Rosas

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sábado, 31 de diciembre de 2022

20 de Febrero de 1813: Batalla de Salta

Por Julio R. Otaño

El Ejército del Norte, al mando de los Generales Manuel Belgrano y Eustoquio Díaz Vélez, se enfrentó en los campos de Castañares del norte argentino a las tropas españolas del Virreinato del Perú comandadas por el brigadier Juan Pío Tristán. Sucedió el 20 de febrero de 1813, es conocida como la Batalla de Salta y El conflicto finalizó con la victoria de las Provincias Unidas del Río de la Plata.  fue una de las victorias más importantes de la independencia argentina, los realistas se rindieron completamente.   Por su parte, el General Manuel Belgrano acordó que el ejército vencido entregara sus armas, banderas e instrumentos, y juraran no volver a luchar contra la nueva patria naciente. A cambio, se les perdonaría la vida y una retirada en paz. 7 Días antes a orillas del río Pasaje, sus soldados juraron fidelidad a la bandera. Desde entonces el curso de agua pasó a llamarse Juramento.  El 19 de febrero por la mañana estaba en la hacienda de Castañares. Se sentía enfermo. Sufría de fuertes dolores estomacales y tenía fiebre alta. Tenía preparado un carruaje por si el día de la batalla no pudiese montar.

Con un marco de una lluvia copiosa, Belgrano hizo la presentación de la bandera por él creada, que llevaba su ayudante Mariano Benítez. Por primera vez flamearía en el campo de batalla. Al comienzo de las hostilidades Eustoquio Díaz Vélez, al mando del ala derecha, fue herido de bala en el muslo izquierdo y debió ser reemplazado por el teniente coronel Manuel Dorrego. Belgrano le ordenó a Dorrego llevarse por delante al enemigo, pero sin cruzarse con el fuego de la artillería patriota, quien lo apoyó en un arrollador avance que hizo desbandar el ala izquierda española. Totalmente en caos, huyeron hacia la ciudad, perseguidos por los cuerpos de Dragones y Decididos de Salta.  El centro realista quedó rodeado y tenía poca capacidad de maniobra por un profundo zanjón. Recibieron violentas cargas de Dorrego, de Forest y de Superí. También huyeron a la ciudad, abandonando la artillería.  Los españoles irrumpieron en la ciudad, escondiéndose en casas particulares y en iglesias, y los soldados no hacían caso a las órdenes dadas por sus superiores.  El combate había durado cerca de tres horas.   Belgrano sorprendió con su decisión: decidió dejar en libertad a 2776 prisioneros. Les ofreció pasarse de bando y a los que se negasen, deberían jurar no volver a tomar las armas contra las armas de la Revolución. Quiso diferenciarse de los realistas en el trato al enemigo, a fin de ser bien recibido en el Alto Perú.  Rechazó la espada que le entregó Tristán y lo abrazó delante de todos. Ordenó abrir una fosa común en el campo de batalla, donde fueron enterrados los muertos de ambos bandos.  Muchos de ellos volverían a tomar las armas, ya que un obispo español no tardó en liberarlos de ese juramento.   Cuando la noticia llegó a Buenos Aires, todo fue fiesta. Salvas de artillería, repiques de campanas, la ciudad estuvo iluminada tres noches seguidas y sin importar el primer día de cuaresma, se organizó un baile en plena plaza Mayor.  Por sus resonantes victorias, el gobierno premió a Belgrano con 40 mil pesos, algo así como ocho kilos de oro. Dividió esa fortuna en cuatro para la construcción de cuatro escuelas a construirse en Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero. Tan entusiasmado estaba Belgrano que el 25 de mayo de 1813 elaboró un reglamento para dichas escuelas, en donde no dejó ningún detalle al azar. No llegaría a verlas. La de Tarija se construiría en 1974, la de Tucumán, en 1998 y la de Jujuy, en 2004, mientras que la de Santiago del Estero se habría levantado con fondos provinciales.  

El saldo en las filas enemigas fue devastador. Quedaron cuatrocientos sesenta muertos en el campo de batalla, unos ciento treinta heridos y el resto del ejército realista había capitulado. Nunca se había logrado semejante resultado en una batalla por la Guerra de la Independencia. Fue entonces cuando se dio la situación que generaría tantas críticas.  Belgrano autorizó que el enemigo se marchase con la condición de que sus jefes jurasen que no volverían a luchar contra el ejército de Buenos Aires. Además, los vencidos se comprometían a entregar el armamento y devolver a los prisioneros. También se determinó que partirían cuanto antes de Salta y de Jujuy.    A los críticos, Belgrano les respondió que era muy fácil considerar opciones desde escritorios alejados del campo de batalla. Estaba convencido de que la mejor idea era que cada soldado regresara a su casa con una nueva percepción acerca de Buenos Aires y su ejército: los vencedores no eran demonios, no eran salvajes. Los porteños los trataban como hermanos. Tal vez también en esto se inspiró en Tacuarí. Porque Cabañas los tuvo a su merced y, a pesar de la ventaja, los dejó ir. Claro que en aquella oportunidad Belgrano cumplió su palabra. Pero en este caso, cuando Tristán reunió a los hombres en Potosí, les explicó que tenían el perdón del obispo y que el juramento que habían hecho no tenía ninguna validez.  Por su parte, el virrey José de Abascal había dicho que la rendición no tenía ninguna validez porque sus generales carecían de autoridad para firmar ese tipo de armisticio. ¿Entonces Belgrano tendría que haberse quedado con ese grupo de prisioneros? ¿Sería posible con sus tres mil hombres mantener a otros tantos cautivos? Debía alimentarlos, vigilarlos, curarlos. Ya había descartado ejecutarlos.    Igualmente menos de 300 (de un numero de 3000) no cumplió su juramento ese grupo se hacía llamar “El escuadrón de la muerte”. Porque estaba más que claro que cualquiera de ellos, en caso de ser tomado prisionero por Belgrano, sería ejecutado en forma inmediata. (en las invasiones inglesas tenemos el ejemplo de dennis Pack).    Cabe hacer algunas consideraciones sobre la índole de la guerra que se estaba desarrollando en nuestra América, Levene sostenía con firmeza que América nunca fue una colonia de España, sino que sus partes eran provincias del imperio, reinos de ultramar, integrados por vasallos libres de la corona, como proclamo Isabel la Católica desde el Descubrimiento a los indios y luego súbditos, que tenían sus representantes en las Cortes o sea el Parlamento de España.   Pero Roberto Marfany y luego Vicente Sierra sostienen que la guerra de la independencia, tanto en España como en América, fue una guerra civil, en la que se enfrentaron dos concepciones: la absolutista de Fernando VII y la liberal de la Junta de Cádiz y demás juntas constituidas.  En ambos bandos había españoles y americanos. Prueba de ello es que el liberal General Pío Tristán, vencido en Tucumán y Salta, fue en su país, Perú, el último Virrey in pectore y Ministro de Guerra en el Perú independiente en el 1830.  Igualmente, varios presidentes peruanos revistaron y combatieron en el ejército real en el sector liberal, y luego presidieron brillantemente la nación peruana, entre ellos La Mar, Castilla, Santa Cruz y Salaverry.  El tremendo e inteligente esfuerzo de Manuel Belgrano logró en tan solo un año, sin recursos, sin apoyo del gobierno central, disciplinando y ordenando un ejército devastado, darnos bandera, victorias y territorio. Logrando asegurar el único movimiento revolucionario de América que tuvo continuidad y permanencia. El cual luego sería catapultado por San Martín. Salta fue el reaseguro de todo ese movimiento revolucionario, he ahí su gloria imperecedera


DON JOSÉ SIN CENSURA

Por ricardo Geraci 

Mucho se ha escrito sobre el Libertador José de San Martín. Mucho sobre su vida y su empresa emancipadora con distintos criterios y desde distintas versiones. De hecho, inclusive, sus propias palabras se han tergiversado, quitándole o agregándole a sus famosas correspondencias con Guido, O'Higgins o Goyo Gómez, otros adjetivos que han modificado por completo la naturaleza de su mensaje  y omitiendo trascribir los insultos o malas palabras que en un hombre como él, donde la figura de bronce oculta a la humana, se han tratado de evitar por la razón que fuere. Al manifestar desde el título de esta humilde reseña al Don José sin censura, intento -consultando parte de su epistolario y poniendo en medida su contexto- analizar sus preocupaciones, enojos o inclusive sus bromas, con el objeto de seguir en el camino de la comprensión haciendo un trabajo propio de evitar -la mano que mete el diablo-  hacer (en lo posible)  consideraciones subjetivas sean a favor o en contra del Padre de la Patria. 

