos, alguien que estaba bajo una disciplina industrial que era semejante a la militar. Y Alberdi pensaba que ese era el modelo de obrero que precisaba la Argentina, y existía un desdén basado en la idea de que la masa cultural argentina solo producía formas políticas clientelistas y formas laborales ociosas y carentes del estímulo capitalista por excelencia que es el lucro o el ahorro. Dichas formas denotan que ese tipo de obrero no estaba entretejido con los pliegues de la cultura nacional.  Bunge explica, desde el darwinismo, el comportamiento de las sociedades iberoamericanas ante el proceso de modernización, con el aluvión inmigratorio. El trabajo de Bialet Massé “Situación de la clase obrera en Argentina” tiene muy buena fama en la tradición del peronismo porque es un trabajo que responde a la idea de que se podía ver una clase obrera nacional surgida del seno de la cultura criolla, gauchesca. El gaucho, ya se dijo, no era visto como un trabajador capaz de formar parte del régimen de industrialización y de acumulación capitalista en Argentina, pero esa no es la idea de Bialet. En la última visión del gaucho, en el Martín Fierro, de José Hernández, aparece muy titubeante la idea de ese gaucho que desarrolla su plegaria de sufrimiento y de pérdida, que convive con los indios, los repudia, y vuelve dispuesto a una moral laboral; del algún modo, el Martín Fierro –que es un gran poema– tiene ese trasfondo de anunciar que, a partir de la gesta solitaria del gaucho, puede surgir un proletario

Es el gran tema de las clases gobernantes de la época. ¿Era posible, a partir de la idea de gaucho, pasar al mundo moderno de trabajadores? En el caso de los positivistas argentinos, tenían fuertes proyectos de carácter racista, y muchos de ellos eran intelectuales de gran relevancia. Ingenieros pasa por esa tentación racista y eso no quita sus compromisos sociales y políticos posteriores. Sin embargo, Bialet Massé no incurre en esas visiones prejuiciosas pues venía del anarquismo, una proposición histórico-social y política que tiene cierta simpatía por los gauchos. Los anarquistas argentinos inmigrantes siempre vieron en el gaucho un tipo especial de oprimido, y sobre todo en el payador, que es el cantor de los oprimidos, que generó mucha simpatía en las filas anarquistas. El anarquista español, italiano, alemán, que se instalaba en las grandes ciudades argentinas, sentía una simpatía natural hacia el payador y el gaucho, porque lo veía como oprimido, y el anarquismo no era una teoría del pasaje al capitalismo, era una doctrina de la capacidad del género humano de escapar de la opresión. Bialet Massé es poseedor de esta idea, y esto lo lleva a escribir un libro donde dice que este trabajador que venía del núcleo mismo de la formación cultural argentina ha estado en condiciones de participar de la fundación de la Argentina moderna, del trabajo urbano e industrial. Ese libro tiene estas características, defiende el trabajo nacional y no es un libro anticapitalista, rompe con la idea del obrero inmigrante inglés, porque los inmigrantes ya no eran de este tipo, sino que eran campesinos provenientes de las zonas pobres de Italia y España, a los que también había que convertir al mundo industrial. La obra cumple el rol de desmerecer el mito de la incapacidad del trabajador nacional pero para hacerlo formar parte del tejido nuevo que tenía que estar presente en la Argentina a través de la creación de un mundo laboral, que sería el de la fundación del capitalismo moderno. La Ley de Trabajo de Joaquín V. González –que fue quien, en 1903, encarga el viaje de Bialet Massé al resto de la República– estaba en consonancia con esta idea y, por lo tanto, era una ley nacional que implicaba cierta tolerancia a la sindicalización, a la vez que de algún modo señalaba la inconveniencia de tomar a la sindicalización de socialistas y anarquistas de la época como motivo de represión. Así lo dice en su libro de 1910, El juicio del siglo. Ese es el primer gesto que hace la oligarquía dominante, de este sector progresista del roquismo, también del pellegrinismo, que atisbaba la posibilidad de que en Argentina hubiera una suerte de socialdemocracia tutelada por el Estado. Esta es un poco la idea de Carlos Pellegrini. Roca, por su parte, tenía ese proyecto estatista que lo haría capaz de pensar una idea del trabajador nacional con ciertos derechos que le serían respetados. En 1910, Joaquín V. González escribe el mencionado libro, el cual será célebre y cuyo nombre, como ya se dijo, es El juicio del siglo, que es uno de lo principales escritos del Centenario.

