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martes, 30 de noviembre de 2021

Francisco Antonio Candioti (1743-1815)..un Gobernante Federal..... fascinante y poco conocido

Por el Prof. Jbismarck

Nacido en Santa Fe el 25 de agosto de 1743; época de dura lucha para consolidar la situación de la provincia. En ese ambiente tenso por las penurias, sacrificios y perseverancia por la consolidación de la ciudad, nació y fue creciendo; su padre que descubre en el hijo ese temperamento inquieto sin ser enfermizo, no le desagrada porque lo hereda de él: Ya desde los 6 a 7 años, su única preocupación es el caballo que aprende a jinetear perfectamente, deciden enviarlo al Perú a los 9 años de edad, por ser el centro más adelantado de enseñanza. Años después de la muerte de su padre, cuando regresa del Perú en 1762, hecho ya todo un hombre fuerte, de excelente salud, de una constitución a toda prueba y con una cultura más sólida adquirida con sus estudios y la vida social en Perú con parientes y amigos, se hace cargo de inmediato de los comercios y estancias de Santa Fe heredados de su padre; impulsando acertadamente sus negocios con Buenos Aires, las Provincias del Nordoeste, la Banda Oriental, Paraguay, etc. Experto en estos viajes y recordando siempre la importancia del Perú como plaza comercial, donde había observado una gran demanda de ganado caballar y mular como medio de transporte para esas regiones áridas y montañosas, intensifica la cría de mulas y caballos, con el propósito de realizar su sueño dorado. Con este motivo se ha dedicado más a sus estancias trabajando a la par de sus peones, con el afán de hacerse más gaucho; lo que en corto tiempo consigue hasta superar a sus mejores peones; pues se ha hecho buen jinete, domador como el mejor y sumamente diestro en el manejo del lazo y las boleadoras; Se le ve constantemente a caballo hasta en la ciudad. Planea con todo cuidado un viaje al Perú conduciendo un arreo o caravana y un día a fines de mayo de 1764, monta ágilmente en su caballo, bayo cabos negros, pelo de su preferencia y tranquilamente, se dirige a reunirse con sus arrieros que han quedando rondando la tropa compuesta de más de mil mulas chúcaras, otro gran número de cargueras, varias tropillas de caballos seleccionados, entre las que se cuentan las de su silla, numerosos potros, suficiente ganado para la alimentación y gran cantidad de bueyes para el tiro de las carretas, etc. 

Es tal el entusiasmo despertado en él por su primer viaje al Perú, que una vez reorganizado su comercio de la ciudad, un tanto descuidado debido a su ausencia, otorga poderes a personas amigas, para cobrar lo que se le adeuda en todo el territorio del Virreinato.  Año tras año, sigue repitiendo esas hazañas hasta contar más de 17 excursiones hasta el Alto Perú, Lima, Chile, etc. Así continúa con esas caravanas tan numerosas que parecen verdaderos ejércitos en marcha (ruda tarea, en que persiste hasta avanzada edad, en que sus compromisos políticos y sociales, le absorben casi todo el tiempo); en sus estancias, según los hermanos Robertson, Candioti tiene más de 300.000 caballos y mulas y 250.000 vacunos y lanares; considerándolo como el más fuerte ganadero de las Provincias Unidas del Río de la Plata y el primer exportador de ganado en pie. 

Los 10.000 pesos producto de su primer viaje al Perú, que constituyen ya en esa época una fortuna, los emplea conjuntamente con lo que va adquiriendo en los sucesivos viajes, en la adquisición de campos en Santa Fe y especialmente en Entre Ríos, donde llega a poseer más de 300 leguas cuadradas con la población ganadera citada. Bien es cierto, como dice Cervera, que la tierra como el ganado entonces, se adquiría fácilmente; pues era suficiente declarar la extensión de campo que se desea obtener y la cantidad de ganado con que lo va a poblar; y como en la Pampa abundan por millares los yeguarizos y vacunos salvajes, sólo era necesario rodearlos y arreándolos, encajonarlos en una ensenada del campo, en que parando rodeo, se procedía a marcarlos como propios, sin que con ello se defraudara a nadie.

Don Francisco Antonio Candioti, hombre de gran fortuna y fuerte comerciante de Santa Fe, fue siempre de trato afable y acariciador, tanto con el rico como con el pobre, no haciendo diferencia alguna entre uno y otro; era generoso y magnánimo, siempre dispuesto a la ayuda sobre todo del estudiante pobre para continuar sus estudios Universitarios; daba amplias garantías a algunos empleados y otras personas que merecían su confianza.  Era miembro de varias Hermandades y con tal motivo el año 1807, destinó la suma de 200 pesos fuertes anuales, como padrino, para la construcción de las iglesias de Paraná y la de Santo Domingo de Santa Fe y como tradicional recuerdo, dice Cervera: "fue gran benefactor de su pueblo y amante de su terruño, que defendió a todo trance para mantener su autonomía dentro de un cabal federalismo”.

A la erección del Virreinato del Río de la Plata en 1776, siguen otras creaciones, como el Reglamento de Libre Comercio de 1778, que posibilita en el año 1794 la instalación del Real Consulado de Buenos Aires. Éste reúne un doble aspecto, como tribunal del fuero mercantil y de cuerpo colegiado destinado a fomentar las artes, la agricultura, la industria y el comercio del Plata. En él hará sus primeras armas un abogado llamado Manuel Belgrano.  Diputado del Comercio por Santa Fe será designado por dos años Francisco Antonio Candioti, con uso de armas en la ciudad para su auxilio, pidiéndosele desde Buenos Aires que informara sobre la agricultura, comercio e industria santafesina. Lo llevó a vislumbrar posibles salidas políticas y económicas para la jurisdicción santafesina, tan menoscabada por la disminución de la actividad minera en el Alto Perú, con la menor demanda de mulas. Esta interacción sin duda le permitió estar al tanto de la distribución de los grupos económicos dominantes de la capital y de las ciudades del interior.  La relación de Francisco Antonio Candioti con Manuel Belgrano se mantuvo a lo largo de los años. Producida la revolución de Mayo de 1810, Candioti auxilió con sus bienes a la expedición comandada por Belgrano que marchó hacia el Paraguay.  Le entregó una primera ayuda de doscientos pesos fuertes. Lo acompañó luego hasta sus estancias de Arroyo Hondo y lo auxilió con 1.350 caballos y con todo el ganado vacuno que habría de necesitar el ejército para mantenerse durante el viaje; también con 12 carretas para conducir una partida de yerba del Paraguay y Salto.

Previo a la Revolución, surgieron sospechas en 1809 en torno a su probable conexión desde Santa Fe con el movimiento conspirativo de Martín de Álzaga en Buenos Aires, situación que no pudo ser comprobada. Durante las guerras desatadas a partir de la Revolución su participación política no fue permanente, sin embargo, se requería su presencia para la decisión de asuntos claves de la ciudad.  Hay que destacar que Santa Fe se vio envuelta en el clima de violencia general del Río de la Plata. Desde Buenos Aires se sospechaban alianzas contrarias a la revolución y con los años se incrementó el control sobre los santafesinos. Cuando se estableció la Junta en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810 y se fija desde la elite porteña como prioridad lograr el acatamiento en todo el virreinato, el cabildo santafesino tomó conocimiento de la obligación de nombrar un diputado para la Junta. Candioti fue considerado como uno de los candidatos que pudiera garantizar ‘seguridad, tranquilidad y felicidad general’ aunque finalmente la votación recayó sobre Juan Francisco Tarragona. En octubre de ese año Santa Fe adhirió de forma activa a la causa revolucionaria y nombró a Pedro Aldao, sobrino de Candioti, como diputado para recibir a Belgrano destinado como jefe de expediciones a la banda oriental del río Paraná y demostrar el patriotismo del vecindario”, describió. A fin de ese año fue convocado como sargento mayor de milicias urbanas de la ciudad para conformar la Junta de Guerra para mayor servicio al gobierno. Fue propuesto en 1811 como alternativa local al gobernador militar porteño designado luego de la instalación del Primer Triunvirato en un ambiente de tendencias antirrevolucionarias en Santa Fe. Luego de estos en varias oportunidades más Candioti fue señalado como el hombre idóneo para asumir las responsabilidades que la coyuntura exigía para definir y defender la posición de la ciudad.