¿ERA HUMANO EL LIBERTADOR?  Aunque parezca que aquí apele al sentido de ironía, en muchas lecturas me ha pasado que no he podido establecer ciertamente como un hombre habría podido cruzar ¡ocho veces! la cordillera de los Andes y sortear todo tipo de obstáculos, sin siquiera ver acabado y rendido su espíritu, ante tantas injurias (los porteños) y ante las enfermedades que padeció durante su gesta militar y su gesta política. Es realmente cierto que todavía una sombría aura de misterio rodea su imagen, ya que el incomprendido general ha manifestado con palabras y acciones, la iniciativa de -justamente- evitar tomar iniciativas por los bandos en pugna que derivaron en una extensa y sangrienta guerra civil. --- ¿ Como un hombre puede no tomar partido cuando de constituir una patria se trata? --- Mientras don José ponía de todo su genio militar y espíritu incansable en liberar del Reino de España a la nueva América, otros se dedicaban a juzgar al hombre anteponiendo a esa idea de patria libre, intereses económicos, políticos o ambos a la vez.   Hay hechos que sus propios conceptos son indiscutibles o imposibles de disimular. Su contrariedad al desorden y la anarquía lo hizo un crítico de Artigas. También es cierto que ante las dificultades que el Directorio de Posadas y después Pueyrredón pusieron sobre su empresa, es que llegó a manifestar que era un menor mal, la invasión portuguesa a la Banda Oriental, por lo que veía dificultoso el abrir un frente en Montevideo. La versión mitrista escolar de nuestro pasado y la revisionista han buscado la manera de calzarle a San Martín un traje que el mismo nunca quiso ponerse. Mitre lo entronizó como un prócer de bronce utilizando la documentación necesaria para convencer a los argentinos del don José impoluto de caballo blanco. El Revisionismo hizo por caso un trabajo por sobre todo de investigación más profundo y en los resquicios de sus cartas (las de San Martín que es donde el Libertador se manifiesta) ha encontrado referencias interesantes, pero que también han sido sujetas y forzadas para amoldar el relato, a la figura de un San Martín federal. De mi parte (y soy consciente de ello) es injusto y hasta ridículo hacer valoraciones sobre las obras de historiadores brillantes y mucho más sobre una u otra corriente historiográfica, pero si aquellos que hoy sintetizan el pensar de una u otra en artículos o conferencias inclusive tergiversan a esos historiadores , no es más que una obligación poder expresar en función de esto, mis impresiones. 

¿Será que en nuestra lógica de tomar parte, negamos la posibilidad de que la gloria se vista de imparcial?  Veamos a continuación dos pasajes de cartas donde el insigne Libertador hace referencia a Artigas y en otra directamente le escribe al oriental y como San Martín en realidad evalúa los males y la posibilidad de lograr con éxito la liberación de América, haciendo todo lo que estaba a su mano, pero sin tomar partido ni por un sector ni por otro.   Si bien ante la invasión portuguesa a territorio uruguayo fue San Martín que a Guido reconoce: "Yo opino que Artigas los frega completamente" para luego en vista de lo complejo del asunto y la conocida personalidad de don Gervasio, don José declara: "... a la verdad, no es la mejor vecindad ---pero hablándole a V. con franqueza--- la prefiero a la de Artigas: aquellos no introducirán el desorden y la anarquía, y éste si la cosa no se corta lo verificará en nuestra campaña."   No parecen cambios de pareceres de tipo caprichosos. San Martín era un genio militar y el hombre con más previsiones tanto para la conformación del ejército, pertrechos, disciplina y demás asuntos, lo que en su meticulosidad, toda situación política le concernía y sus pensamientos debemos comprender, estaban por fuera de las consderaciones ideológicas o de los actos de justicia social. Aún así, San Martín compartía con los caudillos provinciales la idea de un ejército que avanzaría por tierra sobre Lima que en teoría la tomaría con un movimientos de pinzas completando su acción por mar. Por ello necesitó que las divisiones entre caudillos se arreglaran como fuera ya que si no toda su empresa "se la llevaría el diablo" como repetía en muchas ocasiones. Abocados los porteños en combatir a Artigas, relegando tropas, recursos y esfuerzos a la campaña de San Martín, es que el mismo general le escribe a don Gervasio con el objeto de impedir más enfrentamientos y divisiones. Lo que queda absolutamente probado, que don José hablaba con todos y su campaña Libertadora era su único plan a concretar:   "Señor Don José de Artigas. Mi más apreciado paisano y señor: [...] Me hallaba en Chile, acabando de destruir el resto de maturrangos que quedaba y aprontando los artículos de guerra necesarios para atacar a Lima, cuando me hallo con noticias de haberse roto las hostilidades por las tropas de usted y de Santa Fe contra las de Buenos Aires: la interrupción de correos, igualmente que la venida del general Belgrano con su ejército de la provincia de Córdoba, me confirmaron este desgraciado suceso; el movimiento del ejército del Perú ha desbaratado todos los planes que debían ejecutarse, pues como dicho ejército debía cooperar en combinación con el que yo mando, ha sido preciso suspender todo procedimiento por este desagradable incidente; calcule usted, paisano apreciable, los males que resultan, tanto mayores cuanto íbamos a ver la conclusión de una guerra finalizada con honor y debido sólo a los esfuerzos de los americanos, pero esto ya no tiene remedio; procuremos evitar los que pueden seguirse y libertar a la patria de los que la amenazan..."   Se puede notar entre las líneas que escribe a Guido y la extensa misiva a Artigas dos cuestiones en San Martín; con Guido goza de una confianza de hermanos, con Artigas y más allá de lo afectuoso que parece don José, no la tenía. En ambos casos, hay quienes determinan las palabras del Libertador sujetas a su relación con la Logia Lautaro o a intereses con los británicos. Lejos de consolidar la idea de un hombre con un solo objeto (el de liberar el continente) se proponen deducciones articulando el contexto como mejor les plazca.   No se trata tampoco de sintetizar a San Martín dentro de sus acciones que son de gran interés para nuestro pasado, en un hombre parcial como el término asevera. Hay quienes también lo exponen directamente como un instrumento de la Logia Lautaro como cuando forma parte con Alvear -entre otros- de la Revolución de octubre de 1812,  siendo que a la caída del Primer Triunvirato tropas de granaderos se hacen presente en la Plaza Mayor con el fin de -según ellos- "hacer conocer la voz del pueblo" y no como un soldado que recién llegado y con el ojo puesto en la organización de la campaña Libertadora, le es fundamental dejar en Buenos Aires un ejecutivo que responda a los intereses de la emancipación. Allí se sucede también la pregunta de porqué y para qué San Martín se obsesiona con la liberacion de España y no en proponer y custodiar un gobierno que le sea funcional a tal deseo. Por ello, los que señalan a Inglaterra como la verdadera hacedora del plan "libertador" se siguen convenciendo que toda empresa tiene que estar sometida al plan de los intereses conspirativos. No advierten en la posibilidad de un hombre con intereses genuinos y menos si este fue parte de una Logia que no tuvo para nada el objeto de funcionar como lo hacían las logias de la francmasonería, pero que por sólo ser parte de ella, se ponga en duda su filiación religiosa y por ende los objetivos de genuina y sincera emancipación. 

EL HOMBRE COMÚN    ¿Qué dirán los chicos en las escuelas si les enseñaremos cartas donde San Martín refiere a insultos?. En principio y lejos de toda duda, creo que estarian pudiendo ver algo del hombre de carne y hueso que fue, y no el cuadro que se cuelgan en las aulas donde el Libertador aparece como un santo inalcanzable. Ello también merece San Martín de ser divulgado desde nuestra contemporaneidad para tratar de lograr mejor comprensión sobre su obra. El general no fue un poeta, se sabe además que no era afecto al papel y la pluma,  con su laborioso, querido amigo y ayudante en la campaña Libertadora Tomás Guido se pudo "soltar" y sin misterio sus miedos, broncas, decepciones y alegrías se manifestaban como cualquier ser humano lo haría. En la recopilación de sus cartas, actas, órdenes, etc que incluyeron diez tomos de los Documentos de Archivo de San Martín por la Comisión Nacional del Centenario de 1910 se cercenó todo aquello que hiciera ver al Libertador como un ser humano con sentimientos y vulgar fuera de sus compromisos, tratando de establecer su imagen al del "Santo de la Espada". En una ocasión y luego de pactar con Pueyrredón la campaña de Chile durante una entrevista en Córdoba, instruye a su amigo y colaborador principal Guido con ciertas cuestiones de la que como respuesta San Martín no recibe todo el explayamiento que él considera ante tal delicada situación frente a la guerra de la independencia, a lo que escribe exhasperante a Guido en varias ocasiones sin ruborizarse demasiado con las formas ante la negativa de la Logia en el traslado de Guido al lado de su jefe:   "Su falta me equivale a un Batallón pues no tengo de quien fiarme, especialmente para las comunicaciones secretas y otras reservadas; y todo es preciso lo haga este hijo de puta"   Tanto de esto como de ciertas semblanzas que hacía de alguna u otra manceba, lo hacen a San Martín un hombre íntegro. No tanto por sus cualidades y moral, o su apego a la libertad de los pueblos, independiente de sus ideas de como debía ser la forma de gobierno, sino por la sencillez de hombre mortal que hasta el dia de hoy nos cuesta debatir como si de un tabú se tratara. El general también a Guido llegó a referirse a una hermosa criolla como de "ojos mortíferos" o "apetitosa", pero esta cualidad de hombre común, no rechaza la virtud de hombre educado, estudioso y leído. Tampoco nada tiene que ver con el disciplinado general. Por ello también en él descansaban las ideas del odio hacia el desorden y la anarquía, responsable del saqueo a las fortunas o la presión social hacia los pobres. No concebía la idea de un país en donde uno no pudiera forjarse en paz. Justamente se quejaba de tener que abandonar su patria por el hecho de que en ella las pasiones operaban por y para un reguero de sangre infernal. Aún en la convulsionada Europa, don José encontraba un poco de previsibilidad que necesitó para vivir sus últimos años. Le dolía amar con el alma su tierra y que en ella lo considerasen un ambicioso oportunista.  También es de una honestidad necesaria publicar algunos de sus dichos con respecto a la situación política de las Provincias Unidas, que fueron utilizados para exponer su figura a la de un entregador;   "... nosotros no somos capaces de constituirnos en Nación por nuestros vicios e ignorancia y que es preciso recurramos [a] algún demonio extranjero que nos salve"   Puede tomarse como un acto de hartazgo ante la imposibilidad de lograr un gobierno fuerte y el terror a la anarquía. De hecho, su propia orden a Medrano en la Asamblea que dio lugar al acta de Independencia,  es categórica: Fuera de la dominación de CUALQUIER potencia extranjera. 