1910 fue un año de balance y de búsqueda de una real institucionalización del país y de indagación sobre la nacionalidad. Así, junto a los poemas de Rubén Darío y Leopoldo Lugones que cantaban a la Argentina pujante del Centenario, Allí se presenta un enjuiciamiento a todo el siglo XIX argentino en términos bastantes liberales. Es la Argentina vinculada al mundo mercantil, a las inversiones, al capitalismo inglés, pero al mismo tiempo, con un balance de la historia más amable del que habían hecho las generaciones anteriores. Sin embargo, el libro de Joaquín V. González, publicado por entregas en el diario La Nación, señalaba, en un último capítulo, que venía lo que se llamaría “la cuestión social”. Era un tema que incomodaba, y que había que resolver incorporando, integrando. Aquí se destaca la figura de León XIII, y otros, con una postura clara, vinculada al tema del trabajo, y constituyen el inicio de lo que con los años será el socialcristianismo o la Doctrina Social de la Iglesia, en relación a que el trabajo debe ser incorporado y no reprimido, etc. Se dicta, en esa época, la Ley de Residencia, que disponía la expulsión de los militantes políticos del anarquismo y el socialismo que se empeñaran en reivindicaciones exaltadas o practicaran la violencia. Esa ley fue redactada por Miguel Cané, el autor de Juvenilia. Esa ley nacional del trabajo finalmente no se aprueba y queda como antecedente de las cuestiones del trabajo en Argentina, sentando conceptos que formarán parte de la legislación laboral, una legislación moderna que estará asociada a las vicisitudes de la Argentina contemporánea –donde el movimiento sindical, producto de todas estas discusiones, es algo que no puede ser pasado por alto en una consideración seria sobre la vida política y social del país–. Esto es lo que origina la relación complicadísima y compleja del Estado con los movimientos gremiales y social

Leonardo Castellani a 40 años de su fallecimiento

 “Es la mente más brillante que dio la Argentina en el siglo XX”, supo decir Jorge Luis Borges sobre el hombre nacido en Reconquista, que es leído en distintas partes del mundo.

Vida

Leonardo Luis Castellani Contepomi nace en Reconquista, (Santa Fe, Argentina) el 16 de noviembre de 1899. Pierde a su padre -periodista y maestro librepensador-. Termina el bachillerato en Santa Fe, y en 1918 ingresa al noviciado jesuita de Córdoba. Estudia letras, filosofía y teología en Santa Fe, luego en Buenos Aires y comienza a escribir (Camperas), luego es enviado en 1929 a Europa a proseguir sus estudios, en 1931, es ordenado sacerdote y estudia Filosofía y Teología en la Gregoriana de Roma. Después estudia Psicología en la Sorbona de París. Tras unos meses en Alemania, en 1935 vuelve a Argentina.

Había egresado de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma con las más altas notas obteniendo el Título de “Doctor Sacro Universal” en Teología y Filosofía, lo que lo habilitaba a escribir con notas propias sobre las Sagradas Escrituras, sin previa autorización del Vaticano, lo que sólo pudieron hacer muy pocos hombres en los 2.000 años de historia de la Iglesia Católica.  El título obtenido se conoce vulgarmente como “Doctor de la Iglesia”.

Es el título más alto que la Iglesia otorga a los más sabios entre sus doctores, con Diploma Bulado que lleva como protocolización el mismo sello de plomo de las bulas pontificias. Nunca nadie lo obtuvo en América Latina y en Europa fue el primero otorgado en los últimos quinientos años hasta ese momento.

Luego parte a Francia estudiando durante tres años en La Sorbona  en la carrera Superior de Filosofía, Sección Psicología. Luego pasa a Alemania para profundizar los estudios y la práctica con enfermos mentales.

Leonardo Castellani fallece en Buenos Aires el 15 de marzo de 1981.

Obras

Publicó 56 obras tanto religiosas como poéticas, fábulas campestres, relatos, y luego de una serie de conflictos con su orden (Jesuitas), fue expulsado de la misma soportando dos años de prisión en Manresa (España), de la cual puede escapar con ayuda de amigos en un estado físico y mental deplorable. Tampoco pudo ejercer su ministerio sacerdotal durante varios años. Pero nunca dejó de escribir tanto libros como artículos periodísticos en Diarios y Revistas.

El año 1975 marca el reconocimiento de los Argentinos a este ciudadano ilustre: la Universidad de Buenos Aires le otorga el grado de “Doctor Honoris Causa” y el Gobierno Nacional le otorga el premio “Consagración Nacional”.


Retorno

Alrededor del año 2000 se comenzó en Reconquista con actividades  de homenaje a Castellani como colocación de una placa en el frente de su casa paterna, un busto en el Museo  Histórico de la Municipalidad con la colocación del mismo en una de las salas y la conformación de una comisión pro traslado de sus restos mortales a nuestra ciudad, además de conferencias y paneles referidos a su obra.

El trámite en el Cementerio de la Recoleta en donde descansaban sus  restos en el panteón de la familia Caminos  insumió largas tramitaciones ya sea entre sus familiares, como ante el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a los efectos de obtener el permiso respectivo, lo que se concretó recién en el año 2004 para lo cual se restauró un antiguo panteón abandonado que pasó a manos de la Municipalidad, designado por Ordenanza “Panteón de la Ciudad”, en consideración a que allí podrían depositarse los restos mortales de aquellos ciudadanos que se hayan destacado en algún aspecto de la vida social. 

Fue un acto muy significativo, con la presencia y las palabras del Sr. Obispo Monseñor Martinez, el Gobernador Ing. Jorge A. Obeid  y otras personalidades de la cultura santafesina. En tanto que el Concurso Literario “Leonardo Castellani”, organizado por la Municipalidad, constituye un  importante homenaje y una forma de tenerlo siempre presente.