En 1813 recibe una carta de Belgrano, desde la Quebrada de Humahuaca, que lo torna desalentado y la entrega para que la lean; dice así: “ Mi amigo: no conseguí victoria en Vilcapugio, un contraste, sí, que aunque no destruidor, todavía me dejó capaz de una otra acción, en fin, que fue en las Pampas de Ayohuma; el contraste ha sido terrible y necesitamos mucho para reponernos. Por fortuna los pueblos han tomado con empeño rehacer el ejército y veo el mayor anhelo para la salvación de la Patria. Necesito caballos y mulas mansas en cantidad de cuatro a seis mil, por mitad unos y otros; si Vd. quiere entrar en ese contrato con el Ejército y conducirlos al punto que sea necesario, a saber: Tucumán, Salta o Jujuy, no sólo hará Vd. un gran servicio a la Patria, sino a mí también, advirtiéndole que los satisfaré a los precios corrientes. Espero que Vd. haga todo esfuerzo y tome con empeño que consiga este auxilio, seguro de mi agradecimiento; acaso Vd. no pueda solo y en tal caso propóngale a otros, en la inteligencia de que la paga será efectiva y pronta. Quiera Vd. volver las expresiones a su digna familia y amigos y mandar francamente a su servidor. Manuel Belgrano. Humahuaca 15 de diciembre de 1813.— La actitud de Candioti es como siempre espontánea, resuelve inmediatamente se reúnan los animales y dinero que se les pide; siendo también en este caso, el mayor contribuyente.  Así, en los primeros días de febrero entra en la ciudad de Tucumán al frente de su arreo, el caballero anciano con más de 70 años.  Su amigo Belgrano se encuentra en la ciudad; pero tristemente comprueba, que no como General en Jefe del Ejército del Norte, sino como simple subalterno y procesado por su Gobierno. Candioti que ha recorrido más de 200 leguas, se enfrenta al cuadro más desolador:  la tristeza de un hombre sin tachas, que quieren humillar y a quien debieran guardar suma gratitud. El efecto producido en el anciano amigo por este hecho, fue desastroso; ni siquiera entra en Santa Fe a su regreso, pasa de largo a su estancia de Arroyo Hondo donde se recluye desengañado y sin querer hablar con nadie.  Esta enorme decepción y la vejez, lo torna triste y nada comunicativo; dedicado a sus tareas de campo y aparejando siempre sus tropillas de caballos bayos cabos negros, que son su debilidad y orgullo de buen gaucho.                                                                          No quiere asistir al derrocamiento del Gobernador Montes de Oca de funesta actuación para Santa Fe; quien fue reemplazado por el Coronel Alvarez Thomas, bajo la protesta silenciosa del pueblo santafesino, porque en lugar de nombrar al Gobernador que hace años reclaman, después de soportar un español y varios porteños, todavía le nombran un peruano.  Si la actuación de Candioti fue buena o mala, no se puede aseverar; su política consistió en tratar de conseguir la armonía y la autonomía de Santa Fe; pero a raíz de órdenes emanadas de Buenos Aires de organizar una fuerza para luchar contra el caudillo Hereñú de Entre Ríos, los santafesinos le niegan su apoyo; pues el poderío de Artigas se extiende rápidamente hacia el litoral y Candioti que es amigo de Artigas, que no interviene en los asuntos de Santa Fe, sostiene que esa política puede ser de graves consecuencias y trata de prevenirlas negándose a toda colaboración con Alvarez Thomas.

A su vez, el centralismo porteño incide en el cercenamiento del control que los santafesinos ejercen sobre su jurisdicción y que hará crisis a partir de 1812, cuando tal accionar se traduce en la desprotección de las fronteras, lo que permite el avance indígena; a lo que se suma la desprotección militar, ya que Santa Fe colabora con hombres y armas en las campañas independentistas; y el elevado costo de los impuestos que Buenos Aires exige.   Este ahogo económico obliga a los estamentos santafesinos a buscar apertura con Artigas, que le ofrece soluciones de mayor plasticidad en el orden económico y seguridad de poder efectivo sobre su autonomía.  La incorporación de Santa Fe a la Liga Federal provoca la reacción de Buenos Aires, que somete a la provincia a sucesivas invasiones que deterioran aún más su situación.  José Luis Busaniche, en “Santa Fe y el Uruguay”, relata que en marzo de 1815 llegaba a Santa Fe la primera fuerza artiguista, y el gobernador Eustaquio Díaz Vélez se entregaba sin combatir, siendo embarcado para Buenos Aires junto a oficiales y soldados allegados.

El 2 de abril de 1815 eligió el Ilustre Cabildo a D. Francisco Antonio Candioti, Gobernador de Santa Fé, y El día 13 de abril llegó a esta ciudad el General D. José Artigas con una escolta de veinticinco hombres.  José Rafael López Rosas, en “El Pronunciamiento Federal de Santa Fe”, referencia un acta firmada por Francisco Antonio Candioti, los miembros del Cabildo, los de la Junta Representativa y el diputado de la Villa del Rosario don Tiburcio Benegas, los que reunidos el 17 de mayo de 1815 resuelven, en atención a las distintas solicitudes presentadas por el representante sureño, dictar diversas medidas de gobierno en pro del adelantamiento de la Villa. Así disponen que se establezca una escuela de primeras letras “costeada con los derechos del nuevo impuesto para propietarios establecidos…”. 

 El flamante Gobernador enarbola en el Cabildo la bandera de la libertad de Artigas, que es la argentina de Belgrano, cruzada en diagonal por una franja roja, de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo.  El Gobernador que tanto había anhelado el pueblo, lleno de achaqües por su edad y enfermo, pero lo que más lo preocupa y teme, es una reacción de Buenos Aires, sobre todo por la ayuda prestada por el Jefe Oriental; por ello, se decide a organizar fuerzas armadas para la defensa; consiguiendo ésto en parte, al requisar un cargamento de armas al pasar por el puerto de Santa Fe, que conducía su amigo Robertson al Paraguay, por encargo de Francia.  Esta prevención del Gobernador era bien justificada; por cuanto el General Alvear, que sucedió como Director Supremo a Posadas, era considerado allí como arbitrario y pretencioso; Derrotado Alvear, el nuevo Director Coronel Alvarez Thomas, suplente de Rondeau, por enfermedad, rompe su pacto con Artigas y con el pretexto de ayuda solicitada por intermedio de Mariano Vera, para evitar las invasiones de indios, pero con el evidente objeto de cerrar el paso del Paraná a las fuerzas de Artigas, envía tropas a Santa Fe, bajo el título de Ejército de Observación, al mando del Coronel J. J. Viamonte y algunos buques de guerra. 

Artigas convoca a los pueblos de su protectorado con el propósito de deliberar sobre la política a seguir en el futuro. Atento a la convocatoria, el 29 de junio se reúnen en Concepción del Uruguay los diputados de la Banda Oriental, Córdoba, Corrientes, Misiones y Pueblos de Entre Ríos.  Santa Fe envía en carácter de Diputado al Dr. Pascual Diez de Andino.  En las instrucciones otorgadas al Diputado por Santa Fe, se resume el pensamiento federal de la época y las ideas políticas de las provincias litoraleñas: la soberanía de los Estados particulares frente a la soberanía de la Nación.   El 25 de junio de 1815, sintiéndose enfermo, don Francisco Antonio Candioti, se dirige al Cabildo y a la Junta Representativa en los siguientes términos: “El Gobernador de la Plaza se halla bastante enfermo y no puede ya fijarse en las atenciones que demanda el gobierno; por esto, lo pone en manos de V.S. para que ínterin se restablece lo encarguen a la persona que corresponda; sin que este sea motivo de tropiezo, pues ruego a V.S. la buena armonía y concordia que exigen las circunstancias presentes”.

El 27 de junio, el pueblo de Santa Fe es sorprendido por la noticia de que su patriarca y Gobernador acaba de delegar el mando, en el Alcalde de Primer Voto, Don Pedro Tom ás de Larrechea, porque se encuentra muy enfermo. El vecindario que cree que el Alcalde simpatiza con el Gobierno de Buenos Aires, se niega a obedecerle como Gobernador aunque sea interino y se reúne en la plaza gritando "que si Candioti está enfermo, que gobierne desde la cama”.   Es tan resuelta la actitud del pueblo, que el Cabildo rechaza la renuncia del Príncipe de los Gauchos; Cuando el Director avisó a Candioti del envío de tropas que iba a hacer a Santa Fe, éste contestó en términos enérgicos oponiéndose a esa medida cuyos resultados podían ser funestos, de los que él no podía responder. El 27 de agosto de 1815, el pueblo entero de Santa Fe se aglomera frente a la casa de Candioti, al conocerse la noticia de la muerte del Príncipe de los Gauchos. Al día siguiente el pueblo entero llorando esa pérdida irreparable para Santa Fe conduce su ataúd hasta la iglesia de Santo Domingo; mientras que las tropas invasoras de Viamonte, que si el patriarca hubiera tenido energías habría luchado contra ellas, antes de avasallar la autonomía de su provincia, le rinden los honores correspondientes a Gobernador. 

