En las postrimerías del año 1870 el ejército nacional ocupaba la provincia de Entre Ríos desde la línea Paraná-Concordia al sur, pero en realidad no era dueño sino del terreno que pisaba, porque la mayoría de la opinión pública provincial le era adversa desde el comienzo de la campaña. Sarmiento había violado la AUTONOMÍA PROVINCIAL Y cual bárbaro sangriento llevado la represión a la provincia. El caudillo entrerriano dominaba en cambio en el norte y tenía ocupadas en él las poblaciones importantes, disponiendo de un ejército de 4.000 a 5.000 hombres, en su casi totalidad de caballería. Contaba además con el partido de la oposición de Corrientes, derrocado del poder por una revolución, el que le aportaba un contingente de más de 2.000 plazas, al mando del ex gobernador Evaristo López. El caudillo concibió el proyecto de apoderarse de la provincia vecina para aumentar sus recursos y hacer desaparecer el peligro que importaba tener a su espalda ese gobierno adicto al nacional. El mandatario correntino y comandante en jefe de las fuerzas movilizadas en la provincia, teniente coronel Santiago Baibiene, al tener noticias de que López Jordán se preparaba a invadir Corrientes, había organizado algunas tropas, cubierto la frontera y gestionado ante el gobierno nacional lo proveyera de armamento y algunas unidades de línea y le devolviera el batallón Goya que estaba integrando las tropas nacionales del Paraná. Con los elementos que pudo reunir, dicho jefe se trasladó a Goya, donde recibió el batallón del mismo nombre y recogió los que cubrían la frontera, dejando en ella sólo una vanguardia de 800 hombres. Reforzado muy oportunamente con dos batallones de línea (el 7 al mando de Julio A. Roca) y cuatro piezas de artillería, enviados por el Interventor gobierno nacional, tomó posición en la orilla sur de la gran laguna Ñaembé (12 Km. al E. de Goya) resuelto a esperar al enemigo.
Baibiene cree tener que habérselas únicamente con Evaristo López que, con 2.500 hombres, después de alcanzar Esquina, el 14 de enero avanza ocupando los pasos del río Corrientes, velando así los movimientos de López Jordán, cuya presencia no comprueba el gobernador de Corrientes hasta el día de la batalla. La posición satisfacía exigencias operativas por cuanto interceptaba los caminos que el enemigo podía seguir para llegar a la capital de la provincia, objetivo muy importante, y tácticamente impedía los envolvimientos para caer por retaguardia de la temida y numerosa caballería entrerriana. El ejército jordanista, que ascendía a 7.000 hombres y nueve piezas de artillería, era casi exclusivamente de caballería, como se ha dicho, pues contaba con 6.000 jinetes, en tanto que los correntinos, sobre un total de 3.000 hombres y seis cañones, tenían 7 batallones de infantería. Salvo el desequilibrio numérico, el valor para la lucha de ambos ejércitos podía considerarse equivalente; en uno y otro había unidades veteranas —aunque más en el Interventor — y jefes probados en la guerra con Paraguay y en anteriores luchas intestinas. En el combate por el fuego sin embargo las ventajas estaban de parte de Baibiene. Las fuerzas rebeldes en su avance hacia Corrientes (desde Esquina, las de López, y desde Curuzú Cuatiá, las de López Jordán) estaban reunidas el 25 de enero de 1871 al oeste del río Corrientes, en paso Santillán. Baibiene ordenó el avance de la infantería para recibirlas, y luego ordenó el ataque general, al iniciarse el fuego de artillería. Cambió así su actitud inicial defensiva por una ofensiva. La infantería de la izquierda correntína, a pesar del fuego de la artillería adversaria, fué la que primero chocó, consiguiendo con la cooperación oportuna del centro del dispositivo y de la caballería de su derecha, vencer a la infantería de dichas fuerzas enemigas adelantadas y apoderarse de los cañones que la integraban. La agrupación así constituida y mandada por Roca, concurrió después en su mayor parte en