Por el Prof. Jbismarck
La derrota electoral de Bartolomé Mitre en las elecciones de 1874 frente a Nicolás Avellaneda hizo estallar una revolución de su partido, con la excusa de que éste había triunfado gracias al fraude. El fraude había existido, pero lo habían usado ambos bandos y el propio candidato derrotado lo había utilizado casi siempre en el pasado. La fecha programada para la revolución era al día siguiente de la asunción de Avellaneda, ya que aceptaban como legal al gobierno de Sarmiento; pero como sus preparativos fueron descubiertos, se lanzaron a la rebelión antes de esa fecha. Poco después estallaba otra en San Luis y el sur de la provincia de Córdoba, dirigida por el general Arredondo. Rivas reunió casi 5500 hombres en el sur de Bs As. Pero las provincias que habían comprometido a apoyar al tísico (así lo llamaba Urquiza) especialmente Corrientes y Santiago del Estero, no se unieron a la revolución. El general Rivas, desde Tapalqué, siguió por Saladillo hacia Chivilcoy, siguió incorporando en el trayecto algunos contingentes con los que llegó a aumentar su numerosa tropa. Tomó hacia Las Flores, donde se le incorporó el cacique Catriel con 1.500 indios armados de lanza. Pero, ante la aproximación del coronel Luis María Campos, con una agrupación de las tres armas, que venía de Mercedes, aquel jefe rebelde, con su ejército insurrecto y golpista, se retiró hacia Rauch (S.), evitando una lucha. Entre tanto, el golpista general Mitre había desembarcado en Tuyú (70 Km. al este de Dolores) a fines de octubre, viniendo de Montevideo. Reunió allí algunas fuerzas y de todas ellas y de las de Rivas, asumió el mando en jefe en Médanos (al sur de Tuyú). Comenzó una marcha hacia el oeste para dominar algunos partidos de allí y buscar su reunión con Arredondo. Podían reunir casi 15000 hombres de lucha.
La Verde. El comandante José Inocencio Arias se dirigió a la Estancia de La Verde (40 Km. De Las Flores), porque tuvo noticias dé la presencia allí de una fuerza adversaria que esquivó la lucha. Estando en La Verde se enteró Arias de la aproximación del ejército de Mitre, en marcha al norte, perseguido por Julio Campos, y frente a fuerzas tan superiores, optó por improvisar un frente y ocupar posición con sus 800 hombres esperando el ataque del enemigo. En la madrugada del 6 de noviembre el Ejército Insurrecto rebelde, fuerte de 5.800 plazas, se ponía en marcha para atacar a ese adversario. Mitre habíase dispuesto en tres columnas; de infantes, la del centro, y de caballería las de las alas. Intimada su rendición a Arias, éste la rechazó. (5800 los insurrectos mitristas y 800 los defensores de la constitución) A algo más de un kilómetro del enemigo, Mitre detuvo su marcha y poco después tomó el dispositivo en círculo en el que la infantería está situada delante de la masa principal de la caballería. Adelantado el coronel Borges, comandante de la infantería, para intimar nuevamente rendición al jefe legal y no habiendo éste consentido en ella, empezó el combate con el ataque de la infantería mitrista. El fuego se hizo vivísimo desde un comienzo por ambas partes y con grandes bajas para el atacante sembrado de muertos y heridos, a causa de los Remington enemigos, arma que tenían en mucha cantidad los 800 legales, no así los mitristas insurrectos rebeldes. En ambos cuerpos caen varios jefes y oficiales; el mismo Borges rinde su vida. (estamos hablando del abuelo del luego famoso escritor George Luis Borges)- A pesar de las pérdidas, los atacantes se aproximan a la posición, pero sin que el fuego del defensor disminuya en intensidad y eficacia. Ocupando su posición, defendido por una palizada y por un foso de más de un metro de profundidad y otro tanto de ancho, y protegido además por la tierra extraída del foso, el atacado era sumamente fuerte y poco vulnerable, y sus fuerzas novicias sentían fortalecido el ánimo. Mientras en el combate la infantería actuaba como queda dicho, en el resto del frente tenían lugar episodios provocados por la caballería rebelde; por todas partes el ataque detenido o rechazado con fuertes bajas. A las 7 se había iniciado el combate y media hora después, según algunos, o a las 10 conforme a otros, la acción había terminado, cuando el general Mitre, viendo el triunfo imposible y ante la amenaza de los coroneles