Al dar su poder para testar a su legítima esposa, doña Juana Ramona de Larramendi, pide ser sepultado en la Iglesia de Santo Domingo y amortajado con el hábito de la Orden. Finalmente, instituye como legítimas, únicas y universales herederas a sus hijas María de los Dolores y Petrona Ramona.  María de los Dolores se casó con don Antonio Crespo (1818) y Petrona Ramona se casó con Urbano de Iriondo (1827).  Antonio Crespo fue gobernador de Entre Ríos, y Urbano de Iriondo, padre y abuelo a su vez de dos gobernadores santafesinos: Simón de Iriondo y Manuel María de Iriondo.

No menciona la vasta descendencia de hijos tenidos fuera del matrimonio, aunque pudiera ser que diera instrucciones respecto de ellos. Robertson afirma que comió con Candioti y con cuatro hijos que presentó como tales al inglés; y le dio cartas para otros dos hijos que le cuidaban sus estancias en “el Entre Ríos”. Candioti tenía, a más de los hijos naturales, un hijo de su primer matrimonio.

Un recorrido vital plagado de peripecias le permitieron conquistar ese lugar como uno de los hombres más conocidos de la historia santafesina virreinal e independentista. Un liderazgo que forjó en base a su habilidad para los negocios y el cultivo de las relaciones interpersonales, que extendieron su fama hasta Chile, Asunción, el Atlántico y el Perú. Que inclusive le granjeó el respeto de próceres como Manuel Belgrano y José Gervasio de Artigas. Además del apelativo de “Príncipe de los Gauchos”, impuesto por el viajero inglés John Parish Robertson en sus escritos. Aunque como bien lo aclaró José Luis Busaniche, no un gaucho, sino “un criollo principesco” que despertaba admiración, no sólo por su apostura, sino por las relevantes condiciones personales y morales que lo adornaban, por ser extremadamente generoso y cordial con sus hombres y modesto a pesar de su inmensa riqueza.   

El General Juan José Viamonte, al mando del Ejército de Observación arribado a la ciudad el día 25, enviado desde Buenos Aires por Álvarez Thomas para vigilar a Artigas y someter a Santa Fe, le rindió con sus tropas “todos los honores militares”; El pueblo en masa concurrió a dar el último adiós a su primer Gobernador Independiente.  El entonces Teniente Estanislao López en combinación con Mariano Vera y las fuerzas auxiliares de Artigas, comandadas por José Francisco Rodríguez, harán capitular al General Viamonte el 31 de marzo de 1816.

Bibliografía

Busaniche  José Luis “Historia Argentina”

Candioti Agustín “Francisco Antonio Candioti y Zeballos”

Cervera Manuel “Historia de la Ciudad y provincia de Santa Fé”

Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino

Milano Adriana “Candioti Un liderazgo local entre el virreinato y la revolución (Santa Fe, 1743-1815)

Montenegro de Arévalo Liliana “Candioti primer Gobernador Autónomo de Santa Fé”

 


Ernesto Palacio (1900-1979)

 Por el Prof. Jbismarck

Nació en 1900 en la provincia de Buenos Aires, en el seno de una acomodada familia. Se recibió en 1926 en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y ejerció la docencia de geografía e historia antigua y argen tina en distintos institutos de enseñanza secundaria hasta comienzos de la década del 40. En la función estatal fue ministro de Gobierno e Instrucción Pública en la intervención nacional a la provincia de San Juan (1930-31), diputado nacional por la Capital Federal (1946-52) y presidente de la Comisión Nacional de Cultura (1946-47).  Anarquista en su juventud universitaria y partidario de la reforma del 18, luego se vinculó a las vanguardias literarias y en 1924 se contó entre los fundadores de la revista Martin Fierro. Más tarde su pensamiento político se transformó, en nacionalista.  Prestó colaboraciones como periodista en el diario La .Nación y en las revistas El Hogar, Caras y Caretas y Criterio, y se destacó particularmente su papel como jefe de redacción de La Nueva República, dirigida por Rodolfo Irazusta. Esta publicación fue de gran trascendencia ya que logró nuclear y darle 'expresión a un grupo de nacionalistas de elite que adquirió una fuerza insospechada como oposición a la segunda presidencia de Yrigoyen. De carácter más tradicionalista que nacionalista, la revista hacía una clara defensa del hispanismo, el elitismo, el catolicismo y una furibunda crítica a la democracia y el liberalismo y entre sus colaboradores se encontraban conservadores, católicos, maurrasianos, filofascistas, etc. En ese contexto, Palacios fue una de las plumas más brillantes del grupo, dando cuenta de su preocupación en torno a la defensa del orden y las jerarquías, la religión católica y el espíritu clásico, en oposición a la Revolución Francesa.  Distinguido miembro de la corriente historiográfica revisionista, fue miembro de la Comisión Directiva de la Revista del instituto de Estudios Históricos "Juan Manuel de Rosas".  A diferencia de los hermanos Irazusta, terminó vinculándose con el peronismo, por el cual fue electo representante legislativo.Otros libros del autor son La inspiración y la gracia (1928), Catilina. La revolución contra la plutocracia en Roma (1935), El espíritu y la letra. La historia falsificada (1939), Teoría del Estado (1940), entre otros. Murió en 1979.   

Su Historia de la Argentina 1515-1943, publicada por primera vez en 1954, tuvo una repercusión muy amplia convirtiéndose en uno de los grandes best-sellers de la historiografía nacional. Sin miedo a la controversia y con características polémicas (aunque notablemente más moderada que otros trabajos anteriores), en esta obra Palacio intenta discutir con buena parte de la historiografía liberal previa, particularmente con Vicente Fidel López. Por un lado, busca demostrar que no existió en la Revolución de Mayo una división entre un partido de criollos y otro de españoles y, por otro lado, da cuenta de las resistencias de los pueblos del interior, justificándolos frente a una Buenos Aíres que confundía frecuentemente el ánimo independentista con la imposición centralista. Subraya el papel jugado por Inglaterra sin caer en una denuncia moral así como destaca la importancia de la invasión portuguesa y el conflicto con la Banda Oriental. Llama la atención la defensa y recuperación de Mariano Moreno (mientras que rechaza la figura de Rívadavia), frente a su ferviente desdén por todo lo que fuera vínculable con el jacobinismo.  La verdad es que en ese momento de precipitación de los sucesos, aquí se estaba a obscuras, dependiendo de las gacetas y comunicaciones que llegaban con dos meses de atraso, cuando había cambiado ya todo. En este rincón remoto del mundo —tan remoto como no pueden ni siquiera imaginario los contemporáneos del telégrafo y el avión— se especulaba sobre realidades muertas y se vivía de cavilaciones y conjeturas sobre datos fhsuficientes: situación propicia a la fabricación de fantasmas. Todo ello, reflejado en un ambiente aldeano, explica las reacciones excesivas, las desconfianzas, los temores, la singular zozobra que caracterizó a estos años. No es exacto que se tratara de una división entre criollos y españoles nativos, pues había criollos entre los enemigos de Liniers, y españoles entre sus partidarios. Esa división, que originaba pleitos locales por los asientos de los cabildos, no tenía categoría suficiente para convertirse en bandera, en momentos en que la idea de la nacionalidad se hallaba en germen todavía. No es exacto tampoco que estuviera en juego la mayor o menor fidelidad al rey legítimo, pues este sentimiento lo compartían, en diversas graduaciones personales, los dos bandos. Ni era mucho menos cuestión de puja ideológica entre liberales y absolutistas, como también se ha dicho. El pensamiento dominante en ambos sectores (entre los que pensaban) era el progresismo reformista dentro del programa de la 'ilustración', con diversos matices . de acentuación regalista o masónica, que se compadecía ; bien con el absolutismo siempre que estuviera unido a las luces. La influencia sobre unos pocos del pensamiento revolucionario apenas si pesaba entre el conjunto. Mucho menos todavía influía ia cuestión del gobierno propio. Ni uno ni otro bando, como tales, pujaban por la emancipación con respecto a España, en la que pensaban eventualmente los dos.  La divergencia entre los partidos se fundaba en razones circunstanciales, de personas, de temperamentos y de intereses. Había cuestiones que resolver y Liniers no las resolvía. Había que obrar y Liniers esperaba. Había guerra contra Francia y Liniers era francés. Pero Liniers estaba en el gobierno; era el Virrey. Era además el héroe a quien el pueblo había adamado y redamado. Y después de todo —aquí en este extremo del mundo lejos de toda información—, ¿quién sabía lo que estaría ocurriendo en Europa?"  Resulta sintomático que la 'caducidad del Virrey fuera provocada por el joven letrado de 'los hacendados", que había acompañado a Alzaga el 1 de enero de 1809. Esto demuestra una continuidad revolucionaria, que entronca con los sucesos de ese año en Chuquisaca y La Paz, Moreno había estudiado en Chuquisaca, tenía allí a sus amigos y no olvidaba la sangrienta represión de la que Cisneros era el principal responsable."