Fuente heuristica: Cartas publicadas en Revista Des-Memoria abril año 2000 Dirección Unamuno, Miguel y Troncoso, Oscar 

Pacho O' Donnell / Caudillos Federales 

Vicente Fidel  López / Historia Argentina Pdf 

José María Rosa / Historia Argentina Edit Oriente 

La Confederación Argentina contra el Estado Unitario de Bs As. Cepeda (1859)

Por el Prof. Jbismarck
En la situación, de tirantez política que mantenían Buenos Aires y la Confederación, Urquiza era instado por parte de los dirigentes de su partido para que sometiera por la fuerza al estado separatista. Sirvió de motivo principal para la declaración de guerra una ley de represalias que el gobernador porteño, Valentín Alsina, dictó en contra de la ley de derechos diferenciales que en 1856 aprobó el Congreso de Paraná.  Mientras Bs as vive sin ahogos, la segunda — que comprende el resto del país — sufre, como siempre, escasez. El Congreso de Paraná, buscando una forma de mejorar sus finanzas y fomentar el desarrollo del puerto de Rosario, aprueba en 1856 un ley llamada de “derechos diferenciales”, por la cual se recargaban en la Confederación los derechos de aduana ya pagados a Buenos Aires — si no seguían directamente a aquélla—en la introducción de mercaderías procedentes de “cabos adentro” (cabos Santa María y San Antonio, al entrar al Plata), con excepción de las procedentes de Brasil, Uruguay y Paraguay, y las que llegaran directamente desde fuera de esos cabos; Rosario fue abierto al tráfico de ultramar. Esto ahondó los resentimientos y provocó un decreto de represalias de Buenos Aires. A fines de 1858 la atmósfera política estaba cada vez más cargada y se comprendía que el “statu quo” debía resolverse sólo por las armas, ya que Buenos Aires quería suprimir a Urquiza y readquirir la supremacía nacional, en tanto que los federales no se resolvían a perder sus posiciones
El 22 de octubre de 1858 se produjo el asesinato del general rosista Nazario Benavídez en San Juan, hombre de notorio prestigio en Cuyo, cuya actuación conocemos, asesinato que se atribuyó, al dinero e influencias de dirigentes de Buenos Aires, a raíz de lo cual y en atención a los preparativos militares de este estado, el Congreso de Paraná autorizó al general Urquiza para que resolviera pacíficamente o por la fuerza, si así era necesario, la incorporación del estado disidente a la Confederación. Por ley del 6 mayo de 1859, la Legislatura de Buenos Aires autorizó a su vez al gobierno a repeler por la fuerza la guerra “declarada de hecho por el gobierno” confederal. Una mediación del ministro de Estados Unidos (agosto) y otra de Francisco Solano López, de Paraguay (octubre), no produjeron resultado favorable para evitar las hostilidades, porque Buenos Aires erigía, entre otras cosas, la renuncia de Urquiza. los mas exaltados era el "viejo unitario" Valentín Alsina y el tísico Bartolomé Mitre.
A mediados de 1859 la escuadrilla de Buenos Aires dominaba los ríos Uruguay y Paraná, momento en que la Confederación empezó a armar algunos barcos en Montevideo. En el segundo de los ríos dos buques porteños, el General Pinto y el Buenos Aires, trataban de impedir el pasaje de las fuerzas de Urquiza hacia Santa Fe. El 7 de julio la tripulación del General Pínto, el mayor de los dos, se sublevó, hiriendo al almirante Murature, comandante de la flotilla, y se pasó a las autoridades nacionales, cambiando la situación naval.  El gobierno de Alsina había designado a Mitre \ ascendido a coronel mayor, siendo ministro de guerra, para comandar su ejército de operaciones. Este llegó a tener 9000 hombres (4.700 infantes y 4.300 jinetes, es decir, el primer ejército numeroso de llanura en que el arma de infantería es numéricamente superior a la de caballería) y 24 cañones. 
Cepeda. Mitre ba avanzado también hacia la frontera santafecina, pasando por Luján y Pergamino, y se encuentra próximo al arroyo del Medio (50 Km. sudeste de Rosario); espera cerrar desde dicho obstáculo el camino de Urquiza hacia Buenos Aires. No desconoce la pequeña superioridad numérica del adversario, que cuenta en realidad con 11000 plazas (10.000 jinetes y 1000 infantes) y 32 a 35 cañones — procedentes de Paraná — y sabe de la acometividad que caracteriza a la famosa caballería gaucha en tremaría, probada en tantos combates gloriosos, arma que desempeña todavía un papel preponderante en el combate, conferido por sus generales, y contra la cual la numerosa pero inferior caballería porteña, hará estériles esfuerzos; de ahí su resolución de permanecer a la defensiva.  En octubre una fracción mitrista, pasando el arroyo del Medio, sorprendió a una de Urquiza. El 23 del mismo mes Virasoro, por su parte, salió de cañada Rica y desalojó a- tropas de Buenos Aires de la orilla derecha del arroyo del Medio, las que se replegaron sobre el grueso en cañada de Cepeda — afluente del arroyo antes citado —. Este pasaje de las tropas adelantadas de Urquiza induce a Mitre a tomar una formación de combate que sirva para esperar el choque enemigo y que responda por lo pronto, a la necesidad de hacer frente a la masa de jinetes adversarios que han rechazado sin dificultad a la vanguardia de las fnerzas de Buenos Aires y que continúa su avance llevando una gran delantera a su infantería y artillería. El general de Buenos Aires no juzga prudente hacer medir en campo abierto a su caballería con la entrerriana, pues sería condenarla inevitablemente a la derrota. Prefiere reservarla en proximidades de la infantería para cuando se produzca la acción decisiva del atacante. Los batallones más amenazados por un posible ataque de aquella caballería han adoptado la formación más indicada para estos casos: el cuadro. El ejército de la Confederación, mientras tanto, se ha aproximado al campo de batalla. Los jinetes entrerrianos, una vez llegados a la vista de los porteños, han creído prudente esperar la llegada de las otras armas, para actuar simultáneamente, con más probabilidades de éxito. La formación de ataque es adoptada tranquilamente a 1.200 metros de la posición enemiga, donde se está fuera del alcance de la artillería de la defensa. Varias horas se emplean en los preparativos, pues hay que esperar también la llegada de las carretas del parque con la munición para reabastcccr a la artillería e infantería.
Mitre, por su parte, al ver que el adversario avanza hacia el centro de su línea, hace tomar la definitiva formación de combate desplegando en batalla a toda su infantería y artillería.
Terminados sus preparativos, Urquiza avanza al ataque. Pero al entrar sus tropas de infantería al sector de fuego de la artillería de la defensa, especialmente de la batería del centro, se ven eficazmente batidas por ella, y sin la cooperación de la propia artillería, que aún no está en condiciones de contrabatirla con eficacia. Adoptó entonces la resolución de hacer el vacío frente a la batería central enemiga; buscando por una marcha oblicua y divergente llevar el ataque contra ambas alas de la infantería. A su vez, la caballería atacante, adelantándose a las demás tropas, busca los flancos y la retaguardia de la posición defensiva, manteniéndose fuera de la zona de los fuegos enemigos. El ataque con la derecha lo realiza Urquiza mismo. La desbandada de la caballería porteña no tarda en producirse y la defensa queda con sus flancos desguarnecidos.
Mitre desorientado y sin reacción no es ya suficiente para salvar de la derrota al ejército porteño que, completamente cercado, debe aprovechar la noche (23 horas), para intentar abrirse paso, en una formación adecuada contra empresas de la caballería victoriosa, buscando hacia San Nicolás (80 Km,), el apoyo de sus fuerzas fluviales, donde llega el 26, luego de 36 horas de marcha continuada Allí se sostuvo un combate indeciso entre las escuadrillas de ambos bandos.  El 29 de octubre las fuerzas de Buenos Aires que se salvaron estaban de regreso en la capital para cooperar .en su defensa.  Pero el general Mitre obtiene el poder alejarse por la falta de una persecución tenaz y a fondo del día siguiente por parle de Urquiza, tendiente sobre todo, a disolver esa masa en retirada por medio de un intenso fuego de artillería, etc. Pero aún así no conseguirá el general porteño, sino a costa de grandes sacrificios, disponer de menos de la cuarta parte de su ejército, pues apenas 2.000 hombres y seis piezas de artillería llegarán a San Nicolás, habiéndose dispersado, caído en el campo de batalla o quedado en poder del enemigo todo el resto. Urquiza persiguió después con sus tropas, llegando a San José de Flores el 7 de noviembre, y no intentó conquistar la ciudad de Buenos Aires temiendo tal vez una gran efusión de sangre, bastándole observar la plaza con su poderoso ejército de unos 20.000 hombres. También es verdad que la ciudad, en que quedó un pequeño ejército de reserva, había sido reforzada con los infantes venidos de Cepeda (2.000) y sus milicias, y Mitre, artillero, se había ocupado de artillarla y fortificarla. Sería, pues, tarea muy ardua para un ejército con escasa infantería y artillería, conquistarla. Pudo sin ello Urquiza lograr su propósito: llegar a un avenimiento, exigiendo la renuncia del gobernador de Buenos Aires, que fué presentada acto continuo y aceptada por la Legislatura. El 10 de noviembre de 1859 se firmaba un pacto de Unión Nacional (reintegro de Buenos Aires a la Nación) en San José de Flores, ratificado el 11. Inmediatamente Urquiza sacó de la provincia la masa de su ejército. Fué actuante oficioso en las negociaciones el general Francisco Solano López, hijo del dictador de Paraguay. Mitre expresó en seguida en una proclamé: El adversario se retira “sin poder pisar el recinto sagrado déla ciudad de Buenos Aires".
El pacto citado establecía la incorporación de Buenos Aires a la Confederación Argentina con la sola condición de que, en el término de veinte días, se reuniría una Convención provincial de Buenos Aires para proponer las reformas convenientes a la Constitución Nacional dictada por el Congreso de Santa Fe, las que, a su vez, serían sometidas a la sanción definitiva de una Convención Nacional. Era la revisión del acuerdo ríe San Nicolás.  La victoria decisiva de Cepeda había permitido sitiar y bloquear simultáneamente Buenos Aires, para hacerla caer e imponerle su ingreso a la Confederación sin condiciones. En cambio, el pacto político, con la subsiguiente retirada de las fuerzas de Urquiza, dejó nuevamente a la rica provincia — dominada por los unitarios (liberales).— en aptitud de reponerse prontamente y reemprender la guerra, con cualquier motivo — como ocurrió — para volver a ejercer la supremacía en el país.

