Rosas

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martes, 30 de noviembre de 2021

Ernesto Palacio (1900-1979)

 Por el Prof. Jbismarck

Nació en 1900 en la provincia de Buenos Aires, en el seno de una acomodada familia. Se recibió en 1926 en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y ejerció la docencia de geografía e historia antigua y argen tina en distintos institutos de enseñanza secundaria hasta comienzos de la década del 40. En la función estatal fue ministro de Gobierno e Instrucción Pública en la intervención nacional a la provincia de San Juan (1930-31), diputado nacional por la Capital Federal (1946-52) y presidente de la Comisión Nacional de Cultura (1946-47).  Anarquista en su juventud universitaria y partidario de la reforma del 18, luego se vinculó a las vanguardias literarias y en 1924 se contó entre los fundadores de la revista Martin Fierro. Más tarde su pensamiento político se transformó, en nacionalista.  Prestó colaboraciones como periodista en el diario La .Nación y en las revistas El Hogar, Caras y Caretas y Criterio, y se destacó particularmente su papel como jefe de redacción de La Nueva República, dirigida por Rodolfo Irazusta. Esta publicación fue de gran trascendencia ya que logró nuclear y darle 'expresión a un grupo de nacionalistas de elite que adquirió una fuerza insospechada como oposición a la segunda presidencia de Yrigoyen. De carácter más tradicionalista que nacionalista, la revista hacía una clara defensa del hispanismo, el elitismo, el catolicismo y una furibunda crítica a la democracia y el liberalismo y entre sus colaboradores se encontraban conservadores, católicos, maurrasianos, filofascistas, etc. En ese contexto, Palacios fue una de las plumas más brillantes del grupo, dando cuenta de su preocupación en torno a la defensa del orden y las jerarquías, la religión católica y el espíritu clásico, en oposición a la Revolución Francesa.  Distinguido miembro de la corriente historiográfica revisionista, fue miembro de la Comisión Directiva de la Revista del instituto de Estudios Históricos "Juan Manuel de Rosas".  A diferencia de los hermanos Irazusta, terminó vinculándose con el peronismo, por el cual fue electo representante legislativo.Otros libros del autor son La inspiración y la gracia (1928), Catilina. La revolución contra la plutocracia en Roma (1935), El espíritu y la letra. La historia falsificada (1939), Teoría del Estado (1940), entre otros. Murió en 1979.   

Su Historia de la Argentina 1515-1943, publicada por primera vez en 1954, tuvo una repercusión muy amplia convirtiéndose en uno de los grandes best-sellers de la historiografía nacional. Sin miedo a la controversia y con características polémicas (aunque notablemente más moderada que otros trabajos anteriores), en esta obra Palacio intenta discutir con buena parte de la historiografía liberal previa, particularmente con Vicente Fidel López. Por un lado, busca demostrar que no existió en la Revolución de Mayo una división entre un partido de criollos y otro de españoles y, por otro lado, da cuenta de las resistencias de los pueblos del interior, justificándolos frente a una Buenos Aíres que confundía frecuentemente el ánimo independentista con la imposición centralista. Subraya el papel jugado por Inglaterra sin caer en una denuncia moral así como destaca la importancia de la invasión portuguesa y el conflicto con la Banda Oriental. Llama la atención la defensa y recuperación de Mariano Moreno (mientras que rechaza la figura de Rívadavia), frente a su ferviente desdén por todo lo que fuera vínculable con el jacobinismo.  La verdad es que en ese momento de precipitación de los sucesos, aquí se estaba a obscuras, dependiendo de las gacetas y comunicaciones que llegaban con dos meses de atraso, cuando había cambiado ya todo. En este rincón remoto del mundo —tan remoto como no pueden ni siquiera imaginario los contemporáneos del telégrafo y el avión— se especulaba sobre realidades muertas y se vivía de cavilaciones y conjeturas sobre datos fhsuficientes: situación propicia a la fabricación de fantasmas. Todo ello, reflejado en un ambiente aldeano, explica las reacciones excesivas, las desconfianzas, los temores, la singular zozobra que caracterizó a estos años. No es exacto que se tratara de una división entre criollos y españoles nativos, pues había criollos entre los enemigos de Liniers, y españoles entre sus partidarios. Esa división, que originaba pleitos locales por los asientos de los cabildos, no tenía categoría suficiente para convertirse en bandera, en momentos en que la idea de la nacionalidad se hallaba en germen todavía. No es exacto tampoco que estuviera en juego la mayor o menor fidelidad al rey legítimo, pues este sentimiento lo compartían, en diversas graduaciones personales, los dos bandos. Ni era mucho menos cuestión de puja ideológica entre liberales y absolutistas, como también se ha dicho. El pensamiento dominante en ambos sectores (entre los que pensaban) era el progresismo reformista dentro del programa de la 'ilustración', con diversos matices . de acentuación regalista o masónica, que se compadecía ; bien con el absolutismo siempre que estuviera unido a las luces. La influencia sobre unos pocos del pensamiento revolucionario apenas si pesaba entre el conjunto. Mucho menos todavía influía ia cuestión del gobierno propio. Ni uno ni otro bando, como tales, pujaban por la emancipación con respecto a España, en la que pensaban eventualmente los dos.  La divergencia entre los partidos se fundaba en razones circunstanciales, de personas, de temperamentos y de intereses. Había cuestiones que resolver y Liniers no las resolvía. Había que obrar y Liniers esperaba. Había guerra contra Francia y Liniers era francés. Pero Liniers estaba en el gobierno; era el Virrey. Era además el héroe a quien el pueblo había adamado y redamado. Y después de todo —aquí en este extremo del mundo lejos de toda información—, ¿quién sabía lo que estaría ocurriendo en Europa?"  Resulta sintomático que la 'caducidad del Virrey fuera provocada por el joven letrado de 'los hacendados", que había acompañado a Alzaga el 1 de enero de 1809. Esto demuestra una continuidad revolucionaria, que entronca con los sucesos de ese año en Chuquisaca y La Paz, Moreno había estudiado en Chuquisaca, tenía allí a sus amigos y no olvidaba la sangrienta represión de la que Cisneros era el principal responsable."

El Congreso de tucumán había en efecto declarado la independencia de las Provincias Unidas de ía América del Sud con respecto a 'la dominación de los reyes de España'. Daba con ello estado legal a una situación de hecho ya existente, que respondía al anhelo general de los pueblos. El acto muestra el cambio de espíritu provocado por la restauración española en el énfasis con que se habla de América y lo americano, por oposición a lo europeo. El tema, ya insinuado en Moreno y Monteagudo, pero hasta entonces minoritario, se hace general. La guerra empezada como simple discordia civil se convierte en continental americana contra las armas opresoras del Rey, iniciándose a.sí la hispanofobia que alcanzaría su cénit con la generación romántica, cuyos prohombres (Echeverría nacido en 1805, Alberdi en 1810, Sarmiento en 1811) en esos momentos deletreaban el alfabeto y respiran ese ambiente en sus casas. Se maldice con encono al 'godo' y al 'chapetón'. Lo cual deriva en idealización del elemento indígena, cuya tradición se invoca (tesis ele guerra, falsa pero estimulante) y tendrá manifestaciones tan curiosas como el proyecto de monarquía incásica.  Si bien mera expresión de voluntad, sin efectos materiales, la declaración asumía una enorme importancia moral, decisiva para tonificar los ánimos y prepararlos para el esfuerzo supremo. San Martín la juzgaba indispensable para el éxito de la expedición a Chile; quería cruzar los Andes y vencer como soldado de una nación libre.

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