El Congreso de tucumán había en efecto declarado la independencia de las Provincias Unidas de ía América del Sud con respecto a 'la dominación de los reyes de España'. Daba con ello estado legal a una situación de hecho ya existente, que respondía al anhelo general de los pueblos. El acto muestra el cambio de espíritu provocado por la restauración española en el énfasis con que se habla de América y lo americano, por oposición a lo europeo. El tema, ya insinuado en Moreno y Monteagudo, pero hasta entonces minoritario, se hace general. La guerra empezada como simple discordia civil se convierte en continental americana contra las armas opresoras del Rey, iniciándose a.sí la hispanofobia que alcanzaría su cénit con la generación romántica, cuyos prohombres (Echeverría nacido en 1805, Alberdi en 1810, Sarmiento en 1811) en esos momentos deletreaban el alfabeto y respiran ese ambiente en sus casas. Se maldice con encono al 'godo' y al 'chapetón'. Lo cual deriva en idealización del elemento indígena, cuya tradición se invoca (tesis ele guerra, falsa pero estimulante) y tendrá manifestaciones tan curiosas como el proyecto de monarquía incásica.  Si bien mera expresión de voluntad, sin efectos materiales, la declaración asumía una enorme importancia moral, decisiva para tonificar los ánimos y prepararlos para el esfuerzo supremo. San Martín la juzgaba indispensable para el éxito de la expedición a Chile; quería cruzar los Andes y vencer como soldado de una nación libre.

Dos grandes Caudillos: Garay y Hernandarias

 Por el Prof. Jbismarck

Entre 1573 y 1588 fueron surgiendo las nuevas poblaciones cómo signo de madurez creadora a que había llegado la gobernación de Asunción. a) Santa Fe El 3 de abril de 1573 recibía Juan de Garay poderes del teniente de gobernador Martín Suárez de Toledo para fundar ciudad bajando el Paraná. Partió de Asunción dispuesto a abrir puertas a la tierra, en compañía de nueve españoles y ochenta mancebos. Fundó de esta suerte Garay el domingo 15 de noviembre de 1573, a orillas, del Quiloazas, en Cayastá, la ciudad que llamó de Santa Fe.  Empezó a llamarse Santa Fe de la Vera Cruz en su nuevo emplazamiento, a mediados del siguiente siglo. En 1580 fue Santa Fe teatro de una revolución con afán autonomista llamada de los Siete Jefes o de los mancebos fundadores, ahogada en sangre. No quedó fija en el mismo sitio la población. Debió buscarse a mediados del siguiente siglo su actual emplazamiento a casi ochenta kilómetros por el sur. Luego Garay fundará La ciudad de la Santísima Trinidad (Buenos Aires) A principios de 1575 entraba en Asunción el tercer adelantado del Río de la Plata, Juan Ortiz de Zarate, que ' gobernaría la provincia escasamente un año. Al morir Zárate, el 26 de enero de 1576, dejaba como su primer albacea testamentario a Juan de Garay, quien debió trasladarse a Charcas para concertar el matrimonio de doña Juana de Zárate, hija y heredera del tercer Adelantado, con el licenciado Juan Torres de Vera y Aragón, que pasó a ser con este hecho el cuarto adelantado del Río de la Plata. El 9 de abril de 1578, Vera y Aragón otorgaba poder a Garay "para que, en nombre suyo y de Su Majestad —expresaba Garay—, yo gobierne estas provincias, y haga de ellas las poblaciones que me pareciere ser conveniente, para ensalzamiento de nuestra fe católica y para aumento de la real corona". Con tal titulo y encargo fundó Garay la Ciudad de la Santísima Trinidad en el puerto de Santa María de Buenos Aires, sólo "diez eran españoles, y los demás nacidos en esta tierra".El actá de fundación está fechada en sábado 11 de junio de 1580 con el encabezamiento de estilo: "En el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres Personas y un solo Dios verdadero, que vive y reina por siempre jamá.s amén; y de la gloriosísima Virgen Santa María su Madre, y de todos los santos y santas de la Corte del Cielo, yo Juan de Caray..,, estando en esté puerto de Santa María de Buenos Aires..., hago y fundo en el dicho asiento y puerto una ciudad..., y mando que se intitule la ciudad de la Trinidad." El 20 de octubre salió por suerte elegido patrono San Martín de Tours.  A "que se le agregó también Nuestra Señora de" las Nieves. Señaláronse, en fin, las armas y el blasón de la ciudad: un águila coronada, "con cuatro hijos debajo", y una cruz en rojo. Así lo determinó Garay, "por haber venido —dijo— a este puerto con el propósito firme de ensalzar la santa fe católica y servir a la corona real de Castilla y León".

 Posteriormente tendría la ciudad estandarte propio con "la imagen de Nuestra Señora y Madre de Dios la Virgen Santa María y en otro lado las insignias y armas reales del Rey nuestro Señor".'  En los primeros meses de 1583 acababa trágicamente su jornada el fundador de Buenos Aires. Remontando el Paraná, y habiéndose echado a dormir una noche en la ribera con otros viajeros, él y cuarenta personas más fueron sacrificados por los indios. 

c) Concepción del Bermejo 1585, Alonso de Vera y Aragón, Cara de perro, 1a fundaba a orillas del Bermejo, Alcanzó con los años cierto grado de progreso; pero sucumbió en 1631 a manos de los indios. d) San Juan de Vera de las Siete Corrientes A fines de marzo de 1588 partía de Asunción, río abajo, el adelantado Juan Torres de Vera y Aragón, con dos bergantines, un bajel y 48 balsas. Por tierra hacia lo propio el joven capitán Hernandarias de Saavedra, arreando el ganado para la nueva población. Habíalos precedido Alonso de Vera, el Tupí. El 3 de abril de 1588 surgía la nueva "ciudad de Vera en el sitio que llaman de las Siete Corrientes", con las solemnidades acostumbradas. La tradición recuerda el milagro de la Cruz, levantada a resguardo del fuerte a regular distancia, y que no lograron incendiar los indios, aun cubriéndola con leña que ardió durante veinticuatro horas. Atestigua el hecho una columna de la avenida dé 3 de Abril, cerca de Arazaty, donde aportaron los primeros españoles con Alonso de Vera. La cruz se conserva en la iglesia homónima de la ciudad." 

 Hernandarias de Saavedra Fue el gobernante más ilustre de aquellos años. Joven capitán, figuró en 1588 arreando el ganado, según se dijo, para la fundación de Corrientes. Sus méritos le granjearon el nombramiento de teniente general de la provincia, que le otorgó el Cabildo secular de Asunción el 13 de julio de 1592, cuando sólo treinta años de edad contaba el agraciado. El cual, tras dos gobernantes que lo sucedieron, se recibió nuevamente del gobierno en 1598, también por nombramiento del Cabildo de Asunción y confirmación del virrey Velasco. Esto fue hasta el 5 de enero de 1599, en que aportó el nuevo gobernante enviado de España. La tercera vez que asumió Hernandarias el gobierno fue por real cédula de Valladolid  Y, en fin, una vez más le entregaba Felipe III igual cargo por real cédula de San Lorenzo del Escorial de 7 de setiembre de 1614. Con lo que se demostró el indeclinable crédito que su valer le tenía granjeado ante la Corte. Hernandarias fue el prototipo del gobernante probo, insobornable y desinteresado. Si tuvo muchos enemigos, fue precisamente por su rectitud. También por ser criollo. Publicó un conjunto de ordenanzas, modelos del género para el gobierno, adoctrinación y buen trato de los naturales. Suya fue la iniciativa de las reducciones en nuestro suelo, así de los franciscanos como de los jesuítas, a las que brindó incondicional apoyo. Fidelísimo súbdito de Su Majestad, combatió decididamente el contrabando, aun a trueque de verse odiado de cuantos medraban con el comercio clandestino.