Rosas y la población negra....

 Por Omer Freixa

Durante su gobierno, Juan Manuel de Rosas mantuvo con los negros una muy buena relación. Las procesiones y otros actos gubernamentales contaron siempre con la presencia de ellos. Rosas siempre mantuvo una actitud amistosa hacia negros y mulatos. De hecho, muchos escapados del Brasil, le pidieron la libertad al Restaurador y los morenos lo veían con afecto por considerarlo libertador de los africanos.  Los candombes, entre otras manifestaciones, mostraron las dimensiones del rosismo y un próspero momento entre los negros y el poder.  El candombe, baile por antonomasia de los negros, tuvo su apogeo en la época rosista y se mantuvo en alza hasta su final, tras la batalla de Caseros, en 1852.  Existen varias menciones sobre la importancia de los bailes de negros en el período. "El pueblo bajo, compuesto en buena parte por negros y mulatos, está conforme con Rosas como lo estuvo en la Roma de los Césares con Claudio, con Nerón o con Calígula" expresó un unitario contemporáneo: Valentín Alsina.  La relación entre Rosas y sus seguidores morenos marcó a sus enemigos, los unitarios. Sarmiento, uno de sus más acérrimos críticos, señaló la importancia de esa relación: "Rosas se formó una opinión pública, un pueblo adicto en la población negra de Buenos Aires, y confió a su hija, doña Manuelita, esta parte de su gobierno. La influencia de las negras para con ellas, su favor para con el Gobierno, han sido siempre sin límites...".  

Rosas, pragmático y hábil, entendió desde temprano la conveniencia de movilizar a un sector numéricamente importante, los negros, y para ello contó con la ayuda de su influyente esposa, Encarnación Ezcurra, quien organizó candombes por cuenta propia, por más que su marido la alentara, según lo atestigua una carta. En ésta Rosas le escribe: "Ya has visto lo que vale la amistad de los pobres, y por ello cuánto importa el sostenerla y no perder medios para atraer y cultivar sus voluntades. No cortes, pues, su correspondencia. Escribe les frecuentemente, mándales cualquier regalo sin que te duela gastar en esto. Digo lo mismo respecto de las madres y mujeres de los pardos y morenos que son fieles".  Como se ve, el matrimonio en el poder y su hija, Manuelita, tendieron un lazo muy fuerte con la colectividad negra de la ciudad de Buenos Aires y esa relación quedó reflejada en los candombes. Así lo entendió el Dr. Ramos Mejía al evocarlos como "...algo así como las nupcias del amo con la plebe...'.  En genuinos actos de provocación, Manuelita bailaba con hombres negros suscitando el escándalo entre las filas unitarias, como se plasma en la siguiente observación: "Y hela ahí danzando cuatro o seis horas con ebrios, con asesinos y hasta con negros una vez. Danzando no los bailes de la sociedad culta, porque eran unitarios, sino los bailes de la plebe, con codos esos movimientos repugnantes y lascivos que llaman 'gracia'". Lo hacía al ritmo de las comparsas negras, las reuniones de las "Naciones', comunidades de afrodescendientes de Buenos Aires.  No obstante, haber recibido criticas y quejas abiertas por eso, don Juan Manuel hizo oídos sordos.  Por otra parte, tuvo varios defensores: en 1843, un partidario expresó en el diario oficialista La Gaceta:  "El general Rosas aprecia tanto a los mulatos y morenos que no tiene inconveniente en sentarlos en su mesa y comer con ellos...".  Los candombes, según sus adversarios, mostraban la parafernalia del régimen rosista y probaban su demonización. En ellos los negros sacaban a relucir las insignias federales rojas, la divisa punzó. El baile despertaba los peores temores en los respetables blancos frente a los excesos de los rosistas negros. Ramos Mejía, quien trazó un perfil psiquiátrico de Rosas, escribió:  "...la extraña mascarada sugería el presentimiento de que serían aquellas pobres bestias una vez enceladas por la acción de su chicha favorita o por el cebo apetitoso del saqueo, consentido y protegido por la alta tutela del Restaurador". La sensación que se repite en los testimonios es la de miedo. Muchos percibían en los candombes el siniestro peligro de una invasión de tribus africanas desnudas, un trasfondo ideal para la proliferación de la lujuria y el crimen al ritmo del tambor. Esas fiestas, se argumentaba con preocupación, alentaban la insumisión de los esclavos y eran interpretadas como una transgresión muy seria a la tradición hispánica y católica. Saludo de mujeres. Las esclavas negras del Buenos Aires se presentan con pancartas ante Rosas.

 ¿Cómo eran los candombes, los bailes populares, en época de Rosas? Comenzaban con loas al Restaurador, versos escritos por los negros mismos o por sus propagandistas. Más de 6.000 negros participaron del acto, según registran las fuentes. Juan Manuel, Encamación y Manuelita presidieron el candombe, desde su posición de reyes, acompañando a los jefes de cada uno de los tambos.  jomada especial y demostración de las fuerzas populares.  Incluso, en uno de los peores gestos de provocación de los que se recuerda, Rosas utilizó a dos mulatos como introductores de embajadores extranjeros, Biguá y Eusebio, dos "locos" que lo entretenían en Palermo.  Rosas se fundía entre la multitud, aunque al comienzo se presentaba vestido con uniforme y revistaba las filas de alegres bailarines. Más tarde se hacía ver como soldado, engañando y entreteniendo a los negros que al comienzo lo veían desaparecer y, preguntándose dónde estaría, luego lo reencontraban vestido como uno más, tras la pequeña broma. Finalmente, se mostraba ataviado como paisano, y a caballo.  los negros temían dejar de contar con el apoyo de Rosas, pero eso no aconteció; por el contrario, esas manipulaciones encubiertas mostraban que tras el aspecto lúdico y la aparente disipación de las fronteras étnicas, había una fidelidad digna, pero acompañada por una advertencia sobre su poder. Durante su extenso gobierno, el candombe tuvo su momento de mayor difusión, tras varias prohibiciones, como la de 1820. Rosas ordenó bailarlo hasta los domingos, además de las fechas especiales en que ya se acostumbraba y reemplazó la procesión cívica de días patrios por desfiles de negros. En suma, muchas veces la ciudad devino una fiesta, porque tras cada victoria federal, desfilaron bandas de músicos negros por sus calles. Además del candombe, los negros gozaron de otras ventajas tangibles. Por ejemplo, se abolió el tráfico de esclavos y fueron frecuentes donativos a las sociedades africanas de ayuda mutua. La buena relación entre Rosas y sus adeptos negros también se mostró en el servicio de las armas; si bien el servicio militar más de las veces no era voluntario y el tiempo de conscripción se hizo muy prolongado (10 a 15 años), los hombres de color respondieron de buen modo al llamado en defensa de la Federación. Como en épocas pasadas, también Rosas contó con batallones formados exclusivamente por negros: la Guardia Argentina y el Batallón Restaurador.  Lo negro fue asociado con lo feo y por ello los críticos del régimen atacaron a la esposa del Restaurador apodándola "mulata Toribia".  El año 1852 quedó registrado como una bisagra tras la derrota en Caseros, muchos volvieron y se dispusieron a construir un país cuyo modelo mirara a Europa, pero no a la tradición hispánica, ni mucho menos a la indígena o africana.  La adhesión de los negros a Rosas tuvo varios motivos pero no se pone en duda su autenticidad. Ahora bien, su participación en las filas del caudillo afectó la reputación social de los de rostro de bronce tras 1852.  Para los unitarios, de ahora en más dueños de la situación, los negros habían sido callados mientras el rosismo quedaba como un recuerdo desagradable del pasado. El escritor José Wilde lo resume así: "Vino el tiempo de Rosas que todo lo desquició, que todo lo desmoralizó y corrompió, y muchas negras se revelaron contra sus protectores y mejores amigos. En el sistema de espionaje establecido por el tirano, entraron a prestarle un importante servicio delatando a varias familias y acusándolas de salvajes unitarios; se hicieron altaneras e insolentes y las señoras llegaron a temerlas tanto como a la Sociedad de Marzorca".  Entonces, en el espíritu de la nueva era inaugurada a partir de 1852 se quiso erradicar el pasado salvaje, con una operación simbólica, derrumbando en 1899 el antiguo caserón de Rosas ubicado en Palermo, nombre del barrio actual que coincide con el santo más venerado por los negros de Buenos Aires. Así acabó el último vestigio del período de gloria para los morenos en su relación con el poder, momento en que el negro se convertía en poco más que un recuerdo difuso y horroroso del pasado.