apoyo de su caballería de más a la izquierda, que atacaba a la jordanista sin lograr derrotarla, consiguiéndose entonces batirla y hacerla huir. El grueso del ejército entrerriano, que concurría en apoyo de su vanguardia, empezaba a desdoblar a 2 ó 3 kilómetros del lugar de combate de ésta, cuando la caballería de dicha agrupación rebelde, derrotada y huyendo de sus perseguidores, arrastró a parte del grueso, y luego la caballería de Baibiene terminaba la obra con ataques frontales y por el flanco izquierdo del dispositivo de López Jordán, destruido a mediodía. El combate dura varias horas hasta que las tropas jordanistas en derrota se desbandan, en una batalla “...en que jugó papel importante el azar...” López Jordán, imprevistamente derrotado por un ejército mejor armado, que talvez no esperaba en esa posición, enfila su caballo para Entre Ríos, donde todavía batallan las tropas jordanistas de Carmelo Campos. El diario la Capital de Rosario del 2 de febrero de 1871 nos da la versión periodística de este galope del caudillo entrerriano: “A distancia de una legua del campo de batalla unos soldados de al guardia de Esquina le bolearon el caballo al general Jordán, pero como no mosqueara el caballeo no se logró el golpe de bolas. A distancia de cuatro leguas Jordán bajó en la estancia de una familia de Corrientes; pidió un vaso de agua y dirigiéndose a los que los acompañaban dijo: “Lo que siento es ue un puñado de muchachos sean los que me han derrotado”. Concluidas estas palabras que pronunció con viva emoción, sus ojos se arrasaron de lágrimas, sacó un pañuelo y las enjuagó”
La persecución alcanzó hasta el río Corrientes. Las bajas rebeldes sumaron 600 muertos y 550 prisioneros, las 9 piezas de artillería, 2.000 armas menores, mucha munición, 52 vehículos, etc.; las de los correntinos fueron 190 entre muertos y heridos. Es indudable que, por haberse empeñado a fondo en combate por el fuego especialmente, con sus fuerzas — que comprendían la masa del ejército jordanista en lo que respecta a infantería y artillería, pero sólo una débil parte de su caballería La llegada oportuna del grueso de López Jordán (masa de caballería) — que no se comprende por qué no concurrió pronto y diligentemente al empezar el combate de su vanguardia — tal vez hubiera evitado el desastre, pero no la derrota. Con esta derrota las fuerzas jordanistas quedaron más que antes reducidas casi exclusivamente a caballería, por haber perdido en la batalla la masa de su infantería y artillería, y por lo tanto, imposibilitadas para empeñarse en un nueva batalla contra fuerzas mixtas; Corrientes, por su parte, seguía y más que antes, bajo la autoridad del gobierno nacional. Las fuerzas entrerrianas vencidas entraron de regreso a su provincia; una agrupación como de 1.500 hombres acampó en Feliciano, mientras otros núcleos se reunían en Federal. El coronel jordanista Carmelo Campos, que no había marchado a Corrientes,, permanecía en ql sur de Entre Ríos, con 2.000 plazas. Jordán pensó reunir todas estas fuerzas, con las que tendría nuevamente entre seis y siete mil hombres. Ante esta posibilidad, el comandante en jefe nacional dirigió su ejército en tres columnas para impedir esa conjunción, empezando una persecución tan tenaz, que los provinciales no disponían de tiempo ni para carnear. No obstante esto, López Jordán se unió a Campos en el sur, pero, acosado por la columna perseguidora del coronel Velázquez, tnvo que escapar hacia el norte. Previsto tal movimiento por el general Arredondo, éste los esperaba en esa dirección y él encuentro tuvo que producirse en el arroyo Gená, afluente del Gualeguaychú, el 14 de febrero de 1871, siendo derrotadas completamente las fuerzas de Campos, unos 1.500 hombres, y perseguidas desde el puente sobre el Gená hasta el de San José, en el Gualeguaychú, dejando veintitantos muertos y 100 prisioneros, siguiendo en deshandada el resto. El coronel jordanista Leiva, que se encontraba