 Por marzo de 1618 el obispo del Tucumán don Julián de Cortázar, "Hallé por gobernador de este puerto y provincia del Paraguay a Hernandarias de Saavedra, caballero muy principal, muy fiel ministro de Su Majestad, y recto en grande manera (que por serlo tanto, y ejecutar con tal rectitud las ordenanzas que Su majestad tiene en este puerto, no está tan bien recibido, ni tan acepto por los mercaderes. Gozó por todo ello de la entera confianza del Soberano y de la gente de bien hasta su fallecimiento, ocurrido en Santa Fe en1631

El Revisionismo y el "primer peronismo" 1945-1955

Por  Alejandro Cattaruzza

“Era en Octubre, y parecía Mayo!”(1945-1955)   La irrupción del peronismo provocó un reordenamiento de gran profundidad en los ambientes político-culturales argentinos. Los partidos sufrieron casi en su totalidad, entre 1945 y 1947, y aún después, un proceso de quiebre alrededor de la cuestión del apoyo o la resistencia al nuevo fenómeno: es un dato conocido el de los dirigentes conservadores, socialistas, comunistas, radicales, nacionalistas que adhirieron al peronismo, así como el de aquellos que se constituyeron en opositores firmas. Entre los intelectuales, al menos entre aquellos que luego gozarían de mayor prestigio, las dificultades del peronismo para conseguir adhesiones han sido señaladas en muchas ocasiones; sin embargo, también ellos se dividieron por aquellos años. Instalado en el cruce de la historiografía, la política y la cultura, el revisionismo no escapó al impacto de la nueva situación. El Instituto Rosas se vio sacudido, hacia 1950, por un conflicto interno que acabó con el alejamiento de Julio lrazusta, quien mucho tiempo después explicará el disenso en términos de hombres afectos al gobierno enfrenados con los opositores. El análisis de las relaciones entre el primer peronismo y el revisionismo, y el de la más amplia cuestión de las imágenes peronistas del pasado reclama, dado el estado de la investigación, volver a poner en claro el conjunto de preguntas que desean responderse. Si se trata de saber si existieron revisionistas que apoyaron al peronismo de mediados de los años cuarenta, o peronistas que adoptaran la lectura revisionista sobre el pasado nacional, está fuera de toda duda que la respuesta es afirmativa. 

Entre otras circunstancias, Quattrocchi ha destacado el caso de un grupo de diputados encabezados por John W Cooke, que era de todas maneras era minoritario. Ernesto Palacio, a su vez, fue diputado oficialista, al igual que Joaquín Díaz de Vivar, revisionista aunque proveniente del radicalismo oficial. Vicente Sierra también se sumó también al peronismo. Pero existieron, simultáneamente, revisionistas que se instalaron en la oposición, como Julio Irazusta, y debe además tenerse en cuenta que otros historiadores, como José Torre Revelo –miembro de la “nueva escuela” desde los primeros tiempos-, Ricardo Piccirilli – académico desde 1945-, o Leoncio Gianello –académico desde 1949- se aproximaron al nuevo movimiento y fueron funcionarios en distintas áreas. Gianello expresaría opiniones elogiosas hacia la política educativa del gobierno peronista en su estudio sobre la enseñanza de la disciplina en el país, y Torre Revello, en 1951, fue nombrado presidente de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos. El propio Ricardo Levene, se ha sugerido, tuvo una relación apacible con el peronismo, al menos hasta 1952, cuando se sancionaron los decretos que reglamentaron la ley de reorganización de las Academias. Un caso difícil de encuadrar si se utilizan los modelos tradicionales es el de Diego Luis Molinari: hombre principal de la “nueva escuela”, que miraba con simpatía al federalismo, yrigoyenista y luego peronista . La universidad, donde se había producido cesantías y renuncias en los primeros años del peronismo, no fue el escenario de un masivo desembarco revisionista en las áreas dedicadas a los estudios históricos. Una mirada a otras instituciones que, ya en las décadas anteriores, se dedicaban a actividades relacionadas con la historia, sugiere una marcada continuidad entre una y otra etapa. El Museo Mitre, por ejemplo, recibía un subsidio especial en 1948 y ese mismo año ponía en marcha su revista; el Instituto Rosas no se benefició con tales atenciones. En 1951, el Senador nacional Juan de Lázaro, peronista, con trayectoria en la estructura de la historia universitaria desde fines de los años treinta, lograba en un discurso pronunciado en el Museo asociar a Mitre con su movimiento: “el espíritu de Mitre”, decía, “sobrevive porque encarnó ideales argentinos que son eternos”, para agregar luego que “el secreto de su genio” está “en su alma encendida de fe, poseída de la creencia en el dogma de la victoria última de la justicia [...], de la justicia social como síntesis de la libertad, la verdad y la belleza”. Antonio Castro, subsecretario peronista de Cultura, presidente de la Comisión Nacional de Cultura, exdirector del Museo del Palacio San José y luego del Museo Histórico Sarmiento, destacaba en un folleto oficial de distribución gratuita fechado en 1954 que Urquiza y Sarmiento, dos “paladines argentinos” , se habían reencontrado en ocasión del “glorioso aniversario de la batalla de Caseros”. En octubre de 1947, el Poder Ejecutivo lo había designado miembro de la comisión encargada de los trabajos preparatorioas para erigir un monumento a Sarmiento en San Juan. La publicación de aquel folleto se instalaba, explícitamente, en la senda que el Segundo Plan Quinquenal indicaba en su apartado Cultura Histórica, que promovía “la divulgacióny difusión de las obras de carácter histórico que concurran a consolidar la unidad espiritual del pueblo argentino”  Los revisionistas que pasaron a apoyar al peronismo se hallaron, de este modo, con que buena parte de la dirigencia y de los funcionarios del movimiento se inscribía en otra tradición. No sólo lo hacía el senador de Lázaro, historiador, o Castro, director de museos, sino que Miguel Tanco, radical yrigoyenista jujeño, ajeno a cualquier forma de actividad hsitoriográfica había declarado en la campaña electoral de 1946 que, siendo “liberal e individualista”, no podía compartir la “sórdida desconfianza” que ante el capital extranjero manifestaban “los xenófobos, que sueñan con el retorno a la vuelta de Obligado y con las chuzas de tacuara”. Es posible, entonces, retornar a la cuestión del lugar que la reivindicación de Rosas tenía en el conjunto de principios “doctrinarios”, en la acción estatal, e incluso en el imaginario peronista. A pesar de la prédica de parte de la oposición, en especial del Partido Socialista, que insistía en hacer de Perón un Rosas actualizado a través de libros y caricaturas.  El caso de los nombres impuestos a los ferrocarriles nacionalizados es uno de ellos: el gobierno decide lo que a ojos revisionistas debe haber resultado casi una provocación. Los nombres más destacados de la tradición llamada liberal era ubicados junto a los del “padre de la Patria” y Belgrano, un indiscutido. En los manuales escolares no se detecta, a su vez, indicio alguno de inclinación al rosismo; la referencia es en cambio siempre sanmartiniana. Es probable que el propio Ernesto Palacio advirtiera la situación, ya que en 1954 publicaba un manual para escuela secundaria, poco después de presentar su Historia de la Argentina, la primera versión orgánica del proceso histórico argentino desde la llegada de los españoles. Tampoco la imagen del trabajador, en la propaganda peronista, apeló al repertorio revisionista, aunque se permitía referencias gauchescas y hasta evocaciones de los conquistadores. La “declaración de la independencia económica” en Tucumán y la celebración el Año del Libertador se alinean también en el mismo sentido, así como la que al parecer fue una definición tajante de Evita ante Eduardo Colom, en ocasión de una campaña rosista impulsada por su diario La Época: “seamos todos peronistas; estén todos unidos, pero no traigan cosas viejas”. A Leopoldo Marechal, por su parte, “Octubre” le parecía “Mayo”: en un poema que comenzaba, precisamente, con una evocación del “pueblo de Mayo”, que “ganara un día su libertad al filo del acero”, el antiguo vanguardista devenido peronista encontraba una continuidad entre aquellas multitudes y las de las jornadas de 1945. En lo que hace al revisionismo, el otro extremo de esta relación, ha señalado Julio Stortini luego de un examen de la Revista y el Boletín: “en el caso de haber habido una peronización del Instituto ésta no se reflejó en sus publicaciones”.  El cuadro indica, así, que el rosismo no formaba parte del conjunto de posiciones oficiales compartidas por el peronismo, proclive en cambio a instalarse en una tradición más clásica, y que la adhesión del revisionismo al peronismo fue parcial y distante; simultáneamente, el peronismo albergó a historiadores que provenían de grupos diversos. Parece entonces excesiva la opinión que hace del primer peronismo el “domicilio” del revisionismo, así como la que sostiene que el revisionismo “termina por teñirse de peronismo”, al menos hasta 1955. Es que aquí, como en muchas otras áreas, el primer peronismo se permitía admitir la colaboración de individuos que exhibían distintos perfiles ideológicos, y trayectorias previas que los vinculaban a múltiples circuitos intelectuales, mientras fuera claro el apoyo a la gestión presidencial; en este sentido, lo que importaba era el presente. Palacio no había sido diputado en virtud de su revisionismo, ni Juan de Lázaro había ocupado su banca de senador gracias a su mitrismo. Rodolfo Puiggrós, antiguo miembro del Partido Comunista sumado a quienes respaldaban al gobierno sin resignar su condición de marxista, por ejemplo, expresaba esa actitud en el prólogo a la segunda edición de Rosas el Pequeño, aparecida en 1953. Allí, el autor plantea dos líneas de crítica a quienes califica de “rosistas militantes": “1.Su creencia en que los gérmenes de un capitalismo nacional en la esfera rural [...] pudieran ser los orígenes de un desarrollo autónomo del capitalismo argentino prescindiendo del mercado mundial, de la existencia del imperialismo y del progreso alcanzado por las naciones más adelantadas de la época. Esta es pura utopía [...].2.- Su desconocimiento del doble papel que el imperialismo cumple a pesar de sí mismo: si por una parte oprime, deforma y exprime a los países poco desarrollados [...] por la otra se va en la necesidad de trasplantar su técnica, incorporar sus capitales, crear clase obrera, estimular el capitalismo nacional, gestar los elementos opositores que conducen a la liberación económica de los pueblos explotados por los monopolios. Estas fuerzas [...] se desenvolvieron progresivamente desde la caída de Rosas hasta nuestra época de revolución nacional emancipadora, y son los pilares de esta revolución.” Luego de señalar estas áreas de discusión con el revisionismo -que por otra parte no son secundarias, y que en la obra se despliegan sobre los planteos de Scalabrini Ortiz, Ibarguren e lrazusta, entre otros autores-, Puiggrós hará explícita aquella actitud que privilegiaba, en el ejercicio de reconocer aliados, la adhesión al gobierno antes que la coincidencia en las interpretaciones del pasado: “Estas divergencias [...] no impiden que afirmemos nuestra solidaridad con los admiradores -al igual que con los detractores- de Juan Manuel de Rosas que asumen hoy una actitud clara y consecuentemente antiimperialista Somos sus amigos y sus aliados en la revolución nacional emancipadora, del mismo modo que nos sentimos totalmente en contra de aquellos antirrosistas que [...] forman en las filas de la contrarrevolución [...] ”. El criterio estrictamente político era el que se imponía 