Asunción, el “paraíso de Mahoma”.

Por el Prof. Jbismarck
Juan de Salazar era un capitán enviado por Pedro de Mendoza a remontar el rio paraná en busca de alimentos.  Se encontró en la costa occidental del Paraguay, a una apacible y profunda bahía junto a un cerro, habitada por los mansos carios, indios agricultores y pacíficos. Se prometió al regreso levantar un fuerte allí y lo hace el 15 de agosto (1537) para servir de “reparo y amparo” en la conquista: la llama Nuestra Señora de la Asunción por la festividad del día.  Se dispuso que Domingo Martínez de Irala sería gobernador provisorio. Este pensaba fundar una ciudad o “república”. Significaba dar legalidad a los “vecinos”, derecho a repartirse los indios en encomiendas, constituir una milicia autónoma y tener autoridades propias sin intervención de ultramar. Pensó hacerla en Asunción y ordenó concentrar allí las guarniciones de los reales de Buenos Aires y Buena Esperanza. Para eso fueron, a principios de 1541, Irala y Cabrera a Buenos Aires, cuyo estado era lamentable; entra mayo y junio la desmantelaron y trasladaron; no pudieron llevarse los caballos alzados que habían aprendido a defenderse de los tigres y reproducido en gran cantidad.  el 16 de septiembre de 1541 quedó instalada la “ciudad” de Nuestra Señora de la Asunción con su cabildo y autoridades. Junto al antiguo fuerte se delinearon las calles y repartieron los solares y los indios en “encomiendas”.  El 10 de marzo de 1540, sin conocer aún la muerte de Ayolas, concluía el rey con Álvar Núñez Cabeza de Vaca una capitulación otorgándole a éste, en caso de comprobarse el fallecimiento del sucesor de Mendoza, el adelantazgo del Río de la Plata.  Notables e increíbles habían sido las hazañas de Álvar Núñez en el Nuevo Mundo que le permitieron aspirar al adelantazgo. Tesorero de la desgraciada expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida en abril de 1528, padeció las guerras, naufragios y hambres de esa jomada. Desaparecido el jefe, Cabeza de Vaca tomó el mando de los quince sobrevivientes obligados a convivir con los indígenas en las costas de Texas. Cinco años habitó entre ellos convertido en médico por algunos conocimientos empíricos de medicina y cirugía, hasta conseguir escaparse solo. Caminó hacia el norte; fue el primer europeo en pisar la zona del oeste de los actuales Estados Unidos, recorridos durante meses, hasta que en julio de 1536 consiguió llegar a México. Fue la de Álvar Núñez una expedición de poblamiento y organización municipal. Se le ordenaba la fúndación de ciudades —no ya fortalezas— con sus alcaldes “elegidos por los pueblos” para distribuir justicia en la planta urbana. Santa Catalina el 29 de marzo siguiente, de la que toma posesión como ordenaban sus capitulaciones.  Arribó a Santa Catalina y con 250 infantes y 26 caballeros emprenderían a su mando la marcha; al mismo destino a través de la selva. Salido el 18 de octubre, en febrero llegó a cataratas del Iguazú; de allí despacharía parte de su gente, que habían enfermado de fatiga o enfermedades tropicales, en balsas, río Paraná abajo; mientras él seguiría con el resto imperturbablemente a pie. El 11 de marzo llegó a Asunción después de atravesar cuatrocientas leguas de selvas y pantanos en una de las más extraordinarias marchas de la historia.  Irala preparaba en febrero de 1542 una expedición a las sierras de la Plata, su constante afán, cuando tuvo noticias de acercarse el segundo adelantado. Quedó en Asunción para entregarle el mando.
El segundo adelantado no tardaría en chocar con la “gente”, llegándose a una tirantez que desembocaría en franca rebelión. Se la ha atribuido el orgullo de Álvar Núñez, los desplantes de sus capitanes, el despecho de Irala mal avenido con el nuevo gobernante y aun a intrigas de los encomendaderos por reformas que el adelantado se proponía en el régimen de encomiendas. Algo de eso hubo; pero la causa esencial fue el desconocimiento por el adelantado de la realidad política y social indiana. Quiso prescindir de la gente, y la gente acabó por prescindir de él.  La vida de los conquistadores en Asunción, molestaba al austero adelantado. Como compensación a las fatigas, la lucha constante, o el desencuentro con la plata que daba nombre a la región, los conquistadores se habían dado a los goces materiales. La belleza y la gracia de las carias, y la falta de mujeres blancas, había hecho, que cada vecino repartiera en “encomienda” un harem y entregado plácidamente a la poligamia. Asunción era “el paraíso de Mahoma” decía Ruy Díaz de Guzmán: “un pueblo de quinientos españoles y quinientas mil turbaciones” clamaban indignados los sacerdotes.  Era difícil, si no imposible, modificar ese estado de las cosas. El “paraíso” llegaba tras las cruentas experiencias del hambre, la guerra y las singladuras por el río; y los conquistadores lo tomaban como justa compensación por sus esfuerzos. Como se sentían pobladores más que conquistadores, se entregaban a la tarea de poblar, negándose nuevas “entradas” a la sierra de la Plata: Esas cosas chocaron al grave adelantado. Quiso poner cierto orden en la poligamia asunceña y por lo menos prohibió que los vecinos tuvieran en su casa “ni fuera de ella” indias de parentesco próximo, como madre e hija, dos hermanas, etc., “por el peligro de las conciencias”.  Pero el mal estaba en haberse quedado en un “paraíso de Mahoma” puesto por el Diablo a mitad de jomada al Imperio del Rey Blanco, y se dispuso a reanudar la jomada hasta el destino final.  Atribuyeron a Álvar Núñez ambiciones de independizarse del rey, dijeron que en Santa Catalina había arriado el pabellón real reemplazándolo por el suyo. Alonso de Cabrera seguido de numerosos tumultuarios apresó a Cabeza de Vaca al grito comunero: A la tarde, reunidos los vecinos al tiempo de abrir un proceso “por traición” al depuesto adelantado, conferían a Irala  el mando supremo “hasta que otra cosa no se le ocurriese (al rey) mandar”.  Un año quedaría preso Álvar Núnez en Asunción. En marzo (de 1545) en una carabela bautizada expresamente Los comuneros fue remitido a España al cuidado de Cabrera. Resultó tan elocuente el memorial de cargos, o tan grande la comprensión de Carlos V, que Álvar Núñez fue condenado a la pérdida de su cargo y destierro en África. Más tarde conseguiría rehabilitarse, pero se le prohibió volver al Río de la Plata.el monarca resuelve a fines de 1552 nombrar a Irala “gobernador real” de la Provincia del Plata. Lo hace por cédula el 1 de enero de 1553 encomendada a Martín Orúe, quien con cuarenta familias debería de paso a Asunción fundar una ciudad “cerca del puerto donde se dice Buenos Aires” para servir de fondeadero de los navios mayores y de trasbordo a los bergantines que remontarían el río. Durante el segundo gobierno de Irala fueron introducidas las primeras cabras y ovejas al Plata, traídas desde el Perú por Ñuflo de Chávez; también llegó el primer plantel de un toro y siete vacas de Santa Catalina.  Irala, colmado de gloria y méritos, morirá en Asunción a los setenta años.

viernes, 30 de diciembre de 2022

Mitre el golpista….su fracaso increíble en “la Verde”

 Por el Prof. Jbismarck

La derrota electoral de Bartolomé Mitre en las elecciones de 1874 frente a Nicolás Avellaneda hizo estallar una revolución de su partido, con la excusa de que éste había triunfado gracias al fraude. El fraude había existido, pero lo habían usado ambos bandos y el propio candidato derrotado lo había utilizado casi siempre en el pasado.  La fecha programada para la revolución era al día siguiente de la asunción de Avellaneda, ya que aceptaban como legal al gobierno de Sarmiento; pero como sus preparativos fueron descubiertos, se lanzaron a la rebelión antes de esa fecha. Poco después estallaba otra en San Luis y el sur de la provincia de Córdoba, dirigida por el general Arredondo. Rivas reunió casi 5500 hombres en el sur de Bs As.  Pero las provincias que habían comprometido a apoyar al tísico (así lo llamaba Urquiza) especialmente Corrientes y Santiago del Estero, no se unieron a la revolución.  El general Rivas, desde Tapalqué, siguió por Saladillo hacia Chivilcoy, siguió incorporando en el trayecto algunos contingentes con los que llegó a aumentar su numerosa tropa. Tomó hacia Las Flores, donde se le incorporó el cacique Catriel con 1.500 indios armados de lanza. Pero, ante la aproximación del coronel Luis María Campos, con una agrupación de las tres armas, que venía de Mercedes, aquel jefe rebelde, con su ejército insurrecto y golpista, se retiró hacia Rauch (S.), evitando una lucha.  Entre tanto, el golpista general Mitre había desembarcado en Tuyú (70 Km. al este de Dolores) a fines de octubre, viniendo de Montevideo. Reunió allí algunas fuerzas y de todas ellas y de las de Rivas, asumió el mando en jefe en Médanos (al sur de Tuyú).  Comenzó una marcha hacia el oeste para dominar algunos partidos de allí y buscar su reunión con Arredondo.  Podían reunir casi 15000 hombres de lucha.         