Campos, que se aproximaban, ordenó la retirada en dirección a 9 de Julio (noroeste). Mitre con su ineficacia había perdido 1.500 plazas. En el campo del combate habían quedado cerca de 300 y durante la noche del 28 desertaron más de 1.000 guardias nacionales. Las pérdidas de Arias no pasaron de cuarenta. Mitre capitula. — El general golpista y rebelde, batido su ejército y temiendo ser rodeado y atacado por los coroneles Campos, se retiraba. Arias, lo persigue, lo flanquea y hostiliza, reforzado durante el camino. En esos momentos (1ro de diciembre), Julio Campos llegaba a 9 de Julio y Luis María se aproximaba a Junín desde el este, en busca de los rebeldes para cortarles la retirada. Arredondo estaba aún en Mendoza y al general Mitre no le quedaban sino 2.500 hombres, pues el resto se le había desgranado en la retirada. Así, el 2 de diciembre, éste firma con Arias una capitulación en Junín, entregándole su espada y rindiendo sus armas todo el Ejército golpista y rebelde. El 14 de diciembre el jefe vencedor hacía BU entrada en la capital de la República con el 6 de infantería. A mediados de noviembre la escuadra legal, compuesta de cinco unidades, había perseguido a la de los sublevados (dos barcos) hasta el este de Maldonado (Uruguay) donde abandonó la caza. Pero el comandante Erasmo Obligado, con la Paraná, en la oscuridad, se dirigió a Buenos Aires, donde se rindió el 18 de noviembre. En esta, proeza de Arias se comprueban el valor y los resultados que pueden obtenerse con la defensa frente a un enemigo muy superior numéricamente, si se hace un hábil empleo del terreno y la fortificación, lo mismo que de las armas y los fuegos, y, sobre todo, de la influencia moral del jefe, si está resuelto a luchar y sucumbir, antes que rendirse — ya que esto es declararse vencido sin combatir — frente a una intimación. El jefe legal tuvo la decisión de vencer a pesar de la enorme inferioridad de sus efectivos. Se evidencia también en este lance táctico que sin artillería —Mitre había tenido que abandonar sus pocos cañones en el camino por el pésimo estado de éste y de sus caballos — y con un ejército con predominio de caballería, es decir-, de poca infantería, y ésta con armamento anticuado, es sumamente difícil conquistar una posición que debe ser ablandada suficientemente. Terminado el combate, vuelve a contrariar órdenes, al perseguir al vencido con fuerzas muy inferiores y a marchas forzadas, oportunidad en que su triunfo pudo transformarse en derrota, porque ahora podía producirse un combate en campo abierto, pero, bien explotado el éxito, consiguió rendir al vencido, supremo objetivo de la persecución. Al felicitarle por sus triunfos el mismo presidente Avellaneda reconoció que los había obtenido “procediendo por propia inspiración” y “guardando las instrucciones del gobierno en la valija”. La Verde fué vencida la agrupación principal de los revolucionarios; en Junín se rendía poco después el general Mitre con todas sus fuerzas; la cañonera defeccionada se había entregado a la autoridad; los revolucionarios de Corrientes se disolvían; López Jordán no había invadido, tal vez por todo esto; en cuanto a las tropas de Taboada, en presencia de los reveses en el resto del país, eran licenciadas sin combatir; y finalmente, los rebeldes que operaban en Cuyo eran igualmente vencidos en la segunda Santa Rosa. El consejo de guerra a que fué sometido el general Mitre y demás jefes sublevados, condenó al primero a ocho años de destierro (tendría que haber sido fusilado…como él lo hizo con gerónimo Costa), pero Avellaneda, en procura de la paz interna y de la conciliación, dispuso su amnistía y las de los jefes y oficiales, y su reincorporación al ejército en mayo de 1877. Arias fue premiado con el ascenso a coronel; llegaría a ser general y gobernador de la provincia de Buenos Aires. La carrera política de Mitre pasó a un franco segundo plano desde entonces, convertido en una especie de leyenda histórica viviente, que distintos grupos usaron para sus propios fines; pero nunca realmente volvió a reunir apoyos personales tan importantes como hasta esa fracasada revolución. En cuanto a Rivas, su carrera llegó ese día a su fin, y moriría seis años más tarde en un cargo administrativo secundario.
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