viernes, 26 de noviembre de 2021

RAÚLSCALABRINI ORTIZ: REVISIONISMO Y LIBERACIÓN NACIONAL

 Por Arturo Jauretche

Raúl Scalabrini Ortiz (1898-1959), porque su figura y su obra, asumen características particulares. La intención de Scalabrini no fue nunca asumir el revisionismo como mera actitud historiográfica de impugnación académica. Su revisionismo fue un arma de combate, una herramienta de lucha para la liberación de su patria y la redención de su pueblo. Dotado de una exquisita sensibilidad literaria, había llegado a ser en los años anteriores al 30, colaborador de La Nación. Pero producida la caída de Yrigoyen, adhiere al radicalismo en su versión más popular y nacional: el yrigoyenismo. Deja entonces de frecuentar los cenáculos literarios de la "intelligentzia" oficial y comienza una lucha desigual y quijotesca, denunciando toda la trama de la política británica en el Río de la Plata. Poco después de crearse FORJA en 1935, Scalabrini se convertirá en uno de sus principales animadores intelectuales. Profundiza el estudio de la historia nacional y su correlación con los procesos históricos que ha vivido el país. Se vuelca fervoroso al periodismo de combate y del 15 de noviembre al 25 de diciembre en 1939, dirige Reconquista. Pocas veces en la historia del periodismo argentino, un diario que vivió sólo 40 días dejó una huella tan honda. Es que en él aparecieron, desgranados por su pluma, los artículos que luego serían la base de sus dos libros fundamentales: Política británica en el Río de la Plata e Historia de los Ferrocarriles Argentinos. 

 Los intereses imperialistas y sus servidores nativos se sintieron tocados a fondo y utilizaron toda su artillería de recursos para quebralo, sobornarlo o silenciarlo. No lo consiguieron.  Pero lo castigaron sin piedad (ningún golpe bajo fue escatimado para aplicarle a quien, en su juventud, había sido campeón amateur de box). Cuando todo parecía perdido, el arsenal ideológico formado por Scalabrini y el puñado de hombres de FORJA, fue recogido por algunos de los militares que hicieron la revolución de 1943. A partir de octubre de 1945 la lucha por la liberación nacional se clarifica y estructura. El enfrentamiento con los intereses imperialistas, denunciado implacablemente por Scalabrini fue inevitable. Y se triunfó. Debió haber sido el mariscal ideológico de la victoria, se limitó a ser sólo un soldado de la liberación. Cuando el 1ro de marzo de 1948 se nacionalizaron los ferrocarriles, Perón lo invitó a ocupar el palco oficial, pero él se quedó en la plaza, mezclado con el pueblo. No todo lo escrito por Scalabrini se había entendido. Los ferrocarriles se llamaron Sarmiento, Mitre, Urquiza..., Scalabrini siguió en el llano. E incluso se llamó a silencio. Después, cuando en 1955, caía el gobierno que había nacionalizado en buena parte la economía del país y quienes habían usufructuado sus canongías buscaban cómodos refugios y ponían candado a sus bocas, Scalabrini volvió a la pelea. Fue su última campaña. Pero toda una generación juvenil que lo había olvidado o lo desconocía, reencontró al patriota y luchador inclaudicable. Las reediciones de Política Británica... e Historia de los Ferrocarriles Argentinos conocieron un éxito que no habían tenido antes. (En 1957, en el suplemento de la revista Qué, N° 2- 3, se publica "Aquí se aprende a defender a la Patria". En 1961 se reedita Yrigoyen y Perón. Identidad de una línea histórica de reivindicaciones populares. En 1964, aparece con el título de "Cuatro verdades sobre nuestras crisis", una selección de cuatro trabajos publicados entre 1939 a 1948, con prólogo y notas de Vicente Trípoli.) El triunfo actual del revisionismo histórico tiene una deuda incalculable con Scalabrini. Lo que en algunos había sido una añoranza de una sociedad patriarcal y autoritaria, fue en Scalabrini un nacionalismo vigoroso, popular, revolucionario, que no le dio flancos al enemigo y demostró que la revisión histórica no tiene sentido como "divertimento" intelectual si no sirve como instrumento para la liberación nacional. Cuando un mal alevoso lo tumba en 1959, Scalabrini Ortiz, pobre, sin títulos ni medallas académicas, era la imagen real de la dignidad nacional. El lo había dicho con la humildad y la verdad del poeta: "Ya estoy solo y unido/ ya soy solo mi tierra

sábado, 20 de noviembre de 2021

viernes, 19 de noviembre de 2021

San Martín y la "infanta mendocina"

Por Miguel Angel De Marco 

Luego de visitar la tumba de su mujer en el recién habilitado cementerio de la Recoleta y de ordenar que se grabase una placa de mármol con la leyenda “Aquí yace la esposa y amiga del general San Martín”, el Libertador y su hija Mercedes Tomasa, de siete años, partieron el 10 de febrero de 1824 en el navío francés Le Bayonnais rumbo al puerto del Havre.  Dos personas destinadas a amarse y asistirse durante toda la existencia experimentaban el aprendizaje de la vida en común. El general, de 46 años, acostumbrado desde la niñez a la dureza de la vida de guarnición y campaña, debía compartir de pronto casi todas las horas del día con una criatura que hasta el instante de zarpar conocía sólo los halagos de una abuela en extremo complaciente y las comodidades propias de una de las casas distinguidas de Buenos Aires. Merceditas tendría que adaptarse a las rígidas costumbres de un soldado, por más que éste procurase suavizar su severo talante. Según le narró al coronel Olazábal, “la chicuela era muy voluntariosa e insubordinada, ya se ve, como educada por la abuela; lo más del viaje lo pasó arrestada en un camarote”.  