 La Verde.  El comandante José Inocencio Arias se dirigió a la Estancia de La Verde (40 Km. De Las Flores), porque tuvo noticias dé la presencia allí de una fuerza adversaria que esquivó la lucha. Estando en La Verde se enteró Arias de la aproximación del ejército de Mitre, en marcha al norte, perseguido por Julio Campos, y frente a fuerzas tan superiores, optó por improvisar un frente y ocupar posición con sus 800 hombres esperando el ataque del enemigo.  En la madrugada del 6 de noviembre el Ejército Insurrecto rebelde, fuerte de 5.800 plazas, se ponía en marcha para atacar a ese adversario.  Mitre habíase dispuesto en tres columnas; de infantes, la del centro, y de caballería las de las alas. Intimada su rendición a Arias, éste la rechazó. (5800 los insurrectos mitristas y 800 los defensores de la constitución)  A algo más de un kilómetro del enemigo, Mitre detuvo su marcha y poco después tomó el dispositivo en círculo en el que la infantería está situada delante de la masa principal de la caballería. Adelantado el coronel Borges, comandante de la infantería, para intimar nuevamente rendición al jefe legal y no habiendo éste consentido en ella, empezó el combate con el ataque de la infantería mitrista. El fuego se hizo vivísimo desde un comienzo por ambas partes y con grandes bajas para el atacante sembrado de muertos y heridos, a causa de los Remington enemigos, arma que tenían en mucha cantidad los 800 legales, no así los mitristas insurrectos rebeldes. En ambos cuerpos caen varios jefes y oficiales; el mismo Borges rinde su vida. (estamos hablando del abuelo del luego famoso escritor George Luis Borges)-   A pesar de las pérdidas, los atacantes se aproximan a la posición, pero sin que el fuego del defensor disminuya en intensidad y eficacia. Ocupando su posición, defendido por una palizada y por un foso de más de un metro de profundidad y otro tanto de ancho, y protegido además por la tierra extraída del foso, el atacado era sumamente fuerte y poco vulnerable, y sus fuerzas novicias sentían fortalecido el ánimo.  Mientras en el combate la infantería actuaba como queda dicho, en el resto del frente tenían lugar episodios provocados por la caballería rebelde; por todas partes el ataque detenido o rechazado con fuertes bajas. A las 7 se había iniciado el combate y media hora después, según algunos, o a las 10 conforme a otros, la acción había terminado, cuando el general Mitre, viendo el triunfo imposible y ante la amenaza de los coroneles Campos, que se aproximaban, ordenó la retirada en dirección a 9 de Julio (noroeste).  Mitre con su ineficacia había perdido 1.500 plazas. En el campo del combate habían quedado cerca de 300 y durante la noche del 28 desertaron más de 1.000 guardias nacionales. Las pérdidas de Arias no pasaron de cuarenta.   Mitre capitula. — El general golpista y rebelde, batido su ejército y temiendo ser rodeado y atacado por los coroneles Campos, se retiraba. Arias, lo persigue, lo flanquea y hostiliza, reforzado durante el camino. En esos momentos (1ro de diciembre), Julio Campos llegaba a 9 de Julio y Luis María se aproximaba a Junín desde el este, en busca de los rebeldes para cortarles la retirada. Arredondo estaba aún en Mendoza y al general Mitre no le quedaban sino 2.500 hombres, pues el resto se le había desgranado en la retirada. Así, el 2 de diciembre, éste firma con Arias una capitulación en Junín, entregándole su espada y rindiendo sus armas todo el Ejército golpista y rebelde. El 14 de diciembre el jefe vencedor hacía BU entrada en la capital de la República con el 6 de infantería.  A mediados de noviembre la escuadra legal, compuesta de cinco unidades, había perseguido a la de los sublevados (dos barcos) hasta el este de Maldonado (Uruguay) donde abandonó la caza. Pero el comandante Erasmo Obligado, con la Paraná, en la oscuridad, se dirigió a Buenos Aires, donde se rindió el 18 de noviembre.   En esta, proeza de Arias se comprueban el valor y los resultados que pueden obtenerse con la defensa frente a un enemigo muy superior numéricamente, si se hace un hábil empleo del terreno y la fortificación, lo mismo que de las armas y los fuegos, y, sobre todo, de la influencia moral del jefe, si está resuelto a luchar y sucumbir, antes que rendirse — ya que esto es declararse vencido sin combatir — frente a una intimación. El jefe legal tuvo la decisión de vencer a pesar de la enorme inferioridad de sus efectivos.  Se evidencia también en este lance táctico que sin artillería —Mitre había tenido que abandonar sus pocos cañones en el camino por el pésimo estado de éste y de sus caballos — y con un ejército con predominio de caballería, es decir-, de poca infantería, y ésta con armamento anticuado, es sumamente difícil conquistar una posición que debe ser ablandada suficientemente. Terminado el combate, vuelve a contrariar órdenes, al perseguir al vencido con fuerzas muy inferiores y a marchas forzadas, oportunidad en que su triunfo pudo transformarse en derrota, porque ahora podía producirse un combate en campo abierto, pero, bien explotado el éxito, consiguió rendir al vencido, supremo objetivo de la persecución. Al felicitarle por sus triunfos el mismo presidente Avellaneda reconoció que los había obtenido “procediendo por propia inspiración” y “guardando las instrucciones del gobierno en la valija”.  La Verde fué vencida la agrupación principal de los revolucionarios; en Junín se rendía poco después el general Mitre con todas sus fuerzas; la cañonera defeccionada se había entregado a la autoridad; los revolucionarios de Corrientes se disolvían; López Jordán no había invadido, tal vez por todo esto; en cuanto a las tropas de Taboada, en presencia de los reveses en el resto del país, eran licenciadas sin combatir; y finalmente, los rebeldes que operaban en Cuyo eran igualmente vencidos en la segunda Santa Rosa.   El consejo de guerra a que fué sometido el general Mitre y demás jefes sublevados, condenó al primero a ocho años de destierro (tendría que haber sido fusilado…como él lo hizo con gerónimo Costa), pero Avellaneda, en procura de la paz interna y de la conciliación, dispuso su amnistía y las de los jefes y oficiales, y su reincorporación al ejército en mayo de 1877. Arias fue premiado con el ascenso a coronel; llegaría a ser general y gobernador de la provincia de Buenos Aires. La carrera política de Mitre pasó a un franco segundo plano desde entonces, convertido en una especie de leyenda histórica viviente, que distintos grupos usaron para sus propios fines; pero nunca realmente volvió a reunir apoyos personales tan importantes como hasta esa fracasada revolución. En cuanto a Rivas, su carrera llegó ese día a su fin, y moriría seis años más tarde en un cargo administrativo secundario.

 

sábado, 24 de diciembre de 2022

Masonería en el Cementerio de Recoleta: las "confesiones" de los muertos sobre quiénes fueron en vida

El Cementerio de la Recoleta es algo más que una simple necrópolis de las familias patricias argentinas. Durante sus dos siglos, logró albergar varias historias urbanas y una gran cantidad de símbolos enigmáticos, en su gran mayoría, masones que ocultan un gran significado y que pueden considerarse un “mensaje” de los muertos sobre quiénes fueron en vida. El Cementerio de la Recoleta se inauguró un 17 de noviembre de 1822, por lo que está cumpliendo este jueves 200 años; la hermandad, por otro lado, está presente en Argentina desde el siglo XVIII, razón por la cual varias de las tumbas de las personas que marcaron la historia del país presentan algún tipo de simbología que refiere a esta logia. 

Sin embargo, más allá de la logia de los Masones en Argentina y la simbología que pueda llegar a haber en cada una de las tumbas de los referentes de esta agrupación que descansan en Recoleta, estos símbolos “provienen de orígenes y circunstancias anteriores a la masonería, organización que los tomó y los usó de acuerdo con su propio criterio”, según el especialista en simbología Daniel Pena.  En ese sentido, cada uno de estos emblemas “aglutinan conocimientos y sabiduría ancestral” y están presentes a lo largo y ancho de todo el cementerio.  Entre algunos de los referentes masones que descansan en Recoleta se encuentran: Sarmiento, Mitre, Carlos Pellegrini, Pierre Benoit, Roque Sáez Peña, Roque Pérez, Julio A. Roca, José Figueroa Alcorta, Victorino de la Plaza, M. T. de Alvear, Valentín y Adolfo Alsina, Salvador M. del Carril según indicó Pena.  Por esto mismo, en sus tumbas pueden apreciarse estos símbolos que actúan como un “mensaje” de quiénes fueron en vida y qué creencias tenían. “Es como si fuera una necesidad de transmitir este meta mensaje para que muchos se enteren de verdad de lo que pensaban, lo que sentían y lo que creían las personas en vida, pero confesándose abiertamente después de la muerte”, aseguró el especialista en simbología.  


