Por Claudia Bursuk
En épocas donde no existía la fotografía como ahora, y llegando el daguerrotipo a Buenos Aires alrededor de 1943, gracias a Gregorio Ibarra, un federal amigo de Rosas , la pintura de caballete auspició de cronista de la época. A través de la figuración que encontramos en ellas, ya sea con menor o mayor grado de iconicidad, o con pinceladas precisas o libradas a lo emocional, nos llegan escenas que nos muestran costumbres, indumentaria, textiles, paisajes, objetos manufacturados, medios de transportes y detalles que podrían revelar incógnitas si sabemos observar.
Es el retrato, el género preferido por muchos pintores de la primera mitad del SXIX. El de busto, se hace por encargues de políticos, militares, y gente de la alta sociedad. También eran buscados por religiosos. ¿Cuatro mil retratos? Esa es la cantidad que dicen pintó Fernando García del Molino. Arribado a Buenos Aires en su primera infancia, a los veinticinco años de edad ya era un pintor reconocido, junto con su amigo y socio, el artista Carlos Morel.
Las disciplinas que lo identificaron a Del Molino, son el dibujo, la pintura al óleo y la litografía, que es una técnica del grabado en la cual la matriz que se utiliza es la piedra calcárea. De los formatos, son las miniaturas las que se destacan.
Pintor federal, fue el encargado de que nos lleguen hasta nuestros días, las imágenes de Juan Manuel de Rosas, Manuelita Rosas y Encarnación Ezcurra entre otras personalidades de la época del Restaurador, hasta nuestros días. Muchos le sacaron mérito a su labor, porque a pesar de haber estudiado en academia de dibujo dependiente de la Universidad, se lo conocía como autodidacta.
Lucio V. Mansilla opina: "Fernando García, casi centenario ahora, federal, el hombre con los dientes más lindos que he visto, blancos y lucidos como perlas, sanos, fuertes, tal cual su existencia, cuyo norte fue la consecuencia y la probidad. Pintor de mérito, sólo le faltó escuela para no pasar como uno de tantos. Teniendo como tenia cultura intelectual, habría hecho algo más que retratos parecidos; habría creado y perfeccionado sus procedimientos estudiando los de los maestros inmortales".
¿Qué pensaría Norberto, su padre, de éstos dichos? Para mi gusto, me da rechazo que describa al pintor, como si fuera un animal o un esclavo a la venta. Y para contradecirlo un poco y que Don Fernando sea un poco como los “maestros inmortales”, que tanto inspiraron a los que miraban hacia Europa, va este escrito, con la sola pretensión de que se lo recuerde un poco.
C.B 2021
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