Tras dos meses de navegación, el buque llegó a destino.  Posiblemente hayan precedido al arribo de San Martín informes confidenciales acerca de su viaje, pues sus papeles fueron incautados y prolijamente revisados para serle devueltos días más tarde. Reinaba Luis XVIII de Borbón, quien veía transcurrir sus últimos días en un país agitado por los enfrentamientos entre ultramonárquicos y liberales, que se proyectaban en todos los aspectos de la vida de la nación. Apenas tuvo sus documentos, el Libertador y Mercedes se trasladaron el 4 de mayo a Southampton, Gran Bretaña. En aquella rumorosa urbe marítima, el general se encontró con su antiguo camarada lord James Mac Duff, earl (conde) de Fife, quien lo introdujo en la alta sociedad. Era, dijo de San Martín, el gran promotor de la libertad americana y por sus costumbres y trayectoria, un digno émulo de Washington. En un banquete que se celebró en conmemoración de la independencia norteamericana, al que concurrió especialmente invitado, se encontró con sus antiguos amigos García del Río y Paroissien, y con otros que no lo eran, como Alvear. A los postres, el primero pronunció cálidas palabras y San Martín alzó su copa para brindar por Bolívar y por la pronta y feliz culminación de la campaña.  Alvear distorsionó las expresiones del Libertador en un informe al gobierno de Buenos Aires, manifestando que conspiraba para imponer el sistema monárquico en América con el general mexicano Agustín de Iturbide, quien luego de proclamarse emperador de su patria y de reinar por escaso tiempo había abdicado y marchado a Europa.  Se hizo circular durante aquellos días un libelo titulado “La ida del general San Martín”, cuya autoría se atribuyó a Alvear, como también una caricatura del Libertador que lo mostraba con la corona del Perú escapándosele de las manos. En cuanto a la entrevista con Iturbide, que éste le pidió por carta, no se sabe si efectivamente se realizó, pues el mexicano regresó a su patria con el fin de derrocar al gobierno, pero fue capturado y fusilado.  SAN MARTÍN Y MERCEDITAS PERMANECIERON EN INGLATERRA HASTA DICIEMBRE, TRAS RECORRER DISTINTOS LUGARES DEL PAÍS. POR GESTIÓN DE LORD FIFE, EL GENERAL FUE DESIGNADO CIUDADANO HONORARIO DE BANFF, LOCALIDAD VECINA A LAS POSESIONES DE SU AMIGO EN EL NORTE DE ESCOCIA.  

Los ojos del general volvieron a posarse en Francia. Su hermano Justo Rufino, que residía en París, hizo gestiones para que el ministro de Interior, conde de Corbière, le otorgase el correspondiente permiso, pero no lo logró. Entonces, resuelto a hallar una estabilidad que permitiera que su hija comenzase una educación sistemática, decidió viajar a los Países Bajos. Una vez obtenida su admisión, retiró a Mercedes de la pensión inglesa donde la había dejado y a fines de 1824 se estableció en una casa ubicada en el número 1422 de la rue de la Fiancée, en las afueras de la ciudad de Bruselas.     San Martín halló de inmediato su lugar en aquella ciudad ordenada, de espíritu abierto y cosmopolita, y se vinculó con personalidades distinguidas que lo introdujeron en los círculos liberales como hombre que había brindado sus esfuerzos a la independencia de pueblos sometidos por un monarca absoluto. Incluso, la masonería le tributó un poco frecuente homenaje al acuñar una bella pieza en su honor. La Logia Parfaite Amitié (Perfecta Amistad) encargó al notable grabador Jean Henri Simon que perpetuara su presencia en el Gran Oriente celebrado en su honor.

Por más que habitualmente las noticias de la Argentina, Chile y Perú le deparaban momentos de amargura, tuvo la satisfacción de enterarse del fin de la guerra de la independencia sudamericana en la gran batalla de Ayacucho, librada por Sucre contra La Serna el 9 de diciembre de 1824, donde algunos de sus oficiales y soldados granaderos, encabezados por Isidoro Suárez, se cubrieron de gloria.   Pese a que extrañaba su tierra, en especial Mendoza, San Martín se sentía feliz. Pagaba mil francos anuales de alquiler por su casa de tres habitaciones y un gran jardín, suma que le parecía increíblemente barata. En ella se hospedó durante un tiempo el general Miller, con quien conversó francamente sobre sus campañas y a quien le brindó datos para sus memorias, complementados por una rica correspondencia epistolar. Es de creer que ambos soldados visitaron el campo de batalla de Waterloo, muy próximo a la ciudad, donde se alzaban, como mudos testigos de la contienda que marcó el definitivo ocaso de Napoleón, los edificios utilizados por los adversarios en las distintas fases de la lucha.

Estaba orgulloso de “la infanta mendocina”. Merceditas daba muestras de sensibilidad e inteligencia. En carta a Guido, le expresaría: “Cada día me felicito más de mi determinación de conducirla a Europa y haberla arrancado del lado de doña Tomasita. Esta señora, con su excesivo cariño, me la había resabiado (como dicen los paisanos), en términos que era un diablotín”.

La niña era una aplicada alumna en un colegio de monjas de Bruselas. Al conducirla al internado, el general le entregó a la religiosa que recibió los efectos personales de la niña unas “Máximas” para que reglasen su permanencia en el internado. Deseaba que Mercedes adquiriese saberes, pero sobre todo requería que se le enseñara a “humanizar el carácter y hacerlo sensible aun con los insectos que nos perjudican […], inspirarla amor a la verdad y odio a la mentira, estimular la caridad con los pobres, respeto a la propiedad ajena, acostumbrarla a guardar un secreto, inspirarla sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones, dulzura con los criados, pobres y viejos, que hable poco y lo preciso, acostumbrarla a estar formal en la mesa, amor al aseo y desprecio al lujo, inspirarla amor por la patria y por la libertad”.

Pero no todo era color de rosa. San Martín carecía de recursos. El Perú le había adelantado, al tenerse certeza de su partida a Europa, dos años de pensión. El rencoroso Rivadavia no había ni siquiera amagado para ordenar el abono de sus sueldos de general. La caída de los valores en Londres; la quiebra de la banca en la que su amigo Álvarez Condarco había depositado parte de sus ahorros; la depreciación del cambio; la falta de rentas sobre algunas propiedades, excepto la casa de Buenos Aires; todo, en fin, configuraba un horizonte oscuro.

 (*) Extraído de su libro “San Martín. General victorioso, padre de naciones”, Emecé


sábado, 13 de noviembre de 2021

Bartolomé Mitre: fraude más terror y después hablaba de Rosas y la Mazorca.....

Por el Prof. Jbismarck 

“la revolución del 11 de septiembre de 1852, hecha a los seis meses de derrocado Rosas, contra su vencedor, fue la restauración del rosismo sin Rosas, pero lo fue completamente en el orden económico de cosas, que contiene el verdadero poder despótico” (Alberdi). Las armas del liberalismo mitrísta consisten en él fraude y el terror.  Emancipada la oligarquía porteña del “despotismo” urquicista, inauguró su propio despotismo sobre la provincia de Buenos Aires, aplastando con el terror y el fraude a todas las oposiciones internas, al tiempo que proclamaba su fervorosa devoción al liberalismo democrático y republicano.  La corriente liberal que con Mitre a la cabeza actuaba por cuenta de la burguesía comercial porteña, demostró de inmediato que esta clase era profundamente antidemocrática, mucho más terrorista y dictatorial que el odiado Rosas.  Mitre ha sido el que en Buenos Aires primero, y en la República después, inventó los medios fraudulentos de hacer ilusorios el sufragio popular. Fue Mitre quien, para oponerse al voto de los soldados de Urquiza en 1852, inventó el fraude, que se hizo en grande escala, y con el cual triunfó entonces lo que se llamaba lista del pueblo. Fue él quien en 1857, para suplantar la inmensa mayoría del partido chupandino presidido por Calvo, recurrió al fraude en las parroquias y consiguió con votos falsos superarlos votos verdaderos de sus adversarios. Fue él quien en 1859, también con votos falsos, impidió el triunfo del Club de la Paz presidido por Frías. Y desde entonces ese ha sido el sistema electoral de la República Argentina, pero ese sistema se debe exclusivamente a Mitre.  

Cuando en 1874 Mitre se levanta en armas contra la presidencia constitucional de Sarmiento, éste lo denunció con su acostumbrada claridad: “Consta de la elección practicada en 1852 y dirigida en la ciudad de Buenos Aires por el coronel Bartolomé Mitre que organizó los trabajos electorales, que la Ciudad opuso bajo su dirección nueve mil votos a dos mil quinientos que favorecieron la política del general Urquiza. Consta del Diario de Sesiones de Buenos Aires que los hombres que formaban el núcleo de la conspiración en nombre del sufragio popular, detuvieron fraudulentamente el curso de la ley de elecciones que desde 1856 se proponía corregir los abusos electorales, declarándolos públicamente dichos señores [Mitre y Elizalde] útiles y necesarios. Consta de la administración del Gral. Mitre que nunca propuso, ni sus partidarios apoyaron, ningún proyecto de ley que tendiese a evitar, corregir y castigar los fraudes ni las violencias en las elecciones. Consta igualmente que durante esta administración fueron destituidos empleados superiores por no participar de la opinión del gobierno en una elección popular” (la Tribuna, 9 de octubre de 1874)