La placa de los Masones en honor a Sarmiento.

Como parte de estas “confesiones”, Pena contó que los signos “exclusivamente” masones que se encuentran en el Cementerio de la Recoleta son una letra acompañada por tres puntos, en forma de triángulo o escuadra y el compás, algunas veces acompañados por la letra “G”.  Mientras que el primero funcionaba como un “código de encriptación, reservado solamente para las personas que puedan interpretarlo”, el segundo es el emblema de la Gran Logia, que representan la sabiduría y la letra que alude al “Gran Arquitecto del Universo”.   Benoit.

Esos símbolos pueden verse, por ejemplo, en la tumba del agrimensor e ingeniero argentino Pedro Simón del Corazón de Jesús Benoit, puesto que puede verse la escuadra y el compás debajo de su busto. Por otro lado, en la tumba de la Logia de Obediencia de la Ley, que nuclea las hermandades de todo el país, es una de las que más símbolos ofrece, ya que, según destacó Pena, presenta el símbolo de los tres puntos, la escuadra y el compás, acompañados por la G, así como también el búho, símbolo de prudencia

Otros de los emblemas que pueden encontrarse son la serpiente que se come su propia cola, que refiere a la circularidad del tiempo y el reloj de arena con alas, que simboliza la eternidad. 

Existe una creencia popular que indica que los ideales masónicos están vinculados al satanismo y el hecho de que estos símbolos estén presentes en un cementerio alimenta esta teoría. Sin embargo, el especialista en simbología aclaró que es simplemente una “creencia”, que se originó tras una “campaña de desprestigio iniciada en el siglo XIX”

No hay ninguna práctica satánica dentro de la masonería no se realizan sacrificios de animales y de personas o de lo que fuera no se hace ninguna acto violento en contra de determinada creencia religiosa por sobre todas las cosas no se habla mal de las creencias religiosas, ni de las ideas políticas partidarias democráticas, si se puede hacer una condena expresa de las ideologías totalitarias, los extremismo de izquierda o de derecha este tan comunes en muchas partes y en muchas circunstancias de la evolución”, sostuvo. 

En síntesis, el Cementerio de la Recoleta es mucho más que un emblema y punto turístico de la Ciudad de Buenos Aires, sino que también es un cofre de “confesiones” de los muertos que descansan en él sobre quiénes fueron en vida. 


jueves, 15 de diciembre de 2022

Juan de Garay, Hernandarias, Mascardi y el Río Salado

 Por el Prof. Jbismarck

El río Salado o río Salado del Sur nace en la  laguna El Chañar en SantaFé  y desemboca en el litoral bonaerense del río de la Plata. La mayor parte de su curso discurre en territorio bonaerense, en dirección norte-noroeste hacia el centro-este del interior de Buenos Aires, desembocando en la bahía de Samborombón. Hasta el siglo XIX, cuando después de su Independencia  decide expandir sus dominios al sur del Salado, este era el límite natural entre las tierras de la Colonia española y los nativos de la zona tehuelches y mapuches.    Los guaraníes llamaban así al río Salado porque era la vía de acceso a los dominios del cacique al que consideraban "menor" (tubichaminí) Tumutumús, de estirpe querandí, uno de los primeros encomendados por Juan de Garay en 1582, después de su expedición por tierra hasta Punta Mogotes.

Fue sin duda alguna, el fundador de Buenos Aires, Don Juan de Garay, el descubridor del río Salado de la Provincia de Buenos Aires. En el mes de octubre de 1580, acompañado por un grupo de entusiastas, pasa el Riachuelo de los Navios, y marcha paralelo a la ribera del Río de la Plata. Menciona Garay la vegetación que encuentra a su paso: Sauce colorado; sarandí negro y blanquillo; algunos ceibos; pero especialmente en terrenos bajos y pantanosos que son los que bordea habitualmente, matas de paja brava, cortadera y juncales mezclados con duraznillo. En la parte alta de las barrancas se encuentran algunos montes de tala. Garay continúa su viaje a corta distancia de la costa, llegando a los campos del sur, donde se encuentra emplazado el pueblo de Quilmes, Algo más adelante encuentran un arroyo. Después de recorrida una distancia de camino, casi igual a la ya efectuada, llegan a una gran laguna, llamada por Garay "Aguada Grande” (actual laguna del Pato, en la que fuera estancia San Juan, de Pereyra Iraola). A partir de Villa Elisa, la barranca marcha hacia el este. Al llegar aproximadamente a las cercanías de La Platarandíes, quebradillos o sombra de toro, arbustos, lianas, y una enorme cantidad de epífitas, especialmente clavel del aire. Siguen después hacia el norte, hasta la zona del actual pueblo de Magdalena, y encuentran tupidos bosques de tala. En 1581, emprendería otra vez Garay, su viaje hacia el Sur, pues era su propósito llegar a la ciudad de los Césares. Sale de la ciudad de la Santísima Trinidad, con 30 hombres y algunos caballos. El 20 de abril de 1582, escribe al rey y al Consejo de Indias, dando cuenta de todo lo acaecido durante el viaje. “Este verano pasado por el mes de noviembre salí de la ciudad de la Trinidad a correr la tierra, tome la costa deste Rio de la Plata en la mano unas veces a la vista de la costa y otras veces metiéndome cinco o seis leguas la tierra adentro; fui a dar en la costa de la mar del norte mas de sesenta leguas del puerto de buenos ayres que si hubiera de yr por la mar entiendo que fueran noventa leguas porque hace gran ensenada en la boca deste rio de la plata esta al leste y donde yo llegue a la costa déla mar casi corre la costa algueste y el sur es atrauesia y por haze tan grande punta la tierra adentro (macizo de Tandilia) muetras grandes peñascos done costa y va corriendo una loma llana de campiña sobre la mar (actual zona de Cabo Corrientes y Mar del Plata). Por algunas partes pueden llegar carretas hasta el agua: es tierra muy buena.  Hay gran cantidad de lobos marinos aquella gente se abrigas con mantas de pieles de unos animales que hay como liebres y de gatos monteses y hacen sus tiendas de cueros de venados hallamos entre estos indios alguna ropa de lana muy buena; dicen que la traen de la cordillera a espaldas de chile y que los indios que tienen aquella ropa traen una planchas de metal amarillo en unas rodelas que traen cuando pelean y que el metal sacan de unos arroyos, dicen que por la costa hay poca gente y que la tierra adentro hacia la cordillera hay mucha gente”  Garay, en esta oportunidad descubriría el imponente río Salado, y pasando el Cabo Corrientes, llegaría hasta un poco más allá de Punta Mogotes. Garay, en su carta, deja de lado, la descripción de muchos lugares geográficos, y especialmente al río Salado, cuyo cruce les debe haber impresionado mucho, y haberles costado.  El 9 de marzo de 1583, escribe Garay otra carta al rey, y dice entre otras cosas:  “abra vn año que escriby a vuestra sacra magestad por la bia del Piru dando quenta de las cosas desta tierra y de como avia hecho un descubrimiento de asta setenta leguas desta ciudad hacia la parte del estrecho y por no lleuar mas de treynta hombres y Pocos caballos no Pude Pasar adelante”. El 1 de noviembre de 1604, Hernandarias, gobernador (tercer gobierno de Hernandarias), emprende su viaje hacia el sur, con el objeto de encontrar la ciudad de los Césares. Descubrió el río Colorado (“río turbio”) y el río Negro (“río caudaloso y hondable” “río Claro”). Naturalmente en este viaje tiene que haber cruzado el río Salado de la Provincia de Buenos Aires. Raúl A. Molina, en su libro sobre Hernandarias, publica el plano de la expedición, y el punto por donde pasó el Salado. El padre Mascardi llegó en uno de sus viajes, hasta la desembocadura del Salado, en el Atlántico.  El padre Guillermo Furlong, en su libro sobre Mascardi dice que el distinguido jesuíta, después de fundar la reducción de Nahuel Huapi, hace expediciones:  a fines de 1672 que, con su comitiva y con su gran amigo Manqounai, emprendió Mascardi su tercera exploración desde el Nahuel Huapi. Enderezó sus pasos hacia el sudeste. Creimos otrora, por los pocos datos de que entonces disponíamos, que había ido desde Bariloche hasta el lago Musters, y desde este punto torció hacia el Este, yendo a salir a la costa patagónica, pero gracias a mayores noticias, el historiador Rosso ha puesto de manifiesto que Mascardi fue siguiendo el curso del Rio Negro, hasta el Océano, y costeó éste, pasando por los puntos conocidos ahora por Puerto Deseado, Puerto Santa Cruz y Puerto Gallegos. 