en el departamento de Gualeguay con unos 900 hombres, fué también atacado y derrotado por el coronel. Donato Alvarez en el lugar denominado Punta del Monte (departamento de Gualeguay), el 6 de marzo de 1871. Los vencedores que eran 620 hombres de línea dieron muerte a 50 provinciales y les tomaron 70 prisioneros y un cañón. Este fué el último combate serio de la campaña. En cuanto a López Jordán, con las tropas que le habían quedado siguió hacia las puntas del río Gualeguay. Perseguido activamente por dos columnas buscó su salvación en el estado Oriental, al que pasó con algo más de 1.000 hombres; de allí siguió a Brasil, donde sus tropas fueron desarmadas. Hasta casi un año después de la muerte del general Urquíza el gobierno nacional no podía considerar vencida la resistencia de López Jordán en Entre Ríos y Comentes. Y sin embargo, sus ejércitos, por la veteranía de la mayor parte de los hombres, el poder de fuego, la excelencia del armamento (Remington y Krupp), dominio de los ríos, recursos, etc., hicieron prever un desenlace mucho más rápido de la campaña,- favorable a ellos, frente a un ejército provincial de tropas colecticias, inferior en todo, menos en movilidad. Fué porque, aparte del entusiasmo de los entrerrianos para proseguir la guerra a pesar de sus derrotas, y su devoción hacia su caudillo y jefe, López Jordán, y su odio inveterado al porteñismo, la organización de las fuerzas nacionales y su dotación no se prestaron para eliminar durante la batalla o después de ella al enemigo que las enfrentaba. En la acción táctica la caballería de López Jordán, superior en número y mejor montada hasta casi finalizar la campaña, no pudo ser realmente vencida y menos aniquilada, en su carácter de masa del adversario, y en la derrota se esfumó sin esperanza de ser alcanzada por las fuerzas nacionales para destruirla. Era necesario un ejército mucho más móvil, con más caballería e infantería montada, provistas de buenos caballos y con ellos de repuesto, con pocos o ningún vehículo (transportes a lomo), para terminar con el enemigo, que, débil para el combate por el fuego, sólo contaba con su rapidez para sorprender, hostilizar y derrotar a la caballería nacional cuando era muy inferior numéricamente, por la carga, y si la tomaba separada de la infantería, ya que nada podía hacer contra ésta y contra la artillería cuando la protegían. De poco valieron las marchas forzadas y concéntricas para encerrar a López Jordán, que escapó fácilmente frente a esas tropas mixtas más lentas y pesadas. Recién después de Naembé y cuando el ejército legal estuvo mucho mejor provisto de caballos, las condiciones cambiaron y las restantes fuerzas enemigas pudieron ser destruidas o arrojadas de la provincia. Indudablemente que, actuando en un teatro en que la población en su casi totalidad era desafecta al gobierno nacional represor, las fuerzas de éste tuvieron dificultades para vivir sobre la región y su alimentación debió hacerse pagando a buen precio el ganado de consumo, lo mismo que el de uso militar, cuando no era evacuado de la zona de operaciones. En cambio, los provinciales los recibían gratis o los tomaban no más, solución sencilla y rápida del problema de los abastecimientos. Como resultado de las últimas operaciones indicadas la provincia quedó totalmente dominada y pacificada por un cierto tiempo — hasta 1873 —, después del cual los entrerrianos, que no se sentían todavía doblegados, volvieron a rodear a su jefe y lo acompañarou en su lucha contra el poder central. Pero a raíz de la campaña 1870 - 71 la provincia, que había sido recorrida por las tropas en todas direcciones con efectivos que oscilaron alrededor de los 30.000 hombres, quedaba ya empobrecida y con sus campos casi desiertos y ARRASADOS.
LAS ORDENES DE SARMIENTO SE CUMPLIAN "BARBAROS LAS IDEAS NO SE MATAN" ACLARANDO QUE SIEMPRE Y CUANDO SEAN LAS DEL SANJUANINO
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