Sarmiento —entonces en el partido mitrista— en carta 201 a Domingo de Oro del 17 de junio de 1857; “ Nuestra base de operaciones ha consistido en la audacia y el tenor que empleados hábilmente han dado este resultado admirable e inesperado... estableamos en varios puntos depósitos de armas y municiones» pusimos en cada parroquia cantones con gente armada, encarcelamos como unos veinte extranjeros complicados en una supuesta conspiración; algunas bandas de soldados armados recorrían de noche las calles de la ciudad, acuchillando y persiguiendo a los mazorqueros [como mazorqueros Sarmiento designa a los opositores]; en Fin: fue tal el terror que sembramos entre toda esta gente con éstos y otros medios que el día 29 triunfamos sin oposición” . Fraude y terror. Tal era la fórmula del liberalismo mitrista.                          Cuando el movimiento de Lagos que arrastró a todo el gauchaje contra la oligarquía porteña, fue evidente que, como lo advirtió Alberdi, mientras las fuerzas de Lagos seguían a su jefe sin ninguna clase de coacción, las fuerzas porteñas eran en gran parte reclutadas a la fuerza, imponiéndose gravísimas penas a quienes se negasen a tomar las armas para defender la oligarquía portuaria (Alberdi, Escritos Póstumos, vol. XVI, 217). Para enfrentar a Lagos, la liberalísima legislatura porteña suprimió todas las garantías individuales, otorgando al gobierno autorización para detener, deportar o fusiiar a quien contrariase la política oficial (Saldías, Historia de la Confederación Argentina), Poco después, un decreto destinaba por dos años al servicio de los cuerpos de línea a todos los ciudadanos que no tomasen las armas en la guardia nacional en el término de veinticuatro horas (Saldías, ídem, 26),    Derrotado Lagos, la oligarquía porteña eligió gobernadora Pastor Obligado, ex rosista y ahora furioso liberal, Obligado dicta un decreto ordenando que salga del territorio provincial, en término perentorio, una multitud de personas señaladas como partidarias de Lagos. De inmediato también, otro decreto destituyó de sus puestos a todos “aquellos funcionarios públicos que, por oposición o indiferencia, han permanecido fríamente ante los peligros que envolvían a la ciudad".  Y sale otro decreto que marca el summum de la devoción del liberalismo porteño a los principios de 1a democracia republicana. Por el mismo quedaban destituidos de sus cargos los magistrados del Supremo Tribunal de Justicia porque —decía el decreto— "es muy importante que los destinos públicos sean desempeñados por personas que, a la idoneidad notoria, reúnan en sí una conocida adhesión a los principios que acaban de triunfar” .

 En 1856, cuando el general Costa pretende reeditar el movimiento de Hilario Lagos e invade Buenos Aires, el liberal Gobierno de Buenas Aires saca un decreto que firma el gobernador Obligado y los ministros Valentín Alsina, Bartolomé Mitre y Norberto de la Riestra, estableciendo: Art, 1: Todos los individuos titulados jefes que hagan parte de los grupos anarquistas capitaneados pox el cabecilla Costa, y fueran capturados en armas, serán pasados inmediatamente por las armas”(Saldías, Historia de la Confederación Argentina), La orden fue cumplida estrictamente y el campo de Villamayor fue testigo de una masacre que hubiera convertido en juego de niños las supuestas atrocidades de Cuitiño. Y el liberalísimo Gobierno de Buenos Aires despidió con las siguientes palabras a los soldados que habían realizado la carnicería: "Al volver a vuestros hogares» llevad la conciencia de haber afirmado el orden público, pues ya los malvados que lo pudieron conmover han expiado sus negros crímenes con sus cabezas” (La Tribuna, 7 de febrero de 1856).  Convencidos de representar la vanguardia de la Civilización y los Principios contra la barbarie que era para ellos todo el país excepto la ciudad de Buenos Aires había una larga serie de espectáculos más o menos circenses,género en el que Mitre era insuperable: en el combate de cepeda Mitre fue derrotado por el ejército nacional que dirigía Urquiza, quien perdió veinticuatro jefes y trescientos hombres. Mitre perdió dos mil soldados, toda la caballería, veinte cañones, varios miles de fusiles, enormidad de municiones, todos los carro del parque y toda la caballada de repuesto. Sin embargo, al desembarcar en el muelle de Buenos Aires, derrotado, casi sin artillería, sin un soldado de caballería y mermada la infantería en dos terceras partes, Mitre deshoja su inevitable discurso y dice al pueblo porteño; “ Os devuelvo intactas las legiones que me confiasteis” (D'Amico), Por esos mismos días, sin embargo, Mitre reconocía en privado que Urquiza era el dueño de la situación después de su triunfo en Cepeda (Saldías, Historia de la Confederación Argentina). Es que el "buenazo, desinteresado e ingenuo" Mitre fue un maestro del DOBLE DISCURSO: JURABA POR LA DEMOCRACIA, LA LIBERTAD Y EL PUEBLO MIENTRAS UNIFICABA EL PAÍS A COSTA DE FUSILAMIENTOS Y DEGUELLOS...El Gral Peñaloza, Nazario Benavidez, los degollados en Cañada de Gómez y el Heroico Gerónimo Costa lo pueden afirmar.

Bibliografía
Alberdi Juan Bautista "Proceso a Mitre"
Chávez Fermín "Civilización y Barbarie"
D 'Amico, Carlos "Buenos Aires, sus hombres su política"
De Paoli Pedro "Sarmiento, su gravitación en el Desarrollo Nacional"
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martes, 2 de noviembre de 2021

2 de noviembre: Día de los muertos por la Patria

 Por Carlos Pesado Palmieri *

La Patria "es un dolor que no tiene bautismo", y el amor a Dios y a la Patria no son dos sentimientos, sino uno solo, en la apretada síntesis que une el decir de dos grandes poetas argentinos: Leopoldo Marechal y Leonardo Castellani.

Dar la vida por la Patria no solo es un acto inaudito de coraje y templanza, sino, a la vez, la más alta expresión del sacrificio personal en aras de su defensa.

En la tradición religiosa del catolicismo, la conmemoración del Día de Difuntos es de antigua data: más de diez siglos en Francia, y adoptada universalmente por el papado en el siglo XVI.

En el Occidente cristiano, quienes perdieron su vida por la Patria son recordados, por ejemplo, en el Arco de Triunfo de Francia, en la Abadía de Westminster de Gran Bretaña, en el Altar de la Patria de Italia, en el Cementerio Nacional de Arlington de Estados Unidos.

En nuestro país, el Día de los Muertos por la Patria se debió a la iniciativa, en 1908, del profesor correntino Dr. José Alfredo Ferreira. Justo ha sido ese noble homenaje, rendido año tras año, desde entonces.

La Argentina era un sonoro nombre desde el siglo XVI; pero sus gestas por la libertad y la soberanía fueron, desde los inicios del siglo XIX, una constante de nuestra identidad independiente, lograda por la sangre de soldados ciudadanos que ofrendaron sus bienes y sus vidas.

Nuestros próceres, los conocidos y los anónimos, simbólicamente están presentes en las tumbas y cenotafios monumentales, como el del Soldado Desconocido de nuestra Independencia que yace junto a los restos del Libertador, erigido en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires.

En la fachada del templo, se señala la siguiente frase: Aquí descansan los restos del Capitán General D. José de San Martín y del Soldado Desconocido de la Independencia. ¡Salúdalos!.

La Argentina épica, cuya última efeméride se remonta al conflicto armado de 1982, tuvo héroes por sobre opiniones incalificables de pseudo periodistas. Héroes, la mayoría jóvenes, que fueron hombres aguerridos, no niños; porque otra es su dimensión, desde el Tambor de Tacuarí hasta el más adolescente de los soldados que allí cayeron defendiendo el suelo patrio.

En muchas ciudades de nuestro país, hay cenotafios, monumentos y placas que recuerdan a nuestros caídos en esa gesta; y, más allá de aquellos cuyos restos mortales pudieron ser reconocidos en los últimos años, se hallan, en la aún no redimida tierra malvinense, los que yacen en el cementerio militar argentino de Darwin, por defender el pabellón patrio.

En noviembre del año 2000, mediante la Ley 25.370, el día 2 de abril fue declarado Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas.

Nuestro eximio poeta Orlando Mario Punzí, oficial de nuestro Ejército, portabandera de cadete, coronel de la Nación, maestro, ingeniero militar y abogado, pudo, en versos inefables, escribir en su "Canción de los muertos por la Patria": "Llámanos Patria / Piel de jaguar colgada de los hombros de América. / No te pedimos nada / moriremos por ti de mil maneras, / fusilados de frente, / clavados en las rojas bayonetas / o atados a los bárbaros cañones / por el dios ancestral de la pelea. / (...) Por los soldados muertos / que amamanta la leche de tu tierra, /llámanos Patria: Piel de Jaguar colgada de los hombros de América".