sábado, 10 de diciembre de 2022

Adolfo Alsina

Por el Prof. Jbismarck

Lo sorprende la muerte cuando se acercaba la hora de realizar todos sus proyectos ambicionados con ardor durante su inquietante y tormentosa vida. Este hombre se llamó Adolfo Alsina. Pocas figuras han sido tan poco estudiadas y fue durante años primer actor de la política argentina-  Hasta ahora, su figura permanece en el regazo de la tradición oral, tan propensa a la leyenda y no nos presenta a uno de los ejemplos más conmovedores de vocación política que se hayan conocido en el país. Era un hombre de recia y maciza contextura. Un poco menos alto que Pellegrini y casi tan robusto y grueso como Hernández.  Su valor añadido a su coraje era el de un héroe mitológico Y en este arrojo empecinado y temerario, que cuando presentía el riesgo no retaceaba la aventura, estriba el mayor atractivo de su carisma porteño y de su liderazgo popular.  Adolfo Alsina se hizo mozo en la "Nueva Troya" unitaria y cipaya, con los románticos y los mercenarios, donde a la sombra de las alianzas y bajo el sitio a fuego lento de Oribe tronaban las voces - tan próximas a él - de los viejos y nuevos unitarios, a la vuelta de pocos años logró concitar el fervor de ese otro Buenos Aires que se estiraba desde las parroquias bravas - Balvanera, Montserrat, San Telmo o Catedral del Sud - hasta allá lejos sobre el Arroyo del Medio, sin duda fue porque sus condiciones de piloto de tormenta, que previene los vientos y orienta la maniobra, se hallaban dostenidas por una capacidad para hacerse respetar y adorar por los criollos rosistas de buena cepa que a la caída del Restaurador se agitaban en la convulsionada Gran Aldea sin entender ni averiguar su suerte: tan huérfanos de patria y de tutela como los enganchados Martín Fierro del disperso gauchaje campesino. Esa fue la consecuencia de la muerte del gran Americano. Alsina fue un político entregado a la pasión del poder, un político de raza llamado por su temperamento y por los dones de su naturaleza a imponer a los demás la necesidad de aceptarlo o rechazarlo, exhibió celosamente una honradez y magnanimidad.  En esto, su intolerancia, que no aceptaba las explicaciones en claroscuro,  lo llevaba a desertar de los salones opulentos de la oligarquia y lo inducía a demorarse en los peringundines y barriadas de hacha y tiza donde acampaban su soberano desarreglo y su natural desenvoltura. Nace el 14 de enero de 1829 - apenas cumplido un mes del fusilamiento de Dorrego - y siendo niño, de seis años, se radica con sus padres en Montevideo, donde se exilia - unitario contumaz, fanático y exaltado - don Valentín. En ese pórtico de la ondulada pampa trasplatina, centro de la beligerancia antirrosista, el joven Alsina aprende en la escuela de la pasión política el duro oficio de la resistencia, la obstinada lealtad que se abraza a la derrota y que persiguiendo el triunfo convierte en aliado al enemigo del enemigo. Allí también, durante la primera juventud, en que se reflejarían las turbulencias de la época, aprende a confiar en sus propias fuerzas y su carácter adquiere esa perseverancia en la acción y esa consecuencia en la amistad personal que lo distinguieron para el resto de sus días. Empleado en una barraca mientras proseguía sus estudios (que luego completó en la Universidad de Buenos Aires) el triunfo de Caseros lo devolvería a su ciudad natal. En 1852 Alsina tiene veintitrés años. Flamante periodista, acribilla a Urquiza desde las columnas de Nueva Epoca y provoca, adrede, su destitución del cargo que ocupaba en el Ministerio de Gobierno. Simultáneamente, integra la logia “Juan Juan”, que decreta la muerte de Urquiza, en cuyo cometido debió de haber participado, a resultas de un sorteo, si no hubiese impedido el hecho la enérgica intervención de su padre. Participa febrilmente en la preparación y el estallido del levantamiento del 11 de setiembre, y cuando Urquiza se acerca a la ciudad acompaña a San Nicolás, en calidad de secretario, al general Paz quien se proponía organizar un cuerpo de ejército, fracasada su misión en el interior. Durante el sitio de Lagos se alista en la primera compañía de Guardias Nacionales.  Es el caudillo electoral más prestigioso entre los pandilleros que en las elecciones de representantes a la Legislatura se apoderan de las mesas y de los votos para impedir que los chupandinas -mucho más numerosos pero descabezados - desplacen a los separatistas del gobierno provincial y preparen con los jefes porteños desterrados las vías del entendimiento con Urquiza. En Cepeda carga a la bayoneta sosteniendo el avance del batallón Morales: se lo creyó muerto en combate. En Pavón defiende con éxito el parque de artillería. Después de la batalla cambia cartas con Mitre y no satisfecho con las explicaciones de éste, que no lo había citado en el parte, pide reiteradamente su separación del Ejército. Años después como miembro de la Cámara de Diputados de la Nación se estrena con el famoso discurso de rechazo a la federalización de la provincia y luego será el gobernador de Buenos Aires cuyas cordiales relaciones y afinidades de doctrina con don Marcos Paz, de relevantes antecedentes federales, en ejercicio entonces de la Presidencia, precipitan las renuncias de los ministros Rufino de Elizalde y Eduardo Costa. El nuevo ministerio al que se incorporan Marcelino Ugarte y José E. Uriburu traduce la concordancia política de Alsina y Paz, que sólo interrumpió la muerte de éste.  Vicepresidente de la Nación en 1869 y en 1874 Ministro de la Guerra, hasta su muerte. Inicia entonces la conquista del desierto que jalona con una cremallera de zanjas y fortines. Huelga añadir que en 1868 y 1874 arriesgó, al borde del éxito, por dos veces su candidatura a presidente. Faltó la ocasión de una tercera que hubiese sido la vencida.   Entre dos fuegos, los federales porteños, los rosistas a quienes la defección de Urquiza enerva, no pueden tampoco llamarse a engaño respecto de lo que significa el retomo de los emigrados. Si por una parte los empuja el sentimiento localista que es fuerte en las élites de la ciudad, donde los linajes federales tienen indiscutida alcurnia, por el otro, la inercia de las antinomias los lleva al campo de Urquiza.  El “cambio” de Alsina no entraña una conversión como la del camino de Damasco, ni modifica su cosmovisión acerca del país y de su tiempo. Es, sí, otra actitud y otra posición. Y es también su revelación como político. El joven energúmeno a quien ofusca la dominante tercería de Urquiza; el sargento que como un tigre acosa a los federales en Cepeda; el comandante que se bate en Pavón es el crudo que en 1862 le cercena a Mitre su hegemonía porteña; que en 1868 se atreve, ante el desconcierto de sus corifeos, a cartearse con el dueño de Entre Ríos y que en 1874 inicia con su apoyo, a medias táctico y a medias estratégico, a la candidatura de Avellaneda la marcha hacia la conformación de un gran partido nacional a partir del autonomismo.    El hijo único de don Valentín (UN RECALCITRANTE UNITARIO AFRANCESADO Y ANTIRROSISTA)  que por su madre llevaba - revuelta en las venas - la sangre y las tragedias federales de los Maza, guiado por su estrella, realizó un viaje entrañable, un viaje por dentro, alrededor de sí mismo y de circunvalación en torno al drama político argentino, con que duplicaría su imagen: por un lado, era el ciudadano cuya postura tribunicia sobresalía en las asambleas de la élite liberal; por el otro, el caudillo de genio arrebatado, tierno y atrevido, que LLEVABA sobre los hombros y los corazones de la plebe porteña.  Fue una especie de desdoblamiento fascinante o, si se quiere, de doble revelación de la personalidad: el Alsina Dr. Jekyll a quien admiraba el alto mundo de los liberales, ex unitarios afrancesados por sus genialidades y el Alsina Mr. Hyde cuya fuerza y carisma tan intempestiva, atraía la adhesión de las clientelas populares federales, los ex rosistas, perseguidos y hostilizados por el odio unitario

A ninguno de sus pares abatió, en plena marcha, el puño helado de la muerte a un paso de la última meta y casi en el momento de franquearla. Ningún argentino, con excepción de Avellaneda, ostenta una parábola tan breve y tan arrolladora, tan sostenida y perfecta en la comba del ascenso. Ningún argentino entregó su existencia tan pródigamente a la política, con una dación tan absoluta de su personalidad, de su intimidad, de su vida entera. Al margen de la política nada se había reservado Alsina para sí; de suerte que alguien dijo con notoria justicia que el único hogar a la medida de Adolfo Alsina era su Buenos Aires, todo Buenos Aires. Por eso, él hubiera podido hacer suyas las célebres rimas del bardo porteño “He nacido en Buenos Aires no me importan los desaires con que me trate la suerte; argentino hasta la muerte he nacido en Buenos Aires ” Carlos Guido y Spano.     Alsina, que era normal y culto, sin pretensiones de despotismo ilustrado - cuya simulación en otros aborrecía -, no dejó de pensar como le enseñara el pensamiento operante en su tiempo el odio al Restaurador pero su sensibilidad le permitirá sumar a casi todos los ex rosistas.  Esta organización marginaba obviamente a los vencidos: como empresa de los vencedores, hubiese sido una locura intentar la restauración de aquéllos. Alsina no cometió ese dislate. Y puesto que no padecía las inhibiciones de los ideólogos ni mortificaba el radio de su visión con anteojeras, en un momento dado advirtió, vio, que la operación política pendiente consistía en incorporar los federales porteños y los del interior al partido mediante un golpe de timón que operase la apertura hacia dichas fuerzas, cuya energía, redoblada en los sismos de la guerra civil, amenazaba cubrir otros tipos de subversión y otros protagonistas a la medida de las transformaciones del país.  NO SOY POSIBILISTA EN LA HISTORIA...LOS HECHOS QUE OCURRIERON, ASI LO HICIERON PERO TENGO TODAS LAS DUDAS DE QUE DE NO MORIR ALSINA A LOS 48 AÑOS...HOY ESTUDIARÍAMOS A JULIO A. ROCA COMO UN MILITAR DE MEDIOCRES CONDICIONES....Y SIN FUTURO POLÍTICO...ALSINA YA LO HABIA MEDIDO.